Sin Rastro

Por: Meiko Akiyama

Capítulo 16: "A la orilla del mar".

Desde que la vio, fue casi como una aparición. Ella tenía algo extraño en su mirada, en su forma de andar, en la manera en que se acomodaba el cabello con su mano; toda ella le era atrayente. Era extraño que él se fijara así en una mujer, sobre todo en una que a todas luces era mucho menor que él.

La observó por primera vez cuando estaba espiando en la casa de los Higurashi. Ella estaba tomando aire desde el balcón, una imagen preciosa. No sabe si es una de las hijas del comandante o la otra joven que, según sabe, les hace compañía. No sabe por qué, pero desde el mismo instante en que la vio decidió que esa chiquilla sería para él, sólo para él.

Desde entonces, ha seguido sus pasos. La jovencita ha ido al pueblo, seguramente para comprar reservas de alimento o quizás alguno de esos caprichitos inútiles que siempre se les antojan a las mujeres. Cuando salió de una pequeña tienda, pensó que regresaría a su casa pero por el contrario se fue en dirección contraria, rumbo a la playa.

Se detuvo en el mirador; era muy temprano en la mañana. Casi no había nadie deambulando por las calles. Y ella estaba varios metros adelante, de espaldas a él. Parecía muy concentrada mirando las olas ir y venir de la playa. Aquella escena lo estaba tentando terriblemente, si la tomaba ahora no habría ningún testigo presencial. Y Naraku, bueno, tampoco cree que le importe.

Caminó lentamente, justo cuando estaba apunto de cometer un asesinato. Sus pasos jamás eran escuchados por su víctima. Lo último que ésta podía recordar era el sonido de su cuello partiéndose o siendo degollado por una navaja.

Uno, dos, tres… un par de pasos más y estaría en la posición correcta para dejarla completamente inmovilizada.

-¿Es que piensas que no me he dado cuenta?- soltó ella fríamente, sin voltearse a verlo.

Ante tales palabras, Musou se quedó helado.

Ella giró sobre sus talones, hasta que finalmente sus miradas se cruzaron. Le miraba fijamente, pero por extraño que sonara, no lucía atemorizada. Otra en su lugar se habría echado a correr o cuando mucho, se habría quedado estática y lanzado un grito de auxilio. Pero ella no, le miraba algo desafiante, como si estuviera segura que, a pesar de ser un asesino, jamás le pondría un dedo encima.

-Eres… buena- atinó a decir Musou, contemplándola de los pies a la cabeza. Ella, lejos de molestarse, sonrió con malicia.

-¿En serio? ¿Puedo saber qué tipo de interés tienes en mí? Llevas siguiéndome toda la mañana- una vez más, Musou se sorprendió que ella lo hubiera notado. ¿Cómo era posible? Sólo era una niña, cuando mucho debía tener dieciocho, pero no más.

-¿De verdad quieres saberlo?- él optó por utilizar el mismo tono enigmático que ella usaba.

-Aunque no me lo digas, creo que puedo adivinarlo- cortó ella, desviando la mirada.

-Entonces, debes saber que me has llamado la atención- dijo Musou, sin mayor preámbulo. Si ella era tan directa ¿por qué no podía serlo él también?

-¿Y qué es lo que planeas?- preguntó ella, sin quitarle la vista de encima.

-Pues si no has adivinado mis intenciones para contigo…-

-No me refiero a eso, que lo tengo bien claro- le cortó nuevamente. Sonrió divertida cuando él mostró confusión en sus facciones- me refiero a que le planeabas hacer ayer en mi casa. Te escabulliste por la verja y entraste ¿quién eres?-

-Vaya ¿cómo has…?-

-Soy buena ¿o no?- suspiró, como aburrida- ¿vas a decirme o tengo que llamar a la policía? Imagino que sabes quién es…-

-Eres una de sus hijas- esta vez fue Musou quien terminó la oración. Intentó recordar los nombres que le había dado su hermano Naraku: Sota… sí, era el nombre del hijo menor del comandante Higurashi. Tenía dos hijas mellizas, Kagome y… Kikyô.

-¿Eres Kagome o Kikyô?- preguntó, le pareció que ella contorsionaba el rostro cuando dijo "Kagome", pero fue tan rápido que tal vez haya sido su imaginación.

-Kikyô Higurashi- chasqueó la lengua y volvió a darle la espalda a aquel desconocido.

Por alguna razón, Kikyô estaba segura que aquel joven no se atrevería a hacerle nada. ¿Por qué tanta seguridad? Una simple corazonada.

Alzó su mirada nuevamente hacia la playa.

Entonces, lo vio. Allí estaba él, con ropa deportiva, corriendo por la orilla del mar. ¿Él? Se le quedó viendo fijamente por unos minutos, para comprobar que realmente se tratara de él. Era una distancia considerable y podría estar equivocada. Pero a medida que el avanzaba en su trote, más estaba segura que se trataba de él.

-¿Pero qué…?-

-¿Qué demonios hace aquí ese sujeto?- Musou no pudo contener aquella exclamación. De todas las personas del mundo, a la última que esperaba ver era a ese estúpido hermano de Sesshômaru.

Era la primera vez que ese sujeto la sorprendía. ¿Pues qué relación tenía él con Yasha? Era obvio que no han venido juntos, porque él también se ha sorprendido de verlo aquí. ¿De dónde se conocen, entonces? ¿De dónde? Al parecer no le va a quedar más remedio que preguntar. Odia tener que preguntar.

-¿Lo conoces?- inquirió ella, con tono despreocupado.

-¿Le conoces tú?- Musou respondió a su pregunta con otra. ¡Cuánto odiaba ella que le hicieran eso!

Musou sonrió cuando vio la cara de la joven Higurashi contorsionarse. No sabía por qué, pero siente que podría revelarle su identidad a aquella joven y ésta no se escandalizaría. Sin embargo, no cree que sea buena idea contarle que el objetivo final quizás sea matar a su padre. "No eres tan estúpido como para hacer eso, Musou" dijo una vocecita dentro de que cabeza, que curiosamente se parecía mucho a la de Naraku.

-Curioso, pensé que por lo menos se lastimaría un poco con la caída- Musou siguió hablando en voz alta y sonrió victoriosamente cuando supo que estaba atrayendo la atención de Kikyô.

-¿Caída?- Kikyô se le quedó observando a Musou, sabía perfectamente que sus intenciones eran disparar su curiosidad, se odió a sí misma por caer en aquella trampa tan tonta- ¿De dónde lo conoces?-

-Eso no importa, lo importante es que… bueno, cuando lo atrape, no terminará como tú- sonrió abiertamente.

A Kikyô le tomó un par de minutos comprender la magnitud de sus palabras. ¿Entonces ese extraño hombre quería matar a Yasha? Y tal vez, por su comentario anterior, ya lo había intentado. ¿Por qué? En realidad ninguna idea pasa por su mente, pero las razones no le importan. Lo único que le interesa es estar segura que aquel desconocido es capaz de hacer aquello que alardea. Sí, puede verlo en sus ojos. Los ha visto tantas veces en las fotos que lleva su padre a casa, esos son los ojos de un asesino.

-¿Cómo te llamas?-

Musou se sorprendió por el cambio de tema tan brusco. Arrugó las cejas, y luego se inclinó hacia ella, susurrando en su oído.

-Musou…-

-Bueno, Musou, parece que nos llevaremos muy bien- dijo Kikyô, sonriendo ampliamente. Aún no sabía hasta dónde le llevaría todo aquello, pero empezaba a agradecer a su suerte, le puso a Musou en el camino para que pudiera realizar su venganza.

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-¡Hasta que al fin! ¡Has estado desaparecido desde el viernes! ¿Tienes idea de cómo estábamos todos?-

-¡Oh, Sesshômaru, no me digas que tú también te preocupaste por mí!-

-¡Usa tu arrogante boca sólo para responder a mis preguntas! ¿Dónde estás?-

-No creo que conozcas este sitio Sesshômaru, aunque he tomado varias guías turísticas, me parece que a Rin le agradaría que la trajeras-

-¡InuYasha no estoy para bromas!-

-Uh… me estás llamando así ¿cuándo debo empezar a preocuparme?-

-Desde el mismo instante en que contestaste esta llamada. ¿Dónde demonios estás, InuYasha? ¿Qué rayos estás haciendo allá? Mira que como sea alguna estupidez…-

-Agradece por lo menos, Sesshômaru, porque puede que hasta te esté haciendo un favor-

-¿De qué demonios estás hablando, chiquillo insolente?-

-Estoy siguiéndole la pista a Musou…-

-…-

-…-

-…-

-¿Sesshômaru?-

-¿Estás… tratando de decirme que… Musou está… en el mismo lugar… que tú?-

-Vaya, aprendes rápido, Sesshômaru-

-¡NIÑO IMPRUDENTE! ¡Te regresas ahora mismo!-

-Ja, es que quiero ver cómo me obligas-

-¿Crees que estoy bromeando, InuYasha?-

-No, pero aún así, quiero ver cómo me obligas…-

-¡InuYasha!-

-…-

-¡Maldita sea! ¡InuYasha! ¡Maldito!-

Le sorprendió que semejante alboroto no hubiera despertado a Rin. Ella apenas y cambió su posición en la cama cuando él profirió sus gritos e insultos. 

Miró el reloj de su recámara, la conversación con su hermano había transcurrido por lo menos tres horas atrás. El tiempo era oro en una situación como ésta, pero por primera vez en su vida, no sabía bien cómo proceder. ¿Por qué su hermano tenía que ser tan impulsivo? Les ahorraría varios contratiempos si el cabeza dura de su hermano pensara un poco antes de actuar.

Escuchó el distintivo sonido del timbre. Atendió más rápido de lo acostumbrado porque no deseaba que Rin despertara, ella merecía descansar. Después de todo, ninguno de los dos había tenido demasiado tiempo de dormir la noche anterior…

No esperaba visita de nadie aquel sábado, pero se asombró al ver que se trataba de Sango, Miroku y, detrás de ellos, el anciano Tôtôsai. Hizo una mueca de descontento al reconocer al viejo amigo de su padre. ¿Qué demonios hacía él allí? ¿Y Sango y Miroku?

-Lamento venir así a tu casa y sin avisar, Sesshômaru- dijo Sango respetuosamente. Sí, aquella chica era la única dentro de su círculo de allegados que aún le tenía algo de consideración. Porque tanto el pervertido de Miroku como el terco de InuYasha se empeñaban en desobedecerlo. ¿Tanto les costaba?

-Pasen- les indicó a los tres. Sango agradeció con una leve inclinación, Miroku simplemente le hizo un saludo informal y Tôtôsai entró con esa sonrisa idiota que tanto le molestaba.

-Sé que te sorprende mi visita Sesshômaru- comenzó el anciano.

-Así es, y también debo decir que no me es grata- sentenció Sesshômaru sin mayores rodeos. Ese vejete le caía demasiado mal.

-No sé por qué este señor haya venido a verte- aquella frase le dejó en claro que Sango no ha cruzado palabras con el anciano- pero me dijo que conoció a mi padre…-

-Conoces a los padres de todos, es su única virtud- Sesshômaru les ofreció asiento, y Sango fue la única que permaneció en pie. Tanto Miroku como Tôtôsai no perdieron el tiempo y buscaron sitio dónde sentarse.

-Sango ¿qué ocurre?- la chica lucía bastante alterada, aunque hacía esfuerzos para controlarse.

-Necesito saber… quién es Naraku-

Sesshômaru no pudo evitar que una expresión de asombro se apoderara de su rostro. ¿Por qué Sango preguntaba sobre Naraku? Desvió la mirada hacia Miroku, quien le miró inocentemente. Sí, seguramente el pervertido le ha confesado dónde ha visto a Kohaku.

-¿Sesshômaru?- Sango le miraba con ojos suplicantes. Él tan sólo resopló, bastante incómodo. Detestaba contar las historias dos veces, y hubiera preferido que estuviera allí el insolente de su hermano, para contar todo de una sola vez. Sin embargo, gracias a sus deseos de hacerse el héroe, InuYasha se encontraba muy lejos de allí.

Sango merecía una respuesta, después de todo, quién sabe bajo qué circunstancias su hermano menor haya terminado trabajando para ese maldito.

-Sango, es mejor que tomes asiento- aconsejó Sesshômaru. Sí, era el momento de hablar.

A cada palabra suya, el rostro de Sango se iba contorsionando. Cuando iba por la mitad del relato, vio cómo Miroku intentaba darle algo de apoyo, pero ella lo rechazó bruscamente. Tampoco logró sentarse, simplemente se quedo allí de pie frente a él con la mirada perdida. Algo se encogió en el corazón de Sesshômaru con esta escena, sentía bastante pena por la pequeña Sango.

-¿Estás…? ¿Estás tratando de decirme que mi hermanito está con un asesino?- exclamó ella al final de su relato, con un gesto incrédulo.

-Sí…-

-¡No puede ser! ¿Ayudando en el secuestro de Rin?- ¡No puede ser!- se llevó las manos al rostro, murmurando cosas que Sesshômaru no alcanzó a oír.

-Sango- Miroku se inclinó hacia ella, quien esta vez no lo rechazó. Se dejó caer en el pecho de Miroku, sollozando fuertemente. Pobre, ha sido un golpe demasiado duro para ella.

-Había olvidado cómo ocurrieron las cosas- comentó Tôtôsai nostálgicamente. Sesshômaru le miró con reproche. ¿Cómo que lo había olvidado? ¿Acaso él no había estado allí para presenciarlo todo? Maldito viejo…

-Los seres humanos tendemos a clausurar aquellos recuerdos que nos causan mucho dolor- Tôtôsai se puso en pie. Era increíble que a su edad siguiera luciendo tan fuerte, es como si las arrugas o las canas no le dieran peso a su cuerpo. Sí, Sesshômaru tenía que admitir que era un viejo fuerte.

-¿Dónde está Yasha ahora mismo, Sesshômaru?- preguntó Miroku, quien aún acariciaba dulcemente la espalda de Sango. "Aprovechado" no pudo evitar pensar Sesshômaru.

-Si lo supiera. Según él está de detrás del imbécil de Musou- chasqueó la lengua, había olvidado por unos momentos la gravedad de la situación.

-¿Musou?- se alarmó Miroku- pero ese es un tipo de cuidado, Sesshômaru-

-¿Quién es Musou?- preguntó Sango, mientras secaba las lágrimas que aún se asomaban por sus ojos.

-Es uno de los secuaces de Naraku- le informó Miroku. En ese momento, la chica pareció percatarse de la cercanía de ambos, y muy avergonzada se apartó.

-Más que eso, Musou es el hermano de Naraku; si mal no recuerdo- Tôtôsai miraba hacia el techo, como recordando viejos tiempos.

-Entonces, si llegáramos a localizar a Musou, sería cuestión de tiempo para encontrarnos con Naraku ¿no es así?- Sesshômaru tuvo miedo por el tono en que Sango había pronunciado esa frase. Ese tono de determinación siempre era peligroso cuando lo usaba una mujer. ¿Ella no estaría pensando…?

-Sango, mejor cálmate…- atinó a decir Sesshômaru, adivinando sus intenciones. Pero la muchacha ladeó su cabeza de lado a lado, con lenta determinación. Sesshômaru miró sus ojos, sí, tenían el destello de una mujer decidida. Ha visto esa mirada en Rin en incontables ocasiones, sabe que no hay nada que él ni nadie puedan hacer para doblegar la decisión que Sango ha tomado.

-Voy a salvar a mi hermano- Sango introdujo su mano en la cartera que llevaba consigo- aunque sea lo último que haga-

Tecleó rápidamente unos dígitos en el móvil.

-¿Yasha?- Sesshômaru sintió un vuelco en el estómago al escuchar el nombre de su hermano. ¿Qué planeaba Sango? Espera que no le diga todo a Yasha o las cosas se pondrán mucho peor.

-Necesito que me digas donde estás- continuaba la joven, sin saber el temor que se acumulaba en su jefe- ¿Qué?... No, esto no tiene nada que ver con Sesshômaru… Yasha, tienes que creerme… dame la dirección… ¡Maldita sea, Yasha! ¡Tengo que encontrar a mi hermano! ¡Dime dónde estás, AHORA!- al parecer su hermano se dio cuenta que Sango no estaba bromeando, ya que la chica al instante le hacía señas a Miroku para que le buscara algo dónde anotar- sí… de acuerdo… bien, iré hacia allá enseguida-

Sango respiró hondamente cuando cerró la llamada. Le dirigió una mirada fugaz a él, para luego mirar a Miroku.

-Ni siquiera intenten detenerme- Sango cortó a Miroku, quien abrió la boca para seguramente impedirle su partida.

-No voy a impedirte tu partida- sentenció Miroku, para asombro de Sango y Sesshômaru- y como no te la impido, espero que tú no me impidas acompañarte-

El rostro de Sango fue relajándose poco a poco. A Sesshômaru le pareció ver lágrimas asomarse por sus ojos, pero la chica desvió la mirada y no pudo apreciar lo siguiente. Pero, de espaldas a él y Miroku, la joven asintió.

-Bien, yo iré con ustedes- sentenció Sesshômaru, con tono autoritario.

-Este es mi asunto, Sesshômaru- recalcó Sango, dándose la vuelta.

-Lo sé. No interferiré, dejaré que hagas lo que debas hacer con tu hermano- dijo, con su voz fría de siempre- pero Naraku es mi presa, además, tengo que sacar al mentecato de mi hermano de allí-

-¿Qué ocurre, Sesshômaru?- la dulce voz de Rin removió algo en su pecho. Cuánto odiaba que aquello sucediera, se sentía vulnerable y no era el momento para ello. Ella aún se encontraba en ropa de dormir, restregándose el ojo derecho. El izquierdo lo miraba dubitativamente y se paseó por toda la habitación, registrando a los tres invitados.

-Voy por mi hermano- contestó Sesshômaru, casi sin pensar. Por el leve brillo en los ojos de Rin, se maldijo por haber usado el término "hermano".

-Inteligente decisión, Sesshômaru- arrugó el rostro cuando reconoció la voz de Tôtôsai- quién sabe por cuánto tiempo más Naraku ignore su proceder…-

-Lo sé- dijo Sesshômaru en mal tono, odiaba que le recordaran las cosas que debe hacer. Se volteó de nuevo hacia Rin, colocó sus manos sobre los hombros de ella, quien lo miraba fijamente. Sus labios se arquearon, dibujando una tenue sonrisa.

-¿Sesshômaru…?-

-Te quedas aquí. Le pediré a Yakken que reúna a cinco de los mejores hombres para que se queden contigo, vigilándote a todas horas- abrió los ojos de par en par cuando sintió que Rin se separaba de él.

-¿Pero qué…?-

-Quiero ir contigo- exigió ella, en un tono que él entendió como caprichoso.

-Rin…- le habló Sesshômaru con firmeza, mirando de reojo a los presentes-… no vamos a discutir esto ahora-

-Es que no hay nada que discutir. Quiero ir contigo y voy a ir- le respondió ella, con la misma firmeza que él segundos antes-… ¿Cómo crees que me vas a dejar aquí? No podría dormir preocupada por cómo estás. Voy contigo-

-Necesito a alguien que quede al mando de la organización mientras no estoy- carraspeó Sesshômaru a modo de excusa.

-¡Yakken puede hacerlo!- se quejó ella, arrugando la nariz- ¡Déjame ir contigo! Además, en ningún otro sitio estaré más segura que contigo…-

Para la última frase, Rin había usado ese tono tan meloso. Sintió su corazón encogerse. "Maldita mujer…" pensó, ella sabía perfectamente cómo dominarlo. ¿Cómo es que se deja? Hay algo en su mirada, algo en sus ojos. Sabe que tiene razón, él tampoco podrá dormir una noche sabiendo que se ha quedado sola.

-La chica tiene un buen punto Sesshômaru- inquirió Tôtôsai, justo la última persona que necesitaba apoyando a Rin en su absurda idea de acompañarlo- te sentirás más seguro si ella está contigo. Y en cuanto a la compañía no te preocupes, Yakken y yo podemos hacernos cargo perfectamente. Y te mantendremos informado de todo- le sonrió, aquella sonrisa de dientes amarillentos no le infundía para nada confianza.

-Demonios- susurró por lo bajo, sí estaba claro, Rin iba a arruinar su vida- como sea…-

-¡Gracias!- saltó ella como una niña pequeña, prendiéndose de su cuello y plantándole un fugaz beso en los labios- ¡Te amo Sesshômaru! Iré a preparar mis maletas y nos iremos-

Sesshômaru simplemente evitó las divertidas miradas de Miroku y Sango. Luego, miró de reojo a Tôtôsai, era la última persona que quería a cargo de la compañía. Sabrá dios para qué fines utilizará a sus mejores equipos. Pero no le queda otra que confiar en él, más bien, confía en que Yakken no le dejará hacer todo cuanto le plazca. No le queda otra opción. Y es que, por primera vez, la seguridad de su hermano parece ser más importante que cualquiera otra cosa.

"Iré a preparar mis maletas y nos iremos…"

Aquella frase de Rin vino a su mente quién sabe por qué. Luego de unos segundos, el significado de aquella frase lo heló. ¿Preparar maletas? ¿Acaso cree Rin que se van de vacaciones? ¿O a un viaje de placer…?

¿Placer? Sus labios se arquearon en una perfecta sonrisa al pensar en ello. "Oh Rin, maldita sea, vas a arruinar mi vida".

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Tenía que verla, aunque fuera por lo menos una vez más. Traicionaría a su corazón si no la veía por lo menos unos segundos más. Necesitaba verla, tan siquiera de lejos.

Es por ello que ha optado por acercarse de nuevo a su casa, a hurtadillas, sin que nadie lo vea. Si alguien lo ve merodeando por allí seguramente pensará que es un ladrón. Y… bueno, no es que esté tan errado. Pero no va como ladrón a la casa de Kagome, va como un chico común de diecisiete años. Un chico… ¿enamorado? Lo viera Miroku en esta situación y su amigo moriría a carcajada limpia.

Al parecer no había tanta gente en casa, ni siquiera los niños estaban en el patio. En realidad, temía de sólo de dos personas en aquella casa: Kikyô y Kouga. De la primera, porque si lo llegara a ver, quién sabe de lo que sería capaz. No deseaba que dijera o hiciera algo que pudiera dañar a Kagome. Y de Kouga, porque seguramente a ese lobo rabioso no le haría ni pizca de gracia su presencia. Incluso, puede que intentara impedir su encuentro con Kagome.

"Pues que lo intente" pensó, mientras de un salto caía en el jardín de los Higurashi.

Aún no estaba seguro qué le diría a Kagome cuando la viera. Es más, ni siquiera estaba seguro de cómo iba a actuar en su presencia. "Eres demasiado impulsivo, mi queridísimo InuYasha" le ha dicho Miroku en incontables ocasiones. Y ahora, agazapado detrás de unos arbustos del jardín de los Higurashi, gruñe, reconociendo que quizás su amigo tenga razón.

La puerta principal se abre, quien sale es Kouga, Yasha sintió un vuelco en el corazón cuando vio una figura femenina que lo acompañaba. No veía bien desde su posición pero no podía moverse, el lobo rabioso siempre parece estar alerta y quién sabe lo que puede pasar si llega a notar su presencia. Rogaba silenciosamente que aquella chica no fuera Kagome. Cuando la pareja se hubo acercado un poco más, Yasha pudo comprobar que no se trataba de Kagome. Tampoco se trataba de Kikyô, era una muchacha que se le hacía un poco familiar. Cree haberla visto antes en la escuela… tiene largos cabellos oscuros y ojos claros. Parece muy contenta en compañía de Kouga, puesto que lleva una amplia sonrisa en los labios.

-¿Seguro que es buena idea…?- alcanzó a escuchar a Kouga, quien se aproximaba a la puerta dubitativo.

Su compañera llegó antes que él a la verja, Yasha escuchó el característico sonido de las llaves chocando entre sí. Era obvio que planeaban salir. "Perfecto" pensó Yasha, agradeciendo a su suerte.

-Anda Kouga, me prometiste ayer que me acompañarías a dar una vuelta. ¿Tu palabra tiene tan poco peso?-

-Tsubaki…- así que la chica se llamaba Tsubaki. Yasha no sabe por qué, pero presiente que debe recordarlo.

-Quiero tu compañía ¿me vas a negar eso?- Yasha tenía que admitir que aquella joven tenía buenos métodos de persuasión. El tono que usaba para con Kouga era bastante parecido al que usaba Rin cuando deseaba obtener algo de su hermano Sesshômaru.

-No es eso, pero…-

-Kagome no se va a ir- Yasha pudo observar cómo Tsubaki tomó de la mano a Kouga y empujaba la enorme verja, abriéndola. La sangre le hirvió cuando escuchó ese nombre. "Maldito Kouga, cuando ponga las manos sobre su cuello…"

-No es eso, es que no puedo dejar la casa sin vigilancia…-

-Kouga, mi prima Midoriko sabe cuidarse muy bien. Además, no quiero estar aquí cuando Kikyô vuelva- Yasha escuchó un sonido que asoció con el de una cerradura abriéndose. Le llamó especialmente la atención la manera en que Tsubaki pronunció "Kikyô", era casi con… ¿desprecio?

-Yo pensaba que Kikyô y tú eran amigas… que ella era tu sempai…- sí, Kouga ha notado exactamente lo mismo que él.

-Oh, Kouga, es una larga historia…- Yasha observó como Tsubaki sonreía mientras empujaba la verja, abriéndola-… pero tenemos todo el día para ello-

-¿Todo el día?- la voz de Kouga sonaba asustada.

Se escuchó una característica risa femenina. Tsubaki reía de manera burlona, como si hubiera atrapado a Kouga en una especie de trampa.

-¡Tsubaki….!- fue lo último que alcanzó a escuchar. Seguidamente la verja se cerró de nuevo y contempló como la pareja desaparecía por el sendero.

"Bien" se alentó Yasha, moviéndose un poco de su escondite. Kouga había salido y, por lo que presenció, las intenciones de Tsubaki no eran regresar demasiado pronto. Y, por lo que pudo escuchar, Kikyô tampoco se encontraba en casa. Sonrió ampliamente, agradeciendo a su suerte por segunda vez en el día.

¿El siguiente paso? Se rascó la cabeza, como esperando que así las ideas fluyeran con más facilidad. Se puso en pie, dirigiéndose hacia la casa. Lo único que esperaba era que aquella joven que les estaba cuidando fuera la misma que conoció aquella noche, para la exposición de la galería. Si era así, esperaba que aquella mujer le recordara.

Dio tres sonoros golpes a la puerta, esperó varios minutos a que alguien dentro de la casa diera señales de vida y fuera a atender.

-¿Se les olvidó algo…?- era evidente que la mujer pensaba que se trataba de Tsubaki o Kouga. Pero se sorprendió muchísimo al tener frente a sí a un perfecto desconocido. Sí, Yasha ya había visto antes a la mujer que tiene frente a sí.

-¿Te conozco?- preguntó ella, inclinando su cabeza hacia un lado.

-Sí… verá, es difícil de explicar- Yasha se quedó sin ningún tipo de argumento. ¿Qué podía decirle a aquella mujer? ¿Cómo era que se llamaba? … ¿Midoriko?

-¿Por qué no empiezas por decirme tu nombre?- ella no le sonrió, pero lo dijo en un tono bastante tranquilizador. Yasha se sintió un poco más en confianza.

-Me llamo Yasha…-

-¿Yasha?- Midoriko entrecerró los ojos, como intentando recordar. Él esperaba que relacionara el rostro con alguna mención suya, o de lo contrario estaría en graves problemas para explicar "por qué" se encontraba allí. Principalmente porque ni él lo sabía con certeza, supone ha acabado en la puerta de casa de Kagome por una corazonada, por un impulso.

-¿Yasha…?- se alzó una tercera voz, con un timbre bastante infantil. Yasha bajó un poco la mirada y encontró a un niño de ojos y cabellos oscuros que le miraba fijamente.

Sota había escuchado ese nombre varias veces, de nombre de su hermana Kagome. ¿Está seguro? Sí, segurísimo. Ése es el nombre del chico por el cual su hermana se la ha pasado suspirando durante tantas semanas. Ve cómo su amigo Shippou le mira un poco confuso, al igual que Midoriko, quien ha desviado su mirada hacia él.

-¡Kagome!- exclama el niño, dándose la vuelta y corriendo por el pasillo- ¡¡Kagome!! ¡¡Ven rápido!!-

-¿Kagome?- susurró Midoriko, aún sin comprender demasiado.

-¡¡Kagome!! ¡¡Ven Kagome!!- seguía exclamando Sota a viva voz.

-¿Qué sucede Sota?- la voz de Kagome se escuchaba desde la planta alta. 

-¡¡Ven Kagome!!- Sota daba de saltos al pie de la escalera, segundos después también se le unió Shippou, a quien le ha de haber parecido divertido aquel "juego".

-¡Sota!- Midoriko sonaba bastante apenada- ¡No hagas tanto escándalo! ¡Ya tu hermana te escuchó!-

-¡¡Ven Kagome!! ¡¡Él está aquí!!- gritó Sota.

-¿Quién?- la voz de Kagome se escuchaba más cerca, seguramente acudirá pronto al llamado de su hermano menor.

-¡¡PUES TU ENAMORADO!!- gritó Sota a todo pulmón.

-¡¡Chiquillo cómo dices esas cosas…!!- exclamó Yasha, reprochándole por aquella frase. ¿Cómo se ha atrevido? No recuerda haber tenido tanta vergüenza en toda su vida. Más que sus mejillas, todo su rostro estaba totalmente colorado, y la mirada inquisitiva de Midoriko no ayudaba absolutamente en nada.

-¿Mi quién? Sota ¿qué demonios estás…?- pero Kagome calló cuando descendió el último escalón. Su corazón se detuvo en el preciso instante en que lo divisó.

Sus miradas se cruzaron. Ella sintió un vuelco en el corazón. Lo había imaginado a él tantas veces así, parado en el umbral de su puerta, esperando por ella, que simplemente no podía creer que fuera verdad. Escuchaba las risitas divertidas de su hermanito y de Shippou, y también sentía la mirada de Midoriko sobre ella, pero ya no le importaban trivialidades como aquellas. ¿Por qué habrían de preocuparle? Después de todo, ahora tenía frente a ella a lo más importante, a lo único verdaderamente esencial.

-Yasha…- sonrió ella ampliamente, mirándole a los ojos. Él se veía igual o más apenado que ella.

-He venido… a hablar contigo, Kagome…-

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-Naraku quiere que te comuniques con Musou- le ha comunicado su hermana hace unas horas.

-¿Y se puede saber por qué tengo que ser yo?- reclamó casi al instante. Odiaba que Naraku la usara como su mensajera. Ella no era la secretaria de nadie.

-Por qué lo ordena así- y el único indicio que Kanna se hubo molestado con su tono tan brusco, fue la forma tan brutal en que cerró la puerta. Si hubiera tenido la fuerza de un hombre, la habría tumbado.

Luego de rabiar durante varios minutos seguidos y maldecir a Naraku con todos los insultos que pasaron por su mente en aquel momento, tuvo que tomar el teléfono móvil y marcarle a Musou. El idiota demoró bastante en contestar. ¿Quién se creía? Ahora entiende por qué a Naraku le hace perder constantemente la paciencia.

-¡Kagura!- escuchó aquella arrogante voz desde el otro lado de la línea- ¿Puedo saber a qué se debe que escuche tu melodiosa voz?-

-Deja de alardear Musou- Kagura chasqueó la lengua, fastidiada de ese hombre.

-No es que no me agrade, pero Naraku hubiera mandado a Kanna a llamarme…-

-¡Cierra la boca!- Kagura se alborotó con la mano libre, la izquierda, sus cabellos- Naraku quiere saber cómo te va con el trabajo que te encargó-

-…-

-¡Musou, responde!- gruño Kagura. El día de hoy está especialmente de malhumor y el tono estúpido de Musou no me ayuda demasiado.

-Kagura, calma, no te exaltes- Musou soltó una risita burlona- que me la estoy pasando de maravilla-

-No te pregunté cómo la estás pasando, que allá no estás de vacaciones- exclamó Kagura, rogando porque ya Musou le diera la información, se la dijera a Naraku y fin del asunto.

-Como quieras, pero te sorprenderías de saber mis aventuras- rió Musou, haciendo exasperar aún más a Kagura- dile al idiota de mi hermano que estoy haciendo de maravilla el trabajo. Pero que si quiere que haga algo, que hable rápido porque esta gente planea quedarse sólo durante el fin de semana-

-Eso ya lo decidirá él… ¿es todo?- suspiró Kagura, sintiéndose aliviada.

-Todo lo que Naraku puede saber, sí…- Musou habló con una voz intrigante. La curiosidad de Kagura se disparó enseguida ¿pues qué era aquello que Naraku no podía saber?- ¿estás lista para escuchar algo gracioso?-

-¿Gracioso? Como se trate de algún chiste de mal gusto…- le advirtió Kagura. En ese momento, le pareció escuchar un leve sonido detrás de ella, pero no le prestó demasiada atención. Deseaba escuchar a Musou.

-Se trata de aquel chico. ¿Cómo es…? Yasha-

-¿Yasha?- Kagura meditó durante unos segundos- es ese chico que le llamó la atención a Naraku ¿no? ¿Cómo fue que lo llamo? Sí, "el diamante en bruto". ¿Qué con él?-

-Que está aquí-

-¿Qué? ¿En el mismo lugar donde tú estás? ¿Y qué hace allí?- preguntó ella, muy asombrada.

-Al principio pensé que me había seguido. Pero estoy sospechando que tiene algo que ver con las hijas del comandante Higurashi-

-¿En serio? ¿Y qué te llevó a tan brillante conclusión?- carraspeó Kagura, en tono sarcástico.

-Pues para ello tendría que revelarte mis intimidades, mi querida Kagura- Musou lo decía con tal tono pervertido, que Kagura se asustó. ¿Intimidades? ¿Acaso él…?-

-¡Semejante depravado! ¿Qué le estás haciendo a esas chiquillas? Si Naraku se llega a enterar…-

-No es nada de lo que piensas- aseguró Musou- digamos es que un, "interés profesional". Pero ése no es el punto, volviendo al chiquillo este, Yasha. Imagino que no habrás sido tan tonta como para contarle a Naraku- Musou usó un tono amenazante.

-¿Cómo se te ocurre? No le pienso decir a Naraku que ese chiquillo es el hermano menor de Sesshômaru- suspiró Kagura. Segundos después de pronunciar aquella frase, Kagura vio cómo una mano tomaba su móvil y con brusquedad se lo arrebataba, lanzándolo contra la pared contraria. El aparato se rompió en varios fragmentos. Kagura sintió que la sangre se le helaba al ver de quién se trataba, y que, además, ese alguien no se encontrara precisamente feliz.

-Después de oír el extraño interés que según pude entender, tiene Musou con las hijas del comandante, pensaba arrebatarte el móvil para hablarlo personalmente con él. Afortunadamente esperé unos minutos más y me gané el premio mayor- un par de manos rodearon el cuello de Kagura en pocos segundos, antes que ella pudiera hacer nada. Un sudor frío le recorrió la espalda- ¿Desde cuándo me lo han estado ocultado tú y Musou?-

-Naraku…- atinó a decir ella, muy asustada, temiendo por su vida.

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Kagome siempre había visto hermosos encuentros amorosos por televisión, en donde los enamorados se encontraban a orillas de la playa, bajo un atardecer. Que, acompañados del sonido de las olas, ambos se declaraban su amor eterno, jurando que sería inmenso, justo como el mar. Siempre le gustaron los encuentros así, esos clásicos en donde la princesa es rescatada por su príncipe azul. Sí, en ese sentido ella estaba bastante chapada a la antigua. Cada vez que veía una escena romántica: una cena a la luz de las velas, un baile bajo las estrellas o una velada a orillas del mar, siempre su corazón se llenaba de emoción.

Claro, que jamás creyó ser protagonista de un encuentro como aquellos. Por su mente jamás pasó la posibilidad que, algún día, ella estaría a orillas del mar, contemplando el atardecer junto a la persona amada.

Yasha no ha pronunciado palabra desde que llegaron a la playa. Simplemente se han quedado de pie, mirando hacia el mar, observando cómo el sol va descendiendo en el horizonte.

-Es hermoso- dijo Kagome al fin, rompiendo el silencio. Esperaba que aquel sutil comentario hiciera que Yasha finalmente se decidiera a hablar.

-Sí, lo es Kagome- Yasha seguía mirando hacia algún punto fijo en el horizonte. A pesar que Kagome le miraba con intensidad, él parecía no querer cruzar sus miradas.

Pero tiene que hablar, claro que tiene que hablar, después de todo es él quien ha venido hasta aquí. No puede simplemente quedarse callado ¿o sí?

-Kagome… yo… te pido disculpas por aparecerme así… es que yo…- Yasha estaba bastante nervioso, movía sus manos constantemente y evitaba su mirar. Aquello no iría a ningún lado si él se dejaba dominar por los nervios.

Ella lanzó un suspiro, recordando las sabias palabras de Midoriko hace unas horas atrás. "A veces es bueno demostrarle que están en confianza. Que puede hablarte con franqueza" y no sabe si lo que tiene planeado hacer le transmitirá aquel mensaje a Yasha, pero por lo menos sabe que debe intentarlo.

Con cuidado, ella unió sus manos. Una sensación cálida le invadió al sentir el roce de su piel, pero procuró concentrarse en lo que era importante. Instintivamente, Yasha miró a Kagome a los ojos, quien esbozó una amplia y segura sonrisa. La joven contuvo la respiración, midiendo todas y cada una de sus palabras con sumo cuidado.

-Sea lo que sea, puedes decírmelo sin ningún temor Yasha. Créeme que yo me encuentro muy feliz sólo porque haz venido-

El joven sonrió nerviosamente y fijó su mirada en el suelo. Por dentro, Kagome estaba rogando que sus palabras hubieran hecho efecto en él. Necesitaba oír lo que él tenía que decirle. Sabe que es un buen indicio que él haya venido a buscarla pero, aún así necesita una confirmación, unas palabras. Unos hechos.

-La manera en la que te traté, la última vez que nos vimos. Sé que no fue la correcta- puntualizó Yasha, esforzándose por mantener la mirada de Kagome, quien lo veía atentamente.

"Y lamento, lamento muchísimo cuanto te hice sufrir, Kagome. Eso aún no me lo perdono" terminó él en sus pensamientos. Lo que más deseaba en este momento era lanzarse a sus brazos y decirle que no sabía cómo, ni tampoco sabía por qué, pero que la necesitaba a su lado. ¡Cuánto lamenta todo lo que los separa!

-Necesito contarte, las razones que tuve para decir todo lo que dije aquella vez- Yasha respiró hondo- fueron dos razones, dos poderosas razones.

Él inició lentamente. Comenzó por contarle sobre aquella chica, que asistía en su mismo colegio y que le había llamado poderosamente la atención. Al principio Kagome no se molestó, ni se incomodó, pero fue cuando él empezó a narrarle el día de la fiesta, que comprendió todo. "Me confundió con mi hermana" pensó ella, asombrándose, sintiendo que una parte de sí se despedazaba. Yasha fue contándole detalle a detalle, todo lo que pasaba, tanto con ella, como con su hermana. Ahora entiende por qué Kikyô se puso tan extraña la noche de la exposición, ella reconoció a Yasha y por ello se rehusó a ir.

Ella le hizo un gesto a Yasha para que se callara. No deseaba escuchar más, tenía que asimilar todo primero. Con cuidado se quitó sus zapatos, dejándolos a un lado de Yasha, y se aproximó hacia la orilla del mar. Dejó que sus pies fueran bañados por las frías aguas marinas y cerró sus ojos, como dejando que aquellas aguas se llevaban también la ira y el dolor que sentía en ese momento. Sí, sabe que Yasha cometió un error y que por eso su hermana ahora la mira de forma extraña. Yasha le mintió y nada le garantiza que ahora le esté contando toda la verdad. Sin embargo, hay algo en su voz, en su mirada, en sus ojos, que le hacen sentir que es sincero.

"Siempre es capaz de saber cuando ese ser especial es sincero, se siente, sólo se siente."

Era justo ahora como ella se sentía. Ella no puede "saber" que Yasha le está siendo sincera, ella "siente" que Yasha le es sincero. No hay demasiado que pensar, el hecho que él haya venido a verla, que haya tenido el valor de hablar con ella, lo dice todo. Ya ha tomado una decisión, cree incluso que ya estaba tomada antes que él empezara a hablar.

-Kagome, yo…-

-Dijiste que habían dos razones. ¿Cuál es la otra?- Kagome dio por zanjado ese tema.

-Aquel día, yo te dije que no deseaba ponerte en peligro. Y eso, no tenía nada que ver con…- Yasha se detuvo, mirando a Kagome dubitativamente-… el otro asunto. Es que yo…

Tomó aire. No podía decirle aquello a Kagome. "Sí Kagome, lo que pasa es que pertenezco a una organización criminal de alta elite. De la cual, por cierto, mi hermano es el jefe de jefes. Nos dedicamos a robar joyas preciadas y cuadros valuados en millones de dólares. Es seguro que habrás oído hablar de nosotros con regularidad en la televisión. Sí, pertenezco a la organización Inu…"

-¿Yasha?- volvió a preguntar Kagome.

"Se escuchó absurdo hasta en mi cabeza" suspiró Yasha, desalentado.

-Lamento decirte que la segunda razón no te la puedo contar, lo único que puedo decirte es que… mi vida no es muy segura que digamos- sí, eso no era precisamente una mentira. Y no le estaba diciendo tampoco nada muy revelador.

-¿Qué? ¿Acaso te persigue la policía?- rió Kagome para quitar tensión a la situación pero se detuvo cuando vio que Yasha estaba lejos de reír también.

-Mi vida es inestable Kagome. Y créeme, puede ser que muchas personas no se sientan orgullosas de mis acciones, pero yo sí. No me arrepiento de ninguna de las decisiones que he tomado, ni tampoco me arrepiento de la vida que llevo- suspiró, mirando el mar. Era cierto, a pesar de todo, consideraba a Miroku como a un hermano, un poco pervertido, pero un hermano al fin y al cabo. Rin era una mezcla de una madre adoptiva y una hermana mayor. Y Sango era la amiga dulce que siempre estaba allí cuando él lo necesitaba. Y Yakken… bueno… era Yakken. Y a pesar de sus interminables discusiones con Sesshômaru, quiere creer que su hermano mayor le tiene aprecio, así como él se lo tiene.

-Pero, el problema es que yo estoy acostumbrado a mi tipo de vida, pero no puedo pedirle a nadie que la viva conmigo ¿me entiendes?- suspiró, retomando su explicación hacia la joven, quien lo veía atentamente- mi vida es inestable. Hay mucha, muchísima gente, que no me quiere ver con vida ¿entiendes?-

Kagome sintió un tirón en el corazón. ¿Yasha? ¿Acaso él…? ¿Pertenecía a la mafia o algo así? ¿Por qué lo iban a querer muerto?

-Y perdóname si no te cuento, pero si supieras toda la verdad, serías la primera en correr peligro. Y lo que menos deseo es que alguien te haga daño por mi culpa- sentenció él, mirando nuevamente hacia el horizonte. La mitad del sol se hallaba sobre el mar, bordeando la tarde de tonos rojizos y naranjas.

-Yasha…- Kagome se inclinó hacia él y, en un leve impulso, se puso de puntitas y depositó un beso en su mejilla.

-¿Kagome…?- a Yasha le tomó por sorpresa aquel gesto tan repentino. ¿Qué pretendía aquella chica?

-Lo que haya pasado con Kikyô, yo…- ella tomó aire, cerrando sus ojos y emitiendo una tenue sonrisa-… puedo entenderlo. Lo único que puedo reprocharte es el hecho de no haber hablando antes conmigo. Aunque gracias por aclararlo, ahora entiendo muchas cosas acerca de mi hermana que antes me confundían…-

-Kagome, siento…-

-No tienes que disculparte. En tu voz se nota que estás arrepentido, no tienes nada que decir- Kagome volvía a mirarlo de aquella manera tan profunda…-y sobre tu vida. Yasha, no necesito conocer todos tus secretos, ni tampoco espero conocerte plenamente de la noche a la mañana, sé que esas cosas toman tiempo. Es por ello que, yo…-

Kagome bajó la mirada, sonrojada. Volvió a entrelazar sus manos con las de Yasha, con cuidado se apoyó en el pecho del joven, quien con algo de torpeza le pasó una mano por la espalda. Kagome tenía su frente apoyada en el pecho de Yasha, cerró sus ojos, mordiéndose el labio inferior, conteniendo las ganas que tenía de abrazarle con más libertad. Pero no podía, primero tenía que decirle que…

-…sólo te pido que me dejes estar a tu lado…- susurró ella, y temiendo por el silencio de Yasha que lo hubiera dicho tan bajito que él no alcanzó a escucharla.

Pero, contrario a los pensamientos de la joven, Yasha sí la había escuchado. Y la había escuchado muy bien. De hecho, esa frase lo había enmudecido por completo. Sentía la respiración de la joven rompiendo en su pecho, lo que le provocaba un ligero cosquilleo en el estómago. "Sólo te pido que me dejes estar a tu lado…" nunca nadie le había hablado de aquella manera tan desinteresada, tan sincera, tan pura.

Sabe perfectamente a lo que se enfrenta, que no puede abrirle las puertas de su vida y de su corazón a nadie. Que Kagome no merece sufrir en un futuro por su culpa. Está consciente de eso y de muchas cosas más. Sin embargo, por primera vez, aquello que los une parece pesar más que las circunstancias que los separan.

-Kagome…-

Como respuesta afirmativa, el joven se atrevió a probar sus labios. Esta vez fue él quien inició el contacto. Descendió su mirada, para encontrarse con la de ella, con delicadeza la tomó por la barbilla y se inclinó para poder entrelazar sus labios. Eran dulces, tan dulces como los recordaba. Con suavidad hundió su mano en sus largos y sedosos cabellos, acariciándolos con libertad. Le encantan las hebras de Kagome, eran suaves y delicadas, era casi como tocar la más fina seda.

Al término del beso, ambos se miraron intensamente. Deseaban decirse tantas cosas, pero comprobaron que era más factible que sus sentimientos hablaran por ellos. Una vez más, ambos se fundieron en un beso. Kagome, por cumplir una especie de fantasía que siempre tuvo, provocó que ambos cayeran y rodaran por la arena. Ella quedó sobre Yasha, quien la miraba asustado.

-Perdona…- rió divertida-… pero siempre he querido combinar el sonido de las olas con el sabor de un beso…-

Una vez más, sus labios se unieron. Yasha sentía su espalda totalmente humedecida por las olas del mar, el agua estaba muy fría y lo más probable es que pescara un resfriado de continuar así. Pero aunque enfermara de pulmonía, no planeaba moverse de ese lugar. Además, el calor que Kagome le transmitía era suficiente para contrarrestar la frialdad de las aguas.

Cuando las primeras estrellas aparecieron en el firmamento, ellos estaban acostados sobre la arena, observando la preciosa luna que les saludaba en todo su esplendor. Estaban abrazados uno al otro, como si no desearan separarse nunca. Sus manos seguían entrelazadas, él acariciaba los largos y oscuros cabellos de ella, quien le daba pequeños besos en el cuello. Ambos sonreían, saben que han esperado este momento desde hace mucho. El momento en que encontrarían a su precisa alma gemela. Esa que saben jamás les abandonará.

Deseaba que ese momento no terminara nunca, que los dos terminaran convertidos en espumas de mar, y que sus almas quedaran confinadas para siempre en aquella playa. Sin embargo, estaba consciente que se hacía tarde, que Kouga iba a poner el grito en el cielo cuando supiera con quién se encontraba. No era bueno armar escándalos, y tampoco deseaba lastimar los sentimientos de Kouga. Él ha sido tan bueno con ella.

-Yasha…- con todo el pesar de su alma, ella tuvo que ponerse en pie-… tengo que…-

-Sí, lo imaginaba- suspiró Yasha, algo desalentado- pero no te preocupes, podremos vernos mañana ¿no?-

-Por supuesto que sí- sonrió ella, mientras intentaba quitarse el exceso de arena en sus ropas. Pero sabe que es en vano, igual tendrá que dar explicaciones. "Bah, puedo decir que me caí y resbalé" suspira, pensando en la cara de susto que pondrá Midoriko, imaginará quien sabe qué cosas.

-¿Segura que no quieres que te acompañe a casa?- preguntó Yasha en tono preocupado.

-Créeme, es mejor que no nos vean llegar juntos. Kouga es capaz de esposarte y someterte a un interrogatorio- rió Kagome, imaginando la escena, muy posible si se trataba de Kouga.

-¡Qué lo intente!- exclamó Yasha en tono desafiante.

-Es mejor no causar escándalo. Además, estoy segura que Sota se la pasó comentando esto durante toda la tarde- suspiró la chica, pensando en la actitud de su hermanito. Siempre que se le acercaba un chico se comportaba de la misma manera.

Escondida detrás de una de las columnas del mirador, Kikyô observaba detenidamente a la "feliz pareja". Iba dando una caminata vespertina cuando repentinamente los vio. Sabía que no era bueno quedarse a verlos, pero algo dentro de sí la obligó a espiarlos. Habían hablado bastante y, al final, habían terminado revolcándose, literalmente, por toda la playa.

¡Qué vergüenza! No podía creer que una hermana suya estuviera dando un espectáculo así. Sentía repulsión al verlos juntos, más que repulsión, le daba muchísima rabia verlos juntos. Ver el descaro de Yasha en su máxima expresión. Claro, como ella le rechazó, ahora tenía a Kagome de refuerzo ¿no? ¡Es un idiota! Todos son iguales… cuando una las termina, ya tienen amansada a la otra para saciar su apetito.

-¿De verdad podrías matarlo?- le preguntó a Musou, aquella mañana.

-Claro ese chico es pan comido para mí. Pero haces mucho énfasis en eso… ¿acaso le guardas resentimiento?- Musou era bueno para leer a las personas. Nunca nadie había sido capaz de acertar tanto en sus pensamientos.

-Pues… sí… bastante- dijo ella, admitiéndolo abiertamente por primera vez.

-Seguramente te habrá hecho algo muy malo para que lo detestes así-

-Quisiera cobrar venganza… de alguna forma…-

-¿En serio?- Musou pareció interesarse mucho en sus deseos de venganza- pues si me ayudas, quizás podamos deshacernos de él…-

-¿Ayudarte?- Kikyô se mostró bastante renuente. Aquel hombre era un asesino, de eso estaba segura. No estaba entre sus planes de venganza el colaborar con ningún asesino. Además, matar a Yasha… ¿no era demasiado?

-Bueno, no tienes que apresurarte demasiado linda. Te doy tiempo para que lo pienses bien. Me serías de mucha ayuda para tenderle algún tipo de trampa. Y así obtendrías tu venganza personal ¿no crees?-

Estuvo pensando en aquella proposición durante todo el día. Él era un asesino, era el tipo de personas que su padre combatía día con día. Un tipo como él mató a su madre muchos años atrás. Un tipo como él dejó huérfano a Kouga. No, no podía colaborar con alguien como él. Es más, ni siquiera sabe por qué no ha corrido a contarle a Kouga de aquel encuentro. Quizás porque ha visto hondo en los ojos de Musou, y sabe que no vacilaría en matar a Kouga si la situación se pone comprometedora.

Contempla una silueta femenina alejarse de la playa, volver a la vereda iluminada. Volvió a esconderse de nuevo tras la columna, aunque dudaba muchísimo que su hermana le prestara atención, seguramente tendría la cabeza llena de nubecitas rosas y pájaros cantores.

No puede dejar que estén juntos. Simplemente no puede dejar que su hermana esté con él. Tampoco puede dejar que él esté disfrutando de lo lindo cuando ella está sufriendo. Merece sufrir, tiene que pagar. No importa la manera, pero tiene que pagar.

Aquellas imágenes de los dos jóvenes besándose, abrazándose con fuerza y demostrando su amor en mitad de la playa, no iban a abandonarla nunca. Reavivaban sus deseos de venganza. No le importa el precio que tenga que pagar. No le importan los medios, siempre y cuando vea a Yasha arrastrarse doliente hasta ella pidiendo clemencia.

Pagará, claro que pagará.

¿Y Kagome? Se detuvo por unos momentos a pensar en su hermana. Ella no tenía la culpa…

"Los niños y las personas inocentes son las primeras víctimas de una guerra" pensó con dureza.

Sí, la decisión estaba tomaba. Aliaría fuerzas con Musou.

Y Yasha caería a sus pies, implorando piedad.

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-Insisto en que sería mejor alquilar dos habitaciones, en vez de cuatro- había dicho Miroku aquella tarde, cuando llegaron al pequeño motel.

-Pues es precisamente eso lo que pensaba hacer- carraspeó Sesshômaru malhumorado. Él odiaba que le dijeran qué hacer.

-No, no me entiendes mi querido Sesshômaru- Miroku le dio un par de palmaditas y pareció no notar la asesina mirada de Sesshômaru. Sango y Rin, más atrás, abrieron los ojos de par en par, preguntándose cómo es que Miroku se atrevió a llamar "querido" a Sesshômaru. Estaba pidiendo que degollaran su cabeza lenta y dolorosamente.

-Pues explícate, Miroku- Sesshômaru pronunció el nombre de su estratega con una rabia contenida.

-Me refiero a que será mejor que durmamos como… parejas… así podremos decir que somos turistas de vacaciones…- dijo, mientras se acercaba más a su "jefe" para que ninguna de las mujeres pudiera escuchar.

-Miroku, la forma en que nos repartamos las habitaciones no tiene nada que ver. Esa es la fase que usaría si nos…- Sesshômaru bajó la voz-… si la policía nos persiguiera…-

-Lo sé, lo sé. Pero piénsalo de esta manera, así ganas estando a solas con Rin y yo…- el joven carraspeó, poniendo cara maliciosa-… digamos que yo tendré tiempo para arreglar mis problemas con Sango-

Sesshômaru miró a Miroku fijamente. No pudo evitar emitir una pronunciada sonrisa. Ese Miroku sí que se las sabía todas. Aprovechaba cada momento para darse sus aires de casanova. Seguramente Sango protestaría y su relación con Miroku empeorara, pero ese ya es asunto de Miroku.

-Como quieras…- dijo, como diciéndome que daba la autorización. Después de todo, el del dinero era él.

Como era de esperarse, Sango protestó muchísimo y, como las habitaciones eran contiguas, la mayor parte de la tarde se la pasaron escuchando sus gritos. Expresiones como "¡Pervertido!" "¡Insensible!" y otras similares fueron la romántica canción de fondo que tuvieron durante horas y horas.

Sabía que apenas llegaban, lo primordial era llamar a Yasha. Así lo había programado en su cerebro y se había dispuesto a no distraerse con ninguna otra cosa.

Claro, era muy obvio que Rin tenía otros planes.

La habitación que Sesshômaru había alquilado era la "suite nupcial". Que de "suite" no tenía prácticamente nada, por lo menos no a los lujos ostentosos a los que él estaba acostumbrado todos los días. Era bastante modesta la habitación, aquel pequeño hotel era todo de madera, lo que le daba un aspecto más antiguo. A Sesshômaru no le gustaba demasiado, pero apenas Rin entró, sonrió diciendo que se veía bastante "acogedor".

Y cuando Rin decía "acogedor" con ese tono, significaba "un lugar propicio para que estemos los dos solos y muy juntos". Quería creer que en esta ocasión sólo era "acogedor", pero al parecer esa palabra jamás cambiaba de significado para su mujer.

La cama de la "suite nupcial" era muchísimo más pequeña que la de su hogar. Pero podían dormir perfectamente dos personas. Sabía que no debía prestarle atención a la cama, ni siquiera se había atrevido a mirarla, solamente de reojo. Mientras Rin desempacaba las pocas pertenencias que había traído, rogaba porque ella no se acostara en la cama.

Había empezado a buscar el número de su hermano en su móvil, cuando escuchó el típico sonido del unos resortes cuando se encogen y se ensanchan. Tragó en seco. Ya sabía lo que le esperaba.

-¿Sesshômaru…? ¿Puedes venir aquí un momento…?- oh, allí estaba ese tonito nuevamente. ¿Por qué esta mujer no pudo nacer muda? Ya conocía el resultado de aquel tono en su voz.

¿Resultado? Tuvo sus manos demasiado ocupadas durante toda la tarde como para siquiera tomar el móvil. Odiaba esto, se estaba convirtiendo en un romántico idiota… pero mientras le gustara, no pensaba rehusarse. Además, si el zopenco de su hermano había sobrevivido durante todo este tiempo sin su ayuda, sin duda su estúpida suerte le acompañaría por unas cuantas horas más.

-¿Ya llamaste a Yasha?- preguntó Rin, saliendo del baño en ropa de dormir. Traía sus cabellos húmedos, seguramente se había dado una ducha. No la culpa, en la "suite nupcial" ni siquiera había aire acondicionado y el clima está bastante caluroso aquella noche. Lucía tan perfecta así, que las tenues luces dibujaran su silueta- ¿Sesshômaru? Te pregunté si ya llamaste a tu hermano-

"¡Por supuesto que no mujer! ¡Me has tenido entretenido durante toda la tarde!" le contestó él, pareciéndole casi un descaro la pregunta.

-Lo haré ahora…- gruño, mientras tomaba su móvil y con un rápido movimiento le llamaba a su hermano.

-¡InuYasha!- volvió a usar ese tono autoritario- ¡Claro que soy Sesshômaru! ¿Quién pensabas que era?... ¿Dónde estoy? Pues créeme hermanito, muy cerca de ti… ¡Cállate la boca y haz exactamente lo que te digo!... ¿Cómo que por qué? ¡Por que te lo ordeno!... dime el nombre del hotel en donde te estás quedando…- no tuvo que pedir hoja y lápiz, porque Rin los puso frente a él como por arte de magia-… mañana iré a buscarte. ¡Más te vale que estés!... ¡Ahora vuelve a dormir!... ¡No me importa!-

-Está cerca de aquí- Rin miraba la dirección, sonriéndole. Luego colocó el papelito sobre la mesita que estaba junto a la cama y se dirigió hasta el armario. Sacó una toalla azul y se sentó en un pequeño sillón, procedía a secarse un poco sus cabellos. No deseaba pescar un resfriado sólo por el hecho que hacía calor.

El teléfono de Sesshômaru volvió a sonar. Lo tomó con un rápido movimiento, pensando que se trataba del tonto de su hermano una vez más. Sin embargo, el número que indicaba el móvil no lo tenía registrado, ni tampoco se le hacía conocido de ningún sitio. Aún así, pensó que podría tratarse de Yakken, así que tomó la llamada.

-¿Quién le habla?-

-Buenas noches, mi estimado Sesshômaru- esa voz espeluznante él ya la conocía muy bien. Sin embargo, no podía creer que lo estuviera escuchando en realidad.

-¿Cómo demonios…?-

-¿Obtuve tu número? Un mago jamás revela sus secretos-

-¿Cómo te atreves…?- pero Sesshômaru tenía tanta rabia que ni siquiera pudo encontrar algún insulto que le correspondiera.

-Pero al parecer, no soy el único que guarda secretos aquí. Debiste decírmelo antes, ahora que me enteré por mis contactos no seré tan condescendiente como pude haber sido…-

-¡No te atrevas a amenazarme mal nacido!- Sesshômaru se puso en pie, gritando a todo pulmón. Rin detuvo su actividad para dirigirle una mirada, al principio pensó que se trataba del anciano Tôtôsai y por eso Sesshômaru le trataba tan brusco, pero era obvio que tanta rabia no podía ser para Tôtôsai. ¿Qué era lo que ocurría?

-Los amoríos de tu padre eran bastante conocidos. Sin embargo, siempre creí que tenía sólo un heredero…-

-¿De qué demonios estás…?- Sesshômaru sentía cómo se le helaba la sangre. Naraku estaba hablando como si supiera que…

-Imagino que lo sabes muy bien. Bueno, qué puedo decirte, mejor para mí. En vez de matar un pez, ahora resulta que debo matar a dos. Espero que tu hermano menor también sepa cómo defenderse de mí. No quiero matarlo tan fácil, como hice con tu padre…-

-¡Maldito!-

-Ahórrate tus insultos, Sesshômaru. Reserva fuerzas, porque pronto nos veremos. Y salúdame a tu hermano de mi parte ¿si? Dile que pronto tendremos el gusto de conocernos personalmente-

El móvil de Sesshômaru se deslizó de su mano y cayó al suelo. No sabe si dañó su teléfono, pero tampoco le importa demasiado. Aquella revelación tan atroz ha sido un golpe completamente inesperado.

-¿Sesshômaru?- Rin dejó la toalla sobre el sillón y se apresuró a acudir a su lado.

Tenía mucho tiempo sin ver a Sesshômaru de aquella manera. Con esa expresión de incertidumbre en el rostro, no a él, que siempre todo lo tenía controlado. Intentó tomarle del brazo, pero él se desplomó sobre la cama, haciendo rechinar los resortes. Rin se sobresaltó, confirmando que algo verdaderamente grave debió haber pasado. Su corazón latía con rapidez y, por primera vez en el día, no era por el profundo amor que profesaba a Sesshômaru. Tenía un muy mal presentimiento de todo esto.

Rin se acostó junto a Sesshômaru, colocando una mano sobre su hombro, acercándose a él y dándole un pequeño beso en el cuello. Sabe que eso siempre lo tranquiliza. Sin embargo, ésta vez no sintió la tensión de Sesshômaru desvanecerse como siempre ocurría. Disminuyó un poco, pero en esta ocasión la tensión permanecía allí. Rin empezaba a alarmarse de verdad, temiendo lo peor.

-¿Sesshômaru…? Por favor, dime qué está pasando…- suplicó ella, deseando con todas sus fuerzas que no mencionara a ese hombre.

Sesshômaru respiró profundo, pensando que iba a poner a Rin al borde de la histeria, pero debía contarle. Necesitaba decírselo a alguien, y nadie mejor que ella.

-Naraku…-

El corazón de Rin se encogió al escuchar ese nombre. Sabía que tenía que ver con Naraku, lo sabía. ¿Acaso él era quien estuvo hablando con Sesshômaru por teléfono? Sí, por la forma en que se comportó Sesshômaru, seguro que sí.

-¿Qué pasa con Naraku?-

-Él lo sabe todo, Rin-

-¿Todo?- Rin abrió sus ojos, sin comprender. ¿Qué era todo? Pues qué le estaban ocultando ellos a…

Se llevó las manos a la boca, ahogando un gemido de terror. Dio un brinco en la cama, asustada y horrorizada. Rogaba silenciosamente por que no se tratara de lo que estaba pensando. "Por favor, no… por favor… por favor…"

-Sabe que Yasha es mi hermano-

[…CONTINUARÁ…]

Notitas: estaba de vacaciones, lo sé, pero no comprendo por qué este fanfic me tomó tanto tiempo. Sin embargo, creo que quería perfeccionarlo demasiado, además, lo hice bastante largo para compensarles el retraso en la publicación.

La escena Waffie quería que quedara perfecta, porque sé que ya todos lo estaban esperando. ¿Les gustó? Espero que sí porque me esforcé muchísimo en ella. Espero haberlos complacido. Ahora su parejita ya está feliz y contenta, y muy unida. Amo la playa, amo el mar, es por ello que su reconciliación tenía que ser en ese sitio. No por nada Kagome tenía una casita cerca de la playa ;)

El capítulo va dedicado a Chibi, porque es mi Waffie Fairy, porque sé que estaba esperando este capítulo desde hace muchísimo. Y espero no haberte decepcionado preciosa.

Agradezcan a la canción Chikyugi de OST de Saint Seiya, de las Ovas de Hades. Le puse "repeat" varias veces en mi reproductor mientras escribía esa escena. Se las recomiendo, es una canción verdaderamente preciosa y saca inspiración de hasta debajo de las piedras.

Con respecto a la venganza de Kikyô, ya hablaremos de ella más adelante. Ustedes no se despeguen de su televisor… quiero decir, computadora, y estén atentos a todos los detalles. No puedo evitarlo, Kikyô como personaje se me hace bastante compleja, además que tiene tantas capas y personalidades que es fácil jugar con ella. Me gusta que sea la antagónica.

Ah, ya sabremos en el siguiente capítulo qué pasó con la habitación compartida con Sango y Miroku. Paciencia mis queridos amigos ;) paciencia. También habrá escenas de ellos, no sé si su reconciliación es próxima, pero no se preocupen a los fans de esta pareja.

Y con Naraku… prepárense porque ahora sí que empezará a hacer de las suyas. Es malo, malo, MALO.

Para comentarios, sugerencias o contacto meiko[at]wings[dot]distant-sky[dot]org