Sin Rastro

Por: Meiko Akiyama

Capítulo 17: "Revelaciones".

-¡No sé por qué estás tan feliz!- con una enorme sonrisa en los labios, Miroku observaba cómo el dulce rostro de Sango se contorsionaba de la rabia- ¡Lo hice sólo porque era obvio que Rin y Sesshômaru deseaban estar juntos! ¡Sabes que no lo hago por gusto!-

-El punto no es por qué has aceptado. El punto es que ya estamos aquí los dos… solos- cuando sintió una almohada impactar en su rostro, se dio cuenta que fue muy imprudente utilizar ese tono tan seductor en la última frase.

-¡Serás pervertido!- exclamó Sango, dando un salto, colocándose en diagonal sobre la cama- ¡Y prepárate para dormir en el suelo! ¡Porque no pienso compartir mi cama contigo!-

-Querida Sango, estoy seguro que no dejarás que tu buen amigo Miroku pase apuros ¿no?- él intentó sonreírle, pero lo único que recibió fue otro golpe, esta vez proveniente de un producto para el cabello. En esta ocasión dolió un poquito más.

Miroku se llevó la mano hasta la frente, en donde había golpeado el envase, para luego observar a Sango. Estaba colocada boca abajo en la cama, la cabeza estaba en el otro extremo, lo único que podía verle eran sus largos cabellos cayéndole al descuido por la nuca. Lo que más tenía cerca del cuerpo de Sango eran sus pequeños y limpios pies. Sus piernas eran blancas y bien formadas, se dejaban ver por el corto pantalón que la chica traía. Sus ojos siguieron recorriéndola, llegando a sus muslos, que aunque cubiertos por la tela del pantalón, producían un bonito espectáculo. Sus pupilas repararon entonces en sus nalgas, sus bien formadas nalgas. "¡Qué mujer!" pensó, sintiendo una marejada de emoción subiéndole por el estómago.

Él cerró sus ojos, e inclinó su cuerpo hacia ella. Instintivamente extendió su brazo, aunque no pudiera ver, su mente dibujaba un claridad un mapa cuyo tesoro era la piel de su compañera.

Finalmente, sus dedos se encontraron con algo. Miroku sonrió ampliamente al sentir contacto con el cuerpo de Sango, pero entonces se dio cuenta que no se trataba de…

Abrió sus ojos, encontrando su mano entrelazada con la de Sango, quien estaba arrodillada en la cama, a pocos centímetros de él y mirándole con una expresión de pocos amigos.

-¡¿Se puede saber qué es lo que intentabas hacer, pervertido?!- pocos segundos después, con un rápido movimiento, Miroku tenía su rostro estampado contra el colchón, sintiendo un fuerte golpe en el costado.

Escuchó el sonido de una puerta cerrarse y adivinó que se trataba del baño, porque Sango estaba prácticamente en ropa de dormir y no se atrevería a salir de la habitación en esas "fachas".

Quedó recostado del lado izquierdo de la cama, mirando con detenimiento la puerta del baño. La luz se dejaba escapar por el umbral, afirmándole que su amiga sí se encontraba allí.

Esperaba que la puerta se abriera en cualquier momento, y que Sango saliera, con un rostro enojadísimo y altivo, exigiéndole que se bajara de la cama o lo mataría con sus propias manos.

Sin embargo, aquello no sucedió. Pasaron como veinte minutos y no había señales que Sango quisiera salir del baño. Esperó otros minutos más, y entonces pudo escuchar el característico sonido de unos sollozos.

Sango estaba llorando.

Aquella revelación le dejó mudo e incapaz de moverse. Los sollozos al principio eran difíciles de notar, pero poco a poco fueron incrementándose hasta convertirse en un llanto amargo y desolado. El primer impulso fue tumbar la puerta del baño para darle un enorme abrazo a Sango, pero sabía perfectamente que sería rechazado. ¿Qué hacer, entones? Jamás se ha sentido tan inútil como en este preciso instante.

Así pasaron más minutos, quizás un par de horas. Miroku estaba decidido a esperarla, pero finalmente el cansancio le venció y decidió por acomodarse en la cama, dejando un claro espacio para otra persona, aunque dudaba que si Sango salía y lo veía allí, se atreviera a dormir a su lado.

"Sango…" murmuró, mientras apagaba la luz de la recámara. Las únicas dos luces que seguían eran las del baño y la de la pequeña lamparita que estaba sobre una diminuta mesa de noche hecha de mimbre que estaba del lado derecho de la cama.

Finalmente, la puerta del baño se abrió y Miroku, sin hacer ningún movimiento, entreabrió sus ojos. Sango se quedó parada a los pies de la cama, como contemplándolo y examinando la situación. Ella miró a todos lados, como buscando otra alternativa en dónde dormir. Pero luego lanzó un respingo cansado y se paso la manga de la camisa por los ojos, seguramente para secar sus lágrimas.

Entonces, ella se desplomó del lado libre de la cama. Con cuidado apagó la luz y la habitación quedó a oscuras. Sango se acomodó de lado, de esta manera le estaba dando la espalda a Miroku, quien ahora se dedicaba a contemplar el contorno del cuerpo de Sango. "Tan hermosa…" pensó, mientras se movía con cuidado para acercarse a ella. Alargó su mano, intentando tocar su espalda…

-Haz un movimiento, y te corto la yugular- aquella advertencia había sonado tan real, que el chico congeló su mano en el aire, para después dejarla caer en el colchón, sin haber tocado un milímetro de Sango.

Miroku continuaba boca arriba en la cama, arropado con las cobijas, mirando el techo. Seguía sin poder creerse que ha dormido en una misma cama con una mujer y no la ha tocado en toda la noche.

Es su peor pesadilla.

Sango salió del baño, con sus largos cabellos húmedos todavía. La chica se miró en el espejo del tocador, delineándose los ojos con un tono rosa, ese que casi siempre usaba.

-¿Has hablado al cuarto de Sesshômaru y Rin?- preguntó ella, mientras se colocaba los aretes.

-Pues… la verdad… no- contestó Miroku pausadamente. Se ha desentendido por completo de su jefe y Rin- pero no te preocupes, es seguro que ellos ni siquiera se acuerden de nosotros- lanzó una risita divertida.

Pensó que Sango le reprendería por aquel comentario tan malintencionado, pero a los pocos segundos, notó que la chica lanzaba una risita divertida.

-Jamás dejarás de ser un pervertido- admitió ella, con una sonrisa en los labios.

Entonces, escucharon tres golpes a la puerta. Lo primero que pensó Miroku es que se trataba del servicio al cuarto y se extrañó, ya que ni él ni Sango han pedido nada. Como estaba de pie, Sango se encaminó hacia la puerta, dispuesta a abrir.

-Buenos días- como Sango entreabrió la puerta, Miroku no podía ver de quién se trataba, pero estaba seguro que por el tono tan familiar que usó ella, debía tratarse de un conocido.

-Es mejor que se vayan arreglando- Rin entró por la habitación. Llevaba puesta ropa deportiva y sus largos cabellos estaban recogidos en una alta cola, como las que usaba Sango en varias ocasiones.

"Oh, Sesshômaru es un hombre afortunado" fue lo primero que pasó por la mente de Miroku cuando la vio cruzar las piernas, al sentarse en el pequeño sillón de la habitación.

-¿Qué es lo que ocurre, Rin?- Sango estaba visiblemente preocupada.

-Es muy largo de explicar, por lo pronto, Sesshômaru fue a buscar a Yasha-

-¿Yasha?- Miroku de un brinco quedó sentado en la cama- ¿Es algo grave, Rin?-

La mujer miró primero a Sango, luego a él; luego alzó su barbilla hacia el techo, dejando escapar un suspiro.

-Creo que estamos en problemas. Sesshômaru fue por su hermano porque es bueno que a partir de ahora estemos todos juntos. Es más seguro-

-¿Seguro?- el tono de Sango era cada vez más preocupante- ¿Qué tanto peligro corremos?-

-Naraku llamó ayer a Sesshômaru- dijo Rin despacio.

Sango retrocedió unos pasos, dándole la espalda a Miroku. Sin embargo, él podía imaginar la expresión de terror que había en el rostro de ella en este instante. De hecho, él también estaba bastante aterrado. No sabe por qué le produce tanto temor un simple nombre.

"Naraku…"

Dio un salto en la cama cuando escuchó el móvil de Rin sonar. "Miroku, te estás poniendo algo paranoico" se dijo a sí mismo, como para animarse un poco.

-¡¿Cómo que no está?!- escuchó decir a Rin en un tono alarmante- pero… ¿estás seguro que eso te han dicho?... está bien, perdón… ¿y a su móvil?... entiendo… Sesshômaru, yo…- Rin hizo una larga pausa, seguramente Sesshômaru le estaba diciendo que las cosas se iban a hacer a "su manera"- está bien. Te esperamos entonces, nos vemos…-

-¿Y bien?- preguntó Sango, cortando el incómodo silencio que había surgido.

-Cambio de planes-

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Parecía una enorme mansión de la época feudal. Aquellas enormes casas que eran controladas por los poderosos terratenientes en tiempos muy, muy lejanos. Debía tener un montón de habitaciones, montones de pasillos y cuartos ocultos, el lugar perfecto para que viviera un asesino.

Pero, más que por el tamaño o la localización (afueras de la ciudad, rodeado de inmensas áreas verdes), aquella mansión estaba decorada finamente. Tiene que reconocer que Naraku siempre ha tenido un gusto exquisito.

Seguramente aquella mansión le ha costado millones a Naraku, pero realizando uno o dos asesinatos para sus más adinerados clientes, recuperará enseguida el precio de su nuevo hogar.

Recorrió el salón principal de aquella hermosa mansión. Según la vendedora, la lámpara que decoraba el techo era del Japón del siglo XVI y estaba valuada en varios miles de yenes. Aquel sitio era adecuado para recibir a unos trescientos invitados, pero Kagura sabe muy bien que tal vez nunca sea utilizado. Después de todo, Naraku es sólo buen anfitrión para sus víctimas.

Observó los enormes lienzos que colgaban de las paredes, eran réplicas de famosas pinturas de Monet, Van Gogh, entre otros. Sí, otros miles de yenes colgando por las paredes. Todo en aquel salón, es más, todo en aquella mansión parecía ser perfecto.

Y, sin embargo, Kagura sabe que hay algo malo. ¿Qué tiene de malo una mansión tan hermosa, podrían preguntarse?

El hecho que Naraku haya querido comprarla.

"Naraku nunca compra ninguna propiedad, no importa el sitio donde nos encontremos" pensó Kagura "¿Por qué tiene tanto interés en esta mansión? ¿Acaso planea establecerse? Pero… ¿por qué?".

-Espero que el sitio haya sido de su agrado, señor- Naraku y la joven vendedora hicieron su entrada al gran salón.

-No lo dude, Sakura- Naraku le dirigió una encantadora sonrisa a la vendedora, quien procedió a mirar su libro de ventas.

-Entonces ¿estarían dispuestos a comprarla?- preguntó Sakura, dirigió dos rápidas miradas, tanto a Naraku como a ella.

-Supongo que mi esposa decidirá- dijo Naraku, sin reprimir una enorme sonrisa a Kagura.

"Maldito" pensó Kagura, controlando todos los gestos de su rostro para no hacer una mueca de asco. Cerró sus ojos, respiró profundamente, y luego miró a Naraku. Era obvio que su "querido esposo" esperaba una respuesta afirmativa.

-Es perfecta- dijo, sin demasiada emoción.

-Bien- sonrió Sakura, haciendo anotaciones en la libreta que llevaba consigo- como me dicen que pagarán en efectivo, tal vez podamos llegar a un acuerdo con el antiguo dueño. Creo que podríamos rebajarles un 10-

-No se preocupe, Sakura- sonrió Naraku, mientras tomaba del brazo a Kagura- esta casa vale su precio y estoy dispuesto a pagar por ella-

-Eh… bien… yo- Sakura hizo una reverencia- contactaré con el dueño. En pocos días podría disponer de su nuevo hogar-

-¿Y bien?- preguntó Kagura casi al instante que la vendedora les dejó solos- ¿Puedo saber de qué se trata todo esto?-

-Deja que tu marido tenga secretos, mi querida Kagura- rió Naraku al momento de tomarla por el mentón- te hubiera besado frente a la vendedora, habría sido genial ver cómo tenías que devolverme el gesto sin mostrar esa mirada tan rebelde que siempre te gastas-

-Gracias al cielo no se te ocurrió- chasqueó la lengua, fastidiada. Odiaba que Naraku hiciera planes y planes.

-Kagura, si fueras un poco más dócil, yo te contaría todos mis planes- comentó Naraku, tomándola por la cintura y acercándola hasta él.

-Para dóciles tienes a mi hermana- suspiró, cansada de las palabras de Naraku.

-Con ella no es tan divertido- admitió Naraku, mirando hacia una de las pinturas del salón- sé que te inquieta mi silencio. Porque ¿cómo poder saber que no tramo algo contra ti?-

-Si hubieras querido hacerme algo, ya lo habrías hecho- sentenció Kagura con seguridad.

Naraku soltó una sonora carcajada.

-Lo sé. Me conoces bien Kagura. Tienes mucha razón, aunque en esta mansión puedo hacer desaparecer tu cadáver con facilidad, no es algo que haré. Compré esta mansión con un motivo específico-

-¿Me prometes liberarme si adivino que tiene algo que ver con Sesshômaru y tu venganza personal?- sonrió Kagura sarcásticamente.

-Oh, Kagura, si de verdad yo cumpliera mis promesas, ya estarías libre- rió Naraku, afirmando las sospechas de Kagura y plantándole un beso en los labios.

"Nunca se pierde la esperanza, supongo" pensó Kagura, pasándose la manga del kimono por los labios.

-Bueno, querida mía, ahora tú y yo tenemos que irnos- dijo Naraku, encaminándose hacia la enorme puerta del salón y abriéndola.

-¿Irnos? ¿Pues adónde?- Kagura alzó sus cejas, tenía un mal presentimiento.

-Digamos que debo reunirme con viejos conocidos y nuevos por conocer- sonrió Naraku con esa sonrisa tan característica.

Kagura sintió una punzada en el estómago. "Viejos conocidos... nuevos por conocer" ¿de qué tanto estaba hablando su jefe ahora? Aterraba adivinar de qué se trataba esta vez.

-Esta vez no perderé el tiempo, mi querida Kagura- Naraku rozó con cuidado la mejilla de Kagura, quien retrocedió dos pasos ante tal gesto- mataré varios pájaros de un solo tiro-

-¿Puedo saber a qué te refieres?- preguntó Kagura con suavidad, reprimiendo la mueca de asco que se moría por salir de sus entrañas.

-Mi hermanito, como nunca, está siguiendo el plan al pie de la letra. Sin embargo, agregué una nueva estrategia, que no estaba incluida desde un principio. Y digamos que, tengo que hacer acto de presencia...- Naraku soltó una carcajada maquiavélica y Kagura sintió verdadero terror, temiendo lo peor.

-¿Naraku... acaso planeas...?-

-Digamos Kagura, que dentro de pocas horas mi viejo amigo el comandante Higurashi y mi estimado Sesshômaru tendrán noticias mías... y claro, también su hermanito, de quien gracias a ti he tenido conocimiento-

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Observó la cama vacía, las sábanas perfectamente dobladas y la ropa de dormir colocada sobre la almohada. Cuando ella había despertado, su hermana ya hacía rato que no estaba en casa. Al preguntar por ella, Midoriko atinó a responderle que "había salido". Intentó sonsacarle un poco más de información, pero Midoriko parecía decidida a no decir más nada sobre ese asunto.

Buscó ayuda en Kouga, pensando que él hablaría sin rechistar, pero el joven policía parecía bastante huraño aquella mañana, ni siquiera terminó su desayuno y eso que los huevos fritos, tocino y tostadas era su combinación favorita. Dio unas cuantas mordidas, para luego levantarse de la mesa, agradecer los alimentos, y encerrarse en su recámara.

Sota y Shippou estaban entretenidos jugando en el patio y, por alguna razón, sabía que era inútil hablar con ellos. Los niños no darían ningún tipo de información que pudiera interesarle.

O tal vez, que mientras pasaban las horas, ella sola descubría dónde se encontraba su hermana. El paradero de Kagome estaba saliendo a flote a medida que transcurría el tiempo.

Estaba con él.

-Maldita sea…- dejó escapar en un susurro. Contemplaba desde el balcón a su hermano y Shippou jugar inocentemente. "Niños…" pensó, arqueando sus labios en una amarga sonrisa "no tienen por qué preocuparse por los sentimientos…".

-No es bueno maldecir tan a menudo- escuchó una voz a sus espaldas- que se puede regresar a nosotros-

"Genial" pensó Kikyô, "es lo último que me faltaba para completar mi felicidad matutina".

-Deja de decir estupideces, Tsubaki- mustió, sin moverse de su sitio.

-Oh, perdona, no sabía que estuvieras tan susceptible- sonrió ella, apoyándose en el barandal y mirándola de manera sarcástica.

-Déjame en paz- espetó, molesta.

-Pues debe pasarte algo grave, no es normal que te muestres tan molesta. La Kikyô que yo conozco ni siquiera permitiría que yo supiera que mi presencia la incomoda- Tsubaki parecía muy contenta, ya que pronunció su sonrisa aún más.

-Piensa lo que quieras- Kikyô seguía evitando mirarla a los ojos.

Segundos después, escuchó una risita divertida, proveniente de su interlocutora. ¡Tsubaki tenía la osadía de burlarse de ella! ¿Cómo se atrevía?

-No te molestes tanto, sempai- ella siguió usando ese tono burlesco, sobre todo al pronunciar "sempai"- no quieras que tu alumna aprenda malas mañas ¿te parece?-

-Tsubaki, hagámonos un favor y ya no me dirijas la palabra- dijo Kikyô en tono autoritario, volteándose hasta ella y encarándola por primera vez en la conversación.

-¡Uhh!- Tsubaki hizo ademán de asustarse, y luego recuperó su actitud burlona- ¡Casi me asustas, Kikyô!-

Tsubaki guardó silencio por unos momentos, los cuales Kikyô aprovechó para centrar su atención en el enorme árbol que crecía en el patio delantero de la casa. Intentaba olvidar el hecho que Tsubaki estuviera allí, y que sólo su molesta presencia le estaba sacando de quicio.

-¿Jugamos a las verdades?- dijo Tsubaki en tono infantil, dando tres palmaditas con sus manos.

-…-

-Está bien, yo inicio- siguió Tsubaki, ignorando el rostro enojado de Kikyô- ¿Por qué sempai está enojada?-

Hubo un silencio aterrador. "Maldita Tsubaki…" Kikyô se mordió la lengua, intentando mantener la calma y preparándose para lo que viniera.

-¡Yo lo sé!- exclamó ella, con tono infantil y haciendo una pequeña reverencia- La sempai está enojada porque su hermana Kagome está de cita con su novio-

Kikyô se volteó bruscamente hasta Tsubaki, quien detuvo su actitud infantil para mirarla fijamente durante unos instantes. Kikyô sentía sus mejillas rojas, hinchadas de la rabia. Estaba seguro que, de haber tenido su arco y flecha a mano, habría disparando, con el corazón de Tsubaki como blanco. Su rostro parecía reflejar tal descontento, que Tsubaki volvió a mostrar esa sonrisa alegre en sus labios.

-Te duele ¿no es así? Si quieres seguimos jugando. Porque ¿qué crees? Yo sé por qué te duele…- sonrió ella, sacando la lengua juguetonamente.

-Oh sí, recuerdo perfectamente a ese muchacho, sempai. Te vi sonriente con él… ¿lo olvidas? ¡Lucías como una novata enamorada! ¡Tan tierna sempai! ¡Hasta llegabas a inspirar ternura!- rió Tsubaki, recostándose en el barandal, haciendo que sus largos cabellos se movieran al compás de la brisa matinal.

-Pero al final, el chico se ha ido con otra. ¡Con tu propia hermana!- Tsubaki emitió una especie de suspiro doliente- ¡Qué triste! ¿Verdad?-

-¿Sabes Tsubaki? No es mi problema que me envidies- suspiró Kikyô, mirando hacia el cielo- deja de intentar hurgar en mi vida, lo que yo poseo, tú jamás lo podrás tener-

-Exactamente, yo jamás podré poseer una piedra en lugar de corazón. Y así, justo así como ocurrió con ese chico, pasará con todo el resto de tu vida. Porque estás tan inmersa en ti misma, tan cerrada en tu ser, que no tienes nada que ofrecerle a nadie. La soledad que hay en ti, tú misma te la has buscado. Y me alegra, porque no puedes andar por allí, creyéndote superior, cuando a la verdad es que no vales más que una…-

La palma de Kikyô se incrustó con fuerza en la mejilla de Tsubaki. A pesar del rostro de asombro de la agredida, nadie estaba más sorprendida que la misma Kikyô. Ella no usaba la violencia, NUNCA buscaba la violencia como su medio de salida. Pero sólo por esta vez, sintió la necesidad de callar a Tsubaki a punta de golpes.

Se preparó para recibir una respuesta pero, con sorpresa, observó cómo Tsubaki se llevaba con calma una mano a la mejilla agredida y se la frotaba con suavidad. Por unos minutos, Kikyô sintió que Tsubaki la miraba con… ¿compasión?

-Puedes pegarme todo lo que quieras. Pero ni éste ni todos los golpes del mundo harán que tu dolor se vaya. Ese dolor nunca te abandonará, es tu veneno, lo que terminará acabando contigo…-

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Al despedirse la noche anterior, prometieron pasar el día juntos. Después de todo, Kagome regresaría a su casa esa misma tarde y no podía desaprovechar la ocasión de estar con ella en este sitio. En pocas horas, regresarían a la ciudad y tendría que afrontarse con su realidad de siempre. Sabe que dentro de poco le asaltará el cargo de conciencia por estarle ocultando su verdadera identidad a Kagome.

Sin embargo, nada le impedirá disfrutar estas horas juntos. Kagome le ha asegurado que Kouga se mantendrá alejado de ambos y él ha desconectado su móvil.

"Seguramente Sesshômaru debe estar lanzando todo tipo de maldiciones en mi contra" pensó, divertido de hacer rabiar a su hermano mayor. Ya después arreglará las cosas con él, lo único que de verdad importa ahora es pasar tiempo con su novia.

Su novia.

Suena tan extraño. Pero no puede dejar de repetirlo incansablemente. "Mi novia... Kagome Higurashi".

-¿En qué tanto piensas?- preguntó Kagome, quien saboreaba un delicioso helado de fresa. Ella se sentó a su lado. Los dos estaban en una de las banquetas de un pequeño restaurante que quedaba cerca de la playa.

-Nada en especial- carraspeó Yasha, bebiendo un sorbo de su gaseosa. Sería demasiado vergonzoso confesarle que estaba pensando en ella. Además, con lo intuitiva que son las mujeres (ha aprendido eso con Rin y Sango) es seguro que Kagome lo sepa sin necesidad que él se lo diga.

-Es una lástima que el fin de semana tenga tan pocos días- suspiró ella, mirando hacia el horizonte- me quedaría aquí toda la vida-

-Es un lugar muy bonito- comenta Yasha, mirando a una familia jugar en la playa. El padre carga a su pequeño hijo en sus hombros y corren alrededor de la madre y una pequeña niña, que parece un poco asustada por las olas del mar. Él jamás tuvo algún recuerdo como aquel- se parece un poco adonde solía vivir cuando era un niño-

-¿En serio?- sabía que Kagome se mostraría curiosa ante ese comentario. Ella le miró, como esperando que le contara algo más.

-Sí, solía vivir con mi madre en un sitio que quedaba cerca del mar.

-Vaya- Kagome lanzó un suspiro, volteando su rostro otra vez hacia la playa.

-Era un pueblo muchísimo más pequeño que éste, y no tan bonito. A mamá siempre le gustó el mar, una vez llegó a decirme que cuando muriera, sus cenizas se iban a convertir en espuma de mar...- sin poder creérselo, un suspiro de nostalgia se le escapó de los labios. Sí, sin duda aquellos habían sido días muy felices. Es una lástima que ya se hayan terminado.

-¿Y tu papá?- preguntó Kagome en tono inocente. Yasha no pudo evitar contener una sonrisa. "Mi padre" pensó, un sinnúmero de sensaciones invadió todo su cuerpo. Trataba de no pensar en su padre demasiado a menudo, porque siempre se ponía bastante melancólico.

-Él no vivía con nosotros- suspiró, aparentando la mayor tranquilidad del mundo- Sesshômaru y yo somos medio hermanos. En realidad nunca supe quién era realmente mi padre hasta después de su muerte...-

-¿Nunca lo viste en persona?- preguntó Kagome, bastante curiosa. Yasha guardó silencio durante varios minutos, pudo sentir cómo la chica se contenía, algo avergonzada- perdón, supongo que este tema debe ser doloroso para ti, y yo sólo estoy haciendo preguntas sin sentido-

-No es doloroso- le cortó tajante- es sólo que...- se detuvo por unos instantes. Era difícil definir cómo se sentía en estos momentos-... es complicado...-

-Lo sé- Kagome entrelazó sus manos, sonriente- mejor ya no pienses en eso. Dejemos el pasado donde está y concentrémonos ahora en el presente ¿no te parece?-

Él no pudo estar más de acuerdo con sus palabras. Kagome no tiene idea cuánto representa para él que ella esté allí, simplemente haciéndole compañía. Con un rápido movimiento, une sus labios, robándole un beso. Sería feliz si pudiera evadir el resto de sus responsabilidades y quedarse con ella así por el resto de su vida.

Si Yasha no estuviera tan absorto dándole caricias a Kagome, quizás hubiera notado que varios metros atrás de ellos, una pequeña figura se esconde detrás de un poste de luz. La silueta se esconde tras las sombras, ocultándose sigilosamente como una figura felina. Se trata de un pequeño jovencito, no mayor de 15 años de edad. Sus ojos están fijos en la pareja, que se sonríe, se da mimos y se habla en murmullos. Al chico le resulta imposible escuchar lo que están hablando, sin embargo, sabe que lo importante es que no los pierda de vista por ningún motivo. De lo contrario, estará en graves problemas con el señor Naraku.

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-Empezaremos a empacar maletas en unas horas. Estoy casi segura que volveremos a casa para antes del anochecer-

La tranquilidad en la voz de Midoriko calmó un poco sus nervios. Alzó la vista y observó la fotografía que tenía de sus tres hijos sobre su escritorio. Seguramente se habrían divertido muchísimo en la playa y tendrían bastantes historias que contarle esta noche, cuando volvieran a casa.

Para él también ha sido un largo fin de semana.

Se la ha pasado revisando todos los archivos que tienen algo relacionado con los Inu. Su estudio está lleno de papeles regados por todos lados, algunos de ellos que tienen fechas de unos diez años atrás. Tiene una carpeta enorme sobre su escritorio en donde están todos los archivos acerca de la muerte de su esposa.

Ha revisado esos viejos papeles por lo menos unas tres veces durante este fin de semana. Está seguro que si alguien le pidiera que los recitara de memoria, podría hacerlo sin ningún problema.

Lanzó un suspiro desolado. Durante horas y horas se la ha pasado revisando los archivos con la esperanza de encontrar una pequeña pista escondida, cualquier detalle que se le ha escapado durante tantos años. Sin embargo, todos sus esfuerzos han sido en vano; no hay nada nuevo para él en todos esos papeles. Él nunca ha alzado la bandera blanca. Rendirse nunca ha sido una opción, pero ahora está empezando a resignarse a nunca descubrir realmente al asesino de su esposa.

Justo en ese instante, el timbre de su teléfono móvil empezó a sonar. Observó el enorme desorden que estaba regado por su estudio. Los mares de papeles regados por el suelo y los libros en pilas por las esquinas. Se reincorporó, escuchando con atención el timbre del teléfono. Debía estar muy cerca de él, ya que se escuchaba con mucha intensidad.

Pero, al encontrar al fin el teléfono, éste dejó de sonar. Vaya si era un hombre con "suerte".

Por fortuna, a los pocos segundos después, el teléfono volvió a sonar. Se trataba de un teléfono público, al menos eso indicaban las cifras en la pantalla. ¿De quién podría tratarse?

-Higurashi- no acostumbraba a identificarse con su rango de "comandante" a menos que se tratara de una llamada de trabajo.

-Comandante Higurashi- se asombró muchísimo que aquella voz desconocida le llamara precisamente comandante. Ahora sí que estaba curioso por conocer la identidad de su interlocutor.

-Identifíquese- había algo en el tono de ese desconocido, que le hacía sentir inmensa desconfianza. Normalmente se comportaba algo hostil con los extraños, pero pocas veces sentía repulsión por alguien de forma tan directa.

-Probablemente usted no me recuerde, Comandante, pero yo sí que le recuerdo muy bien-

-He dicho que diga su nombre, ahora- ya no le agradaba el rumbo que tomaban las cosas. Este hombre parecía hablar con mucha familiaridad acerca de él ¿por qué? ¿Le conocía desde hace mucho tiempo? ¿De qué tanto hablaba?

-Es que, aunque le diga mi nombre, no sabrá quién soy. De modo que mejor le doy una pista...-

-No estoy para bromas señor, vaya al grano- espetó Myoga, molesto.

-Precisamente allá voy, Comandante- la voz del hombre emitió una risa que le hizo helar la sangre a Myoga por completo-... le conozco desde hace muchísimo tiempo. Incluso, podría decirse que soy una parte crucial de su vida-

-¿De qué está hablando? ¿Desde cuándo?- detestaba cuando la gente usaba ese tono tan enigmático. Se parecía al que usaban los delincuentes cuando intentaban regatear un rescate o disminuir su condena.

-Desde la muerte de su esposa, por lo menos- sentenció aquella voz maquiavélica.

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-Ha sido un día maravilloso, sin embargo- Kagome miró su reloj de mano cuidadosamente- si no me apresuro se irán sin mí y no quisiera que luego Kouga tome esto para predisponer a mi padre contra ti-

-Que lo intente- Yasha chasqueó la lengua. "Ese lobo rabioso ya tendrá lo que merece" pensó enojado- jamás podrá contra mí-

Kagome emitió una risita divertida. Le encantaba el destello de celos que aparecía en el mirar de Yasha cuando mencionaba a Kouga, aunque fuera solo de pasada, como ahora. Con un rápido gesto, se prendió del brazo de Yasha, y ambos tomaron la vereda que conducía a casa de Kagome. Faltaba muy poco para el atardecer, las nubes empezaban a adquirir tonalidades rojizas y la vereda estaba bastante solitaria.

-Estoy ansiosa porque regresemos a la ciudad y conozcas a mi padre- sonrió Kagome ampliamente.

-¿Tu padre?- Yasha parecía bastante nervioso cuando ella tocó este tema. Kagome no pudo contener una risa burlona.

-¡No pensé que tuvieras miedo de él! ¡Ni quisiera le conoces!-

-¡No tengo miedo de nadie!- exclamó Yasha, sonrojado de la vergüenza- es sólo que... que... bueno... yo... es que...-

Kagome se quedó mirando fijamente a su "novio", hecho un manojo de nervios, murmurando frases incoherentes y sin mayor sentido; su risa entonces no pudo hacer más que acrecentarse.

-¡¿De quién crees que te estás burlando?!- preguntó Yasha, molesto por la fuerte risa de Kagome.

-Sólo quiero que lo conozcas porque es importante para mí. Además, ya yo conozco a tu hermano y a su esposa- a Yasha le pareció gracioso que Kagome pensara que Rin y Sesshômaru eran marido y mujer, sus nervios fueron descendiendo de nivel- que son "tu familia" y pues, a mí me gustaría que conocieras a mi padre.-

Yasha la contempló por unos instantes. Se veía realmente hermosa así, tan pensativa y reflexiva. Sabía muy bien que su padre era demasiado importante para ella. Era algo así como el hombre que jamás le fallaría. Se sentía realmente feliz que Kagome hubiera tenido esa figura paternal durante su infancia, porque él conocía perfectamente cómo se sentía vivir con la ausencia de un padre. Y no le deseaba a nadie esa sensación de vacío que nunca se recupera.

Curioso, hacía muchísimo que no pensaba en su padre. Y era la segunda vez que lo hacía el día de hoy. Si se lo hubiera comentado a Miroku, éste le habría dicho que se trataba de una "señal" o algo por el estilo. Pero Yasha siempre se burlaba de esas creencias que tenía su amigo. Él no cree en eso de las "señales del destino".

-¿Pasa algo?- escuchó la dulce voz de Kagome que le llamaba de vuelta a la realidad.

-No es nada- suspiró, mirando hacia el cielo. Escuchó muchas veces, de boca de Jakken y Rin, que su padre había sido un hombre excepcional. Con un poderío inigualable. Muchas veces quiso hablar de aquello con Sesshômaru, pero le resultó realmente imposible. Su hermano nunca hablaba de su padre, ni aunque le obligaran. Rin dice que Sesshômaru tenía sus buenas razones, pero a él le habría gustado conocerlas. Quizás así hubiera estado un poco más cerca de su hermano.

Con suavidad, inclinó el rostro de Kagome hacia el suyo, depositando un beso sobre su frente. La chica le sonrió con ternura, como sólo ella sabía hacerlo. Estaba seguro que podía encontrarse en la peor de las situaciones, pero si observaba la sonrisa de Kagome, tendría la certeza que todo estaría bien.

-Te prometo que al regresar, el día que quieras, me presentas a tu padre- sonrió Yasha. Aquella promesa fue suficiente para arrancar otra hermosa sonrisa de labios de Kagome.

-Eso, claro está, si es que regresan...-

Se paralizó de terror al escuchar esa voz inconfundible a sus espaldas.

"No, simplemente no puede ser" pensó, e instintivamente tomando a Kagome por la cintura, acercándola hacia él. No dejaría que él la tocara. Volteó su cuello y, tal como lo pensó, allí estaba él, mirándole con una enorme sonrisa en el rostro. Tanta ha sido su felicidad durante las últimas horas que hasta ha olvidado cómo es que terminó en esta playa, junto a Kagome.

Por seguir a Musou.

-Tú...- observó a su alrededor. No había nadie por allí. Ninguno al cual pedir ayuda, ni un alma que pudiera llegar en su auxilio. ¿Dónde estaba el inútil de Kouga cuando realmente se le necesitaba?

Musou sonrió ampliamente, como si ya diera por sentada su victoria. Dio un par de pasos hacia la pareja. Observó a la joven que se escondía tras la espalda de Yasha. Era muy bonita, tenía que admitirlo; sin embargo, en sus ojos no había ese brillo que existía en las pupilas de su hermana Kikyô. Sin duda, en Kagome había pureza y en Kikyô, por su parte, había..

-Venganza- lanzó en un susurro, sin quitarle la vista de encima a Kagome.

-¿Yasha? ¿Quién es este hombre?- preguntó Kagome, en tono asustadizo.

-No tengas tanto miedo, linda- sonrió Musou- que tengo órdenes concretas de no hacerte ningún daño. Al contrario...- recorrió a la chica de cuerpo entero-... creo que voy a tratarte muy bien...-

-¡No te atrevas a ponerle un dedo encima Musou!- exclamó Yasha, aferrando lo más que pudo a Kagome contra su cuerpo. Se sentía acorralado, justo como cuando ocurrió el secuestro de Rin. "No, no voy a dejar que la toquen, aunque me muera en el intento" se repetía una y otra vez, para darse fuerzas. Musou simplemente le miraba sonriente, como si supiera que hiciera lo que hiciera, Yasha llevaba las de perder.

-¿Yasha...?- Kagome tiró con fuerza la tela de su camiseta. No estaba muy segura de todo lo que ocurría, ni tampoco sabe quién es ese hombre, pero la mirada que tiene... no le inspira para nada confianza.

-¡Deja que ella se vaya! ¡Tu problema y asunto es conmigo!- le pidió, esperando que no sonara a súplica. No deseaba que Musou quisiera retener a Kagome, ni por un segundo más. Debía pensar en su seguridad antes que en la suya propia.

-¿Pero por qué tienes que ser siempre tan egocéntrico?- suspiró Musou, como con fastidio, llevándose una mano a la frente- ¿Quién te dijo que esto se trata sólo de ti?

-¡Explícate, imbécil!-

-Han sido órdenes del tonto de mi hermanito- Musou se encogió de hombros, volteándose hasta la playa-... según él, debemos poner sobre aviso al Comandante que hemos vuelto a la ciudad-

-¿Comandante?- Yasha arqueó las cejas. ¿Qué tenía que ver el comandante de la policía en todo esto?

-Oh... no...- Kagome parecía comprender muy bien las palabras de Musou, pero se encogió en el pecho de Yasha, como buscando protección. Estaba sudando bastante por la espalda, demostrándole que estaba muy nerviosa.

-No dejaré que nada te pase...- le susurró mientras la abrazaba con fuerza.

-No te hagas el ingenuo, Yasha- Musou chasqueó la lengua, en un gesto de fastidio- ya terminemos con todo esto ¿les parece?-

-Mi padre jamás se va a dejar llevar por sentimentalismos. Está muy equivocado si piensa que va a inhabilitarlo si me amenaza. Él es todo un profesional- espetó Kagome, furiosa. Yasha se asustó un poco, nunca la había visto de aquella manera, estaba realmente enojada. Ni siquiera la noche en que se conocieron, cuando ella le tomó por un pervertido cualquiera.

-Eso ya lo vamos a ver. Es ahora cuando el Comandante Higurashi va a probar qué tanta es su capacidad, después de todo, tiene que salvar a una de las personas que más quiere en este mundo. Dará su mejor esfuerzo ¿no?-

"Comandante Higurashi..."

"Kagome Higurashi".

"¿Sabes Yasha? A veces puedes ser tan inocente, que podrías meterte en grandes líos en un futuro" llegó a decirle Rin en varias ocasiones. Y no podía tener mayor razón. Ha sido un completo estúpido. ¿Cómo no pudo relacionar ese maldito apellido antes? Su hermano se la pasa mencionando "si el Comandante Higurashi nos sigue la pista", "el Comandante Higurashi suspendió las investigaciones", "el Comandante Higurashi ofrecerá una conferencia de prensa"... ¿cómo no pudo darse cuenta antes? Es un imbécil.

-¿Qué pasa, Yasha?- Musou no borraba esa sonrisa triunfante de sus labios, era como si lo tuviera todo controlado desde un principio.

-¡Vámonos de aquí, Kagome!- sin detenerse a pedirle la opinión a la chica, Yasha tomó a Kagome en brazos, dispuesto a salir como sea de allí para ponerla a salvo de Musou.

Cuando se volteó con la intención de escaparse de allí, comprendió que la huída sería mucho más complicada de lo planeado. Dos figuras se alzaban amenazantes, cortándoles el paso. Él ya las conocía perfectamente bien, eran los mismos rufianes que participaron en el secuestro de Rin.

Y allí estaba nuevamente Yasha, acorralado, entre Musou y esos dos sujetos; y con una chica a la cual debe proteger a toda costa.

-Dime que la escena te parece familiar- comentó Musou, como si le estuviera leyendo la mente.

-¿Yasha?- Kagome estaba bastante asustada. Y no era para menos, la situación no les sonreía.

Yasha se volteó nuevamente hacia los dos tipos que le cortaban el paso. La única forma de salir de allí sin enfrentarse a Musou y exponer a Kagome, era pasando por encima de ambos.

-Sostente fuerte, Kagome- le avisó a la asustada chica, mientras calculaba mentalmente la maniobra que habría de realizar para esquivarlos. Una vez todo estuvo planeado, retrocedió unos cinco pasos y empezó a correr con rapidez, como si aquellos dos sujetos fueran una enorme pared con la que iría a chocar sin remedio- ¡Vamos a irnos de aquí!-

-Tonto- dejó escapar Musou, mientras observaba a Yasha dar un salto espectacular, con tanta agilidad que ni siquiera se notaba que llevaba a Kagome consigo- caerás...-

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-¿Estás seguro que es aquí, Sesshômaru?- preguntó Sango, por enésima vez.

Sesshômaru le lanzó tal mirada a la chica, que ésta enseguida enmudeció. Sesshômaru chasqueó la lengua y miró a su alrededor, antes de dar la orden de bajarse del auto.

Había un característico olor a pescado en todo el sitio, lo cual era normal si se tenía en cuenta que era el sitio donde muchos de los pescadores de la región desembarcaban su pesca del día. Era un pequeño puerto improvisado que habían construido los pescadores locales para comunicarse con los demás pueblos pesqueros de la región.

Sesshômaru fijó la vista en una de las tantas bodegas que allí se alzaban. Todas eran hechas de madera, aparentaban tener por lo menos unos diez años de construcción y todas tenían una enorme puerta en la parte frontal. Sin embargo, la que llamó la atención de Sesshômaru se distinguía de todas las demás por algo en particular: una enorme araña pintada en la puerta.

Es cierto que cualquier tipo, en una buena tarde de ocio, pudo tomarse el trabajo de pintar la silueta del insecto. Pero, luego de la llamada que recibieron hace unas horas, aquella pintura en la puerta tiene un significado muy distinto para Sesshômaru, Miroku y Sango.

-Ya es hora que vaya buscando al estúpido de mi medio hermano- espetó Sesshômaru mientras se arreglaba la camisa. Pudo sentir la preocupada mirada de Rin sobre él.

-No te preocupes tanto- dijo, como restándole importancia- ya verás que está sano y salvo. Mala hierba nunca muere-

-Me preocupa Naraku- suspiró Rin, mordiéndose el labio inferior- ¿no crees que nos esté siguiendo los pasos? ¿Y si se aparece en un momento como éste?-

-Que se aparezca- sentenció Sesshômaru, con voz inexpresiva. Él no tenía miedo de Naraku, ya lo había enfrentado una vez.

Había planeado buscar a Yasha solo, ni siquiera en compañía de Rin; pero al abrir la puerta y ver aparecer las siluetas de Miroku y Sango supo que no la tendría fácil. Recordó que la chica estaba allí con el único propósito de ver a su hermano y, conociéndola, sabía que insistiría hasta las últimas consecuencias.

-Sesshômaru, quiero decirte que...- pero el característico timbre de un teléfono móvil no la dejó continuar. Sesshômaru ya estaba agradeciendo internamente lo oportuna de la llamada cuando alcanzó a escuchar la voz desde el otro lado de la línea.

-Sesshômaru, gusto en hablarte-

-¡Musou!- cuando pronunció aquel hombre, alcanzó a escuchar un grito de susto a sus espaldas, se trataba de Rin. También pudo sentir la tensión en las miradas de Miroku y Sango.

-No, no te enojes desde ahora. Te aseguro que tengo algo que te puede interesar-

Sesshômaru guardó silencio, porque dentro de sí estaba pensando algo demasiado absurdo... como para que pudiera ser verdad. No, sus presentimientos no podían ser acertados.

-Más bien, "alguien" que te puede interesar...-

¿O tal vez sí?

-¿Dónde lo tienes, Musou?- preguntó sin mayores preámbulos, sabiendo que su hermano menor estaba en poder de Musou y, en consecuencia, de Naraku.

-Veo que sí tienes dotes de clarividente, después de todo- comentó Musou en tono burlón- ahora anota bien la dirección, y puedes venir con todo tu ejército, si quieres, igual no creo que salgas con vida...-

Y estaba allí, frente al símbolo de la araña pintado en la puerta de aquella horrible y vieja bodega. "No hay duda que estos sitios asquerosos son los favoritos de Naraku. Ha de ser su ambiente natural" pensó, mientras se acercaba con cuidado.

Le tomó bastante trabajo convencer a Rin que se quedara en el motel. La chica le dio bastante pelea; pero ni a Miroku ni mucho menos a Sango los pudo convencer. Sango estaba segura que Kohaku se encontraba con aquellos tipos, y nadie podía impedirle ir por su hermano. Y Miroku... bueno, él iría allí donde Sango fuera.

La primera vez que tuvo miedo verdadero, fue cuando supo que su padre había muerto y que toda la responsabilidad de la organización caía sobre él. Y ahora, tiene miedo de abrir aquella puerta y encontrarse con una situación que no pueda manejar.

"Pero quien no arriesga, no gana"; siguiendo el consejo de Rin, derribó la vieja puerta de madera con una certera patada en el centro.

Esperaba encontrarse con un sitio oscuro y frío, lleno de telarañas y basura regados por el suelo. En fin, un escenario parecido al que encontró cuando rescató a Rin. Sin embargo, este sitio estaba bien iluminado. La bodega tenía dos pisos, Sesshômaru distinguió unas escaleras de madera. Musou estaba sentado al pie de ellas, con una botella de cerveza en una mano. Al ver a los recién llegados, les saludó y sonrió como si hubieran llegado al portón de su casa a hacerle una visita de cortesía.

-No pensaba encontrarlos tan pronto- les comentó tranquilamente, sin moverse de su sitio.

-¿Dónde tienes a Kohaku?- exclamó Sango enseguida, sin poder contener su desesperación. Musou amplió su sonrisa, era como si todo esto fuera una comedia para él.

-Entonces sí es cierto que el pequeño es hermano tuyo- dijo Musou con suavidad- no te preocupes, él está en muy buenas manos-

-¡No voy a permitir que le metan ideas en la cabeza a Kohaku!- de no ser porque Miroku la tomó por los hombros, Sango se habría abalanzado sobre Musou, quien no ha dejado de sonreír desde que los recibió.

-Él vino a nosotros- Musou le hizo un guiño a Sango- y nos ha demostrado ser todo un profesional a la hora de realizar sus trabajos...-

-¿Trabajos?- el rostro de Sango palideció, seguramente imaginando a su pequeño hermano Kohaku cometiendo cualquier tipo de atrocidades en compañía de Musou o Naraku.

Musou la miró fijamente, por unos instantes parecía compadecerse de la actitud tan acongojada de la muchacha. Dejó escapar un suspiro lastimero...

-Pero ese no es el tema por el cual les llamé- dijo, con la misma tranquilidad de antes- ésta es la única escalera que lleva al segundo nivel. Y tu hermanito se encuentra allí, de modo que- Musou sacó de sus ropas un brillante puñal, y empezó a jugar con él pasándoselo entre los dedos-... tienen que pasar por sobre mí primero-

-¡Claro que salvaremos a nuestro camarada!- exclamó Miroku, mirando a Musou desafiante, sin soltar a Sango por temor a la reacción de la joven- ¡No nos iremos de aquí sin él!-

-Hazte a un lado, Musou...- pronunció Sesshômaru, con voz tajante y fría.

Miroku creyó equivocarse al identificar el característico chasquido de una pistola. Pero la pistola en la mano derecha de Sesshômaru confirmaba su idea. A pesar de llevar tantos años trabajando para él, no recuerda haber visto a Sesshômaru tomar una pistola para amenazar a nadie. Siempre llevaba una consigo cuando iba a cerrar tratos con los clientes, pero se trataba de una "simple precaución". Nunca antes vio a Sesshômaru tan determinado a jalar del gatillo.

-Ahorra tus palabras, Sesshômaru, que no es con Musou con quien te enfrentarás esta noche...-

Esa voz...

"Pero si es el pequeño Sesshômaru. ¿Por qué tienes esa mirada tan penetrante? ¿Acaso tienes planeado acabar conmigo?".

-Naraku...- gruñó Sesshômaru, mirando varios escalones arriba de Musou. Una silueta surgió de entre las sombras. Un hombre cubierto con pieles miraba fijamente a Sesshômaru. Sus cabellos eran oscuros y largos, les tenía recogidos en una coleta algo descuidada. Tenía una mirada desafiante y sonriente; sus facciones eran finas y detalladas... su parecido físico con Musou era innegable.

-Los hermanitos siempre aguan las fiestas- pareció murmurar Musou, mientras se ponía en pie, para darle paso a Naraku.

-Ese... ¿ese hombre es quien tiene a Kohaku?- alcanzó a preguntar Sango, sin quitarle la vista de encima a Naraku.

En verdad, no tenía el aspecto que Miroku o Sango hubieran imaginado. Ellos habían imaginado una persona totalmente diferente. Así, con ese porte señorial que tenía, pasaría más bien por un refinado y culto hombre de negocios que un despiadado asesino. ¿Aquel era el hombre que había matado al padre de su compañero Yasha? No se le veía nada que fuera extraordinario.

-Ya sabía yo que la dulce Sango vendría a rescatar a su hermanito- dijo Naraku sonriente, mientras Musou emitía un bostezo aburrido.

-¿Cómo...?-

-Me he tomado la libertad de averiguar todo sobre ustedes- les soltó Naraku, leyendo sus miradas de asombro-... sé muy bien con quiénes estoy tratando. Sango, Miroku...- Naraku miró a su alrededor, como buscando algo- ¿dónde dejaste a Rin, Sesshômaru? No te habrás atrevido a dejarla sola-

-...-

-Claro, que no soy infalible, mi buen Sesshômaru. Y hubo algo que no averigüé, algo que mantuviste bien oculto durante unos ¿diez años? Jamás me enteré que tu padre tuvo un bastardo por allí- Naraku utilizaba un tono burlón, como si disfrutara restregarle aquello en cara a Sesshômaru-... y pensar que me había llamado la atención. Incluso pensé que, cuando te acabara, le pediría que se uniera a mí. Lástima que lleva tu sangre, algún defecto debía de tener... tendrá el mismo destino que tú-

-Deja de estar graznando como una urraca, Naraku- le cortó Sesshômaru, mirándole directamente a los ojos- y ven aquí para que te cierre esa gran boca tuya...-

-¡Sesshômaru! ¡Deja que...!-

-¡No interrumpas en esto, Sango!- Sesshômaru ni siquiera se detuvo a mirarla- permití que vinieras hasta aquí, pero Naraku es mi presa-

-Además, yo no voy a dejar que estén de observadores- Musou se encogió de hombros- porque me aburriría muchísimo-

Instintivamente, Miroku cubrió a Sango con su cuerpo. Musou soltó una risa divertida, mientras seguía pasando el puñal sobre sus dedos de manera amenazante.

-Sería tan fácil desarmarte, Sesshômaru, y volarte esos sesos con la misma arma que ahora llevas en las manos. Sería un final digno de alguna tragedia clásica. Sin embargo, démosle un final a lo Shakespeare- Naraku chasqueó sus dedos de la mano izquierda.

Entonces, del mismo rincón de donde surgió Naraku, apareció una mujer. A Sesshômaru le tomó algunos segundos reconocerla. Se trataba de la misma que apareció aquel día en su casa, diciendo que ella sabía dónde se encontraba Rin. En este instante, no puede recordar su nombre. La mujer desciende con calma las escaleras, haciendo caso omiso de la mirada severa de Naraku. Le extiende a él una caja rectangular que llevaba en sus manos.

-...morirás de la misma manera que maté a tu padre...- sentenció Naraku, desvelando el contenido de la caja, dos relucientes espadas-... las he estado guardando para este momento...- le lanzó una espada a Sesshômaru, quien alzó su mano derecha para recibirla. Había guardado su pistola en el cinturón que llevaba-... ¿no se te hace conocida esta escena?-

-Ya cállate, Naraku, y derrótame- Sesshômaru esbozó una sonrisa de confianza-... si es que puedes...-

-No te preocupes, por mí, Kagura- Musou le hizo un gesto despreocupado a la joven- yo puedo con ambos solo-

-Como quieras- suspiró ella, fastidiada, sentándose en el último escalón y cruzando las piernas; admirando la escena. Interiormente, deseaba que ese joven llamado Sesshômaru derrotara a Naraku. "Sería mi libertad..." pensó, esperanzada.

-Tu padre fue un gran compañero...- empezó Naraku mientras se abalanzaba sobre Sesshômaru, quien bloqueó el filo de la espada de Naraku con la empuñadura de la suya-... hubiéramos logrado tantas cosas juntos. Pero, como te dije...- todos los golpes que intentaba asestar en su oponente eran ágilmente esquivados-... todos cometemos errores...-

-Que te calles, Naraku. No me interesa oír...- Sesshômaru intentaba por todos medios alcanzar el brazo de Naraku, pero odiaba reconocer que éste también sabía defenderse magníficamente.

-...el único error de tu padre...- Naraku dio un salto, esperando que del impulso Sesshômaru tropezara y cayera, pero éste no le dio tregua y soportó su empuje; logrando que cediera y retrocediera unos cuantos pasos-... fue pensar que era superior a mí...-

-No tenía que pensarlo- aseguró Sesshômaru-... simplemente lo era...-

-Juré acabar con él y toda su maldita estirpe- Naraku cortó tres veces el aire con la espada, y luego apuntó su punta hacia Sesshômaru-... y esta noche, comenzaré contigo...-

Naraku empezó a aproximarse hacia Sesshômaru, quien le esperaba de frente, sin moverse si quiera. Kagura se quedó completamente helada ante tal escena ¿en qué estaba pensando ese tal Sesshômaru? Ni siquiera estaba adoptando una postura defensiva. ¿Es que quería morir?

Pero justo en ese instante, se escuchó un estruendo en la parte superior de la bodega. Tanto Naraku como Musou, quien había empezado una pelea cuerpo a cuerpo con Miroku, detuvieron su ataque. Kagura se reincorporó, algo sorprendida. ¿De qué podría tratarse? ¿Acaso aquellos jóvenes habían...?

-¡Musou!- una silueta pasó como una ráfaga junto a Kagura, quien no pudo hacer otra cosa que quedarse observando cómo descendía las escaleras, hasta quedar en la planta baja. Era aquel chico, el hermano menor de Sesshômaru, a quien habían secuestrado horas antes. Por la rapidez en que descendió no lo había podido notar, pero ahora puede darse cuenta que en sus brazos está, inconsciente, una de las hijas del comandante Higurashi.

-¡Aquí estás, maldito!- exclamó Yasha a todo pulmón, señalando a Musou con la mirada, ya que sus manos estaban ocupadas cargando el cuerpo de Kagome- ¿Es que creías que esos dos mastodontes iban a detenerme? ¡Estás enfermo!-

-Arrogante y hablador...- susurró Naraku, sonriéndole a su oponente-... hijos de su padre tenían que ser...-

-Eres más persistente de lo que yo creía, Yasha- suspiró Musou, sonriente. Era casi como si no se sorprendiera de la hazaña del muchacho-... no pensaba que te fueras a librar tan pronto de ellos...-

-¿Qué dices?- espetó Yasha confuso ante aquellas palabras.

-O tal vez, mi hermano demoró más tiempo en dejar a Sesshômaru fuera de combate, pensé que no querías encargarte de los dos a la vez- Musou chasqueó la lengua, mirando de reojo a Naraku.

Y sólo entonces, Yasha notó la presencia de ese sujeto desconocido. Le miró con curiosidad por varios segundos, sin descuidar el cuerpo de Kagome en sus brazos. Nunca en su vida había visto a ese tipo. Sin embargo, tenía un presentimiento acerca de su identidad. Estaba casi seguro que no podía tratarse de nadie más que el tal "Naraku".

-¿Tú eres Naraku?- frunció el ceño, para luego mirar burlonamente a Sesshômaru- ¡Creí haber escuchado que era te encargarías! ¡Pero veo que te está costando algo de trabajo!-

-Niño insolente- Sesshômaru miró fijamente a su hermano, rojo de la rabia y por la vergüenza que acaba de pasar.

-¡Vaya!- exclamó Naraku con malicia- ¡Éste es quien más se parece al padre!-

-¿Qué has dicho?- Yasha miró confuso a Naraku. Hablaba con tanta familiaridad de su padre, como si le conociera de hace mucho tiempo- ¿Qué tanto sabes de mi padre?-

Una enorme sonrisa se dibujó en los labios de Naraku y un brillo de victoria se asomó en sus ojos.

Y, por tercera vez en su vida, el terror se apoderó de Sesshômaru. Dos veces en una misma noche, parece increíble.

-Si soy un viejo amigo de tu padre ¿tu hermano no te lo ha contado?- Yasha se volteó hacia su hermano, quien permanecía inmóvil y con la mirada fija en Naraku-... ya sabía que eras muy poco comunicativo, Sesshômaru, pero esto es el colmo-

-Guarda silencio... ¡Rata asquerosa!- se colocó otra vez en posición de combate, pero Naraku no parecía tener intenciones de continuar luchando.

-Hace ya muchos años, tu padre y yo éramos compañeros de trabajo- Naraku no le quitaba la vista de encima a Yasha, quien lo miraba curioso de su relato- éramos un dúo excepcional. Pero como nada es para siempre, un día tuvimos una diferencia de opiniones y pues, tomamos caminos separados...-

Yasha estaba inmóvil, escuchando atentamente las palabras de Naraku. ¿Acaso ese hombre estaba diciendo la verdad? Nuevamente intentó buscar la mirada de Sesshômaru, pero éste seguía mirando a Naraku.

-Sin embargo, la terquedad de su padre era admirable- sonrió Naraku, mirando a Yasha casi con compasión-... e intentó detener mi nueva vida. Al principio sólo eran palabras, consejos en oídos sordos, pero luego empezó a actuar. Y yo sabía, que la única persona capaz de frenarme era tu padre. Y claro, me adelanté... dejándolo fuera de combate-

Naraku pronunció la última oración de manera tan tajante, que Yasha sintió cómo un escalofrío le recorrió el cuerpo. ¿Por qué lo había dicho así? ¿Acaso...?

-¿Qué me estás queriendo decir?- pocas veces tenía tanto temor a una simple respuesta.

-Con orgullo te diré, que yo tomé la vida de tu padre- confesó Naraku, tronando sus nudillos.

"Oh, pequeño, lamento decírtelo, pero hace poco tu padre murió..."

Rin le dijo aquella frase, cuando recién había llegado a las puertas de la organización, llevando consigo como único equipaje una pequeña maleta donde guardaba sus pocas pertenencias y una carta dirigida a su padre, escrita por su madre unos días antes de su muerte.

Fue lo único que se le permitió saber. Ante la aterradora realidad de saberse huérfano, con sólo un hermano al que ni siquiera conocía en ese momento, Yasha no preguntó mucho acerca de la muerte de su padre. Y cuando, meses más tarde, intentó tocar el tema con su hermano, éste siempre respondió con evasivas. Pero siempre pensó que su padre había muerto porque algún plan de robo les había fallado o, quizás, a manos de la policía. Nunca pasó por su mente la tan posible idea que hubiera muerto... asesinado.

La idea de tener frente a sí al asesino de su padre, le llenó de una ira incontenible. Dejó que sobre Naraku cayeran toda la angustia de su infancia, y las frustraciones de su temprana adolescencia, cuando se preguntaba una y mil veces "¿Por qué papá no está con nosotros?"; todo el dolor que sintió cuando escuchó de labios de Rin, que su padre había muerto.

-Eres un... un...- Yasha apretó los dientes y cerró su puño izquierdo con fuerza-... un... ¡Maldito!- hizo ademán de acercarse a Naraku, pero se detuvo cuando la risa de éste resonó por todo el sitio.

-¿Y piensas atacarme con la chica a cuestas?- entonces, Yasha recordó que su brazo derecho sostenía el cuerpo de Kagome, aún desmayada-... eres más impulsivo que el inútil de tu padre-

-¡No vuelvas a expresarte así de mi padre!-

-¡Naraku!- Sesshômaru empuñó la espada hacia Naraku, mirándole amenazante- olvídate del chico... esta pelea es exclusivamente entre tú y yo...-

-¿Qué has dicho, Sesshômaru?- exclamó Yasha, incrédulo ante tales palabras. ¿Es que acaso él no contaba?

-Me encantaría seguir, Sesshômaru, bien sabes que así es. Sin embargo... supongo que cuando llegue la policía no vas a querer estar por los alrededores-

-¿Qué es lo que has dicho?-

-Vendrán a llevarse a la chica- en ese momento, la mayoría de los presentes se fijaron en Kagome, quien parecía dormir plácidamente en brazos de Yasha- ¿es que no la has reconocido?...- como Sesshômaru no daba señales de saber la identidad de la chica, Naraku prosiguió-... su nombre es Kagome Higurashi...-

-¿Acaso ella es...?-

-Es hija del comandante de la policía- susurró Miroku, mientras él y Sango intercambiaban miradas de preocupación. ¡Era imposible que Yasha viniera a fijarse justamente en esa chica! Miroku descendió la mirada, sonriendo con cierta amargura- de todas las chicas del Japón, tenías que fijarte precisamente en ésta...-

-Y como sabrás, hice una llamada de advertencia a su padre. Seguramente habrá movilizado a todo el personal- sonrió Naraku, levantando su mano derecha, chasqueando los dedos- ¡Kohaku! ¡Kanna!-

De entre las sombras, aparecieron una joven de larga cabellera blanca, y un pequeño al cual Sango reconoció al instante.

-¡Kohaku!- estaba dispuesta a correr hacia su hermano, pero los brazos de Miroku nuevamente la detuvieron.

-Lástima que la reunión familiar les dure tan poco- suspiró Naraku, mientras le hacía un gesto a Musou y Kagura para que se acercaran- como conocen este tipo de negocio, saben que debo desaparecer sin rastro alguno, y mis estimados Kohaku y Kanna ya me han ayudado-

-¿De qué tanto hablas?- exclamó Yasha, aguatando las ganas que tenía de echársele encima al asesino de su padre.

-¡Cuidado!- Miroku señaló el humo que salía de dos de las vigas del techo. Era evidente que, para cuando llegara la policía, todo el lugar estaría hecho polvo y cenizas. Sí, Naraku lo ha planeado todo con lujo de detalles. Sesshômaru se maldice interiormente, no sabe cómo pudo olvidarse lo perfeccionista que es Naraku para estas cosas. Era obvio que había un truco en todo esto: secuestrar a la chica Higurashi, secuestrar a su hermano, citarlos precisamente en ese lugar, notificar al comandante... es obvio que todo estaba calculado desde un principio.

-¡Eres un...!- pero el insulto de Sesshômaru no alcanzó a Naraku, quien aprovechó oportunamente la confusión para salir de la bodega.

-¡Kohaku!- Sango iba a lanzarse tras su hermano, pero Miroku la detuvo justo antes que una enorme viga en llamas le cayera encima. La madera ardía con tal rapidez, es casi seguro que le han rociado algún químico.

-¡Cobarde!- exclamó Sesshômaru. Analizó la situación por unos minutos: por más que quisiera, era más importante salvar su vida que ir tras Naraku. Además, detesta admitir que no es bueno dejar a Rin sola cuando Naraku anda merodeando por el lugar. "Quien dijo que el amor era la perdición del hombre, tenía mucha razón".

-¡Sesshômaru!- los gritos de su hermano le recordaron que, mal que mal, era quien estaba a cargo de todo.

-¡Desde aquí no se distingue ninguna salida!- exclamó Sango, aferrada al brazo de Miroku.

-¡Por aquí tampoco!- dijo Yasha, aún cargando a Kagome.

-Tontos...- murmuró Sesshômaru, mientras miraba la espada que le había dado Naraku para que se batieran a duelo. Irónicamente, aquella espada iba a ser quien les salvara la vida- ¡Abriremos nuestra propia salida!-

La madera estaba tan vieja, que no opuso resistencia al filo de la espada. Sesshômaru abrió un agujero lo suficientemente grande para que todos pudieran pasar. Incluso su hermano Yasha, que llevaba "cargamento" consigo. Salieron con toda la rapidez que se lo permitieron las llamas. Quien más humo inhaló fue Sango, ya que al salir del viejo edificio se recostó en el suelo, tosiendo con gravedad. Miroku enseguida acudió en su ayuda, haciendo que apoyara su cabeza en sus piernas. Con suavidad acariciaba los cabellos de la joven, la tos fue cesando poco a poco, confundiéndosele con los sollozos que terminaron por convertirse en un llanto amargo. Nadie se reparó a pensarlo, era obvio que lloraba por su hermano. "Kohaku..." se escapó un par de veces de labios de Sango, quien era consolada dulcemente por Miroku.

-Estuvimos cerca...- comentó Miroku mientras se quitaba el sudor de la frente con el dorso de la mano.

-El maldito de Naraku escapó...- gruño Sesshômaru, cerrando los puños con fuerza-... la próxima vez no tendrá tanta suerte...-

-Hermano...-

"Oh, aquí vamos..."

Hace bastantes años que Sesshômaru lleva retrasando esta conversación. "Llegará el día en que no vas a poder posponerla más" profetizaba Rin cada vez que tocaban el tema. Pues bien, parece que finalmente ha llegado el momento.

-Ese hombre... ese hombre...-

-Todo cuanto ha dicho es cierto- Yasha intentó mirar a su hermano a los ojos, pero la mirada de Sesshômaru estaba perdida en algún punto del estrellado firmamento.

Yasha pensaba cómo seguir aquel tema tan escabroso, cuando el pitido de un auto interrumpió sus pensamientos. Se volteó hacia donde provenía el sonido, y allí estaba Rin en el auto deportivo de su hermano.

-¿Pero qué demonios...?- Sesshômaru estaba tanto o más sorprendido que él de verla allí- ¡Te dije que te quedaras en el hotel!-

-¿Cuánto tiempo pensaste que me ibas a retener allí?- exclamó ella, se veía bastante enojada. Descendió del vehículo, aproximándose con rapidez hacia Sesshômaru, se detuvo a pocos metros de él y le fulminó con la mirada. Yasha pensaba que en cualquier momento ella le iba a golpear o dar una bofetada, pero en lugar de ello, Rin abrió sus brazos y se lanzó hacia Sesshômaru.

-¡Tenía tanto miedo!- sollozó en su pecho. Sesshômaru simplemente suspiró con un dejo de fastidio y, con cierta torpeza, también la envolvió con sus brazos.

-Mujer tonta...-

-¿Los demás están bien?- Rin se secó algunas lágrimas que cubrían sus ojos y se volteó hacia el resto. Miroku emitió una de sus "seductoras" sonrisas y Sango arqueó sus labios levemente.

Con suavidad, Rin se acercó hasta Yasha, rodeando el rostro de éste con sus manos. Ella le sonrió de manera maternal, y con dulzura le besó en la mejilla. "Temía tanto por ti, pequeño..." le susurró al oído, antes de despegar sus rostros. Entonces, Rin notó lo que Yasha llevaba en sus brazos.

-Oh... ¿ella es la chica de aquella vez...?- emitió una sonrisa pícara- ¿es tu novia, no es así?-

-Pues...-

-Te vas a ir olvidando de esa chiquilla- Sesshômaru le cortó cualquier posible respuesta.

-Pero Sesshômaru, no hay nada de malo que Yasha...-

-Esa chiquilla es la hija del Comandante Higurashi- Rin enmudeció ante tal revelación. Miró a Yasha, quien no desmintió las palabras de su hermano mayor.

-Deja de pretender que me das órdenes, y mejor me cuentas todo acerca de quien asesinó a nuestro padre.- respondió Yasha ante la "orden" de su hermano.

Rin abrió sus ojos de par en par, sorprendida ante aquellas palabras. Se volteó casi al instante hacia Sesshômaru, quien le anunció con su voz fría de siempre.

-Ya lo sabe-

Empezaron a escucharse a lo lejos el sonido de unas sirenas. Miroku ayudó a Sango a ponerse en pie, mientras que Rin instintivamente le daba las llaves del auto a Sesshômaru, quien empezó a encaminarse al vehículo. Al mirar hacia atrás y ver que su hermano ni siquiera se ha movido de su sitio, chasqueó la lengua con enfado.

-¡Deja a esa chica allí y muévete! ¡No pienso salvar tu pellejo por segunda vez en esta noche!-

-¿Cómo crees que voy a abandonarla a su suerte? ¡Jamás lo haré!- exclamó Yasha con firmeza, sin moverse de su sitio.

-¡Insolente! ¡No voy a permitir que por tu altanería pongas el peligro a la organización!- Sesshômaru abrió la parte trasera del auto- ¡Sube, ahora!-

-¡No pienso obedecerte! ¡No pienso hacerlo!-

-¡Deja de hacerte el terco y sube al auto! ¡No jueges conmigo InuYasha! ¡Sube AHORA- a cada palabra, el tono de voz de Sesshômaru se hacía cada vez más amenazante.

-Kagome sabe que nos secuestraron a los dos... ¿Qué cara pondrá cuando vea que no estoy? ¿Qué clase de explicación daré? Desaparecerme sería más sospechoso que esperar a que lleguen por ella...-

-Es un muy buen punto ¿sabes?- Miroku quiso tragarse sus palabras cuando sintió la fría mirada de Sesshômaru clavarse en él-... ignora lo dicho...-

Sesshômaru iba a gritar algo más, pero se le atravesó la mirada de Rin en el camino. Ella le miraba suplicante y entonces, su rabia fue disminuyendo poco a poco. Tal vez, sólo "tal vez", el mocoso de su hermano tuviera razón. Si él se quedaba allí, la chica no empezaría a preguntarse "dónde está Yasha" ni nada por el estilo. Quién sabe qué excusa diría su hermano pero, por una vez, debía confiar en su propio criterio.

-¡Haz lo que quieras! ¡Pero si no estás de vuelta en una hora... estarás en graves problemas InuYasha!-

-¡Mira cómo tiemblo, Sesshômaru! ¡Y más vale que cuando vaya tengas las respuestas que quiero!- exclamó Yasha a todo pulmón, cuando el auto de su hermano arrancó a toda velocidad, perdiéndose por la carretera.

Observó entonces a Kagome. Su dulce rostro estaba manchado con tierra y sus ropas estaban llenas de cenizas, que se le pegaron cuando la sacaba del sitio en llamas. Aquellos tipos le habían aplicado un sedante muy fuerte, es por eso que aún dormía tranquilamente y no se ha enterado de nada de lo ocurrido. Por una parte, fue mejor que así fuera, se ahorró bastantes explicaciones.

Miró nuevamente el edificio, las llamas se alzaban con violencia sobre el techo. Se preguntó si esos dos tipos, a los cuales había dejado sin sentido cuando escapó del segundo piso con Kagome, habían podido escapar a tiempo. Luego, recordó a Naraku y su "huida maestra". Sí, seguramente aquellos tipos habían podido escapar.

Yasha se sorprendió muchísimo cuando vio un auto común y corriente, con una sola sirena instalada en la parte superior, encaminarse hacia el sitio. "Kouga" pensó y toda duda quedó disipada. Aquel tipo también era policía y era obvio que se cercioraría él mismo en persona que Kagome fuera rescatada sana y salva. Pero ¿acaso había pensado venir él solo a enfrentar un secuestro? ¡Hay que ser realmente estúpido...! O... estar realmente enamorado.

-¡Kagome!- Kouga descendió del vehículo y bajó el arma en cuanto lo reconoció- ¡¿Pero qué le has hecho, animal?!-

-¿Por quién me tomas?- Yasha sintió cómo todo su cuerpo temblaba de la rabia. ¡Cómo puede pensar Kouga que él es capaz de hacerle algo a Kagome! ¡Hay que estar demente!

-Recibí una llamada que Kagome había sido secuestrada. Me dieron las indicaciones, y cuando llego, encuentro la casa en llamas y Kagome desmayada en tus brazos... ¡Dime qué pensarías tú!-

Yasha se sonrosó ante las palabras de Kouga. Sí, él de haber estado en su lugar, seguramente también hubiera pensado algo similar, o quizás peor. Bajó la mirada hacia Kagome, con suavidad le quitó los mechones que le caían en el rostro.

-Tres tipos nos rodearon. Empezaron a hablar sobre el padre de Kagome- suspiró InuYasha- intenté burlarlos, pero me fue imposible, ya que tenía que protegerla y no pude defenderme de ellos. Nos trajeron hasta este lugar, a ella lograron sedarla... yo no me dejé- se encogió de hombros-... la casa empezó a arder sin ningún motivo. Aquellos sujetos se escaparon y yo pude salvarla...-

Kouga se le quedó mirando por varios minutos. En su interior, Yasha estaba rogando porque el joven inspector le creyera. "Si no se cree mi historia, estoy frito" pensó desesperado, mientras intentaba mirar a Kagome, temiendo que Kouga pudiera descubrir sus nervios.

-Mira, no sé por qué hay algo en tu historia no me convence del todo- Yasha sintió una punzada en el estómago. "Idiota..." pensó, sintiendo cómo sus manos sudaban a cántaros- sin embargo, lograste poner a Kagome a salvo, y eso es lo que importa-

Yasha alzó la mirada y vio sincero agradecimiento en el rostro de Kouga. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios.

-Cuida mucho de ella- pidió Yasha, mientras con cuidado depositaba a Kagome en los brazos de Kouga- por favor...-

-No tienes que pedirme eso- Kouga recibió a Kagome con alivio en sus brazos. La miró fijamente por varios segundos, en los cuales Yasha sintió otra punzada en el estómago. No estaba muy convencido de dejar a "su" Kagome en manos de ese lobo rabioso, pero tenía un asunto que tratar con Sesshômaru.

-Tengo que irme. Mi autobús parte pronto, y no tengo dinero para comprar otro boleto- se excusó, mientras colocaba las manos en sus bolsillos- si me entero que algo le ha pasado a Kagome...-

-¡Cómo te atreves siquiera a insinuarlo, animal!- gritó Kouga, sonrojado ante las palabras de Yasha- ¡Por supuesto que la cuidaré!-

Kouga lo miró una vez más. Las ropas de Yasha estaban sucias, mucho más que las de Kagome, incluso tenía rasgado buena parte del pantalón. Su rostro estaba lleno de hollín, al igual que sus cabellos. Por unos segundos, se vio a él mismo reflejado en Yasha. Él habría hecho lo mismo, y más, por salvar a Kagome. No sabe por qué, pero aquella empatía causó conmoción en su ser.

-Si quieres puedo dejarte en la estación de buses- se ofreció.

Yasha supo que había sinceridad en sus palabras. Kouga tenía un buen corazón, después de todo. Algo testarudo pero buen corazón al fin. No habría sido mala idea aceptar la propuesta de Kouga, y llegar a la estación en un auto con ventilación, y ahorrarse la larga caminata.

Sin embargo, hay un asunto que tiene diez años esperándole...

-Lo siento. Pero primero tengo un asunto familiar que arreglar...-

Continuará...

NdA: Antes que nada, un millón de disculpas por el enorme retraso. Pero estoy en mi último año de escuela y, como comprenderán, debo de estudiar mucho si quiero graduarme con honores.

Ha sido un capítulo bastante largo, uno de los más largos que he escrito hasta ahora para este fanfic, creo que por lo menos les compensé en algo la espera. Sin Rastro cumplirá un año de su publicación dentro de poquito, y les tengo preparado un mini-proyecto del que ya les iré hablando más adelante.

En el próximo capítulo...

Es el cumpleaños de Yasha. Vendrán muchas sorpresas en este capítulo, sólo les diré que Sesshômaru le tiene preparado a su hermano un buen regalo para sus 18 años.

Ahora mismo sólo tengo el bosquejo de este capítulo, y no sé cuánto tiempo me tome. Dependiendo de lo ocupada que esté o como me organicé, puede llevarme semanas o un mes. De nuevo, pido paciencia... mi vida personal es un torbellino últimamente.

Ya saben mi correo, por si desean contactarme. Saludos y nos veremos en el siguiente capítulo.