V.- Algo muy malo le pasa a Leo.
- La buena noticia, es que el penthouse de Pazzo es muy fácil de ubicar. La mala, es que tiene un excelente sistema de seguridad.... así que, ¿cuál es el plan?.- preguntó Don tras un rato de recorrer los túneles rumbo a la superficie. Raphael se encogió de hombros.
- Fácil. Entramos, golpeamos, le pedimos al mafioso que nos entregue la cosa esa o le pateamos el trasero, se lo pateamos de todas formas y volvemos a casa a ocuparnos de nuestros propios problemas.- Miguel lo miró divertido.
- ¿cómo es que todos tus planes son iguales?- antes que Raphael pudiera decir algo, se escabulló de su lado y fue junto a Muffy.
- Así que, todo este asunto de la puerta al infierno, ¿tiene algo ver con los fantasmas esos?.- Muffy pensó un instante.
- Creo que si. Deben presentir que algo va a ocurrir... están muy inquietos, pero no se porqué...
- Por aquí, tortugas... y señorita... – se detuvieron, Donatello comenzó a subir por una escalerita que conducía a una tapa del drenaje y a la superficie.- de acuerdo con mi mapa, esta abertura conduce a un callejón contiguo al edificio de Pazzo.
Los cuatro comenzaron a subir.
- ¿Es necesario que lleves esa mochila tan grande?.- preguntó molesto Raphael la segunda vez que Muffy lo golpeó en el rostro a medida que subían.
- Si, de hecho. Es algo así como mi "bolsa de trucos".
- Si, sé de que hablas... – Don acarició su propio bolso que llevaba en bandolera.
- Pues mi bolsa de trucos la llevo justo aquí... – Raphael señaló los sais.-... es todo lo que necesito.
- ¿ y qué tal un cerebro?.- murmuró Miguel, sin que Raphael alcanzara a escucharlo.
Pronto estuvieron dentro de un oscuro callejón, en mitad de la noche, a un costado del edificio del jefe mafioso. Se detuvieron un segundo, casi inconscientemente, como si recién entonces se dieran cuenta de que estaban ahí para irrumpir a la fuerza en la casa de alguien más sin ninguna provocación, para llevarse un objeto que no les pertenecía y que por una vez, Leo no iba con ellos.
- A esto se le llama robar...- comentó Miguel vagamente.
- Eh... bueno... ya sabes lo que dicen, ladrón que roba a ladrón... además es por una buena causa... o algo así...- respondió Donatello. Raphael entornó los ojos, no tan preocupado por las implicancias morales de sus actos como por el terminar luego el trabajo e irse de ahí.
- ¿Podemos continuar, señoritas?- preguntó impaciente.
- Bien... eh...- dijo Don tratando de concentrarse.- La pregunta es ¿cómo llegamos hasta el penthouse?, este edificio tiene muchas alarmas; alarmas convencionales, alarmas en las ventanas y en el techo alarmas silenciosas que se accionan con la presión: ponemos un pie en el edificio y, bueno, todos lo sabrán... sin contar con los guardias.
- ¿Cómo sabes todo eso?.- preguntó Muffy, Don se encogió de hombros.
- Estoy suscrito a la Revista del Ingeniero, Sistemas de Seguridad inc., Mecánica Popular, Hágalo Usted Mismo y...
- Ok, ok.
- Yo no veo en qué altera todo eso nuestro plan original...
- ¿nuestro plan?, dirás tú plan...
- Diré mi puño en tu cara si no te callas...
- Miguel tiene razón, tratemos de entrar evitando una confrontación innecesaria...
- ¿Quieres evitar una confrontación? Entonces haz lo que yo te diga...- diciendo esto se lanzó hacia el poste de luz que iluminaba la calle frente a ellos y de ahí hasta la cornisa de la ventana más próxima del edificio y luego hasta la ventana justo sobre la puerta de entrada. Se deslizó hasta ella y la abrió ligeramente, lo suficiente para entrar por ella.
Don suspiró.
- En fin. Escucha, Muffy, quédate aquí hasta que te demos la señal, cuando el paso sea seguro.- la chica asintió y las dos tortugas restantes repitieron los pasos de la primera.
Pronto se reunieron todos en el interior del edificio, en el marco de la puerta de entrada, cerca del techo, en un sitio donde apenas había espacio para apoyar un dedo. Dentro todo estaba oscuro.
- Para evitar las alarmas sólo debemos evitar pisar el suelo, ¿no es verdad?.
- Pues, si... creo que si, pero... – Raphael no se quedó a escucharlo y saltó a la pared a su izquierda y de ella hasta la lámpara que pendía en el techo, tratando de permanecer el menor tiempo posible en cada estación a fin de mantener el equilibrio.
- Esto no funcionará. Aun si lo logra, no podrá evitar las cámaras...
- ¿Cámaras?
- Ups. Creo que olvidé mencionarlo... – Don se inclinó hacia delante todo lo que pudo y entrecerró los ojos.- a ver, a ver... si, creo que esa es... ¿Ves esa pequeña cajita tras esa planta de la esquina?.
- Si, ¡que bonito helecho!.
- Dime que eso fue una broma...
- Ok, si, fue una broma. Qué hay con la caja. – En la pared, apenas visible tras la planta, había una puerta empotrada en la pared, como la tapa de una caja de fusibles.
- Ese puede ser el control de energía. ¿crees poder impulsarme hasta allá?.
- No se si hasta allá, pero de que puedo empujarte... – Don pegó un salto hacia el piso y antes de que sus pies lo tocaran, su mano fue sujetada por la de Miguel; él apenas si lograba sujetarse a la pared, pero comenzó a balancearlo, ganando cada vez más impulso.
- Ok... ¡allá vas!!.- Don voló por lo aires, directo hacia la pared donde se encontraba la planta. Y la pared siguió acercándose a gran velocidad...
Don buscó infructuosamente algo que detuviera o frenara su salto, pero terminó estrellándose con el muro y cayendo dentro de la maceta.
- Qué bonita planta... – dijo, tratando se sacarse las hojas de la cara. Sin embargo, desde donde estaba tenía fácil acceso a la misteriosa caja de la pared. La abrió.- Espero que este sistema no sea muy complicado... eh?... – La caja era efectivamente el mando de la alarma: dentro había un letrerito con la leyenda "para apagar sistema presione aquí".- si serán... – murmuró mientras presionaba el botón de apagado.- ...por qué no ponen un cartel de bienvenida también... "señor ladrón, tenga la amabilidad de presionar aquí y el paso estará libre... que tenga un buen robo".
Al otro lado de la estancia, Raphael aún estaba sobre la lámpara, en el medio del salón. Su objetivo era llegar hasta el mesón de la recepción y de ahí al ascensor. El mesón estaba a unos cien metros de distancia. No era gran cosa.
Saltó. Todo hubiera sido perfecto de no ser por el lustroso material del mostrador de la recepción: ni bien puso un pie en él, patinó y con el impulso del salto no logró detenerse.
Cayó al piso. Cerró los ojos esperando que se activaran las alarmas, o que algo pasara, pero nada pasó.
- ¡¿Nada pasó?!.- exclamó Don saliendo de la maceta de la planta. Miguel pegó un salto y fue a reunirse con ellos.
- Pareces sorprendido, ¿no apagaste tu las alarmas?.
- Iba a hacerlo, pero justo caíste. No lo entiendo, estaban encendidas, debieron activarse... ahora que lo pienso, ¿por qué está tan oscuro este lugar?.- todos miraron a su alrededor y efectivamente era un hall de entrada muy grande, muy vacío y oscuro. Solo se oía el eco de sus voces.
- Alguien más ya se hizo cargo de eso.- Se volvieron a ver, sólo entonces se percataron de que Muffy estaba ahí con ellos, en un rincón cerca de la puerta. Se agachó, como a recoger algo y luego se dirigió a la otra esquina del hall donde también recogió algo del piso. Luego fue hasta ellos.
- Miren esto.- Muffy abrió la mano, dentro habían dos pequeños trozos de metal negro.- Es magia de hierros... no cualquiera puede usarla. Apuesto a que está en todo el edificio. Con esto es posible dejar todo este lugar sin electricidad, sin sistemas, sin protección.
- O sea que...
- O sea que alguien ya se nos adelantó. Vamos.- apuró Raphael. Don y Miguel lo miraron escépticos.
- Pero, no sabemos quien está aquí ni donde y lanzarnos así sin...
- Escucha, cerebrito, no tengo toda la noche, así que si ustedes quieren se pueden quedar aquí pensando... yo voy a solucionar esto de una vez... – diciendo esto se encaminó a los ascensores. Don y Miguel se miraron, encogiéndose de hombros.
- Bueno... pero al menos seamos silenciosos, ¿quieres?...- Raphael no le respondió.
- La verdad, - dijo Miguel- si pudiera elegir, preferiría quedarme aquí abajo pensando, tu sabes... ¡ay!.- Don lo agarró de un brazo y lo arrastraba hasta donde estaba Raphael, cuando vio a Muffy distraída en algo cerca de la recepción del hall.
Muffy se aproximó a la recepción. Había algo ahí que le pareció extraño. De pronto retrocedió asustada. Estuvo a punto de gritar, pero una mano verde de tres dedos le cubrió la boca.
Tras el mesón estaban los cuerpos de los guardias. Sin cabeza.
- ¡Shhht!... vamos.- Don la empujó hacia atrás, lejos de los cadáveres, pero sin soltarla.
- ¿cómo le hacemos para subir, hermano?, son muuchos pisos hasta arriba..
- ¿no sirve el ascensor?
- Me temo que si no hay energía en el edificio, no funcionarán... – Don se volvió hacia Muffy, cuya boca aún cubría. La soltó, ya parecía haberse calmado.- ¿Tu no puedes hacer nada al respecto?.- Muffy negó con la cabeza.
- No sé deshacer esta clase de magia...
- Ok, entonces las escaleras... – Raphael fue el primero en moverse, los demás los siguieron.
- Nooo – Miguel bajó los brazos con expresión de desanimo, pero no tuvo más remedio que seguir a los otros.
En realidad, una vez que Raphael optó por llevar a Muffy, con todo y su enorme mochila en la espalda, los treinta pisos no fueron gran cosa para ellos: por su culpa debían parar en todos los pisos, para esperarla o para que descansase.
Pronto estuvieron en el ultimo piso. En todo momento procuraron ser como sombras; sin embargo, tampoco habían oído o visto el menor signo de actividad.
- A juzgar por los guardias de la entrada, creo que no vamos a encontrar a mucha gente por aquí... - Comentó Don.
- Prepárense. Voy a abrir la puerta.- Sin esperar el consentimiento de los otros, Raphael se abalanzó sobre la puerta del ultimo piso.
Del otro lado la oscuridad era completa. La puerta se abrió lentamente. Las tres tortugas saltaron dentro de la habitación.
Nada se movió.
Después de unos segundos, Don hizo una señal hacia el exterior y la chica apareció por la puerta.
La habitación era enorme, el piso de mármol, flanqueada a ambos lados por gruesas columnas. Entre ellas y en cada esquina habían formas que no podían ser más que estatuas. Todo el lugar estaba repleto de objetos de arte, armas antiguas, armaduras... una gran colección de rarezas.
- ¿Por qué tanto silencio, porque tanta oscuridad?- Don avanzó por los costados, atento.
- Algo va a ocurrir... en cualquier minuto. Lo presiento. Mi instinto me lo dice...
- Cállate, quieres Miguel?... me pones nervioso.
- En... cualquier... minuto.... – De pronto, un ruido y una luz potente que los encegueció momentáneamente, justo frente a ellos, al final de la habitación, fue visible una especie de altar: una mesa larga cubierta de telas negras, con largos cirios en cada esquina, iluminada directamente por una luz que provenía del techo.
Lo estaban observando cuando el resto de las luces se encendieron.
Esta vez, Don no alcanzó a cubrir la boca de Muffy y esta gritó con todas sus fuerzas.
Todo el piso de la habitación, en cada esquina, cerca del supuesto altar, todo el lugar, estaba regado por los cuerpos de los hombres de Pazzo, tirados por doquier, sobre charcos de sangre: había sangre por todos lados, en el piso en las paredes, en las columnas...
Todos habían sido degollados.
Muffy retrocedió aterrada, lloriqueando y temblando de pies a cabeza. Una enorme estatua la detuvo y cayó sentada a sus pies. Allí se quedó temblando y cubriéndose la boca.
Las tortugas permanecieron en silencio por unos segundos.
- Este tipo no está bromeando... ¿cuánta gente hay aquí?, como unos cincuenta... todos muertos.- Don también había quedado pasmado. Raphael se acercó a los cuerpos, examinó con la vista a los que tenía más cerca. Alargó la mano hasta uno de ellos.
- Sus armas... están cargadas. Las de ellos, por allá, también... – Luego levantó la vista y examinó a su alrededor.- No hay signos de lucha. Estos tipos ni siquiera tuvieron la oportunidad de defenderse... los atacaron por detrás... uno por uno, y ninguno de ellos se percató... hasta que fue su turno.- Diciendo esto se inclinó sobre uno de los cadáveres y lo volteó boca arriba.- ¿Ves este corte?, no es lo suficientemente profundo como para matarlo instantáneamente, pero sí para que se desangrara en pocos minutos, cortó su garganta, de modo que tampoco pudieron gritar... o respirar. Algunos habrán muerto desangrados, otros sofocados. De cualquier forma, fue una muerte lenta. Y absolutamente a propósito, alguien quería este baño de sangre...
Don tragó saliva.
- No se que me produce más escalofríos, si esto o tus conocimientos de forense... ¿eh?¿dónde está Miguel?.- Raphael le indicó un bulto verde inclinado sobre un rincón.
- Ha estado ahí desde que llegamos. Yo no me acercaría si fuera tu. Creo que este sangriento espectáculo no le sentó muy bien al estomago.- Raphael sonrió maliciosamente.
Entonces Don se percató de Muffy, sentada en el piso, abrazando sus rodillas. Fue hasta ella y se sentó a su lado.
- ¿Estas bien?
- No... ¿cómo voy a estar bien? ¿ estás viendo lo mismo que yo?. No se... no se si pueda con esto. He visto fantasmas, he visto monstruos, los conocí a ustedes, ¡pero hasta ahora nadie había muerto!, bueno, no así por lo menos... hasta ahora no había pasado nada como esto... ¡está más allá de mis fuerzas!, ¿qué puedo hacer yo?, no tengo la suficiente experiencia, no tengo los conocimientos... esta claro que el sujeto que hizo esto es capaz de hacer cualquier cosa... no creo que pueda detenerlo yo sola...
- Tranquila... lo resolveremos... espero...- Don trató de sonreír.- además, no estás sola, ¿qué somos nosotros?...
- Todavía no lo se...
- Quiero decir, estamos aquí para ayudarte... un sujeto que es capaz de semejante carnicería debe ser detenido... no puedes flaquear ahora, ¿entiendes?.
- No, no entiendo. No entiendo por qué está pasando esto, no entiendo porqué tienen que ocurrir estas cosas... es decir, hasta hace no mucho tiempo yo estaba feliz con mi aburrida vida de estudiante y de pronto, éste sujeto aparece con su cuento de que "eres la elegida" y "debes seguir el destino de tu madre" y toda esa basura y antes de darme cuenta, estoy cazando fantasmas y exorcizando niñitas poseídas... Mi madre, ¡ella sí era toda una heroína!, Yo solo soy una estudiante, sólo soy buena con los libros... nada más. Yo no tendría que hacerme cargo de esto, es demasiado para mi, no soy una mujer de acción... ¡ya ves lo que pasó!, todo esto es por mi culpa, porque no soy la persona indicada para este trabajo, porque...
- Si estas aquí... –le interrumpió Donatello.- ... es porque eres la persona que debe estar aquí. No sé si eres la persona indicada, creo que eso poco importa, porque de todas formas alguien tiene que hacer el trabajo. No importa si te gusta o no, realmente no tienes opción... ¿ o me equivoco ?.- la muchacha lo pensó un instante.
- No. No tengo opciones... supongo. - susurró.
- Podrías pasarte la vida imaginando qué sería de ti si no tuvieras que hacer esto, si pudieras hacer lo que te gusta... las cosas que de verdad te apasionan... pero no te serviría de nada, a veces uno no elige la vida que quiere llevar... la vida lo elige a uno... y no queda otra opción que moverse rápido, porque no hay segundas oportunidades... a veces ni siquiera hay tiempo para dudar. – La muchacha lo observó con detenimiento, secándose las lagrimas.
- ¿T-te pasa a ti también...?- Don iba a abrir la boca para contestar, pero el grito de Raphael lo interrumpió.
- ¡hey!, ¡vengan aquí!, ¡Rápido!.
Raphael estaba de pie ante el altar. Antes no se habían percatado, pero una vez frente a él, descubrieron lo que había en su superficie: bañados por una luz azul y aparentemente suspendidos en el aire, flotaban dos objetos, uno era una esfera dorada, el otro una pirámide ambarina. En medio de estos dos objetos, estaba un libro de tapas negras, abierto sobre la mesa.
- s-son... ¡son los objetos!... la llave...- Muffy los miró a todos, alarmada.- ¡¡la llave está casi completa!! y .. oh, no..., ¿como no me di cuenta antes?... "y los tres objetos y el libro y la sangre de las victimas, luego, el lugar del mal propiciará la llegada del mal".
- ¿qué diablos fue eso?- preguntó Raphael.
- Así funciona la llave, la sangre de las victimas... – Muffy señaló los cuerpos en el suelo.- el lugar del mal... ¡es este!... este es el hogar de un mafioso ¿no?. el sujeto, ya se está preparando para la apertura de la boca... no queda mucho tiempo.
- Yo, tengo una pregunta... – Todos se volvieron a mirar a Miguel (por fin había dejado de vomitar).- ... si este es el altar donde "la profecía será realizada" y todo lo demás... cómo es que no hay nadie que lo esté cuidando, es decir, es obvio...
- Eh... ¿Miguel?... – intentó interrumpirlo Donatello.
- ... todos los malos místicos tienen guardianes impresionantes...
- Ehh... Miguelitoooo....
- ya sabes, monstruos de tres cabezas, espectros, ejércitos zombies, esas cosas...
- ¿qué te parece un grupo de Ninjas espectrales, fuertemente armados, que atraviesen las paredes y cuyas partes inferiores del cuerpo se difuminen en una nube de humo?
- Es algo extraño, pero también podría ser...
- Que bien, porque eso es justo lo que está detrás de ti...
- Ay si, qué gracioso... ¿y que debo hacer?, asustarme?, hey!, ¿adonde vas?.- Don dio salto hacia atrás y comenzó a alejarse.
- ¡¡quítate de ahí, tonto!!.
Miguelangel se volteó lentamente. Tuvo el tiempo justo de quitarse cuando un enorme sable cayó sobre el lugar en el que estaba parado. Frente a él, una criatura de casi dos metros de alto, cuyos pies desaparecían en una nube de humo, vestida con una armadura roja... cuyo rostro no era más que una calavera, revoleaba sobre su cabeza una enorme lanza con hojas en ambos extremos.
- Ah, de esto estabas hablando ¡porque no me lo dijiste antes!.- Don no pudo contestarle, tenía sus propios problemas con otra de esas criaturas.
Salían de las columnas y las paredes, de todas partes.
- Que bien... – exclamó Raphael con satisfacción.- ya llevábamos cinco capítulos y no había habido una sola pelea.
- Me alegra que alguien este disfrutando con esto... ¡eh, Muffy!, ¿qué son estas cosas?.- La chica pareció recuperarse de la impresión.
- No... no tengo idea, nunca había visto uno de estos. Espera un segundo.- diciendo esto, se sentó en el suelo y revolvió en su mochila de la cual extrajo un grueso libro.
- ¿que planea hacer? Leerles un cuento?...- exclamó Miguel, a medida que retrocedía, evitando el arma del ninja espectral.
- Me temo que ni ella podría hacerlos dormir... – murmuró Raphael, saltando sobre uno de los espectros. Su pie pasó a través de la criatura.
- ¡las armas no sirven!...- les advirtió innecesariamente Don, justo cuando una de las criaturas lo golpeaba mandándolo a volar.- ... pero las de ellos si... – Don logró ponerse de pie, todo lo que podían hacer era esquivar los golpes: todo ataque hacia las criaturas era infructuoso, parecían no tener sustancia.
Muffy por su parte pasaba rápidamente las paginas de su libro.
- Tiene que haber algo por aquí... a ver, a ver, espectros ninjas, fantasmas ninjas...
- ¡ninjas!, ¿por qué siempre tienen que ser ninjas?- Miguel esquivaba con facilidad los golpes del espectro, pero repentinamente sintió una presencia tras él: otra de esas criaturas había aparecido, sujetando sus brazos. Sintió su horrible aliento en la nuca.
- Te arrancaré las costillas, maldito... – Le dijo una voz rasposa.
- ¡¡ehhh!!! ¡¡¿alguien podría ayudarme?!!!, ¡¡estoy por ser arrancado....!!!
- ¿Quieres esperarte? Tengo suficien...- Don no pudo seguir hablando, la criatura que tenía al frente y otra más que surgió del costado lo golpearon al unísono.
- ¡Donatello!.- llamó Raphael, pero éste no contestó. Raphael dio un salto hacia atrás y logró llegar hasta donde estaba Muffy. Casi pegó su rostro al de ella.
- Se supone que tu eres la experta ... ¡¿cómo mato a estas cosas?!
- Pues... no estoy muy segura de que estén vivas, para empezar... – El gruñido de Raphael la hizo sobresaltarse.
- Ok., ok... Bueeeennnooo... yooo... eeehh..
- ¿No tienes alguna estaca o algo por ahí en tu mochila?
- ¡¿estacas?! ¡no puedes eliminar espectros con estacas!
- ¡¡Cuidado!!!- Muffy sintió como era agarrada por la cintura y elevada por los aires, y tras de sí, un duro golpe y pedazos de mármol saltando en todas direcciones. Raphael la llevó hasta una especie de armario que había junto a una columna, lo abrió y la metió dentro.
- Quédate ahí y no salgas a menos que tengas la respuesta... – diciendo esto cerró la puerta dejando a Muffy a oscuras.
Don se sintió arrastrado por una fuerza imposible de resistir, iba directo hacia la ventana y no podría hacer nada para impedirlo. Sintió un vacío en el estomago cuando adivinó las intenciones de las criaturas.
- ¡eh... ¡, ¡no! ¡un poco de ayuda por aquíii!!!
- ¡¡¡Ríndete y muere, maldito. Nadie puede ayudarte!!- dijo una voz rasposa, casi un susurro, en su oído, mientras era llevado inexorablemente por unas manos como garras, cada vez más rápido.
- ¿No será "Ríndete ó muere"?.- contestó mientras pensaba frenéticamente cómo librarse.
- No... te mataremos de todas formas...
- Oh.
Miguel vio como Donatello atravesaba la ventana y salía volando hacia el cielo de la noche.
- ¡¡Don!!.- Era inútil, las criaturas lo tenían firmemente sujeto.
En el interior del armario, Muffy trataba de pensar en una solución, repasaba frenética todos sus conocimientos, pero no se imaginaba cómo podría llevar a cabo una ceremonia de exorcismo en circunstancias como esas, si es que esas cosas eran fantasmas...
- Ejem... disculpe... – una voz justo junto a ella la hizo paralizarse por completo.- ... disculpe, pero este escondite ya esta ocupado... – haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, Muffy giró lentamente la cabeza. Junto a ella estaba un tipo vestido de traje, perfectamente normal, a no ser por el corte en su garganta y la sangre coagulada alrededor de su cuello.
- ¿Ah si? U-usted perdone... – rápidamente, salió del armario y cerró la puerta tras de sí.
No había terminado de alzar la vista, cuándo vio una especie de hacha, de enormes proporciones, volar en dirección a su cabeza. Con los ojos cerrados, esperó el impacto...
Pero nada pasó.
Abrió los ojos, pero ya no había nada frente a sí.
Miguel luchaba por soltarse del frío abrazo de la criatura cuando de repente, ésta, sin más ni más, lo soltó. Ambas pasaron ante sus ojos y se desvanecieron en el aire. Raphael fue junto a él.
- ¿por qué se detuvieron?- le preguntó. Miguel lo miró con angustia.
- Donatello... cayó por la ventana, tenemos que... tenemos que.... – pero no pudo seguir hablando. Acababa de detectar ligeros movimientos en el piso, a su alrededor... esperó en alerta, Raphael hizo lo mismo.
A su alrededor, los cadáveres diseminados por el piso comenzaban a moverse. Raphael y Miguel pegaron un respingo.
- No... no me digas que....
Con dificultad al principio, con espasmos y convulsiones, pero más fluidamente después, comenzaron a levantarse y caminar, en dirección a ellos.
- ¿q-que... es ... eso...?
- Son... son... ¡¡¡Zombies!!! ¡¡¡son zombies!!! ¡¡¿qué no lo ves?!!!
- Oh, que bien... – Exclamó Raphael retrocediendo.- ... No se me ocurre nada que pudiera mejorar esto.
- A mi sí...
- Ni lo digas...
- Míralo por el lado bueno, ¿cuántas oportunidades tenemos de que ninjas espectrales y Zombies de la mafia nos pateen el trasero?, esta es la clase de cosas de las que puedes presumir en una fiesta...
- Suponiendo que vuelvas a ir a una...
- Oh, bueno...
Los cuerpos de los mafiosos muertos avanzaban lentamente, arrastrando los pies, y balbuceando y gruñendo incoherencias. No había mucho espacio donde correr, estaban por todas partes.
- ¿Por qué... porqué están abriendo la boca?...- efectivamente, los cadáveres tenían los ojos en blanco y avanzaban hacia ellos con las manos extendidas, buscando atraparlos, con las mandíbulas abiertas en una forma poco natural...- No... ¡¡van a mordernos!!, ¡¡nos morderán y entonces nos transformaremos en uno de ellos!!! ¡¡¡seremos las zombi tortugas mutantes adolescentes...!!!- Raphael interrumpió su acceso de histeria con un golpe en la parte trasera de la cabeza.
- ¿quieres prestar atención?
- ¡¡No se preocupen amigos, yo me encargo!!.- inesperadamente, Muffy saltó frente a ellos, llevando un atado de tiras de papel en una mano y una extraña daga en la otra. Raphael alzó una ceja.
- ¿¿no se preocupen amigos??.- Abriendo la mano donde llevaba los pergaminos de papel, Muffy se los lanzó a la cara a las criaturas zombi.
- ¿qué está haciendo?- preguntó Raphael a Miguel, en voz baja, éste se encogió de hombros.
- ¿Tirándoles confeti?, ¡qué se yo!...
De inmediato, las tiras de papel que les arrojara la chica, se pegaron en las frentes de los primeros de la fila y ya no pudieron seguir avanzando. Rápidamente, Muffy se lanzó contra las criaturas paralizadas y sujetando la daga con ambas manos, rebanó el cuello de cada una: las cabezas, separadas del cuerpo, cayeron a tierra limpiamente. Muffy retrocedió temblando. Ambas tortugas la miraron boquiabiertas.
- Yo no estaba preocupado, ¿tu estabas preocupado Miguelangel?
- Ni por un minuto...
Descabezar a alguien no es una tarea fácil, aunque no lo parezca, la cabeza tiene la tendencia a pegarse firmemente al resto del cuerpo. Pero el hecho que la mayoría de los cadáveres ya estuvieran semi decapitados, ayudó bastante.
El descabezamiento de cinco de los zombis no frenó el avance del resto: los otros simplemente pasaron por encima de los caídos. Uno de ellos atrapó a Miguel y lo jalaba hacia sí.
- ¡Claro!, ¡las cabezas!, ¡es la regla básica de todo zombi! ¡la única forma de detenerlos es cortándoles la cabeza!
Raphael había sido sepultado por un grupo de criaturas que se lanzaban una sobre otra haciendo montón. Con las manos, trataba de detener sus mandíbulas que se abrían para tratar de morderlo. Sus rodillas se doblaban bajo el peso de los zombis. Haciendo un esfuerzo, cargó aún más el peso sobre sus piernas y se impulsó hacia arriba. Los zombis cayeron a su alrededor como una lluvia, gruñendo.
Comenzó a golpearlos, aunque eran más en numero, eran más lentos y fáciles de abatir. Sin embargo, era difícil evitar todas esas bocas tratando de morderlo. Podía sentir el sonido de huesos quebrándose, pero las criaturas no cejaban, seguían viniendo y viniendo.
- Conque cortándoles la cabeza, ¿eh?.- Muffy estaba muy cerca de él. Asintió con un gesto, estaba muy ocupada en descabezar a un grupo de criaturas. Raphael estaba ligeramente impresionado: era bastante más rápida de lo que hubiera creído; para detener a los zombis utilizaba esos extraños pergaminos y luego los atacaba con esa daga.
Sacudió la cabeza. Acababa de decidir que ya había tenido suficiente.
Arremetió contra un grupo de criaturas. Sus sais no eran exactamente la herramienta indicada para cortar cabezas, pero tras una serie de golpes profundos con ellos en los lugares adecuados, un par de golpes, las cabezas terminaban saliendo de su puesto. Pero tomaba mucho tiempo, solo podía hacerlo con uno a la vez.
Miguel tenía aún mayores problemas, podía dar todos los golpes de chakos que quisiera, pero las cabezas de los zombis permanecían en su sitio.
- Ahora podríamos usar un poco de la tortuga de los sables...
- Ese imbécil... – Murmuró, Raphael, olvidando por un momento a las criaturas. Efectivamente, sería bastante más fácil si Leo estuviera ahí.- ... en cuanto volvamos, juro que... – pero el ataque furioso de una de las criaturas lo obligó a prestar atención a la pelea.
Miguel encontró una vieja armadura medieval en uno de los costados de la sala. Corrió hasta ella, en sus manos sujetaba una enorme hacha.
- Es mejor que nada...- la tomó y la revoleó sobre su cabeza.
Era bastante pesada, pero nada que no pudiera manejar.
- ¡¡hey!!, ¡mírenme!: soy el loco del hacha... jejeje... – Corrió hasta los zombis con una sonrisa desquiciada en el rostro.
Al cabo de media hora de descabezamientos continuos, dieron cuenta de todas las criaturas.
Muffy cayó al suelo, exhausta. De pronto recordó el altar y se puso de pie de un salto.
- ¡vámonos!... – le gritó Raphael al ver que la muchacha caminaba en la dirección contraria a la salida.
- Pero, los objetos...
- Donatello cayó por la ventana, tenemos que ir por él...- la muchacha miró a su alrededor instintivamente. Era cierto, faltaba una tortuga. Casi simultáneamente vio el vidrio de la ventana roto.
- V-vayan ustedes... yo traeré los objetos... nos veremos abajo... – Raphael iba a replicar algo, pero finalmente, haciendo un gesto de impaciencia, dio media vuelta y corrió hacia la puerta. Miguel dudó un poco.
- ¿Estarás bien?
- Vayan por su hermano, yo puedo manejar esto... – Miguel asintió y siguió a Raphael.
- Y si te crees eso... – murmuró una vez que estuvo sola.- ... tengo un buzón para venderte....- la chica tragó saliva. Le hubiera gustado ir con los otros, tanto por que se sentía preocupada por la tortuga (era la que más le agradaba hasta ahora), como porque en realidad no quería quedarse sola.- ¿qué pasa Muffy?, esta no es la primera vez que vemos monstruos, ¿verdad?.
Con cuidado y tratando de evitar que sus pies tocaran el reguero de cuerpos y cabezas que había en el piso, avanzó hasta el altar. Ahí estaban los objetos, tal cual estaban antes.
- Este debe ser el lugar que eligió para la ceremonia...- estiró la mano para tratar de alcanzar el primer objeto, pero no había hecho más que estirarla cuando sintió que era arrancada del piso y arrojada metros más allá, estrellándose contra el piso. Cuando logró levantar la cabeza, alcanzó a ver un resplandor azul alrededor del altar.- Kekkai...- murmuró.-... les puso una barrera...
Supo entonces que le iba ser imposible llevarse los objetos. Las Kekkai eran barreras mágicas muy poderosas, sólo podían deshacerse con la muerte de quien las hubiera creado, y no tenía idea de quien podía ser esa persona... de modo que estaba como al principio, no podría llevarse los objetos.
Todavía miraba el altar, cuando sintió algo muy extraño. La habitación se iba oscureciendo y hacia cada vez más frío.
Algo más estaba allí con ella. Justo a su lado... justo sobre su hombro...
Optó por salir de ahí.
Corrió con todas sus fuerzas hasta la puerta y la cerró tras de sí. Comenzó a bajar las escaleras, podía sentir cómo se aproximaba, no sabía qué era, pero venía tras de ella, a toda velocidad, rugiendo a sus espaldas...
El lugar, sumido en la oscuridad, se hacía aún más oscuro tras sus pasos... no se atrevía a mirar, solo corría.
"Mi nombre es Donatello, recordarán cómo hace un momento atrás unos misteriosos ninjas fantasmas me arrojaron desde la ventana de un penthouse, a varios metros de altura. Si alguien tiene alguna idea de cómo puedo frenar mi caída libre directo al piso, estoy abierto a sugerencias..."
- Ok, basta de estupideces... estoy a varios cientos de metros de altura a una velocidad tal que pronto me estrellaré contra el piso, dejando una fea mancha verde en la vereda, tengo que pensar, tengo que pensar... No, no puedo pensar, ¡voy a morir!, una asta de bandera, una asta de bandera, es todo lo que pido, un asta de bandera en mi camino, todos estos malditos edificios tienen una, juro que si aparece una, aprendo a usar los chakos de Miguelangel...
De pronto, como iluminada por una luz celestial, apareció ante él una vara de unos cinco metros de largo, desde una de las ventanas del edificio.
- Alguien allá arriba sí me quiere...- pensó, estirándose lo más posible para alcanzarla. Sintió un duro golpe en el estomago cuando su cuerpo fue a encontrarse con la vara. Por unos segundos se quedó sin aliento, pero al menos había logrado frenar su caída. Cuando logró calmarse, analizó su situación.
- Estoy colgado en el medio de la nada, no puedo saltar y no puedo escalar. Pero puedo abrir esa ventana... – deslizándose por la vara llegó hasta la cornisa de la ventana. Se puso de pie sobre el asta, inclinándose un poco para mantener el equilibrio. Con mucho cuidado, abrió la bolsa que llevaba en bandolera.
Muffy corría demencialmente cada piso, lo único que deseaba era salir de ahí... algo la seguía, algo respiraba en su nuca, algo que se volvía más oscuro y frío... sentía murmullos, voces, gritos... y ese ruido, como si algo pesado se arrastrara rápidamente por las escaleras. Cada escalón que dejaba atrás se sumergía en esa oscuridad y ya no volvía a verlo.
De pronto se detuvo. En el descanso de la escalera, en medio del piso 13 y 14, una figura la esperaba de pie: una mujer, apenas más alta que ella, pálida y de cabello rubio, cuya sonrisa estaba totalmente fuera de lugar.
- ¿M-mamá?...
- hola cariño. No sigas corriendo. Él ya está aquí. – Muffy retrocedió ante la figura. Sacudió la cabeza.
- No... tu no eres mi madre. Ese truco no funcionará.- le dijo con voz firme.- ¡apártate!. – la mujer se limitó a sonreír y a dejarle espacio para que pasara. Muffy pasó junto a ella a toda velocidad.
- No te interpongas... es la ultima advertencia. – le gritó al pasar. La chica intentó no hacerle caso. Siguió corriendo a toda velocidad. Ya casi alcanzaba el ultimo piso, cuando una puerta lateral, una salida de emergencia, se abrió frente a sí. Retrocedió con un grito. La persona del otro lado de la puerta también gritó.
- ¡Muffy!, qué susto, yo... – sin darle tiempo de seguir hablando, tomó a Donatello por el brazo y lo arrastró con ella escaleras abajo.
- Corre, tenemos que salir de aquí... ruega por que tus hermanos ya estén afuera.- Don iba a replicar, pero entonces miró accidentalmente tras su hombro. Sus ojos se abrieron de par en par.
- ¡¿qué diablos es eso?!
- ¡¡¡NO LO MIRES!!!... ¡¡¡SOLO CORRE!!!! – Todo lo que vio Donatello, era una masa negra que avanzaba a gran velocidad tras ellos, extendiéndose por todos los espacios. Podía sentir su aliento, una aire frío que provenía del interior de la masa, pero no se preocupó mucho de eso. Estaba más preocupado por los varios pares de ojos que desde aquella masa informe los miraban fijamente.
Finalmente, llegaron al primer piso y al hall de entrada. Junto a la recepción, dos cuerpos sin cabeza siguieron sus movimientos desde un rincón. Muffy no les prestó atención y corrió hasta la salida, todavía arrastrando a Don por el brazo. Cuando estuvieron a unos metros de la puerta, tomó impulso y arrojó a Donatello contra ésta.
Don voló por los aires.
- ¡Ábrela!.- le gritó, mientras vigilaba por sobre su hombro. Instintivamente, Don se acomodó en el aire y le lanzó una patada a la puerta, ésta se abrió de par en par con gran estrépito. Aún estaba en el aire, cuando sintió que era rodeado por unos brazos e impulsado hacia fuera.
Muffy y Donatello terminaron estrellándose contra el piso, justo cuando la puerta volvía a cerrarse violentamente.
Muffy lanzó un suspiro de alivio y se tendió de espaldas en la acera.
- ¡uf!... faltó poco.- Don la observó mientras se incorporaba, examinando su nuevo rasguño en el brazo.
- No sé lo que era eso... pero prefiero no haber tenido que averiguarlo... Oye... eres fuerte, se necesita fuerza para lanzarme así...- Muffy sonrió, mientras se acomodaba los lentes.
- Adrenalina, supongo... esos movimientos suyos allá arriba, tampoco están mal...
- Quince años de entrenamiento, supongo... – Muffy respiró profundo, incorporándose.
- ¿Dónde están tus hermanos? No es bueno quedarse por aquí... tenemos que irnos...
- ¿Qué pasó con los objetos?.- Muffy movió negativamente la cabeza.
- Me temo que por el momento se quedarán donde están ... esto es peor de lo que pensé... no se como no lo advertí antes... – Muffy se quedó mirando el edificio con expresión seria.- ... y ahora sabe que lo encontramos...
Don suspiró, poniendo una mano sobre el hombro de Muffy.
- Lo resolveremos... por ahora vamos a buscar a los demás...
Cuando encontraron a los otros, estos se mostraron visiblemente aliviados: sólo habían encontrado el bo de Donatello tirado en un callejón cercano.
Ya todos reunidos, emprendieron el regreso a la guarida.
Muffy se mostraba preocupada y desanimada.
- ¿Qué tan mala es nuestra situación?- preguntó inocentemente Miguelangel.
- Pues... no lo sé. Mala, tenemos que dar con el ultimo objeto, es la ultima oportunidad. pero aún no recibo ninguna noticia... espero que para este sujeto sea igualmente difícil de encontrar...
- Exactamente, ¿con quien estamos tratando aquí?.- preguntó Raphael.
- Pues... las evidencias me dicen que se trata de algún brujo, alguien con conocimientos de magia, conocimientos avanzados... muchos de los hechizos que usó en ese edificio son muy difíciles de hacer... creo que se trata de un experto en magia oscura...
- ¿humano?
- Todo indica que si... un demonio o un espíritu no tendrían forma de usar el libro y sin el libro no puede completarse la llave... aunque nada descarta que no haya un demonio detrás de esto...
- Demonios... brujos... ¿por qué no puede ser un delincuente común? ¿por qué nunca pueden ser los rufianes tradicionales?¿cómo es que siempre nos metemos en cosas como estas?
- Por que... eh... ¿somos héroes?...- Raphael gruñó.
- Habla por ti Miguelangel.. yo solo quiero que esto termine, o sea que ¿cómo encontramos a este desgraciado y como le parto la cara?.- Don miró alternativamente a Raphael y a Muffy. Muffy guardó silencio y bajo la cabeza. Don trató de cambiar el tema al ver lo incomoda que se sentía la chica.
- ¿Qué clase de persona querría abrir una puerta al infierno?.- Muffy se encogió de hombros.
- No tienes idea de cuantos hay que creen que pueden someter a un demonio... no entienden que eso es imposible, es cómo tener a un león o a un tigre de mascota... tarde o temprano se sale de control...
- Eso no responde mi pregunta... – Volvió a insistir Raphael, con los dientes apretados.-
- Yo... no lo sé, yo... – la muchacha se volvió hacia delante y comenzó a caminar más rápido, pasando a los demás.
- ¿Quieres dejar de presionarla?.- Raphael ignoró la expresión de molestia de Don y desvió la mirada. Don iba a agregar algo más, pero el grito de la muchacha le interrumpió.
Corrieron a su encuentro, pero sólo la vieron a ella y al maestro Splinter.
- L-lo siento...- dijo ella con una risita nerviosa.- ... pero es que salió de la nada y me asusté...
- Si, él suele hacer eso... – agregó Miguel, pasando un brazo alrededor de la chica.
- Valiente cazademonios... – murmuró Raphael, a lo que Don le dio un codazo en el costado.
Entonces se fijaron en el maestro. Su expresión era de preocupación. Aunque no necesitaban preguntar, lo hicieron igualmente.
- No pude encontrar a Leonardo... – Respondió éste.
- No sé cual es el problema con ese zoquete...- estalló Raphael.- ... desparece cuando más lo necesitamos, y...
- Y aún no aparece... – agregó quedamente Don. Raphael le contestó con un gruñido. El maestro suspiró.
- Volvamos. No es bueno estar aquí al descubierto.
- No... hay algo extraño en el ambiente... – murmuró Muffy.
El resto del camino lo hicieron en silencio, ni siquiera Miguel dijo una palabra. Fue sólo al cruzar la puerta de la guarida cuando recobraron el habla. O algo así.
En uno de los rincones de la sala de entrenamiento, en la oscuridad, Leonardo los observaba atentamente. Todos se paralizaron al descubrirlo.
Miguel fue el primero en reaccionar.
- ¿L-leo?, hermano, ¡estás aquí!, te hemos estado buscando por todas partes, espera a que oigas la historia, todas las cosas que han pasado en estas ultimas 72 horas en que tu, bueno... no has... estado. – Miguel se adelantó al resto, hablando sin parar. Los demás lo agradecieron, pues nadie sabía como romper la tensión del momento...
Leonardo no movió un músculo ni respondió ninguna de las palabras de Miguel. Éste iba a su encuentro, pero algo en su rostro le hizo desistir, algo que le dijo que si seguía avanzando no lo iba a contar.
Y por una vez, Miguel guardó silencio.
Leo seguía a cada uno con la mirada, estaba sentado en el piso o más bien tirado sobre él, en una posición relajada, con el brazo apoyado en una rodilla. Su mirada era algo siniestra y sonreía misteriosamente.
Por unos segundos, nadie supo qué decir. Era como estar ante un completo extraño.
- ¡¿Dónde estabas?!, ¡¿te hemos estado buscando por horas?!.- estalló finalmente Raphael. Leo no contestó, pero su sonrisa se hizo más amplia. Raphael tomó aire, pero Don se interpuso antes de que pudiera seguir hablando.
- Estábamos preocupados por ti... – Leo sonrió aún más. Raphael logró librarse de Donatello y saltó frente a Leonardo.
- Ok, ¿cuál es tu problema?, empieza a hablar o te borraré esa maldita sonrisa de la cara... – la sonrisa de Leo desapareció. Solo quedó una fría mirada. Raphael retrocedió instintivamente. No tenía explicación para ello, pero de alguna forma sentía temor... por más que se viera como su hermano, hablara como su hermano, el ser que tenía frente a sí se comportaba cómo otro y ese otro era extraño y peligroso.
Leo comenzó a ponerse de pie, lentamente, muy lentamente, para que todos lo observaran. Raphael retrocedió aún más. Tal vez fuera su imaginación, pero se veía más alto...
- No me pasa nada... antes estaba mal. Ahora estoy bien. Ya no me molesta tanto la peste de este lugar...- su voz sonó mucho más profunda de lo normal.
Muffy observaba toda la escena con los ojos de par en par. Apenas podía respirar, una atmósfera sofocante se cerraba en torno a ella... su cabeza daba vueltas. Podía ver el miedo y la incertidumbre en los rostros de todos. Obviamente, algo no estaba bien en esa habitación y no era la única en notarlo.
- ¿qué... que quieres decir?.- preguntó Donatello y su voz sonó algo tímida. Leo giró lentamente la cabeza hasta que sus ojos se encontraron con los de él. Donatello desvió la mirada, Leo sonrió.
- Quiero decir que estar todo el tiempo con ustedes es agobiante... estar siempre tras ustedes... – luego se volvió a mirar al maestro. Este también retrocedió al sentir su mirada, pero la sostuvo, frunciendo el ceño.- Anciano tonto...¿qué esperas que diga? ¿qué me explique? ¿qué pida perdón?... porque, ¡oh, no!, no está permitido para mi cometer errores... ¿verdad?...
Splinter no respondió, pero se quedó mirándolo con severidad.
Raphael emitió un gruñido y saltó hacia delante, enfrentando a Leo. Estaban tan cerca que sus hombros casi se tocaban. Raphael lo miró a los ojos y le habló en una voz que era apenas un susurro, un susurro cargado de ira.
- ¿qué te está pasando? ¿desde cuando le hablas así al maestro? ¿desde cuando nos abandonas en una pelea? ¡¡¿¿qué está pasando contigo??!!, ¿acaso te volviste loco?.-
Leo sostuvo su mirada y sonrió con desprecio, avanzando hacia Raphael, obligándolo a retroceder.
- Un loco hablándole a otro loco, entonces... ¿quieres saber que me pasó?...- su voz era un susurro también, solo para que Raphael lo escuchase.- un día me desperté y descubrí que estaba harto... harto de ustedes... – Raphael lo agarró por los hombros y lo atrajo hacia sí con brusquedad.
- Ahora me vas a decir quien eres, por que ya no te reconozco... – Leo volvió a mirarlo con desprecio.
- Raphael. Raphael cree ser el mejor... Raphael cree ser el más fuerte... pero Raphael no es capaz de soportar la presión... no puede con el peso de la responsabilidad... la idea te aterra ¿verdad?. Dime, ¿qué sentiste hoy cuando perdiste a Donny?... no podías pensar ¿verdad?, te paralizaste, habría muerto frente a ti y no habrías podido hacer nada.- Raphael sacudió la cabeza y con un grito empujó a Leo lejos de sí. Leo sólo reía.
- Tengo razón... ¿a que sí?. Sabes que no puedes protegerlos... necesitas a Leo, él te da la oportunidad de cuidar sólo de ti, mientras que a él le toca la peor parte... – Raphael saltó hacia atrás, sacando sus armas y poniéndose en guardia. Solo a Don le pareció muy extraño que Leo hablase de sí mismo en tercera persona... Raphael estaba demasiado furioso para notarlo. ¿y cómo es que Leonardo sabía qué había pasado esa noche, si no había estado ahí?
- ... y lo haces porque en el fondo sabes...- Raphael no esperó a que terminara la frase: se lanzó contra Leonardo haciendo girar sus sais sin reprimirse en absoluto. Trataba de herirlo.
Leo no se sorprendió, simplemente esquivaba los golpes sin dejar de hablar.- sabes... que... nunca... podrás... ser mejor... que él...
Raphael se detuvo repentinamente.
- ¿eh?... ¿qué quien?... ¿mejor que quien?...- recién entonces se daba cuenta de lo extraño que hablaba Leo. Pero en ese minuto se descuidó y Leo corrió hacía él a toda velocidad.
En una fracción de segundo, se detuvo, se acomodó y le lanzó un golpe en medio de la cara: Raphael salió impulsado hacia atrás, aturdido por la fuerza del golpe. Antes de que se alejara demasiado, Leo lo sostuvo por los hombros y lo acercó hacia su rostro. Sonreía.
Miguel se movió hacia delante.
- Hey... chicos... relájense, no hay porque pelear, hablando se entiende la gente... eh... ¿verdad Donatello?...
- ¿eh?, si, si claro...- Don estaba demasiado pasmado por el giro que tomaban los acontecimientos como para reaccionar. El maestro, por su parte, guardaba silencio y sólo observaba. Miguel se acercó a Leo y puso una mano en su hombro. Leo aun sostenía a Raphael por los hombros y éste aún luchaba por enfocar la vista después del golpe.
- Eh... Leo, tranquilo chico... quieto muchacho... dejemos a Rapha en el piso, ¿ok?... – Leo solo le dirigió una mirada fría.
- Eso es lo que me gusta de ti Miguelangel... – le dijo Donatello desde su lugar.- ... Tacto para manejar las situaciones difíciles... – no había terminado aún de hablar, cuando Leo estiró el brazo y agarró a Miguel por el cuello, levantándolo en el aire.
Miguel lo miró atónito.
- Mami y papi están hablando... – le dijo en un susurro.- ¡no te entrometas!.- diciendo esto, lo sacudió en el aire y lo arrojó hacia donde estaba Donatello. Miguel cayó pesadamente a sus pies.
Leo volvió a fijar su atención en Raphael. Acercó su rostro al suyo y le habló muy despacio.
- Aaahhh... cuánta ira contenida... cuánta furia, cuánto potencial... si. Estoy seguro de que lo disfrutarías: la sangre caliente de tus victimas corriendo entre tus manos... es el máximo placer de un asesino, sentir cómo se arrebata la vida, poco a poco... sentir el poder... talvez... tal vez debí haberte escogido a ti. Nos habríamos divertido juntos, pero ¿sabes que?, siento una extraña predilección por destruir a un buen tipo... obligarlo a hacer cosas que jamás haría y verlo sufrir por la culpa el resto de sus días... si, no hay nada como eso...
- No... tengo... idea... de... qué... estas... hablando... – Raphael trataba de librarse de las garras de Leo, pero por más que forcejeaba, no cedían un centímetro.
- No. claro que no.
Leo empujó a Raphael, alejándolo de sí. Raphael retrocedió tambaleándose, pero sin quitarle los ojos de encima.
- Bien... hermano... ¡acabemos con esto de una vez!.- Leo se puso en guardia. Quería pelear. Raphael no contestó, pero también se preparó para pelear.
- Esto no está bien, esto no está bien, esto no está nada de bien... – Miguel había conseguido ponerse de pie después de que Leo lo arrojara por los aires y tironeaba de Don, nervioso.
- No, no está bien. Jamás había visto esa expresión en la cara de Leo... se ve casi... malvado.
- Maestro... – Miguel se volvió hacia Splinter, pero este tenía los ojos fijos en lo que ocurría frente a ellos. Era imposible adivinar lo que pensaba.
Muffy retrocedió. Aparentemente, las dos tortugas estaban a punto de pelearse y se preguntaba si tendrían suficiente espacio, o acaso caerían sobre ella y los demás...
Además, aun podía sentir aquella desagradable sensación... revisó con la vista las paredes de la habitación. Los sellos estaban aún en su lugar, pero la sensación de una presencia, unas energías opresivas... la sentía cada vez más fuerte. La hacían sentir enferma.
Sin embargo, sabía bien de dónde venían. No sabía cómo, pero era obvio, porque no soportaba ni siquiera mirar a la tortuga que llamaban Leo. Además, era un verdadero imbécil.
- ¿Porqué lo soportan?- preguntó a Don en un susurro. Éste suspiró.
- Tu no entiendes... él no es así, él no es así para nada... Leo, él no está actuando como el Leo de siempre... algo malo tiene que haberle pasado...
- ¿algo malo?...- Muffy se detuvo a pensar. Un pensamiento pasó fugaz por su mente, pero no tuvo tiempo de reconocerlo.- ... las coincidencias no existen...
- ¿qué dijiste?... – Don la miraba extrañado, Muffy no se había percatado que pensaba en voz alta.
- Eh... no, nada.
Muffy escuchaba a Donatello, cuando accidentalmente sus ojos fueron a parar a una de las paredes de la habitación. Había un tapiz ahí, uno muy bonito: un paisaje de montañas rodeadas de niebla, árboles nudosos y caminos escarpados. Arriba, en el cielo, un gran dragón luchaba con unas extrañas criaturas fuertemente armadas que volaban por sobre su cabeza. Por un momento, olvidó lo que ocurría a su alrededor.
El cuadro la había absorbido por completo, le parecía extrañamente familiar... o tal vez algo en él le recordaba otra cosa, algo que había visto hacía tiempo... sabía que era algo que tenía que recordar, lo veía sentado en su cabeza, pero no podía alcanzarlo...
De pronto se sobresaltó. Algo vibraba en el bolsillo de su pantalón. Metió la mano en él y sacó el celular. Respiró aliviada.
Se alejó un poco del resto, para poder escuchar con mayor claridad...
Raphael sacó sus armas. Antes de que pudiera estar listo, Leo saltó hacia delante, golpeándolo en la cara. Raphael sintió un par de golpes en el punto exacto de la muñeca: sus manos se abrieron soltando sus sais. Sin tener tiempo de reaccionar, había quedado desarmado.
Leo lo miraba con una sonrisa y una expresión malvada en el rostro. Iba a lanzarse hacía adelante, pero sorpresivamente se detuvo, con expresión de extrañeza en el rostro. Se irguió y se quedó inmóvil, observando por el rabillo del ojo algo que estaba a sus espaldas.
- Tu, anciano... sal de mi cabeza ¡¡AHORA!!. – en un solo movimiento, desenfundó una espada, rotó su cuerpo y la lanzó a algo tras de sí.
El maestro se ladeó ligeramente a su derecha, sin siquiera pestañear. La katana quedó firmemente incrustada en la pared tras él, a solo milímetros de su cabeza.
Donatello sintió que su mandíbula caía por sí sola; Miguel quedó sin habla.
- ¿Qué te ha pasado? ¿porqué has cambiado?...- Splinter no parecía molesto, sólo preocupado y tal vez triste. Leo se volvió hacia él con un rugido, su rostro estaba desfigurado por la ira. Todos retrocedieron alarmados.
Raphael se movió hacia delante, buscando golpearlo por atrás. Sin siquiera voltearse a verlo, Leo giró sólo la parte superior de su cuerpo, con el brazo extendido. Raphael iba demasiado rápido para evitar el golpe: el puño cerrado de Leo dio en toda la parte lateral de su cráneo.
Raphael cayó varios metros hacia atrás, inconsciente. En todo ese instante, Leo no apartó los ojos de Splinter.
- Cría cuervos y te sacarán los ojos, viejo tonto...
- No entiendo... ¿quién eres ahora?... - Leo sonrió.
- No querrás saberlo... si tienes suerte, nunca lo sabrás.- diciendo esto, se volvió a mirar a Raphael con una sonrisa. Sin que nadie pudiera preverlo, Leo arrancó la otra Katana de su funda y la lanzó contra Raphael.
Todos ahogaron un grito. Nadie podría hacer nada para evitar el contacto. Sin embargo, la espada fue a clavarse a los pies de Raphael, a escasos centímetros de su piel, pero sin llegar a lastimarlo.
- Me la debías... – Murmuró Leo. Luego se volvió a mirar a cada uno, con desprecio. – Disfruten, mientras puedan... y les recomiendo que no extrañen demasiado al viejo Leonardo...
De un salto, Leo llegó hasta la puerta de la guarida, aterrizando pesadamente frente a ella.
- ¡Si sales por esa puerta...!- Rugió el maestro Splinter, reemplazando su expresión de preocupación por una mirada severa.-.... Es mejor que no vuelvas...
Leo lanzó una carcajada, pero no dijo nada más. Pocos segundos después, se alejaba, cerrando la puerta tras de sí.
- Y la puerta se cerró detrás de él... – canturreó Miguel.
- ¡¿Te parece que este es el momento de hacer chistes, Miguel?!... – Miguel iba a decir algo así como que un buen chiste siempre alivia las tensiones, pero se fijó en el rostro de Don. Parecía muy afectado, su expresión era de angustia. Sin saber qué decir, Miguel bajó la mirada.
Raphael comenzaba a despertar. Con un gruñido se puso de pie.
- ¿Te sientes bien, hermano?.- preguntó Don corriendo hacia él. Por toda respuesta, Raphael lanzó un gruñido, sacudiendo la cabeza. Como una exhalación se dirigió hasta la puerta.
Splinter le impidió pasar.
- Quédate.- ordenó de una forma que no admitía cuestionamientos.
- Pero... – Splinter negó con la cabeza.
- No es una buena idea. No está en sus cabales.- y luego agregó en un susurro.- podría ser peligroso.
Justo en ese momento, entró Muffy sonriendo, agitando su celular en el aire.
- ¡hey, chicos!, ¡¡lo encontré!!, ¡¡¡el tercer objeto!!.- la cara sonriente de la chica se desvaneció en el acto al ver la expresión de los demás. Había estado en otra habitación hablando por teléfono de modo que no tenía idea de lo que había pasado al final de la riña familiar. Raphael le dirigió una mirada asesina. Muffy pareció encogerse. Sin embargo, para su fortuna, Raphael decidió no liquidarla y sólo se sentó en el sofá y encendió la televisión, mascullando en un idioma que sólo él podía comprender.
Los demás respiraron aliviados: esa era, de todas las formas en las que podía reaccionar Raphael, la menos letal, así que nadie se atrevió a molestarlo.
Muffy se volvió hacia Miguel, buscando aliados. Éste alzó las manos, protegiéndose.
- A mi ni me mires, no quiero saber nada de esto, no quiero saber nada de nada... de lo único que quiero saber es de una cosa y no está en esta habitación... – sin esperar replicas, se dirigió a la cocina.
Donatello miró a su alrededor. Suspiró.
- Bien, creo que no queda nadie más...
- Entiendo que justo ahora estén atravesando por una crisis familiar, pero debo recordarles que ¡¡¡hay un loco suelto por ahí planeando abrir una puerta al infierno!!! Y cómo ustedes perdieron el libro que se suponía debían de cuidar, me parece justo que me ayuden y...
- Lo sé, lo sé... es sólo que por el momento no estamos de humor para salvar el mundo. Pero supongo que no hay muchas alternativas...
- Tu qué crees...
- Bien... eh... – Don se rascó la cabeza confundido. Se encontraba ante la inusual tarea de decidir qué hacer, pues todos parecían demasiado alterados o preocupados cómo para que les importara en ese momento. Incluso el maestro se había retirado silenciosamente a sus habitaciones sin decir ni media palabra.- ... eh, ¿decías?.
Muffy entornó los ojos.
- Ya sé donde se encuentra el objeto que falta. Debemos ir por él, podría ser la única forma de evitar que todo esto empeore y... y...- Muffy perdió el hilo de su conversación cuando vio a Miguel volver de la cocina con una torre de pastelitos de crema en los brazos. Silenciosamente, puso uno en las manos de Muffy, otro en las manos de Don y le arrojó uno a Raphael, que cayó justo sobre su cabeza.
- ¿pasteles?... tenemos un desastre familiar, tenemos un potencial desastre demoníaco ¡¡¿y tu traes pasteles?!!!- preguntó Don. Raphael masculló algo desde su lugar.
- ¿Se te ocurre algo mejor?- preguntó Miguel, cayendo pesadamente sobre el sofá de la sala. Muffy y Don lo siguieron.
- Bueno... el pastel de ve bien... – contestó finalmente Don. Muffy gruñó.- Eh... si claro. Y, dinos, ¿cómo es y dónde está ese objeto?.
- Bueno... es una especie de cubo, de paredes muy lisas, de color azul, como hecho de piedra pulida, como de éste tamaño... – Muffy les mostraba con las manos el tamaño del objeto, cuándo Miguel saltó de su asiento escupiendo.
- Buena escupida Miguel, pero pensé que te gustaba el pastel...
- ¡¡El pisapapeles!!!, ese cubo, ¡¡April lo usa como pisapapeles en el mostrador de la tienda!!, - Don se volvió a mirar a Muffy buscando confirmación.
- Está en una tienda de antigüedades, a pocas calles de aquí... es una que restauraron hace poco, la anterior se quemó en un incendio, eso me contaron...
Don y Miguel se miraron, poniéndose de pie.
- ¡Raphael!, tenemos que...
- ¡¡si, si!! ya escuché todo... – interrumpió éste, poniéndose de pie pesadamente y mascullando algo, visiblemente molesto. Pronto estuvo junto a ellos.
- ¿qué están esperando?- les dijo- ¡¡vámonos!!... ah, y por cierto Miguelangel... - Sin previo aviso, le estampó el pastelito de crema en el rostro.- ... gracias, pero no tengo hambre. ¿nos vamos?... – Raphael los guió hasta la puerta. Miguel ni siquiera se molestó en quitarse la crema de la cara.
Era todavía temprano, sin embargo, afuera ya estaba completamente oscuro. "Tal vez haya tormenta", pensó April, pero la respuesta no la convencía mucho. Intentó encender algunas luces, pero no funcionaron. La luz estaba cortada.
Se sintió inquieta. No es que le tuviera miedo a la oscuridad, pero...
Fue hasta su habitación. Apenas abrió la puerta , se quedó paralizada en el umbral.
Había alguien en la habitación.
Una sombra se recortaba en la ventana, una masa informe, pero voluminosa...
No podía estar segura, pero sabía que la estaba observando.
El miedo la había clavado al piso y no atinaba a moverse. "Tal vez sea un ladrón", pensó.
- eh... escuche señor... – su voz le pareció patética, pero en ese momento no se sentía para nada una heroína.- ... puede llevarse lo que quiera, sólo váyase... ¿de acuerdo?.- no hubo respuesta. La sombra permanecía perfectamente inmóvil. April tampoco se movió, su mente trabajaba velozmente en un plan de escape y en cuánta probabilidad había de que el sujeto la siguiera si ella decidía salir corriendo. De pronto sintió un ruido. Un ruido como de una puerta cerrándose, o tal vez de pasos en la escalera. Instintivamente, su cabeza se volteó en dirección al ruido. Tras de sí no vio nada, sólo oscuridad. Entonces recordó al extraño en su habitación y volvió la cabeza. Ahora lo tenía frente a sus narices.
April soltó un grito. Ante sí no había nada... sólo algo negro y profundo... una cara sin rostro...
Retrocedió, echando a correr. Recordó que en el baño tenía una linterna.
Casi resbaló al llegar, pero logró tomarla. Estaba tan nerviosa que apenas si podía accionar el interruptor. Cuando por fin lo logró, la luz salió repentinamente del aparato, rebotando contra el espejo del baño. Accidentalmente se encontró mirando su rostro en él.
Sólo que ya no era ella.
El espejo le devolvió la imagen de una April desfigurada en una mueca de horror: Sus ojos se salían de sus orbitas, la piel del rostro se pegaba a sus huesos... cuando abrió la boca, sus dientes eran unas manchas negras. Sintió escalofríos.
Con temor, abrió grande la boca, en una sonrisa que le pareció macabra... uno a uno los dientes comenzaron a caer al lavabo...
April retrocedió con un grito, cerrando los ojos con fuerza.
- ¡Esa no soy yo, esa no soy yo, esa no soy....! – finalmente se atrevió a abrirlos de nuevo. Esta vez, en el espejo sólo estaba su imagen, su vieja imagen de siempre. Su rostro lucía asustado, pero normal. Con temor, abrió la boca. Respiró aliviada. Aún tenía sus dientes.
Volvió a sobresaltarse. El mismo ruido de hacía un rato, pero esta vez más intenso, más fuerte. El ruido crecía y crecía, como si alguien estuviera haciendo rodar una pesada bola por las escaleras, cientos de pesadas bolas; o cómo si estuviera cayendo una lluvia de rocas sobre el techo... el ruido se hacia cada vez más ensordecedor... y ese grito, ese grito estridente, como un chillido, ¿de dónde venía? April se cubrió los oídos y salió del baño.
Afuera, el ruido era peor.
- ¡¡Basta!! ¡¡basta ya!! – gritó, pero apenas si pudo oír su propia voz por sobre el estrépito.
Corrió hasta la sala. Estaba tan asustada, que al principio no los vio. Después, al levantar la vista, su cuerpo se estremeció con el espanto y el asombro, dejando caer la lámpara; el débil rayo de luz osciló un par de segundos en el suelo antes de detenerse.
April sintió que sus rodillas se doblaban y que también ella caería...
Por todo el lugar, en los rincones, cerca de la ventana.
Había gente ahí.
Gente de pie en las sombras.
Siluetas que aguardaban por ella.
Y ellos también la vieron: todas sus cabezas se volvieron a verla cuando descubrieron su presencia. April sintió frío en todo el cuerpo.
Y el ruido. El ruido que no se detenía. Todo el departamento retumbaba y temblaba. Los gritos de April apenas si se escuchaban...
Las sombras permanecieron inmóviles.
Su corazón iba a salírsele del pecho, tragaba el aire a bocanadas...pero no podía moverse, sentía las piernas de lana, no le obedecían, cada movimiento era lento y pesado... ni siquiera podía gritar... sentía como si su cabeza se hubiera sumergido en el agua...
Tenía que salir de ahí, pero su cabeza daba vueltas...
Haciendo un enorme esfuerzo, logró ponerse de pie. Apoyándose en el muro, salió de la habitación. Por el rabillo del ojo pudo ver cómo las sombras comenzaban a moverse también.
Decidió que no iba a pasar un segundo más ahí. Corrió hasta la escalera que daba a la planta baja donde se encontraba la tienda.
Estaba por alcanzar la puerta, cuando unos brazos la sujetaron.
April lanzó un grito de terror.
- April... April, cálmate. Soy yo.- April, todavía luchaba por soltarse cuando se dio cuenta de quien era.
- ¡Leo!, gracias a Dios... no sé que diablos está pasando, pero es... es horrible... tenemos que salir... – April estaba al borde de la histeria. Leo solo la miraba, calmadamente.
- Tranquilízate, April. Todo está bien ahora.- April hizo un esfuerzo por volver a recuperar el aliento.
- Me tranquilizaré cuando estemos afuera... – sin embargo, Leo no parecía querer soltarla, April lo miró extrañada.- Por favor, Leo, quiero salir de aquí...
De pronto, se fijó en su rostro. Supo que algo no andaba bien. ¿porqué demonios estaba sonriendo?. - ¿Leo?... ¿qué hacías por acá?, ¿dónde están los otros?...
- Oh... ellos vendrán pronto, no te preocupes...
