Parte Cinco – Tercera Vez Sin Suerte
Frunciendo el ceño, Harrison miró su reloj. Tru estaría llegando ahora mismo al depósito. Quizá tendría una manera de evitar el último lío en que él mismo había aterrizado.
"Hola Harrison," le saludó Tru cuando entró en la oficina del depósito.
Harrison murmuró un hola antes de dejarse caer en una silla.
"¿Algo va mal?" preguntó Tru con preocupación.
"Cassie," musitó Harrison. "Acabamos de tener una pequeña pelea."
"¿Cómo es eso?" preguntó Tru. "Quiero decir, ayer no la tuvisteis."
"Bueno, eso fue ayer, ¿no?" murmuró Harrison con una innecesaria mirada de hostilidad a su hermana.
"Lo capto, la pelea tuvo algo que ver conmigo," se supuso Tru.
"Cassie sabe que le estoy ocultando algo y…" titubeó Harrison.
"Creía que ya se lo habías contado," preguntó Tru.
"No exactamente," suspiró Harrison. "Dijo que creía que tú sabías que estaba en peligro. Simplemente nunca le dije cómo era que lo sabías."
"¿Por qué no?" preguntó Tru.
"¡Porque pensaría que estamos locos!" declaró Harrison, como si debiese ser obvio para todo el mundo.
"¿Y no porque tuvieses miedo de que te volviese a echar?" preguntó Tru.
Harrison se dio la vuelta para mirar hacia fuera por la ventana a la zona principal del depósito. Tru era demasiado astuta a veces para su propio bien.
"Harrison," dijo Tru calmadamente mientras se acercaba para quedarse justo detrás de él. "Si no se lo cuentas, os separará. Justo como me pasó a mí con Luc."
"Luc no te creyó," señaló Harrison.
"Podría haberlo hecho si él no hubiese interferido," razonó Tru. "Pero esto no tiene que ver conmigo y con Luc, esto tiene que ver contigo y si vas a seguir ayudándome, antes o después vas a tener que contárselo."
"¿Y si no lo hago?" preguntó Harrison, aunque sospechaba que ya conocía la respuesta.
"Entonces la perderás," afirmó simplemente Tru.
Volviéndose a su hermana, Harrison le dio un abrazo y se dio cuenta de que tenía razón. Podría perderla si se lo contaba, pero la perdería seguro si no lo hacía.
"Davis," dijo Tru con una sonrisa cuando lo vio en la puerta.
"Bienvenida, Tru," la saludó Davis. "¿Cómo estaba Europa?"
"Genial," dijo Tru con una sonrisa. "Ninguna vuelta atrás en absoluto hasta ésta. Pero ya te lo he contado todo, dos veces. De modo que simplemente concentrémonos en las víctimas esta vez y si no rebobino el día te lo recordaré todo después, ¿vale?"
"Trato hecho," aceptó Davis mientras se sentaba tras su ordenador. "Daniel Winters está vivo y bien, y parece tener una salud de hierro, al menos" miró su reloj, "hace treinta minutos."
"Veronica Carter estaba viva cuando la viste por última vez, ¿verdad?" Tru preguntó a Harrison.
"Sí, volvía a trabajar," asintió Harrison.
"¿De modo que ahora hemos tenido dos víctimas en dos días rebobinados y no hay forma de decir cómo murieron, ambos están vivos y bien hoy y no hay nada que los conecte?" Tru frunció el ceño. Se estaban perdiendo algo, pero no tenía ni idea de qué era.
"En realidad Harrison descubrió una conexión," señaló Davis.
"No demasiado," Harrison se encogió de hombros.
"Pero la única que tenemos," insistió Davis.
"Bueno, ¿de qué se trata?" preguntó Tru.
"Winters es un cliente de Cassie," dijo Harrison. "Ella compró un jarrón para ella en la subasta de hoy."
"Me pregunto si eso pasó ayer o no," se cuestionó Tru. "Llevaste a Cassie contigo entonces, pero nunca mencionaste ninguna compra."
Harrison encogió los hombros; no podía recordar el día de ayer y no tenía ninguna forma de saber si ella había comprado algo para el hombre ayer también.
"Entonces, ¿qué es diferente respecto a este segundo día con la primera vez?" preguntó Davis.
"Tú," dijo Tru simplemente. "La primera repetición sólo pude contactar con Harrison y él salvó de alguna forma a Veronica. Esta vez se quedó con ella y tú fuiste a encontrar a Daniel. ¿Qué hiciste hoy para alterar las cosas?"
"Fui a su oficina, tenía una hora libre de citas y aceptó verme," se detuvo Davis. "Entonces me quedé por allí para mantener un ojo en todo. Todo parecía bien. Me vio a media tarde, sin embargo, y simplemente lo bombardeé con preguntas financieras para mantenerlo hablando. Pasó la tarde fuera y simplemente me supuse que si lo mantenía hablando no iría a casa hasta después de que, cualquiera que fuese el peligro, hubiese pasado."
"¿Entonces fue cuando yo te llamé?" preguntó Harrison.
"Sí," asintió Davis. "Entonces la hora de la muerte pasó y lo dejé para que siguiese su camino y me vine aquí."
"Pero ¿no había ninguna señal de peligro o algo así?" preguntó Tru tanto a Harrison como a Davis.
Ambos menearon negativamente la cabeza en respuesta.
"No lo entiendo," dijo Tru. "Nos estamos olvidando de algo, pero no sé el qué. Tengo la sensación de que esto no se ha acabado todavía."
"Hay otra cosa," dijo Davis. "Dijiste que Winters tenía el pelo blanco."
"Lo tenía," dijo Tru.
"No, esta tarde no era así," Davis sacudió la cabeza. "Esta tarde era negro."
"Ayer tú dijiste que el pelo de Veronica era rojo en lugar de blando," dijo Tru a Harrison.
"Si tú lo dices," Harrison se encogió de hombros. "Hoy también era rojo."
"Extraño," dijo Tru. "Esto no se ha acabado."
"¿Crees que el día podría rebobinar otra vez?" preguntó Davis.
"Sí," suspiró Tru. "Creo que podría. Y realmente estoy empezando a odiar volar."
Harrison se rió y se levantó.
"¿Vas a intentar arreglar las cosas con Cassie?" preguntó Tru.
"Sí," asintió Harrison con un movimiento de cabeza. "Y si la cago, al menos, suena como que el día volverá atrás y quizá tenga mejor suerte mañana."
Tru entornó los ojos y sacudió la cabeza.
Era casi totalmente noche cuando Harrison llegó al edificio de apartamentos de Cassie. Subió lentamente las escaleras mientras por su cabeza corría lo que iba a decir para explicar lo de Tru. Se preguntó si debería telefonear a Tru y convencerla para que fuese allí y le ayudase. No es que él no pudiese probar nada y Tru pudiese ser capaz de ello, o que si esa vez no tenía éxito, ciertamente lo tendría al siguiente día repetido.
Sacó el teléfono y empezó a marcar el número de Tru. Podía esperar allí fuera hasta que ella llegase y luego podrían hablar con Cassie juntos y poner las cosas en su sitio.
El teléfono sonó una vez antes de que Harrison colgase.
No, pensó. No quería demostrar nada a Cassie. Quería que ella confiase en él, que creyese que le estaba contando la verdad, sin Tru y sus habilidades a mano para salvarle.
Llamó a la puerta, y esperó que Cassie llegase y le dejase entrar. No hubo respuesta. Se preguntó si tenía turno de noche en el restaurante. O quizá si se había ido a entregar el jarrón a Winters.
Llamó otra vez, un poco más fuerte esta vez, y la puerta se abrió ligera y lentamente.
"Cassie, Cassie," musitó. "Nunca dejas la puerta abierta así."
Sacudiendo la cabeza entró y miró a su alrededor. Seguramente no le importaría que la esperase dentro.
Al sentarse en el sofá, Harrison se movió ligeramente y sacó un bolso de donde tenía apoyada la espalda. Era el bolso de Cassie, el que había estado llevando hoy. No habría salido sin él, ¿no?
"¿Cassie?" llamó. Miró a su alrededor a la bien aireada habitación. Estuviese donde estuviese en el apartamento, tenía que haberle oído.
Se puso en pie y caminó precavidamente hacia el dormitorio. Se detuvo en la puerta y dudó. Una sensación de pavor cayó sobre él mientras miraba la habitación. No estaba allí. Respiró con un suspiro de alivio antes de entrar más en la habitación para mirar dentro de la puerta abierta del baño.
La vio inmediatamente. Tirada en el suelo del baño, con su pelo largo y negro ahora de color completamente blanco y esparcido por el suelo a su alrededor.
Sus ojos estaban abiertos y miraban al techo sobre ella. Supo en el momento que no podía ver el techo, que no podía verle a él, que no podía ver nada.
Por un momento se quedó en pie, conmocionado, en la puerta. Entonces corrió hacia ella y se tiró a las frías y duras baldosas del suelo. Poniéndola en posición sentada, se dio cuenta inmediatamente de que no había ninguna oportunidad de revivirla. Cogió una de sus manos y le pareció hielo al tocarla.
"No," susurró, con la voz pronunciando sólo esa palabra de negación.
Acomodando su fláccido cuerpo en sus brazos, se sentó contra la bañera sin prestar atención a las lágrimas que habían empezado a caer de sus ojos.
"Siento no habértelo contado," susurró. "Siento tanto no haber confiado en ti."
El teléfono sonó en su bolsillo. Lo ignoró. Finalmente dejó de sonar.
