Siento mucho por la tardanza. Bienvenidos a un nuevo capítulo de este intento de historia. Ya les pido desde ahora que me dejen reviews, comentarios, y sugerencias, porque me encanta recibirlos.

Por otro lado, supongo que es necesario aclarar que algunos personajes y lugares de esta historia no me pertenecen a mí, sino que son de JK Rowling, y que me he apropiado de ellos para divertirme un rato.

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Capítulo 5: Vacaciones de Navidad

-¿Van a hacer algo especial estas vacaciones? –preguntó Nina por enésima vez cuando volvían en el Expreso de Hogwarts para las Navidades.

-No, creo... -dijo Petra mientras ojeaba un libro que le había tomado prestado de la biblioteca- pero espero que el señor Snape esté en casa, tengo muchas ganas de hablar con él, ya saben, fuera del colegio.

Agnes no decía nada, sólo tenía la mirada perdida hacia un punto indefinido del paisaje que se veía pasar por las ventanas del tren. Ninguna de sus dos amigas se atrevía a decir nada al respecto, ella a veces se ponía así, como inerte, y ellas sabían muy bien que prefería ser dejada sola.

-Espero que disfruten sus vacaciones. –dijo Agnes de pronto- Saben, a veces me gustaría tener algo lindo que ponerme, sólo para pensar que realmente soy parte de una familia de Slytherin.

-Pero ese moño es precioso. –le dijo Petra dejando su libro a un lado- No necesitas mucho más. A mí me gustaría poder tener algo de mis padres...

-Me refiero a ropa. A faldas, como las que usan ustedes. Ese tipo de cosas. Yo siempre estoy vestida como un bicho. ¿No les dije que esta es la ropa que usaba mi padre cuando era chico? Sí, uso la ropa de un chico, y todavía está más de treinta años desactualizada.

Petra y Nina se miraron. Por su puesto que se habían dado cuenta de los defectos en su vestimenta pero no decían nada. Al principio no se dieron cuenta, porque siempre andaba con el uniforme, después, cuando andaban con la limpieza, asumieron que se ponía eso sólo para no ensuciarse, pero después la usaba también para ir a los partidos de Quidditch, o simplemente para juntarse con ellas. Pero el problema no era exactamente su ropa, por que, como bien decía Nina, siempre se puede arreglar, pero que ella hacía cuestión de que todo su aspecto siguiera un estándar de dejadez, y desde luego, el único signo de que era una chica, era su moño plata y verde.

-¡Pero que cosas dices! –dijo Petra en tono algo de broma- si nosotras bien sabemos que lo haces sólo porque quieres parecerte a tu padre lo más posible.

Agnes esbozó una leve sonrisa, pero volvió a mirar por la ventana.

No mucho tiempo después, el tren llegó a la estación King Cross.

-Bueno –dijo Nina entre su bufanda, antes de salir en búsqueda de Matt, el ayudante de su madre y su abuelo- Nos veremos para el inicio de clases.

-¡Nos vemos! –se despidieron las otras dos.

-¿No quieres que te llevemos a tu casa? –le preguntó Petra a Agnes cuando pudo ver a su padre entre la multitud- No nos molesta para nada.

-No te preocupes, no vivo lejos de aquí. –le dijo Agnes, que tironeaba con su baúl.

-Entonces nos vemos.

Petra se despidió de Agnes, y salió de la estación. De pronto, Agnes se vio sola en la inmensidad de la estación, y comenzó a luchar para lograr mover su baúl. Caminó sola por las calles de Londres, hasta que llegó al caldero chorreante.

-Me alegra haber llegado antes de que oscureciera. –dijo para sí, mientras abría la barrera hacia el callejón Diagon- odio andar por ahí durante la noche.

Ella atravesó el callejón, luego el callejón Knocturn, hasta que cerca del final, llegó a un local con las ventanas rotas, y muy poco acogedor.

-Hogar, dulce hogar. –se dijo a sí misma en voz baja, con cierto tono amargo en su voz, y abrió la puerta de local.

Era increíble que alguien pudiera vivir allí. Hacía más de tres meses que nadie lo limpiaba, estaba lleno de botellas por todos lados, y se percibía un cierto olor a rancio en el aire. De repente, se escucharon pasos, y algunas palabras sin sentido, provenientes de una habitación contigua.

Agnes caminó hasta su habitación, dejó su baúl junto a la puerta, y se acostó, no quería ver a su padre, y menos a alguno de sus compañeros de bar. Quería dormir, olvidarse de todo. Volver a Hogwarts si fuera posible, y no volver a salir hasta graduarse. Pero no pudo cerrar un ojo por horas, y decidió ir a buscar un vaso de agua, solo por hacer algo.

Atravesó el living, y en uno de los sillones vio un bulto moverse.

-Hola papá. –dijo ella, pero la única respuesta que obtuvo fue un gruñido.

De repente, se oyó a alguien golpear la puerta. Agnes pensó en ir hacia la puerta, pero antes de que pudiera reaccionar, su padre ya estaba en camino, y ella optó solamente por seguir su propio camino hacia la cocina.

-Whitelaw. –dijo un hombre con voz grave desde la puerta. Agnes podía oír todo lo que sucedía en la entrada de la casa.

-Sabes lo que el señor oscuro quiere, todo lo que tienes que hacer es dárselo.

Se oyó un golpe seco, como el de alguien cayendo al suelo. Agnes no precisó que se lo dijeran dos veces, y se escondió debajo de la mesa de la cocina.

En la habitación contigua se oían cosas golpear por todos lados, los platos de las paredes se rompían, y los tres hombres -su padre y los dos Mortífagos-, se lanzaban maldiciones los unos a los otros.

-Tú te lo has buscado Whitelaw. –le gritó uno de los hombres.

De repente se abrió un hoyo en la pared, que hizo temblar toda la casa. Agnes pudo ver por el agujero en la pared de la cocina, como su padre caía al piso, luego de ser atingido por un haz de luz verde, y minutos después, el techo de la casa se empezó a desmoronar. Los dos hombres salieron a toda prisa de la casa, no sin antes dejar su marca color esmeralda en el cielo nocturno. Agnes sabía que tenía que moverse rápido, pero sus piernas no le respondían. Acababa de ver morir a su padre. A su alrededor caían los pedazos de techo. Las paredes temblaban cada vez más. De un instante a otro, el techo se desmoronó, y Agnes quedó atrapada entre los escombros.

-Buenas noche Petra. –dijo Severus Snape abriendo la puerta de su apartamento- ¿Cómo te encuentras?

-Bien, gracias señor Snape, ¿cómo está usted? –dijo Petra mientras entraba.

-Bien, por suerte. ¿Qué te trae por aquí?

-Mi madre me dijo que lo viniera a invitar a la cena de Navidad, si es que quiere ir.

-Gracias, mas creo que no podré ir. Pero siéntate, siento que aunque nos hemos cruzado un par de veces en Hogwarts, no hemos podido tener una conversación decente.

Petra entró con paso seguro a la sala del lugar, y se sentó en un mullido sillón verde con arabescos, su favorito. Snape por su parte, se sentó en una silla de madera oscura que quedaba mirando hacia la ventana.

-¿Cómo se enteró Diwan sobre Florence Brewer?

Petra se quedó muda por unos instantes. Había escuchado ese nombre, Florence Brewer, antes pero no sabía cuando había sido. Recordaba que tenía algo que ver con ella, su madre se lo había mencionado, pero no recordaba quien era. Pero algo era seguro, no se le había ocurrido para nada que fuera la misma Florence que había dejado a Snape.

-Es que... escuchamos una conversación por accidente. –dijo Petra. Su intención era mentir lo menos posible, ella sentía que su profesor de pociones la vigilaba tratando de descubrir alguna falla en su defensa.

-¿Qué escucharon exactamente?

-Eh... –ahora sí ella no sabía que responder. De hecho, no se acordaba muy bien de lo que habían escuchado, pero no quería revelar su secreto.

-No te preocupes, no me cuentes si quieres. De cualquier manera, creo que ya sé de que se trata. Y dime, ¿cómo te ubicas dentro del mundo mágico? ¿Qué materia te gustan más?

-Por ahora... me gustan Defensa Contra las Artes Oscuras y hechizos. Lo siento, pero Pociones no es lo mío.

-Pero te va bastante bien.

-Me va bien porque soy amiga de Nina, ella sabe explicarnos todo muy bien. Además, sin importar lo que usted diga respecto a su actitud, es muy buena en pociones, y también como amiga. Aunque tenga un carácter de perros y no pueda mantener el hocico cerrado.

Snape sonrió levemente, con una de esas sonrisas que últimamente le dedicaba solamente a Petra. La mención de los perros de hizo acordar a Sirius Black. No era que el recuerdo de su ex compañero le hiciera gracia, ni nada por el estilo, sino que, por el contrario, lo hizo sentirse casi feliz de tener una conversación como esa con Perta. Cada vez que la veía, que hablaba con ella, había algo que le hacía recordar...

-Entonces se puede decir que la señorita Diwan, la señorita Whitelaw y tú son amigas.

-¡Por su puesto! Creo que ya se lo he dicho. Y por favor, llámelas Nina y Agnes si a mí me llama Petra.

-Y supongo que esa amistad incluye también estampar la piel de algunos compañeros...

-Bueno, -Petra tenía su típica expresión traviesa en el rostro- esos son algunos efectos colaterales de tener amigas como ellas.

Snape volvió a esbozar su sonrisa, pero ésta se congeló de pronto. Sus ojos divisaron a la distancia una mancha verde. Parecía que la marca tenebrosa estaba en el callejón Knocturn.

-¿Qué sucede? –preguntó Petra algo preocupada, al ver que el rostro de su profesor palidecía de pronto.

-Mejor será que te vayas. –le dijo Snape bruscamente- ve a tu casa, y no salgas. No salgas hasta que yo te diga. Te iré a avisar. Y dile a tu madre que haré lo posible para cenar con ustedes esta navidad.

Petra se paró todavía algo extrañada, y miró hacia fuera. Vio en la distancia, una figura verde en el cielo.

-¿Qué es eso?

-El señor Oscuro lo hizo. Hazme caso y vete.

Ella no se atrevió a preguntar más y salió del apartamento.

Tan pronto como se cerró la puerta, el profesor Snape tomó un pergamino y la pluma de Fawkes que le había dado Dumbledore.

Profesor Dumbledore,

Es me deber informarle que ha habido un ataque en Londres, probablemente en el callejón Knocturn. Pensé que todavía no lo sabría.

Severus Snape

El profesor simplemente apuntó con su varita al papel, y este se desapareció. Él sabía que en ese preciso momento, el profesor Dumbledore estaba recibiendo su mensaje.

Petra llegó hasta su cuarto golpeando las puertas. Su madre había salido, de hecho no la había visto desde que se había ido a Hogwarts, pero ella llegaría en un par de horas más. Su padre había ido de compras. Nadie le había dicho que invitara a Severus Snape para navidad, pero ella quería invitarlo, y así sería.

Se tiró en su cama boca abajo, y sacó una caja de zapatos que guardaba debajo de ella. Adentro de la caja tenía todas las cosas que más le importaban desde niña. Vio adentro el primer regalo que le había hecho el señor Snape para su cumpleaños: una muñeca de porcelana con un vestido de terciopelo verde. Ella sonrió. Ahora sabía el porque de tanto verde a su alrededor. Por un instante, pensó que la muñeca le sonrió a ella también, pero descartó la posibilidad. Snape no le hubiera regalado una muñeca mágica a esa edad, cuando todavía pensaba que ella era muggle. Siguió revisando sus cosas y encontró lo que estaba buscando: una fotografía.

-Hola mamá. –le dijo ella dejando la caja en el piso, quedándole solamente la fotografía en la mano.

Esa fotografía se la había dado su madrastra, la que para ella había sido siempre su madre. Sus padrastros habían conocido a su madre. De hecho, su madre había muerto poco después de que ella naciera. Según le habían dicho, tenía una enfermedad, desde hacía mucho tiempo, incluso antes de quedar embarazada. Vivió sólo un par de semanas, y luego falleció. Sus padrastros, Marie y Samuel Duckworth la habían adoptado en parte porque su madre se la había pedido en el lecho de muerte, y por otro, porque se habían encariñado con la pequeña Petra. Petra... ese nombre lo había recibido en honor a un pariente de su madre, pero no sabía cuál.

De su padre no sabía nada. Sus padres no lo habían conocido, ya que al poco tiempo de que sus padres y su madre se conocieran, su madre llegó llorando a la casa de sus padres, diciendo que se había peleado con su marido, y no tenía a dónde ir. Sus padres la acogieron, y fue parte de su familia hasta que ella murió.

Comenzó a analizar la foto, no era de cuando su madre vivía con sus padres, en ese mismo apartamento, sino de antes, de cuando estaba en el colegio, probablemente tendría unos dieciséis años. Ella era una muchacha delgada, con el cabello de un marrón cobrizo. Tenía los ojos grandes y azules, y una nariz pequeña en forma de botón, como la suya. Ese era probablemente el único rasgo que tenía en común con su madre, su nariz, y las pecas. El rostro de su madre era extremadamente pecoso, pero con pecas bonitas, hasta agradables, como las suyas propias. Sin embrago el cabello de Petra era muy distinto al de su madre. Era negro y lacio, sin gracia ninguna. Sus ojos también eran muy distintos. Eran negros, como una caverna oscura. Su madre vestía un uniforme. Todo gris, con detalles azules.

De repente, Petra se puso totalmente pálida, como una sábana. Ese uniforme era el mismo que el suyo. El de Hogwarts. Sólo le faltaba la túnica negra y el sombrero. Volvió a mirar el rostro de su madre, y tuvo la impresión que la chica de la foto le guiñaba un ojo. Al final de cuentas, su madre si había sido una bruja. Dio vuelta la foto para ver si decía algo en el anverso, pero no había nada escrito. Cuando volvió a mirar la foto, por primera vez e muchacha la saludaba con la mano, con una sonrisa de oreja a oreja.

Agnes sintió que algo la encandilaba. Trató de abrir sus ojos, pero le resultaba muy difícil. Podía sentir que la cabeza le dolía como si se la hubieran partido en dos, y el resto de su cuerpo demoraba en responderle. Sí sabía que estaba en una cama. Una cama blanda, tan blanda como la de Hogwarts, pero muy distinta a la suya propia.

Finalmente logró abrir los ojos. Vio que estaba en un lugar que no conocía, con paredes blancas, y rodeada de gente que nunca antes en su vida había visto.

-Buenos días. –le dijo un brujo joven con el cabello pelirrojo y los ojos celestes, que llevaba una túnica color verde lima- me alegra que te hayas despertado. Será mejor que no te muevas mucho. Ya vendrá mi supervisor a revisarte. Sabes, es muy fea esa herida que tienes en la cabeza, pero con un poco de suerte, esta misma tarde volverás a Hogwarts.

Agnes volvió a cerrar los ojos, y delante de sus ojos comenzaron a correr las últimas imágenes que recordaba: su padre cayendo al suelo, los Mortífagos, la marca verde en cielo.

-Buenos días querida. –dijo una voz femenina y un tanto aguda a su lado- ¿cómo te encuentras?

Agnes abrió los ojos una vez más. La mujer era una mujer mayor, delgada y con el rostro demasiado arrugado. Tenía, además, demasiado maquillaje, lo que la hacía ver aún mayor.

-Me duele... la cabeza... –respondió Agnes casi con un hilo de voz.

-Era de esperarse. Te recetaré un calmante, que te aliviará el dolor, pero me temo que la herida tendrá que cicatrizar sola, no hay poción alguna que la cierre. Así que lo mejor será que te coloquemos una buena venda. Después de eso, cuando llegue el enviado de Dumbledore te podrás ir a Hogwarts. Mira, ya llegó.

Agnes trató de levantar la cabeza un poco, pero el dolor era demasiado, por lo que decidió esperar a que llegara hasta donde estaba ella.

-Buenos días señorita Duckworth.

Agnes logró reconocer esa voz, era la voz del profesor Snape.

-Que bien que ya está aquí. Es una pena que Poppy esté de viaje, estoy segura que ella lo hubiera resuelto en un instante. Si nos espera unos diez minutos, ella ya podrá irse al colegio con usted. –dijo la mujer que había estado hablando con Agnes instantes antes- Sólo tendremos que darle una buena dosis de calmantes, no sé si en Hogwarts tendrán suficientes. Igual le enviaremos una lista de todas las pociones que necesita, con los horarios, y la forma de realizarlas. Sólo espero que puedan encontrar a alguien capaz de realizar este tipo de pociones.

-No se preocupe, yo soy el profesor de pociones.

-En ese caso, ella estará lista en cinco minutos. Tome asiento mientras le preparamos su traslador.

Agnes se quedó dormida otra vez, pero cuando abrió los ojos, se encontró en su habitación en la mazmorra de Slytherin. Se sentó en su cama, y para su alivio, ya no le dolía la cabeza. Supuso que sería por las pociones que le habían administrado en San Mungo. Aunque todavía estaba un poco mareada, Agnes se puso de pie parar ir hasta el tocador y así poder peinarse.

Mientras se dirigía al baño, vio que sobre su baúl había un pergamino con una nota. Ella lo leyó en un instante, siguió su camino hacia el baño. La nota decía:

Querida Agnes,

Antes de decirte nada, mejor será que tengamos una pequeña conversación. Cuando quieras encontrarme, ve a mi despacho que allí te esperaré.

Albus Dumbledore

Agnes decidió que lo mejor sería terminar con eso lo antes posible. No sabía que cosa nueva podría decirle el director. Sabía todo lo que tenía que saber. Su padre había sido asesinado, asesinado por Mortífagos. No había nada de nuevo para agregarle al tema.

Ella caminó apresuradamente por los pasillos. Sabía donde estaba el despacho del director, Nina lo había puesto en el mapa tan pronto como recuperó la calma después de los percances con Snape. Agnes sólo esperaba que la contraseña no hubiera cambiado.

-Maldita sea. –dijo ella poniéndose de pie frente a la gárgola.

Agnes pudo darse cuenta que su voz estaba ronca, y que temblaba un poco. Ella pasó sus dedos por su trenza, y luego por su nuca. Podía sentir como una especie de bulto debajo de la venda que le habían colocado en la cabeza a modo de vincha. Por unos instantes por su cabeza cruzó la pregunta de que demonios le habían puesto debajo de la venda, y porque era que no lo podían curar así como así, pero la pregunta de disipó al ver que la gárgola se movía, para cederle al paso al despacho del director.

Albus Dumbledore estaba sentado en su silla. Su expresión no era la alegre que solía mostrar frente al alumnado, sino era más bien seria y preocupada. Agnes agradeció por ello, ya era suficiente lo mal que se sentía.

-Buenos días Agnes, toma asiento.

-Buenos días señor director. –respondió ella sentándose en una silla frente al escritorio de Dumbledore.

-Primero que nada, querida Agnes, quiero decirte cuanto siento lo de tu padre.

-No se preocupe, puede decirme que murió, yo lo vi morir. No hay nada que pueda hacer al respecto. –dijo Agnes tratando de sonar segura de sí misma, aunque en realidad, lo que quería hacer en ese mismo momento era largarse a llorar.

-No hay motivo para no llorar, Agnes, eso te hará bien. Pero, como esperarás, no te pedí que vinieras para darte mis condolencias.

-He bajado la guardia profesor, ¿qué es lo que quiere decirme?

-¿Por qué crees que tu padre murió?

-Bueno, no hay que ser muy inteligente para darse cuenta, -dijo Agnes tratando de sonar lógica- mi padre era un inefable, y ellos buscaban información, pero él se rehusó a dársela, entonces lo mataron.

-Bien... –dijo Dumbledore más para sí mismo que para Agnes- Entenderás que tendrás que permanecer aquí durante lo que queda de las vacaciones. Más adelante hablaremos sobre tu futuro.

-Como usted diga.

-¿Hay algo más que quisieras saber?

Por la cabeza de Agnes cruzaron un millón de preguntas, pero prefirió preguntar algo que la venía inquietando desde hacía ya mucho tiempo.

-¿Qué tanto sabe Petra sobre... sobre su padre?

-Todavía nada, pero creo, o al menos espero, que no demore en descubrirlo. Puedes retirarte.

Agnes salió del despacho de Dumbledore, y tan pronto como cerró la puerta tras de sí, se echó a llorar. Ella acababa de decirlo, su padre había muerto, y no había manera de volver el tiempo. Agnes dejó que sus pies la guiaran, mientras no paraba de llorar. Subió y bajó escaleras, cruzó innumerables pasillos, y de pronto, mientras ella subía unas escaleras, sintió como se golpeaba contra algo, o más probablemente, alguien, y ella caía rodando escalera abajo.

Antes de quedar inconsciente, Agnes pudo oír la voz de alguien, que le gritaba cosas que le resultaban incomprensibles. Justo en el momento que su cabeza tocó el frío piso de piedra, ella quedó inconsciente.

-Hola Nina. –dijo Matt cuando entró a la tienda de pociones esa tarde- ¿Cómo te lleva Hogwarts?

-Hola Matt. Yo estoy bien, gracias por preguntar. Y Hogwarts me lleva bastante bien, si no tomamos en cuenta a ciertos profesores.

-Sé lo que se siente tener clase con Snape.

-Oh no, no sabes lo que es estar en m lugar. Gracias a mí, o a mamá, o a quien sea, las clases de pociones son una verdadera pesadilla, y toda la clase me culpa a mí.

-¿Tus amigas también?

-Bueno, Agnes y Petra más bien me toman el pelo. Deberías ver sus imitaciones de McGonagall y Snape, me hacen reír por horas. Quizás las invite para que vengan en verano, ¿te parece?

-No me preguntes a mí, yo no tengo nada que ver. La de todo este asunto es tu madre. ¿Cómo dijiste que se llaman tus amigas?

-Petra Duckworth y Agnes Whitelaw, ¿por?

-Whitelaw... ese nombre me suena... ¡Ya sé! Anoche llegó una chica a San Mungo, debe tener tu edad, pero su nombre era Agnodice Whitelaw, no Agnes.

-¡Esa es Agnes! –dijo Nina, mientras sentía que todo se le subía de pronto- ¿cómo está?

-Eh... –Matt por un instante deseó no haber dicho nada- no del todo bien. Tiene una herida bastante fea en la nuca, pero se curará antes de que comiencen las clases otra vez. No te preocupes, hoy de mañana Snape la fue a buscar para que regresarla a Hogwarts, ahora ya debe estar caminado.

-¿Hogwarts? –dijo Nina, que comenzaba a oler algo raro en el asunto- No, no puede haber vuelto a Hogwarts. Ella vino con nosotras en el tren. A no ser que...

-¿Qué?

-Espera un momento.

Nina salió disparada hacia el salón, donde por lo general estaba el periódico. Allí, en primera plana, había una foto en blanco y negro de la marca tenebrosa, con un enorme titular: 'El innombrable vuelve a atacar. Anoche en el callejón Knocturn murió un hombre víctima de Mortífagos. Nadie resultó herido'

-¿Desde cuando lees el periódico? –le dijo Matt desde la puerta del salón.

-Desde que hablan sobre la muerte del padre de una de mis amigas.

Nina leyó rápidamente la hoja, y allí, encontró el nombre que tanto temía.

'Alan Whitelaw, de treinta y tres años, y antiguo funcionario del ministerio fue la única víctima del ataque. Su hija Agnodice, de apenas once años, no se encontraba en el lugar en el momento del ataque, ya que había decidido permanecer en Hogwarts para las navidades. Desde la edición de este periódico, transmitimos nuestro pésame.'

-Pobre chica... –dijo Matt mirando a Nina, que había quedado muda después de haber leído esas líneas.

Nina seguía sin decir nada. Subió a su cuarto, y tomó un pedazo de pergamino y una pluma.

Querida Petra,

¿Cómo la estás pasando? Yo, ya de paso, te cuento que por mi casa nada interesante ha sucedido. No sé si te has enterado de los sucesos que han acabado de pasar. El padre de Agnes falleció anoche en manos de Mortífagos. Agnes resultó herida en el asunto, pero ahora estás bien. Creo que lo más importante por el momento es idear alguna manera de animar a Agnes.

Escríbeme pronto.

Nina.

Ella dejó ese pedazo de pergamino a un lado, y tomó otro, esta vez para escribirle a Agnes.

Querida Agnes,

¿Cómo estás? Espero que bien, o al menos un poco mejor. Por el momento no sé que decirte, más que lamento lo de tu padre, y que espero que te pongas bien pronto. Espero con ansias el retorno a clases.

Un abrazo muy fuerte,

Nina

Nina puso cada pergamino en un sobre, y luego dos de las lechuzas que su madre usaba para los envíos. Las dejó salir por la ventana de su habitación, mientras pedía al cielo que su amiga estuviera bien.

Petra todavía no se había recuperado de la sorpresa de saber que su madre había sido una bruja. Andaba todo el día mirando la foto de su madre como embobada, pero aún no salía del apartamento. El señor Snape le había pedido que se quedara allí, y precisamente eso iba a hacer, o al menos hasta que él le dijera que podía salir.

Esa tarde, mientras revisaba su lista de navidad, oyó un leve golpeteo en la ventana de la cocina. Levantó la vista, y vio una lechuza. No era Droxie, la lechuza de Nina, pero igual pudo darse cuenta en seguida que la carta era de ella, ya que la señora Diwan le había enviado a Nina unos cuantos paquetes con esa lechuza. Ella se apresuró a llegar hasta la ventana para dejar entrar a la lechuza. Una vez que la lechuza entró a la cocina, Petra le dio unos pedazos de pan que tenía sobre la mesa, y abrió el sobre que tenía la carta de su amiga.

Al terminar la carta, le costó un poco asimilar todo lo que había sucedido en los últimos días. Pero poco a poco se fue dando cuenta. Esa marca verde que había visto en el cielo cuando estaba en la casa del señor Snape evidentemente había aparecido cuando murió el padre de Agnes, por eso el señor Snape se había puesto de esa manera. ¿Sólo por eso?

Petra decidió que lo mejor sería no pensarlo más, y escribirle a Nina. Ella tenía razón, tenían que imaginarse algo para animar a su amiga.

Querida Nina,

¿Cómo estás? Espero que bien. Yo estoy bastante bien, gracias por preguntar. La verdad es que lo de Agnes es trágico, y como tu, pienso que tendríamos que hacer algo al respecto.

Por otro lado, te cuento que descubrí que mi madre era de hecho una bruja, y por eso creo que mi padre también lo era. Tendré que preguntarle a Dumbledore cuando regrese al colegio, ya que el señor Snape no me dice nada.

Escribe pronto. Un beso y un abrazo,

Petra

Petra ató la carta a la pata de la lechuza de Nina, y la dejó salir volando por la ventana.

Él vio como la persona con la que se había golpeado caía escaleras abajo. De igual manera, cayó la montaña de libros que acababa de sacar de la biblioteca.

-Fíjate por dónde vas. –gritó él enojado- No te metas en mi camino.

Él bajó la escalera a saltos, mientras recogía los libros que habían quedado desparramados, hasta que llegó al lugar donde estaba aquella persona. De un momento a otro, vio como el piso del pasillo de llenaba de sangre que salía de la cabeza de la niña. La niña tenía el cabello castaño atado en una trenza que terminaba en una trenza en los colores verde y plateado.

En ese momento de dio cuenta de que aquella niña era una compañera de casa. Esa no era la época para que las alumnas de Slytherin anduvieran desangrándose por los pasillos. Recogió rápidamente sus libros, y con un movimiento de su varita la hizo flotar por el aire. La llevó así hasta la enfermería, dónde encontró a Madame Pomfrey.

-Buenas tardes Malfoy, -dijo la enfermera cuando lo vio entrar a la enfermería- ¿qué se le ofrece?

-Ella. –dijo él señalando a la niña que seguía flotando inconsciente-.

-¡Señorita Whitelaw! Póngala en esta camilla. ¿Qué le ha sucedido?

-Eh... se ha caído por las escaleras. –él no entendía muy bien que tanto alboroto armaba la enfermera. Por lo general ella curaba a todos en un instante.

-Vaya a buscar a la profesora McGonagall, dígale que vaya a buscar la poción de la señorita Agnodice Whitelaw, el resto déjemelo a mí.

Él salió rápidamente de la enfermería, no sin antes dejar los libros en la enfermería. Él sentía que de alguna manera era su deber de prefecto velar por la seguridad de sus demás compañeros de casa. Aproximadamente quince minutos después él regresó con un frasco que contenía un líquido violeta.

-La profesora McGonagall dice que es lo último que queda, y si necesita más tendrá que pedirle al profesor Snape que la prepare.

-Muchas gracias, puede irse tranquilo, ella estará de pie antes de la cena.

Agnes salió esa tardecita de la enfermería, tal y como había dicho Madame Pomfrey. Ella estaba hambrienta, por lo que lo primero que hizo fue ir al gran comedor a ver si la cena ya estaba servida.

Mientras caminaba, recordaba algunas cosas que habían sucedido en los últimos días. En San Mungo habían dicho que era una pena que Madame Pomfrey estuviera de viaje, pero ella estaba en Hogwarts... había algo en todo ese asunto que no andaba bien.

Cuando llegó al comedor, vio que el único alumno de Slytherin era un chico con el cabello rubio platinado. Agnes decidió sentarse a cenar con él, cualquier cosa sería mejor que comer sola.

-Hola. –le dijo él cuando ella se sentó en la mesa- ¿cómo te encuentras?

-Bien... supongo. Todavía me duele un poco la cabeza... disculpa que te pregunte, pero ¿cómo te llamas?

-Lo siento, olvidé presentarme. Mi nombre es Draco Malfoy, y voy en sexto. Además soy prefecto. Tú debes ser Agnodice Whitelaw.

-Sí esa soy yo, pero dime Agnes, ¿te puedo decir Draco?

-Como quieras. Y quiero que sepas que no era mi intención tirarte por las escaleras.

-No, yo era la que no prestaba atención.

-Lo que digas. Si quieres te acompaño hasta que termines de comer, no hay nada que hacer en este maldito castillo. Por lo menos algo como la gente. Sabes, si no te hubiera encontrado hubiera pensado que era el único Slytherin en todo Hogwarts.

-Es que... –Agnes hizo una rápida revisión mental de los últimos acontecimientos para encontrar lo mejor para decir, sentía, o incluso sabía, que algo estaba ocurriendo, y lo mejor sería seguirle la corriente a Dumbledore- tuve un accidente y me tuvieron que llevar a San Mungo, la misma noche que todos regresaron a sus casas. Por eso cuando caí sangré tanto, la herida que tiene que cicratizarce sola, no me puedo imaginar porque. Pero, como verás, ya estoy bien. Tengo que ir a tomar esa cosa violeta todas las noches antes de irme a dormir. Es realmente asquerosa, por no le puedo hacer nada.

-Así que eres de la familia Whitelaw. No recuerdo tener ningún pariente de esa familia.

-No creo que tengas parientes de la familia de mi padre, ellos antes vivían en Canadá. Mi padre fue el primero en venir a Hogwarts. Aunque puede ser que tengas parientes por parte de mi madre. Sinceramente, la familia de mi madre me da lo mismo, hace muchos años que no los veo.

-¿No? ¿Puedo saber el motivo?

-No, no puedes. –le respondió Agnes dándose aires de superioridad-.

Malfoy sonrió, y se sirvió un poco de jugo de calabaza.

-Sí que eres Slytherin.

-¿Algún problema con eso?

-Ninguno. –respondió él restándole importancia al asunto y rascándose la cabeza al mismo tiempo- Esto pica.

-¿Qué pica?

-Esa cosa que alguien puso en la comida los otros días, cuando quedamos todos manchados. Me dejó una alergia horrible. Si llegara a descubrir quien fue, te juro que le daría un buen castigo. Apuesto lo que quieras que fue un Gryffindor. Son un infierno.

Agnes soltó un risita leve, pero nada más. Él no tenía ni idea que había sido alguien de su propia casa, y que peor aún, estaba delante de él.

-Buenos días. –le dijo un muchacho pelirrojo a Petra cuando entró a la tienda- ¿puedo ayudarte en algo?

-Eh... –dijo ella mirando a su alrededor, esa tienda era como el paraíso, era un pena que Agnes no pudiera estar allí- ando buscando algo para una amiga. Un regalo, no quiero hacerle ninguna broma, pero ella si quiere hacer bromas.

-¿Qué edad tiene tu amiga? –le preguntó él mirándola con una expresión suspicaz.

-Tiene once, como yo. Lo que realmente quiero hacer es animarla, el se... el Innombrable... ya sabe...

-Cuanto lo siento. –dijo él dirigiéndose al final de la tienda, como buscando algo importante- Dime, ¿por causalidad podrías decirme quien fue que hizo enojar a Snape? Hace tiempo que ando buscando a la persona que lo hizo, para felicitarlo. Nunca lo vi tan molesto, y eso viniendo de Fred Weasley ya es mucho.

-Al señor Snape lo hizo enojar otra amiga mía. Todavía sigue molesto con ella, pero cuando está conmigo hace como si no fuera así.

-¿Lo conoces? Digo, afuera de Hogwarts.

-Sí, es mi vecino. Sabes, es muy bueno cuando le caes bien.

-Sólo conozco una persona que se lleva bien con él, Dumbledore, y quizás algún que otro mortifago. Si tu te llevas bien con él, y no pareces ser mortífaga, te mereces mi admiración.

-No sé porqué dices eso, pero me da igual. ¿Qué me recomiendas para mi amiga?

-Buenos días. –dijo una voz femenina cerca de la oreja de Nina- Hoy es navidad.

La niña se sentó de un golpe, y luego de decirle 'Feliz Navidad' a su madre, salió disparada hacia la sala, donde habían armado el árbol de navidad. Allí encontró un montón de regalos, la mayoría de ellos con su nombre escrito. De sus tías recibió la habitual desmesurada cantidad de ropa, unas cuantas chucerías verdes y plateadas de sus parientes que habían asistido a Slytherin. Hizo las medias a una lado, se las daría a Agnes cuando regresaran a Hogwarts. En el montón encontró el regalo de su madre, el de su abuelo y el de Matt, que parecía que habían roto la chanchita para comprarle en diario forrado en terciopelo azul, con un águila hecha de bronce en la tapa. A eso tenía acompañado unas cuantas plumas de pavo real y tinta que podía cambiar de color.

Los últimos regalos que abrió fueron los de sus amigas. Ella pensaba que no tendrían que haberle regalo nada, aunque ella sí les había enviado regalos. Especialmente Agnes.

Petra le había enviado un grueso libro de pociones con una tapa negra y sobria que decía 'Pociones Básicas'. Cuando ella abrió el libro para ver si tenía dedicatoria, se dio cuenta que en realidad la tapa negra era una tapa falsa, y la tapa verdadera tenía unos colores muy chillones, que cambiaban a cada rato. Tenía escrito en negro 'Pociones para vengarse, destruir, y hacer bromas pesadas sin dejar de divertirse con los resultados. No apto para magos adultos' El libro sí tenía dedicatoria. Petra le había escrito:

'Cuando Snape vio este libro, dijo: "Para que la mocosa de la señorita Diwan continúe rompiendo las normas y llevándose la autoridad por delante" y espero que sea así. Petra'

Nina sonrió y dejó el libro a un lado. En ese momento decidió que sería mejor calmar los ánimos con Snape, para evitarse problemas en el futuro. Por último abrió el paquete que tenía el regalo de Agnes. Lo primero que vio fue una tarjeta de navidad verde y plateada, con la estilizada letra de Agnes.

'Feliz Navidad, mi querida amiga Nina. Por más que siempre estemos peleando, quiero que sepas que te quiero, y no podría pedir una mejor amiga que tú.'

Adentro del paquete encontró un sombrero de bruja de color lila, el color preferido de Nina. No sin preguntarse de dónde demonios había conseguido dinero para comprarle un regalo de eso, Nina llevó todos sus regalos a su habitación, esperando que a sus amigas les gustaran los regalos tanto como le habían gustado a ella.

Agnes se dio vuelta en su cama tranquilamente, y se despertó con algo de pereza. Se vistió con un par de pantalones y una camisa, y bajó a la sala común de Slytherin. Allí se encontró con Draco Malfoy, que estaba abriendo su montaña de regalos, con un plato de galletas de jengibre a un lado.

-Feliz Navidad Agnes. –le dijo él cuando la vio aparecer de las habitaciones de las chicas. Ellos se llevaban muy bien, ya que eran los únicos con los que habían hablado en todas las vacaciones, y ellos comenzaban a ver al otro como un hermano.

-Feliz Navidad Draco. ¿Hace mucho que te levantaste?

-Un rato. Tuve que esperar a que los elfos terminaran de hacer las galletas. Ven a abrir tus regalos.

Agnes se acercó al árbol que habían puesto en la sala común de Slytherin sin mucha esperanza de recibir muchos regalos, pero se sorprendió al ver el montón de regalos que llevaban su nombre.

El primer regalo que abrió fue el que le entregó Draco tan pronto como se sentó al pie del árbol. Estaba forrado con un papel verde, y tenía un hermoso moño plateado. Dentro encontró una falda de jean que posiblemente le quedaría más corta que el uniforme, una camisa con diminutas flores celestes, un buzo de hilo blanco con pequeñas serpientes.

-Muchas gracias Draco. –dijo ella abrazándolo con fuerza antes de soltarlo- no tenías que haberme regalado nada.

-Quédate quieta o te lo quito. –dijo él en broma- y gracias por la bufanda. Debe haberte costado una fortuna. Y por si no te diste cuenta, celeste y blanco son los colores la familia Whitelaw.

Agnes sólo sonrió. Él ni se imaginaba que la había tejido ella misma, y que la lana, así como los materiales para los demás regalos, se la había conseguido un elfo llamado Dobby. Ella se preguntó si sus amigas se habrían dado cuenta que ella había hecho todos los regalos.

Luego siguió con el regalo de Nina. Su amiga le había enviado en una hermosa caja de madera, una hermosa muñeca de porcelana vestida de ángel, y le había incluido una nota:

'Para la traviesa Slytherin, su ángel de la guardia, para que la cuide como lo haría yo'

Agnes colocó el ángel a un lado, y buscó el regalo de Petra. Estaba en una bolsa de papel, con un nombre escrito en rojo. 'Sortilegios Weasley'. Adentro encontró envuelto en un delicado papel una cajita no más grande que un libro. Sobre la caja estaba escrito 'Polvo multiusos'. Agnes pensó en abrir la caja, pero conociendo a Petra, mejor sería no hacerlo. Volvió a revisar la bolsa, y allí encontró una tarjeta al estilo muggle, de algo llamado UNICEF.

'Este regalo espero que lo uses para castigar a algún pobre desgraciado, que nos halla quedado entre ceja y ceja. Antes de todo, te recomiendo que leas el folleto que me dieron en la tienda.'

Ese regalo era algo distinto de lo que había esperado, pero era esperable de Petra, que por lo general era la de la mente más diabólica de las tres. Entre los demás regalos encontró una caja de dulces que le había enviado el director, una pequeña serpiente en miniatura que le había enviado el profesor Snape –para su propia sorpresa-, y un sexto regalo que nunca hubiera esperado recibir: un regalo de su madre.

Estaba envuelto en un papel dorado. Era una caja pequeña, y tenía algunas inscripciones en jeroglíficos. No tenía la menor idea que dirían, pero no le importó mucho. Adentró de la caja encontró un telescopio en tamaño miniatura, también con jeroglíficos, y un pequeño mapa estelar de tamaño acorde al telescopio.

-¿Sabes que dice aquí? –le preguntó Agnes a Draco pasándole la cajita-.

Él miró unos instantes la caja, y finalmente confesó que no tenía la menor idea, y lo mejor sería preguntarle al señor Binns.

Cuando golpearon la puerta del apartamento, Marie Duckworth salió apresurada a atender la puerta. Como suponía, del otro lado encontró a un hombre vestido totalmente de negro, con algo que probablemente sería una botella de algo en una mano, y un regalo en la otra.

-Por favor, adelante. ¿Puedo decirle Severus? –le dijo la señora Duckworth cuando lo vio, recibiendo alegre la botella- Siéntese por favor.

Él caminó mirando un poco receloso a su alrededor, pero finalmente se sentó en uno de los sillones. La casa tenía chirimbolos por todos lados, y un árbol de navidad que evidentemente había sido colocado allí a la fuerza.

-Sam llegará dentro media hora, más o menos, recibió una llamada urgente del banco. –le decía la señora Duckworth desde la cocina- en un momento le llamo a Petra. ¡Petra! ¡El señor Snape ya está aquí!

-No tienes que gritar mamá. –dijo ella saliendo de su cuarto- Ya lo oí cuando llegó. Feliz navidad señor Snape.

-Feliz navidad Petra. Toma. Éste es tu regalo.

Ella rasgó con alegría el papel, y adentró encontró una pulsera de plata, con pequeños zafiros incrustados.

-No... no... tenía que gastar tanto... –dijo Petra mirando medio mareada la pulsera- en serio... al lado de esto mi regalo es... nada.

-Tu regalo me encantó, en serio. Y tú te mereces un regalo como este.

-Es hermoso. –dijo la madre de Petra cuando se acercó a ver el regalo- y te combina con el regalo de tu amiga.

-¡Es cierto! –dijo Petra sin quitar la mirada de su regalo- venga que le quiero mostrar todos mis regalos.

Sobre la cama de Petra se encontraban unas cuantas cosas, un poco amontonadas.

-Bueno –dijo ella señalando cada cosa mientras hablaba- este perfume me lo regalaron mis padres, estas polleras fueron mis abuelos que me las regalaron, la bufanda fue mi tía que vive en Canadá, este cuaderno de poemas fue Nina. Ella sabe que me encanta escribir. Y esta capa me la regaló Agnes.

Petra levantó la capa turquesa que tenía sobre la cama. Le quedaba hasta el piso, y tenía algunos símbolos bordados con un hilo plateado en los puños y en la parte de abajo.

-¿Sabe que dice?

-Está escrito en celta antiguo, pero creo que ya lo he visto escrito antes. Estoy seguro que dice Brewer.

-¿Brewer? –dijo Petra mirando la capa- ¿Ese no era el apellido de Florence?

Snape se quedó en blanco. Ella tenía razón, era el apellido de Florence, Florence Brewer. Su Florence Brewer.

-Sí, creo que sí.

Él se quedó bastante callado durante él resto de la cena. Quería que terminara pronto para estar sólo y poder pensar con claridad. Debía haber algo que se le había escapado. Dumbledore sabía, y quizás sólo estaba esperando que él se diera cuenta. Cuando llegó a su propio apartamento al terminar la cena, se tiró en su cama, cerró los ojos y comenzó a recordar.

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Bueno mis querido lectores, aquí termina este quinto capítulo, y en los próximos capítulos conoceremos un poco del pasado de nuestro adorado Severus Snape. Les pido, les ruego, que tengan paciencia conmigo, porque como el miércoles empecé a estudiar para mis malditos exámenes de fin de curso, no hago nada más que estudiar. Pero espero que no me demore mucho...

Un beso,

YO

Ahora, a contestar los reviews:

Dama Narcala: Hola, las preocupaciones de Snape van a salir a luz en estos próximos capítulos, ni yo sé en cual, pero te digo que tiene que ver con su pasado, y con una cierta chica, que ya debes saber quien es... pero te digo que la preocupación de Snape está lejos de que Petra se de cuenta, y tiene que ver con su pasado, y con Dumbledore, y... creo que ya di demasiada información.

John Croaker: Hola hermanito, ¿cómo estás? Esta es la actualización que tanto me pediste. Un besote.