¡Hola Chiches!
Yo estoy de vuelta, aprovechando que mi madre me ha prohibido seguir estudiando matemática, -¿a cuántos les gustaría que sus padres les dijeran eso?- he terminado este hermoso capítulo (¿A quien trato de engañar?). Espero que volver el fic al presente no me lleve mucho tiempo. Es que tengo mucho que hacer para todo. Mejor me quedo quieta y los dejo leer tranquilos.
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Capítulo VII: Vaivenes
Severus se quedó mirando la puerta por unos instantes. ¿Qué le sucedía a esa chica? De a ratos no le habla, de a ratos lo besa. Definitivamente está loca.
Él miró a su alrededor, estaba sólo. Lo mejor sería permanecer allí, ya que era eso lo que él más buscaba, viajar sólo.
Finalmente el tren llegó a Londres. Severus levantó su baúl, y vio que había una capa de viaje celeste en uno de los asientos. Supuso, y correctamente, que esa capa sería de Brewer, la juntó, y decidió que ya se la devolvería cuando la viera en la plataforma. Pero ella no se encontraba allí, ni ninguna de sus amigas. Como no tenía ganas de dejarla allí, y a decir verdad, le gustaba tener algo de Florence consigo. Arrastró su baúl hasta el mundo muggle, donde su padre lo estaba esperando.
Cuando llegaron al castillo Snape, Severus todavía no se había recuperado del shock que le había dejado ese beso de Florence Brewer. Él le había dicho que la quería, pero ella no lo había escuchado, ¿o sí? Además, ella era hermosa, nunca se fijaría en alguien como él, no sólo que no era ningún galán ni mucho menos –más bien todo lo contrario- y que por encima de todo, la trataba horriblemente. Quizás no tan mal como su padre trataba a su madre, pero igual así la trataba mal.
Llegó a su cuarto, pero no llegó a desempacar. Lo único que hizo fue dejar su capa sobre su cama, junto a la de Brewer, y mirar la última, como si estuviera viendo a su dueña justo allí, sobre su cama. La capa era celeste, con símbolos plateados bordados en las mangas, igual a la que tenía ahora Petra Duckworth. Tenía también un broche de plata, en forma de F, que servía como una especie de botón.
Finalmente llegó la hora de cenar. Él escuchó a los elfos que lo llamaban, bajó, pero su mente seguía en la su cuarto, en la capa de esa chica pelirroja llamada Florence Brewer.
-¿Qué te sucede, imbécil? –le preguntó su padre desde el otro lado de la larga mesa del comedor, con su típico cariño- Pareces uno de esos idiotas que se enamoran. –Severus miró a su padre con algo de interés en lo que había dicho. ¿Se habría dado cuenta?- El señor Oscuro no permite que sus vasallos se enamoren. El amor es cosa de tontos, es de los débiles. El señor Oscuro castiga a aquellos que son lo suficientemente débiles y estúpidos como para sentir una cosa tan ridícula como el amor. Lo único que el señor Oscuro valora es la ambición.
-Y el poder. –añadió Severus.
-Y el poder. –corroboró su padre.
Severus bajó la cabeza. Si se enamoraba de Florence, o al menos alguien llegaba a darse cuenta de sus sentimientos hacia ella, él estaría en grandes problemas. Y no sólo él, también ella. Y eso no podría permitirlo. Aprovecharía esos dos meses de aislamiento para quitarse esa chica de su cabeza, y de su corazón. Y trabajaría duro para que su padre no se enterara que estaba enamorado. Había leído en un libro de Artes Oscuras sobre la Oclumancia, algo para bloquear su mente de la invasión de otro, y también sobre la Legimancia, que era para entrar a la mente de otros. No sabía si su padre era capaz de realizar Legimancia, pero era mejor no arriesgarse. Sabía que si él se encontraba en entre el poder y su padre, su padre sabría sacarlo de en medio.
En un instante lo decidió, cada vez que su padre saliera, él irrumpiría en su biblioteca para buscar algún libro sobre el tema. Y en cuanto a Florence, sólo deseaba que ella se fuera de su cabeza.
Escondió la capa en lo más profundo de su baúl, junto con las cartas que había guardado del verano anterior, y lo único que hizo fue leerse cada libro sobre la Oclumancia que encontró en la biblioteca de su padre. Cada vez que algún elfo le preguntaba que hacía allí, le decía que estaba haciendo su tarea para el verano. ¿Qué sabrían ellos sobre la tarea que les enviaban en Hogwarts?
Y así pasaron los dos meses de vacaciones, y él volvió a Hogwarts. Sus objetivos se habían cumplido a medias. Había logrado aprender lo básico de la Oclumancia, y algo de legimancia, pero todavía tendría que perfeccionarse en Hogwarts, donde podría utilizar su varita sin problemas. Pero su plan había fallado, y no había logrado quitarse a Florence de la cabeza, ella seguía estando allí, persiguiéndolo por las noches, donde su cuarto se inundaba de la fragancia que emanaba de su capa, por más que estuviera oculta en su baúl.
-Que tengas un buen año de clases. –le dijo su padre antes de que Severus se fuera a Hogwarts. –me alegro que te hayas recuperado de eso que tenías. Una mujer nunca debe ponerse entre un hombre y lo que él busca. Ellas sólo sirven para dar hijos. Después se vuelven como tu madre, seres débiles, que esperan poder cambiarnos. Esas son estupideces. Por eso tuve que sacarla del medio, estaba echando a perder toda nuestra familia con esos sentimentalismos y otras atrocidades.
Severus no le dijo nada, pero tuvo tiempo de procesar todo lo que su padre le había dicho mientras viajaba a Londres. Su padre había quitado a su madre de en medio. En otras palabras, era él quien la había matado. Él había querido vengar la muerte de su madre, matar a su asesino... ahora tendría que matar a su padre para vengar a su madre. Tendría que matar al hombre que durante años había tratado de enorgullecer. Pero no tenía vuelta atrás, ya lo había decidido. Él tendría que pagar.
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-Hola Snape. –le dijo Evan Rosier cuando lo vio entrar al expreso de Hogwarts- ¿quieres sentarte con nosotros?
-No. –Severus nunca mostraba mucha cortesía cuando hablaba con alguien.
-¿Qué? ¿Buscas a Brewer?
-¿Para qué la estaría buscando? Es una traidora de sangre. No tengo ningún interés de pasarme todo el día con ella.
A Severus le dolía tremendamente decir esas cosas, pero tenía que guardar las apariencias, no podía permitir que lo descubrieran. Florence era más valiosa que eso
-Entonces, ¿por qué no te sientas con nosotros?
En ese momento, Severus vio que cuatro varones de su misma edad, sin la mínima intención de pasar desapercibidos, venían hacia él, con una expresión que no le gustó para nada.
-De acuerdo, viajo con ustedes.
Adentro del compartimiento, viajaba, además de Evan, Bellatrix Black, Roldolphus y Rabastan Lestrange, y un chico que parecía que estaba por empezar Hogwarts.
-¿Cómo te llamas? –le preguntó Severus mirándolo con algo de atención.
-Bartemius Crouch
-¿Tu padre trabaja en el ministerio? –le preguntó Bellatrix aparentado interés.
-Sí. –le respondió él- pero lo odio. Pero más odio al estúpido del ministro Brewer. Va a casa dos por tres, a esos banquetes de etiqueta, es tan, pero tan inepto. No cree que la mejor manera de librarse de los muggles es matándolos. ¿Cómo puede haber alguien tan blando?
'El padre de Florence' pensó Severus. Tuvo que controlarse para no golpearlo por insultar a alguien de la familia de Florence.
Bellatrix, por su parte, tenía una sonrisa torcida en su rostro.
-¿No te gustaría formar parte de un club de Artes Oscuras? –le preguntó ella.
-Podrías utilizar lo que aprendas allí para librarte de tu padre. –le dijo Severus, pensando en su propio plan- y también de esos muggles estúpidos.
El rostro de Crouch se volvió muy parecido a la de Bellatrix, con un extraño brillo en los ojos, y una sonrisa torcida.
-De acuerdo. Acepto.
-Te haremos saber cuando será la primer reunión del año.
-Ya son dos de primero. –dijo Rabastan sacando una revista sobre Quidditch de su baúl.
-¿Dos?
-Si. Él, y mi primo Regulus. Por lo menos no salió como él atrofiado de mi primo.
Severus no necesitó más para saber que era de Sirius Black que ella estaba hablando. No tenía ganas de seguir hablando del asunto, por lo que sacó el único libro de Oclumancia que había logrado robar de la biblioteca de su padre y comenzó a leerlo, por enésima vez.
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-Hola Severus. –le dijo Florence Brewer sentándose junto a él en la biblioteca.-¿Cómo estuvieron tus vacaciones?
-Aburridas.
-Las mías no tanto. Fui a cincuenta fiestas. ¡Cincuenta! ¿Puedes creerlo? Y mis padres tienen otra este fin de semana, en la casa del embajador de Suecia.
-¿En serio? –le dijo Severus, dejando en claro que esa información no le interesaba para nada.
-No tienes que hablarme así. Y no me escribiste en el verano.
-No sabía que tenía que escribirte. Y aunque lo hubiera sabido, no te hubiera escrito.
-Sabes, te besé en el tren, en Junio.
-¿En serio? No me había dado cuenta. Si no me lo decías todavía estaría preguntándome que te había sucedido.
-Pensé... pensé...
Severus la miraba a los ojos. En un instante se le cruzó una idea por la cabeza. Trataría de descubrir que era lo que ella pensaba realmente.
Dentro de los ojos de Florence, él vio como ella escribía un nombre en un pergamino una y otra vez, perdida en sus propias ideas. Se acercó un poco más y pudo darse cuenta que ese nombre era el de él, el de Severus.
-¿Qué pensaste?
Ella ahora tenía los ojos llenos de lágrimas. ¿Qué le había dicho ahora?
-Sabes. –dijo él tratando de cambiar de tema- dejaste tu capa en el tren la otra vez. Si quieres te la traigo mañana.
-Gracias... –dijo ella tratando de mantener la frente en alto- no tenías que hacer nada por mí... yo sólo...
-Mejor olvídalo, ¿sí? Una chica como tu no debe llorar. -¿Qué le estaba sucediendo? Él nunca se comportaría de esa manera, era de muy mal gusto, al menos para él. Esa no es la manera en la que se comportan los Snape.
-No tienes que ser amable conmigo... no te preocupes.
Otra imagen de la mente de Florence pasó por su cabeza. 'Yo también te quiero'. Decía ella al aire desde el balcón de lo que parecía ser su cuarto.
Él no podía seguir allí. Sentía que en cualquier momento saltaría y la besaría. Se contuvo y miró hacia la puerta de la biblioteca. Lily Evans venía entrando, con su habitual cargamento de libros. Por primera vez en su vida, él deseó que Lily Evans se sentara con ellos a estudiar, para liberar un poco la tensión entre los dos. Sus plegarias fueron respondidas, porque ella fue directamente hacia ellos.
-¿Qué sucede Florence? –le preguntó ella mirándola preocupada.
-Mal de amores. –le dijo Severus sin tener ganas de brindar mucha más información.
-¡Hombres! –le dijo Lily casi gritando de indignación- ¡Dime quien fue y lo parto al medio! Especialmente si es amigo de Potter. Sabes, lo disfrutaría al máximo. Los hombres son los seres más rastreros y despreciables que existen sobre la faz de la Tierra. Claro, que tu no Severus. –le aclaró Lily, dándose cuenta que él estaba allí.- Tu nunca le harías daño a una chica.
Severus la miró con los ojos como platos. Ella acababa de poner el dedo en la llaga.
-Olvídalo. –le dijo Florence, todavía con los ojos llorosos- No me hagas caso.
Florence juntó sus cosas, y desapareció de la biblioteca.
-¿Qué le hiciste ahora? –le dijo Lily mirándolo enojada-.
-Yo creí que no era capaz de hacerle daño a una chica.
-Si, claro, y yo me chupo el dedo.
-Entonces hazlo. Yo no le hice nada ahora ni nunca. Sólo se me enojó porque no le escribí durante el verano. Es que ella no entiende que tengo que sacármela de la cabeza, por su propio bien.
-¿Se lo has dicho?
-¿Estás loca? Si le digo eso nunca más me va a volver a hablar.
-Entonces la quieres.
-¿De dónde sacaste eso?
-Eso era todo lo que quería saber.
Lily Evans salió con la misma rapidez con la que Florence había salido en su momento, dejando a Severus duro en su silla.
-Eso me pasa por hablarle a Evans. Si me hubiera quedado callado, no hubiera pasado nada. –dijo él en voz baja, para sí mismo.
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-Atentado contra el ministro. –dijo Evan la mañana del lunes siguiente en la mesa de Slytherin, mientras leía el profeta.- Esta es la última de una reciente ola de ataques contra altos funcionarios del ministro Brewer. El ministro y su esposa se encontraban en una fiesta que daba el embajador de Suecia, en su mansión de las afueras de Londres. Hubo dos muertos, y más de una docena de heridos, pero por fortuna, ni el ministro ni su esposa se encontraban entre ellos. Se atribuye el acto al Innombrable, el mismo que hace ya varios años viene realizando ataques contra muggles y magos hijos de muggles. Este reportero tiene la esperanza que estos ataques terminen pronto, y el culpable, detrás de las rejas.
-Pobres ingenuos. –dijo Camilla mientras se servía un poco de cereal- como si el señor Oscuro fuera a dejarse atrapar. Sólo espero que Florence no esté muy afectada. Yo no sabía que sus padres iban a estar allí.
Severus miró con atención a la mesa de Ravenclaw, donde Florence permanecía muy callada. Estaba pálida, y miraba con algo de miedo una hoja de periódico.
-¿Por qué estás tan pálida? –le preguntó Severus a Florence esa misma tarde cuando se encontraron en la biblioteca- A tus padres no les sucedió nada. –no era necesario que le explicara todo lo que tenía que ver a su estado de ánimo.
-Pero fue mi culpa que los atacaran. Yo fui quien gritó en la biblioteca que tendrían una fiesta en la casa del embajador sueco. Me pregunto cuantos hijos de Mortífagos habría en la biblioteca los otros días.
Severus sintió que algo se le movía en el estómago. Era culpa. Culpa porque él sabía que los padres de Florence estarían allí, él era hijo de un mortifago, él mismo era uno, y tenía la idea de que el señor Oscuro se había enterado por él donde ellos estarían. No que tuviera la idea clara, sólo era una idea.
-No te preocupes, Florence, no les sucederá nada. Y a ti tampoco. Estarás segura aquí en Hogwarts, con Dumbledore vigilándote. Y yo también estoy vigilándote. Nunca dejaría que nada malo te sucediera.
-Gracias Severus. –dijo ella con una sonrisa.
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-Dime Snivellus. –dijo una voz demasiado conocida para él, cierto día en clase de pociones- ¿Te gusta Brewer?
El miró a Evans que estaba del otro lado de las mazmorras, trabajando en su poción. Ella le habría dicho a Lupin, y él a Potter.
Severus bajó la mirada a su propio caldero.
-No, Potter.
'No menos de lo que a ti te gusta Evans.' Pensó Severus.
-Eso no es lo que he escuchado.
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-Le dijiste a Potter. –acusó Severus a Lily Evans cuando la encontró sola en la biblioteca.
-¡Yo no le dije nada! –se defendió ella- ¿Cómo te atreves a decir que yo le daría información de ese tipo a Potter? Tú eres el obvio. Te pasas estudiando con ella, la consuelas siempre que se está deprimida por algo. Tú eres quien se delató sólo. Estoy segura que Remus le pasó algo de información, y ellos sólo querían molestarte, ver como reaccionarías. A decir verdad me sorprendió como mantuviste la calma. Cuando te preguntó eso, pensé que le ibas a hacer algo, hasta tuve la esperanza de que le echaras maldición, pero debo decir que en ese aspecto me decepcionaste.
-¿Y esperas que yo te crea eso?
-No me interesa si me crees o no, yo sólo te digo lo que pienso. Y si me permites, tengo club de encantamientos.
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El estado de ánimo de Florence mejoró rápidamente, y evidentemente, Severus se percató de ello.
-Has vuelto a sonreír.
-Me han dado una buena noticia.
-¿Qué? ¿No tendrás que ir nunca más a clase de Pociones?
-Eso estaría bien. –dijo Florence con la voz soñadora- pero no. Es otra cosa, tiene que ver con Lily, pero ella me pidió que no se lo contara a nadie, especialmente a ti.
-¿Y se puede saber por qué ese secreto?
-Si te lo dijera, dejaría de ser secreto.
-Dímelo. Soy tu amigo, puedes confiar en mí. ¿Es de algún chico?
Florence no dijo nada, pero se puso muy colorada.
-Entonces sí se trata de algún varón. Espero que Evans no tenga planeado pegarle o algo, a no ser, se sabe que sea Potter o alguno de su pandilla, que en eso, yo la apoyo.
-No digas estupideces, Severus. Ella no le va a pegar a nadie, a no ser que sea sumamente necesario.
-¿A quien le tengo que pegar? –preguntó Lily Evans, que acababa de sentarse- Dame un motivo para golpear a Potter y lo haré.
-¡Lily! –exclamó Florence, abriendo los ojos en alarma- ¡Por favor! Tu no eres así.
-¿Qué? –preguntó ella haciendo de cuenta de que no la entendía. Luego miró a su alrededor, y pareció darse cuenta de algo. Se acercó sigilosamente a Severus y lo agarró por el cuello- Ahora me lo pagarás.
-Quita tus asquerosas manos de mí. –le dijo él soltándose- nunca más vuelvas a tocarme, sangre sucia. ¿Entendido?
De repente, Lily quedó helada. Él pensó que ella le iba a pegar, pero no fue así. Sólo se quedó allí mirándolo con desagrado. Florence, en cambio, le dio una cachetada con toda su fuerza, y lo miraba roja de furia.
-¿Cómo te atreves a decirle eso? –le decía ella, gritando tan alto que todos en la biblioteca se voltearon para verla, y Madame Prince le empezó a decir que se callara- ¡Ya te he dicho que no eres nadie para llamar a las personas así!
-Florence... –le decía Lily tratando de calma, pero sin mucho resultado- Calma... no es nada, en serio... ya me acostumbré a que me digan esas cosas.
-¡No me interesa! –ella estaba fuera de sí- ¡Nadie te insulta de esa manera! ¡Nadie!
-¡SEÑORITA! –gritó Madame Prince haciendo callar a todos- Le tendré que pedir que se retire de la biblioteca hasta que esté más calmada, aquí hay gente tratando de estudiar.
Florence juntó sus cosas molesta, y salió de la biblioteca, lanzándole miradas de furia a Severus.
-La hiciste linda... –le dijo Lily Evans, que no se había movido del lugar dónde estaba cuando Severus la insultó- Es imposible decir que tan enojada está.
-No me dirijas la palabra. –le dijo él, también enojado.
-Yo no digo nada, sólo que Florence, que te quiere tanto, ahora no te puede ni ver...
-Ella me detesta. –le dijo Snape, que ya había guardado todas sus cosas, y ahora se iba de la biblioteca- Ella es una Brewer, y yo un mago oscuro.
A Severus le dolió admitir eso en voz alta, pero era cierto. No había dicho que era mortifago, pero eso no era necesario. Florence ya lo sabría.
-Ella no te detesta. –le dijo Lily Evans jadeando para llegar junto a él- si lo hiciera no se juntaría contigo para estudiar, no te hubiera escrito durante verano del año pasado, y si ella te odiara... no te hubiera besado. –agregó ella, bajando la voz sólo para que él pudiera oírla- Ella te quiere, y hasta te ama.
Severus se detuvo en seco. Se dio media vuelta, y miró a Lily Evans con interés. No le dijo nada, sólo la miró.
-Y tu también la amas. –le dijo ella mirándolo a los ojos.
En ese mismo instante, él sintió una fuerte puntada en su antebrazo, y tuvo que apretarlo con fuerza para calmar un poco el dolor. Esperando que Evans no se hubiera dado cuenta de lo que acababa de hacer.
-Y creo que sería mejor que hicieras algo para conquistarla de una buena vez. Si me preguntas, yo le enviaría flores, o algo. No es necesario una cosa cara, sólo algo que la haga sonreír, y que haga que ella, y nadie más, sepa que fuiste tu quien se las envió. Yo sé que ella te corresponderá.
Severus seguía sin decir nada. Consideraba que Evans no era lo suficientemente importante para que él le dirigiera la palabra.
Sin decir nada más, ella salió hacia el gran salón. Severus, por su parte, decidió darse una vuelta por los terrenos, para aclararse un poco la mente.
'Así que ella me ama' se decía él mientras caminaba por las heladas aguas del lago 'Y yo, ¿la amo? No sabría decirlo, pero la quiero, la adoro. Necesito tenerla a mi lado. Sí, la amo' De repente, una idea loca le vino a la cabeza. Con la velocidad de un rayo, fue hasta el bosque prohibido. Buscaría allí un buen ramo de flores, sabía que a las chica siempre les gusta recibir flores, y se las enviaría con un a lechuza del colegio antes de que ella subiera a la sala común de Ravenclaw esa noche.
Hizo que su varita se encendiera, y caminó con mucho cuidado por los senderos del bosque. Una vez adentro, se dio cuenta que no sería tan fácil encontrar flores por allí, pero valía la pena intentarlo. Florence valía la pena el esfuerzo.
Luego de estar media hora adentrándose por el bosque, se encontró con un pequeño riachuelo, y del otro lado vio que crecía un arbusto con unas delicadas flores de un color extraño. No era realmente un color, más bien parecían hechas de cristal, o de alguna otra cosa similar. Esas eran jazmines, estaba casi seguro, por la fragancia que tenían. Jazmines mágicos, los jazmines del Fakir. Sí esos eran. La profesora Sprout les había hablado algo sobre ellos en clase, pero le resultaba imposible acordarse de que les había dicho.
Miró el riachuelo, no parecía muy profundo, probablemente podría cruzar sin problemas. No llegaba a los tres metros de ancho. Colocó un pie dentro del agua, y de repente sintió que algo lo cinchaba hacia el fondo. Severus no lo pensó ni dos segundos, empuñó su varita con agilidad extraordinaria, y le lanzó un sencillo hechizo para repelerlo, y siguió adentrándose. No necesitó mucho más para darse cuenta que ese riachuelo era bastante más profundo y peligroso de lo que parecía a simple vista, pero no tenía pensado retroceder ni un solo milímetro.
Avanzó con bastante esfuerzo, pero finalmente llegó al otro lado. Cuando llegó al otro lado, se dio cuenta que no había traído tijeras para cortar las flores. Trató traer un par desde los invernaderos con un hechizo, pero eso no funcionó, probablemente porque estaba muy lejos de los invernaderos. Lo único que le restaba por hacer era cortar las flores con sus propias manos, y luego, con algo de paciencia, las acomodaría.
Severus cortó todas y cada una de las flores de la planta, y volvió a cruzar el riachuelo, esta vez usando como puente unas ramas que pasaban sobre el agua. Cuando puso sus pies en tierra firme, Severus tuvo el presentimiento de que no estaba solo, se dio media vuelta, y se encontró cara a cara con el director de Hogwarts. Rápidamente puso las flores detrás de sí, para que Dumbledore no las viera. No sabía si estaba permitido cortar esas flores, y no tenía intención de averiguarlo.
-Buenas noches Severus. –le dijo el anciano mirándolo serio- ¿Dando una vuelta por el bosque?
Él sintió como su mente se iba a otro lado, a un lugar del otro lado de la isla británica, y allí, un hombre, que él ya había visto en otra oportunidad, comenzaba a sentir un odio inmenso. El mismo odio que ahora Severus sentía, sin razón aparente hacia el hombre que estaba de pie a poco más de un metro de él.
-Bue... buenas noches señor director. –dijo él, volviendo a la realidad- yo... este... –él acababa de darse cuenta de que no tenía ninguna excusa para estar en el bosque prohibido, lugar que él sabía tan bien como cualquier otro alumno, estaba fuera de los límites.
-Como no fue a clases durante toda la tarde, y tampoco fue a cenar, el profesor Mallory y yo nos empezamos a preocupar. Pero veo que no le ha sucedido nada. Debo decir que estamos sorprendidos de que ninguno de sus amigos preguntara por usted. Ni siquiera el señor Rosier se mostró preocupado cuando le preguntamos si sabía dónde estaba. A decir verdad, si no hubiera sido por la señorita Evans, no lo hubiera encontrado. Nunca pensé que usted haría algo así.
-¿Evans? –dijo Severus, sin querer, en voz alta.
-Sí. Ella nos contó una historia bastante interesante, de hecho. Algo sobre una tal Florence. No que yo supiera que usted se lleva con alguien de ese nombre. –Severus sentía que el profesor le estaba diciendo todo lo contrario a la realidad.- Pues bien, sí usted está enamorado de esa joven, lo que me pondría muy feliz, ya que no hay nada que me cause más placer que ver a los adolescentes enamorados, le recomiendo que arregle ese ramo, ya que no hay nada que cause una peor impresión que un hombre poco prolijo. Si me alcanzas el ramo, podré arreglártelo.
Severus miró al director con algo de recelos. Había algo en el director que le causaba algo de recelo. No era normal que se tratara a los alumnos de esa manera, especialmente cuando éstos acaban de infringir las normas. Pero prefirió seguirle la corriente.
El director recogió ramo, y con un sutil toque de su varita, lo dejó tan bien como su lo hubiera comprado.
-Aquí tienes, y ahora sígueme, que no debes estar aquí.
Severus no dijo nada. No creyó prudente hacerlo. Cuanto menos metiera la pata, mejor. Él sólo caminaba con la cabeza gacha. No se había dado cuenta antes de lo mucho que había caminado para llegar hasta allí.
En cierto momento se oyó un aullido a los lejos. Recién en ese momento Severus se dio cuenta del peligro que había corrido al adentrarse tanto al bosque. Pudo haber sido víctima de un centauro, o de sólo Merlín sabe que otra criatura.
-Ahora puedes irte. –dijo el director, cuando llegaron a la puerta del castillo- No te metas en problemas Severus.
De un momento a otro, el director desapareció del hall de entrada, dejándolo sólo con sus propios pensamientos. Dejó que sus propios pie lo guiaran por los pasillos vacíos hasta la lechucería. Allí buscó una lechuza rojiza del colegio, y le ató las flores a la pata. Antes de dejarla ir, le ató una nota muy corta a la para, que escribió apurado. 'Lo siento mucho. Espero poder verte en los invernaderos mañana a las seis.'
No firmó, ella sabría que era suya, y no podía pedirle nada más. Ella podía no ir, pero era su única opción.
Al día siguiente, en el desayuno, Severus llegó temprano. Quería ver el rostro de Florence. Si ella había recibido las flores, y le habían gustado, o si no. Florence llegó al comedor en la hora pico. Tenía uno de los jazmines en una de las orejas, y una sonrisa de oreja a oreja. Miró hacia la mesa de Slytherin. Por menos de un segundo, sus ojos y los de Severus estuvieron conectados como por una cuerda invisible. Ella siguió hasta encontrar a Camilla Rosier, quien ya se había puesto de pie, e iba hacia ella con una media sonrisa. Del otro lado del Gran Salón, en la mesa de Gryffindor, Beth Stanley parecía no terminar de comprender lo que estaba sucediendo, pero rápidamente de puso de pie, y fue hacia ella casi corriendo, mientras que Lily Evans lo miraba a Severus, aparentemente muy contenta consigo misma.
Cuando Severus terminó su desayuno y fue hasta las mazmorras, donde tendría clase de pociones con los alumnos de Gryffindor, para su desgracia. Cuando llegó, la profesora Jassar ya estaba adentro del salón, aparentemente de muy mal humor, y mirando un viejo libro.
-Buenos días profesora. –dijo Severus más por cortesía que por otra cosa, cuando entró al salón- espero no molestarla.
-Oh... no. Para nada Snape. Toma asiento, sus compañeros llegarán en cualquier momento. –en realidad, la profesora sí parecía estar molesta, pero no por Severus, sino por algo más, algo que él no podría adivinar por sí sólo.
Él se levantó la vista, y vio a los ojos de la profesora, perdidos en la inmensidad de la pared de la mazmorra. Severus se concentró lo más que pudo, hasta que pudo ver en los ojos de la profesora la imagen de una niñita, que probablemente estaba en primero, segundo a lo sumo, con el cabello rubio muy alborotado, y que le gritaba todo tipo de cosas a la profesora, que estaba en su despacho. Severus estaba comenzando a interesarse por el asunto cuando dos chicas entraron al lugar. Eran Stanley y Evans. Ellas pasaron junto a la banca de Severus, y Beth Stanley le dejó una nota de forma muy casual.
Severus la abrió lo más rápido que pudo, y leyó las dos palabras que estaban allí escritas 'Allí estaré'.
Severus no pudo estar tranquilo durante el resto del día. Se pasó todo el día pensando en encontrarse con Florence para algo más que estudiar. Evidentemente, Beth Stanley también de había enterado de todo, y probablemente Camilla Rosier también lo sabía. Eso podía ser un problema, pero Florence era su gran amigo, y ella sabría guardar los secretos.
Ese día después de clase no bajó a cenar, fue lo más rápido que pudo a las habitaciones de los chicos de Slytherin de cuarto año, se dio un buen baño, se colocó su mejor túnica negra, y un poco de colonia que tenía Evan escondida en su baúl, pero que sólo él sabía al respecto, y salió.
Cuando pasaba por la enfermería, se llevó por delante a una alumna de séptimo de Ravenclaw, pero no tuvo tiempo para disculparse, él iba muy apurado como para prestar atención a nada.
Llegó a los invernaderos, todavía con el Jesús en la boca, y miró su reloj. Había llegado cinco minutos antes de lo previsto, y prefirió sentarse para recuperar el aliento. Sabía que debía estar algo desarreglado, pero no podía ser tan malo. Se pasó la mano por el cabello, que por primera vez desde que había entrado a Hogwarts lo tenía bien limpio, tal como a su madre le gustaba.
-Hola Severus. –le dijo Florence entre las sombras- ¿tenías algo que decirme?
Ella salió a la luz, o mejor dicho, a la poca luz que había en ese atardecer. Ella tenía su cabello suelto y en su lugar, con pequeños rulos en las puntas. No tenía su uniforme, sino la túnica celeste que Severus había guardado todo el verano en su baúl. Estaba maquillada, lo que fue una sorpresa para lo que generalmente era su día a día. Severus estaba sin habla.
-Estás preciosa. –le dijo él, recuperando su habilidad para comunicarse- no... no tenías que hacer eso por mí...
Ella sólo sonrió. Era tan hermosa su sonrisa, tan perfecta. Toda ella era perfecta. Un ángel... no había palabras para describirla.
-¿Para qué me llamaste, Severus?
-Yo... yo... quería... yo quiero decirte que... que te quiero. –dijo Severus, juntando todo el valor que tenía, y al mismo tiempo hacer que esa punzada en su brazo se hiciera notar.
Pero él hizo como si la punzada no existiera, como si su corazón fuera lo único capaz de comandarlo en ese momento.
-Y... quería preguntarte... –continuó él- si, por algún motivo, te gustaría ser... ser mi novia.
Ya estaba, lo había dicho. Ahora sólo quedaba esperar la sentencia de Florence.
-¿Sabes lo que eso significaría? –le preguntó ella, en lugar de responder, haciendo que él comenzara a preocuparse.
-Eh...
-Significaría que tú, un mago oscuro, -a Severus le dolió oírla decir eso- tendrías que admitir que eres capaz de amar, que has traicionado a tu amo, y que nos pondrías en peligro a ambos por ello.
-¿Cómo? –Severus no era capaz de comprender como ella era capaz de deducir todo eso, eso que él había temido por tanto tiempo.
-Es lo que me dijo Camilla cuando le conté que estaba enamorada de ti, ya hace bastante tiempo. No quise creerle, pero veo que es cierto. –dijo ella, sonando realmente decepcionada.
-¿Eso significa un no? –dijo Severus, que sentía que el dolor del brazo se le había trasladado al pecho.
-No. Significa que nadie sabrá de esto. Lord Voldemort es muchas cosas, es capaz de destruir todo, y yo no dejaré que él destruya lo que yo siento. No puedo detenerlo, y tú también sabes que no puedes detenerlo, pero nadie más que los que ya lo saben se enteraran de esto.
-¿Y esos serían?
-Camilla, Beth y Lily
-¿Nadie más?
-Nadie más.
-Bueno, creo que Dumbledore ya está enterado del asunto.
-Bien por él.
-Y... –Severus no entendía mucho de los que estaba pasando por la cabeza de esa chica- ¿qué se supone que somos?
-Amantes. –Florence parecía tener todas las ideas bien claras, como si lo hubiera planeado de antemano- aprenderemos a comunicarnos solos. Seguiremos estudiando en la biblioteca. Lily me prometió estudiar conmigo. Nos comunicaremos por Camilla. Ella me ha prometido no decir nada.
Ninguno dijo nada más. Ellos se quedaron mirándose por varios minutos. Severus no sabía que hacer, nunca había besado a una chica, por lo menos no como era debido. Se le fue acercando lentamente. Le rozó la mejilla con la mano. Luego le puso la otra mano en la cintura, y la llevó hasta él. Sus cuerpos quedaron juntos, luego sus rostros, sus labios se fueron acercando. Severus podía sentir como sus manos sudaban, y su cuerpo comenzaba a temblar. Pero se acercó a sus labios, y dejó que sus propios impulsos lo gobernaran.
Ella le respondió. Él podía sentir como su cuerpo se llenaba de esa vida que por tanto tiempo le había faltado. Dejó de temblar, y abrazó a Florence con aún más fuerza. Sus rostros se separaron, y allí estaba ella, sonriéndole, con su sonrisa tan hermosa.
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-Estás de buen humor últimamente Snape. –le dijo Evan Rosier una tarde cuando salían de la reunión del club de artes oscuras.- ¿Se puede saber por qué?
-No. –le respondió Severus, imaginándose justo delante de él al rostro de Florence- No puedes Rosier.
-Oh. Vamos, me puedes contar. ¿Es alguna chica? -Severus, instintivamente buscó la mirada de Camilla Rosier para que lo salvara de esa. Ella era amiga de Florence, y no iba a permitir que nada le sucediera- ¿Estás teniendo un caso con mi primita? –él se había dado cuenta del movimiento de Severus.
-¡Por favor Evan! –dijo Camilla- Me insultas. Además, bien sabes que salgo con Nott.
-No me vengas con esa. Tu no sales con Nott. –dijo Evan- Él sale con Leticia. En tus sueños saldrías con él.
-¿Qué? –ella parecía realmente molesta- Así que Leticia... él me va a oír. Él me va a oír.
Ella se apuró y salió hacia la biblioteca. Un lugar muy extraño para ella.
-¿Qué Leticia? –le preguntó Severus, cuando ella se había perdido de vista.
-Leticia es la hija del dueño de una tienda de Hogsmeade. La que vende artículos para el colegio. Ella está en primero, y Nott no la conoce. La ha visto nada más que en la sala común, pero es divertido burlarme de ella.
-¿Crees que sea prudente? Nott puede terminar en la enfermería por tu culpa. Oí decir que ellos están muy cerca de salir.
-Tienes muy buenas fuentes, ¿no?
-Hago mi trabajo...
-Bueno, ellos sí están por salir. Él la va a invitar para la próxima salida a Hogsmeade. Pero yo sólo quería divertirme un rato. Además, no le va a suceder nada al corto plazo. Él va diez metros atrás de nosotros, y Camilla fue a la biblioteca.
-Entonces le irá a preguntar a Evans y a Brewer la mejor manera de aniquilarlo.
-Ella no las necesita para eso. Debe saber más maldiciones que las dos juntas. Pero ya se le pasará. Además, Nott va más avanzado que ella, recuerda que va en sexto.
-Después no te quejes si se las agarra contigo.
-Ya lo ha hecho, y sigo de pie. ¿Qué vas a hacer ahora?
-Tengo que estudiar. Hay parcial de pociones mañana.
-No necesitas estudiar pociones Snape. Eres el mejor. Pero no importa. Yo me voy a la práctica de Quidditch. Quizás pueda hacer que me pongan en el equipo para el próximo partido.
Severus siguió su camino solo. Cuando llegó a la última esquina antes de la biblioteca, una chica de Ravenclaw de séptimo lo paró.
-Sé que te traes entre manos. –le dijo ella casi susurrando.
-¿Sí? –él trataba de mostrar el mayor desinterés, una de las cosas en las que era experto.
-Te vi... te vi los otros días besando a una chica de mi casa. –eso no era bueno. Él acababa de darse cuenta quien era esa chica. Era Bertha Jorkins, la chica más chismosa del todo el colegio. Severus hasta se sorprendió de que ella no hubiera dicho nada en una semana- Con la hija del ministro, con Florence Brewer.
Había algo raro en todo eso. Era como si ella quisiera decir algo más. De pronto le cayó la ficha. Lo estaba extorsionando. Pero él no lo permitiría, Severus sacó rápidamente su varita, y le apuntó.
-Infirme. –dijo él en voz baja, y una luz blanca salió de su varita.
Ella voló por el pasillo, se estrelló contra la pared de piedra, y aterrizó inconsciente en el piso. Severus se dio media vuelta, y comenzó a ir hacia la biblioteca, cuando se encontró cara a cara con dos profesores. La profesora McGonagall, profesora de transformación y jefa de la casa de Gryffindor, y el profesor Mallory, profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras y jefe de la casa de Slytherin.
-Señor Snape –la profesora McGonagall parecía tratar de mantener la calma, pero no lo estaba logrando del todo- ¿qué significa esto?
-Minerva, yo me encargo. Él es de mi casa, pero lleva a la señorita Jorkins a la enfermería. Y tu Snape, me acompañarás a la mi oficina, luego iremos al despacho del director.
'Genial' pensó Severus. 'Justo lo que necesitaba, ser regañado por Dumbledore.'
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Bueno, ya está. Terminé este capítulo. Como verán, los que esperaban a un Severus Snape rudo y demás, no lo encontrarán aquí, pero igual espero que les guste. Es un Severus Snape muy Light, pero si escribiera como se supone que fue él, me deprimiría demasiado, entonces comería demasiado chocolates, y engordaría, y eso no me sirve, porque queda poco menos de un mes para que empiece el verano, y lo yo tengo hacer, en realidad es perder centímetros. Y para colmo, los días que yo tengo gimnasia llueve... Supongo que lo que acabo de escribir no viene al caso, así que olvídense de lo que dije.
Pasando a temas que sí me divierten, por el capítulo anterior, recibí un total de TRES reviews, uno de los cuales es de un lector nuevo. Para ustedes tres, muchas gracias, -en un ratito se los respondo- y para los otros, ¿Qué están haciendo mientras leen? Podrían estar dejándome un hermoso review. Aunque sea sólo para decir 'hola', o para criticarme, mandarme ideas –estas son siempre bienvenidas- Ya sé que no soy quien para quejarme, si yo he escrito sólo dos reviews en toda la historia, pero lo prometo, lo juro, voy a mandar más...
Discúlpenme que esté emotiva, es que... ya saben.... con Andrés y todo...
Aquí les respondo sus reviews:
John Croaker: Hola querido. ¿Cómo te va? Me alegra que te haya gustado el capítulo anterior, y espero que este te haya gustado también este. Traté de escribirlo lo mejor que pude, y bueno, esto fue lo que salió.
Antiope Black: Muchas, muchas gracias por tu review. Bueno, ya sé que este Snape no es como todos nos lo imaginamos, y no creo que sea como el de Rowling, pero sino no va con la historia, y tal... Florence es demasiado buena, demasiado inocente, y el Snape 'real' –probablemente más como el tuyo- no encajaría con ella. Lamento mucho no haberte escrito ningún otro review, pero mi madre controla todas las horas en las que se usa Internet. Bueno, ahora me tengo que ir...
Wolfgang Snape: Bienvenido/a al barco. Muchas gracias por el cumplido, pero no sé si escribo tan bien... Me alegra mucho que te guste este intento de historia, y espero que me escribas tantos reviews como Antiope ;). ¿Sí? Su por casualidad llegas a publicar una historia, te prometo, te juro, que te escribiré.
Esto ha sido todo por ahora. Si tienen un poco de paciencia, pronto volveré a publicar.
