Cuando la limusina paró frente al edificio, los ejecutivos que esperaban en el vestíbulo se quedaron en silencio. El nuevo propietario de la empresa Sistemas Shikon, el multimillonario japones Sesshomaru Taisho, había llegado. Su reputación de hombre sin piedad lo precedía y la tensión podía mascarse en el ambiente. Todo el mundo esperaba un montón de despidos para antes de fin de mes.

Capitulo 2

Día 4: Jueves por la mañana.

Sesshomaru estaba presidiendo un consejo de administración cuando Rin entró en la planta de presidencia.
Nerviosa como una gata sobre un tejado caliente, pasó algún tiempo organizando el pequeño despacho que le había sido asignado hasta que, por fin, sonó el teléfono y fue requerida en la sala de juntas.

Sesshomaru Taisho se puso de pie y todos los ejecutivos imitaron el gesto de cortesía, provocando un estruendo de sillas contra el suelo.

-La señorita Iroshi tiene una licenciatura en marketing y además habla francés y español -dijo Sesshomaru, desconcertando a Rin con tal presentación-. ¿Alguien puede decirme qué estaba haciendo en la recepción?

Sorprendidos, los miembros del consejo de administración se miraron unos a otros sin saber qué contestar.

-Una empresa que falla colocando al personal más prometedor en puestos de importancia es una empresa que pierde dinero -siguió Sesshomaru-. Y también he tomado nota del hecho de que no haya mujeres en puestos directivos, algo sorprendente en una empresa de este tamaño.


Dejando aquel comentario colgando en el aire, Sesshomaru dio por terminada la reunión. Y, de repente, Rin entendió que no había nada personal en la decisión de ascenderla de categoría. Simplemente, la había usado como ejemplo para su sermón sobre igualdad de oportunidades en la empresa. Una confusa mezcla de admiración, dolor y resentimiento la asaltó entonces.
Sesshomaru, el colmo de la masculina sofisticación con un soberbio traje gris de raya diplomática, acompañó a Rin a su despacho.

-Veo que estás muy interesado en la posición que ocupan tus empleadas -murmuró ella, incómoda.

-El año pasado, Sistemas Shikon tuvo que resolver dos querellas por discriminación sexual fuera de los tribunales. Y no estoy dispuesto a que haya una tercera.

-Creí que no aprobabas que las mujeres trabajasen.

Sesshomaru levantó una ceja.

-Tú fuiste la primera mujer trabajadora que me llevé a la cama y solías estar siempre ocupada cuando te necesitaba -afirmó, mirándola de arriba abajo-. Lo que busco para mi propia satisfacción en la vida privada no tiene relación con mis opiniones como presidente de una empresa.

Rin se ruborizó ante la ruda clarificación y tuvo que apartar la mirada, lamentando su propio comentario. Solo había trabajado para Sesshomaru durante tres días antes de que empezara su apasionada aventura y había sido ella quien tomó la decisión de pedir el traslado a otra sucursal.

-Tengo una larga lista de tareas para ti -continuó Sesshomaru un segundo después, sin que, aparentemente, el pesado silencio lo molestara en absoluto.

Pero eso no debía pillarla por sorpresa. Rin sabía que Sesshomaru Taisho no tenía un gramo de sensibilidad en todo su cuerpo y estaba dejando claro que ella no había sido más que un simple revolcón. A pesar de todo, Rin sintió un nudo en la garganta.

Sesshomaru le dio entonces una cinta de audio.

-Todo está aquí. Primero, tienes que enviar las invitaciones para la fiesta. Después, puedes pasarte por Tiffanys y elegir una pulsera para Kagome. Yo escribiré la tarjeta...

Con un terrible sentimiento de humillación y dolor, ella levantó la cabeza, con los ojos verdes brillantes de indignación.

¿Me estás pidiendo que elija joyas para una amante? -exclamó, tirando la cinta sobre la mesa.

-Yo no...

¿A eso lo llamas trabajar? Yo lo llamo venganza. ¡Vete al infierno, Sesshomaru! -exclamó Rin. Él la estudió con expresión incrédula-. Te odio. Te odio con todo mi corazón. Tú eres el mayor error que he cometido en toda mi vida.


Después de aquella amarga declaración, Rin salió del despacho...

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Día 4: Jueves por la tarde

Una hora más tarde, las tumultuosas emociones de Rin se calmaron lo suficiente como para sentirse horrorizada por su comportamiento.
Había pasado diez minutos llorando en el almacén, veinte minutos intentando recuperar la compostura y los consiguientes treinta minutos abrazando a Satoshi en la guardería.
Satoshi, cuyo confort y seguridad dependían de su éxito en el mundo laboral. Satoshi, cuya madre acababa de perder tontamente la cabeza y se había puesto a gritar como una fiera a un hombre monstruoso e insensible. Satoshi, cuya madre tendría que verse obligada a pedir perdón. Por él.

De nuevo en el último piso del edificio, Rin llamó a la puerta del despacho de Sesshomaru con mano temblorosa. Furiosa consigo misma, respiró profundamente para darse valor antes de entrar.

Apoyado en el respaldo de su sillón, Sesshomaru la miró de arriba abajo, su expresión era indescifrable.

-Te debo una disculpa. No sé qué me ha pasado -dijo Rin, intentando leer los pensamientos del hombre.

-Pues yo sí me imagino qué te ha pasado.

-Naturalmente, estoy dispuesta a llevar a cabo las actividades que conlleve mi puesto -siguió diciendo ella apresuradamente para evitar que Sesshomaru diera su opinión sobre qué era lo que había despertado su ira.

¿Eso incluye ir de compras para la mujer que hay en este momento en mi vida? -preguntó él con voz de terciopelo.

Rin sintió un estremecimiento y tuvo que apretar los puños para calmarse. No discutió, pero tampoco consiguió decir que estaba de acuerdo.

-Y pensar que mientras estábamos juntos, nunca me di cuenta de que tenías ese temperamento -añadió Sesshomaru, mirándola con los ojos entrecerrados-. Te has puesto histérica, Rin.


-Y ofensiva, lo sé. Lo siento
-dijo ella-. No volverá a pasar.

-Kagome es la mujer de mi hermano Inuyasha. Y la fiesta es para celebrar su cumpleaños -explicó Sesshomaru entonces.

Rinse puso colorada hasta la raíz del cabello, pero se sentía tan aliviada al oír aquello, que el alivio fue más fuerte que la vergüenza. Involuntariamente, sus ojos se encontraron. La apasionada boca del hombre se curvó en una lenta y displicente sonrisa y Rin perdió toda la fuerza de voluntad, permitiendo que unos recuerdos muy turbadores salieran a la superficie.
Recuerdos de Sesshomaru besándola con ansia, excitándola, haciéndola perder el control. El calor la consumía por completo. Ella temblaba, con el corazón acelerado, el pulso aumentando de ritmo, mientras su traidor cuerpo respondía como siempre había respondido ante la potente sexualidad de aquel hombre...
Y entonces recordó a la furiosa y semidesnuda Kagura que había encontrado en su apartamento catorce meses atrás. Había sido culpa suya, por ir a casa de sesshomari sin avisar, usando por fin la llave que él le había dado, deseando darle una agradable sorpresa y... fracasando miserablemente en el intento.
Afortunadamente, Sesshomaru ya se había marchado, pero Kagura explosiva no había tenido tiempo de vestirse.

Aquel humillante recuerdo sirvió para enfriar el calor sensual que Sesshomaru despertaba en ella.

¿Rin? -escuchó la fría voz del hombre.

Rin tuvo que hacer un esfuerzo para apartar la mirada.
¿Sigo trabajando para ti?

-La cinta está en tu despacho, junto con la agenda. Hay una pila de correspondencia de la que también tendrás que encargarte. Estaré fuera de la oficina hasta el lunes...

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Día 5: Viernes

Rin fue a trabajar, recordándose a sí misma que Sesshomaru seguiría en Sistemas Shikon solo durante tres semanas más. Ya casi había pasado una semana y él seguía sin tener ni idea de que tenía un hijo.
¿Por qué iba a enterarse¿Quién iba a contárselo?

El día anterior, Rin había escuchado la cinta una y otra vez solo para escuchar la rica voz de de Sesshomaru, con su fuerte acento japones. Se enteró así de que acababa de comprar una casa en Londres donde ella tendría que organizar la fiesta. La empresa de catering estaba contratada, pero Rin tenía que encargarse de todos los detalles.

Lo que no entendía era por qué el eficiente secretario de Sesshomaru, no se estaba encargando de esos asuntos domésticos. La confusión y sorpresa de Rin inevitablemente la llevaban de vuelta dieciocho meses atrás.

Se había enamorado de Sesshomaru Taisho como una cría y no le había importado que él se convirtiera en su primer amante. Sabía que Sesshomaru tenía reputación de mujeriego.
Atractivo, millonario y un hombre de éxito a los veintinueve años, Sesshomaru Taisho tenía el mundo a sus pies. Pero lo que a Rin le dolía era verse obligada a reconocer que no podía culpar solo a Sesshomaru de que se hubiera cansado de ella...

Un par de semanas después de que empezara su mágico romance, la madre de Rin había muerto repentinamente y Sesshomaru la había consolado de todas las formas posibles. Sin embargo, ella había cambiado de actitud completamente. ¿Qué hombre hubiera querido seguir soportando sus problemas después de un par de semanas?

Naturalmente, Sesshomaru se había hartado de ella, pero su dependencia había hecho difícil que fuera él quien la abandonara. De modo que Sesshomaru había dejado que la relación se echara a perder, sin duda esperando que ella entendería el mensaje.
Desgraciadamente, recordó Rin volviendo de nuevo al presente con los ojos llenos de lágrimas, mientras le daba de comer a Satoshi en la guardería, el primer y único mensaje que recibió había sido Kagura semidesnuda.

Cortar con Sesshomaru por teléfono aquel mismo día había sido un penoso intento de salvar su orgullo. Ni siquiera había mencionado su humillante encuentro con Kagura que la había reemplazado.

Unas horas más tarde, una elegante y pizpireta morena entró en el despacho de Rin.

-Soy Sango Mizuno. Llama a Sessho de mi parte y dile que, al final, estoy libre este fin de semana -sonrió la joven-. ¡Y dile que tengo unas ideas maravillosas para su dormitorio!

Rin se puso colorada, pero intentó mantener la sonrisa.


-Me temo que solo tengo acceso a su buzón de voz. No sé dónde está el señor Taisho, pero intentaré averiguarlo.

Sango rio alegremente.

-No hace falta. Cuando Sessho reciba el mensaje, y no te atrevas a cambiar ni una sola palabra, sabrá donde puede encontrarme.

Cuando la morena desapareció, Rin marcó el teléfono de Sesshomaru, odiándolo y odiando la posición en la que la había puesto. Grabó el mensaje de Sango, o más bien su provocativa invitación, y entonces unos celos tormentosos y humillantes la envolvieron mientras decía con alegría fingida:

¡Que pases un buen fin de semana!