Sin Rastro

Por: Meiko Akiyama

Capítulo 12: "Réquiem para un Amor".

La primera cita que tuvieron fue fuera de lo normal, luego de varias salidas ambos fueron conociéndose más a fondo y entonces Yasha supo que no podría separarse tan fácilmente de Kikyô.

-¿No quisieras uno?- había preguntado al ver una pequeña tienda de helados en una esquina.

Kikyô le miró fijamente durante unos segundos, para luego esbozar una leve sonrisa y hacer un gesto afirmativo.

-Estaría bien…-

Ambos se sentaron en una de las mesitas que estaban fuera del establecimiento. Yasha no era una persona de muchas palabras, al igual que Kikyô, lo que dificultaba mucho iniciar una conversación con ella, quien parecía muy concentrada degustando su helado de vainilla.

-Es mi sabor favorito- comentó como excusándose, al parecer avergonzada de la fija mirada del joven. Kikyô hizo una larga pausa, para luego descender la mirada con ese aire melancólico que tanto la caracterizaba-… no es normal para mí comentar estas cosas…-

-¿A qué te refieres?- Yasha alzó ambas cejas, en actitud confusa.

-Mi personalidad es desconfiada, no es normal que esté platicando tan a gusto con un desconocido…- suspiró ella, dedicándole otra mirada melancólica.

-Imagino que para existir la confianza primero se debe conocer a la persona ¿no?-

Kikyô se le quedó mirando fijamente por unos instantes, como si sus pupilas lo penetraran como dos insistentes lupas, buscando algo dentro de él. Quizás sólo por esta vez, las cosas fueran diferentes, podía darse el lujo de confiar en alguien ajeno a su familia. ¿Acaso no decían que para todo siempre hay una primera vez? Tal vez ésta fuera la suya.

En un acto caballeroso, Yasha intentó correr la silla de Kikyô, para ayudarla a ponerse de pie. Justo en ese momento, y quizás sin querer, sus manos se entrelazaron. Fue casi automático el contacto visual entre ambos. Una de esas miradas profundas y silenciosas, en donde son los gestos los que hablan, en donde las palabras sobran. Por vez primera, Yasha sintió calidez pura en los ojos de Kikyô y en verdad le habría gustado seguir contemplándola por varios minutos más…

Y así mismo como deseaba recordar para siempre aquel destello de calidez en sus ojos, quería olvidar por completo aquella mirada tan fría y llena de odio. No ha podido sacar de su cabeza aquella mirada, ni tampoco aquellas palabras que sonaban tan duras, tan crueles. Pero más allá de esa aparente dureza, lo que no puede olvidar es el escondido tono de dolor, de haberse sentido burlada y humillada. De haber derramado lágrimas por un maldito que jugó con sus sentimientos descaradamente. ¿Cómo pudo él causar tanto dolor?

Sabía perfectamente que estaba saliendo con dos chicas hermosas, que con ninguna tenía compromiso alguno pero ambas le llamaban la atención. Durante todo este tiempo trató de hacerse a la idea que no estaba jugando con ellas, pero la dureza de las palabras de Kikyô se lo recordó. Ni siquiera pudo definir lo que sentía por cada una, pero nunca fue plenamente sincero con ellas, de ser así, Kikyô no habría tomado tan mal descubrir que él había salido antes con su hermana. ¿Cómo ha podido ser tan ruin? Quizás no le habrían venido tan mal unas cuantas clases con Miroku acerca de cómo comportarse con las mujeres. Ha engañado a dos personas inocentes, que lo único que hicieron fue tratar de confiar en él. ¿Cómo les pagó? Con deshonestidad, nunca se lo perdonará, y está seguro que ellas tampoco.

¿Y cómo ser sincero él, siendo quien es? No puede llegar con una chica cualquiera y sincerarse, así sin más. ¿Decirle que pertenece al crimen organizado de la ciudad? ¿Qué clase de mujer lo querría por compañía? Seguramente ninguna.

Miroku y su hermano pertenecían a la misma organización que él, a ninguno le conocía una novia seria. Miroku tal vez por su actitud de casanova nunca tuviera nada serio con ninguna mujer; aunque se viera a leguas que moría por Sango. Y su hermano… bueno él era harina de otro costal. Allí tenía a Rin, una hermosa mujer que estaba profundamente enamorada de él, sin embargo Sesshômaru no se daba por aludido. ¿Es que ellos dos sí comprendían que las relaciones con mujeres se les estaban vedadas? ¿Cómo ha sido tan idiota como para no darse cuenta antes?

De un rápido salto quedó fuera de su cama, lanzó una vista panorámica al lugar. Su habitación estaba hecha un completo desastre, las sábanas de la cama por el suelo, sus zapatos desordenados y sus prendas de vestir desperdigadas por todo el sitio. Aunque le consolaba que, si su habitación parecía desordenada, la de Miroku debería parecerse a una versión moderna de la "dimensión desconocida". Era muy cierto cuando Rin les decía que aquel apartamento necesitaba un urgente toque femenino, más que un toque necesitaba a todo un escuadrón femenino.

-Buenos días- saludó a Miroku, quien se encontraba en el comedor, aún con cara adormilada y ropa de dormir.

-Buen día, Yasha- Miroku no parecía muy interesado en el rebosante plato de cereal que tenía frente a él.

Yasha pasó del cereal y se dirigió a la alacena buscando pan para prepararse unas tostadas. Estaba algo entretenido buscando la mantequilla cuando reparó en el rostro de Miroku. Éste lucía demasiado cansado, unas grandes bolsas se acomodaban debajo de sus ojos cafés y su cabello lucía alborotado, cuando era normal que siempre estuviera impecable y reluciente. ¿Acaso ocurría algo malo?

-¿Mala noche?- Yasha colocó su plato de tostadas en la mesa, tomando asiento frente a Miroku.

-Algo…- suspiró Miroku, quien pareció desistir de su plato de cereal y, dejándolo a medias, lo hizo a su izquierda, apoyando la cabeza entre las manos, en gesto cansado.

Haciendo gala de su incapacidad para entablar una conversación decente, Yasha optó por concentrarse en su desayuno. Sin embargo, no dejaba de preguntarse qué ocurría exactamente con Miroku. Él no era de los que se deprimen por cualquier cosa, ni siquiera era de los que muestras una cara de tristeza. Si había algo que le envidiaba a su compañero, era esa sonrisa alegre y optimista que siempre mostraba. ¿Qué ocurría hoy?

-Sango…- Miroku lo dijo tan suavemente que a Yasha le tomó unos cuantos minutos darse cuenta que se estaba dirigiendo a él-… ella estuvo aquí ayer…-

-¿Sango?- Yasha dejó la mitad de su última tostada en el plato y alzó las cejas. ¿Así que Sango tenía que ver con el comportamiento tan extraño de Miroku aquella mañana? ¿Pues de qué podría tratarse?

-Sí… ella… bueno, tiene cierto problema… "familiar", por así decirlo. Tiene que ver con su hermano- continuó Miroku pausadamente.

-¿El pequeño Kohaku?- ahora sí que Yasha se ha sorprendido. Aún recuerda al pequeño hermanito de Sango, pero hace muchísimo que no saben de él y Sango nunca lo menciona.

-No puedo contarte mucho, Sango me lo ha confiado y no es de caballeros divulgar secretos- Miroku tomó aire, agradeciendo que a Yasha no le interesan mucho los asuntos de otros-… hace semanas que está así. Y ayer vino a casa… al principio pensé que se trataba de una plática de rutina, por así decirlo. Pero entre frase y frase, empezó a llorar…-

Yasha no dijo nada, pero se sorprendió mucho aquella confesión. ¿Sango llorando? Si ella era una chica con gran fortaleza, al menos así siempre le pareció a él.

-No sabía qué hacer Yasha, ver a una mujer llorando es lo peor que puede haber, créeme. Ella necesitaba consuelo, y yo… no estaba seguro de cómo dárselo y una cosa llevó a la otra y… pues… pues…-

-¡¿Te atreviste a tocarla, pervertido?!- exclamó Yasha, quien de un salto se levantó de la silla. Ya se estaba imaginando las lujuriosas manos de Miroku sobre el cuerpo de una asustada y llorosa Sango- ¡¿Cómo has sido capaz?! ¡¡Eres un pervertido de lo peor!!-

-¡¡Yasha!! ¡¡No, no es lo que piensas!!- Miroku alzó ambas manos, como tratando de calmar a su interlocutor- es que ella… Yasha ella lucía tan triste… pero se veía tan triste, sus lágrimas adornaban de una forma tan sublime su rostro que yo… yo…

-¿Qué? ¿Qué demonios fue lo que hiciste?- Yasha tomó a Miroku por los hombros, muy enojado. Aunque no lo dijera a nadie, quería muchísimo a Sango, como si fuera una especie de hermana y la idea que Miroku hubiera tratado de pasarse de listo, no le agradaba para nada- ¡¡Habla ya, pervertido!!-

-La… la… besé…- murmuró Miroku, descendiendo la mirada.

-¿Tú qué?- Yasha no escuchó bien lo que dijo su compañero, por lo que se inclinó un poco hacia él.

-¡Que la besé!- chilló Miroku, mientras volvía a llevarse las manos a la cabeza.

Yasha se quedó estático por varios minutos, analizando la situación. Miroku ha besado a Sango. "¡Que la besé!" aquella frase penetra sus oídos lentamente, tarda bastante para que las palabras lleguen a su cerebro y éste las analice.

-¡¿La besaste?!- gritó sorprendido, sin saber si enojarse o de plano estallar a carcajadas- ¿Y ella…?

-¡¡Eso es lo peor, Yasha!!- suspiró Miroku, inclinando su silla hacia atrás y lanzando un quejido de dolor- si me hubiera lanzado una bofetada, propinado un fuerte golpe en mi estómago o cualquier otro lugar sensible y luego se hubiera ido profanando maldiciones en mi contra, te juro que lo habría entendido a la perfección. Pero no… ¡¡Ella me correspondió!!-

-¿Te ha correspondido?- allí sí que Yasha no pudo más y dejándose caer nuevamente en su silla, estalló en carcajadas.

-¡No se me hace nada gracioso!- chilló Miroku, indignado.

-Perdóname, pero por alguna razón la situación se me hace demasiado graciosa- confesaba al momento de tratar de contener su risa.

-Lo gracioso viene ahora… le he dicho que la amaba-

-¿LE DIJISTE QUÉ COSA?- gritó Yasha a todo pulmón, sin poder creérselo. ¿Miroku mencionando la palabra "amor", a una mujer? ¡Ahora sí que se encontraba en la dimensión desconocida!

-Luego de eso, se levantó del sillón y se fue…- suspiró Miroku con un dejo de tristeza. Recordar aquella escena le ponía muy triste. Sin duda le habría gustado tomarla del brazo y detener su huida, decirle que necesitaba que se quedara allí a su lado… claro ¿y después qué? Siempre las películas románticas terminan en el beso, el abrazo y el "vivieron felices por siempre". No muestran lo que pasa después… ese "después" que forzadamente debe ocurrir en el no tan romántico mundo real. Él no era de esos que se enamoran, en sus genes no estaba el ser un hombre ni fiel ni leal ni nada que se le pareciera. A él le gustaba su libertad, saber que podía besar los labios de cualquier mujer y no estaría lastimando a nadie en particular. Él odiaba sentirse atado a alguien. Y sin embargo, Sango despertaba en él sensaciones que antes desconocía por completo. ¿Qué significaba aquello?

Sintió la penetrante mirada de Yasha sobre él. Seguramente su amigo debía de estar burlándose a él interiormente, pensando "¿Este es el Miroku que yo conozco?". Definitivamente no es el mismo Miroku; el beso robado a Sango cambió algo dentro de él. Aún no está muy seguro de el qué… pero se siente muy diferente.

Yasha continuaba mirándole fijamente. Miroku y Sango se han besado, ahora sí que lo ha visto todo. El imaginarse a esos dos sosteniendo una relación hacía exprimir la poca materia gris que le quedaba. Lanzó un suspiro de incomodidad, espera que Miroku no desee que él diga algo para reconfortarlo ni mucho menos, es realmente pésimo dando consejos.

-No te preocupes Yasha- sonrió Miroku, como leyéndole el pensamiento- lo resolveré, aún no sé cómo, pero lo resolveré. Tan sólo necesitaba que alguien me escuchara, gracias amigo- Miroku le dio tres palmaditas en la espalda y se encaminó hacia el umbral de la puerta que conducía a la sala.

Justo en ese momento, Yasha habría querido tomarlo del hombro, sentarlo otra vez en su silla y obligarlo a que fuera él ahora quien lo escuchara. Ya ha tomado una decisión respecto a Kagome y a Kikyô, pero sólo por esta vez le gustaría escuchar una opinión ajena a la propia. "Gracias, amigo" aquellas palabras de Miroku le hicieron sentirse muy extraño. Él jamás ha llamado a Miroku "amigo", ni siquiera en sus pensamientos. Y sin embargo, justo después de esta plática ha empezado a ver a Miroku de otra manera. Quizás sí son amigos, después de todo… ¿debía contarle su plan, entonces? La decisión tomada es drástica de por sí, es impulsiva, justo como su persona.

-Miroku…-

-¿Si?- el joven se volteó desde el final del pasillo, es curioso, pero su rostro ya no luce tan cansado como antes.

-Las… mujeres son complicadas- masculló con dificultad, mientras le daba la espalda-… saldré esta tarde, si ordenas algo para cenar, no te preocupes por mi estómago…-

Ahora sabía que Miroku era su amigo, que podría contar siempre con él. Ésta conversación se lo ha demostrado, pero cree que lo mejor es actuar por su cuenta, al menos esta última vez. Además, tal vez si platica de esto con alguien, cambie de opinión e intente seguir un plan absurdo y sabe que no puede.

Cerró la puerta de su habitación con fuerza. En medio de todo el desorden, encontró lo que buscaba: un pequeño papelito de color crema, en donde estaban escrito siete dígitos y un nombre debajo, el nombre de Kagome. Cuando logró rescatar el teléfono de las dunas de ropa, se dispuso a marcar. Antes de encender el aparato se detuvo por unos segundos, luego de llamarle no habría marcha atrás. ¿Estaba seguro? Dejar de ver esa hermosa sonrisa, de escuchar esa hermosa voz, de verse reflejado en esas hermosas pupilas… era un precio demasiado alto.

-¡Maldito bastardo!-

Y allí estaban las palabras de Kikyô, convertidas en una flecha que amenazaba con acercarse más y más a su corazón. Sí, estaba decidido.

-¿Si?- la dulce voz de Kagome hizo encoger su corazón.

-Kagome…- pronunciar su nombre era casi como un sacrilegio. Los primeros minutos serían cruciales ¿Acaso Kikyô ya la predispuso contra él?

-¿Yasha? ¿Yasha eres tú?- la voz de la joven sonaba demasiado tranquila como para sonar la alarma.

-Sí…-

-¡Oh, Yasha! ¡Qué alegría oírte!- sin duda, Kikyô ha permanecido en silencio. Eso o Kagome sabe disimular y controlar su rabia mucho mejor que su hermana.

-Kagome, necesito verte…- empezó el joven, como si estuviera recitando una especie de poesía. Se ha quedado en vela toda la noche para encontrar las palabras justas para este momento.

-¿En serio? ¡Qué bien! ¡Yo también quisiera verte!- la voz tan dulce y alegre de la joven no hacía más que apuñalarlo incesantemente. ¿Hasta cuánto más resistiría?

-Esta tarde… iré a verte a tu casa…- dijo sin mayores preámbulos. Kikyô tenía práctica aquella tarde, lo tenía muy calculado. Por lo menos ella no podría estar presente, encontrarse con las dos hermanas a la vez era mucho más de lo que podría soportar.

-Te estaré esperando, entonces…-

-Nos vemos Kagome…- y así sin más, cerró la llamada. Sintió la mirada pesada y borrosa. ¿Lágrimas? Los hombres no lloran y es absurdo que él, siendo uno, lo haga. Con pesadez se derrumbó en su cama, toda desordenada, llena de ropas, discos de música y uno que otro libro. A partir de ahora así sería su vida: un caos total.

Ya casi todo estaba listo, prácticamente sólo hacía falta que él diera la orden de inicio. Los detalles se encontraban finamente cuidados, justo como en todos sus trabajos. ¿La cabeza de la operación? Él, obviamente. ¿La inepta, pero necesaria, fuerza bruta? A cargo de su hermanito Musou. ¿El resto de los alfiles? Kohaku y otros dos nombres se barajaban en su mente. Sí, esta sería la primera misión oficial del pequeño Kohaku. Cuando empezó a trabajar para él era un chiquillo asustadizo que sólo servía de mensajero para algunas misiones menores. Pero ahora el adolescente es una pieza clave dentro de su plan, sin saberlo, ha colaborado para que él pudiera rastrear a Sesshômaru. Gracias también a la que tonta de su hermana es como una gata fiel que ha permanecido trabajando para ese inepto. Parece que todo está a su favor, es él quien ya tiene la victoria, tan sólo falta que reclame su premio: la cabeza de Sesshômaru.

-Míralo, está como idiotizado contemplando esa fotografía- rió Musou, esparciendo el humo de su cigarrillo por toda la habitación.

Kanna no respondió ante tal comentario, simplemente porque odiaba conversar. Ella no era muy amiga de las palabras, tan sólo hablaba para lo estrictamente necesario y no veía nada de necesario en admitir o desmentir cuán "idiotizado" se encontraba su jefe por una trivial fotografía.

-No hables tanto, que se va a caer la lengua- Musou la contempló fijamente al pronunciar burlonamente aquellas palabras. Kanna simplemente desvió la mirada, odiaba cuando Musou la miraba de aquella manera. Es como si ella fuera lo suficientemente importante como para ser observada tan detenidamente.

-Dime Kanna ¿después que le traiga a esa mujer no te gustaría que gastara parte de mi paga en ti?- sonrió Musou mientras se inclinaba hacia ella.

Ella se estremeció al sentir el cuerpo de Musou tan cerca. Si hay algo que respeta, es el espacio personal y definitivamente para Musou este es un aspecto muy trivial.

-¿Qué es lo que quieres decir?- preguntó ella, arqueando las cejas.

-¿Algo que desees?- de una manera morbosa, según Kanna, Musou acarició sus largos y blanquecinos cabellos- ¿Una prenda de vestir? ¿Zapatos? ¿Alguna joya? Escuché que el Shikon No Tama aún está subastándose en el mercado negro…-

-Desearía…- Kanna tomó aire por unos instantes. La presencia de Musou le incomodaba demasiado, él hablaba demasiado, se le acercaba demasiado-… desearía que tomara un curso intensivo sobre lo que significa "espacio personal"…-

-¿Dónde está Naraku?- la llegada de Kagura detuvo cualquier intento de respuesta ingeniosa de Musou, por lo que Kanna se alegró más de lo normal al ver a su hermana.

-Al centro del salón, mirando aún como idiota la fotografía de la mujer esa- suspiró Musou, volviendo a prestarle atención a su cigarrillo, para alegría de Kanna.

-Naraku…- Kagura era la única que se dirigía a él con ese tono tan altanero y hasta grosero, podría decirse. Para cualquier otro, Naraku le habría roto los labios de un latigazo, pero para él era hasta cierto punto divertido ver a Kagura retorciéndose del coraje. Sabía que si por ella fuera, le enterraría un puñal justo en el corazón y eso le divertía, porque Kagura le temía demasiado como para atreverse a hacer algo así.

-Dime, querida Kagura- sonrió ampliamente al ver cómo ella contenía una mueca de asco cuando él pronunció "querida".

-Ya todos tienen sus posiciones, quiero saber cuál será mi papel- suspiró Kagura sin hacer contacto visual con su jefe.

-Oh, es cierto, casi se me ha olvidado. Menos mal que te tengo para recordármelo- Naraku esbozó una sonrisa macabra mientras invitaba a Kagura a acercarse. Con recelo, ella extendió su mano hacia él, dejándose atraer- eres una buena chica, Kagura-

-¿Ya me dirás qué es lo que debo hacer?- continuó Kagura, como tratando de ignorar a Naraku lo más que pudiera.

-Como sabes, tu hermana Kanna y yo nos quedaremos supervisando todo desde aquí…- inició Naraku con tranquilidad, tenía su mano entrelazada con la de Kagura, ella estaría deseando que la soltara y precisamente por ello la tomaba con más fuerza-… Musou, Kohaku y el resto se encargarán de ejecutar el secuestro y tú… tendrás, como siempre, el papel principal…-

-¿Papel principal?- Kagura arqueó las cejas- temo preguntar…-

-Te vas a encargar de vigilar a Sesshômaru, necesito ver a mi presa desangrarse primero, si me entiendes…- rió Naraku malévolamente, mientras Kagura emitía un gesto de desagrado.

-Como quieras- Kagura suspiró hondamente. ¿Cómo es posible que exista tal ser, capaz de disfrutar tanto el sufrimiento ajeno?

-Ahora puedes retirarte Kagura, al efectuarse la misión se te avisará por medio de tu hermana…-

-Comprendido y anotado- murmuró Kagura quien apresuró su paso, estaba realmente deseosa de salir de aquella habitación. En su camino, casi tropieza con Musou, quien logró evitarla gracias a un rápido movimiento.

-¡Eh, tranquila!- rió divertido al verla alejarse rápidamente- ¡Ya pronto nos veremos!-

-Presta atención Musou y deja de estar intentando conquistar al personal femenino- espetó Naraku, dejando entrever algo de enojo en sus palabras. Su hermano rió por lo bajo, le encantaba que Naraku dejara expresar de cuando en cuando sus sentimientos.

-Oh no hermanito, yo no me meto con tu mercancía- sonrió, refiriéndose a Kagura- en lo personal, me interesa más la hermanita… es más reservada, eso es cierto, pero creo que sería una amante más apasionada que Kagura, a pesar de las apariencias…-

-¿Has contactado con ellos?- preguntó Naraku, cortando de raíz la antigua conversación. Musuo rió para sus adentros, pero mostró un rostro de seriedad, ya sabía que su hermano explotaría tarde o temprano si continuaba con esa actitud tan infantil.

-Llegarán a la ciudad en unos días, según tengo entendido. Igual dijeron que se comunicarían con nosotros-

-Bien…- Naraku volvió a observar la fotografía en donde se encontraba Rin con Sesshômaru. Con la yema de su dedo índice, acarició el rostro de la joven, en realidad era muy bonita, por lo menos Sesshômaru no tenía malos gustos, a diferencia de su padre que llegó a enamorarse de una mujercita humilde en un pueblecito de mala muerte. ¡Y menos mal que esa relación no tuvo frutos! En fin, dejando viejos amoríos del estúpido de su antiguo compañero, volvió a la hermosa. Es una lástima que haya permanecido al lado de Sesshômaru todos estos años. ¿Por qué? Amor le dicen a ese sentimiento tan insípido, capaz de los más estúpidos comportamientos en el ser humano. Pues es una lástima que el amor de Rin sea tan grande, ya que terminará ahogándose de ese sentimiento que tanto añora.

-Ya inicia mi venganza…-

Sintió como si un látigo frío le hubiera dado de sorpresa en la espalda. Detesta cuando eso ocurre, es un muy mal presagio. Y ha estado cargada de malos presagios últimamente. Yakken dice que está exagerando todo, como de costumbre. Pero para ella no es así, sólo ella ve que si Naraku no da señales de vida, significa que está agazapado en la oscuridad, planeando un ataque sorpresa. Llámenla paranoica o loca, pero nadie la hará desistir de aquella idea. ¿Por qué Naraku no ha insistido más en hacerles notar su presencia? Está segura que está planeando algo, y no precisamente un cóctel de bienvenida.  

Trató de mantenerse optimista, de alejar aquellos pensamientos de su cabeza. Tocó el timbre de casa de Sesshômaru, se encontraba especialmente feliz porque ha sido él quien la llamó. Últimamente su relación va de maravilla, es decir, cero roces o peleas. Tampoco nada de caricias y de frases románticas mejor ni hablar; pero Rin es feliz con tal de estar a su lado por más de cinco horas seguidas y no salir peleados. Yakken siempre dice que ella es la única mujer que puede estar con Sesshômaru más de dos horas seguidas. Eso, lejos de hacerla sentir especial, le incomoda. Ella sabe muy bien que muchas mujeres de la compañía matarían por estar en su lugar, entonces ¿Por qué se siente tan poca cosa?

-Pasa adelante…- y allí estaba Sesshômaru, con su mirada fría y distante, con esa voz inexpresiva y dura. ¿Alguna vez cambiaría? No lo cree, después de todo es parte de su "encanto".

-Te traje pastel de vainilla y fresa; lo horneé ayer por la tarde- colocó con cuidado el pastel sobre la mesa. Ella sonrió para sus adentros, sabía perfectamente que el pastel de vainilla y fresa era el favorito de Sesshômaru. Lo horneó especialmente para él. "¡Qué cursi te estás volviendo, Rin!" pensó ella mientras no le quitaba la vista de encima a su "jefe".

-Entonces será el postre…- dijo sin mayor emoción, mientras tomaba asiento en la mesa del comedor y, con una gélida mirada, invitaba a Rin a hacerle compañía.

Silencio. Rin se desesperaba cuando reinaba el silencio entre los dos. ¿Acaso Sesshômaru era tan orgulloso como para ni siquiera iniciar una conversación? Él es quien la había llamado ¿por qué entonces, es ella quien debe hablar primero?  

-¿Has sabido algo de Naraku?- preguntó ella con algo de timidez, temerosa de una respuesta afirmativa.

-Está en la ciudad- sentenció Sesshômaru, aún con esa mirada inexpresiva.

-¿Estás seguro?- Rin tragó seco. ¿Acaso el protagonista de sus peores pesadillas se encontraba allí, en la misma ciudad, agazapado en cualquier esquina; dispuesto a saltarle desde las sombras? Aquella idea le helaba la sangre. Aquel terror que había estado rondándole las últimas semanas se materializó por medio de las palabras de Sesshômaru. Volvió a sentirse como una niña indefensa, la misma presa fácil de diez años atrás.

-Rin…- estaba tan absorta en sus propios temores que ni siquiera notó cuando Sesshômaru se levantó de su sitio. Ahora estaba de pie, a su lado. Le sorprendió tanto verlo allí, a pocos centímetros de ella, que enmudeció.

-No dejaré que ese ser se salga con la suya… no quiero que vuelvas a llorar por ello- ¿llorar? ¡Oh, sí! Las lágrimas adornaban ahora todo su rostro, estaba tan aterrada que sus sentidos parecían haber disminuido y ya casi no captaba lo que ocurría a su alrededor. De hecho, si no estuviera tan aterrada, ya se habría aprovechado de la situación y estaría acomodada en los fuertes brazos de su Sesshômaru, buscando consuelo.

-Lo siento- murmuró, llevándose una mano al rostro, para espantar las lágrimas que caían cual gotas de lluvia por sus mejillas.

-Eso es precisamente lo que no quiero. Que piense que nos tiene aterrados, quiero que sepa que le haremos frente, que nadie le tiene miedo- dijo mientras cortaba su mirada con la de ella, y se dedicaba a mirar hacia la ventana.

-Y… ¿Yasha?…- Rin sabe que ese es un tema muy peligroso; pero no puede evitar preocuparse por el chico. Ella, por unos segundos, creyó ver que los labios de Sesshômaru se arqueaban en una débil sonrisa. Pero éste gesto se desvaneció casi tan rápido como vino, y nuevamente se encontró con la frialdad acostumbrada.

-He dicho que él no tiene por qué enterarse de nada de lo que ocurre…- sentenció con firmeza.

-Sesshômaru, si Naraku ya se encuentra en la ciudad puede estar investigando sobre nosotros ¿y si ya sabe que Yasha es tu hermano?- Rin se puso en pie, encarando a Sesshômaru.

-Medio hermano- aclaró él, con cierta incomodidad.

-¿Crees que a Naraku le importe si es son hijos de la misma madre?- exclamó Rin, indignada- lo único que a él le interesa es que sean hijos del mismo padre…-

-He dicho que Yasha no se va a enterar. Le he dado órdenes precisas a Yakken y a ti…- Sesshômaru se detuvo por unos instantes, como ordenando sus ideas, tomó una bocanada de aire de manera desesperada, como si la necesitara para calmarse-… ya he hablado de esto contigo, creí que entendías cuál era tu papel…-

-Dije que cuidaría a Yasha, eso no es problema para mí lo sabes- Rin colocó su mano sobre el hombro de Sesshômaru, quien seguía evitando el enfrentamiento de miradas- es sólo que no quisiera que Naraku lo tomara por sorpresa, él debe estar prevenido-

-Yasha no es idiota- carraspeó Sesshômaru- él no se dejaría engatusar tan fácil ni por Naraku ni por ningún desconocido. Él tiene malicia, Rin, ya no es un pequeño de catorce-

-¡Sesshômaru!- exclamó Rin, sorprendida- ¿Tanto te cuesta admitir que deseas protegerlo? ¿Por qué?-

-¡No quieras pasarte de lista conmigo!- Rin emitió un grito de sorpresa al sentir que su mano era retirada con rudeza del hombro de Sesshômaru, él asió esa mano fuertemente y la atrajo hacia él. Rin por primera vez estaba tan cerca de él que podía sentir sus respiraciones mezclarse. ¡Había soñado tanto con un momento así! obviamente, no en estas circunstancias.

-¡No quieras darte aires de sabelotodo! ¿Me estás oyendo?-

-Me lastimas…- murmuró Rin, pero él, lejos de hacerle caso, siguió estrujando su muñeca izquierda con más y más fuerza. Ella intentaba zafarse como podía, y alejarse de él, pero al parecer Sesshômaru… ¿disfrutaba lastimándola? Pues no parecía dejarla ir.

-¡Te he dicho como en mil ocasiones que no eres quien para opinar sobre lo que hago y lo que no! ¡Simplemente doy órdenes y la gente debe cumplirlas…!-

-Basta, por favor…- ella continuaba pidiendo clemencia, pero sus súplicas seguían cayendo en oídos sordos.

-¡… eso no te excluye a ti! ¡Quiero que por una vez en tu vida aprendas a cerrar esa boca entrometida y…!-

-¡Basta ya!- finalmente su mano izquierda logró zafarse, abriéndose completamente e impactándose fuertemente en una mejilla de Sesshômaru. Fue tal el esfuerzo para Rin, que tropezó y cayó de espaldas.

Rin se quedó allí en el suelo, sin fuerzas ni ánimos para reincorporarse. Lloraba nuevamente, esta vez de rabia y de enojo. Nunca en su vida se ha sentido tan humillada, Sesshômaru no tiene el derecho de tratarla así. No a ella, quien siempre ha estado allí pendiente, cuidándole, velando por su bienestar. No, ella no merece que la traten de aquella manera. ¿Para qué estar allí incondicionalmente, si nunca parecen reconocer su trabajo?

-¡Lo sé, lo sé! ¡Maldita sea, lo sé!- exclamó mientras se ponía en pie- ¡No soy nadie ni en tu vida ni en tu familia! Lamento causarte tantas molestias, lamento ser tan estúpida y olvidar cuál es mi lugar en esta compañía. Es la última vez que ocurre, señor Sesshômaru, se lo aseguro- dijo ella entre sollozos de rabia y cólera. La última imagen que tuvo de aquel apartamento fue Sesshômaru tocándose la mejilla, envuelto en una mirada de confusión. ¿Confusión? ¿Acaso ese sentimiento existía en alguien como Sesshômaru? Obviamente, no iba a quedarse allí para averiguarlo.

Pero sí, por primera vez en su vida Sesshômaru experimentaba un extraño popurrí de sensaciones. En su mejilla derecha aún ardía el roce de las uñas de Rin en su piel. ¿Qué le había ocurrido minutos antes? no puede explicarlo con seguridad. Ha explotado, no puede encontrar otra explicación. Toda la rabia y la desesperación acumulada durante los últimos días finalmente hallaron un hueco por donde colarse. Desafortunadamente se colaron frente a la persona menos indicada. ¿Por qué siempre frente a Rin? Quizás porque es la persona que más tiempo pasa a su lado. Es cierto, Rin es la única que puede soportar todas sus mañas y arranques de humor. Esta vez se ha pasado del límite y está plenamente consciente de ello. Esta vez no puede ignorar aquella conversación y tratar a Rin indiferente, como si nada hubiera ocurrido.

¡No entiende cómo ha sido capaz de tomar una daga y enterrarla en el único corazón que lo aprecia de verdad! ¿Aprecio? No, más allá de eso. El corazón de Rin es el único que ha sido capaz de un amor profundo y sincero hacia su persona. Se dejó caer pesadamente sobre su asiento, y apoyó los codos sobre el vidrio de la mesa, llevándose las manos al rostro y cerró sus ojos. Esta vez su mente se alejó de Naraku y la presente amenaza que representaba. Nada de Yasha y la plática que pronto debía tener con él. Nada de nuevos trabajos que le han ofrecido luego del excelente robo a Urasue. Lo único que puede llegar a su mente es la llorosa mirada de Rin, disculpándose por meterse en su vida privada; ignorando que su presencia es de las pocas que realmente lo hacen feliz.

¿Cuántos latidos de su corazón han transcurrido desde que bajó del auto y ha saludado al portero? Unos mil quizá, y eso que han transcurrido segundos entre una acción y otra.

Su corazón no debería emocionarse tanto puesto que ya ha venido muchas veces antes a visitar a Miroku. Para coordinar robos o simplemente para pasar el rato con él y Yasha, quienes son prácticamente como sus hermanos. Ahora viene a hablarle de Kohaku, se ha citado con su hermano para un desayuno mañana y cree que es la oportunidad perfecta para intentar hablar con él. Es por ello que necesita la opinión de Miroku, quien es el único que conoce su secreto.

Con cuidado pulsa el número en el ascensor. ¿Acaso sus manos están temblando? ¿Por qué? Si sólo es Miroku.

-Te amo…-

Nuevamente esas palabras llegan a su mente sin pedir permiso. Ha estado pensando en aquella frase durante toda la noche anterior. ¿Se lo dijo en serio? No, realmente no pudo ser en serio. Miroku no "ama" realmente a nadie, salvo él mismo. Pero se lo dijo de una manera tan real, tan mágica, tan profunda. Aún temblaba al recordar su tono de voz pronunciando esas dos palabras, tan simples pero tan llenas de significado.

¡Y el beso! ¡El beso! Nunca antes había recibido un beso tan… especial. Sí, especial era el calificativo que mejor le quedaba. Siempre pensó que el día que Miroku tratara de besarla (porque llegaría el día, estaba segura) sería prácticamente a la fuerza o con una gala de cortejo impresionante para hacerla caer ante sus encantos. Sin embargo, fue sencillo y directo. ¡Hasta pidió permiso! Fue tan dulce y tan tierno, como jamás pensó que sería él. Es que no se comportó como "Miroku", realmente parecía otra persona con su misma apariencia. Se llevó las manos a los labios, sus besos le sabían a gloria.

Ella se había ido antes que Miroku pudiera decirle algo. ¿Por qué? Porque pensaba que las palabras salían sobrando en esa situación. Decir algo había sido romper la magia del beso, habría sido una especie de sacrilegio. Pero quizás hoy aprovechara para hablar un poco. ¿Ese beso y ese "te amo" no significaba que ellos fueran pareja? ¿O sí?

Se sintió un poco mal, a lo mejor y utilizaba a su hermano Kohaku como excusa. Pero bueno, si todo salía bien, bien valdría la pena.

Con su dedo índice algo tembloroso iba a tocar la el timbre, cuando para su sorpresa notó que la puerta no estaba trancada. ¿Algún descuido de Yasha al irse?

-¿Miroku?- murmuró, algo sonrosada de la vergüenza. No era de buenos modales entrar a una casa ajena sin tocar antes. "Te puedes llevar una sorpresa" le advertía su madre cuando era pequeña, quien siempre enfatizaba en que Sango se comportara como toda una señorita. Pero no creía que por no tocar la puerta en esta ocasión pasara algo malo ¿o sí?

-¿Miroku? ¿Estás?- preguntó Sango, esta vez un poco más alto, pero nadie respondió.

Había latas de licor y cartuchos de restaurantes de comida rápida por todo el recibidor. ¿Acaso ha habido una fiesta la noche anterior? El espíritu fiestero de Miroku nunca cambiaría, aún no comprendía cómo él y Yasha se llevaban tan bien. Con razón el pobre Yasha ha salido huyendo de tal desorden.

Nada había preparado a Sango para la escena que se encontraría a continuación. Allí estaba Miroku sin camisa, dormido en el sillón de la sala, con dos mujeres a cada lado. Ellas no parecían traer ninguna ropa de dormir…

-Oh, por dios…- ella contuvo la respiración por varios minutos, y cerró sus ojos, pensando que tal vez todo aquello era una especie de mal sueño del cual despertaría en minutos.

Al abrir sus ojos y comprobar que se trataba de una horrorosa pero muy real pesadilla, supo que tenía que escapar de allí. Miroku no debía enterarse que ella estuvo allí y mucho menos que observó aquella escena. Desafortunadamente, chocó con una pila de latas de cerveza, provocando un fuerte ruido.

-Ups…- pensó ella, cuando el rechinar del sillón le decía que por lo menos alguien ha despertado.

-¿Pero quién…?... ¿Sango?- y sí, sin duda ese "alguien" fue Miroku- ¿Sango? ¿Eres… eres tú?-

Sango tomó aire y cerró sus ojos, pidiéndole en silencio a sus lágrimas que demoraran un poco más en salir. Ella se volteó, para encontrarse con el rostro de un muy avergonzado Miroku. Lástima que la vergüenza anidada en los ojos del joven no fuera suficiente para sanar su corazón.

-¿Quién es ella, Miroku?- preguntó la jovencita a su izquierda, quien era rubia y de ojos azules, y aparentaba ser algo mayor que él.

-Sí ¿quién es ella?- preguntó la otra, a su derecha, quien un par de ojos oscuros que escudriñaban a Sango- no parecer ser de las que te gustan ¿acaso es tu primita o algo?-

-Eh… no ella… es que…-

-¿Acaso es la chica que te hace la limpieza, eh?- preguntó la rubia, mirando con curiosidad a Sango.

-No, no… ella…-

-¡Oh, pillín! ¿Acaso ahora quieres un trío?- rió la morena mientras besaba el cuello de Miroku- ¡Deja descansar primero, adonis!-

-Oh Dios…- Sango sintió que algo se le revolvía en el estómago. Muy pocas cosas le han dado tanto asco en la vida. Al ver a Miroku entre dos mujeres, mucho más hermosas que ella, quiso gritarle algo, pero finalmente desistió comprendiendo que no tenía caso alguno.

-¡Sango! ¡Sango, espera!-

Por lo menos deseaba que él hubiera podido alcanzarla, para así ella propinarle el fuerte golpe que se merecía. Pero no, seguramente estaba demasiado ocupado entre tanta mujer como para ir tras ella. Siguió escuchando a Miroku llamarla cuando recorría el pasillo. Cuando las puertas del elevador se cerraron, dejó de escuchar aquella voz. Aquella misma voz que poco tiempo atrás le susurró al oído que la amaba. ¡Pero cómo ha podido ser tan estúpida!

-Tonta Sango…- murmuró para sí mientras se escurría por las paredes del ascensor, hasta llegar al suelo y finalmente dejarse vencer por las lágrimas.

-¡Hola Yasha!- sonrió Kagome alegremente mientras de un saltito quedaba al lado del joven y con cuidado entrelazaba sus brazos- ¿Cómo has estado?-

Yasha buscó las palabras para contestarle, más no pudo articular ni sonido, palabra o frase. Estaba embelesado por la hermosa y cálida presencia de Kagome, quien siempre le irradiaba felicidad de alguna u otra forma. ¡Cómo dolía recordar que ya nunca más contemplaría aquella preciosa sonrisa! ¡Cómo dolía!

-¿Yasha?- ella pareció notar que algo andaba mal el día de hoy- ¿te encuentras bien?-

-Sí, lo estoy. ¿Y tú, Kagome?- preguntó Yasha, muy feliz que Kikyô parecía haber guardado silencio. Kagome ignoraba completamente que el maldito juego sucio del que él fue protagonista principal. Eso le agradaba mucho, en especial porque no vería a Kagome enojada con él. Es seguro que pronto le odie y profane maldiciones en su contra, pero por lo menos eso no lo verá. El único consuelo que le queda es que podrá llevarse esa última sonrisa como recuerdo.

-Muy bien- sonrió la chica, sin despegarse del brazo de Yasha- ¿sabes? Me alegra mucho volver a verte. No nos vemos desde la exposición-

-Es cierto- admitió Yasha amargamente. La conciencia le pesa demasiado. ¿Cómo decirle? ¿Cómo?- ¿cómo ha estado todo?-

-Las cosas han estado bien. Mi padre sigue estando obsesionado con su trabajo y mi hermano sigue comportándose como el pequeño revoltoso que es. Por cierto, Kaede me ha preguntado por ti- ríe ella divertida- al parecer le has caído muy bien.-

-Pero si apenas y cruzamos palabras- comentó Yasha, algo confuso. ¿Kaede le habrá reconocido? No, es absurdo, ella no estuvo la noche en que robó el Shikon No Tama y en los videos de seguridad del Museo él sólo aparece unos escasos diez segundos y de espaldas. Quizás simplemente se preguntó quién era aquel joven que estaba acompañando a Kagome esa noche. Quizás Kaede es una de esas viejas chismosas que se la pasan interesadas en la vida de los demás. O quizás simplemente le tiene mucho aprecio a Kagome y le gusta ver cuáles son las amistades que frecuenta. De cualquier manera, él es el menos indicado para juzgar a las demás personas.

-No lo sé, quizás eres especial- sonrió Kagome, mirándolo fijamente.

Un prolongado silencio se hace presente entre ambos. Kagome ha pensado mucho en Yasha últimamente. Sobre todo en ese extraño comportamiento que tuvo con él la noche de la exposición. Se conoce mejor que nadie y sabe que habría terminado besándole de no haber sido por la interrupción de Kouga. No ha parado de pensar en Yasha, hacía mucho que no pensaba en un muchacho con tanta frecuenta. ¡Hasta sus amigas se lo han hecho notar!

"Kagome, luces muy extraña últimamente"

"Estás muy distraída Kagome ¿Qué te ocurre?"

"¿Acaso te gusta un chico?"

Sólo cuando escuchó esa pregunta de boca de una de sus mejores amigas, se puso a reflexionar. ¿Gustarle un chico? ¡Claro! ¡Era elemental! ¿Quién era el chico que acaparaba todos sus pensamientos? Yasha. ¿Le gustaba?

-Yasha, hay algo que quiero decirte…- dijo ella, evitando pensar demasiado o su sonrojo ya sería muy evidente.

-¿En serio? Es curioso, yo también tengo algo que debo decirte- Yasha pronunció con cierto dolor aquella frase. Se acercaba la hora de la verdad. Contempló a Kagome, quien lucía muy emocionada- pero puedes empezar tú…-

Claro, que ella hablara, y mejor que fuera largo y tendido. Después de todo, sería la última vez que escucharía su voz y si por él fuera, la grabaría para poder escucharla siempre.

-Yasha…- Kagome le miró fijamente. Adoraba ese par de ojos, tan tristes por momentos y tan profundos. Le encantaba esa mirada tan llena de misterios, misterios que ella estaba ansiosa por descubrir.

-¿Dime?- él estaba tratando por todos los medios de controlar sus emociones. Estaba deseando tomar a Kagome entre sus brazos, para sentir su aroma, su esencia; y que nada ni nadie los interrumpiera por horas y horas. La miraba con atención, deseando fijar cada detalle de su rostro para no olvidarlo nunca más.

-Yasha tú… tú…- Kagome nunca ha sido una chica de muchos rodeos, siempre le gusta ir al meollo del asunto y esta vez no va a ser la excepción- tú me gustas mucho, Yasha…-

Yasha habría deseado que el tiempo se detuviera justo en ese momento. Para continuar escuchando infinitamente aquellas palabras, para contemplar sus blancas mejillas teñirse de un glorioso tono rosa, y sus finos labios arquearse en una sonrisa y acercarse con lentitud a los suyos.

Sí, los labios de Kagome se posaron sobre los suyos. Esta vez estaba seguro que ese par de labios no se volverían ponzoña, como los de Kikyô. Estos labios eran pura dulzura, eran la miel más deliciosa que hubiera probado en su vida. Sentía su corazón latir con fuerza, como ninguna otra mujer ha logrado jamás. Con cuidado y suavidad rodeó su firme cintura, sintiendo a plenitud a Kagome. La pureza de aquella mujer seguramente terminaría matándolo, pero después de todo quién no querría morir en las manos de un ángel como ella.

Pero por primera vez en su vida quiso ser responsable, deseó hacer lo correcto. Supo que esa hermosa sensación y ese momento mágico nadie, ni siquiera Kikyô o Kouga, podrían arrebatárselo. Ese momento era suyo y lo conservaría dentro de su corazón para siempre.

-Lo siento Kagome- susurró Yasha al momento de separar sus labios. Gesto que tardó escasos segundos pero ¡cómo le costó!

-¿Lo sientes?- Kagome curvó sus labios hacia abajo, con aire de decepción y algo de vergüenza- Oh, lo siento muchísimo. Yo no quería dañar nuestra amistad con…-

-No, no es eso- negó Yasha, evitando la mirada de la chica.

-¿No? ¿Entonces de qué se trata?- preguntó Kagome, arqueando las cejas.

-Que ya no podremos vernos más, Kagome- murmuró Yasha con un hilo de voz.

-¿Qué? ¿De qué estás hablando?- Kagome abrió la boca, pero ya no pudo formular más frases. Se hallaba confusa y sorprendida; no se esperaba aquel giro.

-Lo siento mucho, pero es que ya no nos podemos ver…- Yasha repitió nuevamente aquella frase, su única defensa y su único escudo. Estaba deseando que Kagome se ofendiera, hiciera un escándalo y se fuera de allí, dejándolo solo con su dolor y su amargura. Pero no, ya conocía a la chica demasiado bien.

-¡No entiendo por qué me dices esas cosas!- exclamó ella, como si Yasha estuviera jugándole una especie de broma. Calló por unos minutos, como tratando de comprender sus palabras- porque no estás hablando en serio… ¿verdad?...

-…-

-¿Verdad?- Kagome sintió que la mirada se le nublaba al darse cuenta que Yasha estaba hablando muy en serio. ¿Pues qué ha hecho ella para que él desee alejarse?- es… es… ¿Es algo que hice? Si es así te pido mis más sinceras disculpas y…-

-No, no…- con suavidad, Yasha colocó sus dedos sobre los labios de Kagome, para impedirle continuar- no has hecho. Es simplemente que ya no podemos vernos más y por favor no lo hagas más difícil de lo que ya es…-

-Yasha…- Kagome intentó cortarle el paso, pero el chico la tomó por los hombros y con suavidad la hizo a un lado.

-Kagome, te lo pido por favor…-

Kagome tomó aire y limpió una solitaria lágrima que ya corría por su mejilla. Hace tan sólo unos minutos era la chica más feliz del mundo, perdida en los labios de la persona que más quería. ¿Ahora? Se sentía sola y desdichada. Despecho le dicen, días antes representaba otra palabra más de boca de sus amigas, ahora… representaba su realidad, la cual llevaba marcada en carne propia.

-¿Por qué? Exijo saber por qué, no intentes ignorarme- dijo con firmeza. Creía que por lo menos merecía una muestra de dignidad de parte de Yasha. Él debía responderle, se lo debía.

Yasha cerró sus ojos, agradeciendo que estaba de espaldas a ella, no habría soportado que lo viera de una manera tan vergonzosa. ¡Si lo viera Sesshômaru en aquella situación! ¡Se le reventaría el estómago de tanto reír! ¡Ni qué decir de Yakken! Pero a fin de cuentas, eso ya no importaba. ¡Qué importaba si su hermano lo ve y lo tacha de sensible! No importa, porque ya no la tendría a ella. Al final Sesshômaru estaría con Rin, Miroku por más trastadas que haga, acabará irremediablemente en brazos de Sango. Yakken, bueno nunca ha tenido una compañera que él sepa. ¿Y él? Solo… completamente solo, como siempre ha estado.

-Porque no puedes conocerme, por más que trates no puedes. Porque yo no merezco que me conozcas ni que alguien como tú me tenga aprecio. Porque quizás no lo entiendas, o te parezca contradictorio, pero te quiero Kagome y no quiero hacerte daño. Es por eso que necesito que te alejes de mí. Porque quiero recordarte libre de mí y feliz, a que seas mi amiga y destruya tu vida…-

-¿Qué? ¡No entiendo, Yasha!- exclamó ella, tratando de alcanzarlo, pues ya empezaba a caminar.

-Mejor que no entiendas, Kagome. Ahora por favor, olvídame y sé feliz…- suspiró mientras empezaba a caminar. Podía escuchar leves sollozos de la chica, apresuró el paso, no quería seguir escuchándola, era demasiado doloroso de por sí-… sé feliz por los dos…-

Apenas puso un pie dentro del apartamento tropezó con una cajeta de pizza. ¿Qué demonios significaba aquello? Prendió la luz del pasillo y se encontró con residuos de bocadillos, cajas de pizza y varias latas de cerveza y bebidas. ¿Acaso Miroku había hecho una fiesta o algo por el estilo? Justo cuando pensó aquella mañana que el apartamento no podía lucir más desordenado.

-¿Miroku?- encendió todas las luces de la sala. Se asustó más todavía: absolutamente todo estaba fuera de su sitio. Había sábanas regadas por los cojines y por los sillones. ¿Qué rayos ha pasado allí?

Miró el reloj de la sala, ya eran pasadas las diez. Ha estado vagando por las calles desde que terminó su plática con Kagome. En parte para matar el tiempo y al llegar a casa simplemente tirarse a dormir, y en parte porque tal vez pensó que Sango y Miroku estarían allí y no deseaba interrumpir. Por el aspecto del apartamento, daba la impresión que Miroku ha tenido visitas, pero dudaba mucho que se tratara de Sango, ni siquiera de una sola persona. Al parecer todo un regimiento estuvo festejando en su piso.

-Yasha ¡Qué bueno que llegas!- exclamó Miroku, saliendo de entre las sombras. Ya llevaba la ropa de dormir y al parecer no se venía con intenciones de querer levantar todo ese desorden reinante en el apartamento- ya me tenías con pendiente e iba a poner una denuncia en la policía-

-Muy gracioso- suspiró Yasha, mirando todo el tiradero- Miroku ¿puedes explicarme qué pasó aquí? Parece que tuvimos un pequeño huracán que arrasó con todo…-

-Oh Yasha, fue más que un huracán, pero no quisiera hablar de eso ahora- la voz de Miroku se tornó oscura, Yasha frunció el ceño.

-¿Pasó algo con Sango?-

-Ah, Yasha mejor ni te empiezo a contar- Miroku lo condujo hasta la cocina, extendiéndole una lata de cerveza.

Yasha contempló por varios minutos la lata que tenía enfrente, antes de animarse a abrirla. Él normalmente no consumía bebidas alcohólicas, pero esta vez sentía que necesitaba un pequeño desconecte de la cruel realidad que lo aquejaba. Sintió que le quemaba la garganta al principio, pero segundos después se sintió un poco revitalizado.

-No te dije hoy en la mañana pero… le he pedido a Kagome que ya no nos veamos más…- pronunció Yasha sin mayores preámbulos. ¿Acaso eso era un efecto del alcohol? No, después de todo esta mañana salió con certeza que cuando regresara, habría un amigo en casa esperándolo.

-¿A Kagome? ¡Pero Yasha, si ambos hacían una muy bonita pareja!- exclamó Miroku, muy sorprendido.

-Es que hay ciertas cosas que desconoces, Miroku…- suspiró Yasha con tristeza, mientras bebía otro sorbo. Esta vez su garganta ya pareció acoplarse al gusto del licor, hasta esta vez lo sintió algo dulce y quizás placentero.

-¿Qué desconozco, Yasha?- preguntó Miroku, curioso.

Tomó aire con fuerza, como si fuera a pronunciar algún tipo de maldición o frase imperdonable.

-Kikyô…-

Así fue como, entre sorbo y sorbo, Yasha terminó por contarle toda la verdad Miroku. Al terminar, no sabía si era el efecto del licor, pero ya se sentía con menos peso sobre sus hombros. Sí, lo único bueno del día es que ha tenido a un amigo verdadero con el cual desahogar sus penas. Eso le demuestra que quizás no todo puede ser realmente malo en la vida. No todas las cosas son color negro. Al finalizar, Miroku le dio un par de palmaditas y luego, suspirando amargamente, le contó lo ocurrido con Sango. En otras circunstancias, Yasha le habría propinado un fuerte golpe a Miroku por pasarse de pervertido y casanova. Pero no esta noche, no tenía ni las fuerzas ni la moral para reprenderlo.

-En conclusión mi amigo, las mujeres son demasiado complicadas…- digo Miroku, dejando caer la lata vacía en el suelo.

-Vaya que si complicadas…- admitió Yasha, imitando el gesto de su amigo.

Su mirada se cruzó accidentalmente con una cajetita café que estaba en el centro de la mesa. Se trataba del pastel de fresa y vainilla que Rin con tanto cariño ha horneado para él. No ha tenido el valor para abrir la caja que lo contiene, aunque por dentro su estómago le pide a gritos que pruebe un bocado. Pero no podría. Cada bocado le sabría a Rin, a cada bocado recordaría su bello rostro bañado en lágrimas.

No ha dejado de pensar en ella desde que cruzó la puerta de su casa. No ha dejado de escuchar su última frase ni tampoco su mejilla ha dejado de dolerle. Y no es que Rin le haya golpeado muy duro, lo que realmente le duele no es la piel, sino algo más profundo que la piel. Le duele algo que está anidado en su pecho, un órgano que a veces él trata de ignorar que existe, o que sólo es una bomba de sangre. Pero no, el día de hoy no puede pretender que no existe; tiene un dolor demasiado grande alojado en él como para ignorar su presencia.

Sí, le duele el corazón. ¡Maldición! ¡Ha terminado como los protagonistas de las películas cursis que tanto aborrece!

Pero no puede evitar pensar en esa mujer. Rin siempre ha llenado un hueco que creía vacío, incluso inexistente. Ella ha llenado su capacidad de amar. ¿Amor? ¿Desde cuándo él utiliza esa palabra? El amor tan sólo trae consigo debilidades que no pueden existir en este negocio y muchísimo menos con la presencia de Naraku en puerta. Ahora no puede pensar ni en el amor ni ningún tipo de sentimiento parecido.

Sin embargo… cuando recuerda la sonrisa alegre de Rin, sus pequeñas caricias, sus gestos de cariño, sus palabras y las compara con el rostro triste y lloroso de hoy. No puede evitar sentir que le exprimen el corazón de la manera más ruin y cruel que existe.

Finalmente se decide a abrir la cajeta. Efectivamente, está el pastel, intacto. Con merengue de vainilla y tres fresitas adornando el centro. Con suavidad toma una de las fresas y se la lleva a la boca. Cierra los ojos, preguntándose si los labios de Rin sabrán tan delicioso como aquellas fresas. ¡Miren ahora al gran Sesshômaru! ¡Comprando las fresas con los labios de una mujer!

Pero no, no importaba. Esta noche no tenía importancia.

-Oh Rin…- susurró quejumbroso, esperando que la frase se la llevaba el viento, que llegara hasta oídos de Rin. Para que ella, en medio de sus sollozos y sus lágrimas, alcanzara a oír que, a pesar de las apariencias y de sus frías palabras. A pesar de la fuerte discusión de hoy…

… él la amaba.

[ CONTINUAR ]

Un capítulo triste, no tengo que confesárselo a nadie. Pero también ha sido el capítulo más largo que he escrito hasta ahora. En parte porque el anterior no fue tan largo y porque me he demorado un poquito más en publicar este. Espero que les haya gustado porque se llevó una buena porción de mis neuronas.

La última parte me ha quedado algo floja, lo admito, pero son casi las dos treinta de la mañana y ya casi no doy para más. Ansío ir a mi camita a dormir.

Por cierto unas cuantas cositas: no me odien, mi pareja favorita siempre va a ser Inu-Yasha y Kagome, el hecho que Kikyô sea… Kikyô en algunos capítulos no quiere decir que vaya a emparejarlos. Ahora mismo estoy en sexto año de la escuela secundaria, estoy por graduarme y pues necesito tiempo para mis estudios, ojalá pudiera dedicarme solamente a mis fanfics y a mis escritos originales, pero hasta que no me libre de la escuela no lo voy a poder hacer. Pido paciencia, trataré de que sean unos tres capítulos al mes, TRATARÉ, no soy robot ni nada parecido.

Pero no dejaré abandonada esta historia porque ya tiene un hueco en mi alma, y nadie lo saca de allí.

Agradecimientos especiales a Chibi y a mi Neechan Rita, por quedarse hasta altas horas de la noche, por ser las primeras en leer el capítulo, darme sus opiniones y siempre darme ánimos en todo. Son mis dos luceros… no sé qué haría sin ambas.

Gracias a todos los reviews y los mails.

Para contacto meiko@wings.distant-sky.org