Sin Rastro

Por: Meiko Akiyama

Capítulo 15: "De fin de semana"

-Entonces es cierto lo que dicen, sobre la pequeñez del mundo…- sonrió Kagome a su nueva amiga. A veces las coincidencias en este mundo son muy agradables, especialmente cuando se conoce a gente como Sango.

Ninguna de las dos podía creer su encuentro tan inesperado, ni tampoco que adquirieran confianza tan rápido. Para ambas, era casi como estar hablando con una amiga a la cual conocen de toda la vida, no les resultó muy difícil contarse sus confidencias con soltura, sin miedo a ser traicionadas. El tiempo se les pasó demasiado rápido, pero aquella tarde les bastó para conocerse a la perfección, y para afirmar con firmeza que han encontrado una amiga perfecta.

-¿Sabes Kagome?- Sango detuvo su andar, con Kirara al hombro, para mirar a su amiga fijamente- me prometí a mí misma que no intervendría, pero no puedo, lo quiero mucho a él… y en pocas horas he aprendido a quererte a ti también…-

-Sango…- Kagome intentó detenerla, sabía que hablaría de Yasha.  

-Yasha es un buen chico, Kagome- sonrió Sango con dulzura-… sólo tiene miedo de hacerte daño…-

-¿Por qué daño? ¿Por qué?-

-Tiene que decírtelo él…- sonrió Sango, mientras movía su mano en señal de despedida-… verás que lo hará pronto…-

-¡Kagome!- escuchó a Midoriko, quien daba un par de golpecitos a su puerta- ¿Ya tienes todo listo?-

-¡Casi!- Kagome cerró la cremallera de su maletín y tomó su bolso de mano. Antes de salir del cuarto, se miró al espejo, seguramente al regresar su rostro estaría completamente bronceado. Tal vez aquel fin de semana le ayudaría para despejar su mente, y no pensar tanto en Yasha.

-¡Hermana! ¡Apresúrate!- Sota entró en la habitación corriendo y, sin mayores preámbulos, tomó a Kagome de un brazo y con todas sus fuerzas empezó a "arrastrarla" hasta el pasillo. Kagome, fingiendo debilidad, se dejó llevar por su feliz hermanito hasta la puerta de entrada. Allí ya se encontraba su padre, dándole las últimas instrucciones a Midoriko, Myôga aún estaba demasiado nervioso. Al principio insistió en que un escuadrón de seguridad les acompañara, pero Kagome protestó casi al instante. Midoriko le convenció que estarían a salvo, pero como Myôga no dejaba de preocuparse, tuvieron que aceptar que Kouga las acompañara. Y allí estaba el joven policía, con ropa de playa y unos lentes oscuros, esperando afuera con el auto.

Kikyô estaba con su mirada fría y perdida, como siempre. A ella le era totalmente indiferente aquel viaje a la playa, hasta que Midoriko llegó con la noticia que su prima las tendría que acompañar. Claro, le sería indiferente la prima de Midoriko, si ésta no fuera Tsubaki. No protestó abiertamente como Kagome, pero en su rostro se reflejaba incomodidad. "Este paseo familiar se ha convertido en un acto de circo…" la escucharon comentar en la cena "tenemos un domador, una payasa y un enano. Claro, al público le sale gratis…" con 'enano' se refería al pequeño Shippou, a quien Sota invitó también.

-Por favor, Kouga, cuídalas mucho…- volvió a decir Myôga por enésima vez, a lo que Kouga respondió elevando su pulgar al cielo, con gesto despreocupado.

-¡Para el almuerzo pararemos en la pizzería que queda cerca de la playa! ¿Verdad Midoriko?- preguntaba Sota, mientras de un saltito se introducía en el automóvil.

-¡Sí, sí, sí! ¡Yo quiero pizza!- exclama Shippou, quien se unía a su amigo, adentro del auto.

-No se preocupe Señor Higurashi- sonrió Tsubaki, quien llevaba sus largos cabellos recogidos en una alta coleta, miró a Kouga de soslayo-… estoy segura que estamos en buenas manos…-

-Sí, por qué no dices que quieres estar "entre" sus manos- carraspeó Kikyô, mientras subía su maletín al auto. Sintió la dura mirada de Tsubaki sobre su nuca, pero lejos de incomodarse, sonrió ampliamente.

-Oh, sí, definitivamente será un largo e interesante fin de semana- sonrió Kagome al ver semejante espectáculo. Sí, tal vez su hermana no estuviera muy equivocada el referirse a ese paseo como todo un circo. Viéndole el lado positivo, quizás no tuviera tiempo para pensar en Yasha durante estos días. Una vez dentro del auto, saludó a su padre desde la ventana, diciéndole adiós. Ignorando las miradas asesinas de Tsubaki y su hermana, sin prestarle atención a los gritos infantiles de Sota y Shippou y despreocupándose porque Kouga no lograba colocar bien el mapa… se quedó mirando a su padre, quien permaneció durante varios minutos afuera de la casa… y estaba segura que sólo desapareció cuando el carro se perdió en el horizonte. 

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Al encender el motor del auto, maldecía a su hermano. ¿Cómo es posible que le mande tan lejos? ¿Y solo? Todavía si lo hubiera mandado en compañía de Kanna o hasta de Kagura, las cosas serían muy diferentes. Sus predicciones fueron ciertas, y Naraku casi revienta del coraje cuando supo que Rin había sido liberada por el mismo Sesshômaru. Sin embargo, el berrinche y la pataleta le duró poco, puesto que anunció a Musou que "lo bueno de estos casos" es que siempre tenía preparado un plan de contingencia. Pero en ésta ocasión no se trataba de Sesshômaru, no, ahora le tocaba el turno al jefe de la policía, el comandante Higurashi. Según Naraku, debían detener sus investigaciones o el tipo podría echarles a perder sus planes. Y claro, la única manera de amenazarlo directamente era reteniendo a su familia. Con su red criminal operando ahora en la ciudad, Naraku descubrió que la familia del comandante saldría de paseo durante este fin de semana. Y claro… ¿Quién tendría que seguirlos? Él, Musou.

¡Maldito Naraku! Sólo porque sus arbitrarias órdenes le dieron demasiado coraje, no le dio la gana de contarle acerca de ese niño, de Yasha. ¡Quién iba a imaginar que Sesshômaru tendría un hermanito!  Sin embargo, la madre de Sesshômaru murió poco tiempo después de nacer él. ¿Cómo entonces, iba a tener un hermano? ¿Acaso no le estaría tomando el pelo? A menos que…

-¿Ahora qué?- Musou contestó despreocupadamente su móvil, sabía que se trataba de su hermano- ¿acaso cambiaste mi misión o qué?-

-Por supuesto que no- escuchó tajantemente del otro lado de la línea- quería saber si ya has partido-

-Sí, sí…- carraspeó Musou-… estoy en el auto, si a eso te refieres-

-Espero que cargues el mapa contigo-

-¿Por quién me tomas, hermano?- sonrió Musou, confiadamente.

-¿Tengo que responder a esa pregunta?- dijo Naraku, por toda respuesta. La sonrisa se borró de los labios de Musou, odiaba cuando su hermano se ponía así de impertinente.

-Lo siento, esta parte de la carretera presenta interferencia. Cambio y fuera- dijo Musou, cerrando la llamada y aventando el teléfono hasta el asiento trasero. Pocos segundos después, escuchó que sonaba. Sin embargo, él no tenía ningunas intenciones de atender el llamado de su hermano, por ello dejó que sonara por varios minutos seguidos, hasta que finalmente Naraku pareció cansarse y el auto quedó nuevamente en silencio. Musou extendió su mano hasta el mapa, el cual había sido colocado en el asiento del copiloto. Aún faltaba muchísimo camino para llegar, ni siquiera se encontraba en las afueras de la ciudad. Pero no tenía prisa, estaba lejos de la red de Naraku, podría actuar bajo su propio criterio y a su propio ritmo. Además, no podría comunicarse con su hermano, hay "interferencia" por toda la carretera.

-Este será un largo fin de semana…- sonrió, mientras encendía el radio a todo volumen, dispuesto a disfrutar del recorrido.

Lo que menos se imagina Musou, es que, unos cuantos metros atrás, va un visitante. Alguien que le está siguiendo los pasos cuidadosamente, y no se trata precisamente de su hermano Naraku.

Se trata de Yasha. Distinguió a Musou en un pequeño mercado, en donde Miroku prácticamente le obligó a hacer unas pequeñas compras. Casi no podía creer cuando le vio a pocos metros de él, comprando unas cajas de cerveza y una caja de cigarrillos. Siguiendo sus impulsos, se decidió a seguirlo. Está completamente convencido que Musou le llevará directamente hasta Naraku, y entonces podrá ajustar cuentas personalmente con ese sujeto. Si su hermano no está dispuesto a darle respuestas, tendrá que buscarlas por su cuenta, y qué mejor manera que seguir a Musou. Sí, probablemente esté cometiendo la mayor imprudencia de su vida, pero no le importa. ¡Tiene que saber la verdad! Además, ya tiene ganas de tener al tal Naraku frente a frente y decirle un par de cosas. Para empezar, que es un cobarde asqueroso, por secuestrar a Rin y usarla de anzuelo para llamar la atención de su hermano.

El sonido de su teléfono empieza a sonar, se sobresalta, como si Musou fuera capaz de notar su presencia. "¡Qué cosas piensas, Yasha!" pensó, Musou iba varios metros delante de él. Ha decidido seguirlo a una distancia prudente, para que Musou ni siquiera sospeche que alguien le esté pisando los talones.

-¿Se puede saber dónde estás?- era la voz de Miroku, seguramente se encontraba hambriento y furioso en casa, porque Yasha no ha regresado ni con el cereal ni con las tostadas.

-No puedo decirte ahora…- tomó aire, sin quitar su vista de la carretera ni del auto de Musou-… sólo voy a decirte una cosa…-

-¿Qué?-

-Creo que te quedarás sin desayuno- sentenció tajantemente.

-¿Qué me estás queriendo decir? ¿Yasha, en qué lío te metiste? Mira que si te enfrascaste en alguna pelea callejera y te atrapó la policía…-

-Por supuesto que no Miroku ¿Qué tipo de imbécil me crees?- resopló Yasha, molesto.

-Yasha, dime en dónde te encuentras… ¿tiene algo que ver con Kagome? ¡Yasha no cometas ninguna locura!- se alarmó Miroku.

-¿Qué? ¡Claro que no! ¡Y ya no fastidies!- Yasha arrojó el móvil a la parte trasera del auto. Éste empezó a sonar a los varios segundos después, pero Yasha estaba demasiado enfrascado en 'otras cosas' como para responderle a Miroku. "¿Tiene algo que ver con Kagome?" pues no, no tenía nada que ver con ella, pero la sola mención de su nombre… la trajo instantáneamente a sus pensamientos. Era como si Miroku hubiera abierto un portón y dejado salir todo lo que su mente acumulaba de ella. Sus risas, sus caricias, sus palabras… y aquel beso… tan dulce, tan sublime, tan único.

Suspiró, meneando un poco la cabeza. Iba a terminar saliéndose de la carretera si seguía pensando en ella. Subió un poco el volumen del radio, para distraerse un poco. Quizás las letras de la canción le hicieran olvidar, de momento, a Kagome.

-Sí, será un largo fin de semana…- suspiró, mientras las risas de Kagome se perdían en el sonido de la guitarra eléctrica que provenía de la radio.

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Carraspeó por enésima vez, mirando dubitativamente la puerta. Miró la reluciente perilla, que le llamaba a ser abierta; tenía muchas ganas de colocar sus manos sobre ella y hacerla girar. Sin embargo, siente demasiado temor. Detrás de aquella puerta, se encuentra ella. No ha hablado con ella desde… "esa" ocasión. ¿Cómo comportarse? Seguramente recibirá muchos golpes, muchas palabras hirientes… ¿y qué? Las merece, en el fondo sabe que se las merece. Además, siente un deber para con ella, tiene que decirle la verdad.

Miroku experimentó una extraña sensación al tocar el timbre. Ya no había marcha atrás, porque echarse a correr despavorido no era de hombres. Ahora no era el momento de acobardarse. Contuvo la respiración cuando la perilla empezó a moverse, y la puerta se movía lentamente de su umbral. Seguramente no transcurrieron más de un par de minutos, pero fue como si lo contemplara todo en cámara lenta.

-¿Qué se le ofrece…?- Sango se le quedó mirando fijamente, varios minutos. Sus ojos denotaban asombro, y sus labios estaban separados algunos milímetros, como si quisiera decir algo, pero no supiera qué. No dejaba de preguntarse "¿Qué demonios hace aquí?" ¿No es suficiente para Miroku el haberla humillado aquella vez? ¿Para qué se presenta? ¿Con qué cara? ¿No tendrá vergüenza? "Claro que no" pensó ella, con rabia "un hombre como él, es un completo desvergonzado".

En contraparte, Miroku simplemente se daba su tiempo para admirarla. La ha visto en tantas ocasiones, durante el trabajo, cuando luce concentrada en la pantalla del computador; las pocas veces que ella ha aceptado salir a divertirse con él y Yasha; las veces que la ha contemplado en silencio, mientras juega con Kirara; los momentos en que está sumida en la melancolía; mientras duerme… y nunca antes la ha visto más hermosa que ahora. Luce simplemente perfecta… entonces comprendió, su corazón le reveló un secreto a voces, que siempre estuvo allí, latente dentro de sí, pero que jamás se atrevió a decir en alto… aquella era la mujer que él amaba de verdad.

¿Por qué hasta ahora se da cuenta? ¿Por qué?

-Sango, yo…- él no hizo más que pronunciar un par de palabras, y ya Sango le estaba cerrando la puerta. Con rapidez, él se inclinó hacia delante; quedó con mitad del cuerpo dentro de la casa y la otra mitad por fuera.

-¡Vete de aquí!- exclamó ella, ya en el pasillo- ¡Te doy unos minutos para que te vayas por tu cuenta! ¡Si no lo haces, no me hago responsable por las consecuencias!-

-Sango, por favor…- suplicaba Miroku, mientras se zafaba de la puerta, y recorría con libertad el pasillo-… hablemos como dos personas civilizadas-

-¡Pues yo sólo veo una!- dijo Sango, quien cerró bruscamente la puerta de su habitación.

-Sango, linda, por favor…-

-¡No me llames así!- Sango golpeó la puerta con la palma abierta. Sintió ardor en su mano, pero nada era comparado con la rabia que sentía. De un salto quedó en su cama, oprimió su rostro con fuerza contra la almohada, como cuando era pequeña y su padre le había negado algún juguete.

-Sango…- Miroku colocó su mano sobre la puerta de la habitación de Sango. Lanzó un suspiro desalentador. Él sabía que no iba a ser recibido con besos y abrazos… estaba preparado para un rechazo como aquel. Sin embargo, de imaginarlo a vivirlo existía muchísima diferencia.

No estaba seguro si era su imaginación, pero le parecía escuchar sollozos desde el otro lado de la puerta. Pegó su oído a la madera, tratando de escuchar un poco mejor. Sí, parecían ser sollozos… estaba llorando por su culpa. ¿Cómo ha podido ser tan miserable? Tenía pensado aprovechar la ocasión para pedirle perdón por su comportamiento y si todo pintaba bien, revelarle cuánto la amaba. Pero ahora… estaba pensando que lo mejor era dejar las cosas así. Después de todo, estaba claro que lo único que siempre hará es provocarle disgustos y tristezas a la pobre de Sango. Y ella merece algo mejor que eso, merece ser verdaderamente feliz junto a un hombre que la ame pero que, además, le pueda ser fiel. Y es precisamente allí donde él falla, porque puede amarla como amará a ninguna… pero fidelidad es lo que no puede prometerle. Con tristeza, quitó su oído de la fría madera, dispuesto a terminar con esta visita de una vez.

-¡Sango! ¡Abre la puerta, por favor! ¡No he venido a hablar de nosotros!- exclamó, esperando que aquellas palabras pudiera llamar la atención de la joven.

-¿Qué demonios estás diciendo?- la voz de Sango se escuchaba más cerca, indicativo que por lo menos le ha prestado algo de atención o, quizás, de curiosidad.

-¡Vengo a hablar contigo de algo muy importante! Te aseguro que a ti te interesa demasiado, por favor, ábreme la puerta…- Miroku retrocedió unos pasos al sentir que la puerta se abría. Allí tenía a Sango, frente a él, mirándole desafiante y dudosa.

-¿Qué es lo que me tienes que decir? Más te vale que no sea uno de tus trucos, porque…-

-Es de tu hermano Kohaku…- le cortó Miroku.

Sango se tuvo que agarrar del umbral de la puerta, porque sus rodillas se doblaron con brusquedad al escuchar el nombre de su hermano. Miró fijamente a Miroku, con los ojos lloroso. ¿Qué sabía él de su hermano? Miroku la miraba con fijación, con una ternura hasta ahora desconocida en él.

-Mejor siéntate, Sango…- dijo Miroku, mientras con cuidado le tendía su mano, la cual quedó en el aire por varios segundos. Sorpresivamente, Sango tomó su mano con fuerza, como si jamás deseara soltarla. Sintió una cálida sensación apoderarse de su ser, era una lástima que jamás pudiera tener a Sango para él.

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Cuando despertó aquella mañana, encontró el lado izquierdo de la cama totalmente vacío. Al principio pensó que todo se había tratado de un sueño, un hermoso sueño del cual había despertado finalmente. Sin embargo, encontró una nota en la mesita de noche, la cual decía: "Salí temprano. Hay para el desayuno en la cocina. Sesshômaru". Se sintió tan feliz que guardó aquella notita en su cartera, como si de una joya valiosa se tratase. Luego de desayunar, se sentía algo aburrida y cansada, decidió regresar a su casa; después de todo necesitaba ducharse y cambiarse de ropa. Quizás luego fuera a encontrarse con Sesshômaru. La sola idea de volverle a ver le llenaba de ansias. No tenía idea de cómo tratarle ahora… porque las cosas cambiarían luego de anoche ¿no es así? Ella cree fervientemente que las cosas a partir de hoy serán diferentes, porque luego de tener el amor de Sesshômaru por unas horas, no está segura de poder vivir sin sus caricias.

Pensó con más detenimiento en Sesshômaru. ¿Sería el capaz de llevar una relación de pareja, con ella? No era capaz de imaginarse a Sesshômaru con "novia". Estaba claro que él no estaba para esas cosas "cursis". ¿Acaso actuará como si la noche anterior no hubiera ocurrido? Espera que no, porque de ser así, le desgarraría el alma.

Al divisar su edificio, lo primero que notó fue un enorme salón de mudanzas que estaba estacionado en la entrada. Arqueó sus cejas e inclinó un poco su cuello hacia el frente, con curiosidad. Se preguntaba si tenía nuevos vecinos o por el contrario, alguien se estaba mudando. Ahora que lo pensaba, ni siquiera recuerda que algún apartamento estuviera en venta. "Bueno, tampoco es que he estado pendiente de esas trivialidades últimamente" pensó mientras colocaba el auto en el estacionamiento asignado a ella. La idea era subir a su casa enseguida, pero la curiosidad pudo más y se aproximó hasta la entrada, para observar más de cerca el camión de mudanzas.

En ese momento, dos enormes hombres, muy musculosos; se encontraban subiendo un bonito sofá color crema por la rampa del camión. Se extrañó muchísimo, ya que ese sofá se parece mucho al que tiene en su apartamento. Mientras más se acercaba al sitio, más aseguraba que era su sofá. Se llevó una sorpresa al descubrir que aquella mesa de centro que estaba colocada a un costado del camión, también se parecía muchísimo a la suya.

-¿Señorita Rin?- escuchó una voz a sus espaldas. Del susto dio un saltito, inclinándose hacia delante. Se volteó, encontrándose cara a cara con un hombre de mediana estatura, con ojos grandes, barbilla y nariz muy pronunciadas. Tenía los cabellos cafés, algo enmarañados y de aspecto bastante grasoso. Ya lo ha visto antes, trabaja para la compañía, del departamento que se encarga de la adquisición de armas. Se sintió algo avergonzada al no poder recordar su nombre. Se lo escuchó a Sesshômaru en un par de ocasiones…

-¿Kaijonbou?- preguntó ella dubitativamente. Se sintió aliviada cuando el hombre arqueó sus labios, asintiendo.

-Tengo que recoger un encargo muy cerca de aquí, y el señor Sesshômaru me pidió que a su apartamento un segundo, para supervisar que todo estuviera marchando bien…- le explicó Kaijonbou.

-¿En serio?- Rin arqueó sus cejas, comprendiendo que, después de todo, sí estaban mudando sus cosas- ¿Puedo saber…?-

-El señor Sesshômaru contrató él mismo esta agencia de mudanzas. Ellos dicen que terminarán dentro de unos minutos a subir todas sus cosas. El señor Sesshômaru dice que usted sólo debe subir a buscar sus ropas y demás pertenencias personales- Kaijonbou hizo una leve reverencia ante Rin- he cumplido, señorita, ahora debo irme a cumplir mis deberes…-

-¡Espera un segundo!- Rin se acercó al hombre, aún sin comprender bien qué ocurría- ¿Adónde llevan todas mis cosas?-

-Según tengo entendido, a la residencia del Señor Sesshômaru…-

Era como si le hubieran lanzado un balde de agua fría. Se quedó allí, congelada por aquellas palabras, mientras contemplaba a Kaijonbou montarse en un vehículo y alejarse de allí. ¿La estaban mudando a casa de Sesshômaru? ¡Tiene que ser una broma!

-Señorita, ya tenemos todo listo… supongo que usted sabe hacia dónde nos dirigimos- le dijo uno de los hombres musculosos-… en su clóset está toda su ropa, ninguno de nosotros la ha tocado. Es lo único que queda por empacar…-

-Sí, gracias- atinó a decir Rin, quien no se recuperaba de su asombro. El estruendoso ruido del motor del camión, le hizo salir de aquel extraño trance. La primera idea que le vino a la mente fue tomar su teléfono móvil y marcar el número de Sesshômaru. Ahora sí que necesitaba hablar con él.

-Necesito tener informe de…- las instrucciones de Sesshômaru se vieron interrumpidas por el timbre de su móvil. Estuvo a punto de no responder, le fastidiaba que le llamaran cuando estaba en la compañía, pero se sintió tentado a hacerlo cuando leyó en la pantallita tintineante que se trataba de Rin. "Ahora sí que te has vuelto un cursi empedernido…" pensó, sin saber si reír o te plano enojarse. Le hizo un gesto a Yakken, indicándole que le esperara.

-¿Sesshômaru?-

-¿Qué se te ofrece?- carraspeó, tratando de sonar lo más serio posible. Esperaba que Rin no se pusiera melosa ni mucho menos, se encontraba en su trabajo y no hay tiempo para esas cosas. Las pasiones y el… amor… eran en la intimidad del hogar.

-Me encuentro en casa, quiero decir, en mi apartamento…-

-Imagino que ya te encontraste con Kaijonbou…-

-Pues… sí… y quisiera decir que… bueno, estoy sorprendida-

-Estás en tu derecho- admitió Sesshômaru, él aún se asombraba de sí mismo y la decisión que ha tomado.

-Es que yo… bueno, no me esperaba que… tú sabes…-

-Si no compartes mi decisión, te paso el número de la agencia y cancelas todo- dijo él tajantemente, ante la mirada curiosa de Yakken, lo cual le hacía sentirse acosado.

-¡Por supuesto que no! ¡Claro que lo deseo…!-

-Me alegra que así sea… entonces, nos veremos esta noche- Sesshômaru se sintió algo aliviado cuando llamaron a la puerta y Yakken se apresuró a contestar, desviando su atención. Ahora tenía un poco más de libertad para hablar con Rin-… tu tarjeta de crédito ha sido renovada. Remodela todo a tu gusto… no te preocupes por precios. Después de todo, es tu casa ahora también…-

-Sesshômaru…-

-Hasta la noche, Rin… y por favor cuídate. No te mando escoltas porque sé que Naraku es demasiado inteligente como para cometer el mismo acto dos veces. Pero aún así yo…- hizo una pausa, Yakken aún estaba muy entretenido hablando con la joven secretaria, Yura-… sólo cuídate…-

-Así lo haré. No te preocupes… ¿Sesshômaru?-

-¿Sí?- él escuchó cómo Rin ha puesto ese tono meloso que tanto teme. Seguramente vendrá alguna frase como…

-Te amo…-

Sí, una frase como esa. Detesta ese derroche de cursilerías, y más si es tan temprano. Sin embargo, no puede evitar reír interiormente; porque es una de las cosas que tanto ama de Rin.

-Nos veremos en casa esta noche…- cerró el aparato y lo introdujo en el bolsillo de su camisa. "Mujeres…" suspiró, reclinándose en el asiento.

-¡Señor Sesshômaru!- Yakken volvió a su lado prácticamente corriendo.

-¿Qué demonios ocurre?- Sesshômaru arqueó sus cejas, era demasiado común que Yakken se exaltara con cualquier tontería, pero ahora sí que parecía realmente afectado. Chasqueó la lengua, ojalá no sea nada grave.

-Tenemos visita, mi señor Sesshômaru…- exclamó Yakken, nervioso.

-¿Visita?- Sesshômaru frunció el ceño nuevamente. ¿De quién se puede tratar?- no tengo ni ganas ni mucho menos tiempo como para recibir a nadie. Por más importante que sea el cliente, no voy a recibirlo. Que se entiendan con Yura y que ella les arregle una cita, y que no sea hasta la siguiente semana- ordenó haciendo un gesto de fastidio. No estaba de humor para recibir a ningún cliente, porque su tiempo de guerra personal con Naraku estaba en su punto crítico.

-No se trata de ningún cliente, señor Sesshômaru- carraspeó Yakken nerviosamente.

-¿Ah no?- Sesshômaru tomó su cajeta de cigarrillos con una mano y su encendedor con la otra- ¿Pues de quién demonios se trata? ¡Odio las intrigas Yakken! ¡De modo que abre tu boca ahora!-

-¡Que no puede entrar…!- las mejillas de Yura se sonrosaron al sentir la dura mirada de Yakken sobre ella. La joven bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior-… lo siento señor Yakken, le advertí que no podía entrar sin autorización, pero el señor no me prestó atención-

Sesshômaru no escuchaba las disculpas de Yura, ni mucho menos los gritos escandalizados de Yakken. Él simplemente miraba al recién llegado. Es un anciano de contextura delgada, cabellos plagados de canas, están todos casi blancos; el color de su piel es bastante bronceada. Viste una camisa café, en su mano derecha sostiene un bastón de madera perfectamente barnizado, el cual está adornado en la punta superior con el adorno de un perro, aunque más bien asemeja a un lobo. Sesshômaru no puede dejar escapar una sonrisa al notar ese pequeño detalle.

Han pasado unos diez años, no en balde, ya que se ve más viejo de lo que recordaba. Sin embargo, sigue teniendo ese semblante longevo de siempre, y esa sonrisa burlona que jamás abandonaría sus recuerdos. Sus ojos parecían examinarlo fijamente, justo como lo hacía tiempo atrás, como si tan sólo regresara de unas cortas vacaciones y volviera al trabajo.

-Ha pasado mucho tiempo, Tôtôsai- comentó Sesshômaru, quien con cortesía le hizo un gesto con la mano, invitándole a sentarse. Dejó los cigarrillos a un lado, ya habría tiempo para su vicio en otro momento.

-Has heredado el vicio de tu padre- indicó el anciano, mientras tomaba asiento con movimientos lentos en la silla que antes había sido utilizada por Yakken.

-No creo que hayas venido hasta aquí sólo para decirme que fumar es nocivo para la salud- ironizó Sesshômaru.

-Pues la verdad, no- asintió el anciano, sonriendo de esa manera tan burlona, característica de él-... he venido hasta aquí porque sé perfectamente que tú y Naraku están a punto de iniciar una cruenta guerra-

-Hablas como si fuera una batalla épica. Yo sólo busco venganza- anotó Sesshômaru, mirando a Tôtôsai de manera inquisitiva.

-Lo único que te pido es que no uses la pistola que te heredó tu padre para cometer esa "venganza"- Tôtôsai dejó de hablar de aquella forma tan alegre y despreocupada, para adoptar un tono más serio y desafiante.

-¿Y si no qué harás? Además ¿para qué iba mi padre a dejarme una pistola si no quiere que la use? Una pistola está hecha para un único fin: matar. Mi padre lo entendía así, es por ello que me la dejó… ¿Por qué iba a hacerlo, entonces?- comentó Sesshômaru, poniéndose en pie bruscamente. Yakken retrocedió unos pasos, temeroso. Sin embargo, Tôtôsai ni siquiera cambió de posición en su asiento.

-Precisamente vengo a hablarte de ello. Claro, es preciso que también hable con tu hermano- Tôtôsai tosió tres veces, de forma estruendosa- por cierto ¿dónde se encuentra? He recorrido gran parte de la compañía y no lo he visto-

Sesshômaru sintió su corazón encogerse. El vejete de Tôtôsai exigía hablar con su hermano… Yasha exigía conocer la verdad. Además, él mismo le dijo que le revelaría todo muy pronto. Tal vez ya era hora de hablar con la verdad de una vez por todas. Que ese secreto que ha permanecido como un tabú se desvele. Tiene que empezar a aceptar que su "estúpido medio hermano" ya es un hombre. Puede soportar la terrible verdad que ocurrió hace diez años. Y el hecho que Tôtôsai esté presente ayudará mucho, Yasha tendrá la oportunidad de escuchar su versión. Sí, ya es hora.

-Bien, le diré que se presente- Sesshômaru tomó el teléfono y marcó hacia casa de su hermano. El timbre sonó una, dos, tres, cuatro, hasta cinco veces; y luego se activó la contestadora. Cerró la llamada y volvió a marcar, ocurriéndole nuevamente lo mismo. No era de extrañarse que Yasha no estuviera en casa, pero ¿Y Miroku? ¡A buen árbol se arrimaba! Seguramente está por allí, conquistando mujeres y rompiendo sus propios récords. Mejor era localizar a Yasha a su móvil. Marcó el número y… ¡Nadie contestaba! Marcó nuevamente, haciendo uso de los últimos retazos de paciencia que le quedaban. Nuevamente no recibió respuesta.

-¿Qué ocurre Sesshômaru?- preguntó Tôtôsai, parecía algo impaciente- ¿Dónde está tu hermano?-

-¿No localiza a Yasha, Señor Sesshômaru?- indaga Yakken por su parte.

-No…- chasqueó la lengua y haciendo un esfuerzo por no golpear el teléfono- ¡¿Pues dónde demonios se habrá metido el inútil ese?! Cuando no se le requiere siempre está allí revoloteando cual insectos a la miel… y cuando se le necesita ¡Se esfuma!... tremendo inútil me ha tocado por hermano-

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-¡Vaya…!- Yasha se frotó la nariz con fuerza, luego de estornudar-… alguien debe estar hablando bien de mí…-

Lleva varias horas en éste lugar y aún no ha dado con Musou. Se hospedó en un modesto motel, pagándolo todo en efectivo, no deseaba dejar rastro alguno de su presencia por aquellos lares, el sitio donde se encontraba cual quedaba a dos cuadras del sitio en donde vio a Musou hospedarse. Mientras se registraba y le daban un cuarto, perdió a Musou de vista, y tampoco vio su auto estacionado en las afueras del otro motel; lo cual quiere decir que ha salido a dar una vuelta por el lugar.

El sitio donde se encuentra es muy bonito, con un pequeño pueblecito de pescadores, con gente modesta y sencilla; quienes tienen sus casas cerca de la playa, pues de allí sacan su sustento diario. Un poco más lejos de la playa, se encontraban las casas de los turistas, se notaba muchísimo la diferencia. Tenían veredas muy bonitas, altos y frondosos árboles, grandes cercas y casi todas las casas, que más bien eran mansiones, tenían en la entrada un pequeño letrero que indicaba el nombre de la familia. Casi todos los apellidos daban a entender que allí se juntaba muchísima gente adinerada, los cuales iban allí durante las vacaciones o simplemente para pasar un divertido y relajado fin de semana.

En dos ocasiones fue prácticamente atropellado por adolescentes despreocupados que recorrían las poco concurridas avenidas con motos a toda velocidad. "¡Imprudentes!" les gritaba Yasha, visiblemente enojado. Sin embargo, cuando veía las motos alejarse, pensaba en sí mismo. Hace unas semanas atrás una moto le salvó la vida, le ayudó en el trabajo y le dio una jugosa suma de dinero.

Aquel sitio era muy tranquilo, hasta le recordaba a su hogar. Claro, era muchísimo más modesto… pero tenía esa sensación hogareña que le recordaba al sitio donde pasó toda su infancia y una pequeña parte de su adolescencia. Paso bastantes penurias económicas, muchos rechazos por parte de la gente, pero su madre siempre le llenó de cariños y mimos. Amor nunca le faltó y de eso no puede quejarse.

-Mami… hoy en la escuela me han dicho algo raro…-

-¿Algo raro? ¿Pues qué te han dicho, mi pequeño?-

-No lo entendí madre… me dijeron que yo era un niño… un niño… ilegítimo… sí, eso, eso dijeron. Mami, me miraron feo ¿eso qué quiere decir?-

Meneó su cabeza, no era momento de pensar en estas cursilerías. Lo mejor era buscar a Musou, que tenía muchas preguntas que hacerle.

Se detuvo en seco cuando observó una camioneta roja estacionada a pocos metros de una casa. Apostaría su alma al diablo a que esa era la camioneta de Musou. ¿Acaso en esa casa vivía Naraku? Y si así fuera ¿Cómo podía un sujeto que vive tan lejos de la ciudad, causar tanto daño y representar una amenaza considerable para su hermano? Pocos minutos después, vio como una silueta saltaba por la enorme cerca hecha de concreto de aquella casa y llegaba corriendo hasta el auto. Segundos después, la camioneta ya no estaba.

Yasha empezó a dudar que se tratara de la guarida de Naraku. ¿Entonces por qué Musou se escabullía como un ladrón o espía? Se supone que él y Naraku eran cómplices, no habría necesidad de ello. "Yasha, ahora sí que estás en medio de algo grande" pensó el joven mientras, manejado por la curiosidad, se aproximaba cautelosamente hacia aquella casa. Contempló desde la verja de entrada la enorme casa que resguardaban aquellos altos muros. Estaba pintada de blanco, con tejas rojas en el techo, al ojo puede contar tres niveles y un ático. La vereda principal estaba adornada a los lados con flores muy bonitas, de variados colores. Hay un hermoso cedro que sobresale de los muros. Hay una rama que está seguro él puede alcanzar si da un salto lo suficientemente algo.

-¡Te estoy diciendo que no es nada!- escuchó una voz femenina desde el patio. Desde el ángulo donde se encontraba no podía divisar muy bien a la dueña de aquella voz, pero se parecía muchísimo a la de… Kagome.

Negó con la cabeza, gruñendo de rabia. ¿No podía alejarla de sus pensamientos ni siquiera una vez? Todo tenía que relacionarlo con ella, todo. ¿Su corazón y culpa no dejarían de atormentarle jamás?

-¡Te juro que vi una sombra entre los matorrales cuando estaba en el balcón! ¡No estoy loco!- ahora escuchaba una voz masculina. Extrañamente, también se le hacía muy familiar aquel tonito.

"Estoy empezando a volverme loco" pensó, mientras alzaba la mirada hacia el cielo. Nubes rojizas destilaban los últimos rayos de sol, no tardaría en anochecer. Iba a escabullirse y hacer pies en polvorosa, pero entonces se chocó con un reluciente letrero de metal, bañado en tinta dorada. Allí se podía leer claramente con fina caligrafía en tinta negra: "Familia Higurashi". Su corazón y respiración se detuvieron, mientras volvía a leer la inscripción.

-Esto tiene que ser una broma…- murmuró, sin poderse creer lo que ocurría.

-¡Kouga! ¡Te digo que estás exagerando!- exclamaba nuevamente ella. La dueña de sus pensamientos, la protagonista de sus sueños… Kagome. Su subconsciente ha estado llamándola durante todos estos días sin cansancio, y ahora aparece ella atendiendo sus súplicas. Tan sólo con escuchar su voz se siente feliz. Su voz se escuchaba enérgica, fuerte… le agradaba saber que se encontraba bien. Pero no se iría  luego de sólo escuchar su voz, eso sí que no. Necesita verla… sus ojos piden a gritos verla, aunque sea una vez.

-Tengo que ser un idiota para hacer esto, pero…- Yasha caminó sigilosamente hasta la parte de la muralla en donde sobresalía la rama de aquel cedro. La examinó detenidamente, la rama parecía lo suficientemente fuerte como para sostener su peso. Ojalá y su cálculo no sea erróneo, o Kouga se encargaría de llenar su cuerpo de plomo.

Se arrodilló para tomar impulso y saltó con todas las fuerzas que tenía acumuladas en su cuerpo. Sintió un enorme alivio al rodear ambos brazos a la rama y ver que ésta ni siquiera se movía. Sí, sin duda resistiría. Con un ágil movimiento quedó sentado en aquella rama. Acomodó su espalda contra el tronco, para no ser notado.

Segundos después, escuchó dos fuertes estruendos. Una leve ráfaga, provocada por las balas rompiendo el viento, removió sus cabellos. El ruido provocó que las ramas superiores se movieran, pues una pequeña bandada de pájaros que estaba posada allí se asustó con los balazos de Kouga.

-¡Kouga! ¿Ves? ¡No es nada! ¡Y además asustas a los animales!- un par de metros más abajo, Kagome reprendía severamente a Kouga.

-Lo siento… pero tu padre me dijo que…- Kouga sintió sonrosarse de la pena. Se estaba comportando  como un obsesivo y su objetivo no era ése. Él simplemente deseaba pasar un buen fin de semana en compañía de Kagome.

-Lo sé Kouga- sonrió Kagome, tendiéndole la mano- pero mi padre no está aquí para vigilar que clase de "guardián" eres. Ahora simplemente goza de este fin de semana, que estoy segura mi padre no te dejará tomar muchas vacaciones…-

Con suavidad, Kouga tomó la mano de Kagome. Se sintió en el cielo al contacto con la suave piel de la joven. Ella le sonreía con dulzura, tenerla así le provocaba tantas cosas.

-Kagome, yo tengo que decirte algo…- murmuró Kouga. Quizás iba a cometer el peor error de su vida, pero ya no podía contenerse más.

-¿Dime?- sonrió Kagome, mientras contemplaba a Kouga. El rostro del joven detonaba mucho nerviosismo. Por alguna razón, a Kagome le divertía aquella actitud.

-Yo… yo… yo te quiero, Kagome- pronunció Kouga finalmente, desviando la mirada por la vergüenza que le causaba.

-Yo también Kouga- sonrió ella, sin dejar de sostener la mano del joven-… ya lo sabes…-

-Yo no me refiero a esa manera…- murmuró Kouga, mientras soltaba la mano de la chica.

-Oh… oh…- Kagome retrocedió unos pasos. Sentía sus mejillas arder ante tal revelación. No tenía palabras, ¿qué iba a responderle a Kouga? Ni siquiera ha sacado a Yasha de sus pensamientos, aún piensa que debe hablar con él para aclararlo todo. Y ahora Kouga le hace una declaración de tal magnitud. Siente que su corazón no va a soportar más emociones.

-¡Kouga!- exclamó Midoriko desde el balcón- ¿Puedes venir un momento, por favor? Necesito que me ayudes a mover unas camas para acomodar una habitación para Sota y Shippou-

-Yo… tengo que… bueno… yo…- Kouga miró a Kagome, quien parecía algo abstraída. Quizás era mejor dejarla sola, o tal vez ella ya no quisiera dirigirle la palabra nunca más. Pero no deseaba quedarse allí para averiguarlo.

-No te preocupes, hablaremos de esto luego- dijo Kagome, con una cálida sonrisa. Vio cómo Kouga se alejaba torpemente del lugar, lanzó un hondo suspiro cuando se supo sola.

-Esto no puede estar pasando…- exclamó ella, sin poder creérselo.

Contempló el alto y frondoso cedro, sonrió. Solía sentarse a los pies de ese hermoso árbol, en el regazo de su madre, cuando apenas era una niña pequeña. Su madre le cantaba canciones, hasta que ella conseguía dormirse plácidamente. Sintió la necesidad de correr hacia aquel árbol, como si allí se encontrara el remedio para todos sus males. Recostó su espalda contra el grueso tronco y cerró sus ojos.

-Yasha…- dejó que su nombre se escapara de sus labios. Sonrió ampliamente al pensar en él. ¿Cuánto tiempo hace que no le ve? No han de ser más que unos pocos días, pero a ella le parece toda una eternidad. ¿Qué tiene ese chico que la ha hipnotizado tanto? Él no le ha dicho palabras bonitas, ni tampoco ha sentido sus caricias, ni nada por el estilo. ¿Por qué entonces, está pensando tanto en él?

El único recuerdo que le dejó, fue el beso que ella le robó, aquella última vez que estuvieron juntos. Se ha aferrado al recuerdo de ese beso con fuerza, porque sabe que nadie nunca podrá arrebatarle el sabor de sus labios. Y por unos segundos, por unos gloriosos segundos, ella sintió que él también le correspondía. Por una fracción de segundos, los imaginó juntos, y experimentó tal felicidad… se la ha pasado todas las noches en vela, tratando de encontrar la razón por la cual él la rechazó. Tiene grabadas en su mente todas las excusas que él utilizó. Estaba segura que ella hubiera podido aceptar cualquier "secreto" suyo, por más oscuro o vergonzoso que fuera. Ella habría podido con eso, después de todo, se supone que el amor todo lo puede.

-Yasha…- volvió a decir nuevamente, con mayor fuerza en esta ocasión. No podía evitar pensar en él. No quería olvidarlo, no deseaba olvidarlo y dudaba que pudiera. Es la primera vez que se ilusiona seriamente por un chico y no está dispuesta a dejarlo ir tan fácilmente.

"Yo te quiero, Kagome…" recordar las dulces palabras de Kouga le hicieron sonrosarse de la pena. Nunca antes había pensado en Kouga como otra cosa que no fuera su amigo, su hermano. Pero ahora que lo piensa con detenimiento. Kouga es un buen chico, es atractivo, con una brillante carrera por delante. Es dulce, considerado, no es violento, educado. Es prácticamente lo opuesto a Yasha. Kouga es todo lo que le gusta de los hombres.

Y sin embargo, no puede sentir amor por él. ¿Por qué? Se supone que cuando encuentras a un hombre que reúne todas las cualidades que te gustan, deberías amarlo ciegamente. ¿Por qué no puede querer a Kouga, entonces?

Quizás porque puede que Yasha sea todo lo opuesto a su prototipo de chico perfecto, pero tiene algo especial, algo que no puede describir. Algo que hace que lo desee, que lo quiera sólo para ella.

-Eres un tonto, Yasha…- exclamó ella severamente, con algo de rabia.

"¿Con que soy un tonto, eh?" pensó Yasha, algo enojado. ¿Lo único que podía decir de él es que era un tonto? Bueno… quizás sí lo fuera. Porque había que estar tonto para separarse de una chica tan… ¡NO! ¡NO! ¡No va a pensar en eso! Él sólo ha venido a verla, aunque con la poca visibilidad que hay ya, parece prácticamente imposible.

Su escondite ha resultado ser un sitio estratégico. Escuchó completamente toda la estúpida y cursi declaración de Kouga. ¿Quién se cree ese tipo? ¡Hay que ser idiota para atreverse a hacer algo así! Sintió una sensación recorrerle por todo el cuerpo, y tardó varios minutos en reconocer que eran celos. Sí, estaba celoso del maldito lobo rabioso de Kouga. Porque eso era, un lobo rabioso que acecha a sus víctimas, esperando el momento certero para atacar. Y claro, qué momento más certero que éste, cuando se encontraba de fin de semana con Kagome. Después de todo, ¿qué hace él en casa de Kagome? ¿Qué hace, eh? ¿Quién es él para estar a su lado? ¿Quién se cree?

Escuchó un pequeño ruido más abajo. Ella se ha levantado y alejado varios metros del árbol. Está de espaldas a él… la luz de la recién salida luna dibuja perfectamente el contorno de su delicada figura. El viento nocturno mecía con suavidad sus largos y negros cabellos. Era la imagen perfecta… su corazón dio un vuelco, hubiera podido acostumbrarse a contemplarla de aquella manera. Después de todo, estaba consciente que no podía acercarse a ella, Kagome le estaba vedada. La chica extendió sus brazos al cielo, como si fuera un ángel tratando de volver a su hogar.

Yasha sonrió ampliamente al contemplar tal escena, con muchos sentimientos encontrados, lamentándose el haber descubierto que aquella era la chica que siempre estuvo buscando. Aquella que habría deseado compartiera con él cada minuto que la vida podría ofrecerle. Que Kagome era su mujer ideal, con la única que se imaginaba seriamente y a largo plazo. Es una lástima que tenga que rechazarla, que contentarse con observarla siempre de lejos. Él no podía mantener una relación con ninguna chica ajena a su entorno, porque significaría vivir en una mentira y Kagome merece mucho más que eso. Jamás podría besarla con libertad sabiendo que le está ocultando su verdadera vida, ni acariciarla sin culpas cuando sabe que no le está siendo sincero. Ni mucho menos poder disfrutar su relación, porque sabe que a su lado Kagome siempre sufrirá peligros. Ya fue testigo de ello, el secuestro de Rin le hizo entender que un trabajo como el suyo siempre implica un riesgo. Es por ello que dejar a Kagome es preferible, a que sufra en un futuro por su culpa. No puede poner su vida en riesgo, no a ella que ha sido tan buena con él. Siempre tan dulce, tan comprensiva. Si sabido adónde llegaría, seguramente habría rechazado aquella invitación de Miroku a divertirse.

-Perdóname, Kagome…- susurró, con sólo el viento y la noche atestiguando sus disculpas.

-¡Kagome! ¡La cena está lista!- Tsubaki se asomó por la puerta, buscando a la chica con la mirada.

-¿Eh?- Kagome estaba tan absorta en sus pensamientos, que no escuchó con claridad las palabras de Tsubaki.

-¡Tu cena! ¿O acaso quieres quedarte sin comer?- se burló Tsubaki, sonriente. Después de todo, tenía que admitir que Kagome no era como su hermana. Gracias al cielo, Kikyô ha permanecido recluida en su habitación desde que llegaron, y no ha tenido que ver su frío y estúpido rostro.

-¡Ya voy!- exclamó ella, haciéndole un gesto con la mano. En el viaje, ha comprobado que Tsubaki no es lo que pensaba. Aún no entiende por qué su hermana se comporta tan arisca con ella.

Iba a avanzar un poco, pero sintió un extraño movimiento en el cedro. Se volteó con rapidez hasta el árbol, y le pareció ver cómo una silueta saltaba desde una de las ramas al otro lado del muro.

El corazón se le detuvo por unos instantes e instintivamente corrió hacia el árbol. Estaba algo asustada, pero tenía que comprobar si realmente alguien estaba allí. Miró hacia la copa del árbol… no parecía haber ningún extraño movimiento.

De repente, vio cómo unas ramitas empezaron a moverse estrepitosamente. Kagome ahogó un grito y retrocedió, tropezando con una rama y cayendo al suelo. Se agachó, como intentando protegerse, pero lo único que surgió de las ramas y hojas del árbol era una pequeña lechuza.

-Oh, por dios…- suspiró ella, con su respiración entrecortada, y no se movió un milímetro de su posición hasta que los latidos de su corazón se normalizaran un poco.

-¡Kagome!- quien la llamaba ahora era Midoriko- ¡Ven rápido o la cena se enfriará!-

-¡Enseguida!- Kagome se puso de pie, comprobando que no se había hecho ningún daño, tan sólo ha ensuciado un poco su falda.

-¡Se han manchado tus ropas!- exclamó Midoriko, quien la recibió en la entrada de la casa.

-No te preocupes, es sólo que tropecé- se excusó ella.

Kagome se sentó a la mesa, pudo sentir la esquiva mirada de Kouga sobre ella. Suspiró con incomodidad, aún no deseaba encararse con él. Ni siquiera estaba segura de qué decirle, por lo que no era el momento.

En lo único que puede pensar ahora, es en esa extraña silueta que está segura vio saltar desde la rama del cedro. Tal vez su padre no estuviera tan paranoico y no había sido mala idea llevar a Kouga para protegerles.

[Continuará…]

Notas: sé que me demoré un poco con este capítulo.  Pero pues, comprendan, mis estudios deben ser prioritarios por sobre cualquier otra cosa. Por ello, puede que me demore un poco al subir los capítulos nuevos, pero no desesperen, tengan por seguro que no dejaré esta historia, a menos que indique lo contrario.

En fin, pasando al capítulo en sí, como ya las tramas de Sesshômaru y Rin; Sango y Miroku, se van a normalizar un poco, puedo concentrarme en la pareja central. Espero que les haya gustado la escena del árbol, es que simplemente pensé que tenía que meter a un árbol como fuera en este fanfic. Después de todo, en la historia original ellos se conocieron en un árbol… no podía quedar fuera del fic un arbolito.

Para los amantes del Waff (sí mi Chibi, estoy hablando justo contigo) no se preocupen que les tengo preparado una sorpresa en el capítulo 16.

La historia se está haciendo más larga de lo que pensaba… se está volviendo un monstruo que no sé cómo voy a controlar.

Por cierto, se me pasaba agradecer a quien o quienes hayan nominado mi fanfic para una entrega de premios que circula por la red. Pondría la dirección pero no la tengo a mano, además que ff.net al parecer borra los vínculos en los fanfics. En fin… gracias, me siendo honrada. Jamás pensé que el fanfic pudiera ser considerado digno de un premio.

Ya saben, para contacto escribir a meiko[at]wings.distant-sky.org

El [at] sustitúyanlo por la arroba. Al parecer ff.net borra el símbolo, no entiendo por qué.