¡Hola!

Siento mucho la tardanza, es que... bueno, la verdad es que quería terminar el recuerdo de Snape en este capítulo, y al final me quedó un poco más largo de lo esperado. No piensen que ahora en adelante todos los capítulos van a ser así de largos, este ha sido una excepción.

Muchas Gracias, antes de que me olvide, a todos aquellos lo suficientemente valientes para seguir leyendo esto, y más aún los que 'dan la cara' y me escriben un Review.

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Capítulo VIII: Todo un cambio

Severus y el profesor Mallory recorrieron los pasillos del colegio, llegaron finalmente hasta su despacho. Cuando entraron, Severus se sentó en una silla, y el profesor Mallory cerró la puerta de su despacho con un portazo.

El despacho del profesor Mallory era totalmente blanco. Las paredes, los muebles, las cortinas, todo. Severus estaba algo encandilado allí adentro, pero cuando el profesor Mallory se sentó delante de él, Severus no tuvo problemas de mirarlo a los ojos.

El profesor Mallory era un hombre alto y delgado, de algo más de cuarenta años. Era pelado, y sus ojos amarillos en ese momento parecían capaces de matar.

-Muy bien, señor Snape, explíquese. –el profesor se había acomodado en su silla, y esperaba una respuesta de Severus con los brazos cruzados.

-Jorkins trataba de extorsionarme, señor. Ella dijo que sabía sobre... no mejor no se lo digo. Pero sí le puedo decir que el profesor Dumbledore sabe sobre el asunto, y él parece estar de acuerdo.

-¿Y usted se deja extorsionar? Sabe tan bien como cualquier otro habitante de este castillo que la mayoría de las cosas que dice la señorita Jorkins no son de fiar. Pero por lo que me ha dicho, este asunto debe tratarse de una chica. El profesor Dumbledore tiende a querer obrar de cupido en algunos casos. Igual, eso no corresponde. Usted sabe muy bien que no está permitido hacer magia en los pasillos, y ni que hablar de atacar a los demás alumnos.

-Ella está en séptimo, debería ser capaz de defenderse.

-La señorita Jorkins no fue capaz de entrar a mi clase de EXTASIS. -Se defendió el profesor- y usted no debería hacer esas cosas. Por más que me duela, señor Snape, tendré que quitarle cincuenta puntos a Slytherin.

-¿Qué? –Severus no podía entender- Usted no... no puede.

-Sí puedo, y ya lo hice. Ahora, me podría decir por qué nadie se puede enterar. Porque has de ser algo bastante gordo como para que usted reaccionara así. Luego usted, señor Snape, que es siempre tan racional.

-No puedo profesor, lo siento. La estaría poniendo en peligro. Y a mí también. Hay más de lo que parece en juego. No puedo decírselo.

El profesor lo miró a Severus como si comprendiera por lo que él estaba pasando, con una mirada de compasión para ser exacto.

-Sígame señor Snape, el profesor Dumbledore sabrá que hacer con usted.

XxXxX

-Señor director, -dijo el profesor Mallory cuando llegaron al despacho del primero- creo que el señor Snape tiene que hablar con usted.

-Ya veo... ¿por lo de la señorita Jorkins? La profesora McGonagall me habló del tema. Por favor, Bart, déjanos solos, que yo hablaré con él.

-Como usted desee señor director.

El profesor salió del despacho, dejando a los otros dos solos.

-Entonces, Severus, ¿cuál es tu versión?

Severus prefirió contarle la historia a Dumbledore desde donde él la había dejado. No había razón por ocultarle más información que la que tuviera que ver con el señor Oscuro.

-Esa misma noche le envié las flores a Florence, la noche siguiente, nos encontraríamos en los invernaderos. Cuando iba a los terrenos, me llevé por delante a Jorkins que salía de la enfermería, y...

-Sí, ella tuvo un feo incidente con una de las tazas del salón de adivinación... no conoces eso, no cursas esa materia... mejor continúa.

-Y no me di cuenta de pedirle perdón. No que me preocupara mucho, yo no pido perdón, pero ella parece haberse ofendido. Supongo que me habrá seguido hasta los invernaderos. No sé cuanto habrá visto, por que yo iba muy rápido, y ella apenas podía caminar. Allí Florence y yo nos... nos besamos. Aparentemente ella vio eso, y me amenazó con contarlo a todo el colegio, o mejor dicho me lo insinuó.

-Sabes, Severus, no deberías estar avergonzado de lo que sientes...

-No lo estoy, profesor. Yo la amo, pero por razones que no puedo discutir con usted, no podemos hacer nuestro amor público.

-Tarde o temprano lo descubrirán...

-Prefiero que sea tarde. Para poder pasar más tiempo con ella, eso es todo lo que quiero.

-Sabes, lord Voldemort no tardará demasiado en enterarse.

¿Acaso ese viejo sabía todo lo que ocurría a su alrededor?

-Él la mataría solo porque es hija del ministro, ya está en peligro. Y si ella muere, lo mejor sería que muriera por algo que ella a elegido, y no simplemente por su apellido. Por algo que realmente valga la pena.

-Decir eso te puede costar la vida.

-Mi vida ya no vale nada para el Señor Oscuro desde que me enamoré. Y ya no tengo vuelta atrás. Mi padre lo sospecha, y Camilla Rosier ya lo sabe. Pero prefiero este secreto para llenar mi alma a nada.

Él no podía creerlo. Se estaba delatando sólo, y no había nada que pudiera hacer, las palabras parecían salir solas de su boca, y dentro de todo, le estaba resultando bastante agradable liberarse de todo eso.

-Ya veo Severus... entiendo tus motivos para atacar a la señorita Jorkins, pero eso no justifica su proceder. Como castigo tendrá que ayudar a Madame Pomfrey y a la profesora Jassar a preparar las pociones de la enfermería, y la señorita Brewer los acompañará. Parece que ella también tuvo una reacción bastante similar con la señorita Jorkins.

-Profesor... podría pedirle que lo que acabamos de decir no salga de esta habitación.

-Por su puesto Severus, y si necesitas algo, puedes contar conmigo. Y su castigo será este sábado en la mazmorra número trece.

Severus dejó el despacho lo más rápido que pudo. No podía entender a ese viejo loco. Se suponía que él estaba tratando de acabar con el Señor Oscuro, y ahora que él sabía que Severus era uno de ellos, lo apoyaba. Lo mejor sería mantener el perfil bajo, no fuera cosa que el director recobrara su cordura, y él saliera mal de todo ese asunto.

XxXxX

Por fortuna, el tiempo fue pasando, y nadie pareció darse cuenta de nada. El castigo no fue nada del otro mundo, para Severus, sólo un trabajo más de pociones, aunque no se podía decir lo mismo de Florence. Era evidente que las pociones no eran con ella.

En esa mazmorra, las miradas furtivas volaban de un lado a otro, como un partido de tenis, pero aparentemente, ni la profesora Jassar, ni madame Pomfrey parecían darse cuenta de ello, o no querían darse cuenta. A ellos les daba igual. No estaban solos, pero se sentían como si lo estuvieran, y sus miradas podían decir todo.

XxXxX

Finalmente llegaron las vacaciones de invierno. Severus se quedaría en el castillo, había decidido que cuanto menos viera a su padre, mejor, para no correr riesgos y delatarse solo. Florence, en cambio, sí se iría. Su hermana mayor la había invitado para pasar las vacaciones en Canadá, donde ella vivía. Él se estaba preparando para pasar unas vacaciones muy largas.

Para Severus, la Navidad pasó olímpicamente, y estuvo hasta feliz cuando llegaron todos los alumnos de regreso al colegio, si es que se puede decir que Severus Snape es capaz de ser feliz. Por lo menos su diosa Florence había regresado.

-Hola. –dijo Severus sentándose junto a ella en la biblioteca- ¿cómo pasaste tus vacaciones?

-Bastante bien, gracias por preguntar. Mi hermana te manda saludos. –Severus arqueó una ceja- Sí, le conté. O mejor dicho, ella lo adivinó, y le terminé contando todo. Ella quedó muy emocionada, y dice que te quiere conocer

-¿Tu hermana?

-Sí, tu cu-

-Cierra el pico. –le dijo Severus en un susurro- ¿O quieres que todo el colegio se entere?

-Hola, tortolitos. –dijo alegremente Lily Evans, quien acababa de legar a la biblioteca- siento interrumpirlos, pero no quiero estudiar sola.

-Baja la voz. –le dijo Florence, en tono casi de súplica- alguien te puede oír.

-¿Quién? –dijo ella mirando a su alrededor- Madame Prince está en lo más profundo de la sección prohibida, y... creo que es la única persona aparte de nosotros tres que está en la biblioteca.

-¿Y los demás?

-El resto del colegio está en ese estúpido partido de Quidditch. Y yo, como es de esperarse, estoy lo más lejos posible del idiota de Potter.

-Para evitar desmayarte si él pasa cerca, ¿no Lily?

-No digas cosas sin sentido Florence. Eso es más bien un insulto...

-¿Partido de Quidditch? No suele haber partidos de Quidditch en esta época.

-Y yo tan segura que no sabías nada del tema. Bueno, te explico. En noviembre, se suponía que iba a haber un partido entre Gryffindor y Hufflepuff, pero nevó tanto que no se podía llegar a las gradas, y Dumbledore decidió cancelar el partido hasta previo aviso. Entonces ahora, como ya no hay nieve, Dumbledore decidió hacer el partido antes de que vuelva a nevar.

-Y seguro que los profesores no pueden sacar la nieve...

-Ya conocen a Dumbledore... –dijo Evans como si eso lo explicara todo- pues bien, ¿qué están estudiando?

-Pociones. –explica con cara de asco Florence- no hice nada durante las vacaciones y ahora tengo que ponerme al día.

-Eso te pasa por andar paseando por ahí con tu hermana, contándole cosas que en un principio nadie iba a saber.

-Es tan lindo verlos discutir... ya casi lo extrañaba... podrías ser caballero y hacerle la tarea.

-¡Por favor! Si hay algo que no voy a hacer es eso.

-Entonces no haré tu tarea de... de... –Florence se detuvo a pensar un instante, y Severus sonrió con autosuficiencia. La única materia en la que ella era realmente mejor que él, y por amplio margen, era historia de la magia. Pero Severus se las arreglaba, y además, ya había terminado el informe- ¡olvídalo!

-Dámelo, -le dijo Severus al fin, rindiéndose ante los ojos turquesa de la chica que tenía delante de él- Se supone que soy tu novio, ¿no?

-¡Gracias! –le dijo ella tirándose a sus brazos y dándole un beso en los labios- te quiero mucho...

-Ay... el amor... –suspiró Lily Evans- si no fueran ustedes ya les habría tirado un libro por la cabeza, pero, ya saben...

XxXxX

Finalmente terminaron cuarto año. Una año lleno de encuentros secretos y miradas furtivas. Un año con tres cómplices capaces de mentir sobre todo para verlos felices. O mejor dicho para ver a su amiga en común, Florence, feliz. No que Beth y Lily aprobaran a Snape, pero ellas ya habían perdido la esperanza con la hija del ministro.

Ministro de la Magia Renuncia

Decía el titular del profeta, el día dos de setiembre, justo cuando empezaban otra vez las clases de quinto año, luego de un verano bastante solitario para Severus.

Él leyó con atención la portada del periódico. Es noticia incumbía a Florence, y por lo tanto a él.

El ministro Petronio Brewer ha renunciado a su cargo ayer por la mañana alegando que su labor en el ministerio ha terminado, y es tiempo de comenzar una nueva era con la vice-ministra Millicent Bagnold, quien esta misma madrugada confirmó que aceptará el cargo.

El ministro Brewer ha dejado el cargo tras permanecer ocho años en el poder, y también con varios altos y bajos en su popularidad. Dentro de los logros más notables de su gobierno se encuentran la nueva ley de extranjería promulgada hace ya dos años, y la creación del fondo de solidaridad para víctimas de la magia oscura, mejor conocido por FOSVIMO.

-Así que ya no eres la hija del ministro... –dijo Severus cuando se encontraron esa noche, esta vez como novios, y no como compañeros de estudio- Sólo eres otra chica sangre-limpia.

-Ya deja de decir eso... –Florence siempre había tratado de actuar como si su familia fuera una normal, como si su padre no gobernara la vida de todos- sabes que aquí nunca me consideré hija del ministro.

Severus pudo descubrir que había algo de tristeza en la voz de Florence.

-¿Qué te sucede?

-El año que viene no estudiaré más en Hogwarts... –dijo ella, mirando a las manos de Severus y a las suyas propias.

-¿Qué quieres decir? –el mundo casi perfecto que Severus tenía con Florence había perdido sus cimientos, y era evidente que se empezaba a desmoronar.

-El próximo verano nos mudaremos a Canadá, con Eva... papá tiene miedo Severus, tiene mucho miedo... ¿te enteraste que atacaron mi casa tres veces este verano? Gracias a Merlín nadie se encontraba allí cuando eso ocurrió...

-¿Qué sucederá con nosotros?

-No pensemos en eso... no ahora... ahora quiero estar contigo.

Severus la abrazó, y se quedaron así, unos instantes, en silencio.

-Sabes, -dijo Severus mirando la capa celeste de su novia- nunca supe que significa lo que dice tu capa.

-Cada una de las mujeres de la familia Brewer ha tenido una capa como esta, -comenzó ella como quien va a contar una gran historia- las mujeres que se casan con un Brewer, la reciben como obsequio de la familia del novio. Las que nacemos Brewer, la recibimos de otra persona. A veces nuestros padrinos, de nuestros hermanos o abuelos, o incluso de una amiga. Esa capa simboliza la pureza de nuestra familia, en todos los sentidos. Un Brewer es puro de alma y de sangre. Lo que dice la capa es: 'Brewer'. Es medio raro. Una esperaría que dijera algo más importante que sólo el apellido de la familia.

-¿Quién te la dio?

-Eva. Ella me la dio antes de que entrara a Hogwarts. Ella fue quien me contó la historia. Se supone que la capa y su dueña están unidas, y que cuando su dueña se muere, para que su alma pueda descansar en paz, se le debe enterrar con la capa. Según mi hermana, la capa tiene un poder oculto, pero no me imagino que pueda ser. Además, como símbolo de la unión de las dos personas, la que recibió la capa, y quien la obsequió, la capa debe tener una gota de sangre de la persona que la hizo. La de Eva está aquí.

Florence le mostró la parte interior la manga derecha de la túnica, donde se veía una diminuta mancha roja, que apenas era visible a la luz de la Luna.

-Mejor nos vamos, o nos agarrará algún profesor. A esta hora no debemos andar por el castillo.

-Como usted quiera, prefecta Brewer.

-¡Cállate!

XxXxX

-Me iré después del examen de transformación. –dijo Florence en mayo, cuando les entregaron el calendario de exámenes- tengo que tener el baúl pronto, y después de la prueba práctica, me tomaré el tren. Papá no quiere perder más tiempo.

-¿Entonces no nos veremos más?

-No Severus... –Florence parecía realmente destrozada- no nos volveremos a ver, no hasta que lord Voldemort sea derrotado.

-No digas su nombre.

-No empieces con eso otra vez. –le dijo ella molesta- No quiero discutir más sobre eso.

-Está bien... está bien...

-Toma. –Florence se puso de pie, y se quitó su capa, quedando únicamente con el uniforme- quiero que conserves mi capa. Así sabré que no podré morir hasta que la tenga de nuevo, o por lo menos no me podré ir del mundo de los vivos.

En un momento normal, alguien normal se hubiera horrorizado ante este comentario, pero en ese momento, la gente se moría todos los días, y ella estaba hablando con Severus Snape.

-Entonces la guardaré, hasta que la necesites.

XxXxX

DEFENSA CONTRA LAS ARTES OSCURAS

TÍTULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA

Severus escribía lo más rápido que podía en su pergamino. No quería dejar nada fuera. Esa era su especialidad, y no había nada que lo separa de sacar la nota máxima.

-Cinco minutos más–dijo la voz del profesor Flitwick.

Severus terminó la última pregunta, y volvió a leer su examen. ¿Había puesto todo lo que sabía? Eso esperaba. ¿Había Florence contestado todas las preguntas? Ella era capaz de ser tan buena en eso como él. Y la noche anterior, mientras estudiaban en la biblioteca, ella había respondido todas las preguntas.

-¡Bajen las plumas, por favor! –dijo el profesor Flitwick- Eso también va para usted Stebbins. Por favor, permanezcan sentados mientras junto sus pergaminos. Accio.

El profesor Flitwick había caído bajo el peso de los pergaminos, y un par de alumnos, -cuando no, Florence estaba entre ellos- lo ayudó a levantarse.

-Gracias... gracias. Muy bien todos, pueden irse.

Severus juntó sus cosas, y salió del gran salón. Consideró ir con Florence, pero eso no sería sabio. Ella estaba con Beth Stanley, Camilla Rosier, y Lily Evans. Las cuatro hablaban animadamente, y Florence reía a carcajadas, probablemente por los nervios ocasionados por el examen.

Severus fue caminando hacia los terrenos, leyendo por enésima vez el pergamino con las preguntas del examen. Caminó hasta los arbustos donde él Y Florence habían estado la noche anterior. El mejor lugar para mirarla disimuladamente, a ella, que estaba con la mayoría de los alumnos de quinto junto al lago. En un momento, vio que Florence iba hacia el castillo, y él decidió ir con ella, tenía que aprovechar lo último que le quedaba. Se puso de pie, y por primera vez oyó las voces de cuatro alumnos de Gryffindor que él realmente detestaba.

-Excelente- era la voz de Black- Snivellus.

Severus podía adivinar lo que se le avecinaba. Se lo estaba esperando. Pero decidió seguir hacia el castillo, como si nada estuviera pasando. No podía perder tiempo para hablar con Florence. La necesitaba ahora más que nunca.

-¿Cómo te va, Snivellus? –dijo Potter.

Severus soltó su mochila, y sacó su varita lo más rápido que pudo. Pero Potter había sido más rápido.

-Expelliarmus.

La varita de Severus voló por los aires, y Black rió con ganas. Con esa estúpida risa que parecía el ladrido de un perro.

-Impedimenta –dijo él apuntando hacia Severus, quien había saltado para juntar su varita.

Severus podía sentir como todos los ojos estaban sobre él en ese momento. Pudo ver que Florence había quedado petrificada junto a las puertas del castillo, y miraba la escena con espanto. Ella también sabía todo lo que podía llegar a suceder.

-¿Cómo te fue en el examen, Snivelly? –dijo Potter.

-Lo estaba mirando, su nariz estaba tocando el pergamino –dijo Black- Van a haber enormes manchas de grasa por todos lados, y no van a poder leer ni una sola palabra.

Muchas personas a su alrededor rieron, pero Florence no lo hizo. Ella ahora se iba acercando hacia donde estaba ocurriendo todo. Severus trataba de ponerse de pie, pero le era imposible.

-Ustedes – esperen –dijo Severus, mirando a Potter con el más puro odio- Ustedes – esperen...

-¿Qué esperemos qué? –dijo Black- ¿Qué nos vas a hacer, Snivelly, sonarte la nariz sobre nosotros?

Severus trató de mandarle una maldición, y de insultarlo a la misma vez. Pero las palabras quedaron mezcladas, y de cualquier manera, las maldiciones no iba a salir, debido a que su varita estaba fuera de su alcance.

-Lávate la boca. –dijo Potter- Fregotego.

Burbujas rosadas salieron de su boca de una, la espuma que tenía en los labios hacía que él se atragantara.

-¡Déjenlo QUIETO!

No era necesario que él mirara para saber quien había sido. Era Lily Evans. Unos diez metros detrás de ella estaba Florence. Ella estaba con Rosier y Stanley, quienes la tenían agarrada cada una de un brazo, posiblemente para evitar que ella se abalanzara sobre Black y Potter.

-¿Cómo estás, Evans? –la voz del estúpido de Potter había cambiado, posiblemente para aparentar ser más maduro.

-Déjenlo quieto, -repitió Evans- ¿Qué fue que les hizo?

-Bueno, es más bien el hecho de que él existe, si entiendes a qué me refiero.

Muchos rieron. Pero Evans permaneció seria. Florence miraba con odio a Potter, mientras que Rosier y Stanley trataban de no mostrar emoción alguna, a juzgar por la expresión de sus rostros.

-Te crees gracioso, pero sólo eres un imbécil arrogante, bravucón, Potter. Déjalo quieto.

-Lo haré si sales conmigo, Evans. Vamos... sal conmigo, y nunca más lo toco al viejo Snivelly.

Mientras tanto, el hechizo empezaba a perder fuerza, y Severus poco a poco se iba acercando a su varita.

-No saldría contigo aunque tuviera que elegir entre el calamar gigante y tu.

-Mala suerte, Cornamenta, -Black comenzaba a girar para quedar frente a frente con Snape- ¡OY!

Severus le había apuntado con su varita directamente a Potter, hubo un resplandor, y un tajo apareció en el rostro de Potter. Hubo un segundo resplandor, y Severus estaba colgado de cabeza, su túnica le había caído sobre la cabeza, dejando que se vieran sus piernas, y sus calzoncillos grises.

-¡Bájenlo!

-Claro.

Potter dejó que Severus cayera al piso. Severus se puso rápidamente de pie, pero Black otra vez le apuntó.

-Locomotor mortis.

-¡DÉJENLO QUIETO! –Evans había sacado su varita.

-Ah, Evans, no hagas que te hechice.

-¡Quítale el hechizo, entonces!

-Aquí tienes. Tienes suerte de que Evans estuviera aquí, Snivellus.

-¡No necesito la ayuda de una asquerosa sangre sucia como ella!

Eso le había salido del alma, y no le tomó más de un segundo darse cuenta de lo que acababa de hacer. El rostro de Florence mostraba que tan molesta estaba, y era imposible saber a quien miraba con más odio, si a Potter y a Black, o a Severus. Él había hecho lo único que hacía que ella se molestara con él. Algo que hacía mucho tiempo que no decía delante de Florence.

-Bien, -le dijo Evans- No me molestaré en el futuro. Y lavaría tus pantalones si fuera tu, Snivellus.

-¡Pídele disculpas a Evans!

-No quiero que tu lo hagas disculparse. Eres tan malo como él...

-¿Qué? ¡Yo NUNCA te llamaría una – ya sabes que!

-Tocándote el pelo porque crees que está bueno parecer que acabas de bajarte de tu escoba, mostrando esa estúpida Snitch, andar por los corredores maldiciendo a todos sólo porque puedes me sorprende que tu escoba se pueda levantar del suelo con semejante ego. Me ENFERMAS.

Ella se dio media vuelta, y salió hacia el castillo pasando justo por al lado de Florence. Las dos se miraron a los ojos, y ahí él supo que ella ya no respondía por lo que él dijera o dejara de decir.

-¡Evans! –le gritó Potter- ¡EVANS!

Pero Lily Evans no miró.

-¿Qué le pasa?

-Leyendo entre líneas, diría que ella cree que eres un poco creído. –le dijo Black.

-Bien. –Potter estaba furioso ahora, posiblemente más que Florence- Bien. –con un movimiento de varita puso a Severus otra vez en el aire- ¿quién quiere ver como le quito los pantalones?

Fue terminar de decir eso, que un rayo de luz golpeó a Potter con fuerza, haciéndolo volar unos cinco metro, y al mismo tiempo, haciendo que Severus se diera contra el piso, una vez más.

Severus miró hacia el lugar de dónde provenía la luz, y allí vio a Evan Rosier, que sostenía su varita, y todos los que estaban a su alrededor lo miraban con caras raras. Otro rayo de luz voló, pegándole esta vez a Black

Severus no perdió su tiempo y empuñó su propia varita. Se subió su mangas, y le apuntó a Potter con odio. Un centenar de maldiciones cruzaron por su cabeza, hasta las imperdonables.

-Infirme. –dijo finalmente, utilizando la misma maldición que había usado antes con Bertha Jorkins.

-¡Lunático! –gritó Black, quien se retorcía en el piso de dolor,- ¡Ayúdanos!

-Siento informarte Black, que tu amiguito no podrá ayudarte. –dijo Camilla Rosier, que había soltado a Florence, y le apuntaba a Lupin con su propia varita.

-¡DETÉNGANSE! –se oyó la voz de una profesora desde la entrada del castillo- ¡Los seis! ¡Ahora! Cada uno al despacho de su jefe de casa.

Era la profesora Jassar. Ella estaba con su varita en la mano, y estaba a punto de tener un ataque.

Severus bajó su varita, y levantó la vista. Florence permanecía en el lugar donde la había soltado Camilla Rosier. Miraba a Severus con una mezcla de decepción y asco. Él bajó la vista, y se dio cuenta por primera vez que había dejado a la vista el tatuaje de su brazo.

-¡No me vuelvas a dirigir la palabra! –le dijo ella con repugnancia, y agarrando a Beth Stanley del brazo, entró al castillo.

Camilla Rosier soltó a Lupin, y se fue caminando, algo cabizbaja hacia el castillo. Severus corrió para llegar junto a ella, y luego se les unió Evan.

-¿Por qué me ayudaron?

-En Slytherin encontrarás buenos amigos, ¿recuerdas? –dijo Evan, mientras subían la escalera de mármol- somos Slytherins, ¿o no?

Severus miró a Camilla, ella seguía sin decir nada.

-¿Y tú? Estoy seguro que no fue sólo por lealtad a tu casa.

-Sólo hice lo que Florence hubiera hecho. –dijo ella sin levantar la mirada- Hasta que vio... hasta que vio lo que vio.

-¿Y ella no ha visto la tuya?

-¡Por su puesto que no! Soy muy cuidadosa con ese tema.

-Y yo que creía que ella sabía.

-No... lo único que ella sabe es que nuestros padres... pero ahora, ahora sabe sobre ti. Y no le puedo volver a hablar... ella se daría cuenta que algo pasa...

-Y ahora ella no me va a volver a hablar. –dijo Severus, con algo de amargura en su voz.

-Muy bien, -dijo Evan parándose delante de los otros dos- Creo que me estoy perdiendo de algo. ¿Qué tanto lío con esa Brewer?

-Te contamos cuando salgamos del despacho de Mallory.

-Si salimos...

XxXxX

-Ahora abran la boca. –dijo Evan sentándose en uno de los sillones de la sala común, luego de haber salido del despacho de Mallory con cien puntos menos, y un castigo cada día en la semana antes de las vacaciones- y quiero todo con lujo de detalles.

Severus respiró hondo, es historia iba a ser larga.

-Florence Brewer es... mejor dicho, era, mi novia.

-¡Aja! –dijo él con voz triunfante- ¡Yo sabía que en algo andabas!

-Cállate de una vez Evan. –le dijo Camilla mientras se pintaba las uñas- déjalo contar su historia.

-Entonces, -dijo Evan con los ojos como platos cuando Severus terminó de soltar todo- el señor Snape es un rompe corazones, un romántico. Si no me lo estuvieran contando, no me lo creería.

-Mejor sería si no lo hicieras. No se supone que los Mortífagos amemos. –dijo Severus bajando la voz- no quiero imaginar lo que puede llegar a sucedernos si él se llega a enterar. –por él, se entendía el Señor Oscuro- Me voy a dormir.

Severus llegó a su cuarto, y allí encontró una carta, con sello del ministerio, y luego junto a ella, un paquete, envuelto en papel viejo. Severus se acercó, y abrió la carta.

Estimado señor Severus Snape,

Por la presente se le comunica que usted es el único heredero vivo de la familia Snape, por lo que todas sus pertenencias pasan a partir de este momento a estar bajo su nombre. El testamento de su padre estipulaba que usted continuaría viviendo en la casa de su familia. A esta carta se adjunta la daga de la familia Snape, que confirmará su pertenencia a la familia como heredero.

También es mi deber como abogado de la familia que nuestra firma se ocupará de todo lo referente a los servicios fúnebres, siguiendo las instrucciones dejadas por su padre.

Sin otro particular, saluda a usted atte.,

William Whitelaw,

Abogado

Severus dejó la carta del abogado de su padre a un lado. ¿Testamento? ¿Heredero? Su padre, ¿muerto? Alguien había hecho el trabajo sucio en su lugar, eso era seguro. No se sentía mal, ni mucho menos. Más bien aliviado. No tendría que volver el rostro del detestable de su padre. Miró el paquete, y lo abrió. Adentro se encontraba la daga que su padre guardaba en la biblioteca. Era plateada con incrustaciones de esmeraldas en el mango. La tomó con cuidado. La daga brilló por un momento, y luego volvió a su estado original.

-Mi padre ahora está oficialmente muerto. –dijo él mirándola- y yo soy el señor Snape.

Severus abrió su baúl para guardar todo, pero no llegó a hacerlo. Arriba de todas sus cosas, encontró la capa de Florence. Ella le había dado lo que decía que ella realmente era una Brewer. Severus volvió a mirar su daga, y tomó una decisión. Se la enviaría a Florence, la quisiera ella o no. Él tomó un pedazo de pergamino, y escribió una nota en él.

No te pido que me perdones, porque esto no tiene perdón. Sólo te pido que me recuerdes. Porque yo te recordaré por siempre.

Severus envolvió la daga en una pedazo de papel que había quedado del cumpleaños de Evan, que había sido la semana anterior, con la nota adentro, y salió hacia la lechucería.

En la sala común se encontró con los primos Rosier, quienes miraban estaban muy concentrados practicando movimientos de varita.

-¿Adónde vas? –le preguntó Camilla.

-No se preocupen. Llegaré a tiempo para el práctico.

XxXxX

Todos los alumnos de quinto año estaban sentados en la sala contigua al Gran Salón. Severus no estaba nervioso, pero sentía una extraña necesidad de salir corriendo de ese lugar. De a ratos, miraba de reojo a Florence, quien estaba pálida. Ella sería del primer grupo en ser examinado, y movía su varita entre sus dedos, tratando así de mantener la calma. Ella no lo miraba a él, sólo miraba al piso, y de vez en cuando dejaba salir un leve suspiro.

La profesora McGonagall se apareció en la puerta. Ella también estaba pálida, y miraba a sus alumnos casi implorándoles que les fuera bien.

-Buenas tardes... –dijo ella, con el pergamino en la mano- Este es su último examen... Por favor, déjenme bien parada. –ellos eran el primer grupo al que ella le había dado clase desde primer año.- Adams, Black, Brewer y Burton. Es su turno.

Florence se puso de pie temblando de pies a cabeza. Black, en cambio, estaba tan arrogante como siempre –o más si eso era posible-, y miraba a los demás con aire de superioridad. Los cuatro pasaron por las puertas de roble, y esa fue la última vez que Severus vio a Florence, mientras estudió en Hogwarts.

XxXxX

Las vacaciones de verano finalmente llegaron. Severus las pasó sólo en esa enorme mansión, sin nada que hacer, más que sus tareas. Ahora tenía libre acceso a la biblioteca de su padre, y las cuentas que él tenía en Gringotts. Pero no quería gastar su dinero.

Sexto año volvió a comenzar, pero Severus se sentía tan sólo como se había sentido esos dos meses en su casa. Los meses pasaban de a uno, sin nada especial en ellos. Él volvió a tener solo dos actividades, sus estudios, y el club de artes oscuras. Él volvió poco a poco a ser el que había sido en primero. Ese alguien cerrado, sin nada más que hacer, que preocuparse por sí mismo. Y, claro está, de su rivalidad con los creídos de Gryffindor.

Un día recibió una carta en el desayuno. No reconoció la letra, pero ésta si le intrigó.

Snape,

Espero verte esta noche en los jardines, cerca del sauce boxeador. Estoy seguro que allí habrá algo que te interesará.

¿No esperarás que te de mi nombre? ¿O sí?

Severus guardó la carta, que más bien era una nota, en un bolsillo de su túnica. Así que algo que le iba a interesar, ¿eh? Bueno, no había nada de malo en investigar.

Esa noche, envuelto en su capa, salió a los terrenos del colegio. Caminó entre las sombras, hasta llegar a al menos cien metros del sauce boxeador, y allí se quedó. No tuvo que esperar mucho, hasta que vio que dos personas se acercaban al árbol. Una de ellas tomó una vara que había en el piso, y le dio en nudo, haciendo que el árbol quedara inmóvil. Una de las personas se metió un hueco que parecía estar entre las raíces del árbol. Severus esperó hasta que la otra persona se fuera, y él se fue acercando al árbol. Era una suerte que la Luna estuviera por salir, así podría ver mejor, en ese lugar, que quedaba tan lejos del castillo.

Tocó el nudo del árbol con la vara que habían dejado en el piso, y vio como todo el árbol quedó duro, y él comenzó a entrar en el hoyo que había entre las raíces. Cuando ya estaba dentro del túnel, alguien lo agarró por el cuello de la túnica.

-¡Detente! –era la voz de Potter- Snape, sal de allí.

-¡Tú no me harás irme a ningún lado! –rugió Severus.

-No me obligues...

Potter tenía su varita afuera de su túnica, y Severus también. Potter probablemente iba a lanzarle algún hechizo, por lo que Severus, únicamente lo paralizó en su lugar.

Lumus! –dijo Severus, y vio a la persona que había entrado al túnel. Era alguno de su mismo año, pero de otra casa. La misma casa que ese Potter. Ese era Remus Lupin.

Lupin lo vio, y por un instante pareció que iba seguir su camino, pero se di media vuelta, y comenzó a poner sus manos en el piso.

-¡Sal de aquí! -logró decir antes de que su cara se llenara de pelos.

Severus no necesitaba nada más para darse cuenta de que su compañero era en realidad un hombre lobo. No podía moverse, estaba paralizado. Lupin comenzaba a avanzar hacia donde estaba él, de una forma bastante aterradora. Severus sabía que tenía que hacer algo, pero sus clases de Artes Oscuras parecían habérsele ido de la cabeza. su varita temblaba en su mano, y él no sabía para dónde correr.

Un rayo de luz rozó su hombro, y le dio en lleno a Lupin en el pecho, haciendo que éste retrocediera un par de metros, pero no duró mucho, porque ya estaba avanzando hacia él nuevamente. En ese momento, Severus cerró con fuerza el puño que tenía la varita, y le apuntó a Lupin.

-Infirme. –Severus le apuntó a Lupin haciendo que volara unos metras para atrás, y se golpeara con el techo de túnel.

Por un momento pareció que el hombre-lobo había quedado inconsciente, sin embargo, se puso de pie con un poco de dificultad. Severus comenzó a retroceder hacia la entrada del túnel, y pudo ver como Potter se ponía entre él y Lupin. Potter seguí lanzándole hechizos, pero él no quiso saber más, y salió del túnel, sólo para encontrarse con el director, con una cara de muy pocos amigos.

El director se metió en el túnel, con una agilidad sorprendente para su edad, y luego de un resplandor, él salió del túnel, seguido por Potter, quien por primera vez desde que Severus lo conocía, parecía que había vuelto al mundo de los mortales.

-Los dos acompáñenme a mi despacho, esto va más allá de lo que sus jefes de casa pueden hacer.

Los tres caminaron lentamente hasta el despacho del director. Nadie dijo nada durante todo el recorrido, parecía que era demasiado arriesgado decir nada.

-Muy bien, -dijo el director cuando llegaron al despacho- parece ser que aquí ha sucedido algo bastante interesante. Déjenme adivinar. Usted, señor Potter, provocó al señor Snape para que fuera a los terrenos esta noche, justo esta noche de luna llena, en la cual usted bien sabe lo que sucede, y por supuesto, el señor Snape no pudo resistirse ante la tentación. Por supuesto, cuando llegó allí se encontró con el señor Lupin a medio transformarse, ¿me equivoco?

-Más o menos, señor director. –dijo Potter, con una voz un tanto apagada. Por primera vez parecía arrepentido por algo- No fui yo quien le envió la nota, y estoy seguro que no tenía la menor idea de qué se trataba, hasta que vio lo que vio. Yo sé quien le envió la nota, y lo que decía, por eso decidí ir a los terrenos a detenerlo, antes de que algo le sucediera.

-Muy caballeroso de su parte, señor Potter, y ahora señor Snape, que tiene a decir a su favor. Usted sabe que está prohibido salir por la noche a los terrenos del colegio, ya que es muy cercano a un prefecto –Severus bajó la cabeza ante la mención de Florence- y ese prefecto es incapaz de romper alguna norma. Pero sobre todo, está prohibido acercarse al sauce boxeador, un árbol muy peligroso, por cierto.

-No tengo nada que decir a modo de defensa, -dijo Severus mirando a Potter con cierto desagrado. Ahora él le debía la vida-.

-Muy bien, señor Snape. Ahora, por favor, señor Potter, puede ir a llamar al señor Black. Dígale que lo quiero en mi despacho lo más rápido posible. Señor Snape, me temo que todavía tenemos algunos puntos por discutir.

Potter se puso de pie, y salió del lugar, mientras que Severus seguía con la cabeza gacha.

-Severus, -dijo Dumbledore acomodándose en su silla- te tendré que pedir que guardes el pequeño secreto del señor Lupin. Yo guardaré el tuyo. Florence me contó tan pronto como lo descubrió. –le aclaró Dumbledore al ver la cara de falta de entendimiento de Severus- Ella me pidió que no hiciera nada al respecto. Muy a mi pesar, acepté. Ella tiene confianza en que usted podrá rehabilitarse.

Severus permaneció boquiabierto por unos instantes. ¿Era eso lo que él creía?

-Debes saber, Severus, que yo no estoy de acuerdo con todo esto, pero fue un pedido especial de Florence antes de partir. También quiero que sepas que si me necesitas, te esperaré con mis brazos abiertos. Para los que sea.

-De acuerdo señor director, no diré nada.

-Muchas gracias Severus, ahora puedes retirarte.

Severus no esperó más, y salió del despachó. Siguió su camino hacia las mazmorras todavía pensando en las palabras de Dumbledore. Primero, Florence le había pedido al director que guardara su secreto, y él había aceptado. De mala gana, pero había aceptado. Por otro lado, Dumbledore había dicho que podría contar con él. Ya era la segunda vez que le decía eso. ¿Quién se creía ese viejo loco? ¿Acaso pensaba que Severus volvería a Hogwarts así como así? Nada más lejos de la verdad.

XxXxX

En fin, el tiempo fue pasando, y Severus ahora, sin nada más que lo trajera a la vida, se fue volviendo cada vez más huraño, cada vez sediento de sangre, gracias a las clases de Artes Oscuras.

-Avada Kedavra –dijo Severus sin mucho miramiento apuntándole a una mosca que volaba sobre el techo de la sala común- ¿cómo te preparas para los EXTASIS?

-Esa es una pregunta muy estúpida, Snape, -le dijo Evan Rosier, mientras ojeaba un libro- yo no me preparo para esas cosas inútiles. Yo ya tengo mi trabajo asegurado en el negocio de mi padre. No tengo que preocuparme por esas cosas.

-Tú tienes suerte... yo tengo que conseguirme trabajo así como salga de aquí.

-¡Pero si eres rico! –le dijo Camilla, mientras hacía un resumen de estudios muggles- Bien podrías dedicarte a hacer nada.

-No soy rico. Mi padre tenía muchas deudas con el señor Oscuro, y tuve que pagarlas... me queda algo de dinero, pero no me durará para siempre.

-Me enteré que hay una tienda de pociones que necesita un ayudante. Podrás hacer eso, ¿no? Pociones es tu especialidad después de todo...

-Ves, esa es una buena idea. Me extraña viniendo de ti... –le dijo Severus mirándola a los ojos.

-Muy gracioso Snape. Me pregunto que diría Florence si se enterara de cómo me tratas... pero seguro, ahora que no necesitas una mensajera, te dedicas a insultarme.

-No sé como me metí con ella, para decir la verdad...

-Sabes... –empezó Camilla levantando la vista, como pensando en la mejor manera de decir algo- no, mejor olvídalo. Mejor me voy a mi cuarto.

-¡Detesto Hogwarts! –exclamó Evan cerrando su libro con fuerza- ¡me quiero ir ya!

-Cálmate Evan, quedan sólo tres semanas, y seremos libres.

-¿Te enteraste que en la primer semana al salir de Hogwarts habrá una reunión con todos... con todos nosotros... –con 'nosotros' Rosier se refería a los Mortífagos que estaban en séptimo ese año-, pero no sé dónde será.

XxXxX

Las tres semanas que les quedaban en Hogwarts se fueron como si nada, y ahora Severus ya era un ex alumno de Hogwarts. La invitación a la reunión de Mortífagos llegó en su primer lunes fuera del colegio, y lo invitaba a ir a una casona que quedaba en un pueblucho llamado 'Pequeño Hangleton' ese sábado. En esa misma semana consiguió el trabajo en la tienda de Pociones, que quedaba en el callejón Knocturn, en Londres.

El sábado, con su túnica y su máscara, se apareció a la 'fiesta' que se organizaría en la mansión de esa casa. Allí se encontró con Evan, y con Camilla, quienes también estaban ocultos bajo sus máscaras. Cuando todos los recientes egresados de Hogwarts ya estaban allí, el señor Oscuro se puso delante de ellos, y los miraba con cierto aire de superioridad.

-Bienvenidos mis vasallos, a esta nueva etapa de sus vidas. Esta noche, se tornarán verdaderos Mortífagos, pondrán en práctica todo lo que han aprendido durante todos estos años. Esta noche, irán de cacería, hacia los pueblos muggles, que esperan su llegada. Bella, -dijo él mirando hacia el fondo de la habitación- esta noche los acompañarás en su viaje al poder...

Bellatrix Lestrange, quien ya se había casado con Rodulphus Lestrangre, los llevó a una ciudad muggle en Gales, donde primero un poco tímidos, y luego con un poco más de libertad, comenzaron a matar muggles a diestra y siniestra. Un simple Avada Kedavra, y el primer muggle que pasara por allí, caía muerto al instante. Severus incluso llegó a sentir que era para eso que estaba hecho.

Esa fue la primer noche que su varita mató a un ser humano, pero para que le pesara en la conciencia, no sería la única...

-¿Lo disfrutaron, vasallos? -dijo el señor Oscuro cuando regresaron a la mansión- yo sé que sí. Seamos francos, ¿quién no lo disfrutaría? Ahora, de a uno pasen al salón contiguo, que Malfoy les dará las instrucciones para su primer misión. Ese sobre deberá ser destruido.

Severus pasó cuando fue su turno a la habitación, tomó el sobre que le dio Malfoy, y salió rumbo al castillo Snape. Cuando llegó allí, se sentó en un sillón de l biblioteca, y se acomodó para leerlo.

Durante la próxima semana, entre las doce del medio día, y las seis de la tarde, usted deberá dirigirse al número trece de la calle Carson Villas, en Co. Indonderry, Irlanda del Norte. Allí, deberá administrar un veneno que usted elija, siempre que éste tenga una larga duración, y pueda ser aplicado, por ejemplo, en el agua, o en algún alimento en especial. Recuerde que una vez que usted se halla terminado el trabajo, debe esperar que la persona dueña de la casa consuma el veneno, para liberar a la marca tenebrosa en el cielo.

Severus volvió a leer el pergamino, se memorizó la dirección, y quemó el papel. Lo siguiente que hizo fue ir hasta el una de las habitaciones vacías del castillo donde tenía una especie de laboratorio. Eligió una poción no muy rápida, pero efectiva. Que no perdía sus propiedades cuando disuelta en agua. Estuvo toda la noche en eso. La poción llevaría cuarenta y ocho horas en estar lista, más otras veinticuatro para tomar cuerpo. Él salía a las cinco de la tarde del trabajo, y eso le daría suficiente tiempo para dejar en veneno antes de esa tal víctima llegara.

Él sentía un extraño placer en todo eso. Quizás porque había disfrutado tanto con la muerte de esos muggles. Ese había sido un trabajo sencillo, dentro de todo, pero era la primera vez que hacía algo como eso.

XxXxX

El jueves después del trabajo, con el frasco de veneno escondido en uno de los bolsillos de su túnica, salió hacia el lugar que debía ir. La casa era una pequeña cabaña de dos pisos de madera, con flores plantadas en la entrada. Ese era evidentemente un barrio muggle.

-Alohomora –dijo Severus para abrir la puerta.

Él entró a la casa. Por dentro era mucho más espaciosa de lo que parecía por fuera. Esa era evidentemente la casa de un brujo. Vio en la sala la estufa, con evidente señales de haber sido utilizada hacía no mucho tiempo. Siguió su camino, en búsqueda de la cocina. Allí descubrió que el fuego estaba encendido, y alguien estaba hirviendo agua. Con rapidez colocó el contenido del frasco en el agua que estaba hirviéndose. Salió de la cocina, y buscó un lugar para esconderse. Escuchó alguien bajar las escaleras, por lo que tuvo que esconderse en el primer lugar que encontró. Era una especie de oficina, con las estanterías vacías, y una enormidad de cajas por todos lados. La persona que vivía en esa casa acababa de mudarse. Sobre una de las cajas, vio algo que brillaba. Se fue acercando a tientas, y allí encontró algo que le resultó horriblemente familiar.

Se quedó duro en su lugar. Esa no era cualquier casa.

De repente se escuchó un grito proveniente de la cocina. Severus sintió como dos años de reprimir sus propios sentimientos, y muchos otros de mentiras y engaños acerca de ellos salían flote, como si una bomba acabara de estallar.

Él corrió hasta la cocina, y allí, tendida en el piso la encontró a ella, a Florence. Sacó su varita por la ventana, y gritó al cielo.

-Mosmorde. –la marca tenebrosa apareció en el cielo. Su misión como Mortífago ya estaba cumplida, ahora le quedaba Florence.

Sabía que era su misión dejarla morir. Pero ella era Florence, su Florence, y por más que quisiera ocultarlo, todavía la amaba. La cuestión ahora era adonde la llevaba. No podía dejarla allí, moriría muy pronto. Tampoco podía llevarla a su castillo, no sabía bien porque, pero no se sentía muy seguro allí. De repente, una voz resonó en su mente. 'Si me necesitas, te esperaré con mis brazos abiertos'. Eso era, iría a pedirle ayuda a Dumbledore. ¿Pero qué estaba pensando? Dimbledore no le iría a decir que sí a un mortifago, así como así.

Severus bajó la mirada, y miró Florence con tristeza. Ella estaba perdiendo color, poco a poco. Hogwarts era su única esperanza. Severus tomó a Florence en su brazos, y tambaleándose un poco, salió de la casa. Se transportó a Hogsmeade tan rápido como pudo. Caminó hasta las puertas de hierro del colegio, y trató de abrirlas, pero le resultó imposible.

Severus ya se había resignado a ver morir a Florence, cuando la voz del director lo detuvo.

-Severus, pasa. No te haré preguntas.

Severus se apresuró a entrar por el portón, llevando todavía a Florence en sus brazos. No pensaba en nada, sólo iba hacia la enfermería. Dumbledore iba tras él, con paso firme.

En la enfermería, Severus dejó a Florence sobre la cama, y se fue a buscar un antídoto para la poción. Sabía que no lo encontraría, y que la única opción que tenía era prepararlo él mismo.

-Profesor Dumbledore... –dijo Severus con la voz algo entrecortada- necesito un caldero...

Dumbledore no le dijo nada. Únicamente movió un poco su varita en el aire, e hizo aparecer un caldero al lado de Severus.

-Trabaja tranquilo. Iré a buscar a Poppy, quizás ella te pueda ayudar.

Severus no se atrevía a mirar a Florence, lo único que hacía era preparar el antídoto. Lo bueno del caso era que el antídoto se preparaba muy fácilmente. En una hora, la poción estaba lista, y él también lo estaba, para dárselo a Florence.

-Yo lo haré, Snape. –dijo la enfermera- Pero no te puedo prometer nada. Mejor espera afuera de la enfermería.

Severus salió del lugar, y se sentó en el piso del pasillo, apoyándose en la pared. Allí, sin nadie que lo viera, él se largó a llorar. Lloró por lo que era, por lo que se había convertido. Lloró por lo que le había hecho a la única persona capaz de amarlo.

-¿Te encuentras bien Severus? –le preguntó el director quien acababa de salir de la enfermería.

-¿Cómo está? –dijo Severus, desesperado-.

-No sé... lo mejor será esperar hasta que Poppy nos diga.

-Es todo mi culpa... es todo mi maldita culpa... –dijo Severus más para sí mismo que otra cosa- Si hubiera dicho que no cuando todavía tiempo... nada de esto hubiera pasado, y ella ahora estaría bien...

-Sabes, nadie puede saber que es lo que puede llegar a suceder. El futuro es algo que nos es imposible de conocer, y eso es lo que hace que la vida sea tan interesante...

-Mi vida ya no es interesante. Mi vida ya no es nada. Yo mismo la destrocé, y ¿para qué? Para satisfacer al hombre que más odio en el mundo.

La puerta de la enfermería se abrió, y Pomfrey salió, bastante pálida.

-¿Y?

-No creo que sobreviva. Está muy grave, el veneno ha penetrado mucho.

Severus le dio a la pared de piedra con el puño. Cada segundo que pasaba, se ponía más furioso consigo mismo. Ella se le estaba yendo, y él no podía hacer nada. Y lo peor del caso, era que él le había hecho eso.

-Él me las pagará. Haré lo que sea, todo lo que sea necesario para acabar con él. No permitiré que él se salga con la suya. –Severus miró a Dumbledore a los ojos- Director, pídame que haga algo por usted, y lo haré. Lo haré por ella, para que él pague por todo esto.

Severus temblaba un poco, probablemente de la rabia que tenía acumulada.

-Severus... lo siento mucho... por favor, acompáñame a mi despacho.

Severus acompañó al director, no miraba por donde caminaba, sólo miraba al piso, y se maldecía a sí mismo por todo lo que le había hecho a Florence.

-Necesito... necesitamos... lo que realmente necesitamos es saber que es lo que trama. Necesitamos alguien desde adentro. –Dumbledore miró significativamente a Severus- necesitamos a alguien que no sea descubierto.

-No creo que yo sea tan bueno en Occlumancia –dijo Severus adivinando lo que el director tenía en mente- él ya debe saber todo lo que tengo en mente...

-Te sorprenderías a ti mismo. Pero esta es tu elección.

-Lo haré, mi vida ya no vale nada. No importa lo que me suceda, vengaré la muerte de Florence, y si es posible la de mi madre.

-Puedes irte, yo te haré saber cuando te necesite. No hagas nada que resulte sospechoso. Actúa con naturalidad. Y no le hagas saber a la señorita Rosier sobre lo que le sucedió a Florence. Sólo recuerda no mirar a Voldemort a los ojos. –Severus tembló un poco al oír el nombre de su amo, o más bien, antiguo amo, pero salió de la habitación con paso firme. El mismo paso que tuvo hasta llegar a su castillo.

Él se sentía culpable. Él era culpable. Él había matado a más que unos inútiles muggles. Había matado a la mujer que amaba. ¿Y si había matado al amor de muchos otros? Por primera vez en su vida, realmente creyó a los muggles de ser como él. ¿Tanto lo había cambiado?

XxXxX

Severus únicamente salió de su castillo durante esa semana para ir a trabajar. No quería saber de nada más. Era miserable, se odiaba a sí mismo. Apenas comía. Recién el sábado por la noche, sintió que la marca le ardía. No supo como, pero entendió a la perfección que debería ir al mimo lugar al que había ido la vez anterior. Caminó hasta estar lo suficientemente alejado de su castillo, ya que allí no se podía aparecer, y se transportó hacia la mansión del Señor Oscuro.

En el camino incluso pensó desertar, pero desistió. Él le había prometido a Dumbledore que le ayudaría, y eso haría. Vació su mente de todo contenido, y entró al la sala donde habían muchos Mortífagos reunidos. Se arrodilló a los pies de su amo, y no dijo nada. Lo mejor era no pensar en nada.

-Snape... –le dijo su amo en un susurro- veo que has cumplido tu cometido... supe que el veneno que utilizaste actúo muy rápidamente. Lo único extraño fue que no encontramos el cuerpo.

-No tengo idea lo que pudo haber sucedido –mintió Severus- tan pronto como oí su grito después de haber tomado el veneno, liberé la marca tenebrosa, y me fui del lugar.

El señor Oscuro levantó su varita, y le lanzó la maldición Crucio.

El primer impulso de Severus fue gritar, pero luego le vino a la mente el recuerdo de su infancia, no mucho antes de entrar a Hogwarts, cuando su padre le lanzaba esa maldición. Ya casi se había olvidado, y no sabía porque había sido de esa manera. Se controló para no gritar, sabía que si lo hacía, el hechizo se haría más fuerte. Lo único que hizo, fue retorcerse en el piso, bajo la atenta mirado de los demás Mortífagos.

El señor Oscuro retiró la maldición de repente, y Severus permaneció agitado en el suelo unos instantes más.

-He recibido información sobre que eres excelente en pociones. De ahora en adelante te encargarás de la pociones que necesitemos. Te haré saber cuales serán. Ahora puedes retirarte.

Severus no lo pensó dos veces, se puso de pie, ya salió hacia su castillo. Cuando llego allí, se encerró en su cuarto, y comenzó a buscar las cartas que le había escrito Florence hacía ya muchos años.

Las fue leyendo de a una. Leyó todo lo que le había escrito ella antes de que nada para entre ellos, cuando él la odiaba. Las leyó por lo menos diez veces antes de quedar dormido sobre su cama.

A la mañana siguiente, cuando Severus recién se levantaba, la estufa de su habitación se encendió súbitamente, y un pergamino apareció, justo antes de que el fuego volviera a apagarse.

Severus se acercó al papel, y lo leyó con interés. No era normal que alguien enviara un mensaje de esa manera.

Severus,

Necesito que vayas hoy a Hogwarts. Destruye esta carta.

Albus Dumbledore.

Severus quemó el pergamino con un movimiento de su varita, se colocó la capa de viaje en los hombros, y salió hacia su antiguo colegio.

Cuando llegó, el director lo esperaba en las puertas del colegio, acompañado de uno de esos carruajes que antes eran cinchados por caballos invisibles. Se sorprendió al ver que ahora eran guiados por Thestrals.

-¿Por qué ahora hay Thestrals guiando los carruajes? –le preguntó Severus a Dumbledore cuando entraron en ellos.

-Siempre estuvieron allí, Severus, pero sólo puedes verlos cuando tomas conciencia de la muerte. Pensé que sabrías eso.

Severus bajó la cabeza, y no dijo nada. Por supuesto que sabía. Él los había estudiado. Había sido muy estúpido para no darse cuenta.

-No te preocupes, todavía estás muy confundido. Me contarás lo que tengas que contarme cuando lleguemos a mi despacho. No creo que este lugar sea muy seguro para andar contando secretos.

XxXxX

-Entonces, -dijo Dumbledore acomodándose en su asiento detrás del escritorio- ¿qué noticias me tienes de Tom?

Severus tomó aire, no iba a resultarle fácil contar lo poco que sabía sobre el asunto, pero valía la pena hacerlo.

-¿Harás sus pociones? Bueno, por un lado, eso es bueno, –dijo Dumbledore pensativo- ya que las posibilidades de que mates a alguien son muy bajas. Pero no creo que llegues a conocer todos los planes de Voldemort. Sólo podemos esperar a que estés presente en las reuniones de tus compañeros Mortífagos.

-Lo siento... por no poder ser más útil...

-No Severus, toda la ayuda que podamos obtener es buena. Ahora puedes irte.

Él salió del despacho, y siguió con paso lento en todo el camino. No tenía ganas de pensar, no tenía ganas de nada.

XxXxX

La siguiente semana pasó de los más lenta. Iba al trabajo, y recibía llamados del señor Oscuro, al los que acudía puntualmente. Le habían encargado realizar múltiples pociones, desde la poción multijugos, hasta venenos. Esta vez había logrado permanecer hasta el final de las reuniones, y tenía mucha información para el director, pero él sabía que no debía ir a verlo hasta que lo llamara.

Cuando llegó de la reunión del viernes, todo lo que quería hacer era tomarse un buen baño. Había oído cosas demasiado horripilantes como para no necesitarlo. Cuando salió del baño, fue hacia su ropero a buscar algo para ponerse, ya allí encontró algo que le heló la sangre. Allí estaba la capa... la capa de Florence. No sabía quien la había colgado allí, pero no había sido él. Seguramente había sido uno de los elfos. No se atrevió a tocarla, sacó una de sus túnicas, y cerró el ropero.

Ya vestido, un recuerdo le vino a la mente. Florence le había dicho que su alma no descansaría en paz hasta que ella fuera enterrada con esa capa. Con sumo cuidado sacó la capa del ropero y la colocó sobre su cama. Como si Dumbledore lo supiera otro pergamino le llegó, pero esta vez no por la estufa, sino justo en el piso de su cuarto, acompañada de una pluma de fénix.

Severus la leyó sólo para estar seguro, y salió hacia el castillo, llevando la capa de Florence entre sus brazos.

Cuando llegó al castillo descubrió que Dumbledore no estaba allí, pero que las rejas se abrieron solas para dejarlo entrar. Severus caminó hasta el despacho del director, donde él lo esperaba cómodamente sentado.

-Hola Severus, ¿qué es eso que traes ahí? –dijo el director mirándole bulto de tela que Severus no parecía querer soltar.

-Es... es la capa de Florence, la capa de las Brewer... todas las mujeres de la familia Brewer deben ser enterradas con ella.

El entendimiento pareció pasar delante de los ojos del director. Éste se puso de pie y se acercó a la puerta de su despacho.

-Será mejor que me acompañes.

Severus lo acompañó sin rechistar, preguntándose a sí mismo que podría resultar más importante para Dumbledore que las noticias sobre el Señor Oscuro.

El director lo llevó hasta la enfermería, donde madame Pomfrey trabajaba sobre una de las camas. En otra vio a Lily Evans sentada leyendo un libro. Ella tenía la cabeza llena de vendas, y algunos cortes en la cara. Ella levantó la vista cuando oyó la puerta abrirse, y su cara adoptó una expresión bastante desagradable.

-Snape... –dijo ella en un susurro- ¿qué haces aquí?

-¿Snape? –la enfermera se dio vuelta muy rápidamente, y se acercó muy rápidamente hasta donde él se encontraba- Debo decirle, Snape, que usted es mi héroe personal. Su poción ha salvado a una chica de la muerte segura.

Severus miró a Dumbledore sin comprender. ¿De qué estaba hablando esa mujer?

Lily Evans también miraba a Dumbledore sin entender nada. Entonces, algo en la cama en la cual Madame Pomfrey había trabajado antes se movió.

-Acompáñame... –le dijo Dumbledore a Severus.

Allí en la cama, moviéndose, se pudieron ver algunos cabellos rojo oscuro.

-Hola Florence. –dijo el director con voz suave, como quien le habla a un niño pequeño.

Severus se quedó duro en el lugar. Florence estaba ¿viva?

-Florence... alguien ha venido a verte.

Dumbledore corrió la sábana que cubría la cabeza de la chica, dejándola visible. Ella estaba pálida, y mucho más delgada de lo que él recordaba, se le notaba en el rostro. No era una delgadez normal, sino más bien enfermiza.

Ella abrió los ojos lentamente, y miró a Dumbledore, luego recorrió lentamente la enfermería, hasta encontrarse con los ojos de Severus.

Los ojos azules de Florence se abrieron en señal de alarma. Luego soltó un gritito agudo.

-Cálmate... –le decía Dumbledore con suavidad- él está de nuestro lado... ahora descansa. Él sólo necesitaba verte... sabes, él fue quien te trajo hasta aquí. Deberías agradecérselo.

Severus miró a Dumbledore, ¿por qué ese hombre inventaba tales mentiras?

-Mira... –le dijo el director a la chica- él te trajo algo que creo que te pertenece.

Severus le alcanzó la capa a Dumbledore. No podía estar más cerca de Florence, era demasiado... poco normal... se sentía realmente incómodo.

Florence seguía mirando a Severus con miedo, por lo que él consideró prudente irse a su castillo, pero ahora con energías renovadas.

XxXxX

El tiempo fue pasando. Durante el tiempo que duraron las vacaciones de verano, Severus iba todas las semanas a Hogwarts, y se contentaba sólo con mirar a Florence de lejos. Ella todavía estaba muy débil, y decididamente no quería estar en la misma habitación que él, por lo que él iba sólo cuando ella estaba durmiendo.

Cuando volvieron a comenzar las clases, no era prudente que Severus volviera a pisar el castillo, por lo que se encontraba con Dumbledore en los lugares más extraños. Una vez incluso se reunieron en un depósito de basura muggle. Pero a él no le importaba, le bastaba con saber que Florence se estaba recuperando lentamente. Ella debía tomar dos veces al día el antídoto, y lo tendría que hacer todos los días de su vida, sino el efecto del antídoto comenzaría a revertirse, y ella al final moriría.

Severus no volvió a ver a Florence hasta el siguiente verano. Ella seguía viviendo en Hogwarts, pero permanecía en una de las alas cerradas del colegio. No tenía permitido salir de la enfermería, para evitar que los alumnos la vieran, por lo que estaba excesivamente pálida, pero sin embargo, estaba bastante mejor.

-Hola Florence. –dijo Dumbledore cuando entró con Severus a la enfermería en el primer día de vacaciones- ¿cómo te encuentras?

-Buenos días profesor Dumbledore... por suerte estoy bastante mejor... –Florence pareció darse cuenta de la presencia de su antiguo novio- tú...

-Hola Florence... –dijo él sintiéndose realmente mal por lo que le había hecho a Florence- me alegra mucho verte...

-Ojalá pudiera decir lo mismo. –dijo ella fríamente.

-Florence... no seas tan dura con él. –le dijo el director.

-Director... –le dijo Severus con calma- ella tiene toda la razón... no se preocupe. No espero que ella me perdone. Pero sí veo que me recuerda...

-Estúpideces del pasado. Cosas de una niña inservible que cree que el mundo es un cuento de hadas.

-Mi vida tampoco es perfecta. La tuya podría considerarse mucho mejor.

-Sí mejor... hace un año que no veo la luz del sol, y estoy condenada a tomar esa asquerosa poción dos veces al día gracias al imbécil de mi ex.

Severus bajó la cabeza. cada día que pasaba se sentía más culpable.

-Lo siento... sé que lo que te hice no hay como devolverlo, pero por lo menos acepta que estoy arrepentido.

-Arrepentido... sí claro, -dijo ella incrédula- y dime, ¿cuántas personas mataste ayer?

-Hace un año que no le apunto a nadie con mi varita.

-Sí claro... como no... ¿esperas que crea eso?

-Sé que no lo harás. –dijo Severus con un hilo de voz.

-¡Por supuesto que no! Eres un mortifago, como puedes esperar que... –Severus no podía aguantarse más. La tenía allí adelante, y ya no le importaba nada. Él se le acercó, y le dio un profundo beso, de esos que hacía más de tres años que él necesitaba.

Sabía que no era correcto hacer eso. Pero la extrañaba demasiado para soportar que ella nunca fuera capaz de perdonarlo.

Él esperaba que ella lo soltara, pero no lo hizo, de hecho, ella le respondió, y estuvieron intercambiando saliva, hasta que ella perdió el aliento.

-Sabes, -le dijo ella, dejando de lado la voz fría que había utilizado antes- nunca dejé de amarte.

Severus no se esperaba esa reacción de Florence, para nada. Pero la acercó a su pecho y la abrazó, como no la había abrazado nunca. En ese mismo instante, sintió que toda la vida regresaba a su cuerpo.

XxXxX

A partir de ese momento, la vida de Severus dejó de ser la misma. En seis meses, Florence fue capaz de salir de su cama, y en esa Navidad, ella se fue a vivir al castillo Snape. Parecía otra vez dos adolescentes enamorados. No se podían casar, no hasta que el Señor Oscuro cayera. Pero él ya lo había aceptado, sería parte de la familia Brewer, y ella de la familia Snape, contra toda tradición existente entre las dos familias.

Y el señor tenebroso finalmente cayó. Severus fue a juicio, frente al Wizengamot, pero gracias a Dumbledore fue absuelto. En ese momento, era más feliz de lo que había sido nunca. Dumbledore le ofreció el puesto de profesor de pociones, debido a que la profesora Jassar se había retirado, y ese fue el comienzo del fin.

Ellos no se veían más que tres meses en el año. Severus aún no la dejaba salir, debido a que temía por ella. Por los Mortífagos que aún vivían, porque realmente temía perderla otra vez.

Grave error. Ella se fue sintiendo cada vez más sola, y al final, cierto día, cuando Severus volvió para las vacaciones de verano, ella se había ido.

La desesperación lo dominó de un solo golpe. Su primera opción era que había sido secuestrada, pero al abrir su ropero, se dio cuenta de que ella se había llevado todas sus cosas, incluso su capa. Había dejado la daga de los Snape, junto a una nota 'Adiós'. eso era lo único que decía la dichosa nota.

Severus se sentó a los pies de su cama, y apretó el pergamino en su mano. Ella acababa de firmar su propia sentencia de muerte. Las únicas dos personas que sabían como se preparaban su poción eran él y Madame Pomfrey, y como la última estaba en Hogwarts, le resultaría imposible pedir ayuda sin que él se enterara. Además, no podía hacer mucho tiempo desde que ella se había ido, ya que él había regresado a casa para las vacaciones de Pascua.

Pero él no permitiría que ella muriera así como así. No podía ir al ministerio, ya que ella no estaba realmente desaparecida, por lo que su única opción sería buscarla por su cuenta. Sabía que no podía estar en la casa de ninguna de sus amigas de los tiempos de Hogwarts, ya que todas estaban muertas. Camilla Rosier había muerto a manos de una auror un año antes de la caída del señor Oscuro, y Beth Stanley había sido asesinada por Mortífagos en una masacre que había ocurrido en Londres, cuando Florence todavía estaba en la enfermería de Hogwarts.

Severus contrató a un auror retirado para que la localizara. Pero terminaron sus vacaciones, y nada. Ese año fue pasando muy lentamente, y para desquitarse de su mal humor, se la agarraba con sus alumnos.

El hombre encargado de búsqueda de Florence, le cobraba una considerable suma de dinero, pero Severus no reparaba en gastos, nada era demasiado si se trataba de buscar a su adorada Florence. Puso a varios hombres para buscarla, y al final, se quedó sin nada. Incluso empeñó la daga que había heredado. Encontrar a su esposa se había transformado en su obsesión

Una fría mañana de febrero, el director citó a Severus a su despacho, tenía la mirada sombría. Hacía ya mucho años que él no veía esa mirada en los ojos del director.

-Severus... –dijo él mirándolo casi con pena- creo que será mejor que te sientes... –Severus obedeció- he recibido noticias sobre Florence... ella ha muerto.

El mundo de Severus se vino abajo. Ella se había ido del todo, y no había nada que él pudiera hacer para traerla de regreso, y él la había obligado a buscarse otra vida, aunque supiera que en ella no tuviera futuro.

-Gracias por la información, señor director... ¿dónde...?

-Ella está enterrada en un cementerio muggle, pero no murió hace mucho... si quieres, te acompaño al lugar...

-No sé preocupe profesor, y si me permite, debo irme...

Severus salió del despacho del director, y fue hasta el suyo. Se odiaba a sí mismo. Se odiaba incluso más que después de envenenarla, porque ahora había sido él mismo quien la había hecho huir de allí.

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Los años volvieron a pasar otra vez, y la única persona con quien Severus hablaba era ahora el profesor Dumbledore. Con los años, había juntado algunos galeones, y pudo comprarse un piso en Londres. Uno no muy grande, ya que no se pasaría allí mucho tiempo. Decidió comprárselo en la zona muggle, una zona que no incluyera nada sobre su propia vida.

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Él se había convertido en una persona demasiado desagradable, pero se sorprendió al aceptar a cuidar a una niñita muggle llamada Petra Duckworth, en una tarde de agosto.

Esa niña, de no más de seis años, de alma traviesa, fue la única persona afuera de los muros del castillo que logró entablar una amistad con él. Ella lo distrajo de sus problemas, de saber que el señor Oscuro había estado muy cerca de la piedra filosofal...

Y él no sabía porque esa pequeña niña, en una tarde, había logrado que Severus Snape volviera a sonreír.

Fin del Flashback

Severus volvió a abrir lo ojos, y se dio cuenta de que seguía en su cama. Se puso de pie para ir a la cocina, un poco mareado, cuando oyó que alguien golpeaba su puerta, con tanta fuerza que parecía que la iba a derrumbar. Preguntándose quien sería capaz de no utilizar el interlocutor de la entrada, y golpear la puerta con tanta fuerza. Dio por hecho que no se trataba de un muggle, y abrió la puerta.

Allí vio a su antiguo compañero de los tiempos de Hogwarts, quien ahora era también compañero suyo en la orden del fénix.

-Veo que sigues con vida –dijo Lupin medio burlándose.

-¿Qué se supone que haces aquí?

-Bueno, Dumbledore me ha enviado. Hace una semana que no te apareces en las reuniones de la orden, y mañana empiezan las clases en Hogwarts.

-¿Una semana? –dijo Severus algo sorprendido- pero si yo fui el...

-El día de nochebuena, y hoy es 31 de diciembre.

-¿Qué?

-Bueno sí...

-Mejor pasa Lupin, no conversemos en el pasillo.

Los dos estuvieron hablando un rato. Más bien, Lupin puso a Severus al tanto de los conversado en las reuniones de la orden. No tardó mucho, hasta que alguien golpeara la puerta nuevamente, y por ella entrara una brujita de ojos y cabellos negros.

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¡El capítulo ha terminado! Y de una buena vez. Una vez más, perdón por el retraso. Conste que en la parte de lo que aparece en el capítulo 'El peor recuerdo de Snape', del quinto libro, me basé en el libro que tengo, que es versión Inglesa, por lo que si tengo demasiados horrores, ¿alguien me puede enviar la versión traducida por Salamandra? ¿Sí?

Ahora, el momento de responder los Reviews, que por supuesto me encantó recibir:

amsp14: ¡Hola! Muchas gracias por el cumplido, espero que todos los capítulos que sigan te resulten igual de interesantes... ¡Ah! Y me encanta tu fic, 'matrimonio por ¿conveniencia?' espero con ansias el próximo capítulo...

DrakeMalfoy: Bueno, te enterarás de eso en el próximo capítulo, pero es bastante obvio...

Marissa: Hola, y muchas gracias por leer la historia. Realmente espero que tus dudas se aclaren pronto.

Antiope Black: Gracias, pero muchas, muchas gracias. Y tengo el placer de informarte que las tres herederas de 'Fred y George' volverán a aparecer en el próximo capítulo, que ya está en proceso de construcción. Y, de veras, es todo mea culpa...

Un beso para todos (especialmente para ti, Antiope, que quedaste última, pero definitivamente, no eres la menos importante).

Pórtense mal...

Yo.