Sin Rastro
Por: Meiko Akiyama.
Capítulo 11: "Venganza, dulce venganza".
Estuvo confinada prácticamente durante todo el fin de semana en su habitación, casi sin comer y sin intercambiar palabra con ningún miembro de su familia. Eso no representó mucho problema ya que apenas su padre cruzó el umbral de la puerta, todas las atenciones se volcaron en él. Todos parecieron olvidarse de su existencia, eso era precisamente lo que ella deseaba.
Pero aquella mañana supo que ya era hora de salir de su exilio. De un porrazo abrió la puerta de su alcoba con el uniforme puesto, y sin prestarle atención a nadie en particular, se dirigió a la escuela. Era casi una ley que siempre se fueran ambas hermanas caminando rumbo al colegio, pero aquella mañana fue diferente y todos parecieron notarlo. Más de alguna amiga de Kagome preguntó por ella, pensando que se encontraba enferma o si algo le había ocurrido. Ella normalmente le respondería cortésmente lo ocurrido con su hermana, pero no esta mañana. Pasó de largo a cualquier que deseara hacerle plática y se dirigió directo a su salón de clases. Éstas transcurrieron sin mayores emociones, resultando monótonas y superficiales, al menos así le parecieron a ella.
Ansiaba que el timbre indicara la finalización del período escolar, para que ella pudiera correr hacia el gimnasio y poder liberarse del estrés vivido. Apenas tomó el arco y sus flechas, supo que todo tomaba un rumbo más claro. Sin duda el deporte que practicaba podía hacerla despegar de la realidad, hacerle olvidar por unos momentos toda la rabia contenida y todo el dolor que amenazaba con salir de su corazón.
-Luce muy seria hoy, sempai…- Tsubaki se acercó a ella en el receso.
-¿No se supone que soy así siempre?- preguntó con sorna, mirando fijamente su almuerzo a medio terminar.
-Hasta hace unos días usted siempre estaba sonriendo- Tsubaki le sonrió de tal manera, que Kikyô pensó que internamente se estaba burlando de ella- ¿acaso tiene problemas con el chico?-
-Concéntrate en tus propios asuntos, Tsubaki- con un movimiento rápido se levantó de la mesa y se alejó de una muy sorprendida Tsubaki.
-Pero sempai ¿no va a terminar su almuerzo?-
-Por alguna razón me han dado náuseas- por primera vez, Kikyô afloró sus sentimientos y miró a Tsubaki por encima del hombro con mucho recelo.
Y, por primera vez, Tsubaki se sintió intimidada. Ésta era una Kikyô diferente, era una Kikyô que ya no parecía indiferente a todo lo que la rodeara. Y esa mirada tan fría, tan despectiva; estaba segura que Kikyô nunca se fió de ella del todo, pero nunca le miró tan duramente como hoy. ¿Qué le habrá ocurrido?
-Imagino que le traes buenas noticias a mi hermanito- rió Musou al encontrarse con Kagura en el ascensor, ella llevaba un sobre crema bajo su hombro.
-Unas fotografías de ese tipo, Sesshômaru- comentó Kagura mientras desviaba la mirada.
-¿No se supone que esa es información confidencial? Naraku podría enfadarse si sabe que la comentaste conmigo- Musou se inclinó hasta la mujer, quien procuró mantener sus rostros lo más alejados posible.
-¿Acaso ustedes también comparten sus efectivos métodos de seducción?- exclamó ella. Estas palabras surtieron el efecto que esperaba, pues Musou retrocedió. A él no le interesaría compartir la misma mujer con su hermano, él era más original, afortunadamente. Kagura respiró con tranquilidad al recuperar su espacio personal- además, igual tú sabrías lo que contiene este sobre…-
-Vamos, mi hermano no me lo va a mostrar así como así- la puerta del ascensor se abrió y Musou en un acto caballeroso le dio paso a Kagura, quien no dudó en salir de allí. Tal vez fuera un poco claustrofóbica, no le gustaban los lugares cerrados y compartirlos precisamente con Musou no le daba más confianza.
-Tú puedes hacer lo que te dé la gana frente a los ojos de Naraku y él nunca dirá nada- suspiró Kagura, quizás con algo de envidia en su tono al hablar. Sí, envidiaba a Musou, porque pertenecía a la misma organización que ella, pero no era un esclavo de Naraku.
-Oh Kagura- Musou la tomó por el hombro y la atrajo hacia su pecho- ¿Por qué no puedes ser calladita como tu hermana mayor? No, tú eres diferente, tú eres rebelde, siempre hay uno en cada familia. En la mía, orgullosamente moi. Es por eso que yo te comprendo… uno quiere ser libre como el viento pero siempre hay algo que lo ata a la tierra ¿no es así?- por primera vez desde que lo conoció, Musou parecía hablar seriamente.
-¿Por qué me dices todo esto?- preguntó muy confusa por la actitud de su interlocutor.
-Porque yo sé lo que se siente, Kagura. No fue tan fácil salir de la sombra de mi hermano- Musou sonrió amargamente, como recordando algo triste- el único consejo que puedo darte es que forjes tu propia libertad. No esperes a que Naraku te dé esas "vacaciones" para pensar en escapar, no importa con quiénes tengas que aliarte… pero sé libre si eso quieres-
-¿Cómo sabías que planeaba…?-
-Te dije que pasé exactamente por lo mismo que tú- Musou le abrió la puerta de la suite y nuevamente le dio paso en un gesto caballeroso.
-Gracias- alcanzó a decirle ella, mientras Musou iba directamente al bar y empezaba a servirse una copa; ignorando por completo la presencia de su hermano. Kagura le miró por unos minutos fijamente, se sentía turbada ante la conversación con Musou, pero al ver la imponente figura de Naraku quien la miraba fijamente, recordó claramente una frase que le llegó hondo.
"…pero sé libre si eso quieres…"
-¿Has hecho bien tu trabajo, Kagura?- le sonrió Naraku extendiendo una mano hacia ella, indicándole que se acercara.
-He traído todo el material de las últimas semanas- asintió la joven mientras dejaba el sobre en la mesa de junto- además averigüé que Kohaku planea ver a su hermana nuevamente en unos pocos días…-
-¿Aún no le…?-
-Kohaku no ha abierto la boca, ni tampoco lo hará. Le tienes tan idiotizado que nunca hará nada que te perjudique- sonrió Kagura con ironía mientras miraba hacia el techo. Sería libre a cualquier precio. Y no importaba si tenía que pasar por encima de Naraku para lograrlo. Quizás la matara sin piedad al descubrir sus intenciones, pero morir intentando ser libre bien a vivir esclavizada toda su vida… la primera opción le gustaba más.
-Bien…- Naraku tomó en sus manos el sobre crema y se dispuso a revelar su contenido. Era un montón de fotografías de Sesshômaru y los allegados a él que Kagura pudo retratar. Le hizo un gesto a la mujer con su mano izquierda- ya puedes retirarte.
-Como quieras- suspiró ella, quien parecía muy desesperada en salir de ese lugar.
Naraku examinó con detalle cada fotografía; comprobando que diez largos años no han pasado en vano. Ya lejos quedó el adolescente impulsivo y en su lugar se encontraba un hombre joven, de apariencia calculadora y fría. Claro, sus característicos cabellos platinados y su tez blanca seguían estando allí. Cada día se parece más a su padre, lo cual acrecentaba su odio hacia Sesshômaru. Allí se encontraba también el viejo Yakken, tan fiel como siempre, él también caería.
Lastimosamente la mayoría eran imágenes de Sesshômaru saliendo u entrando de su casa, en algún café o restaurante. No aparece ningún miembro de la compañía desconocido para él, esperaba encontrar a alguno que concordara con las características de aquel talentoso jovencito que fue el protagonista de la persecución del día anterior. Las noticias no han parado de hablar del robo en las últimas horas, ese jovencito tiene un gran potencial, nadie le saca eso de la cabeza. Quizás cuando mate a Sesshômaru le invite a unirse a él. Además es casi seguro que Sesshômaru le paga una miseria de salario y le ha de tratar muy mal, el mal carácter también lo heredó de su padre.
Se detuvo en una fotografía en especial. Allí se encontraba Sesshômaru en la puerta de su casa, junto a una joven mujer. Tenía cabellos oscuros, una amplia sonrisa y una esbelta figura. A simple vista parecen un joven matrimonio entrando a su hogar, pero una chispa se encendió en Naraku al reconocer a aquella jovencita. Sí, después de todo ella tenía más o menos la misma edad de Sesshômaru, tiene que ser ella. Pero ha pasado tanto tiempo que casi ha olvidado su nombre… ¿Rin? ¡Sí, su nombre es Rin! Es en ella donde se nota más el peso del tiempo, cuando dejó de verla apenas era una chiquilla que correteaba por toda la estación y se ponía al tú por el tú con el jefe de jefes. Tenía mucho carácter en ese entonces, pero Naraku siempre estuvo en contra de su estancia en la compañía. Otra gran idea de su querido amigo, el intocable "Inu".
Mirando la fotografía, aparentaba tener una gran afinidad con Sesshômaru. En la siguiente fotografía, Sesshômaru tenía colocado toscamente su brazo sobre el delicado hombro de la mujer. Se notaba que tenía la misma suerte que su padre con las mujeres. Sin embargo, él conocía bien ese gesto protector de los hombres de su familia… eso significaba que aquella mujer era especial. Que Rin era especial. Eso y combinado con el desprecio que le guardaba a la jovencita, hicieron que un plan macabro se empezara a idear en su mente sin mayor esfuerzo.
Aún no está segura porqué se encuentra en casa de Miroku, era como si su auto por inercia hubiera conducido sólo hasta allí, como si tuviera un tipo de piloto automático. Reaccionó cuando tocó el timbre de la casa y fue el mismo Miroku quien la recibió. Como siempre esbozó una coqueta sonrisa y la invitó a pasar. Lo primero que hizo la chica una vez estuvo adentro fue darle una bofetada al casanova, quien intentó tocar su parte trasera.
Todavía roja de la rabia, Sango tomó asiento. Miroku fue por unas bebidas y bocadillos a la cocina, mientras la chica depositó a la pequeña Kirara en el piso. Sí, la gatita la acompañaba a todos lados y sobre en este momento. Si cierto pervertido intentaba algo, no dudaría en lanzarle a Kirara al rostro, quien se encargaría de propinarle una buena dosis de arañazos.
-Yasha salió desde temprano, pero al parecer no lo buscas a él- comentó Miroku mientras dejaba la bandeja que contenía galletas y dos vasos de gaseosa sobre la mesa.
-No- ella habló secamente, sin quitar la vista de las manos de Miroku. "Un movimiento en falso y…"
-Descuida Sango, me portaré como todo un caballero. Lo anterior ha sido un… momento de debilidad- carraspeó el joven, con algo de vergüenza en su mirada.
-Pues una debilidad más y estarás en problemas- le amenazó ella tajantemente.
-Prometido… ¿Qué es lo que deseas, linda Sango?- Miroku recuperó su sonrisa coqueta y la miró fijamente, esperando que hablara.
Sango respiró profundamente, le costaba sacar las palabras para hablar con él. El tema a tratar le desagrada por completo.
-Es sobre mi hermano- pronunció finalmente.
-¿Kohaku? ¿Aún se encuentra en la ciudad?- Miroku arqueó una ceja, mientras le ofrecía un vaso de gaseosa a Sango.
Con un movimiento afirmativo, Sango le contestó. La situación con su hermano seguía siendo muy extraña. Él odiaba hablar de su persona ¿por qué? ¿Acaso tenía algo que ocultar? "Espero que no…"
-¿Sango?- Miroku pareció notar que Sango no se encontraba nada bien- ¿Qué es lo que está ocurriendo?-
No supo si era por la sensibilidad que corría por sus venas en ese instante, o si encontró realmente sinceridad y preocupación en los ojos de Miroku; pero Sango se decidió a hablar. Con cuidado al principio, pero luego las frases empezaron a fluir prácticamente solas y sin darse cuenta cómo, terminó llorando a lágrima viva. Le habló a Miroku de toda su desesperación, de sus dudas y el temor que sentía.
Se sorprendió mucho porque, contrario al carácter usual de Miroku, éste se portó realmente como todo un caballero. Le ofreció su pañuelo para que ella pudiera secar sus lágrimas y con suavidad la acercó hasta su pecho para que ella pudiera reposar. Por primera vez en su vida sintió que Miroku era una persona con la que siempre podía confiar, un amigo en el que podía depositar sus anhelos y sentimientos, que él siempre estaría a su lado para apoyarla. ¿Por qué se ha dado cuenta tan tarde? ¿Por qué?
-¿Ya te encuentras mejor?- preguntó él, con una cálida sonrisa. O quizás la calidez provenía del pecho de Sango…
-Sí…- comentó ella, sonriente. Se encontraba tan cómoda acurrucada en el pecho de Miroku que no quisiera moverse de allí. Claro, es demasiado orgullosa como para admitirlo.
-Debes hablar frente a frente con tu hermano y claramente. Pregúntale directamente qué es lo que ocurre, que eres su hermana mayor y por el mínimo de respeto que tú te mereces, debe responderte- comentó Miroku pausadamente. Sango le observó fijamente, sonaba tan serio y maduro. ¿Por qué no podía comportarse así más seguido? Contemplarlo y escucharlo ahora le resultaba atractivo.
…
¿Atractivo? ¿Acaso pensó eso? Ella negó lentamente, un tanto asustada por aquel pequeño descubrimiento. ¿Encontró a Miroku atractivo? Esa era una premisa muy peligrosa.
Miroku iba a decirle algo chistoso a Sango, para hacerla sonreír. Pero al verla una vez más, su comentario ingenioso se perdió en las cavidades de su mente. Lucía tan hermosa así, con un aire nostálgico y aún con sus ojos cristalizados por las lágrimas, con sus mejillas rosadas por el llanto. Y ese aroma de ella tan característico, el mismo aroma que tenía la cinta que robó hace unas semanas atrás. Ese aroma tan excitante, tan hermoso; ese aroma que bajaba con rapidez sus instintos. Con un rápido movimiento llevó su mano hacia la mejilla de la joven, su piel estaba aún algo húmeda producto de las sendas de lágrimas que corrieron por allí. A pesar de haber visto mujeres más hermosas que Sango, en ese momento ella tenía un brillo especial que la colocaba por encima del resto. ¿Por qué no lo notó antes? Ha tenido esa hermosa joya rondándole desde siempre y hasta ahora parece notar su valor. Y en un momento como éste sólo hay una cosa que él puede hacer…
-Sango, preciosa, perdóname por lo que voy a hacer…- murmuró, ya decidido.
La aludida sólo pudo abrir los ojos de par en par y sentir cómo su corazón dio un violento vuelco al ver cómo el rostro de mi Miroku se acercaba al suyo. Si se sorprendió cuando sintió la mano de Miroku sobre su mejilla, ahora estaba realmente paralizada. Pero por algún motivo no quería que el chico detuviera su andar, necesitaba que siguiera aproximándose a ella.
Sintió sus labios unirse y entonces le invadió un sentimiento muy extraño. Ha besado a demasiadas mujeres, y la mecánica siempre es la misma para todas. Pero esta vez… esta vez… era diferente. Con suavidad colocó sus manos en la cintura de la jovencita y tranquilamente la atrajo hasta él, empezó a acariciar su espalda. Sintió a Sango estremecerse ante éste contacto y sonrió para sus adentros. Quizás la chica nunca vuelva a dirigirle la palabra, pero el entrar al paraíso una vez y ser expulsado era mejor que nunca entrar y desconocer qué se perdía.
-Te amo…- nunca susurraba esas palabras, con ninguna mujer que estuviera. Ni por muy hermosa, interesante o "especial" que fuera. Él tenía por regla jamás pronunciar esas dos palabras. Sabe que el amor destruye una relación, porque ésta deja de ser divertida y se vuelve monótona. Sin embargo, esta vez esas dos palabras malditas para él, han salido con tanta facilidad que ni siquiera se ha dado cuenta. Y para adornar la situación, su corazón estaba latiendo de forma extraña. ¿Qué pasaba con él?
-Yo… creo que es mejor irme- Sango pensó que si pretendía que nunca escuchó esas palabras, sería lo mejor para los dos.
-¡Espera!- se estremeció al sentir la mano de Miroku sobre su brazo derecho- yo… yo…- Sango le miró algo confusa. ¿Miroku tartamudeando ante una mujer? ¡Ni en el sueño más loco!
-¿Si?-
-Sango lo sien…- pero la chica le impidió mover sus labios, al colocar sus dedos sobre éstos. Miroku creyó morir al sentir los delicados dedos de Sango sobre sus labios.
-No digas nada- sonrió la chica, la mano descendió de los labios de Miroku hasta su pecho. Ella bajó la mirada, se encontraba demasiado sonrojada y esperaba que él no lo notara-… gracias… cuando hable con Kohaku te avisaré…-
Con la pequeña Kirara en brazos, Sango cruzó la puerta con rapidez. Miroku se desplomó en el sofá al encontrarse solo. Tenía el corazón revuelto y un montón de ideas cruzándole la cabeza con tanta fuerza que creía que ésta iba a explotar. ¿Qué pasaría entre ellos a partir de ahora? ¿Acaso Sango esperaba algo de él? ¿Ella creería que ese beso furtivo les convertía en pareja? No, no, ella le conocía muy bien; sabe que esto no es posible. Pero, si ser pareja de Sango implica que recibirá besos similares a aquel; bien podría pagar el alto precio de su soltería. "Sango… oh, mi preciosa Sango… ¿Qué me has hecho?"
Rin miró alzó su mano izquierda, buscando la hora. Su reloj indicaba que apenas serían las cinco de la tarde, un horario muy temprano para una cena. ¿Qué querría Sesshômaru entonces?
Le sonrió ampliamente cuando éste le abrió la puerta, con su mirada fría tan característica. Esto ya no amedrentaba a Rin de ninguna forma, tenía la esperanza que algún día Sesshômaru le correspondiera a su sonrisa. Algún día…
-Me llamaste muy temprano- Rin tomó asiento en el sofá de la sala.
-Si te molesta puedes irte- respondió tajantemente.
-No insinúo eso- suspiró ella con tranquilidad, no quiere promover una nueva pelea entre ambos.
-Bien…- Sesshômaru tomó asiento frente a ella, Rin sintió un frío por su espalda. Siempre era lo mismo cuando Sesshômaru la miraba de aquella forma tan penetrante. Esa mirada quería decir que algo le preocupa, algo que desea compartir con ella pero como el orgullo le impide admitirlo, siempre espera que Rin sea la primera en hablar. "Eres tan predecible, Sesshômaru" pensó mientras esbozaba una sonrisa.
-¿Naraku no ha dado nuevas señales de vida?- preguntó inteligentemente. Si había algo que le preocupara a Sesshômaru, era muy probable que estuviera relacionado de alguna manera con Naraku.
-Para su bien, aún no- contestó algo enojado. Siempre que hablaban de Naraku él se comportaba de aquella manera. La situación le traía con los nervios destruidos, aunque no lo admitiera. Pero Rin se daba cuenta, siempre estaba pendiente de él en todo momento. Claro, Sesshômaru no parecía notarlo.
-Estoy segura que no tarda en colocar un lindo cartel, indicándonos que está de vuelta- suspiró Rin, entre irónica y preocupada.
-¿Aún lo recuerdas, Rin?- preguntó Sesshômaru. Rin arqueó las cejas, era una pregunta algo extraña.
-¿Crees que es tan fácil olvidarlo?- Rin bajó la mirada, cada vez que hablaba de Naraku viejas heridas que creía sanadas volvían a sangrar- yo adopté a tu padre como mío… y Naraku me lo arrebató. Nunca logré entender por qué tanto odio…-
-Juré venganza Rin, y voy a cumplirla…-
Rin se estremeció nuevamente, esta vez era por el tono de voz tan macabro que usaba Sesshômaru. Muy pocas veces utilizaba ese tono tan contundente y seguro.
-¿Vas a matarlo? Sesshômaru recuerda que tu padre…-
-Lo sé Rin, recuerdo esa estúpida promesa- carraspeó Sesshômaru, visiblemente molesto- lamentablemente soy un hombre de palabra y me veré obligado a cumplirla. Aunque no lo creas he estado pensando en esa maldita promesa últimamente, quizás más de lo que debería-
-¿Eh?- Rin dirigió su mirada hacia donde le señalaba el dedo índice de Sesshômaru. Sobre una vitrina se encontraba una especie de cofre de plata con viejas inscripciones en su tapa. Rin se encaminó hacia la vitrina y abriéndola tomó en sus manos el cofre, caminó hacia donde se encontraba Sesshômaru, como para pedir autorización para abrirlo.
Él sacó del bolsillo de su camisa una llave y la introdujo en la pequeña cerradura del cofre, éste se abrió sin mayor dificultad. Rin emitió un chillido de asombro cuando se reveló su contenido: allí, sobre una pequeña almohada forrada de terciopelo negro; se encontraba una reluciente pistola. Se fijó que llevaba en nombre de "Yasha" inscrito en letras doradas a un costado.
-¿Qué…?- pero Sesshômaru la detuvo con un gesto. Se puso de pie y, tomándola por un brazo, la condujo hacia el comedor. Rin tenía los ojos abiertos de par en par, en una actitud bastante confusa. Siguió observando la pistola que relucía sobre la diminuta almohada de terciopelo negro, había visto una pistola prácticamente igual hace varios años atrás, pero su silueta al parecer le impresionó a tal punto de quedarse grabada en su mente.
-¿Seguro que ya te encuentras bien?- una tímida y adolescente Rin se acercó a un jovencito de más o menos su misma edad, quien parecía tener la mirada fija en el marco de la ventana. Sus cabellos plateados se movían libremente al compás del viento, su rostro estaba pálido y muy ojeroso, señal que el sueño no le acompañaba desde hacía muchas noches.
Y es que el pequeño Sesshômaru no ha podido pegar un ojo desde que despertó del efecto de la anestesia en aquel hospital. Los médicos han podido salvarle la vida, pero sus heridas fueron tan graves que permaneció durante más de tres meses en observación. Rin y Yakken han ido a visitarle casi todos los días, para asegurarse que se encuentre bien. Pero él no ha emitido palabra desde que abrió sus ojos color miel.
-¿Yakken?- Rin llamó al recién llegado, quien seguía vistiéndose de negro de pies a cabeza, en señal que el luto aún no ha desaparecido ni de su mente ni de su corazón.
Yakken llevaba en sus manos una cajita negra, que llamó enseguida la curiosidad de Rin. La pequeña, sin pararse de su sitio, intentó alargar el cuello lo más que pudo.
-¿Qué es eso, Yakken?- preguntó Sesshômaru, sin quitar su vista de la ventana.
-¿Por qué Yasha también…?-
-Mi padre era un hombre muy extraño, Rin- Sesshômaru arqueó sus labios en una actitud algo sarcástica-… no sé por qué le ha dejado un legado como ese al inútil de mi medio hermano…-
-Quizás quería algo que los uniera a ambos irremediablemente- sonrió Rin mientras colocaba tímidamente sus dedos sobre el hombro de Sesshômaru. Rin se sorprendió muchísimo cuando sintió el contacto de la mano de Sesshômaru sobre la suya, apretándola fuertemente. Ella esperaba que él la apartara con brusquedad, o no hiciera ningún gesto en particular, como ignorando la presencia de su mano. Pero esta vez era como si Sesshômaru en verdad necesitara de ese gesto, como si quisiera aferrarse a ella.
Sesshômaru era una persona de muy pocas palabras, era muy malo para expresar sus verdaderos sentimientos, y mucho menos para exteriorizar lo que hay dentro de su corazón. Pero esta vez, sólo por esta vez, deseó decirle a Rin todo lo que significaba para él.
Como esperaba, la práctica de hoy fue excelente y dejó impresionadas a todas las participantes del equipo; tanto como a las novatas como a las veteranas. Algunas incluso preguntaban si algún torneo o competencia se avecinaba, porque la veían practicar con tanto ahínco. No falló ni un disparo, al finalizar su actuación el equipo no pudo hacer otra cosa de darle un merecido aplauso.
Pero lo único que Kikyô realmente deseaba era que la práctica concluyera definitivamente, ella ya no tenía tiempo que perder y menos con esas niñitas estúpidas. Deseaba que todas se despidieran de ella con esas sonrisas tan falsas como su maquillaje de última moda y se largaran para sus casas a escuchar la música "de onda" y tomaran la línea telefónica para platicar con sus amiguitas y ponerse al tanto de quién se ha ligado con quién. Desea que esas tontas niñas vuelvan a ese mundo absurdo y estúpido del que ella no es parte. De ese mundo materialista y fantasioso del que ella no desea formar parte. De ese mundo en donde las fantasías amorosas suelten terminar en un "y vivieron felices para siempre". Pero no; esa frase no será la que adorne la lápida de su tumba.
Siente la mirada pesada y borrosa ¿acaso lágrimas van a jugarle una mala pasada e intentar salir de sus ojos? ¡No! Ella jamás ha dejado que nadie la vea vulnerable, no después de la muerte de su madre. Y esta vez no es diferente, por lo que se retira al vestidor de chicas y se dirige directamente hacia la ducha. Deja que el agua caiga sobre su cabeza, dejando que ésta se enfríe un poco. Gira la perilla lo más que puede, poniendo el grifo a toda potencia y dejando que el agua se mezclara con su dolor, penetrara en su alma y la limpiara de toda aspereza.
Se ahogó en su propio dolor y soledad, en sus lágrimas y sollozos. Quizás demoró más de lo planeado, cuando ya salió del vestidor no encontró a ninguna del equipo de arquería. El gimnasio se encontraba completamente vacío, incrementando la sensación de soledad anidada en su pecho. Giró su muñeca para observar la hora, aún faltaba algo de tiempo para la "cita".
-Sempai…- escuchó una voz a sus espaldas que la hizo estremecerse. Giró sobre sus talones y emitió un gesto de desagrado al comprobar de quién se trataba.
-¿Qué haces aún aquí, Tsubaki?- preguntó ella de mala gana. Detestaba de sobremanera la presencia de Tsubaki. ¿Por qué tenía que quedarse precisamente ella, de entre todos los miembros del club de arquería?
-Estaba algo preocupada por usted, sempai- comentó la chica, quien tenía esa mirada tan penetrante como de costumbre.
-No tienes nada de qué preocuparte, Tsubaki, ya puedes irte- espetó Kikyô muy enojada, la presencia de Tsubaki le provocaba nauseas y ya no tenía ganas de ocultarlo.
-Sempai no debe ponerse así por un chico que no merece sus lágrimas- a pesar de estar sonriendo con tranquilidad, Kikyô creyó notar cierto matiz malévolo en esos labios. Tsubaki caminó suavemente hasta ella, y se inclinó para darle un fugaz beso en la mejilla, al tiempo que pronunciaba cerca de su oído- pero después de todo, uno cosecha lo que siembra…-
Ese leve murmullo fue el detonante final. Lo dijo con una voz tan ajena a la dulzura maquiavélica siempre presente en Tsubaki. Ésta siempre sonreía con una ternura extraña, pero nunca dejaba de ser eso, ternura. Sin embargo aquella voz parecía sacada de una película de terror que de una dulce chica. Tan sólo pudo ver cómo su delicada y esbelta silueta se alejaba entre las sombras del pasillo, y seguir escuchando aquella voz tan penetrante, tan profunda y con un odio inmenso en sus palabras. Tal vez Tsubaki sí la odiaba, después de todo.
Una sonrisa malévola, quizás peor que la emitida por Tsubaki hace varios minutos atrás, se apoderó de sus labios cuando escuchó unos pasos acercarse hacia ella. No tenía que voltearse para saber de quién se trataba, había citado a Yasha aquel día. Y él, como un perrito faldero, acudiría a su llamado. Cerró sus ojos por un instante, repasando lo que estaba a punto de hacer. Aún había tiempo de arrepentirse, de dejar todo como estaba y pretender que nada ha ocurrido.
No, eso jamás lo hará. Ha tomado una decisión y por primera vez en su vida piensa seguirla al pie de la letra. ¿Conoce las consecuencias? Sí. ¿Sabe que va a llevarse por delante la vida de su hermana? Sí. ¿Le importa? … es una respuesta relativa…
Yasha escuchó a Kikyô un poco extraña cuando le llamó aquella mañana al móvil. Según ella, era urgente que se vieran hoy, insistió muchísimo en ese detalle, como si se tratara de vida o muerte. ¿Pasaría algo malo? Cuando Kikyô se volteó hasta él y le emitió una débil sonrisa, le hizo pensar que tal vez la chica sólo tenía ganas de verle aquel día.
-Te estaba esperando- respondió ella mientras, sin perder demasiado tiempo, se colgaba de su cuello y le propinaba un pequeño beso. Yasha se estremeció con tal contacto, muy pocas mujeres han tenido la osadía de hacer eso. ¿Hacía cuánto no recibía un contacto femenino tan cercano? Hacía mucho, mucho tiempo. La única mujer que le daba mimos por doquier era su madre, y ella ya no pertenece al mundo de los vivos. Las únicas caricias que ésta puede darle son dentro de sus sueños o recuerdos.
A pesar de sentirse sorprendido y algo contrariado, no pudo emitir palabra para apartar a Kikyô de su lado. Las manos de la chica recorrían con suavidad su espalda, mientras que la respiración de ella se rompía en su cuello. Sentía un leve cosquilleo en el estómago, quizás eran las famosas "maripositas" de las que tanto hablaba Rin. Se trataba de una sensación indescriptible y demasiado compleja como para que pudiera describirla. Además, él nunca fue bueno con las palabras.
-¿No te gusta…?- la voz de Kikyô sonaba demasiado dulce. Quizás si no tuviera la mayoría de sus sentidos en estado de éxtasis, habría sospechado que algo estaba mal.
Y, justo cuando estaba recuperándose un poco, sintió cómo los labios de Kikyô envolvían los suyos. En ese punto, todo desapareció a su alrededor y el único sonido confiable era el que provenía de su pecho. Ese incesante palpitar le indicaba que todavía sigue con vida, que aún pertenece a este mundo mortal. Si Miroku lo viera justo ahora, seguramente comentaría con una risa burlona: "Pero si es sólo un beso, Yasha ¿Por qué tanto alboroto?". Es que para él no es sólo un beso, es "el" beso.
Esa era la primera vez que los labios de una mujer profanaban los suyos. Kikyô siempre ostentaría el título de la primera chica a la cual besó. O más bien, la primera chica quien lo besó. Sus labios eran suaves, no le gustaría dejar de sentirlos. Y sus cabellos, era la primera vez que notaba lo sedosos que eran sus cabellos; y ese aroma tan profundo, tan suave, tan dulce, tan femenino. Ese aroma tan peculiar… tan… tan… puro. De pronto, tuvo la sensación de haber sentido ese aroma antes. ¿Dónde?
Pero justo cuando creyó que recordaba ese detalle, empezó a sentir dolor en su labio inferior. ¿Acaso Kikyô le estaba… mordiendo? De pronto los labios de la chica se tornaron ásperos y sus uñas en vez de caricias parecían desear arrancar su piel. Con un poco de trabajo logró librarse de ella y la colocó frente a él. Sin embargo, no estaba preparado para ese espectáculo.
Si las miradas mataran, seguramente la de Kikyô le habría hecho pedazos en cuestión de segundos. Había demasiado odio y rencor en esos ojos que se asustó. ¿Qué habría hecho él que la tenía tan enojada?
-Eres un maldito Yasha…- espetó ella, con gran dolor en sus palabras. Yasha abrió los ojos de par en par, aún sin comprender qué ocurría.
-Pero… ¿exactamente qué es…?-
-¡No te hagas el imbécil conmigo!- explotó Kikyô, sus mejillas estaban enrojecidas, pero esta vez no de felicidad o rubor de colegiala- ¡Yo no soy tan ingenua e inepta como mi hermana!-
-¿Hermana…?- a cada palabra de la joven, Yasha se sentía más confuso. Se sentía como en medio de una enorme espiral y no necesitaba una especie de salida de emergencia.
En los labios de Kikyô se dibujó una sonrisa malévola y autosuficiente. Bajó la mirada por unos instantes, como para tomar un poco de aire, Yasha observó que los dos puños de la chica estaban bien cerrados y temía que en cualquier momento se abalanzaran sobre él.
-Mi nombre es Kikyô Higurashi ¿acaso nunca te lo dije? Un error de mi parte, tal vez-
Higurashi…
… mi hermana…
…Higurashi…
Aquel apellido pareció transformarse en una daga que atravesó con una increíble potencia el alma de Yasha. Su corazón se estaba deshilando segundo a segundo. Las palabras "hermana" y "Higurashi" eran como una combinación letal que se colaba por sus venas y estaba haciendo colapsar a todo su organismo.
¿Es que cómo pudo ser tan estúpido? ¿Tan ingenuo? ¿Tan imbécil?
-Mi nombre es Kagome Higurashi…-
-Kikyô, pero si te digo mi apellido seguramente saldrás huyendo… digamos que mi padre tiene algo de "influencia" en la ciudad…-
-Caí como una imbécil y me llevo todo el crédito- los labios de Kikyô temblaban de rabia, y lágrimas de rabia peleaban por escapar de sus ojos- pero tú… eres peor que una escoria y lo que has hecho será la carga que lleves contigo toda tu vida. Y yo voy a encargarme que pagues con sangre tu traición. Nadie, escúchame bien, nadie, se ha burlado de mí como tú lo has hecho-
La silueta de Kikyô ya era una sombra entre otras cuando él atinó a verla desvanecerse entre la oscuridad. ¿Era tan tarde, acaso? ¿O era que sus ojos se sentían tan poca cosa que se negaban a ver la luz? Kikyô no le ha dicho mucho, quizás muy poco, porque las dudas acechan lo poco que ha quedado de su ser. Pero lo suficiente como para sentirse miserable, para odiarse a sí mismo.
¿Kagome sabrá todo?
Kagome… dulce y pura Kagome. ¿Cómo pudo ser tan…? No había palabras que pudieran describirlo ahora mismo. Se merecía todos esos insultos y el odio de Kikyô… se merecía más, mucho más. Se sentía un ser vil y cruel, un ser despiadado y sin sentimientos. Ni siquiera Miroku era capaz de provocar un daño tan profundo y certero.
Sus rodillas se doblaron y su cuerpo probó el frío del piso, era el lugar donde más cómodo se sentía en ese momento. Después de todo, era al nivel del suelo al que debía estar. Quizás hasta debajo del suelo… pero era lo más que podría lograr por ahora. Por fin se daba cuenta lo que realmente era. Un ser completamente inútil, creado simplemente para traer molestias a este mundo. La vida de su madre quedó truncada, tal vez sin su presencia ella podría haberse ocupado mejor de su enfermedad y no habría muerto tan joven. Ni su hermano habría tenido que recibirlo y así tener que modificar su vida sin desearlo nunca. Y no habría destrozado las vidas de Kikyô y Kagome… ¿quién era él para meterse entre dos hermanas? ¿Quién era él? no era más que una simple basura que ya no tenía ninguna misión de importancia en este mundo. Sería mejor dejarse ir, cerrar sus ojos y ordenarle a su cerebro que fuera disminuyendo las palpitaciones de su corazón, ese órgano que ya no le era útil en absoluto. Sería muy triste no ver esos hermosos ojos de nuevo, ni escuchar esa linda risa tan pura y tan dulce. También extrañaría ese par de cejas arquearse en actitud de reproche, y sería demasiado penoso no recibir una cachetada o golpecillo de vez en cuando por ser "un tanto idiota".
Sí, sin duda sería muy triste no volver a ver a Kagome…
[ Continuar ]
Capítulo muy romántico a mi parecer, pero supongo que los dejé con ganas desde el capítulo nueve ¿no es así? es un capítulo muy triste, es cierto, sobre todo la parte final. Las fans del pobre de Inu-Yasha, porfis no me maten, el chico se va a recuperar… eventualmente.
Y para los que odian a Kikyô, pues síganla odiando, no hay ningún remedio fiable para esta mujer que comete un error tras otro, pero supongo que ya todos estamos acostumbrados a ella ¿no es así?
A lo mejor y Chibi ya no me quiere como su sensei luego de esta escena, pero te prometo mi preciosa que te va a gustar el final. Está pensado en una chica waffie como tú, te lo aseguro *kisses*. El capi va dedicadito a mi querida Neechan que ahorita anda en exámenes ¡Ánimos linda! ¡Desde aquí te hecho porras!
Un agradecimiento extra y especial a mi querida Lulú *kisses* sólo porque quería ponerme cursi, y para decirte que todo lo que hemos pasado y pasaremos juntas significa mucho para mí. *cof cof* y por mi dibujito de Sessho-chan *cof cof*
Para contacto escribir a meiko@wings.distant-sky.org o pues los reviews son siempre bien recibidos.
