Capítulo 4: Escapes
Ginny se sentía presa del aburrimiento. Se había despertado muy temprano y ya no podía volver a dormir. Había intentado hojear una revista, pero el único ejemplar que había era el Corazón de Bruja del mes pasado...
Y lo peor era que ella estaba en la portada, con un gran signo de interrogación arriba de su cabeza:
"¿Habrá embrujado esta mujer al hombre más codiciado del mundo mágico¿Habrá hechizado al Gran Draco Malfoy?"
Ginny arrugó la revista en su mano y la arrojó por la ventana. Estaba furiosa. ¿Cómo iban a calumniarla de esa forma? Ni siquiera sabían por todo lo que había tenido que pasar para estar nuevamente con él.
Recostó la cabeza en la almohada. Ni siquiera tenía ganas de dormir... ella solo quería salir un poco...
De pronto, la lamparita se le prendió. ¿Y porqué no? Se dijo, y con una gran sonrisa en la cara, se levantó lentamente de la cama.
Se paró y fue a buscar una túnica. La encontró en un armario. Junto a ella estaba su varita y algunas de sus pertenencias. Luego de se hubo cambiado, puso la mano en el picaporte. Estaba temblando de la emoción. Se sentía una presa que huía de su cárcel. Giró el manubrio, y la puerta a la libertad se abrió. Dio un paso. Luego otro. Y sintiéndose libre como un pájaro, desapareció...
Draco llegó apareció de repente de la chimenea.
¡AH! – Gritó la secretaria gorda y con anteojos que se encontraba tomando café en su escritorio.
-No es para que grite de esa forma... – Dijo Draco molesto, luego de tranquilizar un poco a la mujer que aún tenía la respiración agitada. Ella se volvió a sentar tratando de calmarse, cuando una cabeza se asomó en la silla.
¡AH! – Volvió a gritar, tirándose en brazos de Draco que en lugar de agarrarla, se hizo a un lado dejándola caer al suelo.
¿Pero que cree que hace ahí tirada? – Le preguntó, mirándola seriamente mientras Beth se reía sin parar balanceándose en la silla de rueditas.
La mujer se paró como pudo y sin sacar la cara de terror que la pequeña le había dejado, intentó serenarse.
¿Qué... que... ? ¿Qué es esto? – Draco tomó a su hija en brazos. La dio vuelta, la miró de arriba abajo y sin inmutarse le respondió.
-Esto... más bien esta... es una niña... – La mujer abrió los ojos.
-Pues... me había dado cuenta, señor... pero... –
¿Y entonces porque hace esas preguntas tan estúpidas? – Le preguntó irónicamente. Pero la mujer creyó que estaba enfadado y se asustó aún más.
-Esss... que... señor... yo... ¿De quien es la niña? –
-Ah... eso... ella es Beth, mi hija y vas a tener que cuidarla durante todo el día – Draco no respiró hasta terminar de hablar. Le encantaba sacar de quicio a esa mujer, sobretodo porque sabía que le tenía miedo. Siguió mirándola un buen rato. Annah parecía no reaccionar. De pronto, como en cámara lenta, Draco observó como la mujer se caía de espaldas al suelo inconsciente.
-Esto va a ser muuuuy duro... – Dijo el hombre, mientras hacía un movimiento rápido con la varita para que la mujer no se rompiera la columna vertebral...
Ginny avanzaba por las calles atestadas de gente. Había rechazado unas veinte ofertas de diferentes productos que los vendedores ambulantes le hacían. Estaba harta de caminar sin sentido, pero es que no tenía dinero encima y no podía siquiera ir a las Tres Escobas a pasar un rato.
Llegó a una plaza en la que había niños jugando y riendo. Se sentó en un banco libre. Pensó en Beth. ¡Cómo le gustaría tenerla en ese momento con ella! Hacía mucho que no la llevaba a jugar al parque...
Suspiró. Las piernas le dolían, tenía hambre y le dolía la cabeza. Tal vez huir no había sido lo mejor... se dijo a sí misma mientras se llevaba una mano a la frente.
De veras que le dolía la cabeza... y ahora estaba mareada. Decidió volver al hospital.
¿Quién la había mandado a ella a hacerse la rebelde y escapar? Ya no tenía veinte años... ¡Pero tampoco tengo 60! Se dijo enojada consigo misma. Se paró del asiento en el que se encontraba. Un terrible dolor se incrementó en su cabeza. Se sentía como si una bludger le hubiera golpeado. De repente empezó a ver doble. La visión se le nubló y no pudo mantener el equilibrio.
Cayó al suelo.
Y de pronto, todo fue oscuridad...
?Niña, bájate de ahí! – Annah estaba desesperada. Beth se había aparecido de repente arriba de una gran biblioteca y no parecía tener miedo de bajar... al contrario... estaba riendo y balanceándose alegremente por entre los libros.
?Beth quere volar...! – Decía la niña, poniendo sus manos en posición de aeroplano, y parándose en el borde del mueble. La mujer empalideció.
?NOOOO ?NO LO HAGAS! – Demasiado tarde. Beth se lanzó desde lo alto de la biblioteca, para caer sobre un hombre de bigote que salía de la oficina de Draco. Este ultimo frunció el entrecejo, y tras echarle una vista a su hija, al hombre, a los libros tirados, se centró en Annah que imploraba que la tierra se abriera de golpe y se la tragara.
¿No te dije que la cuidaras? –
-Sippp... pero... señor... –
-Nada de peros... ¿Es que no puedes ni siquiera cuidar a una niña que no llega al metro de estatura? – Draco se acercó a su hija que se encontraba sobre el hombre de bigote, y que ahora portaba una cara de lo más angelical. Casi a propósito...
-Discúlpeme señor Malfoy... pero... ¿Esta es su hija? – El hombre se levantó del suelo y se sacó el polvo del traje negro... más bien gris... que llevaba puesto.
-Em... si... ¿Por qué lo pregunta? –
-Porque la niña haría muy bien la publicidad del nuevo producto que vamos a inaugurar entre los dos... – El hombre miraba a la niña que se balanceaba tranquila en los brazos de su padre.
¿Está usted... seguro? – Preguntó Draco no muy convencido de la propuesta que le hacían. No le gustaba nada eso de exponer a su hija.
¡Pero claro¡Es perfecta! –
-Si... eso ya lo sabía... – Respondió él, sacando pecho y mirando tiernamente a Beth.
-Estee... yo decía que era perfecta para la campaña... -
-Ah... eso... bueno... también... –
¿le parece que nos encontremos hoy en la tarde para discutirlo? – Draco esperó un poco antes de estrechar su mano con aquel hombre. Al final, se decidió.
-Muy bien. Hoy en la tarde – ¿Qué podía perder?
-No... no... y ?no! – Hermione estaba frente a su marido que casi le suplicaba desde el suelo.
-Pero Hermy... ¿Qué puede pasar? –
¿No sabes todos los estafadores que andan sueltos en el mundo del espectáculo¿Acaso no recuerdas a Rita Skeeter? – El hombre suspiró. Su mujer era muy dura...
-Pero... este hombre es un empresario... sabe lo que hace... y dijo que Percy es perfecto... ?Por favor! –
-Ya sabemos que Percy es perfecto... pero no es necesario que esté haciendo publicidades baratas... –
¿Baratas ?Nos pagaran el doble de mi sueldo solo porque diga unas palabritas frente a una cámara! – La mujer abrió los ojos.
¿El doble? –
-El doble – Ambos se quedaron callados.
-Muy bien. Lo haremos, pero solo porque necesitamos un nuevo coche... y al paso de nuestras vidas, jamás lo conseguiremos... – El pelirrojo sonrió satisfecho. Le dio un beso a su mujer en la frente y salió en busca de su hijo.
-Esto va a ser muy difícil... – murmuró Hermione.
Y tenía razón...
