Ginny se mordió el labio inferior para tratar de que sus labios no sonrieran en la forma loca que estaba deseando.
"Ya sabes que mañana...mañana es...", decía Dean Thomas sin poder completar la oración por tercera vez.
"Mañana es San Valentín", dijo Ginny, dispuesta a ayudarlo a pesar de lo mucho que esta disfrutando la situación.
"Sí...y pensaba si...antes de la cena...si..."
Esta vez Ginny no lo ayudó.
"Si te gustaría pasear conmigo junto al lago...", pudo decir Dean después de varios segundos de silencio contemplativo.
"Oh sí...¿a las cinco?"
"Sí", dijo Dean, a quien la respuesta de Ginny parecía haber llenado de gran seguridad. "A las cinco junto a las escaleras principales".
Por primera vez en mucho tiempo Ginny entró sonriendo a la clase de Historia de la Magia.
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"Todos se han dado cuenta menos tú", le decía Ron a Harry en el momento en que Ginny se sentaba junto a ellos en el Gran Salón.
Harry se puso horriblemente colorado, y dijo algo inaudible, aunque tal vez estaba tosiendo.
"¿Cuenta de qué?", preguntó Ginny intrigada.
"Que Violeta Mayers le arrastra el ala", sentenció Ron, y Ginny soltó una carcajada.
"¿Arrastrar el ala?.¿Quién eres, nuestra abuela?", se burló Ginny.
Ron le dirigió una mirada ofendida.
"Ése no es el punto", se defendió. "Es bonita y tiene sentido del humor...Como mañana es San Valentín...¿Tú no crees que Harry debería hacer algo al respecto? "
Harry se volvió a mirarla, al parecer muy interesado sobre qué tenía Ginny que decir sobre el asunto. Con cierto espanto, Ginny se dio cuenta de que le faltaban las palabras para responder a esa pregunta. Para ganar tiempo, se sirvió un vaso lleno de jugo de naranja y lo bebió lentamente, bajo las miradas atentas de Ron y Harry.
"No creo que Harry deba conformarse con cualquier chica que le...mmm...arrastre el ala, como tú dices.", dijo finalmente.
"¿Y si a él le gusta?", replicó Ron.
"¡No hablen de mi como si yo no estuviera acá.!", se quejó Harry.
"¿De qué hablan?", preguntó Hermione al unirse a la conversación. Ron le refirió brevemente el tema de discusión. Hermione lo escuchó mientras estudiaba el rostro de Harry, y después de un minuto de cavilación sentenció:
"Si hay alguien especial, deberías decírselo".
"No hay nadie especial" , replicó Harry.
"¿Y qué pasa con Parvatti?", preguntó Hermione, mirando de reojo a Ginny.
"Oh, no", se quejó Harry . " La última vez que hablé con ella intentó leer las líneas de la palma de mi mano".
Ginny soltó una risita. Harry la miró alzando una ceja.
"No sé por qué eso me recuerda a alguien...", le dijo mirándola fijo a los ojos.
Ginny abrió la boca para defenderse, pero no encontró el aire suficiente en sus pulmones.
"¿Y la chica de los aritos?", preguntó Ron, quien parecía muy empecinado en encaminar la vida amorosa de su amigo.
Ron recibió una mirada de reproche por parte de Hermione, quien recibió una mirada de reproche por parte de Ginny, quien a su vez recibió una por parte de Harry.
Harry suspiró, resignado ante el complot que Hermione y Ron le habían tendido.
"Supongo que podría invitar a Violeta a dar una vuelta por...donde sea", dijo sin mucho entusiasmo.
La tarta de jamón y queso no sabe tan bien como otras veces, pensó Ginny mientras comía la cena.
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Era las diez de la mañana del domingo 14 de febrero y Ginny seguía aún en su cama.
"¿No piensas bajar a desayunar?", le preguntó Melinda corriendo las mantas para ver el rostro de Ginny.
"No tengo hambre", dijo Ginny volviéndose a tapar.
"¿Te sientes bien? Tal vez deberías ir a la enfermería..."
Ginny dio una vuelta para quedar panza arriba. Tal vez Melinda tuviera razón, y las náuseas que sentía se debieran a alguna enfermedad y no al sueño horrible que la había despertado a medianoche.
Se cambió para ir a la enfermería, y al bajar al Salón Común la sensación de náuseas se intensificó. Se dijo a sí misma que la reacción se debía al esfuerzo de bajar las escaleras, y no a haber visto a Harry conversando con Violeta.
Madam Pomfrey dictaminó que Ginny estaba perfectamente bien, y que su malestar se debiera a los nervios por los exámenes. Pero aún faltaba mucho para los TIMOs.
Ginny volvió por el camino más largo a la torre de Gryffindor, y al llegar al salón común se tiró en un sillón vacío.
"¿Te sientes bien?", le preguntó Hermione, quien se veía como si hubiera obtenido 400 en un examen.
"No tan bien como tú", dijo Ginny al ver el rostro radiante de su amiga.
Las mejillas de Hermione se sonrojaron levemente. Ginny siguió su línea de vista, y descubrió a su hermano junto con su mejor amigo, atravesando el retrato de la Señora Gorda.
"Estás pálida", le dijo Harry a Ginny al sentarse junto a ella.
"Me siento horrible", le confesó Ginny, arrugando la nariz.
"¿Puedo ayudarte en algo?", preguntó Harry con sincero interés.
A Ginny aún no se le había ocurrido que Harry era el único que podía ayudarla.
"¿Qué tal un partido de cartas?", propuso Ron.
"Sólo si prometes no hacer trampa", advirtió Harry mirando a Ginny.
"¡Yo nunca hago trampa!", saltó Ginny, quien de pronto no se sentía tan mal.
Después del almuerzo (Ginny bajó con sus amigos pero sólo tomó sopa, por temor a que su malestar volviera) Ron y Hermione hicieron un acto de desaparición digno de un escapista de circo. Harry murmuró que él también tenía algo que hacer, y Ginny buscó pero no encontró a sus compañeras de cuarto.
En el Salón Común de Gryffindor había menos de una decena de personas, todas conversando animadamente entre sí.
"¿Dónde se han metido todos?", se preguntó Ginny, y al asomarse a la ventana obtuvo la respuesta.
En los jardines, detrás de la cabaña de Hagrid, junto al lago, por donde quiera que mirase, había personas paseando bajo un sol brillante. La mayoría eran grupos de amigos disfrutando del primer día soleado en un par de semanas, pero también podían divisarse algunas parejitas caminando tomadas de la mano. Desde su posición privilegiada alcanzó a ver una chica rubia sentada, a orillas del lago, junto a un muchacho de cabello oscuro, y al reconocer a la otra cazadora y al buscador del equipo de quidditch de Gryffindor, Ginny sintió algo así como una patada en el estómago y tuvo que correr a vomitar al baño.
Después de expulsar lo poco que había comido, se lavó tres veces los dientes para quitarse el sabor amargo de la boca, y más pálida que nunca llegó a acostarse a su cama.
Intentó dormir la siesta pero le dolía demasiado la cabeza, y se contentó con acurrucarse bien y hojear unas revistas viejas.
"¿Otra vez en la cama?", preguntó Lucila al entrar al dormitorio en algún momento de la tarde.
" Madam Pomfrey dijo que sólo eran nervios por los exámenes" , dijo Ginny encogiéndose de hombros.
"Oh, vamos, faltan cuatro meses, ni siquiera Melinda está nerviosa aún".
"Díselo a mis entrañas".
"¿No estarás nerviosa por otro motivo?"
"¿Cómo cuál?", preguntó Ginny.
"Si tú no lo sabes...", replicó Lucila encogiéndose de hombros.
Lucila se fue y Ginny se levantó para ver la hora en el reloj del cuarto: las tres y media. Una tarde fenomenal de domingo y ella encerrada...No iba a permitir que su cuerpo decidiera dónde pasaría ella el tiempo, así que se puso un abrigo grueso y decidió ir a visitar a Hagrid.
Pero no había nadie allí.
"No deberías salir afuera si te sientes mal", le dijo la voz de Harry desde atrás suyo.
"Gracias, pero puedo cuidarme sola", contestó Ginny enojada.
¿Por qué estaba de pronto tan enojada?
"¿Por qué te has enojado?", pregunto Harry, como un eco de sus propios pensamientos.
Ginny no tenía la menor idea.
"Pues no sé...será el día tan hermoso, y todos por allí con su alguien especial...y yo sólo he abrazado un inodoro para inclinarme a vomitar".
"¿Estuviste vomitando?", preguntó Harry preocupado. "Tienes que ver a Madam Pomfrey".
No fue una sugerencia, descubrió Ginny al instante, porque Harry la tomó del brazo y la arrastró hasta la enfermería, sin permitir que ella se soltara y desoyendo sus reclamos.
Madam Pomfrey la revisó nuevamente, y nuevamente le dijo que estaba bien, a ella y a Harry que había esperado afuera como un padre ansioso por la salud de su hijo.
"De todas formas no tendrías que andar por ahí tomando frío", le recriminó Harry, y la llevó al Salón Común, donde sólo quedaban dos personas, un chico de tercero con un resfriado horrible y otro muchacho de primero que se había dormido en un sillón.
"Tal vez sería mejor ir a las cocinas y ver si puedes comer algo", dijo Harry mirando con desconfianza al pobre chico que estornudaba con fuerza como para volar los vidrios.
Dobby les preparó dos tazones de té de menta, y una mesita junto al fuego para sentarse a tomarlo.
"¿Y cómo te fue con Violeta?", preguntó Ginny mirando su propio reflejo distorsionado en el líquido.
"¿Qué?", preguntó Harry sobresaltado.
"Los vi hablando junto al lago", dijo Ginny, e intentó sonreírle en forma cómplice pero lo único que logró fue mostrar los dientes.
"Yo...ella...ehhh...", balbuceó Harry, visiblemente avergonzado. "Te lo contaré, pero no te rías, y no se lo cuentes a Ron".
Ginny asintió.
"Ella me...ehhh...me...digamos que me raptó o algo así, y me llevo hasta allí, para decirme que...que yo le gustaba mucho...", dijo Harry, con cada palabra que salía de su boca poniéndose más colorado.
"Y yo le dije que..ehh...ella es muy bonita...y que...mmm...se merece a alguien que se preocupe por ella...y que yo no...y que ese alguien no podía ser yo..."
"¿Por qué no?", preguntó Ginny.
"Eso mismo me preguntó ella...y le dije que no puedo salir con ella si...si hay...ehhh...otra persona con quien yo preferiría estar...", le confesó Harry a su taza de té.
"Ya sé...la chica de los aritos...¿no?".
Harry asintió y sorbió un largo trago de su taza. Ginny, que se sentía mejor, también bebió su té, y los dos permanecieron en la cocina hasta que la tranquilidad que los rodeaba fue reemplazada por un ajetreo creciente.
"Supongo que estarán preparando la cena, mejor dejémoslos trabajar", sugirió Harry.
"¡La cena!", saltó Ginny. "¿Qué hora es?".
"Las cinco y veinte", le contestó Harry.
"Maldición", exclamó Ginny, y salió corriendo, mientras Harry la miraba alejarse confundido.
Agitada y muy despeinada, Ginny llegó a las escaleras principales de la escuela a las cinco y media de la tarde. Había varios grupitos de chicos que volvían con las mejillas coloradas del exterior, pero no vio rastro de Dean Thomas.
Caminó cabizbaja hasta el Salón Común, donde encontró a Hermione leyendo un libro.
"¿Por qué esa cara larga?", le preguntó.
"Tenía una cita con Dean, y lo arruiné todo".
"Oh, vamos, no puede haber sido tan terrible...¿qué pasó?"
"Nada, porque llegué tarde y él ya se había ido".
"¿Llegaste tarde¿Qué estabas haciendo?"
"Estaba en la cocina tomando un té..."
"¿Sola?"
"Con Harry".
"Ahh", dijo Hermione, sonriendo muy satisfecha. "Entonces fue un acto fallido".
"¿Qué?"
"Psicología muggle...quiere decir que no fuiste porque en realidad no querías ir..."
Pero las explicaciones se detuvieron ahí, porque ese instante Dean Thomas atravesó el retrato de la Señora Gorda.
"¡Hola, Dean!", dijo Ginny acercándose a él. "Lo siento, llegué tarde, lo que pasa es que mi reloj está roto y no sé en qué momento vivo".
"Está bien...", dijo Dean, pero no parecía muy feliz. "¿Vamos al Gran Salón?".
Ginny lo acompañó por los pasillos, sin saber qué más debía decir.
Dean parecía estar debatiéndose sobre lo mismo, y fue él quién habló primero.
" Eres una gran chica, Ginny...supongo que muchos te lo habrán dicho".
"No muchos".
"Y realmente me gustaría salir contigo, pero..."
El corazón de Ginny había saltado con la última oración, no entendía cuál era el pero.
"Pero no tiene sentido que te lo pida, porque ya sé que te gustaría que esas palabras te las dijera otra persona..."
Ginny lo miró con los ojos muy abiertos. ¿Dean le estaba diciendo que él no estaba interesado en ella porque ella no estaba interesada en él¿Cómo se atrevía a interpretar sus sentimientos¡Ella sabía muy bien lo que sentía¿Qué más podía provocarle calor en las mejillas o mariposas en el estómago? Ciertamente a ella le gustaba Dean Thomas...pero entonces... ¿por qué las náuseas sólo se le iban cuando estaba con Harry?
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"Ginny...", dijo Ron pateándola suavemente.
"¿Mmmmm?"
"¿Me pasas el puré de papas?"
Ginny le alcanzó la fuente a su hermano, pero aún estaba muy ensimismada con lo que le había dicho Dean.
Cuando la mayoría abandonaba las mesas para ir rumbo a sus salones comunes, Harry se sentó junto a ella.
"¿Adónde fuiste tan apurada?".
Ginny miró su pote de gelatina de anan�, aún intacto, y luego miró a Harry.
"Tenía que encontrarme con Dean", le confesó.
¿Por qué le costaba tanto decírselo?
Harry parpadeó más veces de lo habitual.
"Pero llegué tarde..."
"¿Entonces no hablaste con él?", le preguntó Harry, también mirando el pote de gelatina de Ginny.
"Lo vi hace un rato, antes de cenar...pero no...ehhh...no..."
"¿No?", dijo Harry alzando las cejas.
"No", confirmó Ginny, negando también con la cabeza.
Hubo un silencio, y Harry tomó la cuchara de la mano de Ginny y empezó a comerse su gelatina.
"Está muy buena...¿no quieres un poco?", dijo ofreciéndole una cucharada colmada de gelatina.
"No, gracias..."
"¿Aún te sientes mal?"
Ginny lo miró tratando de descifrar si él se refería a su estado anímico o físico. Se dio cuenta de que se sentía muy bien en los dos sentidos.
"No, para nada...mejor dame un poco de esa gelatina..."
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Dean Thomas estaba parado frente al salón de clases y escribía en el pizarrón: Ginny no me ama, Ginny no me ama. Sus compañeros de clase la miraban y se reían a carcajadas. Ginny huyó del salón, pero ahora corría por pasillos fríos que no había visto nunca. Llegó a un salón vacío, y vio un muchacho de cabello muy oscuro de espaldas a ella.
"¿Harry?"
El muchacho se dio vuelta, pero no era Harry, si bien guardaba un extraño parecido con él.
"Cuánto tiempo si vernos, Ginevra"
"¿Tom?"
Ginny quiso correr, alejarse de él, pero sus pies estaban petrificados, no podía moverse.
"Nadie te quiere, Ginevra", y rió, y al reíse su rostro se fue deformando, y ahora ya no era un muchacho con uniforme de Hogwarts sino una figura alta con rostro inhumano y ojos rojos. Se acercó a ella y la tocó con sus largos dedos fríos.
"Ginny, despierta".
Ginny abrió los ojos y se dio cuenta que quien la tocaba era su compañera, Lucila.
"Mira sobre tu mesita de luz", le dijo Lucila, quien no parecía haber notado que Ginny despertaba de una pesadilla.
Ginny se restregó los ojos, y vio una paquete pequeño, envuelto en papel verde.
"¿No vas a abrirlo?", preguntó impaciente Melinda, y tomó el paquete y se lo entregó a Ginny.
En el fondo Ginny sabía muy bien qué deseaba ella que hubiera dentro de ese paquete, pero no esta segura de qué la asustaba más, que se cumpliera o no su deseo.
"Oh, qué aritos más bellos...", suspiró Lucila al ver el contenido del paquete.
"¿Qué son?.¿Soles?", preguntó Melinda.
"Lunas", replicó Ginny.
"¿Quién lo habrá enviado?...Tal vez Dean Thomas sí quiera salir contigo después de todo", rió Lucila.
Ginny no contestó, estaba muy ocupada pensando no precisamente en Dean Thomas.
Primero, se dijo, no saltes a conclusiones apresuradas. Estos aritos pueden estar aquí por error.
O quizás no sean una declaración de amor, sino sólo un gesto de amistad.
No significa que yo sea la dichosa "chica de los aritos".
¿Y si lo soy?
Ginny se cambió rápidamente y bajó al Salón Común, a esperar a Harry.
Medio dormido y más despeinado que lo habitual, Harry bajó las escaleras charlando con Neville. Ginny le hizo señas, y él se acercó a saludarla.
"¿Vamos a desayunar?", le propuso Ginny, y lo condujo por pasillos menos transitados para poder hablar a solas con él.
"Harry...", le dijo a media voz, como si parte de su registro sonoro hubiese quedado relegado en algún lugar de su garganta. "Gracias por...", y sin poder decir las palabras le mostró el paquete con el regalo.
Harry se detuvo en seco y la miró asustado.
"¿Qué?"
Sin duda esa no era una reacción que Ginny esperaba de él. Harry miró lo aritos, y de pronto se puso muy colorado.
"Me imaginé que era un error", dijo Ginny resignada, ofreciéndole la caja.
Harry miró a Ginny, miró la cajita que ella le ofrecía, y luego miró nuevamente a Ginny.
"Es un error...pero sólo en parte...", pudo decir al final, sus mejillas del mismo color que el cabello de Ginny.
"Nunca me animé a enviarlos, no sé cómo llegaron a tus manos...pero siempre fueron para ti...", confesó Harry con un hilo de voz.
Ginny no se dio cuenta de que tenía la boca abierta hasta que sintió los labios resecos.
"¿Yo soy la chica de los aritos?", preguntó incrédula.
Harry asintió tímidamente.
Ginny clavó la vista en el espejo tras ellos que les devolvía su reflejo. Vio a una chica bajita, con una media cola desprolija de la cual escapaban varios mechones y los ojos aún hinchados por el sueño. A su lado, un muchacho todavía más despeinado, con los lentes un tanto torcidos y las marcas de la almohada aún en su mejilla izquierda. Toda una situación romántica.
"Pues...gracias...", le dijo, sin saber qué hiriente sonaba esa palabra.
Harry le dirigió una mirada rápida, y luego hizo un gesto con los brazos.
"Hasta luego", le dijo, y salió corriendo.
Ginny lo miró alejarse, y se preguntó qué había hecho mal. ¿Por qué se iba como si ella lo hubiera ofendido?
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N.A: Vuelvo a agradecerles por su amabilidad! Realmente estoy disfrutando mucho con esto, es tan lindo escribir un romance olvidándose por un rato de Voldermort & CO acechando a los protagonistas.
