Disclaimer: las tortugas no me pertenecen y no hago esto con fines de lucro.
III.- Extrañas actitudes.
Raphael acababa de decidir que era suficiente de aporrear el saco de práctica y lo dejó en paz por fin. Cogió la toalla del piso, se la puso alrededor del cuello y se dirigió a la sala.
Allí no había nadie, pero sentía risas y gritos provenientes de alguna parte. Encontró a Don en su laboratorio.
- ¿Dónde están todos? ¿qué son esas risas?- Don no se molestó en levantar la vista , estaba enfrascado en la lectura de un libro.
- Ehh... no sé y son April y Miguel... practicando, o algo así... – Nuevamente se escucharon risas y gritos y pisadas como de muchos corriendo por todas partes.
Raphael se volteó, tras él venía Miguel con April todavía riéndose.
- ¿Te das cuenta? – dijo ella de repente, poniéndose seria.- ¡no practicamos nada!.
- Si, pero disfrutaste de mi encantadora personalidad... además, el twister desarrolla tus reflejos. - respondió Miguel con una gran sonrisa.
- Si, claro...
Los cuatro se miraron unos a otros.
- ¿Dónde está Leo?- preguntó Raphael molesto.
- Estaba en la biblioteca, lo vi ahí, pero eso fue hace horas... – contestó April. Donatello por fin levantó la cabeza del libro.
- Ah si, meditando... ¿estaba solo?
- Eh si... creo.- las otras tres tortugas se miraron. Raphael sonrió.
- Creo que alguien se metió en problemas.- April los miró sin comprender. Don se puso de pie y se dirigieron a la biblioteca.
- Se supone que no debemos meditar solos... – explicó Don a April.
- ¿ah si?... Ya veo. Pero... ¿es tan grave?
- No... no lo sé en realidad, no es nada del otro mundo, se supone que es una técnica para direccionar tu energía ... de cualquier forma, Splinter fue muy enfático cuando nos lo prohibió...
Cuando llegaron, lo encontraron dormido en el piso, con la espalda apoyada en los estantes.
- Oh mira, está durmiendo. ¿No es tierno?.- Raphael se acercó y se inclinó muy cerca de él.- Como un gran y enorme bebé verde... – Tomó aire y se disponía a despertarlo a lo bestia cuando Miguel lo detuvo. Su expresión era seria.
- No hermano. Esto debe hacerse apropiadamente.- luego se volvió hacia April.- ¿No tendrás por casualidad lápiz de labios, sombra de ojos, algo de máscara facial?, hasta un delineador seria suficiente...
- Ok, esto es raro... – todos se volvieron a ver de qué hablaba Donatello. Éste hizo que fijaran su atención en el hombro de Leonardo. Luego lo remeció suavemente. Nada pasó. Luego lo remeció violentamente y tampoco esta vez nada pasó. La siguiente vez lo tomó por ambos hombros y lo agitó en todas direcciones pero no había caso, seguía dormido.- Está dormido, sin duda, pero no puedo despertarlo...
Miguelangel alzó una ceja.
- A ver... – se acercó a Leo y tronó los dedos frente a su cara. Leo pareció arrugar la frente, pero no despertó.
- He ahí el porqué un estudiante no debe meditar sin la guía del maestro.- Todos estaban tan ocupados de Leo que ninguno notó la presencia de la anciana rata cuando entró. Al oír su voz se sobresaltaron, retrocediendo y dejándole espacio.
Splinter observó a su alumno dormido en el piso con expresión severa. Luego se inclinó sobre él.
- Tal parece que se ha quedado atrapado en un sueño profundo: es lo que ocurre cuando se medita sin dominar las técnicas, después no se puede deshacer el trance... – Splinter movió su mano en dirección a la frente de Leo, pero al instante retrocedió sobresaltado: Leonardo acababa de abrir los ojos y sostenía con su mano la del maestro, evitando que éste se acercara.
- No te atrevas a tocarme... – Murmuró éste con los dientes apretados, en un tono apenas audible. Su rostro lucía amenazador... la rata abrió grandes los ojos.
- ¿Leonardo?...- exclamó anonadada. Éste sostuvo su mirada, todos observaban expectantes aquella extraña escena. Pero de pronto el rostro de Leo se relajó, abrió su mano y dejó escapar la de su maestro. Éste retrocedió, aún extrañado. Leonardo miró en todas direcciones, a cada uno de los presentes, como si los viera por primera vez... finalmente sacudió la cabeza...
- L-lo siento... lo siento maestro... yo... creo que aún estaba dormido...
- Está bien. – Lo interrumpió secamente Splinter, poniéndose de pie. Lentamente, Leo hizo lo mismo. Estando de pie, observó a todos en la habitación con aún más interés... luego observó sus propias manos, como con asombro...
- Verde... – murmuró. Raphael lo miró con extrañeza.
- Si, además mutante y ninja... ¿algún otro descubrimiento que quieras compartir?- Leonardo se volvió rápidamente a verlo... su expresión era la misma que tenía al despertar, parecía furioso. Raphael no pudo evitar retroceder ante la inusual reacción. Pero casi de inmediato, el rostro de Leo volvió a ser el de siempre.
- Yo... creo que necesito tomar algo de aire... si me disculpan...- se volvió hacia el maestro y éste asintió. Después de hacer un saludo, Leo dejó la habitación.
Todos guardaron silencio por unos instantes.
- Se veía algo... extraño.- Comentó Donatello, pensativo.
- Oh, ese sí es un comentario científico.- Raphael pasó por su lado, dándole un empujón con el hombro.- Maestro Splinter... – pero antes que pudiera continuar, el maestro se encogió de hombros.
- Ya se los he dicho, la experiencia de la meditación puede ser muy perturbadora cuando no se tiene dominio de ella... por eso es que está prohibida a los estudiantes... tal vez sólo necesite algo de aire. Dejémoslo así por ahora... – diciendo esto, dio media vuelta y se retiró.
- Ay si... a mi ya me habría puesto a limpiar todo este lugar con un cepillo de dientes por mucho menos que eso...- comentó Raphael una vez que el maestro se hubo perdido de vista, pero nadie le prestó demasiada atención.
Unas horas después, April anunció que se iba y los tres restantes volvieron a su cosas como siempre. Leo aún no regresaba.
Miguel corrió hasta el sofá y se arrojó en él de un salto, encendiendo la Tv. Dio vuelta por algunos canales y cuando finalmente eligió algo que ver, un boletín noticioso de ultima hora interrumpió las transmisiones. Raph y Don se acercaron junto al sofá.
"Un explicable hecho delictual ha dejado perpleja a la policía esta noche, el móvil nos entregará mas informaciones...
Así es estudios, desde el Museo de Historia Antigua de la ciudad, fue robada una valiosísima pieza de arte cuya antigüedad, según los científicos, se remonta a los principios de la historia del hombre como civilización... se trata de un objeto único por el misterio que encierra su antigüedad y que hasta hoy no ha podido ser dilucidado... La policía asegura que este atraco es obra de expertos, ya que lograron burlar las alarmas y las cámaras de vigilancia no pudieron detectarlos... también fueron encontrados los cuerpos de los guarias, quienes habrían sido asesinados... ". La pantalla mostró la imagen del objeto robado, era una especie de esfera, no mayor que la palma de un hombre, de un color dorado transparente.
Miguel apagó la Tv.
- ¿Pero quien haría todo eso por una tonta canica?- preguntó bostezando.
- No es solo una tonta canica, Miguel. – Contestó Don a lo cual Raphael entornó los ojos y comenzó a alejarse de ahí.- Se trata de la esfera dorada de Leng, es la reliquia más antigua jamás encontrada, más antigua que las pirámides, más antigua que los anfiteatros griegos, más antigua que...
- Ok, ok, ya te entendí. O sea que debe valer mucho...
- Si, pero su valor más importante es científico... en realidad nadie sabe todavía qué es o qué es lo que hace... pero ha estado dando vueltas por siglos sin sufrir el menor daño... el nombre se lo dieron por el lugar en el que lo encontraron y ...
- ¡¡ya era hora de que te aparecieras!!!- los gritos de Raphael interrumpieron la eximia explicación de Donatello. Tanto él como Miguel se volvieron a ver que ocurría.
Leonardo acababa de llegar después de horas de ausencia y estaba en el centro del patio de entrenamiento.
Ninguno de ellos lo había sentido regresar.
Lucía como si hubiese corrido todo el camino de vuelta: respiraba agitadamente y parecía muy tenso.
Pero fue su mirada lo que les llamó la atención: enojada, ceñuda y sombría y nunca alzaba la cabeza, como si escondiese su rostro. Miró fijamente a Raphael, visiblemente molesto.
De ordinario, Leo estaba siempre calmado, rara vez lo habían visto molesto o enojado con alguno de ellos. Ahora parecía a punto de perder el control sólo por el comentario de Raphael.
Pero, sorpresivamente, su rostro volvió a relajarse, dejando sólo una media sonrisa.
- ¿Desde cuándo te preocupas tanto por mi... hermano?- Raphael frunció el ceño. Se estaba molestando, pero trató de dejarlo pasar. Puso una mano en su hombro, amigablemente.
- Estas de mal humor ¿eh, hermanito?.- Leo miró alternativamente la mano en su hombro y el rostro de Raphael, con una mueca de desprecio.
- Tu deberías saberlo, tu inventaste el mal humor... – Contestó con desagrado, haciendo a un lado la mano de Raphael de un manotazo.
Raphael alzó una ceja "interesante", se dijo, "Estamos agresivos, ¿porqué será?... probemos."
- ¿Acaso hice algo para molestarte?.- preguntó, sonriendo.
- Si, atravesarte en mi camino... ¿desde cuándo te preocupa molestar a alguien?.
- No me preocupa y te recomiendo que no lo olvides... – el rostro de Leo se endureció.
- Fuera de mi camino. No querrás pelear conmigo. Créeme.
Raphael no respondió. Sabía que hablaba en serio, que pelearía si lo provocaba. Su cuerpo parecía listo para saltar ante el menor estimulo.
Era Leo quien definitivamente quería pelear.
Raro. Muy raro.
- No sé que te traes,- dijo al fin.- pero te estas portando un poquito extraño... ¿no te parece? .- Raphael lo miró a los ojos.- ¿Dónde has estado todo este tiempo?.
Por unos instantes, ambos se lanzaron miradas amenazadoras, el ambiente era tenso y ni Miguel ni Donatello se atrevían a decir una palabra desde donde estaban. Finalmente, Leo desvió la mirada y pasó junto a Raphael.
- Lo que yo haga no es de tu incumbencia.- dijo simplemente, en voz muy baja y profunda.- Sólo no te metas conmigo, y no habrá problemas, tortuga.
Raphael arrugó la frente, evaluaba seriamente la posibilidad de darle un par de golpes. Le hubiera gustado hacerlo. Pero lo dejó ir.
Por unos vagos instantes le pareció que, por una vez, Leo estaba actuando como él, y él actuando como Leo: siempre era éste último quien trataba de evitar la pelea cuando se enfrentaban, ahora era él quien trataba de evitarla. Extraño.
Ninguno de los dos estaba actuando normal, entonces.
Leo se encaminó hacia su habitación y se encerró ahí.
Los tres se miraron unos a otros.
- Tal vez debas hacer lo que dice y dejarlo en paz por un tiempo... – sugirió Donatello cuidadosamente. Raphael se volvió hacia él con un gruñido.
- No me gusta esto...
- Es normal, a ti no te gusta nada...- siguió Miguel- ... quizás solo esté estresado, déjalo tranquilo, tortuga.- Raphael los miró a ambos, enojado y le dirigió un gruñido amenazador a Miguel antes de retirarse.
Miguel y Donny se encogieron de hombros y cada uno volvió a lo suyo.
Después de unas horas de intensa televisión, a Miguel le entró sueño. Miró la hora: cerca de las doce. Optó por irse a dormir, apagó el aparato, se puso de pie y se encaminó al cuarto de baño.
Una vez en él vio su imagen en el espejo. Se sonrió a sí mismo y se guiñó un ojo. Después tomó su cepillo de dientes. Estaba en eso cuando sintió mucho frío.
Los drenajes no eran precisamente un lugar cálido, siempre había un aire húmedo y frío, pero la temperatura estaba tan baja que podía ver su propio aliento... comenzó a tiritar.
- P-pero si es verano... – se dijo a sí mismo. Dejó el cepillo y tomó una toalla y se la puso de abrigo. Se volteó y la toalla resbaló de su espalda: al voltearse sus ojos se encontraron con los de una figura humana, un hombre que lo miró fijamente, con ojos tristes... justo antes de desaparecer.
Miguel permaneció petrificado unos segundos antes de salir corriendo y gritando en dirección a la sala.
- ¡fantasma! ¡fantasma!... –sin darse cuenta llegó hasta a la habitación de Don y se metió en ella encendiendo la luz. Donatello lo miró con ojos soñolientos.
- ¿qué pasa?- preguntó entrecerrando los ojos a la luz. Miguel gesticuló con los brazos, abrió la boca, pero de ella no salía ningún sonido. Finalmente, saltó sobre la cama, agarró la frazada y se cubrió con ella.
- ¡veo gente muerta!.- Don lo observó por unos instantes, luego volvió a recostarse.
- Bien, te daré puntos por eso. Ahora devuélveme la frazada, tengo frío.
- ¡no!, ¡es en serio!, ¡¡¡hay un fantasma en el baño!!!
- Si y la semana pasada había un cocodrilo gigante en el drenaje y la anterior a esa...
- No, tienes que creerme... ¡y sí hay un cocodrilo gigante en el drenaje!
- Ok, ok.
- Don... – Donatello abrió sólo un ojo y con una mano agarró a Miguel por la nuca y lo atrajo hacía sí.
- No hay fantasmas en el baño. Tuviste una pesadilla, pero por sobretodo, no hay un cocodrilo gigante en el drenaje. Lo único que hay es una tortuga con sueño que se pone de muy mal humor si no duerme lo suficiente...
- Pero y ¿el fantasma?...
- Buenas noches Miguel.- diciendo esto apagó la luz. Miguel se vio a oscuras y ,miró hacia todos lados mordiéndose las uñas.
- Esta bien... no hay fantasmas...- diciendo esto abandonó la habitación, lentamente, mirando nerviosamente en todas direcciones...- ... no hay fantasmas, no hay fantasmas...
Donatello buscó su frazada y se cubrió con ella, de pronto hacía mucho frío en la habitación. Ni siquiera prestó atención a la figura que lo observaba de pie en uno de los rincones de su cuarto...
Raphael se despertó sobresaltado... estaba seguro de haber oído voces... si. Todavía las oía. Como murmullos, dentro de su propia habitación. No hizo el menor movimiento. Entrecerró los ojos y esperó a que se acostumbraran a la oscuridad. Ahora lo escuchaba claramente, alguien estaba en su habitación, más de alguien, al menos dos personas... las sentía sobre él... podía oírlos hablar.
En un rápido movimiento, estiró la mano hasta el interruptor de la luz y se puso de pie de un salto sobre la cama.
La luz estaba encendida, pero no había nada ahí. Esperó unos segundos, pero nada pasó. Se relajó y volvió a sentarse en la cama. Apoyó la cabeza contra la pared y miró hacia el lado. Se encontró mirando el rostro de una pálida mujer, semitransparente, cuya mitad inferior del cuerpo pasaba a través de la cama.
Con un grito salió disparado hacia atrás.
La mujer lo siguió, alargó el brazo, asiendo su muñeca, Raphael sintió su frío contacto...
La aparición movía los labios, pero de ellos no salía ninguna palabra... luego fue desvaneciéndose lentamente.
Raphael quedó sentado en el suelo con expresión perpleja y el brazo aún estirado, como lo había dejado la figura.
- No... dime que no son fantasmas... cualquier cosa menos fantasmas... extraterrestres, puedo soportarlo, pero no fantasmas... – murmuró. De pronto sintió un grito. Salió disparado de su habitación.
Encontró a Donatello fuera de su cuarto, sobresaltado y con una expresión de terror en el rostro. Corrió hacia él.
- eh... un... ah.... – respiraba entrecortadamente y no lograba modular.
- ¿Una figura, semitransparente, con cara patética que después desaparece?.- preguntó Raphael ansioso. Don agitó la cabeza afirmativamente. En eso salió Miguel de su cuarto, envuelto en su frazada, se veía algo pálido.
- ¿verdad que no habían fantasmas? ¿verdad que no?... espero que ahora me creas lo del cocodrilo.- Raphael miró a Miguel y después a Don..
- Miguel cree que hay un cocodrilo gigante en el drenaje.- Explicó Donatello. Raphael lo miró con los ojos muy abiertos
- Sí lo hay. Yo lo he visto.- Don los miró perplejos por unos segundos y después agitó la cabeza.
- No, esto no puede ser, no es posible que sean fantasmas... debe haber una explicación lógica para todo esto.
- Si, el drenaje está embrujado...
- Lo que nos faltaba.
- No, no está embrujado... –Los tres pegaron un respingo, como siempre, no habían notado la presencia de Splinter sino hasta cuando estaba frente a ellos. Miguel se puso más pálido de lo que estaba. – Pero algo extraño ocurre...- siguió la rata- ... puedo sentirlo...
- Y yo pude verlo... ¿qué está... – Raph no pudo continuar, de golpe todo quedó a oscuras.
- Se fue la luz!
- No me digas...
- ¡nooo!, ¿no se dan cuenta?, esta es la parte en que el fantasma vengativo comienza a cobrar sus victimas: ¡cuando vuelva la luz uno de nosotros habrá desaparecido!, ¡y seguro que seré yo!
- Cálmate Miguelito, el personaje cómico siempre consigue salvarse... mejor acompáñame a revisar los fusibles...
- ¡no!, ¡pésima idea! ¿es que no ves películas? Siempre que el grupo se separa comienzan a desaparecer uno por uno, debemos permanecer juntos ¡y todos deben protegerme a mi!... – Don lo tiró de la bandana y se lo llevó con él.
- Miguelangel tiene razón, sin embargo... – Dijo el maestro a Raphael cuando se quedaron solos.
- ¿ En serio cree que el fantasma vengativo...?
- ¡Eso no!. Me refiero a que debemos permanecer juntos. ¿dónde está tu hermano Leonardo?
- Esa es una buena pregunta...- junto con decir esto se encaminó a su habitación.
- Miguel, quítate, ¡no puedo caminar así!- Miguelangel caminaba pegado a la espalda de Don, todavía cubierto de pies a cabeza con la frazada, mirando nerviosamente en todas direcciones.
- ¿por qué siempre tienen que estar tan lejos los fusibles? ¿por qué siempre tiene que haber alguien que quiere ir a arreglar los fusibles? ¿por qué no esperamos todos juntos en la sala a que amanezca y después venimos a arreglar los fusibles? ¿por qué...?
- ¿Te quieres callar?, además ahí está la caja con los fusibles... – Don pegó un empujón a Miguel, tratando de sacárselo de encima, abrió su bolsa de trucos y sacó una linterna con la que apuntó a la caja...
- mmm, ya veo cuál es el problema, esto es muy fácil... – sostuvo la linterna entre los dientes mientras trabajaba. Después de unos minutos volvió a cerrar la caja.
- Listo, ahora sólo hay que encender el interruptor y... ¡Miguel te dije que te quitaras de mi espalda!.- Don sentía la presión en su espalda, pero nadie le contestó. De pronto comenzó a notar algo de frío.
- ¿Miguel?.- Nuevamente nadie contestó, pero seguía sintiendo la presión en la espalda, pero era como si algo helado y húmedo se le hubiese pegado. Don sintió un escalofrío en la nuca.
- Ok. Se que me voy a arrepentir de hacer esto, pero... – lentamente, con la linterna en la mano, giró sobre sí mismo... La luz de la linterna iluminó una figura negra, con el rostro cubierto por unas mechas de pelo sucio... parada a sólo centímetros de él.
Involuntariamente, dejó caer la linterna, retrocedió y se precipitó sobre el switch de los fusibles. De inmediato volvió la luz. Volvió a girar sobre sí mismo, pero detrás de él ya no había nada. Suspiró aliviado hasta que notó que algo le faltaba.
- ¿Miguel? – miró a su alrededor, pero él ya no estaba ahí.- ¿Miguelito?, ¿dónde estas?.- Nadie contestó.- ¡Diablos!, parece que tenía razón, desapareció...
Miguelangel estaba seguro de que, de alguna forma, ya no estaba en la guarida.
- No debí haber doblado por ahí... – murmuraba, con los dientes apretados, agarrando la frazada que lo envolvía.- ¡que bien!, de alguna forma me las arreglé para quedarme solo, en un túnel oscuro y húmedo... ¡¿Don?!, ¿Estas por ahí?... ¿hay alguien por ahí?, de preferencia alguien que no sea un difunto caminante, comúnmente llamado fantasma?... ¡hey!, yo conozco este túnel... en la próxima vuelta debería volver a la ... – De pronto se quedó inmóvil. Acaba de sentir pasos, pisadas que se aproximaban en la oscuridad. Instintivamente agarró sus armas... en las paredes del túnel se proyectaba la sombra de algo que en cualquier momento aparecería ante él.
- ¡¡ALTO DEMONIO!!.- gritó una voz.
Miguel abrió los ojos de par en par: no era un fantasma, era nada menos que una humana.
- ¿qué diab...?- comenzó a decir, pero la chica lo interrumpió.
- dije ¡¡ alto demonio!!
- ¿alto demonio? - repitió Miguel en voz baja.- ¿quién eres tu?. La muchacha parecía asustada, pero no retrocedió, frunció el ceño y comenzó a buscar algo en una enorme mochila que llevaba colgada a la espalda, sin perder de vista a Miguel, quien la miraba con curiosidad.
- Ahora verás tu destrucción demonio... sólo aguarda un poco...- La chica ya tenía el brazo hasta el codo dentro de la mochila, revolviendo frenética su contenido.
- Si, ok, pero creo que estas confundi...
- ¡¡Acá está demonio!!, ¡¡el instrumento de tu ruina!!- La muchacha retiró triunfante el brazo de la mochila, llevando en la mano una tira de papel. Miguel entrecerró los ojos para ver mejor.
- ¿ese es el instrumento de mi destrucción? .- la muchacha no le prestó atención y se lanzó sobre él. Miguel no hizo el menor intento por defenderse... cuando se dio cuenta, tenía la tira de papel pegada en la frente, podía verla frente a los ojos. A Miguel le entraron ganas de reírse, pero descubrió que no podía moverse... sentía un hormigueo en todo el cuerpo y nada le respondía...
- ¿qué es esto?- apenas si podía abrir la boca. La muchacha sonrió, pero de inmediato cambio la expresión de su rostro.
- Esto es extraño... – se acercó, observando con curiosidad a Miguel.- ... se supone que debiste haber explotado... ¿me habré equivocado en algo?.
- ¡¿explotar?!, espera un momento... - Miguel intentó moverse, pero era inútil.
- Bueno, supongo que tendré que usar el método tradicional...
- ¿qué?, ¿qué método tradicional?... – La muchacha volvió a su mochila y extrajo algo como un puñal, corto, pero muy grueso con extrañas inscripciones en la hoja.
- ¡no!, espera ¡no soy un demonio!, ¡estas confundida!... los demonios viven en el drenaje de al lado, aquí sólo hay tortugas...
- ¡¡mientes, demonio!!, ¡¡solo tratas de evitar tu destrucción!!
- ¡¡siii, es ciertoooo!!!!
- A pesar de todo, creo que no será necesario destruirlo por ahora, señorita.- la muchacha se volteó. Miguel no podía moverse, pero reconoció la voz de Splinter a sus espaldas. La muchacha retrocedió con cara de pánico.
- ¡¡una rata!!, ¡¡ una rata gigante!!, ¡¡que habla!!!... – Splinter suspiró.
- Que tenga que pasar por esto siempre... – pero de pronto el rostro de la muchacha se relajó.
- ¡¿pero que estoy diciendo?!- dijo dándose un golpe en la frente.- ¿rata gigante que habla?, ¡¡eres Splinter!!
- El maestro Splinter para ti... – dijo Miguel apenas moviendo los labios.- Bueno, ahora que todos se conocen, ¿creen que podrían considerar desparalizarme?.- Splinter lo miró con una sonrisa.
- Bueeeno...
- ¡no se preocupe maestro!, ya he inmovilizado a este demonio y estaba por eliminarlo...
- oh, es muy tentador señorita... pero como dije antes, no será necesario: no es un demonio, es uno de mis hijos...
- ¿hijos?.- la muchacha paseó la vista de la tortuga a Splinter y de Splinter a la tortuga.
- Si, bueno, es que salí a mi mamá... ahora sácame esto...
- Yo... es que... creí que era un demonio, se parece a uno... – balbuceó la muchacha. Splinter se puso frente a Miguel y examinó la tira de papel que tenía en la frente con atención.
- Mmm, llevaba años que no veía estos sellos... no pensé que hubiera alguien en esta ciudad que supiera usarlos... – Splinter tronó los dedos frente a la cara de Miguel y de inmediato la tira de papel se desprendió de ella. Splinter la cogió en el aire y la examinó, tuvo el tiempo exacto de ver las inscripciones en caracteres japoneses antes de que se deshiciera en una bola de fuego.
Miguel estiró sus piernas y brazos con felicidad. Splinter se volvió hacia la muchacha.
- Me temo, señorita, que me tiene en desventaja.- la muchacha lo miró sin comprender.
- Oh!.- dijo finalmente.- Usted no me conoce, pero probablemente recuerde a mi madre. Tengo entendido que le hizo una visita hace unos años.- el rostro de la muchacha se puso serio. La rata la miró en silencio. Finalmente habló.
- Si. Lo recuerdo. – Splinter asintió con expresión sombría.- será mejor que todos volvamos adentro. Su presencia aquí coincide con mis extraños presentimientos.- La muchacha pareció dudar al principio, pero los siguió.
Raphael avanzó con precaución. La falta de luz no era el problema, ni siquiera la idea de tropezarse con algo sobrenatural vagando por ahí. Era la idea de ir a buscar a Leo... algo había en eso que le ponía los nervios de punta. Se estaba comportando extraño, desde que despertara en la biblioteca,... jamás lo veía de mal humor, jamás buscaba peleas... pero hacía un momento...
Ahí estaba su habitación, sumida en la oscuridad y el silencio absoluto. Raphael sacudió la cabeza. "Esto es una tontería", pensó.
- ¡Hey!, ¡Leo!..- gritó hacia el interior. Nadie respondió.- ¿Leo?, ¿estas aquí?.- Lentamente se metió en la habitación.
Dentro estaba tan oscuro como afuera. Miró hacia la cama. Estaba vacía.
- ¿Buscas algo?.- La voz le hizo pegar un respingo: Leo estaba sentado en la esquina de la habitación, no lo había visto antes pero él lo había estado observando desde que entró. Sonreía de una forma que le hizo sentir intranquilo. Trató de ignorarlo...
- ¡Estabas ahí!, ¿por qué no decías nada?. – Leo no contestó, solo lo observaba, en silencio. Raphael retrocedió con extrañeza.
- ¿qué te pasa?.- preguntó. Leo lanzó una tenue risa y apoyó su brazo sobre la rodilla.
- Nada. Ve con los otros, yo te alcanzaré luego... – su voz era más grave de lo usual... en medio de la oscuridad, solo veía el resplandor del blanco de sus ojos... por alguna razón, Raphael sintió la necesidad de salir de ahí cuanto antes...
- ¿Sabias que te estas comportando muy extraño?- sin esperar respuesta, dio media vuelta y salió de la habitación, gruñendo.
- Si. Lo sé.- respondió Leo con una sonrisa, pero Raphael no pudo oírlo.
No había hecho más que cruzar el umbral cuando la luz regresó. Respiró aliviado. Se dirigió al centro de la sala, justo cuando la puerta de la guarida se abría. Tras ella apareció el maestro, Miguel... y alguien más.
- ¿Y quien es esa?, justo lo que nos faltaba, visitas.- Murmuró para sí.
Donatello llegó junto a él.
- ¿Haz visto a Miguel?, no lo puedo encontrar, estaba ahí, junto a mi y después ya no y ...- Por toda respuesta, Raphael señaló a las tres figuras que se aproximaban.
- Oh. Ahí está.
Miguel avanzó hacia ellos, la muchacha y el maestro se quedaron un poco más atrás, hablando en voz baja.
- ¿Y esta quien es?- preguntó Don en un susurro. Miguel se aproximó a los otros dos, mirando a la muchacha. Ahora con más luz, podía verla mejor: era apenas más alta que ellos, delgada, con el pelo corto y rubio. Usaba gafas y vestía con unos jeans y sweater a rombos. Ah, sí, también cargaba una enorme mochila.
- No tengo idea... personalmente creo que es alguna especie de lunática... pero parece que el maestro la conoce...
- Oh. – exclamaron los otros dos al unísono, mirando en dirección al maestro, quien todavía hablaba con la muchacha. Trataron de pescar algo de la conversación.
- ... si, entiendo. Hay temas que es mejor hablarlos a la luz del día. Además, ya es muy tarde.- decía el maestro. La muchacha asintió.
Ambos se voltearon y descubrieron las miradas de las tortugas. Estas inmediatamente miraron en otra dirección. El maestro les hizo señal de que se acercaran.
La muchacha abrió los ojos de par en par.
- Así que estos son sus... eh... hijos, ¿verdad?.- Luego se volvió hacia el maestro y le habló en un tono apenas audible.- ¿de dónde los sacó?, ¿los invocó?, ¿los creo?, ¿son alguna especie de quimera?.- el maestro solo sonrió. Raphael se abalanzó sobre ella y casi pegó su rostro al de la muchacha. Ésta retrocedió sonriendo nerviosamente.
- ¿Algún problema?.
- Jejeje... hola, que tal... no, claro que no.
- Bien. Ahora si fueras tan amable de decirnos quien rayos eres...- gruñó Raphael.
- Esta señorita va a ayudarnos con nuestro problema de... eh... apariciones.- intervino el Maestro.
- Si... – dijo ésta, escabulléndose de Raphael.- Lo primero que debemos hacer es pegar estos sellos... por alguna razón, los espíritus están muy inquietos esta noche...- en su mano tenía una serie de tiras de papel que agitó ante sus ojos.
- Ah, no, olvídalo: no pienso tocar esas cosas.- exclamó Miguelangel. La muchacha lo miró de reojo.
- No será necesario.- le respondió simplemente. Metió su mano al bolsillo y extrajo una cadena brillante de cuyo extremo colgaba un objeto de cristal con forma de diamante. La muchacha lo sostuvo ante sí y lo miró fijamente. El objeto osciló de un lado para otro por uno segundos, luego, por sí solo, se movió hacia delante, tirando de la cadena.- Por ahí.- murmuró la chica: el objeto con forma de diamante indicaba el centro de la habitación.
- El centro de energía está justo en el centro de la habitación ¡buen feng shui!.
- Gracias.- contestó el maestro con una sonrisa. Los demás lo miraron sin comprender. La chica se paró justo en el centro de la habitación y guardó el objeto de cristal nuevamente en su bolsillo. Con ambas manos tomó las tiras de papel con extraños caracteres escritos y los puso en su frente, cerrando los ojos y comenzando a recitar una extraña jerigonza.
- Lo que nos faltaba... – murmuró Raphael. De pronto, la muchacha se quedó en silencio, abriendo las manos y soltando las tiras. Éstas, en vez de caer al suelo, quedaron flotando en el aire, por unos segundos, antes de salir disparadas en todas direcciones de la habitación: una en el norte, otra en el sur, otra en el este y otra en el oeste, y se pegaron firmemente a los muros.
- ¡Listo!.- exclamó triunfante la chica, volviéndose hacia los otros, como si esperase su aprobación.
- Eh... muy bonito... – exclamó Don, creyendo que debía decir algo.
- Si, te doy un diez por eso, pero ¿para qué sirve?.- preguntó molesto Raphael. La muchacha se ajustó los lentes y puso las manos en la cintura.
- Esto, es una barrera espiritual, impedirá que entren más espíritus. Me parece que ya deben haber visto algunos... me encontré con muchos en mi camino hasta acá...- antes de que nadie pudiera decir nada, Splinter los detuvo.
- Ya les explicaré todo mañana. Por ahora, vayan a descansar y no se preocupen, ya no habrán más sobresaltos.
- Si, pero ella todavía no contesta mi pregunta. – Raphael se dirigió a la muchacha. Ésta lo miró algo asustada.
Oh, si claro. Mi nombre.- La muchacha tomó aire y sus ojos parecieron brillar.- Mi nombre es Muffy, Muffy Simmons.
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Continuara...
