Parte Diez – Maldiciones
"No fue así," respondió Tru. "Estamos cambiando las cosas hoy. No la quiero en peligro más que tú."
"¿Estás segura de eso?" siseó Harrison. "Sencillamente no puedo pensar un solo motivo por el que no podrías contármelo. Excepto que simplemente no te importe."
"Eso no es cierto," gimió Tru, con las lágrimas empezando a caer por la cara. Harrison se detuvo un momento al ver la reacción de su hermana. Odiaba verla llorar y se sentía terrible por ser la causa. Pero ahora mismo estaba demasiado enfadado como para preocuparse lo suficiente por arreglar las cosas.
"Dame una sola buena razón por la que no me lo contarías," exigió, subiendo la voz.
"Porque no quería ver tu corazón roto otra vez," espetó Tru en respuesta mientras se enjugaba las lágrimas de la cara. "Porque no quería arriesgarme a ver otra vez la mirada que vi en tu cara cuando te encontré con su cuerpo."
"¿Yo la encontré?" preguntó Harrison, con la voz cayendo casi a un susurro por la conmoción. No era la respuesta que esperaba. Pero mientras su propio tono había disminuido, Tru estaba ahora utilizando uno tan alto como el que había recibido.
"Sí, tú la encontraste," dijo sollozando. "Y yo te encontré a ti. Y no quería poner esa mirada de dolor en tu cara de nuevo. Ya es lo suficientemente malo que tenga que recordarlo, pero pensé que si no lo sabías no tendría que volver a ver esa mirada. Nunca debías haberlo sabido."
"No puedes protegerme de toda cosa mala que haya en el mundo, Tru," dijo Harrison en voz baja mientras su hermana sollozaba abiertamente. Se echó hacia delante para rodearla con sus brazos.
"Puedo intentarlo," lloró en su camiseta. "No sabes lo que es recordarlo. Recordar todo sin importar cuántas veces vivas el día y sin importar qué es lo que cambie. Tú lo olvidas todo y empiezas otra vez sin tus recuerdos del día. Yo los mantengo. Recuerdo ver a los que quiero morir, e incluso cuando cambia, todavía lo recuerdo. Todavía puedo ver tu cuerpo tan claramente como ambos vimos el de Luc. Sólo porque estés vivo no dejo de recordarte muriendo. No significa que no recuerde los sentimientos que sufrí cuando te vi allí en el suelo."
"Está bien, Tru," susurró Harrison, sin saber qué más decir mientras la tensión de su llamada parecía finalmente estar alcanzando su punto de ruptura. "Está bien."
"Tuve que mentirte," siguió como si no hubiesen hablado. "Simplemente no podía soportar añadir incluso más recuerdos a los que ya los tienen porque los dejo que lo revivan otra vez mediante mí misma. No podía soportarlo."
Harrison abrazó fuerte a Tru mientras sus llantos finalmente disminuían y ella se alejaba de él. Miró tristemente a su camiseta, empapada con sus propias lágrimas.
"¿Te sientes mejor?" preguntó Harrison mientras ella metía las manos en los bolsillos buscando un pañuelo de papel. Tru asintió en respuesta.
"Voy a ir a limpiarme un poco," dijo, saliendo por la puerta.
"Te esperaré aquí," respondió Harrison. "Y Tru, entiendo por qué lo hiciste."
"¿Sabes que lo haría otra vez?" preguntó Tru en voz baja.
Harrison asintió y se mordió el labio para no empezar a discutir otra vez. No le gustaba la idea de que le mintiese otra vez, pero ahora que se daba cuenta de la mucha presión bajo la que estaba Tru, estaba decidido a aflojar un poco su actitud con ella.
Tru aceptó su respuesta y desapareció por la puerta.
Harrison esperó un momento antes de volver a la oficina. Tan pronto como entró por la puerta se dio cuenta de que tanto Davis como Cassie lo habían oído casi todo. Davis ni siquiera estaba haciendo que continuaba con la traducción, y Cassie estaba visiblemente pálida.
"¿Está bien Tru?" preguntó Davis. Empezó a levantarse de su asiento como si fuese a comprobarlo.
"Sólo ha ido a lavarse un poco," dijo Harrison, sacudiendo la cabeza ligeramente ante el gesto de Davis de seguirla. "Creo que en realidad está empezando a afectarle."
"Ha sido así durante algún tiempo," afirmó Davis. "Se lo toma demasiado personalmente. Pero nada puede hacer que los recuerdos se vayan. Es parte de la carga de la llamada."
"Si no recordase, ya no podría ayudar a nadie," comentó Harrison. "Pero creo que piensa que ese aspecto es más una maldición que ninguna otra cosa."
"Tendremos que asegurarnos de ayudarla más para liberarla de algo de presión," sugirió Davis.
"Sí," Harrison se mostró de acuerdo.
Tru atravesaba la puerta en ese momento y Harrison dejo de hablar.
"Me arden los oídos," dijo Tru con una sonrisa que todavía era una sombra de su habitual brillo.
"Todo bueno," dijo Harrison mientras se apartaba para dejar pasar a Tru y que tuviese una buena vista del progreso de la traducción.
"De modo que hay una maldición en el jarrón," leyó Tru. "¿Dice cómo romperla?"
"Creo que sí, pero sólo puedo distinguir las palabras extrañas aquí y ahí," señaló Davis. "No es fácil traducer algo cuando no conoces el idioma. Hemos estado intentando comparar los símbolos, pero podría llevar semanas encontrarlos todos, e incluso entonces podríamos no tener la respuesta."
"Tengo una idea," dijo Harrison. "Simplemente rompamos esa cosa fea."
"Eso podría también ser lo que está provocando que muera gente," dijo Davis sacudiendo la cabeza.
"No sé nada de los demás salvo que estaba intacto en la última repetición," dijo Tru. "Guardemos eso como último recurso, ¿de acuerdo?"
Harrison se encogió de hombros.
"Dividámoslo en parejas y cojamos el ordenador entre dos," sugirió Davis. "Tru y yo en éste y Harrison y Cassie en el otro. Pon el jarrón entre nosotros y trabajemos cada grupo en una mitad."
Harrison sacudió la cabeza en señal de afirmación y se volvió a sentar ante el ordenador. Su mirada a Tru era de preocupación, pero enseguida estaba ocupada examinando el jarrón y metiéndole prisa a él por hacer lo mismo. Todavía no había tiempo para preocuparse por ella.
Durante las siguientes horas los cuatro siguieron trabajando en la traducción, pero parecían llegar más lejos en descifrar todo el lío. Se las habían arreglado para encontrar el símbolo para oscuro en el jarrón y habían especulado durante un rato con que se refería a la noche o la falta de luz natural lo que podría activar algo. El baño de Cassie no tenía ventanas, pero no tenían ni idea acerca de la disposición de las habitaciones en las que estaban las otras víctimas.
"¿Alguien se ha dado cuenta de que ya ha pasado la hora de la muerte de todas las víctimas?" preguntó Davis mientras se recostaba y se estiraba.
Tru miró el reloj de la pared. Tenía razón. La hora de las muertes había pasado sin que siquiera se hubiesen dado cuenta.
"Quizá se haya acabado," sugirió Cassie mientras se frotaba los ojos ligeramente forzados de mirar al jarrón y a la pantalla durante horas.
"No tiene sentido," dijo Tru. "¿Por qué dejaría de hacerlo de repente?"
"Nada de esto tiene sentido," señaló Harrison. "Quizá simplemente tuvimos un golpe de buena suerte."
"No me lo trago," respondió Davis sacudiendo la cabeza.
"Yo tampoco," se mostró de acuerdo Tru. "Nos estamos olvidando de algo."
"¿Mi compañía?" bromeó una voz desde la puerta.
Tru se volvió para mirar al intruso. Jack Harper estaba de pie, apoyado contra la pared al lado de la puerta. Se estaba convirtiendo en un desconcertante hábito para él. Para alguien que sabía que su presencia no era bienvenida, se había dejado caer por allí de forma regular.
"Sal de aquí," exigió Tru mientras se levantaba.
"Bonito jarrón," comentó Jack mientras entraba más en la habitación. "¿Puedo?" se acercó para levantarlo como para examinarlo.
"¿Qué quieres, Jack?" preguntó Tru, echándose ligeramente hacia atrás para poder situarse más lejos del sonriente hombre.
"Quiero acabar con este día," dijo Jack mientras volvía a colocar el jarrón en su sitio y se dirigía al otro lado de la habitación. "Realmente no me gustan las repeticiones múltiples y ésta se está haciendo muy cansina. Especialmente desde que Davis ya no está entrando en el juego. ¿Tuviste un buen viaje a fuera de la ciudad? ¿Cómo está la familia? Oh, espera, eso no fue hoy, ¿no? Hoy decidiste no ir a visitor a tu familiar enfermo. Una pena."
Tru captó la curiosa mirada de Cassie a Harrison y su silenciosa respuesta de después. Parecía que a Cassie no le habían hablado de Jack. Ella estaba tan ocupada en reaccionar ante él que no se dio cuenta de que Davis se había puesto en pie detrás de ella. Harrison, sin embargo, sí se había percatado, y ella captó su rápida sacudida de cabeza a Davis y se volvió a ver qué estaba mirando su compañero y confidente con tanta furia como jamás había visto en él.
"Estás enfermo," escupió Davis a Jack mientras rodeaba a Tru. "Ya has oído a Tru, sal de aquí."
"Vaya modales," desaprobó Jack, aunque dio un paso atrás hacia la puerta. Tru y Davis se dirigían paso a paso hacia él en un esfuerzo por evitar que entrase de nuevo en la habitación. "¿No puedo parar por aquí y ver a mis viejos compañeros y amigos de vez en cuando?"
"Nunca fuiste un amigo," respondió Davis con otra dura mirada.
"Bueno, no tuyo, quizá," se burló Jack. "Pero Harrison sí que era un amigo, ¿verdad?"
"No es la palabra que yo elegiría," dijo Harrison.
Jack se encogió de hombros y sonrió a Cassie. "Veo que tenéis otra pequeña recluta, también. No creo que hayamos sido presentados."
Harrison se puso en pie y se interpuso entre él y Cassie, que parecía mucho más confusa que nunca. "Aléjate de todos nosotros," ordenó.
"Veo que ya has superado a Lindsay," sonrió Jack. "Ésta es mucho más de tu nivel. ¿Trabajas en un restaurante, verdad?" Se volvió a Cassie con una de sus más amistosas sonrisas.
Tru abrió la boca para exigir otra vez a Jack que se marchase. Ya era suficientemente malo que la siguiese por toda la ciudad. No se había dado cuenta de que también estaba siguiendo a su hermano. Era mucho más enrevesado de lo que había pensado. Sabía lo suficiente de Davis y su familia para enviarlo en una búsqueda de El Dorado fuera de la ciudad. Sabía con quién estaba saliendo su hermano y dónde trabajaba su novia. No sabía de dónde estaba consiguiendo toda su información, pero tenía que parar y tenía que parar ahora.
No tuvo tiempo para hablar, sin embargo. Mientras había estado intentando procesar todas las implicaciones, Harrison, que un minuto antes había estado advirtiendo silenciosamente a Davis, había decidido no tomar su propio consejo y lanzó el puño contra Jack con tanta fuerza que lo envió al suelo.
"¡Harrison!" gritó Tru. Oyó vagamente la voz de Cassie como un eco de la suya mientras su hermano cogía a Jack y le daba la vuelta para darle otro golpe. A pesar del hecho de que Jack superaba en peso a su hermano por algunos kilos, la pura rabia parecía estar dirigiéndolo y era él el que llevaba la voz cantante.
Su error fue detenerse; Jack se recuperó lo suficientemente rápido para alejar a su hermano de él y empujarle hacia el otro extremo de la sala, directo hacia el escritorio con el jarrón, que descansaba allí inocentemente.
El tiempo pareció ir más despacio cuando Tru, Davis y Cassie corrieron hacia el jarrón que alcanzó el suelo y se rompió en pedacitos antes de que pudiesen llegar a él.
Cuando golpeó el suelo, una niebla negra pareció levantarse de los pedazos y quedarse flotando en el aire de la habitación. Las todavía legibles marcas brillaban con un tono dorado en las piezas de cerámica. Tru sintió un escalofrío bajando por la espalda mientras observaba el extraño fenómeno.
"¿Qué es eso?" preguntó Harrison desde donde estaba, en el suelo.
"No lo sé," respondió Tru. Davis sacudió la cabeza, confuso. Incluso Jack parecía sorprendido.
"La niebla parecía moverse con vida propia y se iba primero hacia uno del grupo y después hacia otro. Se acercaba a todos, uno por uno. Cassie se hundió en su silla cuando se volvió en su dirección. Harrison se levantó y se fue hacia ella protectoramente. De toda la gente en la sala, Cassie era la única que había sido previamente una víctima. Tru observó cómo la niebla se volvía y se iba hacia Jack. Medio deseó que fuese el próximo que se llevase, pero después se reprendió a sí misma por el duro pensamiento.
"Creo que está confusa," dijo Davis. "Parece no aclararse a por quién ir."
"Yo voto por Jack," dijo Harrison con otra dura mirada en su dirección.
"Quizá sólo se activa cuando la persona está sola," especuló Tru. "Eso explicaría por qué nadie ha visto nada y por qué podemos estar aquí sentados todo este tiempo con ella sin que haya pasado nada."
"Pero yo estaba solo cuando la traía aquí," señaló Harrison.
"Estabas en público con el jarrón," discutió Tru. "Podías no estar acompañado, pero no estabas solo."
"¿Y ahora qué?" preguntó Cassie mientras veía que la niebla volvía en su dirección. "No podemos quedarnos aquí siempre y esperar que se vaya. ¿Qué pasa si simplemente va hacia alguien que esté solo fuera de esta habitación?"
"¿Qué tal si mandamos a Jack fuera de la sala y probamos esa teoría?" sugirió Harrison de nuevo con una malvada sonrisa por el aspecto nervioso de Jack.
Tru entornó la mirada. A pesar de lo tentador que era usarlo como conejillo de indias, en realidad no podían hacerlo. Miró a su contrapartida de nuevo y vio que estaba tan nervioso como nunca lo había visto.
"Miedo a la muerte, ¿no?" se burló Harrison. "La muerte le llega a todo el mundo, ¿verdad?"
Jack le contestó con una mirada y pareció fortalecerse.
Tru gruñó ligeramente y se frotó la nuca, que empezaba a dolerle de mirar hacia arriba a la niebla que se cernía sobre ellos.
Todavía no habían decidido qué hacer cuando unos minutos más tarde la niebla pareció dividirse en cinco formas independientes, cada una más pequeña que la original. Cada una de las entidades se apartó y se movió lentamente hacia las cinco personas de la habitación.
Tru se agarró al brazo de Davis y vio en el otro extremo de la sala que Cassie había hecho lo mismo con Harrison. Sólo Jack se quedó solo. Su rostro de nuevo traicionaba su inquietud.
La niebla se acercaba más y más, y Tru se estremeció al sentir un escalofrío que le recorría toda la espalda.
Entonces, de repente, la niebla la alcanzó y empezó a girar a su alrededor. Vagamente percibió que los demás estaban en situaciones similares antes de sentir la negrura descendiendo y caer al suelo incosciente.
Tru se despertó con todo el cuerpo dolorido. Su cabeza dolía como si se le estuviesen clavando agujas, y tenía náuseas. Luchó por incorporarse y sintió la habitación girar a su alrededor. Fue un minuto antes de que pudiese centrarse lo suficiente para ver a los demás en la habitación boca abajo en el suelo.
Miró a Davis, que era el que estaba más cerca de ella, y se fue con cuidado hacia él. Le buscó el pulso y se quedó aliviada de encontrarlo firme y fuerte. Gruñó ligeramente mientras también empezaba a despertarse.
"¿Qué ha pasado?" murmuró mientras Tru le ayudaba a incorporarse.
"No lo sé," respondió antes de volverse hacia Harrison y Cassie, que estaban empezando a despertarse también.
"Me siento como el infierno," gruñó Harrison. "Y ni siquiera tengo una noche de salida que recordar."
"Me alegro de ver que estáis todos bien," sonrió Tru.
"Te estás volviendo gris," dijo Harrison mientras se levantaba.
"Llevas años haciéndome gris," bromeó Tru mientras se volvía para ver si Jack estaba bien. No había señales de él allí. Se preguntó brevemente qué le había pasado antes de darse cuenta de que probablemente se habría levantado primero y se habría ido por sí mismo. Era el comportamiento típico de Jack, que se enorgullecía de no interferir con las vidas de la gente, a no ser, por supuesto, que fuese por sus propios propósitos.
"Quiero decir literalmente," dijo Harrison. "Mira." Alargó la mano y tiró ligeramente de un mechón de su largo pelo. Tru frunció el ceño cuando miró hacia abajo y vio que en lugar del habitual color castaño oscuro el mechón de pelo era, en efecto, gris. Miró a Cassie, que claramente tenía también un mechón gris en medio de su pelo negro.
Miró a Harrison y aunque no era tan obvio, pues su pelo era de color claro, pudo distinguir también un poco de gris.
Davis, mientras tanto, se había ido a un espejo y confirmó que él también estaba viendo algo de gris en su propio pelo.
"Todas las víctimas tenían el pelo blanco," dijo Tru con tono distraído. "Debe haber sido debido a que se dividió para atacarnos a todos. En lugar de pelo totalmente blanco y muerte, cada uno de nosotros consigue un poco de pelo gris y quedarnos sin sentido."
"¿Crees que se ha acabado?" preguntó Cassie con una fija mirada hacia los rotos fragmentos de cerámica.
"Eso espero," respondió Tru. "Pero para asegurarnos creo que deberíamos asegurarnos de que nunca se puedan unir los pedazos."
Atravesó la habitación y aplastó algunos de los pedazos con el tacón. Davis, Harrison y Cassie se le unieron y en un minuto no había más que polvo del jarrón. Ninguna marca que brillase con una luz poco natural y ninguna señal de que la niebla negra reapareciese. Tru bajó una escoba del almacén de limpieza a la sala y arrojó el polvo en el cubo de la basura.
Una vez hecho esto todos se sentaron y Davis se volvió a Tru. "¿Y como fue en Europa?" preguntó.
"Pide algo de cena y te lo contaré todo otra vez," respondió con una sonrisa teñida de cansancio.
Davis se volvió al teléfono y pidió la comida. Cuando lo hubo hecho, Tru abrió la boca para hablar, pero Davis la interrumpió antes de que pudiese empezar.
"No tienes que volver a tomar todo sobre tus hombros nunca más," dijo en voz baja mientras la miraba intensamente.
"Davis tiene razón," se mostró de acuerdo Harrison. "Nos tienes a nosotros para ayudarte. Y si hubieses estado sola hoy, ¿sabes qué habría pasado?"
Tru se estremeció otra vez al darse cuenta de que sin que los demás, incluso Jack, estuviesen allí, probablemente habría sido la siguiente víctima de la maldición del jarrón.
"Lo sé," dijo Tru calmadamente. "Pero no es fácil poner a la gente que quieres en peligro."
"Bueno, generalmente soy propenso a estar en peligro de todos modos," dijo Harrison riéndose. "Así que no tienes excusa."
"Yo también ayudaré," se ofreció Cassie. "Me has salvado la vida dos veces con ésta. Es lo menos que puedo hacer para agradecértelo."
"Gracias," Tru sonrió a la mujer de pelo oscuro.
"Sabemos que es tu carga," dijo Davis. "Pero sólo intenta recordar que estamos aquí para ti."
"Lo hare," respondió Tru con una sonrisa de agradecimiento. "¿Y qué quieres oír de Europa? Porque he vuelto hace tanto por culpa de las repeticiones que estoy empezando a olvidarme."
Todos se rieron con Tru y ella sintió la presión de su propia maldición personal liberarse ligeramente mientras decidía almacenar estos momentos más felices en su memoria.
