Hola a todos, aquí estoy otra vez. ¿Me extrañaron? Espero que sí, pero no demasiado. Aquí va otro capítulo. Lo mejor de todo, un poco de discusión entre la señora Diwan y el profesor Snape. Jeje.

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Capítulo XI: Preparativos

Muy bien, -dijo Agnes sacando una pluma y un pedazo de pergamino- ¿empezamos?

No, en serio Agnes, no tengo ganas de festejar nada, no sin Nina.

¡Escúchame bien! –dijo Agnes levantándose de su asiento- Nina está bien, ya te lo dijo Flitwick. Ahora, ella se enojaría si no lo festejaras. Y tu padre también. –la voz de la chica se quebró un poco, a su mente vinieron imágenes de techos viniéndose abajo.

Está bien, -dijo Petra de mala gana, pero deseosa de ver sonreír a su amiga- como quieras, estoy a tu disposición.

-Sabía que dirías que sí. Ahora, la comida... –Agnes garabateó algo en el pergamino-.

¿Las cocinas? Los elfos nos darán cualquier cosa que les pidamos.

Sí, pero hay que avisarles con tiempo. ¿Qué podría ser? Estoy segura que has ido a más cumpleaños que yo.

Sándwich es, papas fritas, cualquier cosa que no necesite cubiertos. ¿La bebida?

Ahora sí te está gustando la cosa. –dijo Agnes con una sonrisa un poco forzada, pero la mejor que pudo hacer- Diría que jugo de calabaza y cerveza de mantequilla.

¿Cerveza de mantequilla? ¿Qué se supone que es eso?

Es muy rica, la probé en Navidad. Ya verás.

Confío en ti. ¿Decoración?

Hay una pieza por aquí. –dijo Agnes señalando el mapa de Hogwarts- donde guardan todos los adornos de Navidad, Noche de Brujas, San Valentín, ya sabes, todas esas cosas.

¿Cómo sabes tanto del castillo?

En las vacaciones de Navidad tuve bastante tiempo para explorar.

Bueno, ¿pero cómo se supone que vamos a conseguir esas cosas?

Petra, -dijo Agnes muy seria- ¿te sientes bien? Yo diría que te juntas mucho con Nina, ¡hasta te importan las normas!

¿Y qué sugieres?

Bueno, podríamos tomarlas sin pedir permiso...

¡Tomarlas sin permiso! –dijo Petra escandalizada- Agnes, ¡eso es robo!

Supongo que tienes razón... ya veremos que hacemos con eso. Le puedo pedir a Draco que nos compre algo en Hogsmeade. Él va de excursión este sábado.

Bien, ¿música?

Hace dos años hubo un baile en Navidad, y Dumbledore trajo a las brujas de MacBeth...

Agnes, nosotras no podemos pagar a las brujas de MacBeth.

¡Ya sé que no! Pero pensaba que podríamos preguntarle al profesor de música que podemos hacer.

Bien, hacemos eso. ¿Invitados?

Digo que invitemos a todos los de primero y de segundo.

Y dime, querida Agnes, a quien conoces de segundo.

No mucha gente, pero igual podemos invitarlos a todos. No, mejor hacemos esto: cada una hace una lista de las personas que podríamos invitar, y mañana de mañana hacemos las invitaciones.

De acuerdo, pero mejor vamos. Tenemos que ir a las cocinas, y además encontrar al profesor Rossi.

Me gustaría saber quien va a una clase como esa. –dijo Agnes cuando salieron del despacho-.

A mí me gustaría ir a clase de música. –dijo ella con la cabeza gacha, pero Agnes comenzó a tentarse de la risa- ¡No te rías!

Es que... –Dijo Agnes tratando de calmarse- disculpa, no me lo esperaba. Pero si te gusta, podrías presentarte.

Pero me da vergüenza.

¡Vergüenza! Petra, ahora es en serio. No te haces ningún drama por hechizar al primero que se te cruce, y te da vergüenza presentarte a una audición para la clase de música. ¿Qué es lo que te pasa?

Nada, mejor olvídalo...

Pero, ¿te presentarás?

Supongo. –dijo Petra, aunque no sonaba muy convencida.

Vamos y vemos que pasa, ¿sí?

De acuerdo-

Pero Petra no pudo terminar. Agnes ya la había tomado de la muñeca, y la llevaba a rastras por todo el castillo hasta el salón de música, sin soltarla en todo el recorrido.

El salón de música era una lugar muy amplio y polvoriento, lleno de todo tipo de instrumentos, siendo el más destacado un imponente piano de cola negro.

Es... precioso... –dijo Petra pasando uno de sus dedos por las polvorientas teclas del piano-.

Sí, sí. Como quieras. Lo que te puedo decir es que esto esta sucio.

¿Señoritas? –dijo una voz ronca desde la puerta del salón, que las hizo sobresaltar- ¿Qué se les ofrece?

¿Profesor Rossi? –dijo Petra mirando al hombre que tenía delante-.

El profesor de música era un hombre petiso y regordete, y con escasos cabellos blancos.

Sí, señoritas, pero sigo sin saber qué es lo que buscan por aquí.

Eh... Este... –Petra no estaba para nada segura de qué decir-.

A mí amiga le gustaría presentarse a una audición.

¿Audición? Las pruebas de ingreso se hacen en setiembre.

-Pero nadie nos dijo nada. –dijo Agnes empezando a pensar que no sería mala idea discutir con alguien-.

-Los avisos se colocan todos los años, yo mismo me encargo de eso. Y son como esos. –el hombre señaló un papelito diminuto en el propio tablón de anuncios del salón- Pero este año no nos fue muy bien con la selección, casi nadie vino.

-Me pregunto por qué... –dijo Agnes, sin preocuparse en esconder el tono sarcástico de su voz.

-¿Cómo se llama su amiga? –le preguntó el profesor a Agnes, sin hacerle caso al comentario que ella acababa de hacer-.

-Petra Duckworth. –dijo la misma Petra, extendiendo su mano-.

-¿Petra? Es un nombre italiano, ¿lo sabía? Sólo por eso dejaré que se presente, ¿y usted, quién es?

-Agnodice Whitelaw, pero no, muchas gracias, la música no me interesa.

El hombre la miró unos instantes, pero en seguida volvió a centrar su atención en Petra. Media hora más tarde. Ambas salieron del salón cargadas con una radio mágica, una montaña de grabaciones de Celestina Warbeck, las Brujas de MacBeth –entre otros- y un grueso libro de teoría de la música.

-El hombre te adora, creo que ya veo los carteles: "Petra Duckworth en concierto. Entradas agotadas" ¿O sería mejor ponerte Petra Snape? Quizás si te pusieras sólo Petra como nombre artístico, se generaría menos confusión.

-Cállate Agnes.

-Pero si cantas muy bien, y lo que tocaste en el piano no estuvo para nada mal. Fueron sólo unas notas, pero no viste la cara que puso, parecía que había encontrado oro.

-¡Qué te calles!

-Está bien... está bien. Vamos a dejar esto en el despacho, y después vamos a las cocinas, así, de paso, buscamos algo para comer, y no tendremos que bajar al Gran Comedor.

XxXxX

-Buenas noches Nina, ¿me mandaste llamar?

-Buenas noches, señor director. –dijo Agnes, mientras le cambiaba las vendas a uno de los dos pacientes que quedaban a su cargo- Sí lo mandé llamar. Hay algo que debo pedirle. El cumpleaños de mi amiga Petra es este sábado, o sea pasado mañana, y yo quería saber si me permite enviarle una tarjeta de felicitación.

-No eres una prisionera aquí, puedes salir si quieres, pero no creo que sea una buena idea.

-No es que me sienta prisionera, profesor Dumbledore, pero me siento sola. Tengo sólo dos pacientes, y los dos siguen inconscientes. Pero no quiero dejar a éstos dos solos. Me comprometí a hacerlo, y lo haré.

Dumbledore esbozó una leve sonrisa, como de orgullo.

-Serás una excelente medi-maga.

-Gracias por el cumplido, señor director.

-Arghh... –dijo la voz gruesa del hombre al que Nina había estado cambiándole la venda- ¿dónde demonios estoy?

-Buenas noches, señor. –dijo Nina dándole la espalda al director- por favor no se mueva, ya le traigo su poción.

-Bienvenido Alastor. –dijo Dumbledore- ¿cómo estás?

-¿Albus? ¿Eres tú? La verdad es que me duele la cabeza. ¿Haz visto mi ojo?

-Aquí tiene su ojo. –dijo Nina dándole el vaso con agua, en dónde éste estaba- Ahora, por favor, tómese toda la poción.

El hombre, se puso el ojo, y lo hizo dar vueltas, sin decir nada. Pero miró el vaso con poción, y sin pensarlo dos veces lo puso a un lado.

-¿No lo va a tomar? –dijo Nina, poniéndose las manos en la cintura con gesto reprobatorio-.

-Y se supone que debo tomar algo que me des, pequeña. Quien sabe lo que pusiste ahí adentro. No, muchas gracias.

Nina abrió la boca, pero no dijo nada. Sólo se fue hasta su mesa de trabajo a zancadas.

-Esa poción la hizo el profesor Snape, no yo. Es lo único que puedo decirle. –dijo Nina, cuando ya estaba ordenando sus papeles-.

-¡Snape! –dijo el hombre, haciendo que su ojo rodara en mil direcciones- Justamente, a él no le daría nada que fuera a entrar en mi cuerpo. Muchas gracias. Y allí, justo está él. Maldito sabandija...

-Está bien, ese es su problema.

-Nina, cálmate. –dijo el director- Él no tomará nada, ni que se lo diera Poppy Pomfrey. Y por favor, Alastor. Deja a Severus en paz de una buena vez. Bien sabes que por él pondría mi mano en el fuego.

-Ya te arrepentirás de eso, Albus, ya verás.

¿Por qué estarían hablando así de Snape? Todos los que hablaban con el director sobre el ataque a Hogsmeade –Nina, pudo deducir de la información que consiguió que eso había sucedido- le hablaban de su profesor de pociones. Lo más importante, y la mayoría lo repetía, era que lo habían descubierto.

Pero ella no les prestó más atención. Había decidido que no era su asunto. Continuó con su tarea, hasta que oyeron que alguien golpeaba a la puerta del salón.

-Es Filch. –dijo el hombre del ojo mágico en voz baja, evidentemente atravesando las paredes con su ojo- ¿Qué quiere aquí?

-¿Señor director? ¿Se encuentra usted aquí?

El profesor Dumbledore hizo señas para que se mantuvieran en silencio.

-¿Sí, Argus?

-Aquí hay una persona buscándolo.

-¡Y más le vale que me atienda! –dijo la voz de una mujer del otro lado de la puerta- Esto ya es ridículo. Una cosa es que les enseñen cualquier cosa, pero no voy a dejar que mi hija desaparezca. La patria potestad es mía.

Eso hizo que Nina se quedara helada en su lugar. Esa era su madre. Ese tipo de comportamientos eran típicos de ella. ¿Por qué no podía enviar un howler como toda madre normal? No, tenía que venir personalmente a Hogwarts a gritarle al director.

-Mándala a mi despacho, que en seguida la atenderé.

-¡No iré a ninguna parte! Mi hija está desaparecida, y necesito una explicación.

-Está bien Argus, déjala entrar.

La puerta del salón se abrió, dejando espacio para que la madre de Nina entrara, e inmediatamente se volvió a cerrar.

-Bienvenida de nuevo a Hogwarts, Valerie, ¿qué te trae aquí?

-¿Dónde está mi hija? –dijo la señora Diwan a los gritos- ¡Quiero saber que la han hecho! La lechuza que le envié esta mañana regresó con todo lo que le envié, y esa lechuza siempre encuentra su camino. ¿Dónde está?

La madre de Nina estaba roja, de tanto gritar. Parecía que estaba a punto de tener un ataque de nervios.

-Hola mamá. –dijo Nina sin moverse de su lugar-.

-¡Nina! Aquí estás, gracias a Merlín. Ahora, -dijo ella mirando el lugar- ¿qué se supone que hace una niña de once años encerrada aquí? ¡Este no es lugar para tenerla encerrada! Mírela, se nota que no ha dormido bien en días. ¡Demando una explicación!

-Señora Diwan, por favor, siéntese, cálmese, que hay personas enfermas aquí.

-¿Nina? ¿Enferma? ¿Por qué nadie me avisa de nada?

-Estoy bien mamá, por favor. No me pasa nada. –Nina estaba un poco avergonzada del comportamiento de su madre, parecía que acababan de sacarla de San Mungo.

-Seguro que sí, querida. –dijo la señora Diwan, acercándose a su hija para darle un beso en la frente, pero en seguida retomó su 'conversación con el director- ¿Y quienes son los enfermos que hay aquí?

-Eso, en realidad, no es algo que le incumba, señora. –dijo el hombre del ojo mágico.

-¿Y quién se supone que es usted? Hasta dónde yo sé, yo soy la que decide que me incumbe, y qué no. Mi hija, y las personas que ella frecuenta sí son de mi incumbencia.

-Mi nombre es Alastor Moody señora, ya que lo pregunta, pero le recomiendo que se calle la boca.

-Alastor, por favor... –dijo apenas Dumbledore.

El director miraba serio a la madre de Nina, como queriendo decirle algo, pero a la vez a la espera. Seguramente, pensó Nina, esperando que se calle la boca.

-¡Alastor Moody! –dijo ella abriendo los ojos- Con todo respeto, señor director, pero, ¿Qué hace una niña de apenas once años en compañía de un hombre de dudable estabilidad mental?

"La de dudable estabilidad mental aquí eres tú, mamá." Pensó Nina, pero no se atrevió a decirlo, evidentemente, el horno no estaba para bollos.

-¿Dudable estabilidad mental? Ahora sí, esto no lo puedo soportar. ¿Dónde quedó mi varita?

-Señor Moody. –Dijo Nina poniéndose de pronto de pie- Por favor, quédese en su cama, su salud no está como para hacer magia.

-Alastor, por favor, trata de calmarte. –dijo el director con tono conciliador- La señora sólo está preocupada por su hija. No es buena idea. Y Valerie, por favor, toma asiento, y así podremos hablar con más tranquilidad.

La mujer miró a Moody, y a la otra cama ocupada, aunque no supo quien era que la ocupaba. Pensó en comenzar a hablar otra vez, pero no sería buena idea, no sacaría nada en limpio.

-Te preguntarás qué es lo que sucede aquí. –dijo el director mirándola a los ojos- pues bien. La idea era que la menor cantidad posible de personas se enteraran de esto, peor no tengo más opción que contarte. Sucedió lo siguiente: El lunes por la noche, Lord Voldemort organizó un ataque a Hogsmeade, para buscar algo, que le han dicho, es la mejor manera de encontrar cierto tesoro. Aparentemente, ese algo está en esta zona del país. Un frente de resistencia se le enfrentó. Pero no lo esperábamos. De hecho, fue pura suerte que todas éstas personas se encontraran por aquí en ese momento. Fue una dura batalla, pero al fin, los hicimos retroceder, y, hasta donde sabemos, no lograron llevarse lo que buscaban.

-¿El ministerio se le enfrentó?

-No, el ministerio no sabe de la existencia de eso que Lord Voldemort está buscando. Este frente, es totalmente independiente.

-Y... ¿Quién-usted-sabe estuvo también por aquí?

-Sí, Lord Voldemort también estuvo en el ataque, pero por suerte, no llegaron al pueblo. Las consecuencias hubieran sido devastadoras.

-O sea, que el Innombrable estuvo a kilómetros de mi hija. –dijo la mujer, ahora blanca como una sábana- Por Merlín...

-Sí señora, pero es de esperarse. Recuerde que Harry Potter estudia también aquí. –dijo Moody desde su cama-.

-Merlín, Merlín... que horror...

-Horrible, realmente. –dijo el director- Las personas que se vieron involucradas en esa batalla resultaron gravemente heridas, y el único lugar posible para tratarlos era el colegio. No podíamos llevarlos a San Mungo, queda demasiado lejos, y además no queríamos que el ministerio se enterara de lo que sucedió. Ellos también andan buscando lo mismo. Pero eso no es lo que interesa ahora. Los heridos sobrepasaron nuestra capacidad, por eso tuvimos que pedir ayuda. No podíamos hacer pociones al ritmo que las necesitábamos. Precisábamos a quien más supiera de pociones de todo el castillo, que no se hubiera visto envuelto en la batalla. Por eso necesitábamos a Nina. La mejor alumna del colegio, una chica que este año cursa sexto, también fue herida, y no podía ser cualquiera. Necesitábamos pociones del mejor nivel, y no podíamos arriesgarnos.

-¿Nina es quien más sabe de pociones? ¿De todo el colegio? –dijo Valerie Diwan, boquiabierta- ¿Y el profesor de pociones? Ya decía yo que no sirve para nada.

-Él también fue una de las víctimas. –dijo Dumbledore mirando de reojo a Nina, quien se había puesto de pie, para buscar una de las pociones de debía inyectarle al profesor Snape-.

-Él no estará... –dijo la madre de Nina, tapándose la boca con las manos, y evidentemente arrepentida de su último comentario-.

-No, él no murió. Pero es la única persona, de los que están a cargo de Nina, que sigue inconsciente. Y no sabemos por cuanto tiempo siga así.

-¿Qué quiere decir con eso de que está a cargo de Nina?

-Bueno, no podíamos darnos el lujo de que más personas se enteraran, por eso, Nina ha estado ayudando a nuestra enfermera, Poppy Pomfrey con el cuidado de todas éstas personas. Ella ha sido toda una medi-maga en estos últimos días.

-¡Pero sólo tiene once años! ¿De dónde una niña de once años va a ser capaz de cuidar de adultos? Esto no tiene sentido alguno.

-Calma... ella lo ha hecho muy bien. Hasta Madame Pomfrey está sorprendida.

-No me puedo calmar. Primero porque el Innombreble estuvo a kilómetros de mi hija, y recién me entero, y segundo, porque deja la responsabilidad de un brujo adulto en manos de una niña. Una que sabe mucho de pociones, lo admito, incluso sabe demasiado, pero ella es sólo una niña. Es mi niña. Y todavía quiere que me quede aquí sentada, muy calmada.

-Mamá, en serio, no pasa nada. Hacer esto es lo que me gusta.

-No es cuestión de lo que te guste, Nina. Es de lo que es mejor para ti. Viniste a este colegio a aprender magia, no a curar enfermos. Si cuando salgas de aquí, quieres hacerlo, no me opondré, pero mientras tanto, no puedes elegir.

-Valerie... –dijo Dumbledore- ella era la única opción. Entiendo perfectamente que no quieras que tu hija esté bajo este tipo de estrés, pero la situación no está para buscar lo que es mejor para cada uno, sino lo que es mejor para todos. Si ella no hubiera estado aquí para ayudarnos, quizás hubieran muerto personas. Personas que se dedican a detener a Lord Voldemort. Ella ha aceptado, libremente, ayudar en esta causa. Pero, no se preocupe, no le expondremos a ningún riesgo.

Ella no pudo poner objeción a eso, pero ahora su vista se había puesto en su propia hija, que trabaja en darle una serie de pociones a uno de los pacientes. No pudo evitar ver la concentración que ella tenía, para lograr hacer su mejor trabajo. Como había cambiado su hija. Ya no era la chica que deseaba hacer todo lo que hacía su madre, ya había cambiado, era ella misma.

-Muy a mi pesar, creo que usted tiene razón, profesor Dumbledore. Pero, ¿puedo ayudarlo en algo?

-Honestamente, ahora tenemos la situación bajo control. Pero si realmente quieres ayudar, es colaborar con Severus Snape. Necesitamos muchas pociones, y él no da abasto. Sería conveniente sí tu pudieras hacerlas, o facilitárnoslas. No te preocupes, te pagaremos todos los ingredientes.

-De acuerdo, profesor Dumbledore. Como usted desee. –dijo ella poniéndose de pie, y dándole la mano- es un placer hacer negocios con usted.

-Igual digo, Valerie. Igual digo.

La mujer sonrió, y se dirigió hacia dónde estaba su hija, y le dio a ésta, otro beso en la frente.

-Cuídate mucho, Nina. Y si necesitas algo, no dudes en escribirme, ¿de acuerdo?

-Sí, mamá.

-Toma, esto es lo que me pediste. –la mujer sacó un paquete de su bolso- espero que lo disfrutes.

-Gracias, mamá. Nos vemos en Junio.

-Adiós, querida.

XxXxX

-¿Hiciste la lista? –fue lo primero que dijo Pera cuando se encontró con Agnes a la mañana siguiente.

-Primero, que nada, buenos días.

-Buenos días, entonces, si te parece mejor.

-Muy bien, y sí hice la lista.

-¿La puedo ver?

-Claro, es tu cumpleaños, no el mío.

Petra comenzó a leer lentamente la lista, pero se detuvo en uno de los primeros nombres.

-¿Draco Malfoy?

-Sí, él es mi amigo, o algo por el estilo.

-Pero no le caigo bien. Lo escuché diciendo los otros días que no te juntaras con sangre-sucias.

-No eres sangre sucia, Petra. Y deja de preocuparte por eso. Además le dije que eras una Brewer, y se quedó callado la boca.

-¡¿Qué le dijiste! Eso se supone que es un secreto. Severus dice que puede ser peligroso si saben que soy su hija, aunque no me quiso explicar el porque.

-No tienes porque ser hija de Snape. Puedes muy bien ser hija de tu tía, o de cualquier otro Brewer.

-¿Tengo una tía? –dijo Petra con los ojos bien abiertos- ¿Una tía de verdad? ¿Hermana de mi madre?

-Eh... no se suponía que te fuera a decir eso, pero sí. Aunque vive en Canadá. Pero no creo que tu padre te dijera nunca nada, es que nunca se llevó muy bien con la familia de tu madre. Pero ahora ya estoy entrando en terrenos prohibidos, así que mejor me quedo callada la boca.

-Esa no me la esperaba. ¿Y cómo sabes eso?

-Ya te lo dije, no te lo puedo decir, pero te serviría investigar un poco de tu propia familia. Es impresionante toda la información que hay, pero no sé para que la guardan. Por ejemplo, tu abuelo fue ministro de la magia, y tu madre era prefecta. Tu tía, también lo fue, y todos, cada uno de los que nacieron siendo Brewer, como tú, fueron a Ravenclaw.

-¿Todos?

-Sí, todos. Como los Malfoy han ido a Slytherin. Pero deja ya eso, y vamos a hacer las invitaciones, así aprovechamos esta hora libre que nos quedó.

-Un momento, Agnes, ¿dónde hacemos la fiesta?

-Ya me encargué de eso. Draco, como prefecto que es, tiene, digamos, ciertos privilegios. Hay una sala de prefectos, y justo al lado, un salón enorme y vacío, donde los prefectos pueden hacer fiestas y cosas, pero nunca la usan, siempre están ocupados en otras cosas, estudios más que nada. Por eso dijo que la podemos usar. Así que, no te preocupes.

-¿Él aceptó?

-Sí, ya te dije que sí, y no seas pesada. Mejor empezamos con las tarjetas, que sino no terminamos más.

XxXxX

Este sábado, a las veinte horas, te espero en la sala de prefectos para celebrar mi cumpleaños. ¡No faltes!

Petra Duckworth

Nina volvió a guardar la invitación en el sobre, y suspiró levemente.

-Ojalá pudiera ir. –le dijo a Dobby, el elfo doméstico que le hacía compañía- pero hasta que todos aquí estén bien, no me voy a ninguna parte. Especialmente sin el profesor Snape.

-¿Por qué alguien tendría tantas ganas de ayudar a esa sabandija? –le dijo Moody, mientras leía el profeta que le había traído Dumbledore hacía poco, junto con la invitación para el cumpleaños de Petra-.

-Lo hago por una amiga. Yo ya perdí a mí padre, ella no puede perder al profesor Snape. Ella ya perdió a su madre.

-¿Por qué tienes que ayudar al profesor Snape para ayudar a una amiga? Es ridículo, él no se lleva con nadie más que con Albus.

-El profesor Dumbledore no es el único, él tiene una estrecha relación con una vecina suya, con mi amiga.

-¿Snape? ¿Estás segura que es la misma persona?

-Sí, señor Moody, estoy segura. Y yo no me llevo muy bien con él. Digamos que tenemos... nuestras diferencias.

-Tu sabrás.

Nina sonrió levemente, y se volvió a Dobby.

-¿Podrías llevarle algo a la señorita Petra Duckworth?

-Lo que la señorita necesite. –dijo él, inclinando su cabeza un poco-.

-Bien. Mañana es el cumpleaños de mi amiga, y yo necesito que le lleves este regalo. Ella es de Ravenclaw, y si pudieras dejarlo junto a su cama, te lo agradecería.

-Dobby no necesita que se lo agradezcan. Este es el trabajo de Dobby.

-Bueno, Dobby. Éste es el paquete, y aquí tengo una carta. Por favor, llévaselo cuanto antes.

-Muy bien, señorita. –dijo el elfo, y salió de la habitación-.

-¡Niña! –dijo Moody- parece que el vecino de tu amiga se ha despertado.

Rápidamente, Nina fue a atender al profesor Snape

-Buenas tardes profesor. –dijo Nina, con una sonrisa forzada, la verdad es que le resultaba casi imposible llevarse bien con él- ¿cómo se siente?

-¡¿Señorita Diwan! –dijo él cuando la vio- ¿Qué se supone que hace usted aquí?

-A mí tampoco me agrada verlo, pero tengo que hacerlo, el director me lo ha pedido, el señor Moody es testigo.

-¿Moody también está por acá? Es lo que me faltaba.

-Snape, no tenemos opción, Albus nos ha puesto bajo los cuidados de esta enana.

Nina miró a Moody con cara de odio, pero se volvió a centrar en su profesor de pociones.

-Oiga, si no quiere tomar las pociones que le preparé, de acuerdo, no lo haga. Siga el ejemplo de su amigo Moody. Pero quiero que sepa que estaré aquí hasta que Pomfrey crea que es conveniente, y yo no haría nada para herirlo, porque sería herir a Petra, ¿entendido?

-Moody no es mi amigo. –dijo él entre dientes, pero se dejó cuidar por Nina-.

-Así es mejor, profesor. –dijo Nina, acordándose de la importancia de mantener la compostura, no era cuestión de armar una escena-.

XxXxX

-Bien, Petra querida, ya tenemos todo pronto, la música, todo. Y tenemos una hora para aprontarnos. ¿Qué más podemos pedir?

-Supongo que nada. –dijo Petra cabizbaja-.

-¿Qué es lo que te pasa ahora? Ya sé que Nina no está, y que tu padre tampoco, pero no hay nada que podemos hacer. Los profesores no nos van a decir dónde está y por lo menos tienes uno. No lo viste morir... –un par de lágrimas silenciosas comenzaron a caer por las mejillas de Agnes-.

-No llores Agnes, por favor. –le dijo Petra abrazándola- Tu todavía tienes a tu madre, ¿no?

-¿Mi madre? Para mí mi madre nunca ha existido. Ella no es más que una imagen borrosa. Y realmente no quiero pensar en ella. No merece la pena.

-Probablemente no. –dijo Petra, aún sin soltar a su amiga- pero vamos, que te vas a divertir esta noche. Ve a darte un baño, que te veo en el despacho en media hora, ¿de acuerdo? Y no te quiero ver llorar.

-Bien, -dijo Agnes tratando de contener las lágrimas- nos vemos en media hora entonces.

Agnes salió en silencio hacia las mazmorras. Realmente no había nada que la uniera a su madre. Esa mujer ambiciosa, y egoísta. No había duda alguna de por qué había sido una Slytherin. Ella se tocó el moño verde y plateado en la punta de su trenza. ¿Sería ella tan egoísta y ambiciosa como su madre? ¿O como cualquier Slytherin? Bueno, ella se había hecho amiga de una supuesta sangre-sucia. Ella no era como cualquier Slytherin.

-Basilisco. –dijo Agnes sin ganas delante de la gárgola, para poder entrar a su sala común-.

-Hola Agnes. –dijo Draco Malfoy con una sonrisa cuando la vio entrar a la sala común- No te veía desde esta mañana.

-Quizás porque estabas con tus amigotes. –dijo Agnes de mal humor. Necesitaba algo, energía, calorías, sí eso, calorías- Draco, ¿no tienes una rana de chocolate?

-¿No se supone que hay una fiesta dentro de poco? Eso de pedirme comida me hace pensar que quizás deba pasar por las cocinas antes.

-No digas tonterías. Va a ser la mejor fiesta a la que yo haya ido.

-Algo me dice que no has ido a muchas fiestas...

Agnes lo miró enojada, pero no dio nada. En silencio subió a su habitación, eligió su conjunto favorito. –la única ropa que ella tenía que no era sería candidata a ser tirada a la basura- y se metió en el baño.

XxXxX

Querida Petra,

Es mi más profundo deseo que este cumpleaños sea el más feliz que hasta ahora has tenido, sabiendo que hay mucho más detrás de ti de lo que pensabas, y que cada día somos más los que sonreímos con sólo verte sonreír. Siento mucho no poder estar contigo en esta fecha tan especial, pero quiero que sepas que no fue mi decisión.

Cariños,

Severus.

¿Cariños? ¿Severus? Su padre realmente había cambiado. Sí, él siempre había sido amistoso con ella, pero, ¿cariños? Seguramente, alguien que no lo quisiera mucho –por ejemplo, Nina- diría que el hombre estaba cada día más loco.

Petra dejó la tarjeta a un lado. Realmente estaba extrañando a su padre. Estaba acostumbrada a verlo solamente dos meses al año, pero ahora él era su padre. Bueno, siempre lo había sido, pero ella ahora lo sabía. Y había en todo eso algo, no sabía exactamente qué, que había cambiado mucho las cosas.

Querida Petra,

En este cumpleaños, te queremos dar todo nuestro amor. Ahora que descubriste tu familia de sangre, queremos desearte toda la felicidad del mundo.

Tus padre postizos,

Marie y Samuel

Junto a la tarjeta de cumpleaños, había una gran caja. Enorme más bien. Llena de paquetes de distintos tamaños, todos con distintos nombres, de cada una de las personas que los habían enviado. Petra sonrió, sus abuelos y su tía, por más que fueran postizos, siempre la habían querido como si hubiera sido una Duckworth desde el principio.

Recibió de sus parientes muggles una caja de maquillaje, un vestido azul, y un par de sandalias plateadas, de su tía, sus abuelos y sus padres, respectivamente.

-Es una pena que tenga sólo doce años, sino sería un perfecto conjunto para la fiesta. –dijo Petra para sí misma- pero bueno. Otro día será.

Petra fue hasta su baúl, y sacó su capa, y un conjunto blanco y negro que había encontrado durante las vacaciones de Navidad en una tienda muggle. Cuando lo levantó, una pequeña caja salió de su baúl. Tenía la letra de Nina. Adentro, encontró un pequeño frasco, con una cosa parecida a un gel, sin color alguno, sólo un poco de brillo.

¡Feliz cumpleaños! No toques nada de esto, hasta que yo vuelva al menos. Que te puedo asegurar, va a ser dentro de la próxima semana. Y diviértete esta noche. No me extrañes.

Nina

Petra guardó todo en su baúl con una sonrisa. Al final de cuentas, Nina estaba bien. O al menos lo suficientemente bien como para mandarle felicitaciones de cumpleaños.

XxXxX

Agnes salió del baño, completamente vestida, sacó su propia capa de su baúl, y vio una pequeña cajita negra, con dos letras escritas en ella F. B. Eso hizo que la niña pensara por un momento en su amiga. Y en los padres de ella.

Agnes sabía quien era realmente el padre de Petra, ella sabía quien era realmente Severus Snape. Había encontrado esa caja, casi como sin querer, en Setiembre, y había guardado en secreto todo lo que allí había encontrado.

¿Por qué? Ni ella misma podía responderse eso. Dumbledore no se lo había pedido, por más que ella lo dijera. Y ella seguía guardando el secreto, de que Severus Snape era un mortifago, o al menos lo había sido. Ella misma odiaba a los Mortífagos, en todas sus formas, colores y tamaños. Odiaba a esos seres que le habían quitado lo más importante de su vida, pero aún así, permaneció callada. Lo más que hizo, fue una noche, ir hasta el despacho de Dumbledore, y contárselo entre llantos, y el director le dijo que hiciera lo que ella quisiera.

Sabía más de la vida de Florence Brewer de lo que alguien pudiera imaginar, toda la información sobre ella, hasta la caída del Innombrable, estaba en esa caja negra, que ella había encontrado escondida en un hueco de una de las paredes del castillo. El resto, sólo fueron deducciones e investigaciones sobre la mujer, y su familia.

-Tu hija sólo busca ser feliz, Florence, y encontrar la verdad. –dijo ella en voz baja, como si la mujer estuviera allí-.

Y sin decir más, se puso su capa, y salió hacia el despacho.

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Hola, ¿les gustó? Sea cual sea su respuesta, no olviden dejar REVIEWS. Y hablando de eso, aquí van las respuestas para los reviews al capítulo anterior.

John Croaker: Hola, ¿cómo estás? Espero que bien. No creo que Severus Snape algún día admita que Nina es la mejor alumna de pociones de Hogwarts, no va con él. Y como el fic mismo dice, Nina lo cuida por Petra.

Dany black: Bueno, sí, lo admito, el capítulo está raro, pero bueno, el fic es raro, ¿Snape amigo de alguien que –supuestamente- es muggle? Nunca fue normal, pero bueno, gracias por tu saludos, y tú también cuídate.

Esto ha sido todo, por favor, no dejen de mandar Reviews, y pórtense mal,

Liz Croaker