Hola a todos!
Este es el nuevo capítulo. Después de una semana muy ajetreada, lo he terminado... Espero que les guste ;).
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Capítulo III: La Señora Diwan
-En el pizarrón tienen el procedimiento que deben seguir –dijo el profesor Snape- Espero que dejen la poción terminada encima de mi escritorio antes de su siguiente cla-.
El profesor se detuvo en seco, y dirigió sus pasos, un tanto irritado, hacia donde estaba Nina, quien tenía la mano en alto, y los labios fruncidos.
-¿Algún problema, señorita Diwan?
-Esa no es la poción vigorizante de Billio.
-¿Cómo dice?
-Esa poción no es la de Billio. La poción de Billio, que aparece es su libro publicado en 937, titulado 'Pociones Cotidianas para Brujos Ordinarios', incluye lágrimas de mandrágoras, intestinos de kappas y ojos de araña. Esa poción –Nina señaló al pizarrón- es una que aparece en un libro publicado en 1350, esta vez con el título 'Pociones Ordinarias para Brujas Cotidianas'. Sucede que el libro del brujo Billio, era de gran renombre, pero su precio era muy elevado para el brujo común. Este nuevo libro, de la bruja Triana Lovelace, era bastante más accesible, y como la gente confundía los títulos, compraban el libro de Lovelace, pensando que era el de Billio. Ella, como era de esperarse, no aclaró el malentendido, ella hizo su fortuna con las ganancias que tuvo ese libro. No le quito el mérito al libro de Lovelace, y debo decir que las pociones son bastante buenas, pero con el pasar de los años, la pócima vigorizante que allí aparece, comenzó a ser conocida como la de Billio. Esa misma poción, es la que aparece en la recopilación del señor Jigger.
Snape lucía medio atontado, pero fue capaz de dar una respuesta al cabo de unos pocos segundos.
-Dígame, señorita Diwan, ¿tiene usted alguno de los libros en cuestión?
-No, no aquí en el colegio...
-¡Entonces cierre la boca y dedíquese a hacer su tarea! Y eso va para toda la clase. No se olviden de dejar sus trabajos junto con la poción encima de mi escritorio.
Nina abrió la boca, como para decir algo, pero se calló, y comenzó a colocar las cosas en su caldero. No dijo nada en toda la clase, pero fue la primera en terminar la tarea. Después de etiquetarla, y colocarla sobre el despacho de Snape en un frasco, junto con sus deberes, salió enojada del salón.
-Te veo en herbología –fue lo único que fue capaz de decir Petra al verla salir.
Agnes y Petra estuvieron otra media hora con la poción en sus calderos, hasta que lograron que les quedara de un verde brillante, casi cotorra.
-¿Crees que estará bien? –preguntó Agnes mientras subían las escaleras de las mazmorras.
-Supongo... ¿qué tienes ahora?
-Historia de la Magia –respondió ella sin mucho entusiasmo.
-Entonces nos vemos esta tardecita en la biblioteca, a la hora de siempre.
Petra salió hacia los jardines del colegio. Era un día hermoso, y el reflejo del sol en sus ojos hasta que le resultó agradable. No encontró a Nina por allí, pero pensó que estaría en otro lado, después de todo, aún quedaban comenzara la clase.
Nina llegó encima de la hora, con la mano en el pecho, como si hubiera corrido desde la sala común de Ravenclaw, hasta los invernaderos.
-¿Dónde te habías metido?
-Estaba en la lechucería –le respondió Nina colocándose en el lugar libre al lado de Petra- le envié una nota a mi madre. Espero que me responda para mañana de mañana.
-Le dije a Agnes que nos viera en la biblioteca después de clase.
-Bien. Creo que descubrí un pasadizo nuevo.
-Así me gusta. Te estás poniendo tan trastocada como nosotras.
Nina sonrió, y volteó hacia la profesora Sprout, quien acababa de entrar al invernadero.
-¿Entonces? –preguntó Agnes sentándose en la mesa de la biblioteca que llevaban ocupando toda la semana, y dónde Nina y Petra la esperaban impacientes.
-Tengo uno nuevo. –dijo Nina sacando un pergamino de su mochila.
-¿Qué es eso?
-Un simple pergamino. –respondió Nina irritada- ¿no ves?
Agnes arqueó una ceja.
-Una Slytherin no es tan fácil de engañar, ¿sabes? Nosotros nos especializamos en eso.
-Está bien... es un mapa. Muy incompleto, pero recién lo empiezo. Supongo que con el paso del tiempo irá mejorando. He puesto todos los pasadizos que conocemos, y, por supuesto, los que todos los alumnos conocen. Aquí tenemos el que Petra encontró el lunes. –Nina pasó el dedo el pasillo que habían recorrido ese día, y que llevaba al despacho del director.- Asumamos que ese es el despacho de Dumbledore. Éste es el que encontró Agnes el Martes de madrugada –ella indicó con el mismo dedo el pasadizo que llevaba desde la torre de astronomía hasta otra torre.- descubrí que lleva hasta la torre Norte. Las cocinas, y el que encontré hoy, que lleva directamente del despacho que encontró Petra hoy de mañana, hasta un pasillo cerca de las lechucerías.
-¿Eso estuviste haciendo entre pociones y herbología?
-Aja.
Agnes estuvo mirando el mapa unos instantes, y Nina pudo ver que su cara ponía la expresión más traviesa hasta el momento.
-Propongo algo. –dijo Agnes, mirando a Petra en busca de apoyo.
-¿Qué? –ella esbozó una sonrisa torcida en sus labios.
-Adueñémonos del despacho, y hagamos de él nuestro escondite.
-Creo que también tiene un salón. –dijo Petra, que empezaba a ponerse tan traviesa como Agnes.
-Pues, entonces incorporemos el despacho a mi plan.
-Estupenda idea.
-No sé... –Nina no sonaba muy convencida.
-Vamos Nina. Será divertido, y, además, no va contra las normas.
-En realidad, Agnes, si va contra las reglas del colegio, -señaló Petra, que se había leído todo lo que podía sobre Hogwarts antes de entrar al colegio- pero eso lo hace más divertido. Di que sí... vamos Nina. Nadie sabrá si no les contamos.
Al final, la rubia se dejó convencer, pero con la condición de que no lo hicieran hasta después de clases del día siguiente.
-Despierta dormilona –le decía Petra, mientras sacudía a Nina en su cama- Hoy va a ser un día emocionante. Un día para recordar.
-¿Qué? –Nina todavía no se había despertado del todo.
-Hoy iremos al salón, bella durmiente. ¡Al salón!
Las dos Ravenclaws salieron y fueron hasta el gran salón, donde una eufórica Agnes las saludó con la mano. Se podía ver, incluso a lo lejos, los chisporroteos de emoción que tenía en los ojos.
-Esta mañana tenemos clase de vuelo. –dijo Nina mirando su horario cuando se sentaron a desayunar- espero que me vaya mejor que la última vez que me subí a una escoba.
-¿Qué pasó? –preguntó Petra mientras untaba una tostada con manteca.
-Bueno... mi tía, que juega en las harpías, me fue a visitar para navidad, y llevó su escoba consigo. Me la prestó para que la probara. Cuando despegué fue impresionante, sentí el viento en mi cabello, pero no había volado ni cien metros, cuando un viento más fuerte del que esperaba me llevó con más fuerza de la que esperaba, y yo caí con escoba y todo al agua. Por suerte, mi tía Linda me sacó del agua a tiempo. Lo que recuerdo después de eso, es que estuve dos semanas en cama.
Petra de pronto estalló en carcajadas, lo que hizo que algunos de sus adormilados compañeros la miraran como un bicho raro.
-Cállate –le dijo enojada Nina- no es gracioso.
-¡Por favor! Sí que es gracioso.
Nina tomó un vaso con jugo de calabaza que tenía enfrente, y estuvo a punto de volcar el contenido en la cabeza de su amiga, pero se detuvo por la llegada del correo matutino.
-Esta vez te salvaste –le dijo ella, mientras desataba la carta que su lechuza, Droxie, tenía atada a la pata.
-¿Es de tu madre?
-Sí... supongo... –pero la voz de Nina no sonaba del todo satisfecha.
-¿Qué dice?
-¿Te importa? Es personal...
-Disculpa. –dijo Petra molesta.
-Tómala, léela tú. –le dijo Nina después de darle una leída rápida- no tiene nada interesante.
Petra abrió el pergamino, y vio que estaba escrito con letra irregular, y tinta violeta.
Querida Nina,
¿Cómo te encuentras? Espero que bien... aquí no mucho ha cambiado, pero tengo que admitir que las cosas están bastante más tranquilas ahora que no estás. Felicitaciones por haber quedado en Ravenclaw...
Con respecto a los libros que me pediste, estoy seguro que tu madre tiene los dos, pero me va a llevar un poco de tiempo encontrarlos. Espero que para mañana te los pueda enviar.
Con respecto a todo esto, mejor te doy un consejo: no te conviene hacer enojar a Snape. Él no tendrá el menor problema en darte el peor castigo imaginable por dejarlo como estúpido.
Cuídate bien. Besos...
Matt
-¿Qué pediste que te enviara? –preguntó Petra dejando la carta a un lado.
-Los libros de Billio y Lovelace. –respondió ella sin darle mucha importancia- pero espero que mamá no se entere, o armaría una escena... por eso la nota iba dirigida especialmente a Matt.
-¿No te dijo que no hicieras enojar a Snape?
-No me interesa. Aunque me haga limpiar todos los baños. Nadie me trata así.
Petra no le hizo más caso, y prefirió, en cambio, concentrarse en su desayuno.
Afortunadamente, para Nina, esa práctica de escoba estuvo bastante mejor que la anterior. Lo único que no estuvo del todo bien, fue que voló por las inmediaciones del bosque prohibido, lo que hizo que Madame Hooch se desesperara por traerla de nuevo a tierra.
-Dime que fue a propósito –le dijo Petra aquella tarde, mientras esperaban a Agnes para ir al despacho-.
-Algo así... aunque hubiera preferido realmente entrar al bosque.
-Llegué –dijo Agnes, que traía una montaña de libros en sus brazos.
-Nos dimos cuenta. –dijo Nina, tomando algunos libros de Agnes en sus propios brazos- ¿para qué tantos libros?
-Para hacer mi tarea durante el fin de semana.
-Me acordé de algo –dijo Petra de pronto- vayan sin mí. Tengo que ir a buscar un libro a la biblioteca. No se preocupen.
Nina y Agnes siguieron sin ella, hasta el tapiz donde habían estado Nina y Agnes la mañana anterior.
-Aquí es –dijo Nina abriendo la puerta tras el tapiz.
-La verdad es que ella no bromeaba cuando dijo que estaba en desuso.
Las ventanas del lugar estaban todas cerradas, y la poca luz que había, indicaba que lo menos que había pasado por allí era un huracán.
-Me pregunto quien habrá dejado este lugar tan mal... –dijo Agnes, mientras dejaba los libros en una mesa un tanto destartalada que había en una esquina.
-Quien haya sido, nos dejó un tesoro.
Nina fue hacia una puerta que había, en un extremo de la habitación. Esa puerta conducía a una escalera, que dejaba bajar a un salón en un estado todavía peor al del despacho. Todas las bancas estaban rotas, y puestas a un lado. Se podían ver pedazos de vidrios por todos lados, y había un olor bastante malo, que Nina no reconoció, pero estaba segura de que no le gustaría saber de que se trataba.
-¡Oye! –le gritó Agnes de la otra habitación- creo que encontré un baño... ¡Agh! No mejor olvídalo. Encontré algo que supo ser un baño.
-¿Dónde están? –esa era la voz de Petra que acababa de llegar a la habitación.
-¡Ya voy!
Nina y Agnes surgieron del salón y del baño respectivamente, y tantearon su camino hasta llegar al lugar donde estaba parada Petra.
-Veo que tendremos mucho que hacer –dijo ella, mirando a su alrededor algo desanimada- ¿les parece si empezamos ahora?
-No podría estar más de acuerdo. –dijo Nina sacando una telaraña de su cabello con cara de asco- lo mejor será que empecemos con el despacho. Parece que no nos puede llevar tanto tiempo. Es bastante mejor que el salón...
-Y no está tan mal como el baño.
-Igual no creo que algún día lleguemos a arreglar ese baño del todo.
-No... no creo. ¿Qué vamos a hacer con toda la basura que encontremos aquí?
-La tendremos que llevar al salón. No vamos a poder sacar las cosas por el tapete, y, estoy segura que va a pasar un buen tiempo antes de que podamos arreglar todo esto...
-¿Empezamos?
Las tres niñas estuvieron limpiando el despacho hasta las nueve de la noche, cuando debieron regresar a sus dormitorios, porque esa era la hora máxima que tenían permitido estar fuera de sus salas comunes.
-Nos vemos en la mañana. –dijo Agnes bostezando, mientras juntaba todos sus libros- aquí mismo...
-Parece que va a ser un hermoso día. –dijo Nina mirando hacia el techo del gran salón, durante el desayuno de aquel sábado- es una pena que lo desperdiciemos limpiando. Quizás sea el último día así de hermoso en lo que queda del año...
-Nina... –le reprochó Petra a su izquierda- sé que no te mueres por romper las normas... pero, ya verás, será entretenido... si tenemos suerte, nos durará hasta que terminemos Hogwarts...
-Pero... si nos descubren...
-Nadie nos va a descubrir –dijo Petra, tratando de sonar confiada, aunque dentro de ella, también había algo de temor de que eso sucediera.
-¿Qué descubran qué? –dijo una voz por detrás de ellas, y que hizo que las dos dieran un salto en sus asientos.
-Ho... hola Riach –dijo Nina tímidamente, y todavía un poco pálida por el susto- no sabía que estabas atrás...
-Evidentemente.
-Escucha, -le dijo Petra molesta- no tienes el derecho de andar escuchando las conversaciones de los demás. ¿Entendido? Si a nosotras se nos ocurre hablar de lo mucho que le gustas a Nina, vamos a hacerlo ¿de acuerdo?
Él no respondió. Se quedó mirando a Nina unos instantes, luego a Petra.
-¿De qué están hablando?
-¿No oíste? –dijo esta vez Nina, tratando de reprimir una carcajada- me gustas mucho, estoy enamorada. Pero, el problema es que también le gustas a Petra, entonces, tendrás que elegir a una de nosotras.
Él pareció de pronto darse cuenta que le estaban tomando el pelo, y se dio media vuelta, para ir junto a Pitcher.
-¿Qué fue eso? –le preguntó Petra, con la cara contorsionada, ya que trataba de reprimir la risa, por la reacción de Nina.
-Sólo te seguí el juego... –le respondió entre risas- es una lástima que no sepa mentir mejor...
-Pero si casi se lo cree. Yo casi me lo creo...
-Si casi te lo crees, eres muy ingenua. Vamos, Agnes se acaba de ir del Gran Salón. No le va a gustar que la hagamos trabajar demás...
-Buenos días. –les dijo Agnes cuando las dos entraron al despacho- Es una pena que pasemos un día como este encerradas con el castillo...
-¿Ves? –le dijo Nina, mientras se dirigía hacia las ventanas del despacho, para abrirlas.
-¿Qué tienen ustedes dos?
Pero ellas no le respondieron. Agnes empezó a juntar todos los libros que estaban desparramados por la habitación, y Nina maldecía al paño de la ventana que iba en caída libre hacia el piso.
-Accio. –gritó ella rápidamente, ya con la varita en la mano, para atraer el cuerpo hacia ella.
-¿Accio? –le preguntó Petra sin entender mucho- no hemos aprendido ese hechizo...
-Se supone que no lo aprenderemos hasta cuarto –le explicó Nina- pero mi madre me lo enseñó, para hacer el trabajo con las pociones más fácil. ¿Ves mi varita? –dijo ella, dándole vueltas entre sus dedos- La tengo desde que aprendí a leer.
-Pero igual –le dijo Agnes desde la puerta del salón- se supone que esas cosas son demasiado poderosas para nosotras.
Nina sólo sonrió, y se volvió hacia la ventana, donde el paño permanecía levitando en el aire, y, con algo de esfuerzo, lo atrajo hacia ella. Cuando lo apoyó sobre el piso del despacho, miró hacia abajo, para confirmar que nadie las hubiera visto. Vio los terrenos, los alumnos de todos los cursos, que paseaban junto al lago. Vio el sauce boxeador, el portón del colegio, el bosque prohibido... de repente, en el mar de túnicas negras vio una figura blanca, una persona, que iba a pasos agigantados hacia las puertas del castillo.
-Oh no... –dijo ella, con los ojos puestos como platos, mientras miraba hacia abajo- Oh no..
-¿Qué pasa? –le preguntó Petra, sacando su cabeza llena de polvo por la puerta del salón, donde estaba ayudando a Agnes a organizar los libros.
-No... no... por favor, no...
-¿Quién será el de blanco? –preguntó Agnes, mirando por otra ventana.
-Parece una mujer... –dijo Petra, que miraba por la misma ventana que Agnes- ¿sabes quién es? –le preguntó a Nina.
-Es... es mi madre... –respondió ella, alejándose de la ventana, pero todavía con cara de espanto.
-¿Tu madre? –dijeron Petra y Agnes al unísono
-¿Qué hace ella en el colegio? –le preguntó Petra, alejándose ella también de la ventana.
-Snape –respondió Agnes en lugar de Nina, sin quitar la vista de los terrenos.
-¿Está ahí?
-No... bueno, no creo. De cualquier manera, sería imposible distinguirlo con la túnica negra que siempre tiene puesta, pero no creo que sepa que ella está aquí.
-¡Bien! Entonces me dé el tiempo para pararla antes de ella llegue a hablar con él, ¡o incluso con Dumbledore!
-Un momento –le dijo Agnes tomándola del brazo- no vas a ir a ningún lado. Si tu madre está aquí, es porque te opusiste a Snape, y nosotras estábamos allí, ahora tendrás que atenerte a las consecuencias.
-Pero...
-Pero nada –dijo esta vez Petra- te vas a quedar aquí. Después de todo, ella es tu madre, y si ella va a hablar con Snape, lo va hacer, aunque trates de impedirla. Además, le escribiste para que te enviara esos libros...
-¡Yo le escribí a Matt! –chilló Nina a modo de defensa
-Pero le pediste los libros de tu madre. –le replicó Agnes- no podías esperar que ella no se enterase...
-No te preocupes. Después vamos a hablar con Snape, para evitar que te haga limpiar los retretes. Yo hablo, si eso te preocupa.
-Está bien... ¡pero si él toma represalias va a ser culpa de usted dos!
Ninguna de las dos dijo nada, sólo se dieron vuelta sobre sus talones, y siguieron con lo que estaban haciendo.
-Llegamos, señora. –dijo un brujo joven, a una mujer, con los cabellos en un bonito rodete, adornado con algunas flores blancas y turquesas, de un color entre el oro y el castaño claro. Sus ojos eran verde agua, algo azulados, y su rostro se notaba algo pálido, pero, probablemente por falta de sol. Llevaba una túnica blanca, con algunos adornos turquesas en los puños y la barra. Se podía decir que era bonita, pero en su rostro ya se asomaban algunas arrugas. En sus brazos, tenía un par de libros muy gruesos, y en la mano del mismo brazo, se veía un pergamino algo arrugado.
-Aquí estoy –dijo para sí misma- tanto tiempo sin venir por aquí... tantos años...
Ella caminó hasta el portón de metal, y con su mano libre, trató de abrirlo.
-¡Maldición! Está cerrado.
-Buenos días –dijo de repente una voz a su derecha- supongo que querrás entrar al castillo.
Ella miró, con algo de curiosidad, pero ya sabía de quien era esa voz. No había manera de confundirla.
-Hola Hagrid –dijo ella, todavía con los libros en sus brazos, presionándolos contra su pecho- cuanto tiempo... ¿cómo estás?
-Hola Val. Yo estoy bien, ya sabes, dentro de todo ¿cómo estás tú?
-Algo molesta, el profesor de pociones anda enseñando cualquier cosa... ¿cómo pueden dejar que enseñen las cosas de esa manera? Si en primer año, y en las cosas que yo sé enseñan cualquier cosa, imagínate en las cosas que yo no manejo... como Transformaciones, ¡o Defensa Contra las Artes Oscuras!
Hagrid soltó una sonora carcajada al oír los reclamos de esa mujer.
-¿Qué sucede? –le preguntó ella, algo molesta- ¿qué es tan gracioso?
-Na... nada... –le respondió él entre risas- ven, entremos al colegio.
-¡Me vas a decir que pasa! –exigió ella detrás de Hagrid, mientras entraba a los terrenos del colegio.
-Nunca cambiarás Val, nunca...
-¿A qué te refieres? –preguntó ella, elevando la voz- ¡dímelo!
-Debí habérmelo imaginado... una niña de primero cualquiera no le podría haber gritado al profesor Snape como lo hizo ella... y mucho menos afectarlo...
-Esa es mi Nina... –dijo ella, con una nota de orgullo en la voz, suponiendo que hablaba de su hija.
-Sí... Nina Diwan... no sé como no me di cuenta antes... es idéntica a Droxie, pero no me imaginé que ella fuera también hija tuya... ¿cómo no me di cuenta cuando él llegó maldiciendo al Gran Salón? Pero claro, eso no es una conducta extraña en él.
-Todavía no te entiendo. –dijo ella, un poco más calmada, con los libros todavía contra su pecho.
-Te lo pondré de esta manera... Severus Snape es el profesor más temido de Hogwarts. Ningún alumno, ninguno, se atrevería a enfrentarlo de la manera que ella lo hizo. Ella le dijo que estaba equivocado. Rompió la regla de oro: 'Nunca hieras el orgullo de Severus Snape'. Ni los de Slytherin rompen esa regla... pero ella lo hizo, ¡y en su primer semana! No hay lugar a dudas que ella sabía de lo que estaba hablando...
-Ella podría hacer esa poción hasta los ojos cerrados...
-Sé que sí... y más ahora, que sé que es tu hija... pero no me olvidaré del día en que cierta niña de primer año casi recibe una bofetada de una profesora de pociones...
-Después me di cuenta que hubiera sido mejor quedarme con la boca cerrada.
-Supongo que Nina también lo entenderá... pero, cuando me contaron lo que había sucedido en el salón, no pude evitar recordarte, pero incluso entonces, no me imaginé que ella fuera tu hija...
-Es que se parece demasiado a Droxie... –la voz de Valerie Diwan tenía un tono de tristeza que Hagrid no llegó a percibir.
-Supongo que querrás ir al castillo. Pero te lo advierto, tu hija no se pondrá muy contenta de verte en el colegio.
-A la larga me lo agradecerá. –dijo ella sin darle importancia a la advertencia del guardabosque.
-¿Necesitas que te acompañe?
-No, gracias Hagrid. Creo que todavía me acuerdo como llegar al castillo.
Valerie Diwan siguió su camino hasta las puertas de roble del castillo. Vio a los alumnos, con sus túnicas negras, estudiando, riendo, tan inocentes...
-¿Necesita algo? –le dijo una voz detrás de ella, cuando llegó a las puertas de roble.
-A decir verdad, -respondió ella, con cierto tono de desagrado e insolencia en su voz, muy distinto al que usaba con la mayoría de las personas, pero ese hombre nunca le había caído bien- sí. Busco al profesor de pociones.
-No creo que el profesor Snape la reciba.
-No me interesa que crea o deje de creer. Yo vine aquí a hablar con él, y no me voy a ir hasta que lo haga, señor Filch.
-Pero me temo, que yo sigo siendo el celador de este castillo.
-Y yo la madre de una alumna, así que, yo misma me guiaré hasta el despacho del profesor.
La señora Diwan entró al recibidor, y de repente, se sintió como si tuviera diecisiete años otra vez. Sabía perfectamente como llegar hasta parte de las mazmorras. Conocía el camino al salón de pociones como la palma de su mano, así como el del despacho del profesor. Ella fue avanzando por pasadizos con paso seguro, como si todos esos años nunca hubieran pasado, y ella sólo fuera a una clase más, con sus libros contra su pecho.
-Aquí es... –dijo ella mirando la puerta del despacho- hace mucho tiempo...
Con los nudillos de su mano libre golpeó la puerta.
-Adelante. –dijo una voz masculina del otro lado.
-Buenos días. –dijo ella al entrar al despacho- tengo que hablar con usted.
-¿Se puede saber quien es usted?
Severus Snape, el profesor de pociones tenía un lote de pergaminos sobre su escritorio, posiblemente ensayos de sus alumnos. Miró unos instantes a la mujer que tenía en frente. Ella tenía unos libros en sus brazos. Él frunció en entrecejo. No le gustaba que le interrumpieran su trabajo.
-Mi nombre es Valerie Diwan, y ya le dije que tengo que hablar con usted.
La mujer seguía de pie, y no hizo ademán ninguno de buscar lugar para sentarse. No tenía ganas de sentarse, eso la calmaría, y ella estaba demasiado enojada como para querer sentarse.
-Ya veo... usted debe ser la madre de la señorita Nina Diwan... siéntese. –él le señaló una silla, y ella, luego de pensarlo por un par de segundos, tomó asiento- ¿Qué tiene que discutir conmigo?
-Tengo que decir que usted no está cumpliendo su labor correctamente.
-Supongo que el discurso de su hija con respecto al asunto de Billio le hace decir tal cosa. –la voz del profesor estaba totalmente inexpresiva.
-Sí –respondió ella simplemente. Su voz era desafiante, al igual que su mirada.
-Me temo, señora Diwan, que lo que suceda aquí no le incumbe en lo absoluto.
-Me temo que sí. Es de mi hija que estamos hablando.
-Si no le gusta la educación que recibe aquí, envíela a otro colegio. En otro caso confórmese.
-Usted no entiende. Yo sé lo suficiente de pociones como para sacarle el puesto –ella se había puesto de pie, y lo miraba directamente a los ojos- y tengo suficiente autoridad como para decir que lo que usted está enseñando está mal.
-Señora Diwan –le dijo él, poniéndose también de pie- le repito: Yo soy el profesor de pociones, y no usted, y en mi materia se hace lo que yo diga. O acaso, ¿usted vino aquí a quitarme el puesto?
-¡No vine a hacer nada de eso! Pero si quisiera hacerlo, lo haría.
-Usted es tan arrogante como su hija.
-No es cuestión de arrogancia, es cuestión de que las cosas deben estar bien hechas.
-Comparto esa visión con usted: las cosas deben estar bien hechas. Pero nada le da el derecho de venir aquí decirme que es lo que tengo que hacer.
-Ella es mi hija. Eso es derecho suficiente.
-Está en un internado. Hay ciertas cosas que debería considerar antes de venir hasta aquí.
-¡No me interesa! Iría aunque estuviera en Azkaban. Pero, no vine hasta aquí a decirle lo que puedo y no puedo hacer. Estos son los libros de Billio y Lovelace. Devuélvalos cuando termine. Mi hija no tendrá problemas en aceptarlos. Y no trate de quitarle ninguna hoja, ella se conoce de memoria ese libro.
-¿Piensa que llegaría a hacer algo como eso?
-Ya no sé que esperar de alguien que se cree el genio de las pociones sólo por el puesto que ocupa.
-¿Y es usted acaso un genio de las pociones?
-Yo no me lo creo, ¡lo sé!
Valerie Diwan sabía que se estaba pasando, pero ¡qué importaba! Nadie le iba a decir que era lo que podía hacer, y que no podía hacer. Y menos el profesor de su hija.
-No me decía usted que no era arrogante.
-Escúcheme –le dijo ella, empezando a temblar de rabia- ¿cuándo fue la primera vez que preparó Veritaserum, sin supervisión alguna? Estoy segura que tenía más de doce años. Yo lo hice cuando tenía ocho años. Nina preparó su primer Veritaserum a los seis años y medio. No lo ha hecho nunca más, no se lo permito, pero si le da receta ella lo hará tan bien como usted y yo. Le advierto, cuidado con lo que pretende con ella, porque ella podría dejarlo muy mal parado.
Sin decir nada más, ella dio media vuelta y salió del salón dejando al profesor estupefacto. Después de reaccionar, tomó los libros que estaban en su escritorio, y los llevó hasta su cama, donde los dejó apilados.
-Los miraré cuando termine –dijo él, sin quitar su expresión de enfado.
Volvió a sentarse en su despacho, y vio que sobre el ensayo que estaba corrigiendo cuando llegó la señora Diwan había un pergamino algo arrugado. Lo abrió, y vio que era una carta. 'Ella debe habérselo olvidado' pensó, y sin importarle nada más, lo leyó.
Querido Matt,
Soy yo, Nina. Supongo que habrás reconocido a Droxie. Entonces, ¿cómo estás? Espero que bien... yo estoy bien, digo más o menos. Pero de eso te cuento después.
Las buenas noticias del caso son que quedé en Ravenclaw, como mamá. Y ya tengo dos amigas: Petra Duckworth y Agnes Whitelaw. Petra está conmigo en Ravenclaw, y sus padres son muggles. Agnes está en Slytherin, pero es muy amable...
Pero no te escribí para hablarte de esto. Tengo que pedirte algo. ¿Sabes donde están los libros de Billio y Lovelace? Por las dudas, están en la biblioteca de mamá. Bueno, te quería pedir que me los enviaras tan pronto como fuera posible. Pero que mamá no se entere, no quiero que arme un escándalo. Lo que pasó es que tuve una discusión con el profesor Snape porque cual es la verdadera poción de Billio, y quiero demostrarle que está equivocado. Lo que me llamó la atención es que ninguno de estos libros está en la biblioteca de Hogwarts. Ya sé que me dijiste que tuviera cuidado con él, pero no pude evitarlo, ya me conoces.
Esto es todo, un beso.
Nina
PD: Espero verte en Navidad
Él arrugó el pergamino, y lo tiró a la basura. No decía nada interesante, al menos no nada más de lo que él sabía del asunto. Por otro lado, le alegró que Petra tuviera amigas en Hogwarts. No supo bien porque, pero eso le alegró.
Siguió corrigiendo los pergaminos. El de Nina Diwan merecía un 10, y se lo puso. Era conciente de que era considerado parcial, pero no le importaba mucho. Sabía reconocer un trabajo cuando estaba bien hecho. Además, no tenía ganas de recibir otra visita de esas a su despacho. No tenía ganas de recibir a una madre histérica gritando 'Mi hija no se merece un 9, se merece un 10. Ella es la mejor en hacer pociones, es una genio. No creo que usted haya hecho la mitad de las pociones que ella ha hecho. ¿Qué sabe usted?'
Terminó con esa tarea tan tediosa que formaba parte de ser profesor antes del almuerzo. Esa misma tarde, ya que no tenía nada que hacer y no tenía la menor intención de ir a ningún lado, se dedicó a mirar los libros que le había dejado la madre de su alumna de primero.
La tapa de uno, el más antiguo y desvencijado, tenía la cubierta hecha de cuero negro, con letras plateadas bordadas en él. Se leía 'Pociones Cotidianas Para Brujos Ordinarios de Merk Billio.'
Lo abrió con cuidado. Parecía que si no tenía cuidado suficiente, el libro se desintegraría. En la primer página, estaba escrito algo con tinta negra, como una dedicación 'Para mi valiosa Valerie, de tu adorado Droxie. Para que esta temporada seas quien desees ser.' Pasó hoja por hoja, pudo ver que muchas de las pociones estaban escritas en runas, y otras en latín. Hacía mucho tiempo que no veía pociones escritas en latín. Aparentemente ese libro tenía la edad que su alumna decía que tenía. Finalmente encontró la poción que había estado buscando y dejó el libro a un lado, para buscar en el otro libro.
El otro libro no era tan grueso. Estaba forrado en terciopelo azul, pero estaba muy desgastado, y se veían algunas quemaduras. El título –'Pociones Ordinarias para Brujas Cotidianas'- estaba escrito con letra de imprenta color verde, y el nombre de la autora –Triana Lovelace- estaba escrito con letras doradas. Este también tenía dedicación, pero estaba un poco borroneada. Severus pudo leer 'Para Linda Venimeux de tu profesor Trank Arznei. Enero de 1352.' Severus meditó unos instantes. Esos nombres, Arznei y Venimeux le sonaban de algún lado, pero por la fecha, supuso que serían solamente familias de magos, o de antiguos alumnos suyos. No le dio más importancia y siguió buscando la poción en cuestión.
-Bueno. –dijo Petra cuando terminó de almorzar- creo que es hora de ir a visitar al profesor de pociones. ¿Te parece Nina?
Ella no dijo nada.
-Las acompaño. –dijo Agnes, que se acercaba a la mesa de sus compañeras de curso después de haber terminado su almuerzo- pero no entraré al despacho. Yo no tengo nada que ver en el asunto, y no ayudaré en nada, pero te ayudo a llevar a Nina hasta allí.
Petra se puso de pie cuando Agnes terminó de hablar, y tomó a Nina del brazo.
-Vamos –le dijo- sé que no quieres hablar con él, pero no tienes más remedio, además, fue tu idea...
Nina seguía sin decir nada, pero se puso de pie, y salió en dirección a las mazmorras, seguida por Agnes y Petra.
Cuando llegaron a la puerta del despacho, Petra golpeó la puerta y esperó la respuesta del profesor.
-Adelante. –dijo él en un gruñido.
-¿Estás segura que no nos quieres acompañar? –le preguntó Petra a Agnes ya con la mano en el postigo de la puerta.
-No... no se preocupen. Yo las espero aquí afuera. Además, como ya les dije, yo no tengo nada que ver con este asunto.
-Bien. Como quieras.
Nina seguía sin decir nada, sólo miraba al piso. Petra fue la primera en entrar al despacho. Al verla el profesor perdió su expresión de enfado que le había quedado marcada desde la visita de la Señora Diwan, y esbozó una leve sonrisa. Petra le devolvió la sonrisa y se adentró aún más al despacho. Nina venía caminado bien detrás de ella y seguía con la cabeza gacha.
-Buenas tardes, Petra. –dijo el profesor, que no se había dado cuenta de la presencia de Nina en el lugar- ¿Deseas alguna cosa?
-Buenas tardes, ¿profesor? –dijo ella, todavía con la sonrisa en su boca, pero un poco más nerviosa- Eh... sucede que... bueno... Nina y yo queríamos...
-¿Nina? –la interrumpió él sorprendido. Recién en ese momento Nina se puso a un lado de Petra, permitiendo que el profesor la viera por primera vez- Buenas tardes, señorita Diwan, ¿qué se le ofrece?
La expresión del profesor cambió completamente al ver a esa alumna, y se puso como la que acostumbraba usar con sus alumnos.
-Bueno... –Petra seguía hablando por Nina- nosotras queríamos dejar algunas cosas en claro. Primero que nada, queríamos aclarar que el que la madre de Nina haya venido al colegio no fue a pedido de Nina. Fue sólo que ella creyó conveniente venir.
-Lo sé. –dijo él inexpresivamente.
-¿Lo sabe? –dijo Petra sorprendida- Bueno. Por eso, no creemos conveniente que Nina reciba un castigo por la visita de su madre.
-¿Por qué le pondría un castigo por eso?
-Porque... bueno, no sé porque. Pero, solamente por las dudas.
-¿Sí?
-Sí. Siguiendo con lo que estaba diciendo, tampoco pensamos que ella deba recibir un castigo por lo sucedido en la clase el jueves, ya que creemos que fue una tontería por un tema sin importancia.
-¿La señorita Diwan también cree que esa impertinencia que fue un tema sin importancia? –preguntó el acusadoramente.
-¡No fue una impertinencia! –le respondió Nina enojada- Si usted no sabe todo lo que se puede llegar a saber en el mundo de las pociones, no se las agarre con los alumnos que se interesan por su materia. Debo decirle que somos muy pocos. Estoy segura que los pocos que siguen los niveles más avanzados de pociones lo hacen porque no tiene más remedio.
-Nina... –le dijo Petra tratando de tranquilizarla- deja que yo hable, ¿sí?
-Un momento Petra. Déjame terminar. Si usted no es capaz de enseñar lo que debe, entonces no lo haga. Por lo que he visto de sus clase, ¡yo podría enseñar pociones! ¡Usted no debería andar por el colegio dándose aires de genio, si no posee los conocimientos básicos!
-Nina...
-¡Y no fue un tema sin importancia! Si usted no enseña bien desde el principio, después los errores se arrastran, y uno llega a tenerlos hasta el final. No creo que sea bueno que tengamos errores como estos cuando lleguemos a quinto año... ya sé lo que dirá, que es sólo un error de conceptos. Pero le voy a decir algo, esos errores son los peores, porque son los más difíciles de erradicar. Usted los tiene, la mayoría de sus alumnos los tiene. Usted debería aceptar que no es el mejor, y que una alumna de primero es capaz de superarlo. Supongo que Florence lo abandonó porque nunca fue capaz de admitir sus errores y le estropeó la vida a usted y a ella.
-¡SUFICIENTE! –rugió él, que temblaba por la paciencia que se le acababa de terminar- señorita Diwan, acompáñeme.
Alumna y profesor salieron del despacho. Nina se dio cuenta del grave error que acababa de cometer. No sólo había metido un tema que no tenía nada que ver con el asunto, y que era completamente personal de profesor, sino que era algo que habían escuchado de una conversación ajena, que definitivamente no deberían haber escuchado.
-¿Qué se le ofrece, señorita Whitelaw? –dijo él casi gritando al ver a Agnes de pie al lado de la puerta del despacho.
-Yo... nada... –dijo ella algo intimidada- sólo esperaba a Petra...
-La señorita Duckworth ya la acompañará.
El profesor Snape y Nina siguieron su camino a afuera de las mazmorras, y Agnes los siguió con la mirada.
-¿Qué sucedió? –le preguntó a Petra que acababa de salir del despacho.- escuché algunos gritos, pero no oí lo que decían.
-Sucede, que nuestra querida amiga mencionó lo que escuchamos por accidente en el despacho del director. –le respondió ella, con cierta nota de reprobación en la voz.
-Maldita sea. –dijo Snape cuando llegaron una gárgola. Ésta se movió, y una especie de escalera apareció, que los hizo subir hasta una puerta.
Nina no se atrevía a decir nada. Era conciente del terrible error que acababa de cometer, y no tenía la menor intención de volver a meter la pata.
-Profesor Dumbledore. –dijo él- tengo que hablar con usted.
'Así que este es el despacho de Dumbledore' pensó Nina. ¿No la irían a expulsar? Inmediatamente recapacitó, no lo podían echar por algo tan ridículo como gritarle a un profesor sobre su vida personal. Estaba mal, lo sabía, pero sólo eso. Se merecía un castigo, pero no la expulsión. Del castigo, Snape se podía encargar él mismo. Entonces, ¿qué hacían en el despacho del director?
-Adelante Severus. –le respondió la voz del director del otro lado.
El profesor abrió las puertas y entró, seguido de cerca por Nina, que seguía sin decir nada.
-¿Qué sucede Severus? –le preguntó Dumbledore, al ver la cara que tenía.
-Señor director, le traigo a esta alumna, que me resulta un tanto impertinente, pero ya se me ha ido de las manos.
-Me resulta poco creíble eso Severus. ¿Quién es ella?
-Ella es Nina Diwan. –respondió el profesor señalando a su alumna.
-Ah... debí suponerlo. Severus, creo que ya sé de que se trata. Te pido, por favor, que nos dejes solos, a la señorita Diwan y a mí.
-Cómo quiera, profesor. –dijo Snape, y salió sin más del despacho.
-Muy bien... –dijo el director, colocándose sus gafas en forma de media luna- siéntate Nina.
Ella, sin decir nada, obedeció. Estaba muy asustada. Ya no sabía que pensar. ¿Y si terminaban mal por lo del despacho en desuso? ¿O por haber escuchado la conversación de Dumbledore? Cualquiera fueran las consecuencias ella aceptaría toda la culpa. No quería que Agnes y Petra se vieran en problemas por su discusión con Snape.
-Me preguntaba cuando sería que Nina Diwan vendría a visitarme. –dijo el director con algo de calma.
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Hola de nuevo. ¿Les gustó? Espero que sí. El personaje de la señora Diwan está basado en mi propia madre –supongo que ella me mataría si lee lo que pienso de ella- aunque lo exageré un poco...
Ahora es momento de contestar los reviews:
Daneva Snape: Bueno, supongo que esa era la idea, ya que los Weasley se fueron, necesitamos alborotadores a largo plazo, y no tienen porque ser iguales a los Weasley. De cualquier manera, todavía les falta para hacer explotar inodoros.
John Croaker: Hola, editor, me encanta que desees que suba los próximos capítulos rápidamente...
Dama Narcala: Creo que sé a quien te refieres, pero me temo que vas a tener que esperar un poco para descubrir la verdadera identidad del padre, ya que Petra no es el único personaje, y hay otra chica a la cual le van a pasar cosas muy... interesantes, por así decirlo...
Esto es todo. Quizás demore un poco más para subir el próximo capítulo... será cuestión de paciencia.
