Parte Tres – La Víctima
"En una subasta," respondió Harrison mientras lanzaba una sentida mirada a Veronica antes de escabullirse de la habitación hacia el pasillo.
"¿Tru consiguió contactar contigo entonces?" preguntó Davis, sonando aliviado.
"Sí," contestó Harrison. "Dijo que no podía contactar contigo y me llamó en tu lugar. La conexión se perdió antes de que pudiese darme tu número, sin embargo."
"No habría cogido la llamada, de todos modos," le aseguró Davis. "Me despertó antes de las cuatro de la mañana una enfermera, o al menos alguien que decía ser una enfermera, diciéndome que mi primo estaba en el hospital. Salí corriendo y olvidé el teléfono móvil. Luego hice todo el camino hasta el hospital sólo para descubrir que era todo una búsqueda de El Dorado. Cuando volví oí el mensaje de Tru en el contestador."
"¿Te llevó tanto tiempo llegar al hospital?" preguntó Harrison antes de darse cuenta de que Davis obviamente no estaba hablando del hospital que estaba al lado del depósito en el que él y Tru trabajaba.
"Estaba fuera de la ciudad," confirmó Davis. "Creo que Jack tiene algo que ver con esto."
"¿Tú crees?" respondió Harrison. No había visto mucho a Jack recientemente, pero supuso que era porque Tru estaba fuera de la ciudad. Parecía lógico que no habría mucha razón de estar cerca mientras ella estaba fuera. Incluso había pasado por su mente que podría haber seguido a Tru fuera de la ciudad.
"¿Quién más podría montar un truco como ése?" preguntó Davis. "Ha estado vigilando de cerca de Tru durante semanas. Sabrá que está atrapada en el avión y que el día ha vuelto a empezar. Sabe que habrá estado intentando contactar conmigo y decidido sacarme de su camino antes de que ella pudiese conseguirlo."
"Me pregunto por qué no buscó a alguien que me llamase a mí," se preguntó Harrison en voz alta.
"Probablemente lo intentó," observó Davis. "Pero Tru llegó a ti antes."
"Entonces ¿quieres venir aquí y hacerte cargo?" preguntó Harrison, medio deseando que Davis dijese que sí y los liberase a él y a Cassie para poder salir el resto del día, y medio esperando que dijese que no. No sabía por qué quería seguir con el trabajo de mantener segura a Veronica Carter. Quizá fuese porque cuando ayudaba a Tru con sus rescates sentía que tenía algún tipo de propósito y no sentía que fallase tanto. No era que viviese demasiado en los sombríos fallos de su vida. La vida era demasiado corta para ser mórbido y había demasiada diversión que tener. Pero había unas pocas ocasiones, aparentemente más y más frecuentemente, en las que se paraba para preguntarse qué estaba haciendo con su vida.
"¿Puedes aguantar un tiempo?" preguntó Davis. "Voy a ir a la oficina y ver si puedo descubrir alguna información más sobre la causa de la muerte."
"Sí, claro," contestó Harrison. "Me quedaré por aquí."
"Vale," aceptó Davis. "Sólo otra cosa. La hora del fallecimiento que Tru me dio era media tarde."
"Entonces la mantendré segura hasta entonces," Harrison dijo con un determinado asentimiento con la cabeza que, por supuesto, Davis se perdió por completo desde el otro extremo del teléfono.
Metiendo el móvil en el bolsillo, Harrison volvió a la sala de subastas para ver que Cassie y Veronica se habían encontrado sin su ayuda y estaban charlando como viejas amigas.
"Aquí, cielo." Cassie llamó a Harrison avergonzado por la muestra de cariño. Se forzó a sonreír cuando Veronica se volvió hacia él.
"Su esposa me estaba contando ahora mismo todo lo de la luna de miel," dijo Veronica con una sonrisa.
Harrison gruñó en su interior, teniendo pavor a sólo pensar en lo que Cassie podría haber soltado en el breve periodo de tiempo que había estado al teléfono con Davis.
"¿No habrás estado gastando todo nuestro dinero?" finalmente preguntó en un esfuerzo de alejar el tema de conversación de cualquier mentira que Cassie hubiese estado contando en su ausencia.
"Sólo un jarrón," respondió Cassie. "Fue una verdadera ganga, sin embargo."
"No es aquella cosa fea que estabas mirando antes, ¿verdad?" preguntó. Sabía que Cassie generalmente tenía buen gusto en muebles, pero el jarrón que había estado en sus manos antes era verdaderamente horrible. Esperó que ella le dijese que era un regalo para él, el golpe final de venganza por haber llamado tan temprano por la mañana a su puerta.
"Éste es," sonrió Cassie. "Es simplemente perfecto para nosotros."
Veronica se rió y se alejó para hacer una puja por un objeto que quería, dejando a los "recién casados" que arreglasen sus diferencias en gusto.
"En realidad no compraste eso, ¿verdad?" preguntó Harrison.
"Es para un cliente," explicó Cassie. "Tengo uno que está buscando piezas en particular y ésta es simplemente perfecta. Le he telefoneado y puesto la puja en su nombre. Se le enviará a él directamente. Nunca tendrás que volver a dirigir tus ojos hacia él."
"Bien," Harrison respiró en un suspiro de alivio. "¿Y qué más le has estado contando a Veronica?"
"No mucho," Cassie sonrió con suficiencia antes de cogerle el brazo y arrastrarlo hacia unos asientos en un lateral de la sala.
Sentados podrían tener a Veronica a la vista, sin ponerse en el camino del resto de la gente en la ahora repleta sala.
Comparada con todas las demás ocasiones en las que Harrison había ayudado a Tru, encontraba ésta mucho más fácil. No había nadie intentando matarle y casi le había invitado a comer sin que tuviese siquiera que sugerirlo. Veronica y Cassie progresaban como una casa en llamas y Harrison ni siquiera había tenido que intentar trabar conversación con la mujer de mediana edad con la que estaba claro que no tenía nada en común.
La media tarde llegó y se fue y Harrison decidió ir al depósito y reunirse con Davis y Tru, que debería ahora estar de vuelta en el país. Dando a Cassie un rápido beso de despedida, prometió estar en "casa" para cenar, y la dejó discutiendo con Veronica acerca de variados tipos de papeles para pared.
El depósito estaba vacío de cuerpos cuando Harrison llegó. Le alivió encontrar tanto a Tru como a Davis en la oficina y ninguna señal de Jack. Aunque no se dio cuenta de que Jack era el tema de conversación y Tru parecía tan preocupada como él cuando oyó las noticias de que el enemigo de su hermana había enviado deliberadamente a Davis fuera de la ciudad con una información falsa.
Tru levantó la cabeza cuando oyó los pasos de Harrison y saltando de su asiento lo envolvió con un fuerte abrazo.
"Te he echado de menos," dijo con una sonrisa. "No estás hambriento porque no te haya comprado las comidas, ¿verdad?"
"Nah," sonrió Harrison como respuesta. "Me las estoy arreglando para convencer a un montón de gente de que pague por mí, y con algunos es mucho más fácil que contigo."
"Tendré que decirle a Cassie que tenga cuidado," sugirió Tru con una malvada sonrisa. "Nunca me ha parecido algo fácil."
"¿Entonces Veronica Carter está segura?" preguntó Davis desde su asiento enfrente del ordenador.
"Lo estaba hace un rato," confirmó Harrison. "Dejé a Cassie con ella, habría telefoneado si hubiese sucedido algo. Hemos estado todos por ahí charlando todo el día. Están conectando genial."
"Parece demasiado fácil," Tru frunció el ceño. "¿No viste ningún peligro, ni problema, ni nada?"
"No," respondió Harrison encogiéndose de hombros. "Simplemente un día normal."
"Así que nadie intentó asesinarla y ella no tuvo ningún accidente ni nada," preguntó Tru.
"No," afirmó Harrison. Ahora que Tru lo mencionaba, el día de hoy había sido más que fácil.
"No lo entiendo," farfulló Tru. "Debes haber hecho algo para alterar las cosas o ella estaría aquí ahora."
"No sé el qué," dijo Harrison mientras se sentaba en una de las sillas. "Hay algo, sí."
"¿Sí?" preguntó Tru.
"Tu descripción no era correcta."
"Pudo haber sido vaga, pero sólo la vi un momento," explicó Tru.
"No quiero decir que fuese vagamente incorrecta," interrumpió Harrison, "su pelo era rojo, no blanco."
"Era blanco seguro," discutió Tru.
"No, cuando la conocí no lo era."
"Quizá lo iba a hacer en la peluquería cuando la paraste," sugirió Davis.
"Quizá," asintió Tru.
No había más tiempo para especular, pues el teléfono empezó a sonar. Davis lo cogió y escuchó un minuto. Colgando el teléfono otra vez, se volvió a Tru. "Tenemos otra víctima en camino," dijo con el ceño fruncido.
"¿Veronica?" preguntó Tru.
"No," replicó Davis. "Ésta es un hombre."
Harrison esperó en el depósito mientras Davis y Tru hablaban de lo que había sucedido a Veronica el día anterior y él dio tantos detalles como pudo recordar acerca de lo que había hecho desde que Tru lo había llamado aquella mañana. Todavía no habían hecho ningún progreso por descubrir qué la había matado cuando el ruido de las puertas abriéndose anunció la nueva llegada.
Davis se levantó e hizo un gesto a Tru para que se quedase donde estaba. "Si hay una sola posibilidad de que este día vuelva a rebovinarse, necesitamos hablar de cómo funciona esto. Es mejor que esperes aquí y me dejes echarle un ojo a este a solas de momento."
Tru mostró su aceptación con un asentimiento con la cabeza y se volvió a sentar, esperando.
Unos minutos más tarde, Davis volvió a la habitación. "Daniel Winters, 48 años, un broker de bolsa principiante, y por lo que has contado de ayer, diría que murió por la misma causa que Veronica Carter."
"¿Entonces crees que el día va a volver a empezar?" preguntó Harrison.
"Sólo por si lo hace, alguien tiene que evitar que pierda tanto tiempo saliendo de la ciudad si Jack tiende la misma trampa que ayer," Davis se volvió hacia Tru.
"Bien," aceptó Tru. "Ahora sé dónde está el teléfono del avión, de modo que debería ser capaz de llegar más rápido a él. También lo intenté antes con el depósito hoy. Ahora que sé que estás en casa, lo intentaré con ese número. ¿A qué teléfono te llamó la enfermera?"
"Al móvil," respondió Davis.
"Entonces te llamaré al número de casa de modo que sonará aunque estés hablando por el móvil en ese momento," Tru se levantó y caminó hacia la puerta.
"¿Qué hay de mí?" preguntó Harrison, sintiéndose ligeramente fuera de los planes.
"También necesitaremos tu ayuda," reconoció Tru. "Todavía no sabemos qué ha pasado para alterar hoy las cosas, así que vas a tener que ir y vigilar a Veronica otra vez, o acabará aquí de nuevo."
"Eso asumiendo que el día vuelva atrás," observó Davis mientras se echaba a un lado para dejar pasar a Tru a donde el cuerpo la esperaba.
Harrison miró a Davis. No podía hacer más que dejar que Tru hiciese lo que tenía que hacer.
