Parte Dos – La Búsqueda

Harrison miró al interior de la tienda por el escaparate. No había ninguna señal de una mujer de pelo blanco. No había ninguna señal de nadie salvo un joven sentado tras el mostrador leyendo el periódico.

"¿La ves?" preguntó Cassie distraídamente mientras miraba las muestras de porcelana en el escaparate.

"No," contestó Harrison. "Supongo que tendremos que entrar y preguntar."

Empujó la puerta, que golpeó la pequeña campana antigua que pendía sobre la entrada. El dependiente tras el mostrador levantó la mirada un instante antes de volver a su periódico.

"Hola," dijo Cassie con contenta voz mientras se acercaba al joven. "Me estaba preguntando si podrías decirme si Veronica va a venir hoy."

"No lo sé," respondió el joven con un encongimiento de hombros antes de volver a su periódico otra vez. "Está fuera."

"¿Sabes dónde está?" preguntó Harrison. El dependiente volvió a encogerse de hombros.

"¿Alguna idea de algún tipo?" preguntó Cassie. "De verdad, tenemos que verla hoy."

"Está en alguna subasta," dijo el dependiente impacientemente. "¿Vais a comprar algo?"

"No," respondió Harrison mirando a su alrededor el contenido de la tienda. El viejo y rancio mobiliario no era algo que jamás fuese a comprar. Incluso aunque pudiese permitirse los ridículamente altos precios.

"En realidad," contestó Cassie, dando a Harrison un codazo para que se cayase, "estoy buscando contactos para mi negocio de diseño de interiores. Tienes algunos objetos muy bonitos aquí y estoy seguro de que mis clientes los apreciarán tanto como yo."

Harrison miró a Cassie con admiración. Sabía que era una buena mentirosa, era una de las razones por las que habían conseguido engañar a Tru durante tanto tiempo. Pero se había metido al dependiente en el bolsillo con unas pocas palabras. Dejó el periódico y prácticamente saltó de su asiento para ofrecerle ayuda. Rodeando el mostrador, guió a Cassie al otro lado de la tienda. Harrison seguía detrás de ellos, mirando las etiquetas de precios, cada vez más elevados. Para cuando habían alcanzado el destino del dependiente, los objetos ni siquiera estaban marcados.

Cogiendo un libro de su amplio inventario, el dependiente, que se presentó como Tom, lo empujó a las manos de Cassie y procedió a explicar detalladamente lo mucho que deseaba ser capaz de ayudarle.

Harrison miró al joven más de cerca. Se preguntaba si era nuevo en el trabajo. Ni siquiera había preguntado el nombre de la compañía de Cassie. ¿Tenía su compañía un nombre ya? Frunció el ceño mientras intentaba recordar si ella lo había mencionado o no.

Viendo que Tom se estaba entusiasmando y no estaban llegando más cerca de descubrir dónde estaba Verónica, Harrison decidió que era hora de tomar cartas en el asunto.

"Realmente necesitamos hablar hoy con Veronica," interrumpió mientras Tom se movía rápidamente entre mesas de comedor y relojes. Con todos los maravillosos objetos en el folleto, se preguntó por qué la tienda tenía una selección de objetos tan pobres como muestra.

"¿Sabes en qué subasta está?" preguntó Cassie a Tom con una deslumbrante sonrisa en el rostro.

"Podría ser capaz de descubrirlo," ofreció con una sonrisa igualmente enfermiza. "Estaré de vuelta en un momento. Esperadme aquí."

"Gracias," Cassie contestó con otra dulce sonrisa mientras Tom se apuraba a atravesar la puerta de entrada a la trastienda.

"¿Sabes que está coqueteando contigo?" siseó Harrison en el oído de Cassie tan pronto como Tom estuvo fuera de su vista.

"Sí, me he dado cuenta," contestó Cassie. "No es que estuvieses llegando a ningún lugar con tus preguntas. Al menos ahora está ayudando."

"Sólo porque cree que va a llegar a algún lado contigo," señaló Harrison.

"Deja que piense lo que quiera, siempre que nos diga dónde encontrar a esta misteriosa Veronica tuya," Cassie contestó encogiéndose de hombros. Harrison frunció el ceño, lejos de estar contento con cómo Cassie estaba consiguiendo la información que necesitaban. No sabía de donde había llegado el golpe de celos pero el monstruo de ojos verdes parecía estar vivo y pataleando.

"Aquí lo tenemos," exlamó Tom con entusiasmo mientras volvía a cruzar la puerta a toda prisa, agitando un folleto enfrente de él. "No está lejos de aquí. A tan sólo quince minutos. Estoy seguro de que la encontraréis allí."

"Gracias," respondió Cassie mientras le cogía el papel de la mano.

"Vuelve pronto," dijo Tom con una sonrisa en el rostro mientras dejaban la tienda.

Cassie asintió con la cabeza mientras salía por la puerta a la calle. Harrison la seguía de cerca y puso un posesivo brazo sobre sus hombros. Lanzando una mirada final al decepcionado Tom, todavía mirando, apuró a Cassie calle abajo hacia la dirección de la subasta.

"¿Desde cuándo te pones celoso?" preguntó Cassie con una sonrisa mientras se sacaba el brazo de Harrison y lo abrazaba con el suyo.

"Desde que empezaste a coquetear con otros hombres justo delante de mí," refunfuñó Harrison.

"Era sólo un niño," resaltó Cassie con una risa. "Encontremos a Veronica y podrás coquetear tú con ella."

"Muy graciosa," respondió Harrison mientras entraban en la casa de subastas.

El lugar estaba lleno de compradores y vendedores, y Harrison se preguntó cómo podría jamás encontrar a la víctima de Tru.

"¿Cómo dijiste que era?" preguntó Cassie mientras examinaba la multitud.

"De media edad con pelo totalmente blanco," contestó Harrison. "No mucho por donde empezar. Preguntemos al personal si la conocen."

Cassie asintió con un movimiento de cabeza y se encaminaron al mostrador de recepción. El elegantemente vestido hombre en el mostrador miró a Harrison de arriba abajo con rapidez antes de volver una mirada, apreciativa, en la dirección de Cassie. Harrison volvió a fruncir el ceño. Este hombre no estaba nada ansioso por complacer al niño. Su cuidado y profesionalmente cortado pelo hacía que el revoltoso pelo de Harrison no pareciese nada más que un lío. ¿Por qué no se había dado cuenta antes de que los hombres tenían el hábito de adular a Cassie?

Miró a los ojos a Cassie e intentó comunicarle el mensaje de que no quería que coquetease con este hombre sin importar lo mucho que necesitasen su ayuda. Cassie le devolvió una rápida sonrisa que no era del todo agradable antes de volver al hombre del mostrador.

"Estamos buscando a Veronica Carter," preguntó educadamente con una fría sonrisa. "¿Sabe si ya está aquí?"

"Eso creo," respondió el hombre. "¿Están los dos buscándola?" Harrison observó cómo él apartaba la mirada de Cassie para volverla a él antes de rápidamente volver a mirar a su torturador de pelo negro.

"Sí," respondió Cassie con una dulce sonrisa. "Ella nos está ayudando a decorar nuestra nueva casa. Acabamos de volver de nuestra luna de miel, ¿verdad, Harry?"

Harrison se quedó en silencio con horror mientras una sensación de mareo le sobrevino. La idea del matrimonio con alguien nunca había cruzado por su mente y que Cassie de repente lo presentase como su marido fue una conmoción para la que no estaba preparado. Realmente debería haber establecido algunas reglas básicas acerca de su historia mientras seguían la pista a Veronica. Esbozó una sonrisa en el rostro que esperaba que ella percibiese como falsa por sí misma. A duras penas oyó lo que el hombre del mostrador les estaba diciendo.

"… por la puerta doble, luego la cuarta habitación a la derecha," los dirigió el hombre de recepción.

Cassie le dio las gracias con una sonrisa y cogió el brazo del sorprendido Harrison para conducirle hacia las puertas.

"¿Para qué le dijiste eso?" siseó Harrison mientras atravesaban el pasillo.

"No querías que coquetease con él y ésa era la manera más rápida de evitar que se llevase la idea equivocada," contestó Cassie.

"¿La idea equivocada?" graznó Harrison. "Acabas de…"

"Cielo santo, Harrison," musitó Cassie. "No significa que estemos realmente casados. Era sólo una pequeña mentira piadosa. ¿Alguien te ha dicho alguna vez que no te resulta agradable?"

"Tru podría haberlo mencionado en alguna ocasión," admitió Harrison. Ahora que la conmoción se había difuminado un poco, y ahora que se había dado cuenta de que Cassie no tenía más interés en pasar por el altar de lo que ya lo había hecho, estaba empezando a respirar con mayor facilidad. Contó mentalmente las puertas que habían pasado y se dio cuenta de que ya estaban ante la cuarta puerta.

Dejó de andar y agarró a Cassie a un lado antes de entrar en la sala. "Quizá debería dejarme hablar a mí," sugirió, temiendo con qué podría salir esta vez.

"De acuerdo," contestó Cassie con una sonrisa. "Simplemente vagaré por ahí y echaré un ojo a las piezas. No tenía planeado venir a esta casa de subastas en particular hoy, pero dado que estoy aquí, también podría aprovechar."

"Está bien," aceptó Harrison. "Encontraré a Veronica y nos reuniremos aquí dentro de una hora."

"Claro," respondió Cassie, con los ojos ya vagando por las muestras de objetos en venta más tarde ese mismo día.

Harrison observó cómo Cassie desaparecía entre la multitud y luego buscó por la habitación a Veronica Carter. Había varias mujeres de pelo blanco en la habitación y Harrison se acercó a ellas una por una sin éxito. Al darse cuenta de que no iba a llegar a ningún lado pasó a preguntar a los miembros del personal que estaban allí para una muestra de porcelana dispuestos a responder preguntas.

"¿La señora Carter?" contestó el hombre, examinando la sala. "Está allí, en la sección de cerámica," señaló con la cabeza hacia la dirección.

Harrison le dio las gracias al hombre y rápidamente se abrió paso a través de la sala hacia donde estaba la exposición de jarrones y cuencos. Observó a la gente que miraba las muestras, pero no había ninguna señal de una mujer de pelo blanco en absoluto. Captó a Cassie mirando un jarrón particularmente feo y devolvió una negativa con la cabeza a la silenciosa pregunta que ella le formulaba. Volviéndose de nuevo a un miembro del personal de la casa de subastas, no había acabado de hacer su pregunta cuando una voz que venía directamente de detrás de él anunció que ella era la señora Carter.

Harrison se volvió para ver de quién era la voz. Alta y majestuosa, la señora Carter tenía, en efecto, unos cuarenta años, pero en lugar de pelo totalmente negro, tenía un sorprendente pelo rojo.

"¿Usted es la señora Veronica Carter?" preguntó Harrison confuso.

"Sí, yo soy Veronica Carter. ¿Me está buscando?" respondió la señora Carter.

"¿La Veronica Carter de la tienda de antigüedades de la Tercera?"

"Sí," confirmó otra vez, con una expresión de confusión empezando a cruzar su cara, al igual que a la de él.

"Lo siento," finalmente Harrison consiguió decir, pidiendo perdón también con la sonrisa. "No se corresponde demasiado con la descripción que me facilitaron."

"¿Puedo ayudarle?" preguntó Veronica.

Harrison se quedó en silencio al darse cuenta de que no había pensado ninguna historia que contar a la víctima cuando la encontrase. Sabía de su experiencia pasada con Cassie que decir la verdad estaba fuera de toda opción. Se preguntó qué le habría dicho Tru, o si simplemente se habría quedado por allí y la habría vigilado desde la distancia para asegurarse de que la mujer estaría segura. Se dio cuenta demasiado tarde de que aquella opción ya estaba perdida. Miró hacia donde había visto por última vez a Cassie por si podía venir al rescate con otra historia, pero se había alejado de la muestra de cerámica y ya no estaba a la vista.

"¿Está bien?" preguntó Veronica con preocupación mientras él dirigía la mirada a la muestra.

Pensando con rapidez, Harrison le brindó a Veronica una brillante sonrisa antes de usar su propio don de charlatanería para explicar por qué la estaba buscando. Echando mano de la historia de Cassie en la recepción, la exageró y explicó que estaba buscando a su esposa, que se moría por conocerla. En unos pocos minutos, Veronica estaba buscando a su alrededor por toda la sala a Cassie, impaciente por ayudar a la joven pareja a encontrar los objetos perfectos para su nueva casa. Harrison se preguntó brevemente por qué no había contado la historia verdadera de Cassie y su negocio de diseño de interiores, pero decidió no ahondar demasiado en ello.

Finalmente encontraron a Cassie en una de las salas vecinas en la que se desarrollaba una subasta. Estaba pujando por uno de los objetos cuando Harrison finalmente la vio. Estaba a punto de agitar la mano a modo de saludo cuando su teléfono móvil sonó a toda voz en la silenciosa sala.

"¿Harrison?" preguntó la voz. "Soy Davis, ¿dónde estás?"