Sin Rastro
Por: Meiko Akiyama
Capítulo 13: "Oscuridad"
Dos días… ¿apenas dos días? A ella le parece mucho más que eso, pero sí, han pasado dos días desde ese incidente. No ha sabido nada de Miroku desde entonces, quizás sea lo mejor, después de todo no está segura cómo irá a reaccionar si lo llegara a tener frente a frente. El casanova se merece un buen golpe, pero para ella eso ya ha perdido importancia. La rabia que sentía se ha ido colada con sus lágrimas, ya no tiene deseos de meterle un tiro a Miroku. Ahora en su corazón sólo queda espacio para el dolor y la decepción.
El sonido del timbre le hizo levantarse de su cama de un salto. Sin prisa, tomándose el tiempo para arreglarse el peinado, recorrió el pasillo y tomó las llaves que tenía colgando a un lado del umbral de la puerta. Contempló el reloj de la sala antes de abrir, ya sabía perfectamente de quién se trataba, ha llegado justo a la hora acordada.
-Hola hermana- Kohaku le regaló una débil sonrisa, al tiempo que Sango le invitaba a pasar.
-Ponte cómodo- dijo ella mientras aseguraba la puerta y colocaba las llaves nuevamente en su lugar.
-Hola Kirara- Kohaku se inclinó para saludar a la gatita, quien enseguida se apresuró a propinarle mimos y caricias al joven. Seguramente el animalito le extrañaba mucho.
Sango contempló a su hermano desde la cocina. Lucía tan dulce jugando con la pequeña Kirara en el sillón, parecía como si fuera el mismo niño travieso de apenas unos años atrás. Y, sin embargo, ella sabía que ahora hay algo distinto. Ese "algo" que no puede definir, pero ahora es como si la mirada de su hermano le asustara. Sí, por extraño que parezca no hay otro sentimiento para describir lo que siente, más que el miedo o el terror. Eso significaba que algo estaba mal. ¿Cómo puede temerle a la mirada de su hermano menor? Kohaku no debería tener una mirada así, tan compleja, tan llena de… ¿frialdad?
-Me alegra que hayas venido- Sango apareció en la sala con bocadillos y dos refrescos.
Dejando a Kirara de lado, Kohaku dio mano de los dulces y el refresco de cola. Alzó su dedo pulgar hacia arriba, como diciéndole a su hermana que estaba delicioso. Sango simplemente sonrió, contemplándolo fijamente, tratando de adivinar por qué Kohaku tenía ese destello tan macabro en sus ojos.
-Cuando me llamaste, parecía urgente- Kohaku clavó sus ojos en ella, haciendo que un sudor frío le recorriera la espalda- ¿ocurre algo, hermana?-
-¿Acaso querer ver a mi hermano no es una urgencia?- replicó Sango con dulzura. Ante este comentario, las mejillas de Kohaku se sonrosaron.
-Lo siento. No quise sonar grosero…- murmuró bajando la mirada.
-No te preocupes-
El silencio reinó luego de aquella frase. Sango sentía su corazón latir fuertemente. ¿Qué hacía ahora? Tal vez, debiera hablar claro y con la verdad. Además, las dudas que tenía seguramente terminarían por carcomerle el espíritu si no las sacaba a la luz.
-Kohaku…- su hermano instintivamente la miró, ella le estaba sonriendo-… desde que regresaste, te has interesado en saber cómo estoy, si me ha pasado algo. Incluso has preguntado por Miroku y los demás, y créeme me alegra mucho que muestres interés en mí y en mi vida, pero…-
-Hermana, no…- Kohaku, previniendo la conversación que se avecinaba, intentó detener el hablar de Sango.
-Por favor Kohaku, no me has dejado hacerte ni una sola pregunta acerca de ti. He hablado con papá, ni siquiera le has dicho que has venido a visitarme ¿por qué? ¿Acaso te has peleado con él?-
-Por supuesto que no- Kohaku desvió su mirada hacia Kirara, quien lo miraba curiosa, al parecer notó el cambio en el ambiente.
-¿Entonces? Creo que papá tiene derecho a saber que nos encontramos, no sabes lo feliz que se puso cuando se lo dije- Sango miró a su hermano, quien no parecía a gusto con la conversación. Lanzó un hondo suspiro, ella tenía que proseguir, no importa lo que pase- quiero saber de ti hermano ¿Qué has hecho? ¿En qué trabajas? Porque si de algo estoy segura, es que no estás en la escuela ¿o me equivoco? ¡Responde, por favor!-
-No, la escuela es aburrida y me harté- Kohaku se encogió de hombros, algo molesto- ¿Ya estás contenta?-
-Bien, ahora te exijo que me digas en qué estás trabajando…- Sango iba a agregar algo más, pero su hermano hizo un gesto brusco y se puso de pie.
-¡No tienes por qué saber eso!- exclamó dándole un porrazo a la mesa decorativa que tenía Sango en el centro de la sala- ¡No te incumbe!-
-¿Cómo que no me incumbe?- Sango estaba algo asustada, sobre todo por la actitud violenta de su hermano, pero ya no podía detener sus palabras, éstas salían solas y sin mayor esfuerzo- ¡Soy tu hermana! ¡Tengo que preocuparme por ti! Kohaku, por favor…-
-¡No te incumbe! ¡Métete en tus propios asuntos!- de un salto, Kohaku corrió hacia el pasillo, tomó las llaves que estaban colgando de la pared y procedió a abrir la puerta.
-¡Kohaku!- Sango le tomó su hombro, tratando de impedir que se fuera. Pero él, con un movimiento brusco, arrebató la mano de su hermana y se apresuró a salir del apartamento.
-¡Déjame en paz!- exclamó, perdiéndose entre las sombras del pasillo. Sango permaneció allí, inmóvil, incapaz de articular palabra o siquiera un pensamiento coherente que fuera capaz de impulsarla a seguir a su hermano.
Kohaku, por su parte, ya se encontraba saliendo por la puerta principal del edificio. Se sentía tenso y nervioso, sentía que la sangre hervía por sus venas y que lo inundaba de una rabia descontrolada. ¿Cómo Sango se ha atrevido a abordarlo tan directamente? ¿Acaso no sabe respetar su vida privada? ¿Quién se ha creído?
"Soy tu hermana. ¡Tengo que preocuparme por ti!"
Sí, aquella última frase de Sango ha removido su culpabilidad, tiene que admitirlo. Después de todo, ella sí que tiene derecho a indagar y él le debe algo de respeto. Sin embargo, sabe perfectamente su reacción si se llega a enterar de qué trabaja. "Para una compañía de asesinos, hermana" casi parece un chiste de muy mal gusto. Ni en sus peores pesadillas tendría el valor para encararla y con sangre fría pronunciar una frase como aquella. Primero muerto.
-¿Sí?- contestó su teléfono móvil, que timbraba incesantemente hace unos escasos segundos atrás.
-Kohaku…- le sorprendió muchísimo escuchar la fría y calculadora voz de Naraku por el auricular.
-Naraku…-
-He dicho que no menciones mi nombre cuando te encuentras en lugares públicos- le reprendió severamente. Kohaku sintió un hueco en su estómago, aunque sabe perfectamente que Naraku se encuentra cómodamente sentado en el sillón de la suite, en el hotel, él siente como si su jefe le estuviera observando pocos metros atrás.
-Perdone…-
-Ya no te disculpes, ahora no hay tiempo para eso- notó la voz de su jefe ansiosa, pocas veces lo ha escuchado así.
-¿Ocurre algo?- indagó, aparentando tranquilidad, pero en el fondo la curiosidad le carcomía.
La respiración de Naraku fue tan poderosa, que Kohaku se sobresaltó, era casi como si estuviera respirando detrás de su cuello.
-Tengo un trabajo para ti, Kohaku…-
Es una chica de contextura delgada y esbelta. Y sí, también es muy bonita; parece dedicarle un especial cuidado a sus cabellos oscuros, porque éstos se mueven con una graciosa delicadeza al compás de su caminar. Una bonita sonrisa adornaba sus labios, mientras degustaba de un rico helado que, a esa distancia, parecía ser de fresa. Lo comía con tranquilidad, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Desde su sitio, en una banca más alejada de la cafetería en donde se encontraba Rin, Kagura no puede evitar compadecerla. Pobrecita, no sabe lo que le espera. Pensar que quizás por ese perfecto rostro corra sangre dentro de pocas horas. Que esos cabellos estarán enmarañados y sucios; y que esos ojos probablemente se teñirán de lágrimas de dolor y desesperación. ¿Qué culpa tiene ella? Una vez más se sorprende de lo cruel y calculador que Naraku puede ser. No se toca el corazón a la hora de armar sus planes, no le importa a quién tenga que utilizar. Y pensar que ella tiene que ser cómplice de todo este asqueroso plan. Por momentos ha pensado quedarse allí, dejar que Rin se ponga de pie y siga recorriendo el centro comercial; y luego decirle a Naraku tranquilamente que encontró a Rin con Sesshômaru y nada se pudo hacer el día de hoy. Pero su hermana Kanna está apunto de llegar y si por casualidad deja ir a Rin y luego su hermana la encuentra… será su fin.
-Oh Rin, por favor perdóname…- murmuró mientras contemplaba a la chica terminar su helado.
Totalmente ajena a los pensamientos de Kagura, Rin efectivamente estaba comiendo un helado de fresas. Curiosamente, el helado no sabía tan rico como otras veces. Quizás era aquel sabor amargo en su lengua lo que le impedía saborear a gusto. Y para variar, su amargura se relacionaba con Sesshômaru. Era más fácil contar las veces en que él no tenía nada que ver con sus estados de ánimo. ¿Acaso estaba tan atrapada en sus redes? Sentía que era un buen momento para cambiar, su vida ya no puede depender de lo que haga o deje de hacer Sesshômaru. Ella tiene una vida propia y debe vivirla, tal vez tomarse unas vacaciones de su trabajo no le vendría nada mal.
Arqueó sus labios en una amarga sonrisa. ¿Vacaciones? Aquella palabra era totalmente desconocida para ella. Hasta era absurdo pensar en ella, sabe perfectamente que jamás podrá desligarse por completo de Sesshômaru. Él se encuentra muy dentro de ella, mezclado muy profundo en su alma, como para intentar separarlo. Tratar de sacarlo de su corazón sería suicidio seguro.
-Sesshômaru…- murmura ella con tristeza, mientras pide la cuenta al mesero.
Ahora que lo piensa con más detenimiento, sus últimas discusiones con Sesshômaru han tenido que ver directamente con Yasha. Y el jovencito más ajeno a sus peleas no puede estar. Se ha preguntado en incontables ocasiones lo que hay detrás de esos ojitos oscuros. A veces le preocupa que esos ojitos pierdan ese brillo de calidez y se conviertan en fríos e inexpresivos como los de Sesshômaru. ¡No hay par de hermanos tan parecidos y a la vez tan distintos! No entiende cómo es que los dos pueden aparentar tal desprecio el uno ante el otro cuando sabe perfectamente que ambos se profesan secretamente un intenso cariño. Probablemente sea la única que sabe cuánto se preocupa realmente Sesshômaru del porvenir de su hermano menor. Si tan sólo notaran cuánto se parecen, en vez de recalcar siempre en lo que se diferencian. Quizás las cosas fueran distintas.
Pero Sesshômaru nunca va a cambiar, siempre tratará de ser alguien autosuficiente. No sabe hasta cuándo va a comprender que necesita de su hermano, está segura que ellos dos juntos podrían encontrar a Naraku más rápidamente. Naraku. El sólo pensar en Naraku hace que su piel se erice por completo, el pensar que él podría estar allí, a sólo unos metros de ella, observando cada movimiento suyo. Aún recuerda la imagen de un herido Sesshômaru, luego de enfrentarse a Naraku. Durante una de las interminables noches que pasó en el hospital, dormida junto a él, se juró a sí misma jamás separarse de Sesshômaru y cuidarlo siempre. Ha cumplido… hasta ahora.
-Gracias- agradeció al amable joven que la atendió con una sonrisa y se puso de pie, dispuesta a retirarse del establecimiento.
"Eso es" pensó Kagura mientras veía a Rin ponerse en pie. "Sigue caminando, no te detengas. Sal de este centro comercial lo más rápido que puedas… vete, vete ahora…"
-¿Acaso no piensas seguirla?- sintió una punzada en el corazón, cuando sintió la voz de su hermana a sus espaldas.
-¡Kanna!- exclamó, reponiéndose de la sorpresa- ¡No te he visto llegar!-
-He estado aquí desde hace varios minutos- comentó sin mayor ánimo- y te he preguntado por qué no la sigues…-
-Oh… es que… obvio hermana- dijo, como restándole importancia al detalle- estoy dejando que se adelante. Ninguno de nosotros quiere que ella por casualidad se dé cuenta que la estamos siguiendo ¿verdad?-
Kanna se quedó examinándola por varios segundos, como si no creyera en sus palabras. Kagura incluso llegó a pensar que su hermana desde hace mucho conoce su secreto. Teme que ya le haya comunicado de sus sospechas a Naraku, ese sería su fin. Pero entonces, disipando sus dudas momentáneamente, Kanna alzó nuevamente la mirada, hacia Rin.
-Creo que ya le dimos suficiente ventaja ¿no te parece?- empezó a caminar, sin hacerle ningún gesto a Kagura, como sabiendo que ella tiene que seguirla.
Su hermana mayor ya se ha sumido en su silencio característico. ¡Demonios! ¡Nunca puede saber lo que ella está pensando! Kanna siempre ha sido silenciosa, le gusta actuar por sí sola y jamás le rinde cuentas a nadie por sus actos. A veces se asusta de lo frívola que es, siente que ella sí mata a sangre fría. Es más, teme equivocarse, pero cree que hasta lo disfruta. ¿Cómo es que han llegado a ser tan diferentes? A veces le es difícil recordar que llevan la misma sangre corriendo por sus venas.
Rin ha llegado hasta el estacionamiento, ha empezado a buscar su auto. Kagura sonríe para sus adentros.
-No vamos a poder seguirla…- comentó, fingiendo decepción.
-Ese no es problema- contestó tajante, mientras le señalaba una camioneta de color negro, estacionado casi en la entrada del centro comercial, como si se tratara de un taxi esperando por pasajeros. Kagura arqueó las cejas, sin comprender demasiado, a lo que Kanna suspiró- he allí nuestro medio de transporte…-
-Ya estaba a punto de ir por ti, Kanna preciosa- la arrogante mirada de Musou no se despegaba de ambas mujeres. Llevaba esa sonrisa orgullosa tan común en él, era en esos momentos cuando más se parecía a su hermano. Kagura sintió su estómago removerse.
Kagura se sorprendió al ver a dos hombres vestidos de negro en la parte trasera. No había mucha luz dentro del vehículo, lo cual le impedía ver sus rostros con claridad, aunque por alguna razón sabía que ya los ha visto antes. Arqueó las cejas, como preguntando quiénes eran.
-No seas tan desconfiada, Kagura- Musou, con un movimiento caballeroso, le abrió la puerta trasera, invitándola a entrar.
"No pienso entrar con esos matones ahí dentro" pensó para sí, paralizada del terror. Cada vez se asusta más, las personas que trabajan para Naraku son demasiado extrañas y algunas demasiado aterradoras. Como esos dos sujetos que tiene frente a ella.
-¿Es que ya no me recuerdas, Kagura?- habló uno de los sujetos, el que era más robusto. Nuevamente Kagura se sintió familiarizada con esa voz ronca y profunda. Rebuscó en las áreas más perdidas de su memoria, tratando de relacionar esa voz con algún rostro del pasado.
Una voz burlesca y algo chillona, con un tono característico que ya ha escuchado alguna vez. Abrió sus ojos de par en par, y casi con temor pronunció un nombre, temiendo que sus ideas fueran correctas.
-¿Yuurômaru?-
Escuchó tres toques fuertes en la puerta de su habitación. Y nuevamente decidió ignorarlos, era más fácil pretender que no llamaban a la puerta, así no tendría que obligarse a responderle a nadie. Se sentía sin ánimos, sin ganas de levantarse y abrir la ventana. No quería que ningún tipo de luz se colara en su habitación, ella deseaba seguir viviendo en la penumbra. Así nadie podría ver su rostro bañado en lágrimas, pintado de tristeza y decorado de dolor. Aún no entiende cómo es que la ha dejado que la depresión se apodere de ella totalmente. Ella es una chica fuerte, ella no se deja vencer por nada ni por nadie. ¿Cómo es que ha terminado de esta forma tan patética? Su "yo" de hace semanas atrás seguramente estaría muy avergonzada por su comportamiento.
Quizás ese sea el problema, ella ya no es esa chica alegre de hace un mes atrás. Algo ha cambiado en ella, mejor dicho, alguien la cambió. Desde aquella noche en que conoció a Yasha nada ha vuelto a ser lo mismo. Con él experimentó sensaciones y vivió momentos que jamás hubiera imaginado, ni en sus más perfectos sueños. Se sentía casi como esas protagonistas de las novelas románticas, en donde la pareja principal siempre debe separarse por una razón ajena a ellos.
No ha dejado de pensar en las palabras de Yasha. ¿Por qué? ¿Para qué alejarse? Según él, para cuidarla. ¿Cuidarla de qué? ¿Cuál es esa parte de Yasha que él no desea que nadie conozca? Es cierto que él jamás le hablaba mucho de su persona, pero pensaba que con el tiempo ella terminaría ganándose su confianza. ¿Por qué no ha sido así? ¿Por qué?
Escucha un pequeño tintineo, le lleva unos segundos más reconocer ese sonido como el de las llaves al chocar unas con otras. Toma una bocanada de aire y estruja su cara contra la almohada. Quien vaya a entrar a la habitación, no desea que le vea el rostro.
-Kagome…- la dulce voz de Midoriko se deja escuchar casi en un susurro.
Kagome no responde, continúa apretando su rostro contra la almohada.
Midoriko lanza un suspiro, y se acerca hacia las cortinas del cuarto. Con suavidad las abre, dejando finalmente que la luz inunde aquella habitación. Ella no se sorprende al ver el gran desorden reinando en la pieza de Kagome, pero es lo suficientemente inteligente para no reprenderla por ello.
-No tengo idea de lo que ocurre…- comienza a hablar pausadamente- pero lo primero era dejar que entrara luz en esta recámara…-
Sigue sin recibir respuesta, Kagome ni siquiera da indicios de querer cambiar de posición. Midoriko se da cuenta que la situación está peor de lo que creía. Myôga la llamó de urgencia, porque ya no sabía ni qué hacer para que Kagome saliera de la habitación, ella acudió enseguida, consciente que Myôga era capaz de llamar a tres patrullas y que derribaran la puerta a golpes. "La violencia y los gritos no harán que ella desee hablar" fue lo primero que le dijo al desesperado padre para tranquilizarlo "vaya tranquilo al trabajo y yo me encargo de los niños. Especialmente de Kagome".
-Kagome ¿quieres contarme qué ocurre?- preguntó mientras se sentaba al borde de la cama, cerca de la chica. Tampoco recibió respuesta o movimiento alguno. Al parecer no iba a llegar a ningún lado si seguía así.
-Todos estamos muy preocupados por ti, ni qué decir de tu padre…- empezó con dulzura, colocando su mano sobre la espalda de la pequeña- cuando me contó que ni siquiera querías salir de tu alcoba me preocupé mucho, tú no eres así. Kouga también ha estado llamando incesantemente y preguntando por ti. ¿Qué ocurre linda?-
Finalmente, Kagome se dio media vuelta. Tenía el rostro hinchado y los ojos pequeños y rojizos. Ha estado llorando sin parar durante muchas horas. Midoriko se sorprendió mucho, jamás esperó encontrarla así. Con cuidado sacó su pañuelo blanco y lo llevó al rostro de Kagome, secando las sendas de lágrimas que aún corrían por sus mejillas.
-Mi pequeña, no me imaginé que estuvieras tan mal… ¿Qué ocurre?- Midoriko acarició sus largos cabellos, que ahora lucían un opacos, seguramente porque no los ha lavado en varios días.
-No quiero hablar de ello- recibió por respuesta. Kagome tomó las sábanas y volvió a cubrirse de pies a cabeza con ellas. Midoriko sintió que volvió al punto de partida. La actitud de Kagome no ayudaba mucho.
-Está bien, está bien, no hablaremos de ello- suspiró resignada, rindiéndose ante lo inevitable.
-¿De verdad?- Kagome entonces dejó un hueco para dejar salir su rostro.
-Te lo prometo… si no quieres hablar de ello, está bien- sonrió dulcemente Midoriko- sólo quiero decirte algo…-
-…-
-Como hasta ha oídos de Kaede ha ido a parar tu estado de ánimo, ella misma ha propuesto que nos vayamos el próximo fin de semana a su casa, en las afueras de la ciudad ¿Qué te parece?- Midoriko parecía muy entusiasmada, como si deseara inyectarle de su alegría a Kagome, quien seguía con la mirada llorosa y perdida- ¿Kagome?-
-Me parece bien- contestó sin mayores ánimos.
-Kagome…- Midoriko entrelazó sus manos-… no sé lo que te haya ocurrido con Yasha, pero recuerda que todo en este mundo tiene solución, menos la muerte. De modo que nada sacas con ponerte llorosa y triste, lo que debes hacer es salir a la calle e intentar buscar soluciones; encerrada no vas a lograr nada ¿me entiendes? Y para cualquier cosa, recuerda que eres como mi hermanita menor y puedo ayudarte en lo que desees-
Kagome observó a Midoriko saltar de la cama y empezar a recorrer la habitación, recogiendo las ropas que estaban tiradas por el suelo y empezarlas a doblar y colocarlas en orden. ¿Hacía cuánto conocía a Midoriko? Desde los trece, las primeras veces ella y su hermana Kikyô se portaban imposibles con ella, aún no entiende cómo Midoriko fue tan persistente y nunca pidió la renuncia. Ahora, varios años después, son grandes amigas. Midoriko es una gran mujer, con un gran sexto sentido.
-¿Cómo supiste que…?-
-Los problemas relacionados con el corazón son los más obvios de notar. Claro, que son menos visibles al ojo masculino- le hizo un guiño, mientras empezaba a ordenar el tocador de madera de Kagome.
En silencio, Kagome empezó a reflexionar acerca de las sabias palabras de Midoriko. No ha intentado ni siquiera ponerse en contacto con Yasha, aceptó sus razones así sin más, se encerró en su habitación y decidió desconectarse del mundo. ¿Desde cuando Kagome Higurashi actuaba de aquella manera? ¡Se desconocía! Con cuidado colocó los pies en el suelo, el frío de las baldosas le hizo buscar desesperadamente sus pantuflas para dormir.
Una vez sus pies estuvieron protegidos, se encaminó con cuidado hacia el espejo de su tocador. Contempló su reflejo por varios minutos. Su rostro se veía realmente desgastado, dos grandes ojeras surcaban debajo de sus ojos, y sus mejillas estaban algo hinchadas. ¡Su aspecto era lamentable! ¡Menos mal que su padre no estaba allí! Seguramente habría armado un escándalo. Y Kouga… si se llegara a enterar que es por culpa de Yasha que se encuentra así, recorrería todas las casas de la ciudad hasta encontrarlo y reclamarle a golpes. Tomó una bocanada de aire, curiosamente parecía ser menos denso que minutos antes.
-Nos iremos el viernes después del colegio ¿no?- preguntó Kagome, mientras empezaba a cepillar sus cabellos. ¡Sí que estaban enredados!
-Sí, Sota está encantado, sobre todo porque Shippou también irá. Sólo hace falta comunicárselo a tu hermana Kikyô, pero no creo que se niegue…-
-¡Ouch!- exclamó Kagome, al toparse con un enorme nudo en las puntas de su pelo.
-Déjame ayudarte…- sonrió Midoriko mientras tomando el cepillo con su mano derecha, se colocaba detrás de Kagome, quien está sentada frente al tocador.
Viendo aquella "dulce" escena, desde las sombras, se encuentra Kikyô. Al parecer su hermana ha decidido salir de la fase de letargo en que se sumió hace unos días. Nadie pudo sacarle palabra cuando entró aquella tarde por la puerta de la casa. Aún recordaba esa escena: ella, como nunca, se encontraba jugando con la video consola junto a Sota en la sala. Escuchó el ruido de la puerta abriéndose y los dos salieron a recibir a Kagome. Jamás se esperaron un espectáculo como el que presenciaron: su hermana con la mirada perdida y desganada. Sota le gritó como diez veces qué le pasaba, pero Kagome tan solo siguió de largo y se encerró en su habitación. Nadie pudo abrir esa puerta hasta el día de hoy, cuando Midoriko decidió por fin descubrir qué ocurría con Kagome.
Una parte de Kikyô se está muriendo de la curiosidad por hablar con su hermana. Sus miradas no se cruzaron ese día, de modo que Kikyô no sabe si ella ya descubrió la verdad. Lo único que puede jurar por su alma es que Kagome ha hablado con Yasha. ¿Qué le habrá dicho ese? No está segura. Quizá le reveló que estuvo jugando con las dos, pero no, a lo mejor no es tan cínico como para eso. Además, probablemente su hermana le hubiera reclamado. No ¿Con qué derecho? Aquí la única dañada es ella, ni Kagome ni Yasha podrán entenderla jamás. Nadie podrá comprender su dolor, su humillación, su rabia.
Porque nadie más que ella misma se preocupará de su propio bienestar. Y que ni piense Yasha que ha sabido lo último de ella. Él tiene que pagar con sangre todo su dolor. ¿Cree que todo ha terminado? ¡Qué equivocado está! Su venganza apenas inicia, no importa con quiénes tenga que aliarse, si es con el mismísimo demonio, no le importa el precio a pagar si el resultado es el sufrimiento de Yasha.
-Yakken me dijo que requería de mi presencia- un jovencito de no más de quince años mira fijamente el respaldar de una silla. Al hombre que está sentado allí, dándole en ese momento la espalda, el pequeño le profesa un respeto ilimitado. No tanto por el vínculo de sangre que ambos comparten, sino simplemente por la gran persona que es. Él jamás ha tenido oportunidad de decírselo, pero está muy orgulloso de haber nacido bajo su linaje.
-Estamos en privado, Sesshômaru, no es necesario que me trates de usted- el hombre dio media vuelta a su asiento, para clavar fijamente su mirada en la del pequeño Sesshômaru.
-No me desagrada dirigirme así a usted, señor…- inquirió el joven.
-Por lo menos quita el "señor", te lo ordeno- carraspeó, más en tono de broma que otra cosa, pero Sesshômaru pareció tomárselo muy en serio, porque asintió serenamente.
-¿Para qué quería verme, padre?- preguntó el jovencito, mirándole de manera curiosa.
-Sabes muy bien que tengo un asunto que atender, un asunto que debo cerrar de una vez y para siempre…
-Aún no me ha dicho qué asunto es ese, padre…- comentó Sesshômaru, arqueando la ceja. No le agradaban mucho los misterios, y mucho menos uno tan importante como estaba seguro su padre le ocultaba.
-No te lo he dicho porque es una historia muy larga hijo, no creo que sea necesario detallártela, no tiene sentido. Te prometo que algún día te la contaré o en mi ausencia, lo hará Yakken-
-¿Por qué habrías de estar ausente, padre?- por primera vez, Sesshômaru se olvidó de su respeto y tuteó a su padre. La preocupación le hizo olvidarse del trato algo distante que tenía con él en público, y actuar como cualquier adolescente de quince años que indaga por la seguridad de su padre.
Su padre le miró fijamente. Él no era muy dado a darle muestras de cariño, tampoco de palabras amables ni afectuosas. Por eso, a Sesshômaru le asombró muchísimo al ver a su padre ponerse de pie frente a él, y colocar sus manos sobre sus pequeños hombros. Ambos intercambiaron miradas por largo rato. Sesshômaru nunca recordaba que su padre le mirara de esa forma tan… profunda, como examinando con detenimiento su rostro, como si fuera la última vez que lo vería y deseaba recordarlo con detalle.
-¿Padre?- Sesshômaru sentía su corazón latir rápidamente. Había algo que no le agradaba del todo ¿Por qué su padre le dirigía esa mirada? ¿Por qué?
-Sesshômaru, quiero que recuerdes que tienes un hermano, aunque esté lejos de nosotros, sigue siendo hijo mío y hermano tuyo. Si en algún momento queda desprotegido en el mundo, debes proteger y velar por él. Recuerda que mi sangre corre por las venas de ambos… nunca lo olvides…-
-Pero padre, no comprendo…-
-Su coche ya está listo, señor- les interrumpió un señor bastante mayor, vestido de negro de pies a cabeza. Sesshômaru frunció el ceño, algo molesto, pero su padre parecía hasta feliz con la presencia del recién llegado. ¿Acaso no deseaba continuar con esa conversación?
-Padre…- le llamó Sesshômaru con insistencia, cuando el hombre estaba dispuesto a cruzar el umbral de la puerta.
-Sé siempre valiente, pero nunca pierdas tu honor hijo mío…- comentó él seriamente, sin voltearse hasta su hijo.
-Pero padre…-
-Continuaremos esta conversación en otro momento, Sesshômaru-
Esas fueron las últimas palabras que escuchó de su padre. La siguiente vez que lo vio estaba recostado en un ataúd.
Nunca le demostró su afecto directamente, ni tampoco le dijo "te quiero"; pero aún así era su padre y nadie tenía el derecho de apartarlo de su lado. ¿Quién tuvo la osadía de hacerlo? Naraku. Jamás se lo perdonaría, antes no lo hizo y aunque pasaran diez años más tampoco lo perdonaría. En su corazón sigue latente la misma rabia de diez años atrás. Cuando pensaba en Naraku y en su padre muerto, volvía a ser ese impulsivo adolescente con una inagotable sed de venganza. Sólo que ésta vez no se dejaría sorprender, esta vez sería un digno oponente de Naraku, sabría cómo enfrentarlo… y le ganaría.
-Mi señor Sesshômaru…-
-¿Qué es lo que quieres Yakken?- preguntó Sesshômaru, un poco molesto por la interrupción.
-Lamento interrumpirlo, le aseguro que mi intención no era…- tartamudeaba Yakken, con voz entre avergonzada y atemorizada.
-Ahórrate las disculpas y mejor dime qué haces aquí- le cortó Sesshômaru, aún sin mirarlo a la cara. Sonrió para sus adentros cuando escuchó tragar en seco a Yakken.
-Llegó esto, señor…- extendió su mano y colocó el sobre crema sobre el escritorio.
Sin mayor emoción, Sesshômaru tomó entre sus manos el sobre y procedió a abrirlo. El único contenido dentro era una hoja de papel, con un dibujo en forma de araña.
-Naraku…-
Como sabía que su coche se encontraba estacionado en un lugar seguro, decidió desperezar sus pies por un rato y caminar un poco por los alrededores. Eso seguramente despejaría su mente.
No estaba segura si era su imaginación, simple casualidad o de plano el destino el que le hacía una mala jugada, pero se ha encontrado en el camino con montones de parejitas por las calles. ¡Aún falta mucho para el día de San Valentín! ¿Por qué tienen que andar por allí profanando su amor ante los pobres? ¡Qué falta de respeto por quienes no tienen una pareja con la cual compartir el día!
Tomados de la mano, abrazados con ternura, dirigiéndose miraditas de complicidad, dándose besos furtivos… ¡Con qué descaro las parejas le demostraban su amor al mundo! ¿Acaso no sienten algo de pena por las solteras, como ella? Al parecer no, los enamorados son demasiado egoístas, sólo piensan en ellos y su "amor".
Por unos momentos, intentó imaginarse a Sesshômaru en aquella situación: mirando con dulzura, dando besitos cariñosos y mimos exagerados. ¡Digno de la más bizarra pesadilla! Era obvio que Sesshômaru jamás iba a ser cómplice de cursilería semejante. ¡Primero hacía las paces con Naraku! Lo cual ya es decir mucho. Pero ella no pide efusivos gestos de cariño, ni siquiera desea escuchar "te quiero" infinidad de veces al día. Lo único que ella desea es poder abrazarlo cuando la tristeza la embriaga, estar allí siempre para apoyarlo, sin que él le diga que no se meta en su vida. Ella desea formar parte de su vida… ni siquiera ser su novia, prometida o cualquiera de sus derivados. Lo único que pide es formar parte de su vida, de su familia. ¿Es demasiado pedir? ¿Es demasiado? Está claro que sus esfuerzos jamás van a ser suficientes, que Sesshômaru jamás notará que su amor por él trasciende a todo.
Tan concentrada estaba en sus pensamientos, que casi dejó seguir de largo a un jovencito que pasó a su izquierda. Le tomó varios segundos salir de su trance emocional y detener al joven, al cual reconoció.
-¡Yasha!- exclamó ella, tomándole del brazo- ¡Qué sorpresa encontrarte!-
-Oh, eres tú Rin…- el muchacho le sonrió levemente. Rin arqueó las cejas, en apariencia Yasha estaba como de costumbre, pero ha perdido ese brillo tan característico en su mirada. Eso para Rin era una señal de alarma.
-Es una sorpresa encontrarte ¿Cómo has estado?- preguntó ella sutilmente, sin soltar el brazo del muchacho. "Si planea escaparse, tendrá que cortar su brazo" pensó, entre divertida y preocupada.
Yasha se quedó contemplando a Rin por unos instantes. Le estaba sonriendo tímidamente, a la vez que le tomaba fraternalmente del brazo. Ella era una de las pocas personas que demostraban abiertamente su preocupación por él. Siempre le estaría eternamente agradecido por todos sus cuidados, la amaba de la misma forma que habría amado a una hermana, de haberla tenido. Respiró hondo y desvió la mirada, le era tan difícil abrirse a las personas, aunque se tratara de Rin.
Rin, por su parte, no pudo evitar lanzar una risa divertida. "Justo como él… y luego dicen que no son hermanos" pensó ella con cierta nostalgia, mientras miraba a Yasha. Sin saberlo, se estaba comportando como su hermano. Yasha, al igual que Sesshômaru, necesitaba contarle a Rin algo importante, pero esperaba que ella iniciara la conversación.
-Mientras me cuentas qué ocurre… caminemos- dijo ella, mientras continuaba su caminar por las calles de la ciudad. A los pocos segundos, Yasha siguió sus pasos.
-En realidad, no es la gran cosa…-
-¿Aún no has aprendido que no puedes mentirle a una mujer?- comentó Rin, alzando su ceja derecha, justo cuando quería demostrarle superioridad a alguien- y mucho menos a mí, claro, que te conozco tanto…-
Yasha sintió sus mejillas sonrosarse de la vergüenza. Y la risa divertida de Rin no ayuda mucho a mejorar su situación.
-¿Qué ocurre, Inu?- Yasha sintió la piel erizarse cuando Rin le llamó de aquella manera. Miroku le llamaba así cuando estaban en la escena del crimen y su hermano cuando estaba muy enojado con él. Pero Rin siempre se lo decía de una manera muy tierna, y le gustaba cómo sonaba cuando salía de sus labios- ¿acaso tiene algo que ver con la chica que conocí aquella noche, en la exposición? ¿Kagome?-
"Pero sobre todo mi buen amigo Inu-Yasha, jamás dudes del potencial femenino para leer la mente del hombre" le había dicho Miroku alguna vez. Sí, sin duda que Miroku tenía toda la razón al afirmarle aquello. Además, con una mujer tan observadora como Rin y una mente tan predecible como la suya, no era tan difícil que este precepto se cumpliera.
-Oh, entonces sí se trata de una chica- Rin sonrió, ha dejado a Yasha al descubierto.
Yasha lanzó un profundo suspiro y entrecerrando los ojos, inició su historia. Empezó contándole la manera tan singular en que conoció a Kikyô, luego cómo creyó encontrársela en una disco y terminó conociendo a Kagome. Cómo se encontró otra vez con Kagome, para devolverle a su gatito Buyo. Y el momento en que se reencontró con Kikyô, las veces que salió con ella y con Kagome, ignorando por completo que ambas eran hermanas. Cuando Kikyô lo encaró y lo tachó de descarado y cínico, revelándole que ella era esa hermana melliza de la cual Kagome siempre le hablaba. También le narró su despedida con Kagome y cómo le dolió tener que separarse de ella. Lo único que se guardó para sí, es el hecho que no ha parado de pensar en Kagome desde aquel día. Y que todas las noches sueña que ella está a su lado, para nuevamente unir sus labios en un mágico beso y le diga al oído que lo quiere y que desea estar con él, no importa lo que pase, por más cursi que suene.
Al final de la narración, el dolor seguía estando allí, apretándole el corazón, pero se sentía un poco más tranquilo.
-Oh mi pobre Inu-Yasha…- Rin detuvo su andar y con delicadeza lo rodeó con sus brazos.
El joven se sintió algo cohibido por el gesto de Rin, ninguna mujer le abrazó antes de manera tan cariñosa. Como si deseara protegerlo de todo mal.
-Admito que es una situación difícil pero, creo que has cometido un gran error- comentó ella, luego de separarse de él.
-¿Un solo error? ¡Pues yo creo que son demasiados como para contarlos!- exclamó él, algo exasperado. Pero Rin negó pacientemente ante esa afirmación.
-No me refiero a eso. Yo creo que no has debido separarte de Kagome- sentenció severamente. Yasha casi se cae de espaldas, luego de todo lo que le ha contado ¿Rin cree que no debió alejarla de su lado? ¡¿Pero qué clase de locura era esa?!-
-¿De qué estás hablando?-
-Escúchame Yasha, si hay algo que nos disgusta a las mujeres, es que los hombres decidan por ellos- Rin hizo una pausa, pensando en su propia situación. ¡Qué irónico! Ella siempre ha dejado que Sesshômaru decida si es o no parte de su vida. ¡Pobre idiota! Pero ya arreglaría sus asuntos con él, muy pronto- debiste contarle la verdad y que ella decidiera por sí misma si deseaba o no estar contigo-
-¡Claro que no va a desear estar conmigo!- exclamó, encogiéndose de hombros- ¿Qué mujer va a estar al lado de un hombre que ha estado saliendo con ella y con su hermana a la vez?-
-Una mujer que ama…- suspiró ella, con un dejo de tristeza. Sí, sólo una mujer enamorada puede perdonar cualquier tipo de engaño o mal trato. Lo único que pide es sinceridad. "Sinceridad…" pensó con melancolía. ¿Cuándo Sesshômaru sería realmente sincero con ella? Quizás debiera esperar sentada.
Yasha sintió el corazón encogérsele al ver a Rin de aquella manera, jamás la ha visto tan triste. Ella siempre procura estar alegres, es la inyección de ánimos y buenas vibras para todos en la compañía. ¿Por qué ahora sus ojos lucen tan apagados? No hay que ser un lector de mentes para saberlo, la tristeza de Rin tiene nombre propio: su hermano Sesshômaru. Aún no entiende cómo es que él no valora todo lo que Rin hace por él, cómo es que no se da cuenta de todo el amor que Rin le profesa. ¡Qué estúpido! No le importa que lo trate mal y que ni siquiera lo determine, pero Rin sí que merece respeto de su parte.
-Rin, yo…- pero Yasha detuvo sus palabras de consuelo cuando fijó su vista en una camioneta de color negro que se encontraba a pocos metros de ellos. Ya la ha visto antes, ha notado su presencia desde que cruzaron la última cuadra. Se le hace demasiado extraño que maneje a tan baja velocidad, al principio se despreocupó porque quizás se tratara de alguien que buscaba orientarse, pero al parecer ya es obvio que los están siguiendo.
-¿Yasha?- la voz de Rin le devolvió a la realidad. Yasha se dio cuenta de lo peligrosa de la situación: si quien estaba allá adentro decidía atacar, él quizás podría manejarlo, pero estando en compañía de Rin también debía encargarse de su seguridad.
-Rin, no quiero que voltees, pero creo que alguien nos está siguiendo- sentenció tajantemente.
-¿Siguiéndonos? ¿Quién?- preguntó Rin, algo confusa.
-No estoy seguro, pero esa camioneta negra lleva pisándonos los talones desde hace rato en una actitud bastante sospechosa. Quizás se trate de alguna compañía minoritaria que se encuentra celosa de nuestros excelentes trabajos y salarios- rió Yasha, algo despreocupado- no creo que se atrevan a acercarse más…-
Pero Rin no escuchaba sus razones. "¿Alguien no está siguiendo?" sintió cómo una ráfaga fría impregnaba su alma y cómo el terror empezaba a apoderarse de ella. Sería capaz de vender su alma al diablo si quienes los perseguían no tenían algo que ver con Naraku. Casi podría jurarlo.
-Naraku…- susurró, atemorizada, sin atrever a moverse. Sus peores pesadillas estaban haciéndose realidad. ¡Naraku estaba allí, a pocos metros de ella! ¡Y con Yasha a su lado!- ¡Tenemos que irnos ya de aquí!-
-¿Eh? ¿De qué hablas? ¿Quién rayos es Naraku?- preguntó Yasha, sin entender la magnitud de lo que ocurría.
-Es muy largo para explicarte ahora, pero tenemos que irnos de aquí…- al observar que los ojos de Rin estaban al borde de las lágrimas, Yasha se asustó. ¿A quién Rin le temía tanto? ¿Naraku? Jamás en su vida ha escuchado ese nombre ¿Por qué produce tanto temor en Rin?
-Está bien, está bien, no te alarmes. Caminemos como si nada estuviera pasando, vamos- Yasha tomó a Rin del brazo y con tranquilidad ambos empezaron a caminar. Sentía cómo Rin se aferraba fuertemente a su brazo, realmente se encontraba muy asustada. ¿Por qué?
-Ahora sí me vas a decir qué es lo que ocurre- comentó pausadamente, sin mirar a Rin a los ojos.
-Oh, Yasha… es que… no puedo…- Rin bajó la mirada avergonzada, mientras se mordía el labio inferior. ¡Ella estaba segura que algo así pasaría! ¿Qué le decía ahora a Yasha? No pensaba mentirle, eso sí que no, ella odiaba las mentiras y no pensaba ser partícipe de una.
-¿Por qué no? ¿Acaso este es uno de esos asuntitos en los que Sesshômaru tiene prohibido que intervenga?- chasqueó los labios, en un gesto de fastidio- ¡Estoy harto de eso!-
-No, Yasha, esta vez no se trata de eso- insistió Rin, tratando de mirar de reojo a sus espaldas, pero no lograba ver ninguna camioneta.
-¿Entonces qué ocurre?- exclamó Yasha, algo enojado. Observó un pequeño callejón, calculó que la camioneta no los vería si con rapidez tomaban ese camino; de modo que optó por empujar a Rin hasta el callejón.
El callejón era bastante angosto y muy solitario. Rin tomó asiento sobre unas cajas viejas que se encontraban tiradas en una esquina. Yasha se colocó casi en la salida del callejón, vigilando que la camioneta pasara de largo. Transcurrieron varios minutos y la camioneta no daba rastros de aparecer, suspiró hondo, pensando que el peligro ya había pasado. Se encaminó hasta Rin, varios metros atrás de él, que aún seguía en la misma posición.
-Rin, creo que ya podemos salir- comentó Yasha, arrodillándose ante ella, quien aún lucía muy asustada. Asintió en silencio y se puso en pie, aún con la mirada asustadiza.
-Rin- Yasha le cortó el paso y la miró fijamente- no pienso irme de aquí sin saber quién rayos es Naraku-
-Yasha por favor, no me hagas preguntas- le suplicó Rin, al borde de la desesperación- no es que no desee contártelo, porque yo más que nadie deseo que lo sepas…-
-¿Entonces? ¿Por qué no dices nada?-
-Porque no es a mí a quien corresponde decírtelo…- afirmó severamente.
-¡Estoy cansado de esto!- se llevó las manos a la cabeza, muy molesto- ¡Me harta que Sesshômaru me oculte cosas! ¿Quién se cree?-
-¡Yasha!- dijo Rin en un grito ahogado, señalando con su índice algo que estaba a sus espaldas.
-¿Eh?- Yasha se volteó hasta el lugar indicado por Rin.
Y sintió que se le helaba la sangre.
Justo en la entrada del callejón habían dos sujetos: uno era alto y robusto, parecía muy fuerte. El otro era más bajito, le llegaba debajo de los hombros a su acompañante, pero también era algo corpulento. Con un rápido movimiento Yasha colocó a Rin detrás de un cajón de basura y con una señal le indicó que se quedara allí.
-¿Quiénes son ustedes?- encaró Yasha a los dos hombres- ¿Y qué quieren de nosotros?-
Los recién llegados guardaron silencio, sin moverse de sus posiciones. Previniendo lo que se avecinaba, Yasha preparó sus puños, tranqueando sus muñecas.
-Bueno- dijo, inclinándose un poco y adoptando una postura defensiva-… al parecer es obvio que no han venido a platicar…-
Como si esa frase hubiera sido el pitido de un árbitro, que señala el inicio de una pelea, ambos sujetos se abalanzaron sobre Yasha. El primero de ellos le embistió con su hombro derecho, pero con un ágil salto Yasha lo esquivó y apenas tuvo tiempo de esquivar también la patada del sujeto más pequeño.
-Les advierto que no les va a ser tan fácil- Yasha hizo un guiño, deseoso de mostrarle sus habilidades a los tipos aquellos- verán, no es por ser egocéntrico, pero soy un experto en esto de las peleas callejeras-
Los hombres al parecer intentaban hacer una especie de ataque sincronizado, ya que uno atacaba primero con el fin de distraerlo, para que el otro le atacara justo en la dirección contraria. Yasha recibió un par de golpes, el chico no era infalible en su totalidad; pero sin lugar a dudas llevaba la ventaja frente a sus rivales. Al tipo grande y robusto ya lo tenía prácticamente fuera de combate, cada vez cometía movimientos y golpes con más torpeza. El sujeto pequeño aún le daba algo de batalla, pero Yasha era superior a él en velocidad y siempre lograba escabullírsele en el último momento.
El robusto intentó propinarle un golpe en el abdomen, el cual Yasha esquivó con un salto y con una rapidez digna de él, le lanzó una patada en el rostro que lo dejó tendido en el suelo, sin dar señas de poder reincorporarse. El pequeño trató de buscar venganza por su compañero caído, pero luego de varios intentos de golpes más empezó a cansarse, al parecer dependía de su compañero para que sus golpes fueran certeros, entonces Yasha tomó ventaja y con un certero golpe en el estómago, también le dejó tendido en el suelo, fuera de combate.
-Eso es para que aprendan a…- pero no pudo terminar la frase, sintió un fuerte golpe al lado izquierdo de su cuello y a los siguientes segundos se encontraba sobre el suelo frío. Intentó ponerse en pie en varias ocasiones, pero el dolor era muy intenso y se encontraba algo desorientado.
-¡Yasha!- Rin salió desesperada de su escondite para ayudar a Yasha. Detuvo su andar al observar a la silueta vestida de negro que la miraba fijamente.
-¡Dile a Naraku que nos deje en paz!- exclamó Rin, sacando fuerzas de la flaqueza y armándose de valor.
-Vaya… ya no eres la misma niña miedosa. En verdad ha pasado mucho tiempo, Rin- su interlocutor se quitó la máscara que le cubría el rostro. Rin se sorprendió al no encontrarse cara a cara con Naraku, sino con otra persona que ella también conocía muy bien.
-Musou…-
-¡Vaya! ¡No pensé que recordaras mi nombre linda!- rió Musou, mirándola de una manera extraña. Nuevamente el terror se apoderó de Rin, no le gustaba para nada la forma en que ese hombre la miraba.
-¡Déjalo en paz!- intentó mantenerse firme, cuando en el fondo se estaba muriendo de miedo- ¡Él no tiene nada que ver en esto!-
-¡Pero por supuesto!- comentó Musou, sin dejar de sonreír- ¡Ese chiquillo no tiene nada que ver! En realidad lamento haber tenido que utilizar mi fuerza con él, pero era un estorbo para mis planes…-
-¿Estorbo?- Rin frunció el ceño. Entonces, Naraku aún no sabía que Yasha era hermano de Sesshômaru. ¿Por qué los atacaban entonces? "Oh, por Dios…" exclamó para sus adentros, descubriendo cuáles eran las verdaderas intenciones de Musou.
-No te asustes Rin, tengo un asiento especialmente diseñado para ti, te aseguro que el viaje será placentero- con pasos firmes, empezó a acercarse a la mujer, quien se encontraba paralizada del terror.
-¡No le pongas las manos encima, maldito animal!- exclamó Yasha, quien se había reincorporado y le propinó un golpe en la mejilla izquierda de Musou.
Musou se limpió un hilito de sangre que corrió por su boca, el golpe de Yasha fue fuerte y certero. El chico debía estar realmente enojado.
-Chiquillo, mantente alejado de esto, no es tu asunto- sentenció Musou.
-¡Cállate! ¡Ha sido asunto mío desde que decidiste seguirnos en esa camioneta!- exclamó Yasha, cerrando sus puños- ¡No te acerques a Rin!-
-Vaya, al parecer tienes otro amante aparte de Sesshômaru, preciosa- rió Musou, mirando a Yasha de forma despectiva- ¿Puedo unirme a la orgía? Después de todo pasarás una buena temporada bajo mi cuidado-
-¡No la tocarás, imbécil!- Yasha se disponía a darle otro golpe en el rostro, pero esta vez Musou lo esquivó con un rápido movimiento. Yasha quedó asombrado por la rapidez con la que respondió a su ataque.
-No quieras pasarte de listo, niñito. La primera fue suerte, pero no descuidaré otra vez- dijo, mirándole fijamente.
-Lo mismo digo. Te salvaste por suerte ¡La próxima vez no fallaré!- exclamó Yasha saltando para atacar a Musou, pero éste detuvo su puño con una sola mano.
-Imposible- exclamó Yasha antes de caer de bruces en el suelo.
-Naraku tenía razón, eres un diamante en bruto. Tienes el potencial, pero te falta pulirte y mucho…- dijo Musou, como si estuviera examinando a un aprendiz.
-¡No te burles de mí!- Yasha se reincorporó, dispuesto a atacar a Musou de nuevo. Cuál fue su sorpresa al alzar la mirada y no encontrar a Musou frente a él.
-¡Yasha detrás de ti!- escuchó la voz de Rin que le advertía del peligro. Efectivamente, Musou le atacó por la espalda, haciendo que cayera nuevamente en el piso.
-¡Déjalo Musou!- Rin intentó ir en ayuda de Yasha, pero comprobó con horror que no podía moverse. Y esta vez su parálisis corporal no se debía al terror que sentía, sino porque dos grandes y bruscos brazos la estaban rodeando. Eran aquellos dos sujetos, que con la confusión de la pelea entre Musou y Yasha, se han reincorporado y ahora impiden que vaya al auxilio del joven. Empezó a patalear e intentó morder a su captor, pero sintió cómo alguien colocaba un metal muy cerca de su cuello.
-Más vale que te portes bien linda, o me veré obligado a enterrártelo en ese precioso cuello que tienes- le amenazó el otro sujeto, blandiendo el cuchillo con su mano derecha y sonriéndole sádicamente.
-Sujétenla bien, Kangerômaru, Yuurômaru- pidió Musou a sus dos compañeros.
-¡Rin!- exclamó Yasha aterrado, al ver que amenazaban con un cuchillo a Rin. Tenía ganas de caerle encima a esos dos tipos y degollarlos con ese mismo cuchillo. Pero sentía su cuerpo muy adolorido y el golpe que le dio Musou la primera vez aún lo tenía bastante desorientado. Sintió cómo Musou le tomaba por los cabellos, miró fijamente a aquel sujeto. Al parecer estaba muy divertido y se sentía superior a él. Nunca en su vida Yasha se sintió tan indefenso como ahora, ni siquiera cuando supo que sus dos padres estaban muertos y que se encontraba solo en el mundo. Estaba consciente que Musou podría matarlo en ese mismo instante. Pocas veces se sentía tan cercano a la muerte.
-Dile a tu jefe que tenemos algo que le pertenece- susurró Musou en su oído- que si quiere volverla a ver tendrá que jugar bajo nuestras condiciones…-
Lo último que sintió fue un fuerte golpe en su sien y los sollozos desesperados de Rin. Luego de aquello, sintió su cuerpo liviano, como si por momentos se desvaneciera y todo se sumiera en una profunda oscuridad, en donde ya no escuchaba ningún grito de auxilio ni sentía ningún dolor.
[CONTINUARÁ]
Bien, demoré mucho con este capítulo, tengo que admitirlo. Y pido perdones, pero es que la escuela me roba demasiado tiempo. A mediados de mayo comenzarán mis exámenes bimestrales, de modo que les pido paciencia por favor. Creo que me dará tiempo para escribir el capítulo catorce si me organizo bien, pero no garantizo nada. Paciencia por favor, sé que muchos estarán en mi misma situación y me comprenden *voz en off* ¡Escuela mala!
No me odien, no haré sufrir tanto a Rin, pero es que su secuestro es esencial para la trama de la historia. A partir de aquí se desarrollarán varios eventos que… bueno, que ni se imaginan ^_~
Por cierto, con el capítulo anterior tuve un problema con la separación de párrafos, al parecer no me aceptaba bien el formato. Espero que para esta vez sí se diferencien bien los cambios de escena y si no pido disculpas, pero no está en mis manos, sino en el servidor de fanficion.net que no interpreta bien mi formato. En fin, si sigue así para el siguiente capítulo pensaré cómo solucionarlo.
Como siempre, gracias a todos los que me han mandado reviews, ya casi llego a los cien y es difícil creerlo. Me pone muy feliz que la historia les agrade, y va para larguito de modo que aún falta para que se libren de mí y de mi fanfic ^^.
El capítulo va dedicado a mi Neechan Rita, que lo estaba esperando desde hace mucho ^^, prepárate para el catorce linda… ya tú sabes lo que se viene.
También a mi preciosa Chibi ^^ mi deshi aplicada xD. Gracias por el apoyo de siempre.
Y a mi linda Lulú… para que no me regañe porque no tengo el capítulo listo xD. Espero que te guste ^-^
Para comentarios meiko@wings.distant-sky.org nos vemos en el siguiente capítulo.
