¡Hola a todos!

Perdón por el retraso, es que... bueno ya había escrito este capítulo pero me había quedado algo soso, entonces tuve que volver a escribirlo, y ya saben, me llevó algo de tiempo. Pero ahora sólo lean.

Y con respecto al nombre de este capítulo, ya se que deja algo que desear.

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Capítulo VI: La marca

Severus Snape cerró los ojos y comenzó a recordar.

FLASHBACK

Un niño de apenas unos once años estaba sentado sólo en un compartimiento del Expreso de Hogwarts. Tenía el cabello negro, al igual que sus ojos, y una nariz ganchuda que sobresaltaba en su cetrino rostro. Llevaba una túnica negra, y a su lado tenía un baúl que evidentemente era demasiado viejo. Tenía la mirada perdida en algún punto de la plataforma, pero era imposible decir cual. De repente, la puerta del compartimiento de abrió, y varias personas entraron.

-Hola. –dijo una niña con los cabellos crespos y rubios, que tendría la misma edad que él- ¿podemos sentarnos contigo?

Él no respondió, seguía pensando en el cadáver frío de su madre que acababa de ver hacía menos de veinticuatro horas quemarse en una pia funeraria. Su madre... esa mujer que él había adorado tanto, y que él hubiera defendido hasta la muerte, si hubiera podido.

-Tomaré eso como un sí. –dijo la chica, sentándose- mi nombre es Camilla Rosier. Él es mi primo Evan Rosier. –ella señaló a un chico que también tenía el cabello crespo y rubio, pero corto.

-Yo soy Beth Stanley. –le dijo una chica con el cabello castaño y lacio- y ella es Florence Brewer.

-Hola -dijo Florence Brewer. Ella tenía el cabello castaño cobrizo, que llevaba en dos trenzas, sus ojos grandes y azules resaltaban en su rostro pecoso- ¿cómo te llamas?

-Severus Snape. –dijo él secamente.

-Un gusto. –dijo ella sonriendo, y se sentó a su lado.

El tiempo pasó muy rápido, al menos para él, porque su mente no se encontraba allí, sino en el momento en que se encontró con el cadáver de su madre en su propia cama.

-Severus... –le dijo la niña de trenzas- llegamos a Hogwarts, vamos.

Él salió del tren, y allí se dio cuenta de que estaba lloviendo, dejó su baúl junto a los de sus compañeros de compartimiento, y los siguió junto al gigante que los recibió. Cruzó el lago en bote, y fue junto a sus compañeros a esperar que los llamaran para la selección.

-Entonces, -decía un chico con el pelo negro y gafas- mi padre me dijo, 'si te comportas te daré una escoba de carreras nueva', y yo, por su puesto, no dije ni mu en toda la cena. Por su puesto me dieron la escoba, y además como premio extra, todo un uniforme de Quidditch.

-Maldito niño rico. –dijo Severus para sí, esperando que nadie lo escuchara.

Sin embargo, pareció que uno de los chicos que estaba con él lo escuchó, porque se le puso de pie, y lo confrontó.

-¿Qué dijiste? –le dijo.

-Maldito niño rico. –le respondió él mirándolo a los ojos.

-Cuida lo que dices... ¿cuál es tu nombre?

-Mi nombre no es de tu incumbencia.

-Todo es de mi incumbencia. –dijo él mirando despectivamente- pelo grasiento.

'Lo que me faltaba.' pensó él 'Otro hijo de mamá.'

'Maldito Potter y maldito Black' pensó el Snape de carne y hueso que estaba recordando todos esos acontecimientos.

Pasaron al gran salón, Black fue a Gryffindor, la de trenzas a Ravenclaw, Potter a Gryffindor, los dos Rosier a Slytherin, así como él, y Beth Stanley a Gryffindor.

Pasó la cena, se fue a sus nuevos dormitorios, y no recordó más de sus primeros días de Hogwarts. No recordaba más que su sensación de pertenencia la primera vez que lo colocaron delante de un caldero, y como pensó que a través de las Artes Oscuras podría vengar la muerte de su madre, e incluso llegar a hacer su padre orgulloso.

-Hola Snape. –le dijo Evan Rosier una mañana de invierno, durante su curso de sugundo año, en el gran salón.- ¿te puedo pedir un favor?

-¿Qué quieres? –le dijo él con su habitual bienvenida matinal.

-¡Qué carácter! –le dijo la prima de Evan que acababa de llegar- ¿Qué te hicieron los Gryffindor esta vez?

-Nada que te interese. –le dijo él con un gruñido- ¿qué quieres Rosier?

-Quería pedirte que me ayudes con la tarea de pociones.

-¿Qué te hace pensar que yo te ayudaré?

-Bueno, quizás que si no hago la tarea bien esta vez, Jassar dijo que me quitaría cincuenta puntos, y no queremos que Slytherin pierda puntos.

-¿Por qué no le pides ayuda a Brewer? Se supone que te llevas mejor con ella que conmigo.

-Porque la última vez que me ayudó la hice enojar tanto, que me hizo quedar con el pelo violeta con un solo hechizo. Además, ella es Ravenclaw, no del tipo que pasaría una tarde conmigo para evitar que Slytherin pierda puntos.

-Te ayudaré sólo porque no quiero ver a Potter y a Black pavonándose en el tren al regreso otra vez, pero que conste que será la última vez.

-Gracias Snape. Nos vemos en la biblioteca. –le dijo él, y se fue junto a sus amigos, unos alumnos mayores, entre los que estaban Bellatrix Black y Lucius Malfoy.

Esa tarde en la biblioteca, Evan Rosier le hizo un propuesta que le cambiaría la vida de una manera que él nunca pudo imaginar.

-Sé que te gustan las Artes Oscuras. –le dijo mientras copiaba los apuntes que le dio Severus.

-Sí. –dijo él sin prestarle atención.

-Entonces te voy a hacer una oferta. Aquí en el colegio existe una asociación de Artes Oscuras, y queríamos invitarte a formar parte. No es fácil entrar, así que siéntete orgulloso de que te hallamos invitado. Si te interesa, la próxima reunión será el sábado después del almuerzo en el salón vacío frente al de Historia de la Magia. Y lleva una máscara.

Sin decir más, Evan salió de la biblioteca, dejando sólo a Severus con sus propios pensamientos.

-¿Irás? –le dijo de repente la voz de una chica que acababa de sentarse junto a él en la biblioteca. –Por favor Severus, no vayas.

Severus únicamente la miró de reojo y salió de la biblioteca, dejando a Florence Brewer sin respuesta alguna.

Sí, fue a esa reunión, y a muchas otras. A medida que pasaban más reuniones, él se hacía más oscuro, más cerrado en sí mismo. Lo único que hacía aparte de esas reuniones era estudiar, y la única persona con la que hablaba era Evan Rosier, y para nada más que para saber cuando serían las próximas reuniones. En eso terminó el curso, y fue a la casa que odiaba tanto, que le traía tanto recuerdos de su madre.

-Tenemos que hablar hijo. –le dijo su padre en una de las escasas veces que se veían, debido a que su padre se pasaba todo el día trabajando.- me he enterado que formas parte de un cierto grupo de sangre-limpias que se dedican al estudio de las artes oscuras. Lo único que deseo decirte es que sigas con ellos, para honrar el honor de los Snape, y que estoy orgulloso de ti.

Él se quedó inmóvil en su lugar. Su padre nunca le había hablado de esa manera, nuca jamás le había dicho que lo hacía orgulloso. Es más, lo único que hacía era quejarse de él.

-Bueno muchacho, di algo.

Severus no sabía que responderle a su padre. Lo miraba todavía algo confundido.

-Como quieras, no me respondas. Me tengo que ir. –eso fue lo último que le dijo su padre, antes de irse, frotándose su antebrazo izquierdo. En eso llegó una lechuza al castillo Snape, y la carta lo sacó de su embobamiento.

Él abrió la carta, y la leyó sin mucho entusiasmo.

Querido Severus,

¿Cómo estás? ¿Cómo estás pasando las vacaciones? Espero que bien. Te escribo porque no tengo nada que hacer, y sólo esperaba por lo menos tener novedades de alguien.

Por aquí mi padre anda muy atareado, ya sabes, por lo del ministerio y tal. Me preguntaba si te podría ir a visitar este verano. Ya sé que no es normal ni socialmente aceptado que una niña vaya a visitar a un chico en vacaciones, pero ninguno de mis padres notará mi ausencia, ya que nunca están en casa, y tengo muchas ganas de poder hablar con alguien que no tenga el brazo, ya sabes, tatuado.

Un beso,

Florence Brewer

Severus miró el pergamino sin entender que quería Brewer. ¿Por qué demonios le escribía a él? Él no le caía bien, y ella sabía que él iba al club de artes oscuras, o al menos lo sospechaba. También iba una de las amigas de Brewer, Camilla Rosier, pero no sabía nada de su otra amiga, Beth Stanley. ¿Y qué quería decir con eso del tatuaje? Él sabía que ellas eran sus únicas amigas, y que por lo menos Evan no tenía tatuaje ninguno, lo veía todos los días, podía jurarlo, y nada lo hacía creer que Camilla tuviera uno. Además, ¿qué había hecho que de repente Florence Brewer le escribiera una carta? A él un Snape, tan ligados al mundo oscuro como cualquier Malfoy o cualquier Black. Una Brewer, justamente. Alguien perteneciente a una de las familias con el historial más limpio de las historia del mundo de la magia. Y aún así, a favor de la limpieza de sangre.

Pero la curiosidad fue más fuerte que él. Fue hasta el escritorio de su padre y tomó un pedazo de pergamino y un pluma, para comenzarle a escribir.

Brewer,

No sé que locura te dio para escribirme, pero no podrás venir a mi casa, mi padre me tiene prohibido recibir visitas. Y no insistas.

Severus Snape.

No sintió necesidad alguna de escribir una carta amable, ni mucho menos. La intención era repelerla, y cuanto más agresiva fuera la carta, mejor. Buscó la lechuza de su padre, y le envió la carta.

Ahora, de adulto, se preguntaba que hubiera sucedido si hubiera sido amable con Florence, como ella se merecía. Quizás –se decía a si mismo- quizás nunca hubiera sucedido nada, y ella resultara sólo un rostro más en los recuerdos del colegio, y más seguramente, él estaría en su antiguo bando en esa nueva guerra. A veces deseaba que ella no hubiera sido tan insistente.

Florence le respondió la carta, entre otras cosas, quejándose de lo insensible que era su padre. Él se río con esa carta. La verdad es que a veces sirve ponerle la culpa a los padres. No le respondió la carta. Ni ninguna de las otras que ella le enviaba, en las que, para su asombro, ella le contaba los pormenores de su vida cotidiana. Esas cartas le resultaban demasiado aburridas para recordarlas, pero yendo en contra de todo sentido común, las guardó entre sus medias, como si ellas tuvieran algún secreto a punto de salir a la superficie.

Severus Snape, tirado en su cama en su piso de Londres sonrió al pensar lo ingenua que era Florence a esa edad. O lo confiada. Le contaba cosas a él, un chico lleno de rencor, perteneciente al lado oscuro, pero con una extraña lealtad hacia Florence que él todavía trataba de entender, que podían haberle resultado muy útiles para el señor Oscuro, cosas que eran relativas al ministerio, y que pudieron haber hecho la primer guerra mucho peor de lo que en realidad fue. Cosas que para ella resultaban más que cotidianas.

-Gracias a Merlín que no tardaste mucho en darte cuenta que tenías que mantener la boca cerrada. –dijo él en voz alta, como si Florence Brewer lo pudiera oír.

Cuando comenzaron tercer año, Severus se comportó como si nunca hubiera recibido carta alguna, aunque estaba seguro que Florence si sabía que las había recibido. Ella, por su parte, nuca hizo mención a las cartas, él hasta llegó a pensar que ella no las había escrito. Lo único que ella hizo fue sentarse con él para estudiar en la biblioteca. La excusa era que ninguna de sus amigas tenía la menor motivación para ir a la biblioteca.

Al principio él se quejaba, y mucho, pero al final cedió. A veces ella podía resultar de alguna utilidad. Mientras no hablaran de pociones. Ella tenía cierta repulsión a abordar el tema. No que fuera mala, a decir verdad, le iba considerablemente bien, pero no era un tema que le interesara.

-¿Qué estás escribiendo? –le preguntó bruscamente Severus una vez, cuando se el fue quien se le acercó en la biblioteca. Ella tenía un pergamino, pero ningún rastro de libro.

-Nada que te interese, Severus. –le dijo ella sin quitar la vista del papel- ¿Qué vienes a estudiar?

-Nada que te interese, Brewer. – le respondió él de la misma forma- ¿Puedo leer lo que escribiste?

Él no esperó que ella le respondiera. Le quitó el pergamino de la mesa, y comenzó a leer. Era un poema.

Dale tiempo al tiempo.

Déjame respirar.

Déjame saber si lo que siento.

Es realmente de verdad.

-Es... –comenzó a decir Severus.

-Ya sé que es lamentable, ahora me lo devuelves, o empiezo a gritar.

-¿Para quién es? –le preguntó él devolviendo el pergamino- ¿Para mí? –le preguntó él en tono de burla.

-Para nadie que te interese. –le respondió ella molesta, y algo sonrojada- ahora tengo que irme.

-¿Adónde vas?

-Tengo club de encantamientos. –y sin decir más, salió de la biblioteca.

Con el tiempo, los dos se fueron haciendo amigos, ella era quizás el único amigo verdadero que él tenía, pero no iba más allá de las puertas de la biblioteca. Se sabían los horarios del otro, pero nunca decían nada al respecto. Sabían cuando encontrase en la biblioteca, sin tener que marcar horario. Además, nadie que no se pasara todo el día en la biblioteca, lo que significaba ser de séptimo o sexto, o algún ratón de biblioteca, de esos que nunca faltan en ningún curso, podría decir que ellos cruzaban más palabras que 'Buenos días'.

Cierto día, Florence no apareció sola, como era costumbre, sino que acompañada de otra pelirroja del mismo año que ellos.

-Hola Severus. –dijo Florence casualmente, sentándose delante de él, y dejando su mochila en el piso- ¿cómo estás?

Él sólo contestó con un gruñido.

-Nos levantamos de mal humor hoy... –dijo ella burlonamente- Espero que no te importe, invité a Lily para que estudiara con nosotros hoy.

Él volvió a gruñir.

Florence sonrió, y miró a Lily Evans que seguía de pie, mirando a ambos.

-No te preocupes, el perro ladra pero no muerde. Puedes sentarte a mi lado si te molesta.

Aún medio espantada, Lily Evans se sentó en la mesa, y sacó sus apuntes de su propia mochila. Él no dijo nada en todo el rato, pero no se movió del lugar. Cerca de la hora del almuerzo, Lily Evans se fue, no sin antes despedirse de ambos, con un sonrisa.

-¿Por qué trajiste una sangre sucia? –le espetó el sin muchos miramientos- y todavía una Gryffindor.

-Sabes, -le dijo Florence en un tono frío que nunca antes había usado con él, aunque él estaba seguro que en alguna oportunidad le había hablado así a algún chico mayor que la había invitado a salir- hoy realmente no te trago. Será mejor que controles lo que dices delante de ella, porque ella va a seguir estudiando con nosotros.

-Me pregunto que dirían tus padres si supieran que una Brewer estás estudiando con una sangre sucia. Probablemente tu madre pase el resto de sus días en San Mungo.

-Probablemente pase sus días en San Mungo si se entera que estudio con un Snape, y que parece que va a honrar en nombre se su familia.

Esas últimas palabras de Florence, fueron aún más frías. Eso lo hizo pensar que ella sabía que era lo que sucedía en sus reuniones del 'club'. Pero no tuvo tiempo de preguntárselo en ese mismo momento, porque ella ya se había ido.

Ella no le volvió a dirigirle la palabra por lo menos durante dos meses. Seguía estudiando con Lily Evans, pero hacía cuestión de hacerlo cuando él no estuviera, o cuando la biblioteca estuviera más llena, para que él evitara a toda costa un acercamiento. Al no tener la única persona con quien intercambiar una palabra amigable, se volvió más cerrado de lo que ya era, y eso, contra todas la teorías, sí era posible. Pudo ocultarlo por poco tiempo, porque pronto Evan Rosier comenzó a molestarlo, especialmente durante las horas de las comidas.

-Supe que tu amiguita Brewer te ha cambiado por una sangre sucia.

-Supe que a tu primita la han cambiado por una sangre sucia y un montón de libros. –le devolvió Severus.

-Para tu información, -le dijo Camilla Rosier- Florence y yo seguimos siendo amigas, a pesar de... ciertas diferencias... ella no es más amiga de Lily Evans que de nosotras, pero ni Beth ni yo no asomamos a la biblioteca a no ser que sea sumamente necesario. Así como ni Florence ni Beth se acercarían al señor Oscuro.

-¿Qué es eso del señor oscuro? –les preguntó Severus, tratando de dejar su mal humor de lado.

-¿No lo sabes? –le preguntó Evan sorprendido- pensé que tu... debido a tu padre... a la posición que ocupa...

-¿Qué pasa con él?

-Nada interesante, sólo que... bueno, realmente no interesa. Y lo del señor Oscuro, ya te enterarías tarde o temprano. Sin embargo me sorprende, yo sé que lees el profeta, ya allí hablan de él.

-¿El que mató a los muggles? –preguntó Severus, como quien habla del último resultado de Quidditch.

-Él. –le respondió una chica rubia que iba en su último año- realmente Snape, pensé que estabas más informado.

-Es que él se la pasa en la biblioteca, hermanita querida . –le dijo Bellatrix Black, que acababa de llegar con su prometido, Rodolphus Lestrange- no puedes esperar que el pobre muchacho entienda algo de todo esto, lo único que interesa es que él está de nuestro lado, y que su padre también. Además, para lo que él nos sirve, así es suficiente. Por otro lado, no sé que te importa de todo esto, si no vas a entrar.

-Eso no quiere decir que no me interese. Fui criada para tener hijos, pero no para ser una guerrera, como tú querida, lo que no significa que no me interese lo que va a suceder en la vida de mi marido. Además, yo también soy parte del club, pero como te dije, desde un principio dejé claro que no iría más lejos.

Severus pensó en preguntar de qué era que estaban hablando, pero debido a los rostros de los demás a su alrededor, todos ellos parte del club de Artes Oscuras, de dio cuenta de que quedaría como un reverendo estúpido.

Pero ahora, cuando estaba sólo y pasaba sus dedos por su marca, hubiera preferido preguntar, para no llegar más lejos en eso que ahora desde su perspectiva parecía tan sólo un juego de niños.

Esa misma noche, en la reunión del club de Artes Oscuras, los alumnos de séptimo, se dirigieron a los de tercero, mientras todos los demás se quedaban a un lado. Entre sus máscaras, ellos hacían cuestión de marcar su autoridad.

-En su próxima salida a Hogsmeade conocerán su destino. Ese destino que tiene todo a ver con esto, y con mucho más. Tiene a ver con la preservación de la pureza de sangres. Ese destino sólo podrán cambiarlo ustedes, nada más que para encontrar el otro, la muerte segura y desgarradora.

Todos los de tercero, e incluso algunos de cuarto quedaron hechos piedra en sus lugares. La verdad es que la propuesta de morir desgarradoramente no sonaba muy tentadora. En medio de ese silencio, se oyó la carcajada de Bellatrix Black, que estaba con los demás alumnos de sexto que pertenecían al club.

-La verdad, que quien haya hecho ese discurso de bienvenida, debería buscarse otro trabajo. –dijo ella sin importarle la autoridad de los que eran un año mayores que ella en el grupo.- Queridos niños. –empezó ella dando vueltas por el salón- siento informarle que no tienen escapatoria, el día que pusieron sus pies en este salón, sellaron su destino con el Señor Oscuro. Ese destino para el cual fueron criados, el cual hace que su vida tenga sentido. El cual deberán defender hasta la muerte de ser necesario, para proteger la existencia del mundo mágico. La próxima vez que vayan al pueblo, recibirán la marca, serán bautizados en nombre de nuestra causa, en la causa de los sangre limpia, de los puros en este reino. Servirán aun sólo señor, y no a sus corazones, y no tienen más opción. Algunos serán sus servidores, otros tendrán la función de continuar la pureza de nuestra estirpe. Pero nada, les repito nada, podrá hacer que su destino sea otro, y cualquier intención que tengan de hacerlo, sólo los llevará a la muerte, porque el que traiciona al señor Oscuro, traiciona a sus amigos, a su familia, y puede considerarse a sí mismo como un squib. Lo que aprendan de aquí en adelante no debe salir de este salón, y por ningún motivo, repito, por ningún motivo debe llegar a los oídos de profesor alguno. Ni siquiera de sus amigos no elegidos. No piensen que no sabremos quienes fueron si otros de llegan a enterar. El camino que han elegido los llevará hasta la gloria, y es su deber alcanzarla, o perecer en el intento. Esta es la única manera de hacernos valer en el mundo, y no habrá quien no haga entender lo contrario. No piensen que el señor Oscuro los dejará esperando, mientras todos esos sangre sucias, esos traidores de sangre toman los lugares que nos pertenecen por derecho. Ni siquiera pueden planteárselo. Todos y cada uno de nosotros recibirá tareas. Unos tendrán pociones para preparar, otros deberán recoger información, pero no piensen en huir, porque aunque el camino les parezca duro y peligroso, la respuesta al final valdrá la pena, y si tienen dudas, sólo recuerden que 'no existe tal cosa como el bien y el mal, sólo poder, y aquellos demasiados débiles para buscarlo'.

Los alumnos de tercero no habían recibido ningún tipo de ánimo con ese discurso, pero por lo menos sabían que no tenían más que seguir órdenes y nada les sucedería. La persona que habló por primera vez, volvió a tomar la palabra.

-¿Me podrías decir en que sentido ese discurso fue motivador?

-Bueno, -le respondió ella con su voz de fanática- por lo menos sabemos que en este grupo no habrá desertores.

-Si lo vez de esa manera... bueno, ahora a lo que importa. Hoy tenemos que repasar el hechizo de piedra...

No se volvió a mencionar el tema hasta el mismo día de la visita a Hogsmeade, pero Severus no dejaba de inquietarse. Sería eso lo que ponía orgulloso a su padre. Si era eso, no tenía porque dudar, su padre había mostrado su interés en que él formara parte del club. Pero, su padre nunca antes había dicho estar orgulloso de él. De hecho, lo más que hacía era quejarse de él, e insultarlo, sin dejar de decirle que era un débil e inútil, como su madre.

En su cama, el Snape adulto, cerró sus puños con fuerza.

La rabia lo apoderó al recordar como trataba su padre a su madre. De los golpes, de las noches que la encontraba sola en el baño, llorando desconsoladamente, mientras trataba torpemente de curar sus heridas. De cómo había aprendido en secreto algunas pociones curativas para curar a su madre, sin que su padre se enterara. De cómo tardó demasiado en enterarse de cómo era él.

Recordó también la última vez que vio a su madre con vida. Su padre acababa de irse en un viaje de negocios por un par de días, y él había estado en su cuarto, ordenando con entusiasmo su baúl para el próximo inicio de clases. Cuando fue a avisarle a su madre que los elfos tenían la cena lista, se encontró con su madre semiconsciente, llena de sangre, tirada a los pies de su cama. El joven Severus se acercó a ella, temiendo lo peor, y fue el único testigo de sus últimas palabras: 'No te vuelvas como él. Miente, traiciona, escóndete, pero nunca mates'.

Finalmente llegó el día en que se uniría a las filas del señor oscuro. Esa noche no había podido dormir, y sabía que no era el único. Podía oír a Evan Rosier moverse agitadamente entre sus sábanas, y esa mañana, en la mesa de Slytherin, Camilla Rosier tenía unas ojeras muy pronunciadas.

Los alumnos de séptimo los guiaron por las calles de Hogsmeade. El resto de los alumnos del club solamente deberían pasar la tarde por ahí, como cualquier otro alumno. Cuando pasaron por las Tres Escobas, Severus escuchó risas provenientes del lugar, y no se equivocó al asumir que Potter y su séquito eran los responsables del desorden. Sin embargo, se sorprendió, y hasta sintió algo de repudio al ver que Florence Brewer reía con ganas de la última estupidez de Black.

-Tu amiguita te ha abandonado. –le dijo Evan Rosier al oído, cuando vio la cara te espanto con la que Severus miraba por la ventana de las Tres Escobas-.

-Cierra el pico Rosier –le gruñó Severus.

Ellos fueron guiados hasta los límites del pueblo, y luego hasta la cima de una colina, donde había una estrecha entrada hacia una cueva. Una vez allí, los de séptimo encendieron sus varitas, y se fueron arrimando a las paredes de la cueva. Delante de los de tercero estaba un hombre alto, al que no se le veía el rostro, porque lo tenía oculto debajo de su capucha. Detrás de él habían otros hombres, y quizás alguna mujer, todos ellos con túnicas y máscaras como las que usaban los alumnos mayores en las reuniones del club de Artes Oscuras.

-Bienvenidos –dijo el hombre con un siseo- les doy la bienvenida, caballeros de Walpurgis. Pasen de a uno, y serán parte de este clan, de esta familia que limpiará nuestra raza para toda la eternidad.

Los niños, como dirigidos por un pastor invisible, se fueron ordenando en fila, aunque nadie quería ser el primero. Severus se colocó a propósito en la mitad de la fila, para no ser el último, pero tampoco el primero.

La primer persona en pasar era una chica, Alina Paul. Una de esas personas engreídas que aunque no tienen ni un centavo, hacen cuestión de parecer los millonarios más importantes del lugar, y de igual manera, nunca dejaba escapar a ningún chico lo suficientemente estúpido como para hacerle caso, en especial si ese chico le llevaba más de cinco años.

Cuando ella se acercó, el hombre la tomó por el brazo, lo dejó al descubierto. Luego le acercó la varita, y en susurro dijo: 'Mosmorde'.

Alina Paul, soltó un pequeño gemido de dolor pero nada más. Severus la miró, y pudo ver que su rostro de contorsionaba de dolor. Ella se tenía que apoyar en una pared para permanecer de pie.

Severus se comenzó a preguntar que tanto dolería eso, pero no tuvo mucho tiempo de evaluar sus posibilidades de escapar, porque ya era su propio turno. Cuando el hombre dijo las palabras, Severus sintió como la carne de ese lugar se su brazo se quemaba, como si tuviera una braza ardiendo justo allí. Trató de no mostrar señal alguna de dolor, permaneciendo lo más sereno posible, imaginándose que lo que tenía en el brazo no era más que otra broma de Potter, y si mostraba emoción alguna, le daría justo lo que él buscaba. Con un valor que no tenía levantó la vista, y justo detrás del hombre vio a otro, que tenía los mismos ojos negros que él, Severus, tenía. Esos ojos que habían pasado de generación en generación, de Snape en Snape. Pero justo después de reconocer a su padre, el hombre con la varita le soltó el brazo, y él entendió que tenía que apartarse de la fila.

Cuando se acomodó junto a la pared de la cueva, tal y como Alina Paul había hecho, Narcisa Black le alcanzó una máscara, igual a la que todos los alumnos mayores usaban. Él se la colocó con su brazo sano, y siguió mirando a su padre, preguntándose que demonios hacía él allí, y si el motivo de la constante comezón que sentía su padre en el brazo –justo en el mismo lugar donde ahora Severus tenía la marca- era ese dolor insoportable que él mismo estaba sintiendo.

-Bienvenidos a nuestra hermandad. –dijo el hombre, dejando se cabeza al descubierto, una vez que todos ellos tenían la marca en el antebrazo- Yo soy Lord Voldemort, su señor y su amo a partir de este día. Sus poderes mágicos son míos ahora, pero juntos perseguiremos una causa común: la pureza de la magia, una vez más. Esa pureza que perseguía Salazar Slytherin, y que por tantos años fue degenerada por incontables generaciones. Ustedes no deberán utilizar mi nombre, deberán tratarme como el señor Oscuro, entre ustedes, y con los demás. Deberán servirme fiel y ciegamente, pero confiar en sus instintos para no ser descubiertos, porque yo no responderé por ninguno de ustedes. Recibirán órdenes para cumplir dentro del castillo, pero con la debida prudencia de evitar la mirada de Albus Dumbledore –él dijo ese nombre con cierta repugnancia- serán recompensados si cumplen las órdenes como es debido. Ahora vayan, mis Mortífagos, y esperen mis órdenes.

Los flamantes Mortífagos salieron de la cueva, pero Severus no pudo evitar mirar por última vez a su padre, que seguía con el rostro escondido detrás de su máscara.

La mañana siguiente, el dolor del brazo seguía, y él hubiera preferido quedarse en su cama, pero tenía tarea atrasada, y la expectativa del nuevo acontecimiento no lo había dejado concentrarse. Comió sin muchas ganas, y fue hasta la biblioteca, apretándose el antebrazo con fuerza, como si de esa manera, el dolor fuera a disminuir. Buscó una mesa apartada, para evitar encontrarse con estudiantes indeseables, y comenzó su tarea sobre los hombres-lobo.

Sin embargo, su plan no funcionó como él esperaba, ya que cuando iba por la mitad, su antigua compañera de estudios se sentó a su lado.

-¿Puedo estudiar contigo? –le dijo ella una voz aguda y algo falsa.

-¿Y Evans? –le dijo él con un gruñido.

-Tenía otras cosas que hacer. –le respondió ella simplemente.

Él no le dijo nada, y ella, por su parte, se sentó delante de él. Florence estuvo un buen rato mirando su libro, hasta que se decidió a hablar.

-¿Qué cuentas, Severus?

-Nada. –le respondió él de mala gana.

-Bueno, la verdad es que Lily está estudiando con Remus Lupin, ya sabes, porque es de su propia casa. Beth, como es de esperarse, sigue durmiendo, y Camilla, anda algo rara hoy

-¿Qué hacías ayer con los Gryffindor?

-¿Te importa?

-¿Y qué si me importa? –Severus comenzaba a irritarse, y él no tenía la menor idea de porque le seguía la conversación. Él, justamente que había aprendido a no mostrar emociones cuando se trataba de discusiones- ¿Te afecta que me importe?

-Me afecta que me estés siguiendo como si hubiera hecho algo malo. Yo nunca te he hecho nada.

-Te juntaste con Evans. Ese es insulto suficiente.

-¿Te parece? Bueno, para tu información, yo no tengo nada en tu contra. Y Lily a va seguir estudiando conmigo. Ya sabes, es mi compañera del club de hechizos. Si no quieres estudiar con nosotras, bueno, es tu problema, pero quiero que sepas que me agradaba estudiar contigo. Eres una persona con quien puedo pasar un buen rato. Pero si vas a estar tan espeso, me voy.

Florence se puso de pie, y luego fue en búsqueda de otra mesa vacía. Severus la siguió con la mirada. Cuando ella se sentó en una mesa vacía, Severus, por algún impulso todavía desconocido por la humanidad, se puso se pie y fue hasta donde estaba ella. Tomó aire, y comenzó a hablar.

-Lo siento Brewer. No quise decirte esas cosas. Es que cuando estás cerca yo me... me descontrolo. No puedo quedarme quieto. Yo... yo... yo te quiero...

Él se quedó mirando a Florence, que desde que él se le había acercado tenía la cabeza gacha, y leía con mucho interés su libro. Cuando él terminó, ella levantó la vista, y apuntó con su varita hacia sus orejas.

-Lo siento Severus. ¿Dijiste algo? No pude escuchar nada, me silencié los oídos. –dijo ella señalando sus orejas como si eso explicara todo-.

Él la miró con algo de enojo, pero trató de mantener la calma.

-Sólo quería decirte que no fue mi intención decirte esas cosas. Sólo perdí un poco los estribos.

-Ya sé. –le respondió ella-. ¿Algo más?

-Eh... no, mejor olvídalo.

Él sólo fue hasta donde había estado antes, juntó sus cosas y fue hasta su sala común. No tenía ganas de estar cerca de Florence. Era como si ella le hiciera daño. Él acababa de soltar lo que había tenido en el corazón por tres años, y ella no le había hecho el menor caso. Por otro lado, sentía como la marca de su brazo le quemaba más de lo que le había quemado desde el momento en el que se la colocaron. Era como si él hubiera hecho algo mal, y alguien lo estuviera castigando por ello.

Severus caminaba por los pasillos del Expreso de Hogwarts, buscando un compartimiento vacío para regresar a su casa. Evan Rosier estaba con ese grupito de sexto, y él, aunque pasaba muchas horas con ellos, no disfrutaba su compañía. De repente, sintió como alguien lo cinchaba por el brazo a un compartimiento vacío.

-Hola Severus. –le dijo Florence, que todavía no le soltaba el brazo.

-Hola Brewer. –le respondió él. ¿Porqué le resultaba tan difícil controlarse cuando estaba con ella?- ¿Qué quieres?

Ella no respondió nada. Lo miraba a sus ojos, como si tratara de contarle algún secreto prohibido, y sólo esperara que él la entendiera.

-¿Qué te pasa?

-Mejor olvídalo.

-Ahora dime.

Florence lo miró con intensidad, como si salieran chispa de sus ojos. Ella sólo lo abrazó, y le di un beso. Severus quedó helado en donde estaba parado.

Ella lo soltó, y sin decir ni hacer nada más, salió del compartimiento, no sin antes llevarse su baúl y sus cosas, dejando a Severus sin entender absolutamente nada de lo que estaba sucediendo.

ªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªªª

Gracias a todos por leer esto... no olviden dejar reviews, con sugerencias, críticas, etc.

Les aviso que a partir del próximo capítulo la historia se va a llamar 'Una historia de tres mujeres' aunque para los que leen esto, se darán cuenta que ni Petra, ni Agnes ni Nina son todavía mujeres, jeje...

Ahora, a contestar los reviews que me dejaron, o mejor dicho el único. Buaaaa, nadie me quiere, buaaaa. Snif, snif....

Mejor será que recobre la compostura.

Antiope Black: Hola querida, la única que me quiere... Te voy a contestar de nuevo lo que ya te dije, sólo porque tengo ganas... Malfoy es bueno, sí, pero con Agnes: la única Slytherin que hay en la vuelta, la única persona que no lo trata mal por ser Slytherin –aquí entre nosotras, no es que él no se merezca que lo traten mal-, pero ya sabes... Con respecto a los regalos de navidad, bueno, con el tiempo se irán revelando la cosa, en el próximo capítulo se hablará más sobre los regalos de Petra. Y sobre la daga, bueno, ya te conté sobre eso, pero, no puedo contarlo aquí, porque echaría a perder algo de la historia.

PD: les recomiendo que los el fic de esta chica. :)