Sin Rastro

Por: Meiko Akiyama.

Capítulo 3: "La Marca de la Araña".

Despertaron a Myôga muy temprano aquella mañana. Siempre dejaba su móvil encendido en las noches, en caso que ocurriera una tragedia que requiriera su presencia. Hideki, uno de los mejores médicos forenses que poseían, le llamó. No le dio demasiados detalles, tan sólo recalcó que su presencia era sumamente necesaria. Antes de enfilar rumbo a la dirección que le habían proporcionado, marcó a su asistente. Sonrió con malicia. Despertaría a Kouga temprano, seguramente le haría trabajar duramente todo el día, y a la noche iría a acompañar a sus hijas a una disco. Para levantarse temprano al día siguiente. Sí, seguramente disfrutaría viendo llegar mañana a Kouga con unas enormes bolsas negras bajo los ojos, víctima del mal y poco sueño. "Pobre muchacho" se compadeció al escuchar su voz somnolienta del otro lado de la línea "eso saca por estar enamorado de mi hija".

Por su apariencia, el barrio pertenecía a personas de una alta posición económica. Generalmente cuando se trataba de barrios como éstos eran crímenes pasionales sin mayor relevancia. ¿Qué era tan importancia como para requerir su presencia? Conocía bien a Hideki, no era de quienes hacen escándalo por el gusto. Algo grave debía ocurrir.

Y apenas entró en la escena del crimen, descubrió que definitivamente éste no era común y corriente. Aquel asesino era demasiado sofisticado en su "trabajo". El arma con la cual había cortado el cuello de la víctima debió tener un filo muy fino, puesto que no había demasiada sangre en la escena. Hizo su trabajo rápido y seguramente a media noche, cuando había cambio de guardia en la residencia. Eso significaba que llevaba rato estudiando a su víctima.

-Un trabajo así es sin duda de un asesino a sueldo- concluyó Myôga, luego de pocos minutos de observar la escena.

-No es sólo por eso que te llamé, Myôga- Hideki se acercó hasta él, con expresión sombría. Él llevaba años trabajando con Myôga, quien se preocupó de sobremanera. ¿Qué era lo que realmente estaba ocurriendo?

Hideki se colocó sus guantes y sacó un plástico de su bolsillo. Con una pinza, cuidadosamente extrajo el contenido de la bolsa plástica. Era una hoja de papel arrugada.

-Lo encontramos junto al cuerpo de la víctima- indicó Hideki, extendiendo la hoja de papel hacia su superior- me sorprendí mucho cuando lo vi. Hace tantos años que ocurrió… pero esta imagen se quedó grabada en mi memoria por siempre. La reconocería donde fuera.

Myôga miró el papel fijamente. Un grito ahogado intentó salir de sus labios. Se quedó estático. En aquella hojita estaba pintada con tinta oscura, justo al centro, la silueta de una araña. ¿Cómo podía un simple dibujo producir tal horror en una persona? Cuando aquella revivía viejos fantasmas en la atormentada mente de un hombre, era posible. ¿Cuándo Myôga pensó ver esa marca de nuevo? Esa marca arácnida representaba su perdición, su dolor de diez largos años. Se encaminó a la puerta con la mirada perdida en algún recóndito lugar de su mancillada mente.

-¿Myôga?- Hideki se preocupó de verle así. El aludido se detuvo, mas no volteó a verle.

-Toma fotos de todo el lugar, encárgate de buscar pistas. Y por favor, cuando llegue Kouga dile que se tome el día. Y no le enseñes ese papel, él no debe verlo. No quisiera que se atormentara por nada todavía… ¿entendido?-

-¡Buenos días!- con una alegre sonrisa, Rin irrumpió en el apartamento de Yasha y Miroku. La joven siempre que podía iba a hacerles del desayuno. Después de todo era de esperarse que el último lugar del que se ocuparan dos chicos era la cocina. Siempre había por toda la casa paquetes de comida rápida, cosa que a Rin desesperaba. Ella era amante de todo lo hogareño y no podía soportar la idea que los chicos no utilizaran su cocina. Aquella mañana, había traído compañía: Sango también se presentó en casa, con una amistosa Kirara al hombro.

-¡Pero qué mejor manera de empezar el día que con una visita de dos mujeres tan hermosas!- Miroku hizo un guiño a ambas. Rin tan sólo sonrió coquetamente y Sango desvió la mirada. Aún seguía enojado con el joven por la discusión que habían tenido hacía poco.

-Oh Sango, linda, no me digas que aún sigues enojada. Pero si ya Kirara me perdonó- Miroku miró a la gatita, quien le miraba como tratando de comprenderle- ¿por qué su hermosa dueña no puede?

-Guarda silencio y aléjate de mí…- inquirió la joven, dándole un leve empujón.

-No discutan tan temprano- Rin rió de buena gana- el desayuno no demorará. Oh, ¡buen día Inu!- le sonrió al recién aparecido joven, quien hizo un gesto con la mano, a manera de saludo.

Rin tan sólo sonrió. Sesshômaru le había preguntando mil veces por qué se desvivía tanto por aquellos muchachos. La única respuesta que obtenía siempre era "son la única familia que tengo". Yakken siempre le decía "tienes una gran obsesión con las familias". Y quizás fuera cierto, para Rin la palabra "familia" tenía un significado muy importante. Durante sus primeros años de vida, Rin vivió con sus padres al norte de Tokio, en un barrio de gente adinerada. Ahora no lograba recordar a ciencia cierta a qué se dedicaban sus padres, pero eran dueños de varios negocios importantes en Japón. Su niñez consistía en largos paseos en yate, viajes a Europa y América, costosos regalos.

Pero un día, una tragedia empañó con sangre aquella vida que llevaba. Una noche cualquiera, Rin recordó que había olvidado su juguete favorito en el cuarto de sus padres. Era muy tarde, pero la pequeña insistió en ir hasta el cuarto principal. La escena que encontró allí fue verdaderamente aterradora. Sus dos padres yacían, uno a cada lado de la cama, muertos; con un río de sangre escurriéndose hasta el piso. La pequeña emitió un grito de terror y sintió cómo una negra figura se abalanzaba hacia ella. Del susto, la niña sufrió un desmayo. Al despertarse encontraba en una dura cama, muy diferente en cuales acostumbraba dormir. Un hombre le miraba fijamente, se acercó hasta ella, comprobando que se encontraba bien. Entonces, le ordenó que se estuviera lista en cinco minutos. Rin se encontraba demasiado asustada y obedeció en el acto. Luego de los cinco minutos, el hombre le colocó un extraño sombrero, de modo que cubriera sus largos cabellos. Él hizo un extraño gesto con sus labios, que la pequeña interpretó con una sonrisa; fue alzada de brazos y así fue como su vida quedó ligada finalmente a la organización Inu. Aquel hombre, su salvador, era el líder de aquel grupo. Ella conoció al padre de Sango muy bien, estuvo allí cuando él se retiró; dejándole el puesto a sus hijos. O cuando Miroku realizó su primer robo para la organización. Estuvo presente el día que Inu-Yasha llegó a conocer a su padre. Ella, quien había quedado desprotegida y sin familia en sólo minutos; a través de los años encontró en todas esas personas, su única y verdadera familia.

-¡Luce delicioso!- la alabanza de Miroku a su comida le distrajo de sus viejos recuerdos. La mujer sonrió amablemente y extendió un plato hasta su interlocutor.

-Pues no te quedes sólo mirándolo y prueba- rió divertida. La chica hizo una reverencia muy graciosa, que sacó sonrisas hasta a Inu-Yasha, quien parecía de mal humor esa mañana.

-Se agradece cualquier tipo de cumplido al chef, en especial aquellos que hagan subir su ego…- la chica sonrió abiertamente mientras contemplaba como el cuarteto comía alegremente. Ellos no tenían idea de cuánto Rin les quería.

-Por cierto, ahora que estamos todos aquellos que amamos la diversión- Rin sonrió, sabiendo que Miroku excluía a Sesshômaru y Yakken-… quisiera invitarles a que festejáramos el éxito de nuestra última misión.

-¿Qué es exactamente lo que planeas, Miroku?- a Yasha no le agradaba el tono malicioso del joven.

-Esta noche habrá un evento en una discoteca muy concurrida. Y me complacerá contar con la compañía de jóvenes tan hermosas- hizo un guiño a Miroku y Sango.

-Pues no sé si te refieres a Rin, porque definitivamente yo no iré- concluyó Sango, sin dirigirle una mirada al chico.

-Vamos linda, será una perfecta oportunidad para reconciliarnos ¿te parece?-

-Interpreta mi silencio…- suspiró ella, aún sin dirigirle la mirada.

-Yo creo que será divertido, y me encantaría ir. Pero creo que tengo otro compromiso- sonrió tímidamente Rin, a manera de excusa.

-Vamos Rin, no me digas que el aburrido de Sesshômaru te va a entretener más que nosotros…- se burló Miroku, pero Rin le lanzó tal mirada de reprimenda, que se detuvo enseguida.

-Entonces ¿qué dicen ustedes dos, me acompañan?- Miroku vio de manera suplicante a Yasha y Sango. La joven lanzó un leve suspiro.

-Supongo que divertirme no estaría mal. Después de todo, hace mucho que no salgo a bailar- admitió mientras daba a Kirara un poco de comida.

-¿Y tú que dices mi estimado Inu?-

-Como quieran, pero si el ambiente no me gusta me voy- amenazó. Miroku simplemente se encogió de hombros, riendo.

-Siempre haces lo mismo… eres demasiado exigente. Seguro y te encuentras a una linda niña y no vas a querer irte nunca…- pronosticó Miroku, en tono de burla. Su risa fue apagada por un trozo de pan que lanzó su compañero. Éste se levantó de la mesa, excusándose y cerró la puerta de su habitación.

-Pero qué amargado…- exclamó el otro joven, quitándose las migajas de la cabeza.

El sonido del teléfono retumbó en la residencia de Sesshômaru. Éste se encontraba haciendo ejercicios en el gimnasio. Originalmente ésta era la segunda habitación del apartamento, pero como Sesshômaru vivía solo con el tiempo había improvisado y convertido en un pequeño gimnasio. Detestaba ser interrumpido en su rutina diaria de ejercicios. Dejó que la contestadora tomara la llamada. Tal vez sería Rin, para confirmar su salida de aquella noche. Miró el reloj que colgaba de la pared principal. Eran casi las seis de la tarde. Su hora diaria de ejercicios había concluido.

Quitándose la camisa y colocando una toalla sobre sus hombros, se dirigió a la ducha. Su posición como jefe de la organización le permitía vivir holgadamente y sin mayores preocupaciones. Cuando era más joven, todos pronosticaban que sería el nuevo jefe del equipo alpha. Pero la repentina muerte de su padre le obligó a tomar las riendas de la organización y dejar ese puesto a alguien preparado para el cargo. Fue por eso que mandó traer a su hermano menor. No compartían enteramente la misma sangre, pero sentía que era la única persona verdaderamente capaz de realizar ese trabajo. Al único que podía confiar tal peso. Por supuesto, esto jamás se lo ha dicho al joven Inu-Yasha. Sería levantarle el ego o hacerle creer que pueden estrechar lazos. Y eso jamás va a pasar. "Nunca digas nunca" eran las sabias palabras de Rin cuando trataban éste tema.

La tintineante luz roja, indicándole que había un mensaje, estaba empezando a exasperarle. De modo que al tumbarse sobre su cama; encendió la contestadora.

-Señor Sesshômaru. Si llega a escuchar esto, por favor encienda su televisor y ponga las noticias vespertinas. Creo que hay un segmento que podría interesarle-

Las misteriosas palabras de Yakken encendieron su curiosidad. Tomó el control remoto y encendió la tele, colocándolo en el canal de las noticias. Una reportera se encontraba afueras de una hermosa casa de dos pisos, con un portal grande que recordaba a las viejas fortalezas. Se vislumbraba más atrás un jardín lleno de rosas. Pero a Sesshômaru no le importaba esa bonita casa ni sus jardines. Subió con rapidez el volumen.

-…fue aquí donde fue llevado acabo el asesinato del conocido empresario Matsou Nanosegawa. La policía está llevando las investigaciones pertinentes. Pero hasta ahora no han querido rendir muchas declaraciones. El forense Hideki Izumo nos concedió algunas palabras. Nos informó que la víctima murió de una cortada en el cuello. Hasta ahora la única pista que han podido encontrar es un papel con una marca de una araña. Sin embargo, no pudieron encontrar ninguna huella identificable en él…-

La mujer continuó hablando sobre la vida del empresario Matsou, pero esto a Sesshômaru ya no le interesaba. El asesinato de ese hombre confirmaba que aquel sujeto había regresado. Otros en su lugar, se habrían llenado de terror. Sesshômaru, sin embargo, sonrió ampliamente. Había llegado la hora de su venganza. Tantos años buscando a ese individuo para que ahora él regresara. Mejor no podía haberlo pedido.

-¡Buenas noches!- saludó alegremente Rin unos treinta minutos después cuando llegó puntualmente a la cita. La chica lucía hermosa y radiante, como siempre. Se había colocado ese vestido azul nuevamente. Sesshômaru un día cometió el error de comentarle que se veía bien con ese vestido puesto. Desde aquel día lo usaba frecuentemente. Tal vez porque quería llamar la atención, para gustarle o simplemente para obtener otro halago.

-Si quieres ordena comida- fue lo primero que dijo Sesshômaru una vez ella estuvo dentro de casa-… o si quieres puedes irte. No tengo planeado salir esta noche…-

-¿Ordenar comida?- sonrió ella mirando la cocina- sabes perfectamente que eso es un insulto para mí. Veré lo que tienes en tu refrigerador y qué puedo improvisar…- hizo un guiño.

Sesshômaru sonrió internamente. Para Rin no era una opción abandonarlo o dejarlo solo. Mucho menos cancelar una cita. Era melosa, cariñosa e insistente. Tres cosas que él detestaba en las mujeres. Pero, por sobre todas las cosas, era una mujer leal. Esa cualidad opacaba cualquier defecto.

-¿Puedo saber por qué no vamos a salir?- preguntó la chica, cuando ya se hubo puesto un delantal y estaba delante de la estufa.

-Tengo que revisar unos viejos archivos y buscar algunas cosas antiguas de mi padre…- suspiró Sesshômaru. A cualquiera otra habría largado a la fuerza o ni siquiera hubiera contestado aquella pregunta. Pero Rin era especial, no era como las otras mujeres con las que estaba.

-¿Viejos archivos?- comentó ella, contemplándolo recostado en el sillón de la sala. Él permaneció callado. La mujer lanzó un suspiro. Hasta allí Sesshômaru le contaba las cosas. Justo cuando pensaba que había derribado uno de los tantos muros que lo alejaba de él, otro aparecía. El corazón de Sesshômaru era una fortaleza infranqueable.

Permanecieron en silencio aún durante la cena. Rin empezaba a desesperarse. Porque siempre era lindo tan sólo contemplarle. Ver sus finos cabellos plateados brillar a la luz del candelabro, o sus fríos ojos moverse por el recinto. Pero le gustaba más oírle, aunque fuera en ese tono frío y autoritario. Amaba su voz, amaba todo en él. ¿Por qué el parecía no darle importancia?

-Regresó, Rin…- aquella frase le sacó de sus pensamientos. Miró fijamente a Sesshômaru, demasiado feliz porque él había iniciado la conversación, no prestó enseguida atención al contenido de sus palabras.

-¿Regresó?- repitió ella, tratando de comprenderle- ¿Pues quién regresó?

Él clavó fijamente sus ojos en ella. Rin se estremeció. Siempre aquella mirada de Sesshômaru le dejaba estática y sin aliento. Sorpresivamente, Sesshômaru alargó su mano hasta la suya y la rozó un poco. Rin creyó ascender al cielo ante este gesto. Sin embargo, aquella felicidad fue reemplazada por una expresión de horror al escuchar un nombre de boca de su amado.

-Naraku…-

Cerró con llave la puerta de su oficina. No deseaba ser interrumpido hasta tal punto, que apagó su teléfono móvil. Necesitaba poner toda su concentración y energía en aquella investigación. Se dirigió casi por instinto a un archivador visiblemente consumido por el implacable paso de los años. Allí se encontraban la mayoría de los asesinatos no resueltos, aquellos casos cerrados por falta de pruebas o evidencias. Con cuidado, sacó el archivo de su esposa.

Había permanecido secuestrada durante dos semanas. En ese lapso, recibió montones de llamadas, las cuales ninguna pudo ser rastreada, y de anónimos, ninguno con alguna huella identificable. El último anónimo fue claro: dejar cierta cantidad en una construcción abandonada. Ryuu, el padre de Kouga y su asistente en ese entonces, había dirigido la operación de rescate.

Todo el equipo había rodeado el viejo edificio. Ryuu junto con otros cinco habían entrado, para buscar a Kotori y sacarla de allí. Ryuu había dividido a los cinco para que buscaran en todo el lugar. Él se encaminó solo hacia el tercer piso. Poco tiempo después, lo encontraron muerto junto con su esposa Kotori en el tercer piso de aquel edificio. Junto a los cuerpos se encontraron dos figuras de araña dibujadas en trozos de papel.

-¡Lo sabía!- exclamó Myôga, mientras encontraba las fotografías. El dibujo de la araña era exactamente igual al que le han mostrado esta mañana.

Hace diez años atrás, era un grupo de asesinos a sueldo que se caracterizaban por dejar la marca de una araña en cada uno de sus crímenes. Sin embargo, el asesinato de su esposa y Ryuu había sido uno de los últimos perpetrados por aquel grupo. El último que se conoció de ellos fue el de un cuerpo calcinado encontrado a orillas de un río, en las afueras de la ciudad. El cuerpo jamás fue identificado, pero la figura de la araña junto al cuerpo fue inconfundible. Luego, era como si se les hubiera tragado la tierra.

¿Por qué, entonces, parecían haber regresado? Asesinos como esos no tomaban vacaciones ni años sabáticos. ¿Por qué desaparecer abruptamente y aparecer diez años después? No estaba seguro, tan sólo sabía una cosa: los asesinos de su esposa estaban de nuevo cerca de él, y esta vez les haría pagar caro el habérsela arrebatado a él y a sus hijas. Y también se vengaría por la muerte de Ryuu, su gran amigo; por dejar a Kouga huérfano. Sí, esta vez no descansaría hasta cobrar venganza y verles tras las rejas. Tanto a ellos como a los Inu les cazaría uno por uno y les metería  la cárcel, donde han de permanecer.

-¡Hermana, que no te demores!- exclamó Kagome por quinta vez, desde el portal de su casa. La jovencita miró su reloj, muy impaciente. ¿Por qué su hermana demoraba tanto?

-Ya voy, ya voy…- Kykio salió con paso apresurado del portal. Las insistentes llamadas de su hermana la tenían cansada. Suspiró, mirando de reojo la ventana de la biblioteca, con la luz encendida.

-¿Seguro estará bien dejarlo solo? Nunca le había visto así… ni siquiera está Buyo para hacerle compañía, no aparece desde la tarde- comentó Kykio mientras subía al asiento trasero.

-Buyo siempre desaparece misteriosamente y luego regresa sin un rasguño hermana, no te preocupes por nuestro gato- suspiró Kagome, restándole importancia al asunto.

-¿Está solo?- inquirió Kouga.

-Sota se ha ido a casa de la señora Kaede. Seguramente Shippo y él no la dejarán dormir- rió Kagome al imaginarse la típica escena de los dos niños poniendo los pelos de punta a la anciana.

-Me preocupa nuestro padre, Kagome. ¿No lo has visto? Está investigando sin cesar, buscando datos de hace como mil años atrás, estoy preocupada- Kykio miró una vez más a la ventana. Su padre le preocupaba mucho.

-Y me dio el día libre hoy. ¿Y dices que está cargado de trabajo?- Kouga no comprendía la insistencia de Hideki en que se tomara el día. "Órdenes del superior" había sido su única excusa. ¿Por qué su jefe le daría tiempo libre en un día que parecía tener más trabajo del habitual?

-Papá va a estar bien. Siempre ha sido adicto al trabajo, los tres lo sabemos muy bien. Por favor, por una noche quiero desconectarme. Por una noche ¿si?- Kagome miró al piloto con expresión de súplica y éste sólo supo sonreírle y encender el auto. En cambio, en el asiento trasero, su melliza no parecía estar demasiado convencida. Permaneció mirando su casa hasta que se perdió en el horizonte. "Espero que esté bien" pensó preocupada.

Apenas llegaron, notaron que a pesar de ser temprano, había una considerable fila en la entrada. Kagome y Kykio descendieron mientras Kouga iba a estacionar el auto.

-Definitivamente no es mi estilo…- Kykio contempló el alto edificio. Desde dentro, se podían apreciar muchísimas luces de todos los colores y una fuerte música se dejaba escuchar. Miró con extrañeza el lugar. No era sitio para ella, estaba segura. Detestaba los lugares llenos de gente, sobre todo de adolescentes como ella; quienes sólo querían emborracharse y tocar a alguna mujer.

-No te cierres desde antes hermana ¿te parece?- Kagome le sonrió esperanzada, mientras hacía una señal a Kouga, indicándole dónde estaban- sólo dedícate a disfrutar. Por lo menos inténtalo, me lo prometiste.

Kykio asintió débilmente y procuró prepararse mentalmente para lo que venía. Gritos, escándalos, música a todo volumen, borrachos. "Oh sí, será una gran noche".

-Si esta definitivamente será una gran noche…- comentó Yasha sarcásticamente mientras tomaba asiento en la mesa que les había conseguido Miroku luego de coquetear con la joven encargada de ello.

-Pero vamos, hay que divertirse- Miroku alzó su mano alegremente, llamando al camarero- ¡Una botella de ron, por favor!

-Sí, una gran noche…- carraspeó de nuevo el chico y se dedicó a mirar a su alrededor.

En realidad el lugar no era muy diferente a cualquier otro centro nocturno. Había música, tragos, juegos de luces y la pista de baile atestada de jóvenes que se movían al son de una canción. Lo único que le diferenciaba era una especie de pozo justo en medio del establecimiento. Era una especie de pozo de los deseos. La tradición era la misma: pedías un deseo, lanzabas la moneda al pozo y el deseo se te cumpliría. Era común ver a una pareja, entre baile y baile, lanzar una moneda. Se supone que no debía decirse el deseo, pero no era difícil adivinar lo que esas parejitas, tomadas al compás del baile, estarían pidiendo.

-Me gusta el detalle del pozo…- comentó Kykio, una vez estuvieron en una mesa-… es, no sé, especial.

-¿Eh? ¡No te escucho!- gritó Kagome, quien estaba varios metros de ella, casi en la pista de baile.

-¡¡Olvídalo!!- gritó, algo enfadada. Estaba tratando de "ambientarse" y su hermana no se daba cuenta. "Jamás debí venir" sentenció.

Y las horas fueron transcurriendo. Kagome inicialmente había bailado con Kouga, pero por la personalidad de su hermana, había conseguido atraer a más de un muchacho. Además, se encontraron con varios compañeros del colegio a quienes Kagome no pudo negarles una pieza. Pero Kouga no estuvo desplazado por mucho tiempo, enseguida una chica pelirroja comenzó a hacerle plática. Le agradó al punto que terminaron bailando animadamente. Entre tanto, Kykio era mera espectadora. Estaba cansada de jugar con su cabello y observar cómo su hermana hacía "vida social". Detestaba admitirlo, pero muchas veces desearía ser como ella; simplemente sonreír y dejarse querer. Suspiró ¡Qué cosas decía! Seguramente era el poco alcohol que contenía su bebida.

-Entonces querida Sango ¿ya te decidiste con quién vas a bailar?- sonrió Miroku, mientras señalaba a dos jóvenes que la miraban fijamente. El trío se encontraba en una mesa algo alejada de la concurrida pista de baile, pero tenía una magnífica vista de todo el sitio. Miroku no había coqueteado con la encargada por nada.

-Con ninguno de los dos…- suspiró la chica mientras daba otro sorbo a su bebida- se nota que son un par de lujuriosos cretinos.

-Entonces…- Miroku tomó delicadamente la mano de su acompañante. Ésta se erizó completamente, muy sorprendida por aquella sorpresiva reacción-… espero que accedas a bailar conmigo…-

-Pero… pero… pero… allá hay un montón de mujeres a las que prometiste una pieza…-

-Todas ellas pueden esperar- tomando su brazo, hizo que la chica quedara de pie- ¿qué me dices?

-Está bien- era tan difícil negarle algo a Miroku cuando ponía esa voz de conquistador. Sango se deslizó tímidamente hasta la pista de baile, tomada de la mano con el apuesto joven. La canción era al parecer justo para ellos dos, una canción calmada y dulce, para que bailaran pegados uno al otro.

-Moriré intoxicado de tanta dulzura…- suspiró Yasha mientras veía a la pareja. Miroku siempre había sentido cierta atracción especial por Sango. Pero claro, su alma de casanova le impedía intentar algo serio con ella. "Es tan tonto" pensaba, mientras observaba a la pareja. No lucían mal juntos, además a Sango no debía contarle su "otra vida". Ella era quien estaba allí para compartirla con él. Sango era la única chica con quien no podía guardar secretos acerca de su profesión.

Entonces, una imagen captó su atención. A pesar de no haber pensado mucho en ella el día de hoy, se encontraba allí, a unos metros. Se encontraba sola en una mesa para tres, bebiendo mientras contemplaba la pista de baile sin mucho entusiasmo. Jamás había creído en las señales o en el destino. Sin embargo, aquello debía significar algo. ¿Qué posibilidades había que se encontrara con aquella chica otra vez? La duda le invadió ¿qué haría? Si tuviera el valor y carisma de Miroku ya se hubiera acercado hasta ella. Pero se limitó a observarla. Cuando la vio por primera vez se encontraba sin una gota de maquillaje y con una ropa que no resaltaba su esbelta figura. Ahora lucía diferente, pero seguía despidiendo aquella esencia tan especial que le cautivó. Ella empezó a ladear suavemente su cuello, siguiendo el suave ritmo de la canción, para él era casi una incitación a acercarse. A tomarle la mano y llevarla hasta la pista.

-Es muy linda- el comentario de Miroku le tomó por sorpresa.

-¿Qué? ¿Quién?- con pesar, desvió la mirada de la chica, no necesitaba que Miroku le molestara. O peor aún, que aquella chica fuera otra de sus conquistas de una noche.

-Tranquilo, no pienso quitarte a tu presa…- se burló su compañero, mirándole de manera condescendiente.

-Yo no soy como tú, Miroku. Yo no pienso en las mujeres como "presas" ni nada por el estilo- se defendió férreamente, no deseaba ser catalogado de conquistador o casanova.

-Yo lo sé mi querido Yasha- el joven sonrió maliciosamente- y para que esa joven te haya llamado la atención, algo especial ha de tener. Y yo que tú, no me quedaba sólo contemplándola…

-…-

-La vida no se hizo sólo para verla pasar- y con esas palabras, Miroku se dirigió a un animado grupo de chicas que bailaba provocativamente. Mientras, Yasha contemplaba la chica una vez más sin dejar de pensar en las palabras de su amigo. "La vida no se hizo sólo para verla pasar". Lanzó un suspiro, poniéndose en pie y con una sola idea clara en la mente.

-¡Kykio! ¡No me digas que te has quedado aquí todo este rato!- exclamó Kagome mientras llegaba con Kouga hasta la mesa.

-Más o menos…- mintió la joven, un tanto avergonzada por el tono que usó su hermana para con ella.

-¡No te lo puedo creer! Seguro más de un chico se te acercó para bailar y tú le rechazaste. ¿No es así hermana?-

-¿Más o menos?-

-¡Hermana! ¡Me prometiste que intentarías divertirte!- Kagome se llevó las manos a las caderas en posición de reprimenda- ¡Lo prometiste!

-Lo intenté, de veras que lo intenté. Es sólo que… no me encuentro en ambiente…- Kykio bajó la mirada avergonzada.

-Tal vez lo que necesites es bailar con alguien de confianza- Kagome miró de reojo a Kouga- ¿no quieres que Kouga te saque a bailar?

-¡Kagome!- Kykio se sonrojó de la vergüenza- ¡No necesito que me consigas pareja!

-¿Estás segura?- sonrió Kagome alegremente, sin preocuparse por la vergüenza que atravesaba su hermana. Hizo un gesto a Kouga, quien frunció el ceño al no comprenderle.

-Kykio tiene ganas de bailar, pero le molesta que sea con un desconocido- exclamó Kagome, totalmente desinhibida; provocando que Kykio quisiera escurrirse en su asiento y desaparecer.

-¡Seguro!- Kouga regaló una sonrisa a la avergonzada joven. Éste le tendió su mano amablemente- vamos, no me tengas pena a mí. Te conozco desde que eras una niña…-

-Es vergonzoso que mi hermana haya tenido que pedírtelo…- comentó la chica, poniéndose de pie.

-Kagome lo hizo porque sabe que tú jamás de hubieras atrevido. Además, no planeábamos dejarte ir sin que hubieras probado la pista de baile- la condujo hasta el tumulto de jóvenes y empezaron a bailar.

Kagome tomó asiento en la silla antes ocupada por su hermana. Observó a la pareja que acababa de formar divirtiéndose en la pista de baile. Kykio sonreía, dejándose llevar por los brazos de Kouga y el ritmo de la movida canción. Ella se movía con ligereza, era una buena bailarina. ¡No entendía cómo pudo quedarse sentada durante tanto tiempo! Lanzó un pequeño suspiro. Sabía que a su hermana le costaba adaptarse, le costaba ser despreocupada y divertirse. Kykio era muchas veces la voz de su conciencia, indicándole qué estaba mal. Siempre estaba allí para darle un consejo cuando lo requería. Era casi como el sustituto de su madre. Tanto lo sentía así, que muchas veces olvidaba que Kykio era su hermana. Más aún, que tenía también 17 años de edad. Que era una chica que necesitaba salir y divertirse. Que no podía quedarse en casa atendiendo las cosas del hogar o cuidando de su hermanito menor. Se juró a sí misma tratar a su hermana como su igual. Le invitaría a fiestas, a salir de compras. Tal vez así lograría que Kykio recuperara su sonrisa, lo intentaría hasta el cansancio. Hasta que viera sus labios arquearse en señal de felicidad.

Concentrada en aquellos pensamientos, Kagome ni siquiera imaginaba que era objeto de observación. A poquísimos metros de ella, se encontraba Yasha. El joven, luego de escuchar las "sabias" palabras de Miroku, decidió encaminarse hasta la chica que llamaba tanto su atención.

Se encontraba tan sólo a unos pasos, y los nervios le habían paralizado. Allí estaba ella, de espaldas, con su larga y hermosa cabellera. ¿Cómo acercarse? Era la duda que le invadía. ¿Ella le recordaría? Lo más seguro es que no, aunque hubiera pasado poco tiempo de haberse visto, seguramente su encuentro no llamó tanto su atención. O quizás sí. ¿Provocó él la misma reacción? ¿Ella, por lo menos, le dedicó alguno de sus pensamientos? Esperaba que sí. Deseaba que sí.

Contuvo la respiración mientras alargó su brazo hasta ella. Su destino era el hombro de ella. Haciendo gala de sus habilidades para pasar desapercibido; se colocó justo detrás de ella. Con cuidado, deslizó finalmente su mano hasta el hombro al descubierto de la chica. Él sintió cómo se erizaba la piel de la joven. En tan sólo cuestión de segundos, ella se incorporó y volteó hasta él; propinándole un golpe en la mejilla.

Él había sido entrenado desde que tenía doce años. Tenía unos reflejos excelentes. Jamás nadie podía tocarle o golpearle, siempre él se adelantaba a los hechos, esquivando golpes o patadas. Pero ésta vez ni siquiera vio la palma abierta de la chica alzándose amenazadoramente. Ni tampoco se dio tiempo de reaccionar cuando lo vio acercarse peligrosamente a su mejilla. Instintivamente, llevó su mano hasta su adolorida mejilla. ¿Qué mujer era capaz de darle un golpe y no obtener ninguna reacción agresiva al instante de su parte? Esa chica debía ser especial. Alzó la mirada… sorprendiéndose más todavía.

No se encontró con esos ojos fríos y un tanto altaneros. Ni con esa mirada firme, distante y decidida. En su lugar, se encontró con una mirada enojada y desafiante. Con unos ojos que brillaban de rabia y desconcierto. Sin duda, no era con quien esperaba encontrarse. No era aquella chica que había visto pocos días antes. Sin embargo, guardaban una cierta similitud. Le contempló por mucho tiempo más, haciendo que la ira de la chica se incrementara. Sí, se parecían bastante, aunque ésta daba la impresión que sí se atrevía a matarlo, si tuviera un arco y una flecha.

-Disculpe… yo… la confundí…- tartamudeó con torpeza. Esta chica también era especial, quizá hasta un poco más que su preciada desconocida. ¿La razón? La mirada de ésta chica sí lograba intimidarlo. Ninguna mujer, excepto su madre, logró antes ese efecto en él.

-¿Quién se cree, pervertido?- exclamó ella, casi sacando chispas por su boca- ¡Es un degenerado!

-¡¿Qué?!- sus fuerzas parecieron regresar cuando escuchó que ella empezaba a insultarle. ¿Quién se creía esa chica?- ¡No le permito que me trate así!

-¿Quién se cree usted?- la chica se rió con sorna- además… parece tener la misma edad que yo… no tiene derecho a mangonearme…-

-¡Ni tú tampoco tienes derecho a gritarme e insultarme, escandalosa!- gritó, ya sin poder controlar su enojo.

-¿Qué? ¿Me has llamado escandalosa? ¿Quién te crees?- se desesperó su interlocutora, que estaba en tal estado que olvidó tratarlo de "usted", para siquiera guardar algo de etiqueta en aquella situación.

-¡Usted empezó llamándome pervertido y degenerado! ¡Además, fuiste demasiado exagerada al plantarme una bofetada!-

-¿Perdón? ¡Intentaste tocarme, pervertido!- gritó ella, presa de la cólera.

-¿Tocarte?- Yasha se detuvo unos minutos, finalmente comprendiendo la actitud de la chica. Con razón parecía una pequeña fierecilla, ella pensaba que él era uno de esos pervertidos que se la pasaban manoseando chicas lindas. Entonces empezó a reír, provocando más cólera en la chica- ¡Por dios, no! ¡He dicho que te he confundido con alguien! Sólo quería llamar tu atención, no tocarte. Además…- miró a la chica de arriba abajo-… no toco a chicas como tú…-

-¿Qué demonios quieres decirme con eso? ¿Qué soy fea? ¿Es eso, grosero?- gritó, muy molesta por el último comentario del joven. No iba a aceptar que un descarado desconocido le dijera que no era bonita.

-¿Qué?- lanzó un suspiro de desesperación. Él no había tratado de decir eso. Él no manoseaba a chicas lindas sólo por placer, como Miroku solía hacerlo. Él las respetaba. Pero por lo visto su interlocutora estaba demasiado afectada por la ira como para pensar bien-… veo que la ira te impide pensar correctamente…

-¿Encima me tratas de idiota?- ella iba a propinarle otro golpe en la mejilla. Pero ésta vez Yasha se encontraba en sus cinco sentidos. Tomó la delicada mano de la joven justo antes que tocara su rostro, con fuerza la arrastró hasta él. Por primera vez desde aquel extraño encuentro, miró fijamente los ojos de la chica. Ella pareció asustarse con este sorpresivo acto.

-Mira niña, no sabes con quién te metes. Te aconsejo que dejemos esto por la paz…- le murmuró, para luego soltarla con suavidad. Ella retrocedió un par de pasos y contempló la muñeca que él había asido con fuerza.

-¡¡Eres un maldito!! ¿Cómo te atreviste a lastimarme?- exclamó colérica- Creo que eres tú quien no sabe con quién se está metiendo. ¿No tienes idea de quién soy, verdad?

-¡No sé ni me interesa saber quién seas, niña! ¡Lo único que deseo es no cruzarme más por tu camino o con ninguna mujer que se parezca a ti! De modo que me retiro…- el joven dio media vuelta y empezó su retirada.

Pero a Kagome Higurashi ningún chico le haría un desplante como eso. ¿Quién se creía aquel adolescente altanero? Esto no se iba a quedar así. Jamás. Corrió rápidamente hasta el joven y le cerró el paso. Se puso frente a él y, sin darle tiempo de reaccionar, le plantó otro golpe en la mejilla.

-Para que me recuerdes… ¡Idiota!- gritó ella, dejándolo allí confuso, llevándose la mano nuevamente hasta la mejilla afectada. ¿Quién demonios se creía aquella chica?

-Cuando la atrape será ella quien se acuerde de mí…- murmuró para sí. Estaba a punto de reincorporarse y buscar a su atrevida agresora, cuando sintió una mano sobre su hombro.

-Debemos irnos Yasha, a Sango a empezado a dolerle la cabeza. No quiero que se sienta incómoda, además tenemos reunión con Sesshômaru mañana- comentó Miroku. Pero su compañero estaba lejos de escucharle o de quererse ir.

-Vete tú con Sango. Yo me quedaré un rato más…- dijo a manera de orden. No pudo verlo, pero Miroku abrió los ojos de par en par. ¿El recto de Yasha queriendo quedarse en una discoteca?

-Mira Yasha, no sé a qué linda chica habrás conocido. Y tampoco es normal que yo sea el aguafiestas o la voz de tu conciencia. Pero si no queremos tener problemas mañana con tu hermano por no estar puntuales, es mejor que nos vayamos…- comentó él con tranquilidad. Yasha se volteó y lanzó un suspiro. Miroku tenía razón, jamás se dejaba llevar por sus emociones y por una chiquilla inmadura no iba a ser la excepción. Asintió en silencio y apresuró el paso para salir de aquel lugar.

-Que si conocí a una linda chica…- murmuró para sí, recordando las palabras de Miroku- sí… conocí a una chica… pero demasiado desquiciada!

-Kagome, me parece haberte visto hablando con un sujeto- comentó Kouga, disimulando su incomodidad- ¿algún conocido?

-¡¿Conocido?! Ahh!- carraspeó la chica, al hablar de su encuentro con el chico- ¡Era sólo un idiota que quería pasarse de listo! ¡Pero ya lo puse en su lugar! ¡Lo único que espero es no ver su rostro jamás!

 […CONTINUARÁ…]

 Notitas de Autora: espero que les haya gustado este capítulo. Creánme que me costó muchísimo trabajo éste. No sé por qué, sentía que la trama estaba floja y que faltaba algo. Varias personas pueden corroborar este hecho u.u

Como verán, ya Inu-Yasha conoció a Kagome. Jeje mientras escribía esa parte me acordé de tod@s los que chillaron porque creían que la pareja principal de este fanfic sería Kykio & Inu. Pues les digo que la otra hermanita Higurashi entrará en escena a partir de ahora. Lo que pase en un futuro aún no está escrito y todo puede pasar.

Y también, ya por lo menos saben que Naraku hará acto de presencia. Muy, muy pronto veremos al malo de malos aparecer. *Risas*.

Gracias a todos quienes han mandado reviews. Especialmente mando las gracias a Chibi, por soportar mis traumas sobre este episodio. ¡Te quiero mi linda! También unas gracias enormes a Rita por estar allí aguantando mis ideas raras y mi loca personalidad en general. Y a Tay por mandarme un mail dándome apoyo. Y a la Kikis por ser mi primocha adorada jeje.

Un agradecimiento especial a Kaysa por su regalo de cumpleaños. Lo verán online muy pronto. Te quiero mi linda Kay!

Para contacto o comentarios escribir a mei_akiyama@yahoo.com yo respondo todos los correos, aunque puedo demorar un poquito. Sólo les pido de favor que NO manden cadenas ni nada por el estilo porque me llenan la casilla con mail innecesario.