IV.- La cazademonios

- Una ¡¿qué?!- exclamaron al unísono.

Muffy sonrió y tomó asiento en el piso de la sala. Los demás la imitaron, formando un circulo.

- Una cazademonios: atrapo demonios, expulso espíritus, exorcizo almas en pena, deshago hechizos... esa clase de cosas.- la muchacha paseó la vista por las caras de extrañeza y escepticismo.- En serio, eso hago.- las expresiones no variaron para nada.

- ¡Por Dios!, ustedes son tortugas gigantes, ¡debieran estar más dispuestos a creer en cosas extrañas!.- Los tres se miraron entre sí, asintiendo.

- Oookeeey. Y... em... ¿vampiros no?...- preguntó Don, por no encontrar nada mejor que decir. La muchacha pareció dudar.

- Mmmno. ¿qué crees que es esto?, ¿una serie de televisión?.

- Oh. No, claro que no...

- ¡Lo dicho!.- exclamó Raphael poniéndose de pie bruscamente.- Miguelangel, tenías razón.- Luego se volvió a sus hermanos y les habló en voz baja.- Está cucurucú.

- Pues yo también lo pensaría si no hubiera visto esas... cosas apareciéndose por ahí... – respondió Don.

- No sé, lo que sea. En cuanto a mi, esto ya se ha puesto todo lo ridículo que podía ponerse: no sé lo que pasa y francamente no me importa. Me voy a dormir.

Comenzó a caminar en dirección a su habitación pero a medio camino se detuvo.

Muffy se sobresaltó, haciendo ademán de ponerse de pie. Don y Miguel la miraron sin comprender hasta que vieron a Leonardo parado frente a ellos. Raphael se quedó mirándolo de reojo unos segundos y luego siguió su camino.

La chica parecía asustada: Leo la estaba mirando fijamente. Don los miró a ambos alternativamente.

- Tranquila, sólo es otro de la familia, ¿no notas el parecido?.

- Creí que ya habíamos pasado por esto.- agregó Miguel- No irás a creer que es un demonio ¿verdad?.- la muchacha los miró a ambos y rió nerviosamente.

- No... Jejeje, claro que no.- sin embargo no se relajó.

Pero incluso para Don y Miguel, la presencia de Leo resultaba algo perturbadora: Sólo estaba ahí de píe, observándolos con insistencia.

De pronto, la habitación se hizo más fría.

- Pasa algo?.- preguntó Donatello. Leo se volvió a verlo, pero no respondió. Don se puso nervioso.- ¿p-por qué me miras así?.- Tampoco hubo respuesta esa vez. Miguel se puso de pie.

- Eh... ¡mira!, tenemos.. eh... visitas...

- Eso veo. – habló finalmente, con un extraño tono en su voz, mucho más grave de lo usual, y arrastrando cada palabra. Muffy sintió escalofríos.

- ¿No le agradan las visitas?- preguntó al oído de Don. Éste se encogió de hombros.

Aunque físicamente, todos los seres tortuga le resultaban exactamente iguales, éste se veía ligeramente más... ¿amenazador?, como si en cualquier momento fuera a saltar sobre ella...

No le gustaba, definitivamente. No había hecho más que verla, pero al instante deseó que desapareciera de su vista.

La chica frunció el ceño y le devolvió la mirada a Leo. Por unos instantes, sus miradas se enfrentaron. Muffy quería descubrir qué era esa extraña sensación, pero al final terminó apartando la vista: la cabeza había comenzado a darle vueltas...

"Lo más probable", se dijo a sí misma, "es que sólo sea mi imaginación. Tal vez sólo no le gusten los extraños". Pero eso no la tranquilizó... podía sentir todo el lugar cargado de un aura extraña... lo había sentido desde que se metió a las alcantarillas y lo había sentido mucho más fuerte al entrar en esa guarida. Había creído que con los pergaminos podría proteger el lugar de esa aura, pero ahora volvía a sentirla... y se mezclaba con la desagradable presencia de ese ser ...

Leonardo retrocedió unos cuantos pasos, mirándolos a todos, detenidamente. Finalmente, se volvió hacia el maestro.

- Si ya no me necesita, me retiraré.- sin esperar respuesta, se inclinó y se retiró.

Una vez que se hubo ido, todos se quedaron en silencio.

- Bieeen... levanten la mano todos los que crean que eso dio susto.- Miguel levantó ambas manos, Donatello, que todavía miraba hacía el lugar donde había estado Leo hizo lo mismo. Ambos se voltearon a ver al maestro. Éste también tenía una mano en el aire.

- Al parecer... – dijo- ... las cosas no están tan bien con él como pensé. Lo resolveremos por la mañana... – diciendo esto, se puso de pie.- Acomoden por ahí a la señorita Simmons, niños.- dijo antes de retirarse.

Después de un rato, Don volvió trayendo unas frazadas y unos almohadones y comenzó a acomodarlos en el sofá.

- ¿Y qué diablos le pasa a su voz? - preguntó repentinamente Miguel.

- Déjalo en paz, Miguel.

- Pero tienes que reconocer que está actuando... raro.

- Bueno... tal vez esté un poco más callado...

- Y un poco más tenebroso... ¿que es toda esa onda del "señor de las tinieblas"?

- Quizás esté preocupado por algo...

- ¿Y porque simplemente no lo dice?...

- Tal vez ya lo hizo.

- ¿lo hizo?

- Tal vez...

- ¿cuándo?

- Podría haber sido hace cinco segundos atrás y no te habrías dado cuenta... ¿acaso le prestas atención cuando habla?... ¿acaso le prestas atención a alguien cuando habla?...

- Bueeeno... ese es un buen punto.- Don entornó los ojos y se dirigió a Muffy.

- Madame, su cuarto está listo.

- Oh. Gracias. Y... eh..., ¿desde cuándo se está comportando tan extraño su hermano?, sólo por curiosidad...- Don arrugó la frente.

- A ver... creo que desde que... – de pronto su rostro se iluminó.- ... desde que despertó en la biblioteca.- La chica lo miró extrañada. Aparentemente ese era un hecho significativo, por la cara de preocupación de la tortuga. Ésta finalmente se encogió de hombros y Muffy no hizo más preguntas.

La mañana siguiente llegó demasiado pronto.

Antes de dormirse se habían tomado el tiempo de explicarle a Muffy unas cuantas cosas acerca de ellos, una explicación que incluía accidentes de tránsito, tubos de mutágeno, artes marciales y libros del renacimiento.

Una de las tortugas emergía desde las profundidades de su habitación y miraba soñolienta a su alrededor. Fue hasta la sala y descubrió que su nueva invitada ya estaba despierta y sostenía algo contra su oreja, luego lo miraba y lo arrojaba a un lado molesta.

- Buenas días Muffy.

- Oh... – la chica casi se cayó del sofá al ver a la tortuga.- ... eh... Buenos días Miguelangel.

- Es Donatello...- suspiró con resignación.- ¿tienes algún problema?.

- Eh?... oh no, es sólo este teléfono... no logro comunicarme... – ambos se volvieron al sentir una especie de balbuceo incomprensible: Miguel se aproximaba en un lamentable estado de somnolencia..

- Hola Raphael- saludó Muffy con entusiasmo.

- Es Miguelangel... – le corrigió Donatello. Pero a Miguel no le importó en lo más mínimo. Pasó olímpicamente por su lado, semidormido, seguido por su balbuceos, sin siquiera notarlos. Don se encogió de hombros.

- No es nada hasta después del desayuno, me temo. Lo que por cierto... – Don alzó la cabeza, oliendo el aire. Muffy también lo hizo. Se sentía un aroma a comida.

- Oh si, Donatello se levantó muy temprano, lo vi pasar por aquí, creo que iba a la cocina... no le hizo mucha gracia verme...

- Sobretodo si lo confundiste conmigo... debes hablar de Raphael. Pero ¿cocinando?, ... – una expresión de preocupación se dibujó en su rostro.- ... sólo hace esta clase de cosas cuando algo malo pasa, cuando está muy molesto o cuándo está muy feliz... ¿cuál será, cual será?... – se preguntó mordiéndose las uñas.

Don y Muffy se dirigieron a la cocina. Raphael estaba de espaldas, terminando de cocinar algo en una sartén. Frente a ellos, la mesa estaba perfectamente arreglada: habían seis puestos, y pequeños recipientes con arroz y verduras de todos tipos. Muffy se apresuró a tomar asiento.

- Oh. ¿Un puesto para mi? Y yo que pensé que no te agradaba... Gracias Miguel.- Raphael no se volvió a mirarla, pero casi dejó caer el sartén. Don entornó los ojos.

- Todo esto es muy impresionante, Raphael. ¿Lo hiciste tu solo?.

- No, vinieron los duendes durante la noche, ¡por supuesto que lo hice yo!, sólo quería... algo distinto para el desayuno.

- Realmente te esmeraste.

- Si, está muy bonito. – Agregó Muffy. Raphael comenzó a gruñir.

- Ya basta. Lo hice y punto. Ahora coman ¡sin decir una palabra!.- Don y Muffy acataron la orden y enterraron sus cabezas en sus platos.

- ¡¡Es comida de conejo!!.- Gritó Miguel ni bien consiguió abrir los ojos.

- Es todo lo que necesitas para estar fuerte... y poder soportar los golpes que te daré más tarde... - diciendo esto se acercó a Miguel hasta pegar su frente a la de él.- Así que ahora te lo comerás... ¿está claro?.- Miguel sonrió nerviosamente, agarrando los palitos.

Comenzaron a comer. Don se sorprendió: estaba realmente bueno, incluso Miguel comía con gusto. De pronto éste ultimo se detuvo, con un pedazo de verdura aún colgando de su boca.

- ¡un momento!- todos se volvieron a mirarlo. - ¿arroz, ensaladitas, verduras...? ¡¡¿¿por qué estás cocinando??!!.- Don sonrió.

- Oh, ya entiendo. Está preocupado. Tu sabes... - Raphael miró en otra dirección.

- No sé que quieren decir.- Miguel lo miró divertido.

- Yo creo que siii... – Muffy los miraba sin comprender, Don se acercó y le habló al oído, pero a un volumen que resultaba audible para todos.

- Verás, Raphael está preocupado por Leo, tu sabes, el otro... y cuando está preocupado, en vez de admitirlo, hace cosas irracionales para su personalidad...

- Como cocinar ...

- Claro.

Raphael se puso de pie de un saltó y volvió a ocuparse de la sartén, aunque ya no había nada en ella.

- ¡¡Yo jamás me preocuparía por ese imbécil!!... un par de golpes, eso es lo que se merece... – su voz se iba haciendo menos y menos audible hasta convertirse en una especie de murmullo.

- ¿Ves?.- dijo Don a Muffy.- Con Raphael nunca se sabe porque cuándo está preocupado, se enoja; cuándo está triste, se enoja; cuando está feliz, se enoja; cuándo se siente culpable, se enoja y cuando está enojado, pues se enoja...

- Pero en el fondo...- siguió Miguel.

- ... En el fondo, tras todo ese exterior de tortuga ruda y sin sentimientos...

- ... late un corazón...

- ... ¡de roca sólida!...

- ... ¡si! pero corazón al fin...

- ... porque en el fondo...

- ... es un buen muchacho.

- Muy en el fondo...

Para cuando terminaron de reírse, Raphael ya había roto la cuchara con la cocinaba. Se volvió hacía ellos con un gruñido...

- ¡¡Ustedes....!!- ya se lanzaba sobre ellos, pero a ultimo minuto se detuvo. Miró por encima de sus cabezas: acababa de ver a Leo atravesar la sala.- ah, no, otra vez no... – murmuró y salió disparado. Los demás salieron tras él.

- ¡Ey, tu!.- Leo se volvió levemente. No se veía bien. Raphael lo miró extrañado.

- ¿qué te pasa?...

- Nada... solo déjame en paz... – apenas si podía hablar y parecía como si caminar le costara trabajo: se encorvaba sobre sí mismo y arrastraba las piernas.

- Oye, hermano... no te ves bien... – Dijo Miguel ni bien lo vio.- Te ves... un poco... verde limón...- De hecho, lucía un poco pálido, pero ni siquiera se molestó en mirarlo. Su único objetivo era llegar a la puerta de la guarida.

- ¿Dónde crees que vas?- Preguntó Raphael, interponiéndose en su camino. Leo lo miró, apenas enfocando la vista.

- ¡Quítate de mi camino!, tengo que salir... tengo que salir de este lugar... esta peste... ¿qué es esta peste?¿qué diablos le hicieron a este lugar?... tengo que salir... ¡¡Tengo que salir!!!.- inesperadamente, logró incorporarse y golpeó con el brazo a Raphael. Éste salió volando por los aires.

Sin que nadie tuviera tiempo de impedírselo, Leo salió de la guarida, cerrando la puerta tras de sí.

Raphael se puso de pie. Temblaba de rabia.

- ¡¡No...!!... – todos retrocedieron: cuando tenía esa expresión en el rostro, era mejor desaparecer de su vista- ... si cree que puede arrojarme al piso cuando me estoy preocupando por él ¡¡está muy equivocado!!, ¡¡¡pagará!!!.... averiguaré que sucede con él... ¡¡aunque tenga que sacarle la verdad a golpes!!! y después... pagará...- diciendo esto, salió de la guarida tras Leonardo.

Una vez que se quedaron solos, Don suspiró.

- ¿Cuándo fue la ultima vez que pasó esto?

- A ver... creo que la semana pasada... Raphael huyó y Leo fue por él...

- Entonces... ¿qué está mal en esta escena?

- Mmm, veo tu punto hermano... – de pronto Miguel se puso serio y miró a Don con expresión de preocupación. Donatello lo atajó antes de que pudiera decir nada.

- No te preocupes... no creo que sea nada. Además, Rapha lo va a traer de vuelta ¿verdad?.- Miguel lo miró de reojo.

- ¡Oh!, estoy henchido de confianza... No te seguirás creyendo que todo está bien... ¿verdad?.

- Ni por un minuto. Pero... – Miguel suspiró.

- ¿Vamos a ir a buscarlos? ¿no?.

- Vamos a ir a buscarlos, si...

- Me temo que eso tendrá que esperar.- ambos se voltearon: el maestro acababa de llegar y en su rostro reflejaba preocupación. Al ver a Muffy se dirigió a ella.

- El libro ha desaparecido.- Muffy palideció al instante, retrocedió hasta la cocina buscando una silla donde sentarse.

- E-esto no puede ser bueno... – murmuraba, cubriéndose la cara.- ... esto NO es bueno... ¿que haré?... que...?, oh no... esto sólo puede significar que... no, no puede ser... ¡pero lo es!... noooo...

- ¿qué?... ¿qué es lo grave?.- preguntó Miguel, mirando alternativamente al maestro y a la muchacha sin comprender sus caras de angustia.

- ¡¿quieres esperar un segundo?!, estoy al borde del colapso y necesito un momento para desesperar... – La muchacha escondió la cara entre las manos, al principió creyeron que estaba llorando, pero de pronto reapareció, acomodándose los lentes.

- ¡Listo!... He pasado la etapa de pánico inicial y creo que ahora ya podemos hablar.

- Bien, porque no entiendo nada.- Don, Miguel y el maestro se sentaron en la mesa. Muffy tomó aire.

- Verán, esto sólo puede comprenderse si se los explico desde un principio... Paralelo a nuestro mundo, existe otro... algunos lo llaman mundo espiritual o mundo astral... otros le dicen infierno, inframundo... cómo quieran llamarlo, es de ahí donde provienen todos los espíritus, demonios, fantasmas, etc. Ustedes saben, los no-vivos. Siempre ha habido problemas entre nuestro mundo y el otro... fantasmas, gente que hace invocaciones que salen mal, demonios vengativos, etc. Es inevitable. Es por eso que la conexión entre ambos mundos está prohibida y permanece sellada. En todo el mundo hay distintos sellos, muchos. Incontables. Los lugares donde dicha conexión es posible son llamados "Bocas". Hay millones de ellas, y cualquiera es una oportunidad para volver a este mundo de cabeza... - a medida que hablaba, Muffy volvía a palidecer... su expresión era de temor.- Yo los he visto. He visto una de esas bocas abiertas y créanme: no quieren que lo que hay adentro pase a éste lado... – Muffy hizo una pausa. Todos la observaban preocupados, no tanto por su historia como por la expresión de angustia y temor que adquiría su rostro.- Hace muchos años atrás, a mi madre le fue encargada la custodia de una de esas bocas. Ella también era cazademonios... sin embargo, debido a que frecuentemente se veía involucrada con el otro mundo, consideró que era peligroso seguir conservando "la llave" con ella...

- ¿la llave?- le interrumpió Don.

- Cuando una boca es sellada, se crea un mecanismo para mantenerla así. Esa es la llave. El único problema es que esa llave tanto la mantiene sellada... como puede volver a abrirla.

- Por eso es que... –el maestro consideró prudente continuar él con esa parte de la historia, puesto que lo involucraba directamente.-... hace muchos años atrás, vino a verme una jovencita... muy parecida a esta. Me habló del peligro que existía y me pidió que guardase el libro... ella estaba segura que oculto aquí abajo, jamás nadie lo encontraría...- Don frunció el ceño, pero la muchacha se adelantó a sus preguntas.

- Cada llave es un mecanismo que solo conoce el guardián de la boca que debe custodiar. Casi siempre se basa en la conjunción de objetos y de hechizos. Ésta, en particular, estaba protegida por el libro... y por tres objetos... solo la unión de estas cosas puede romper el sello de la boca.

- ¿qué pasa si el sello de la boca se rompe?- preguntó Miguel, ya contagiado del tono de angustia de Muffy.

- Pues, sería como mandarle una invitación a todos los demonios, monstruos, espíritus, etc para que vengan a este mundo... sería una fiesta para ellos.- Muffy suspiró. - Si el libro ha desaparecido solo puede significar que alguien planea romper el sello...

- ¿Estamos perdidos entonces?.- preguntó Don tranquilamente. Muffy pareció sopesar la pregunta.

- No necesariamente... – su rostro pareció iluminarse repentinamente.- verán... no solo basta con tener los objetos, es necesario saber cómo utilizarlos... y el libro... el libro está bajo poderosos hechizos, ningún demonio o espíritu podría leerlo aunque quisiera... solo un ser de carne... pero...- nuevamente su rostro adquirió expresión de preocupación.- pero no sólo el libro está desaparecido....

- ¿Cómo es eso?

- Existen tres objetos más que deben actuar en combinación con el libro. Mi madre también se hizo cargo de ellos: los escondió en distintos lugares y con el correr de los años, todos fueron a parar a los sitios más distantes. Sin embargo... hace poco, tuve un presentimiento y decidí tratar de encontrarlos, saber en dónde se encontraban. Me di cuenta de que todos habían terminado juntos, en esta ciudad, en la misma ciudad dónde se encontraba el libro... – todos guardaron silencio. Muffy paseó la vista por cada uno de ellos, asegurándose de que habían comprendido cuál era su temor.- En mi experiencia...- continuó.- ... nada pasa por casualidad. Por lo tanto, hago mi viaje hasta acá a buscar al maestro Splinter y no acabo de llegar cuando escucho en las noticias que uno de los objetos fue robado...

- ¡La canica!.- saltó Miguel. Muffy lo miró extrañada.

- La esfera de Leng.- aclaró Don, Muffy asintió.

- Había ido a parar al museo y creí que ahí estaría segura, pero... si el que tomó el libro es el mismo que tomó la esfera, debo asumir que sabe de la existencia de los otros dos objetos... mi única esperanza es que no sepa cómo usarlos, pero con mi suerte...

- Lo siento, señorita Simmons, es mi culpa, su madre confió en mi y le fallé... – Muffy pareció sonrojarse y soltó una risita nerviosa.

- Ay no maestro, como cree, además, eso ya no tiene importancia ahora... aunque podría usar su ayuda para encontrar los objetos que me faltan y recuperarlos, antes que alguien más lo haga...

- ¿dónde están?

- Veamos... – Muffy buscó en uno de los bolsillos de sus jeans y sacó una pequeña libretita.- la pirámide, se encuentra en poder de un tal Pazzo...

- ¿Pazzo?, ¿el mafioso?- interrumpió Miguel. Muffy asintió.

- Se dice que es un aficionado coleccionista de extrañas obras de arte... y el cubo... ese ha sido más difícil. Desapareció hace tiempo, después de dar un montón de vueltas por todo el planeta. Mi secretario lo está tratando de ubicar, también está tratando de averiguar si la esfera se está vendiendo en algún mercado negro... cabe la pequeña esperanza de que quien se la robó en realidad no conozca su verdadera utilidad... pero su teléfono no contesta... ¿tienen recepción aquí?.

- ¡por favor!, tenemos televisión por cable e Internet inalámbrico... mi celular esta conectado al GPS del satélite y el roaming...

- ok, ok. Ya entendí.

- Y.. ¿qué hacemos ahora?.- preguntó Don. Miguel se puso de pie.

- A ver si entendí. ¿Hay peligrosos y terroríficos demonios y espíritus potencialmente destructivos y un loco suelto por ahí tratando de abrir la puerta al infierno para liberarlos?

- Pues... si.

- Y ¿debemos evitar que el demente lo consiga?

- Pues... si.- Miguel asintió y se volvió hacia Don.

- ¿No te suena esto demasiado trillado?.

- Pues... si.- contestó este y se volvió hacia el maestro.- Maestro, antes de que corramos a salvar el mundo... una vez más... tenemos un pequeño problemita de... eh... hermanos fugados...- Splinter suspiró.

Justo en ese momento se abría la puerta de la guarida. Raphael volvía... solo. Todos lo miraron expectantes. Éste negó con la cabeza.

- No lo pude encontrar... es como si se hubiera desvanecido en el aire...

- ¡claro!... es un ninja, ¡tonto!- le gritó Miguel, pero antes de que Raphael pudiera lanzarse sobre él, una sola mirada del maestro bastó para detenerlos.

- Déjenlo. Yo lo buscaré. Ustedes irán con la señorita Simmons. Encuentren los objetos que faltan... – Raphael los miró sin comprender, pero antes de que pudiera hacer preguntas, sus hermanos lo tomaron del brazo y lo arrastraron de nuevo a la salida, seguidos por Muffy.

- Ah, no preguntes... yo no querría saberlo, en serio...