Bienvenidos a todos, un nuevo capítulo de esta... digamos que es una historia, un fic. –redondeo por exceso-. Igual, disculpen por las demoras, es que estuve de vacaciones... Desde ya, muchas gracias a todos aquellos que me mandaron reviews.
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Capítulo X: Medimaga
-Señorita Duckworth... ¡señorita Duckworth!
Nina miraba a Petra, quien parecía estar en otro mundo. Por lo que decidió entonces actuar.
¿Qué haces? –le preguntó Petra a Nina, tras recibir un fuerte codazo justo debajo de las costillas- Eso me dolió.
-Mejor que te duela. La profesora Escott hace como media hora que te está hablando, y no le das ni bola.
-No la oí.
-Señorita Duckworth, veo que por fin se digna a atender a mi clase. –hubo un fondo general de risitas- ahora dígame¿qué sucedería si usted se encontrara cara a cara con un boggart?
-No... no lo sé profesora. –respondió Petra, preguntándose qué demonios sería un boggart.
-Eso supuse. Quince puntos menos para Ravenclaw por no prestar atención en clase.
Petra bajó la vista. Hacía ya varios días que estaba distraída, todo por lo que había descubierto acerca de quienes era sus padres. Todavía no les había dicho nada a sus amigas, quería disfrutar ella un poco de ese secreto.
¿Estás bien? –le preguntó Nina cuando salieron del salón de Defensa Contra las Artes Oscuras- Hace varios días que te notamos un poco... distraída.
-No.. a mí no me pasa nada... estás viendo cosas donde no están. Yo estoy muy bien. –Petra estaba sintiéndose un poco incómoda, por lo que soltó un sonora carcajada, quizás para hacerle creer que todo estaba bien.
Nina frunció el entrecejo, era evidente que no se comería eso, pero prefería no decir nada. Si ella no les quería contar, no la presionaría.
XxXxX
Después de la clase de Astronomía, Agnes fue derecho a su habitación, junto con sus otras compañeras de Slytherin. Estaba exhausta, y apenas había podido mantener los ojos abiertos durante la clase.
-Buenas noches, Whitelaw. –le dijo una de sus compañeras de cuarto cuando llegaron ya estaban todas en la cama.
-Hasta mañana. –respondió ella, justo antes de dormirse.
En sus sueños recorrió oscuros pasadizos, que ella no había visto nunca. Era guiada por ellos por un hombre. ¿O era una mujer? Le era imposible saberlo. Estaba vestido como hombre, pero había algo dentro de ella ¿instinto, quizás- que le decía que era una mujer quién la acompañaba. La única luz que se podía ver en el lugar era la que emanaba la varita de la persona que iba delante de ella.
Mientras avanzaban, en las paredes Agnes pudo ver inscripciones, jeroglíficos que ella sabía, no era la primera vez que los veía. Ella sabía que eran palabras, pero no conocía su significado. Sus manos temblorosas sostenían un pergamino, que más bien parecía un mapa. ¿De qué era? No podía saberlo, sus ojos no alcanzaban a distinguir las líneas dibujadas sobre el pergamino, todo estaba demasiado borroso.
Detrás de ella se podían oír murmullos. Mientras avanzaban, Agnes miró lo más disimuladamente sobre su hombro para poder ver quienes eran. Por los menos cinco personas les seguían el paso, decididamente hombres, pero sus rostros no eran más que una mancha borrosa.
El avance del grupo se detuvo en seco, habían alcanzado una pared. Agnes se acercó lentamente. Dentro de ella había algo que le decía que sabría seguir adelante.
Agnes estaba casi allí cuando un ruido espantoso la devolvió a la realidad. Ya en su dormitorio, se dio media vuelta en la cama, y maldiciendo entre dientes, apagó el despertador.
XxXxX
-Buenos días. –dijo Agnes muy malhumorada esa mañana cuando se cruzó con Nina y Petra en el gran salón, antes de salir a su primera clase de la mañana, transformaciones.
¡Como nos levantamos hoy! –dijo Nina cuando la vio- entre ustedes dos no hacemos una.
Petra la miró de reojo, y soltó un gruñido, pero no dijo ni una palabra ante ese comentario.
-Yo dormí mal. –dijo Agnes a modo de excusa- o mejor dicho, el maldito despertador me despertó en medio de un sueño, pero a ella –Agnes movió la cabeza hacia Petra¿qué le pasa?
-No me quiere decir, pero tarde o temprano se lo voy a sacar.
-Entonces nos vemos. –se despidió la Slytherin.
-Nos vemos. –le dijo a su turno Nina, antes de que su amiga despareciera por el pasillo.
-Señorita Diwan. –dijo detrás de ellas una voz que logró que los pelos de sus nucas se les pusieran de punta.¿podría acompañarme?
Las dos chicas se dieron vuelta rápidamente, y quedaron frente a Argus Filch, el celador del colegio.
¿Sí? –dijo Nina, con su mejor voz de inocente.
-Ya le dije, sígame.
Las miradas de Nina y Petra se cruzaron unos instantes. ¿Qué querría Filch? Seguramente nada bueno. Filch nunca llamó a alumno ninguno para felicitarlo por nada, o aunque sea para tomar el té. Sus invitaciones solían contener amenazas sobre torturas como platos principales.
Filch la guió hacia las mazmorras, pero no fueron ni al salón de pociones, ni hacia el lugar en donde Nina sabía, estaba la sala común de Slytherin, y ni siquiera al despacho de Snape.
Finalmente llegaron a un salón en desuso, que tenía la puerta trancada por algún tipo de hechizo. Filch golpeó la puerta, y ésta apenas se abrió. Desde adentro se pudo oír la voz del director.
-Muchas gracias Argus, puedes retirarte. –el celador se apresuró a abandonar el lugar. Tras unos instantes, el director volvió a hablar- pasa Nina, que te necesitamos.
Sin entender el porque de tanto misterio, y con la mano un tanto temblorosa, Nina tomó el pomo de la puerta, y entró al recinto.
-No olvides cerrar la puerta. –le indicó el director, antes de que Nina pudiera ver nada del lugar al cual la habían llevado.
-Buenos días, señor director. –saludó la niña, mientras se daba tiempo para analizar un poco el lugar.
El salón era muy grande, posiblemente su tamaño era el doble del que se usaba para las clases de pociones. Contra una de las paredes se podía ver un equipo de pociones muy completo, además de cinco calderos de tamaño semi-industrial. En otras circunstancias, Nina hubiera esbozado su mejor sonrisa ante tal arsenal de pociones, pero el resto del lugar daba una imagen más que deplorable, por lo que el material de pociones no era más que algo superficial.
Dispuestas en cinco filas de tres camas, quince personas permanecían acostadas, y según la impresión de Nina, inconscientes. Además, Nina pudo ver que Albus Dumbledore no era la única persona que permanecía consciente en ese lugar, que más parecía un hospital de guerra que cualquier otra cosa. En varias sillas, distribuidas por todo el salón, Nina pudo identificar a algunos de sus profesores, todos ellos con la peor cara que ella les hubiera visto.
Minerva McGonagall estaba más pálida que una sábana, el profesor Flitwick miraba al techo, como si la solución que buscaba –Nina no se podía imaginar a qué problema- fuera a caer del techo. La profesora Sinistra, de astronomía, estaba con la cara tapada por las manos, y sollozaba. Nina también pudo ver a otros profesores que ella no conocía, peor que había visto en la mesa de los profesores durante las comidas.
-Muy bien-dijo el director mirando a Nina a los ojos- todos los profesores pueden retirarse, incluyéndote Auriga –dijo el director mirando a la profesora Sinistra- tienes que estar bien descansada.
Todos los profesores se pusieron de pie, sin decir palabra alguna, y salieron por la misma puerta por la que Nina acababa de entrar.
-Será mejor que te sientes, Nina. –le pidió el director a la niña- hay algo que tengo que pedirte.
¿Sí, señor director? –dijo Nina sentándose en la primer silla que encontró, para escuchar al director con atención. Era evidente que todo esto se trataba de algo bastante grave-.
-Antes que nada, tengo que aclararte que mi opinión personal es que eres demasiado joven para la tarea que voy a asignarte, pero también eres la alumna con mayores conocimientos de pociones en el colegio, por más que a Severus le duela admitirlo. Además, creo que puedo depositar mi confianza en ti.
-Muchas gracias. –dijo Nina, un tanto azorada por ser considerada la mejor alumna de pociones-.
-Pero no es para elogiarte que te hice llamar. –continuó el director- Te llamé para pedir tu ayuda. Por eso iré directamente al grano. Anoche hubo un ataque de Lord Voldemort, no muy lejos del colegio. –Nina abrió los ojos asustada al oír ese nombre, pero Dumbledore siguió como si nada- y los heridos superan nuestra capacidad. Poppy Pomfrey hace todo lo que puede, peor no es suficiente, y nos estamos quedando sin pociones. Ella ha traído a aquí abajo a los que no entraban en la enfermería. Todos éstos solo necesitan tomar pociones. Pero necesitamos a alguien que sepa de pociones para atenderlos. ¿Qué dices¿Nos ayudarás?
¿Por qué no están en San Mungo? –preguntó Nina. Ella no creía ser tan buena como para atender personas.
-Porque prefiero que este ataque no se llegue a saber. Y entenderás, que tampoco podrás decirle a nadie que estuviste aquí.
¿Y el profesor Snape¿No puede hacer él las pociones?
-Él es uno de los pacientes que necesitan tu atención.
Nina miró a su alrededor con tristeza, deteniendo su mirada por unos instantes en cada una de las camas. Pensó en su amiga Petra, y en su profesor de pociones. Su amiga no merecía perder a su padre, cuando acababa de encontrarlo. Pensó también en cuantas de las víctimas serían padres y madres de otras personas. Nadie merecía perder a sus padres de esa manera.
-De acuerdo. –dijo ella al fin- Haré lo mejor que pueda.
-Muchas gracias, Nina. –dijo el director con una débil sonrisa- Madame Pomfrey te dejó las pociones que necesita cada paciente de acuerdo con el número de su cama, y las recetas de las pociones también están allí. Además de las pociones que ella necesita para las personas que están en la enfermería. Me pidió que te dijera que los pacientes han tomado una poción para dormir sin sueños, así que no te preocupes si no despiertan. Todos los ingredientes que necesitarás están en ese armario –Dumbledore lo señaló- si necesitas algo, un elfo doméstico te lo traerá. Sólo tienes que llamarlo por su nombre, Dobby. ¿Entendiste todo?
-Sí, señor director.
-Muy bien y buena suerte.
El director salió del salón, y Nina no pudo evitar ver que rengueaba un poco. Ella lo siguió con la mirada, hasta que él cerró la puerta, luego de salir de allí.
-Muy bien. –dijo ella en voz alta, más para sí misma que otra cosa- manos a la obra.
Nina se recogió el cabella, con ayuda de una pluma que tenía en su mochila, se subió las mangas de su túnica, y se acercó al equipo de pociones para comenzar a trabajar.
¿Has visto a Nina? –le preguntó Petra a Agnes cuando la última entro esa tardecita al despacho.
-Si la última vez que la vi estaba contigo¿cómo voy a saber por dónde anda? Se supone que eres tu quien debe estar con ella.
-En seguida que te fuiste, se la llevó Flich. –le explicó Petra- Y no la he vuelto a ver. Tampoco dijo para qué la quería. Además, hasta donde yo sé, hace casi una semana que no le hacemos nada a nadie.
¿Filch? No creo que si le vamos a preguntar, nos aclare nada. Ya lo conoces. Lo único que podemos hacer es esperar, y rezar para que no le haya pasado nada.
Agnes abrió su mochila, sacó un par de libros y comenzó a realizar sus tareas del día.
Petra dudó unos instantes, estaba demasiado preocupada por su amiga, pero segura de que no había nada que ellas pudieran hacer, también sacó sus libros para estudiar.
¿Sabes qué? –dijo Petra un poco pensativa cuando terminó de revisar su tarea de encantamientos- Hay alguien a quien no he visto en todo el día...
-Sí, ya se quien. Tu padre.
Petra quedó dura en su sillón. No esperaba ese comentario por parte de su amiga, y apenas pudo articular palabra.
¿Qué¿Cómo? Cuándo?
-Tranquila... –dijo Agnes- Hace meses que lo sé.
¿Cómo? –la pobre chica seguí sin entender nada.
-No te lo puedo decir, por lo menos no todavía. Y tampoco te lo hubiera dicho cuando no lo sabías.
¿Por?
-No te lo puedo decir, Dumbledore me lo prohibió. Además, no confiaste en nosotras.
-Nina no me soportaría. Ella lo odia.
¿Tan poco piensas que somos? –dijo Agnes, comenzando a molestarse- Nina es tu amiga. Está tratando de llevarse mejor con él. ¿No lo entiendes? Tu amistad es más importante para ella que una estúpida rivalidad con un profesor.
-Lo... lo... siento... –dijo Petra, un tanto avergonzada- pero cuando te enojes conmigo, por favor, no me bañes con tu saliva.
-Sí más vale que lo sientas. –dijo Agnes casi a los gritos. Cerró su libro con fuerza, lo guardó en su mochila, y se dirigió a la puerta- Hasta mañana. –dijo Agnes antes de salir del despacho y cerrar la puerta de un portazo.
Petra se quedó la puerta como atontada por unos instantes, hasta que ésta se volvió a abrir. Agnes volvió entrar, ahora roja de furia.
¡Y yo no escupo cuando hablo! –esas fueron sus últimas palabras antes de salir del todo del despacho.
-Señorita Diwan –decía el elfo doméstico sacudiéndole la túnica¡Señorita Diwan!
¿Qué sucede? –preguntó Nina entre bostezos. El elfo acababa de despertarla de un maravilloso sueño, que ella ahora no podía recordar.
-Uno de los pacientes se ha despertado. –dijo Dobby, el elfo doméstico, con su voz chillona-.
¿Qué hora es? –preguntó la niña refregándose los ojos con las manos, para ver si lograba despertarse.
-Son las tres de la mañana, señorita Diwan.
-Oh, genial. Justo lo que quería, ser levantada a las tres de la mañana. –dijo ella considerablemente molesta, aunque saltó de la cama que le había traído el propio elfo de un salto, tomó la lista de pociones, y se puso la túnica otra vez en el lugar¿cuál paciente?
-El número siete, señorita.
Nina, todavía a los tumbos, serpenteó entre las camas, hasta llegar al único paciente despierto.
-Bien venido al mundo de los vivos. –lo saludó ella con un sonrisa¿cómo se siente?
-La cabeza me duele, como si se me fuera a partir, tengo la visión un poco nublada, y siento la piernas un poco duras. –dijo el hombre tratando de sentarse, hasta que pudo ver el manchón que evidentemente era Nina¿Quién eres?
-Mi nombre es Nina Diwan, y Dumbledore me ha encargado su cuidado y de las otras catorce personas que le acompañan. –respondió ella en un tono un poco formal- Le recomiendo que no trate de sentarse, la cabeza le dolerá más.
-Remus Lupin. –dijo él, tendiendo su mano hacia donde parecía estar Nina- Reconozco la voz¿no nos hemos visto antes?
-Lupin... –dijo ella mientras revisaba las indicaciones para el paciente siete- Su nombre me suena... las pociones que debe tomar... ¡ya sé! Usted es el hombre lobo.
-Interesante descripción. 'El hombre lobo'
-Pero es usted¿no? –dijo ella recogiendo su cabellera rubia como lo había hecho la mañana anterior- Por lo menos era a su nombre que se hacían los pedidos de poción matalobos.
-Puede ser... –dijo él, con un poco de desconfianza-.
-Tiene que ser usted. Mi abuelo tiene una tienda de pociones, en la que también trabaja mi madre, y yo ayudo un poco. Bueno antes ayudaba siempre, pero ahora sólo en vacaciones.
¿En Porthmouth?
-Exactamente. Ahora recuéstese, que en seguida le traigo su poción. ¡Dobby! –dijo ella llamando al elfo doméstico- ve a decirle a Madame Pomfrey que el señor Remus Lupin ya despertó.
-Sí señorita. En seguida. –dijo el elfo doméstico, antes de salir a toda velocidad del salón-.
Nina se apresuró a buscar las pociones que el hombre debería tomar. Ella tenía bien claro que no era bueno que el enfermo estuviera mucho tiempo despierto sin tomar la primer dosis de la poción. Ella ya no podía recordar a cuanta gente le había indicado lo mismo cuando se llevaban el frasco de la tienda.
La primer poción, roja. Ella llenó uno de los vasos, y se lo llevó lo más rápido que pudo a Remus Lupin.
-Tómesela toda. –le indicó ella cuando él tuvo en vaso en sus manos- Y cuanto más rápido lo haga, menos le sentirá el gusto. Esa poción hará que vea como se debe, y le quitará el dolor de cabeza. Vamos, no tenga miedo, tómesela.
-Como usted diga. –le dijo él, aunque miraba el contenido del vaso con cierta sospecha.
Lupin se tomó toda la poción, y Nina fue a buscar la otra, que era verde, para recuperar la energía corporal, ya que el cuerpo la necesitaría para volver a estar como nuevo.
-En seis horas le daré la poción matalobos, que dejó el profesor Snape preparada para usted. Entonces para las nueve tendré que volver a despertarlo. Es una lástima que la poción matalobos no sea compatible con ninguna de las otras dos.
-Y entonces... –dijo el enfermo mirando a su alrededor¿dónde estoy?
-En Hogwarts. –le explicó ella-.
¿Y eres alumna?
-Precisamente. De primero. –el rostro del paciente tomó un tono horriblemente pálido- Sé tanto de pociones como el profesor Snape, o al menos eso parece pensar el director. No se preocupe, está en buenas manos. Ahora, por favor, recuéstese.
Nina lo dejó un momento, y comenzó su ronda entre las camas. En eso, la puerta del salón se abrió, y por ella entró el director.
-Bien venido, señor director. –dijo Nina, quien estaba junto a la cama número quince- verá que el señor Lupin ya ha despertado.
-Buenas noches Nina. –saludó Dumbledore- buenas noches Remus.
-Buenas noches Albus. –saludó a su vez el hombre lobo.
¿Hay alguna cosa que debas contarme? –preguntó el director al otro hombre.
-Albus... ¿te parece? –dijo él mirando de reojo a Nina-.
-Ella ya sabe del ataque, y sabe también quien tuvo que ver en él. Además el padre de una de sus mejores amigas también fue asesinado por el mismo motivo. No me equivoco al decir que ella es de confianza.
-Seguramente, señor director.
-Entonces, lo que puedo decirte, es que no vi que se llevaran a ningún rehén, pero no puedo asegurarte que no se llevaron nada. Y Snape casi se descubre. Creo que Bellatrix Lestrange –el rostro del licántropo hizo una mueca extraña al pronunciar ese nombre- se ha dado cuenta, y creo que ambos sabemos que tanto confía Lord Voldemort en ella. A éstas alturas, él ya ha de estar enterado.
Pues, tendremos que buscar otro informante. Lo peor es que no se me ocurre quien pueda ser. De todos modos, tu información me ha sido útil. Ahora vuelve a dormir, que todavía es de madrugada y necesito que te recuperes lo antes posible. No nos sirve tener a tanto miembros fuera de actividad.
-Muy bien Albus.
-Y Nina, aquí te dejo todo lo que se dio ayer en clase. Los profesores han sido muy amables al dártelo.
-Muchas gracias. –dijo Nina, medio sin ganas-.
-Y tu también deberías dormir, mañana va a ser un día muy largo.
-Buen día Agnes –dijo Petra acercándose a la mesa de Slytherin durante el desayuno¿Estás más calmado?
¿Yo? Sólo te dije las cosas como son.
-Está bien... –dijo Petra temiendo otra erupción por parte de su amiga- No discutamos otra vez.
¿Y Nina?
-Sigue desaparecida. –dijo Petra con la mirada sombría- hace veinticuatro horas que no la veo.
-Esto ya ha llegado muy lejos, tenemos que hacer algo.
-Voy a hablar con el profesor Flitwick. –anunció Petra, al ver que el jefe de su casa entraba al Gran Salón- Nos vemos.
-Buenos días. –dijo alguien sentándose al lado de Agnes, no mucho después de que Petra se había alejado de la mesa de Slytherin¿Cómo se llama tu amiga?
-Buenos días Draco. Ella es Petra Duckworth, de Ravenclaw.
¿Duckworth? Ese apellido no me suena... ¿No serás amiga de una sangre-sucia? –dijo el muchacho con un tono acusador-.
Agnes sintió como su sangre comenzaba a hervir, pero con un gran esfuerzo, logró mantener la calma. No era precisamente una buena idea soltar un discurso contra ese tipo de discriminación, como el que tenía en mente, en la mesa de Slytherin, y menos en un horario tan concurrido.
-Dos cosas, Draco. –dijo Agnes con cuidado para no levantar la voz- Primero, nunca le digas sangre-sucia a nadie en mi presencia, me resulta totalmente desagradable. La próxima vez que lo hagas, me veré obligada a abofetearte, sin importar quien te acompañe. –añadió ella, mirando de reojo a los amigos de Draco, dos gorilas que no parecían tener ni medio cerebro, entre los dos-.
-No entiendo... –comenzó él, sin entender porque una Slytherin como ella, tendría ese tipo de principios-.
¡No me interrumpas! Y segundo, ella pertenece a la familia Brewer, que es tan limpia como la tuya, o como sea que describas la situación. Así cuidado con lo que dices.
-Y si es tan sangre-limpia¿cómo no está en Slytherin?
-Pregúntale al sombrero seleccionador. –respondió la castaña- Ahora discúlpame, que tengo cosas que hacer.
Agnes tomó su mochila y salió tras Petra, quien acababa de dejar al profesor Flitwick.
¿Y?
-Me dijo que no me preocupara, que ella está bien. Dumbledore la está cuidando, pero no me puede dar detalles, porque está en una misión –Petra levantó el dedo índice y el mayor de ambas manos y simuló comillas- 'ultra secreta'. Y que no volverá antes del domingo.
¡Se perderá tu cumpleaños!
-Sí... –dijo Petra un poco triste-.
¿Y que hay de...? Ya sabes... –dijo Agnes, con un cierto tono de misterio, dando a entender que se refería al padre de su amiga.
-No me supo decir-Petra bajó considerablemente la voz- pero entre nosotras, creo que entra todo en la misma bolsa.
-Puede ser... –dijo la otra pensativa- Pero, hablando de cosas más divertidas¿Qué piensas hacer para tu cumpleaños?
-Nada... no sé... Ahora que Nina no est�, no me dan ganas, yo que sé.
¿Cómo que nada? Vamos a hacer una fiesta bien grande, para este sábado de noche. Invitamos a mucha gente, de varias casas, y varios años, con música, comida, y... y...
-Agnes... Tierra llamando a Agnes... responda Agnes...
¿Qué? –dijo ella molesta, que ya estaba con la imagen de la fiesta en la cabeza.
-Ya tocó la campana. –dijo Petra muy tranquila.
¿Qué! –Agnes salió disparada, lo más rápido que pudo, hacia el salón de encantamientos.
-Buenos días, señor Lupin. –dijo Nina esa mañana, cuando se percató de que el licántropo ya se había despertado¿cómo durmió?
-Un poco mejor, y dime Remus. Eso de señor Lupin hace que me sienta viejo.
-Como desee, Remus.
-Así está mejor. ¿No tengo que tomar ninguna poción?
-No hasta las tres de la tarde, y después otra vez a las tres de la mañana. Usted ha desestabilizado todo mi horario.
¿Y la matalobos?
-Se la di intravenosa. A las nueve, estaba tan dormido, que no me pareció buena idea despertarlo.
-Lo siento Nina. ¿Qué es eso que estás haciendo? –dijo él, mirando la enorme cantidad de pergaminos que la chica tenía sobre su falda-.
-Mi tarea, pero ya la terminé. Ahora tengo otras preocupaciones. Por ejemplo, el profesor Snape no se ha despertado, y tiene clases hoy. Y nada menos que con los de séptimo. Me gustaría saber cómo van a hacer para que no se note su ausencia.
-Dumbledore ya se las arreglará. Él es excelente para ese tipo de cosas. ¿Soy el único que se ha despertado?
-Sí, pero de acuerdo a los cálculos de Madame Pomfrey, los más fuertes tendrían que comenzar a levantarse dentro de la próxima media hora, y el resto antes del mediodía.
¿Y por qué me levanté yo antes que el resto?
-Porque es un hombre lobo. –dijo ella como si fuera lo más evidente del mundo-.
¿Eso no te molesta?
-Remus, usted es un cliente. –dijo ella muy seria- y si para comprarnos pociones usted debe ser un licántropo, pues que así sea, eso no me molesta. Hemos tenido casos bastante peores que hombres lobo.
Remus rió con ganas ante el comentario de la chica.
-Shhh... hay gente tratando de dormir.
Esta vez, el hombre se limitó a sonreír. Nina no le prestó atención, y comenzó con su ya rutinaria ronda entre las camas. En la cama nueve, Nina vio que su paciente comenzaba a despertar. Nina se apresuró a buscar los apuntes para ese paciente
¿Dónde estoy? –dijo un muchacho pelirrojo que tendría alrededor de veinte años.
-Buenos días, paciente nueve. –lo saludó Nina con una sonrisa- usted se encuentra en el Colegio de Magia y Hechicería.
El muchacho miró un poco a su alrededor, un tanto espantado, hasta que su mirada se encontró con la de Nina.
¿Tú quién eres? –preguntó el muchacho, sin prestar atención alguna a las reglas básicas de cortesía.
-Mi nombre es Nina Diwan, y usted, paciente número nueve, está a mi cargo. Ahora espere un momento que ya le traigo su poción.
Nina lo dejó sólo un instante, y se dirigió a la mesa de trabajo, para recoger la poción del paciente nueve.
¡Un momento! –dijo el muchacho desde su cama¿cómo sé que no me va a envenenar?
-No puede saberlo. Pero sí puede saber que el profesor Dumbledore y Madame Pomfrey me han puesto a su cargo, y de las demás catorce personas que se encuentran aquí con nosotros –dijo la niña con cierto tono solemne-.
¿Qué edad tienes? –el chico parecía un tanto aterrorizado.
-Tengo once. –Nina comenzaba a impacientarse- Además¿le parece que yo podría caer tan bajo como el pelo grasiento? –Nina hizo una pausa, pero no esperó a que él respondiera, por lo que ella respondió en su lugar- No. Muy bien. Ahora tómese todo eso. Dobby... –llamó Nina casi en un susurro-.
¿Sí, señorita?
-Avísale a Madame Pomfrey que el paciente número nueve ya se ha despertado y... –Nina pudo ver que en el fondo de la habitación un paciente comenzaba a sentarse- y que también el paciente número catorce.
El elfo dejó el salón rápidamente. Mientras tanto, Nina fue a buscar la poción del paciente número catorce. Cuando se le acercó, Nina pudo ver a una mujer joven con el cabello de color verde limón.
-Buenos días señorita¿cómo se siente?
-Supongo que bien, un poco cansada, pero bien. –la mujer esbozó una leve sonrisa.
-Me alegro. –Nina le devolvió la sonrisa- Ahora tómese toda la poción.
-Muchas gracias. –dijo la muchacha tomando el vaso de poción humeante de la mano de Nina- Yo soy Tonks¿y tu?
-Nina Diwan. Un placer, señorita Tonks.
-Igual digo, pero soy solamente Tonks.
La puerta se abrió de golpe, y la enfermera del colegio entró al salón con la respiración agitada..
-Buenos días. –dijo Nina, más por protocolo que por otra cosa-.
-Buenos... días... –dijo la enfermera, con pausas para tomar aire entre palabra y palabra¿Cómo est�, señorita Diwan?
-Mejor que usted, evidentemente. Por favor, tome asiento. ¿Qué es lo que sucede?
La enfermera hizo una mueca por el comentario insolente de la chica.
-Es que ya no estoy para estos trotes. Una corrida desde la enfermería hasta aquí no es para una mujer de mi edad.
¿Entonces porqué insiste en hacerlos?
-Bueno-la enfermera hizo caso omiso a la pregunta de Nina- ya tenemos seis camas libres, por lo que vine a buscar algunos enfermos, y de paso, ver si puedo dar algún alta.
-No sé si lleguemos muy lejos con los pacientes que tenemos. Como ver�, sólo hay tres pacientes conscientes. Además, creo que una preocupación mayor es que el profesor Snape no ha dado clases hoy. Es imposible que no noten su ausencia.
-El señor director ha anunciado que el profesor Snape estará ausente esta semana por motivos personales. Nada más que eso es lo que se sabrá del tema. Ahora mejor empezamos la ronda. Señorita Diwan, por favor, sígame.
Nina se apresuró a recoger todos sus apuntes, para así poder aprender un poco de la experiencia de la enfermera del colegio.
-Tengo entendido que tiene intenciones de convertirse en medi-maga. –le decía la enfermera, mientras le tomaba el pulso a uno de los pacientes-.
-Sí, señora. –dijo apresurada Nina.
-Es sorprendente que alguien de tan corta edad ya tenga decidido su futuro.
-Puede que así sea.
¡Dobby! –llamó la enfermera-.
¿Sí? –dijo el elfo doméstico, inclinándose tanto, que tocó el piso de piedra con su nariz.
-Tráeme un paquete grande de gasa de la enfermería. –Poppy Pomfrey se volvió hacia Nina- querida, te enseñaré a cambiar las vendas como se debe.
-Buenos días, señor Weasley. –dijo la enfermera cuando llegaron a la cama del muchacho pelirrojo. –Es una verdadera sorpresa verlo otra vez por el colegio. Veo que no ha tomado toda la poción.
-Mi trabajo me ha enseñado a que no todo lo que nos ponemos en la boca tiene necesariamente el efecto esperado.
-Me hace el favor, y se termina todo eso. Apenas lo ha probado. –él puso mala cara, pero tragó toda la poción de un tirón- Así me gusta. Ahora déjese de bobadas, y póngase de pie. Señorita Diwan, por favor, ayúdelo.
Nina se apresuró a ayudar a que el muchacho se bajara de la cama, aunque no entendía cómo iba ella a ayudarlo. El muchacho era bastante más pesado que Nina, y si se apoyaba en ella, seguramente la tiraría al suelo.
El muchacho, Weasley era su apellido, miró con cierto recelo a la niña, pero de igual manera la utilizó como apoyo para pararse.
-Muy bien, señor Weasley, ahora, por favor, camine hasta la pared –Madame Pomfrey y Nina no se movieron para nada, mientras Weasley, medio tambaleándose, hacía el recorrido que le había sido indicado.
-Muy bien, en cuanto el profesor Dumbledore crea conveniente, usted podrá volver a su casa. El cuando depende únicamente de él. Le recomiendo que durante la próxima semana, se libere de sus preocupaciones y que salga a caminar al menos una hora por día.
La enfermera del colegio siguió su ronda entre las camas, y conversó con Tonks y Remus Lupin, pero ninguno obtuvo información de cuando podrían irse.
Para la hora del medio-día, en las mazmorras quedaban sólo ocho pacientes. Madame Pomfrey se había llevado los seis en estado más grave a la enfermería, y Dumbledore ya había autorizado la salida de Weasley.
De los ocho pacientes que seguían a su cargo, sólo dos aún estaban inconscientes, el profesor Snape; y un hombre cuyo rostro estaba tan desfigurado por cicatrices, que a Nina le dio un poco de miedo, eso sin tener en cuenta que le faltaba un pedazo de nariz, y que uno de sus ojos –mágico por cierto- estaba flotando en un vaso con agua.
Los seis paciente restantes, estaban todos bastante bien, o al menos, eso le pareció a Nina. Algunos incluso la habían ayudado con sus tareas. Nina había descubierto que Tonks era Auror, y Remus Lupin había dado Defensa Contra la Artes Oscuras unos años antes, pero tuvo que renunciar cuando toda la escuela supo que él era licántropo.
¡Pero es ridículo! –exclamó la chica indignada cuando él le contó la historia¿cómo van a decir que sólo porque eres licántropo no puedes enseñar? Si me dijeras que son peligrosos...
-Nina-la interrumpió él- sí somos peligrosos. En Luna llena perdemos el control de nosotros mismos, no nos importa matar.
¡Pero aún así! No pueden decir que no puedes enseñar. ¡Hasta Snape lo hace! Eso no es justo.
-Querida niña... –dijo él con una sonrisa melancólica- eres demasiado ingenua, en la vida no siempre lo justo es lo que se tiene en cuenta.
-Puede ser... pero ahora tómate toda la poción, que yo tengo cosas que hacer.
Nina saltó de la silla dónde estaba sentada, y volvió a pasar entre las camas. Ella comenzaba a conocer a sus pacientes, y ya se sabía sus nombres. Después de todo, no eran más que seis personas.
¡Mundungus! –de repente gritaron al unísono Nina y otra persona-.
-Deja de fumar esa cosa. –dijo Molly Weasley desde su cama-.
-Señora Weasley, por favor, recuerde su estado. Ahora tú, Mundungus, o me das eso, o tendré que tomar medidas al respecto.
¿A sí? –la toreó él, seguramente preguntándose que le podría hacer una niñita de once años¿A sí?
Nina lo miró enojada, pero no dijo nada. Con paso decidido, fue hasta el armario de provisiones, y de allí sacó una jeringa. Con mucho cuidado, la llenó de un líquido blanco similar a la leche. Una sonrisa malvada se dibujó en los labios de Nina.
¿Qué es eso? –preguntó Mundungus Fletcher, con los ojos clavados en la jeringa-.
-Sabes, es una pena que Snape esté inconsciente, él podría explicarte. Yo lo encontré en su armario... tenía una etiqueta que decía "Experimental. Potencialmente peligroso.".
La cara de Mundungus quedó, de pronto, exageradamente pálida.
-Está bien-dijo mirando la jeringa- tu ganas, aquí tienes.
-Muchas gracias. –dijo Nina con una sonrisa- y ahora que me diste eso. No tendrías que tenerle tanto miedo a la leche de sirena. Sabes, se usa para que las pociones sea inyectables.
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¡Hola! Ha terminado otro capítulo. La verdad es que es un poco de relleno, pero les aseguro, en el próximo capítulo tendremos un poco más de diversión para las chicas. ¡Es cumpleaños de Petra! Pero, eso es todo lo que les diré al respecto.
Ahora voy a contestar los reviews:
Dany black: Muchas gracia por los cumplidos, me alegra que te guste mi historia. Y si, podríamos decir, que un poco, la cosa para Snape mejorará.
Antiope Black: gracias por los saludos para las fiestas... me alegra que guste el final del capítulo pasado. Trataré de poner más escenas como esa más adelante.
John Croaker: Gracias por tus reviews –los de los dos capítulos- y por tus mensajes escolares. Pero los horrores de ortografía¿a qué se deben? Ya sé, son de gusto.
A todos esos que leen, manden o no manden reviews (aunque deberían hacerlo) un enorme abrazo, y no olviden portarse mal.
YO
