VI- La sombra.

"Nuevamente estamos aquí, en medio de la oscuridad, moviéndonos de sombra en sombra para evitar que nos vean. Nuevamente nos disponemos a salvar la ciudad de una amenaza desconocida por todos, a tomar sobre nuestros hombros el peso de una responsabilidad que no nos corresponde y por la cual nadie nos agradecerá nunca. Podríamos salir corriendo, sin embargo, permanecemos, luchamos contra los más extravagantes enemigos poniendo en riesgo nuestras vidas sin siquiera quejarnos, permanecemos por que es nuestro deber, por que hemos sido entrenados para esto, permanecemos porque ahora es una amiga la que puede estar en problemas y debemos protegerla, permanecemos porque..."

- ¿Miguel?

- ¿si, Donatello?

- Cállate, Miguel.

- Ok. Pero justo venía la mejor parte...

- ¿Cuánto rato más van a estar jugando a tuco y tico?

- No sé, déjame ver, ¿unos cinco minutos más?...

- Creo que no. ¿quieren prestar atención?, Don, ¿alguna respuesta?

- Nop, April no responde su celular, tampoco veo ninguna luz encendida...

- Ok, es hora de entrar entonces...

La tienda de April estaba mortalmente silenciosa. La calle completa estaba en absoluta calma. Demasiada calma para una ciudad que nunca duerme. Sin embargo, esa noche, nadie caminaba por las calles, los locales nocturnos no habían abierto... por alguna razón, todos habían decidido quedarse en casa. Por alguna razón...

Se movieron con precaución, ubicándose en un callejón frente a la tienda, cuidando de no ser vistos, no tanto por temor a los accidentales transeúntes, sino porque estaban casi seguros de que quien fuera que estuviera detrás de todos sus problemas, el responsable de todo cuanto había ocurrido hasta ahora, el loco maniático que pretendía liberar a los demonios, espíritus y etc, (pero más importante, el que había asesinado a todos en el museo y en el edificio del mafioso), estaba, en ese preciso instante, dentro de la tienda. Con April.

Era un vago presentimiento, pero quien quiera que fuera, se había movido siempre un paso adelante de ellos. No lo conocían, no sabían quien era, pero él sí los conocía a ellos.

Y April seguía sin dar señales de vida...

Raphael saltó hacía la puerta principal, sin esperar a los otros. Si April estaba adentro también, si estaba con ese sujeto, el mismo que había matado a los guardias del museo, el que había prácticamente decapitado a todos esos hombres en el edificio... si ella estaba ahí, sola, entonces...

Don alcanzó a detenerlo por el hombro antes de que llegara a la puerta.

- ¡Espera!,- Raphael se detuvo con un gruñido, quedando ambos de pie en medio de la calle.- tenemos que ser más listos... no perdamos el factor sorpresa...

- ¿Si?, dile eso a April que está allá adentro con ese demente... - preguntó Raphael, tratando de susurrar, pero sin poder evitar subir el tono de su voz. Miguel apoyó la frente en la palma de su mano, agitando la cabeza y suspirando, a medida que se acercaba a ellos.- además, ¿desde cuándo te convertiste en el "señor estrategia"?.

- Desde que tu te convertiste en el señor "no puedo detenerme a pensar antes de actuar". Ya que Leo no está aquí, alguien tiene que usar la cabeza y no dejarse llevar por los impulsos... – Contestó Don, sin preocuparse demasiado por alzar o no la voz.

- ¿Y que pretendes? ¿qué nos sentemos aquí a calcular la raíz cuadrada mientras a April la hacen filete?

- N-no... creo... que... debamos... preocuparnos... por no... ser... vistos... – Interrumpió Muffy. Los tres se volvieron a verla. Se había alejado del grupo y estaba a sólo unos pocos metros de la puerta principal. Miraba hacía ella como hipnotizada, con los ojos fijos en el interior de la tienda, avanzando hacía ella como si fuera arrastrada por una fuerza invisible. Se volvió hacia las tortugas. - ... él ya sabe que estamos aquí. Nos está esperando. – los demás la miraron extrañados. Muffy parecía como sumergida en un sueño, medio despierta y medio dormida...

- ¿Cómo lo sabes?- preguntó lentamente Miguel. Muffy lo miró, con expresión entre fascinada y extrañada.

- N-no... lo sé... pero puedo sentirlo. Es como, cómo... – "Cómo oleadas de energía, de calor, intenso y vivo... cómo un enorme corazón latiendo tras esa puerta..." pensó, pero ¿cómo explicarles eso a ellos?... nunca antes había sentido algo así... cómo un poder latente, contenido, pero a punto de liberarse, sin control... libre... y malvado.

Por alguna razón, debía verlo, debía estar frente a él, esa fuerza la atraía a la vez que la atemorizaba: deseaba verla con sus propios ojos y a la vez deseaba estar a miles y miles de kilómetros de ahí...

- Es inútil acechar... – continuó, tratando de concentrarse en el tiempo presente, en la tarea a la que habían venido.- él ya sabe que estamos aquí. Estoy segura... de que quiere que entremos de una vez. Quiere vernos... – Muffy hizo una pausa, como si escuchase algo en el aire desde un lugar muy lejano.- ... quiere vernos... antes de... antes de...

Las tres tortugas quedaron inmóviles mirándose unas a otras y encogiéndose de hombros. Ninguno de ellos dijo nada por largos segundos, observando a la chica. Finalmente, Raphael sacudió la cabeza.

- Bien, no perdamos más tiempo entonces... – avanzó hacía la puerta, pasando frente a Muffy quien ni siquiera lo miró: su mirada estaba perdida en el espacio. Don y Miguel siguieron a Raphael, pero se detuvieron frente a Muffy al pasar junto a ella. Don agitó la mano frente a sus ojos, pero ella ni se movió.

- Espero que ahora no le empiece a girar la cabeza... – comentó Miguel en voz baja.

- Creo que está en una especie de trance... – no había terminado de hablar, cuando la muchacha parpadeó sobresaltada, tragando aire. Los miró a ambos sorprendida.

- ¿Dónde estuviste?- preguntó Don. La chica lo miró con preocupación, con los ojos muy abiertos...

- yo... creo... creo que lo vi.- Don y Miguel se miraron sin comprender.

- ¿Qué viste?.- Muffy los miró con expresión de angustia.

- No necesitan que se los diga... lo verán por ustedes mismos. Sólo entren. Si tenemos suerte, podremos discutirlo luego...

Por un segundo, la muchacha pensó en huir.

El último objeto estaba perdido. Todo estaba perdido. ¿Qué sentido tenía quedarse?.

Pero ellos no se irían, ¿verdad?.

La mujer que estaba adentro, la que había tenido ese objeto durante todo ese tiempo, era su amiga y no la dejarían,

¿O la dejarían si supieran que era un demonio lo que había adentro?.

Ojalá estuviera equivocada... pero estaba casi segura de que lo que había visto era...

Fue sólo un instante y no era más que un presentimiento, pero...

Ojalá estuviera equivocada...

Cerró los ojos y los siguió.

April no tenía idea de cuánto rato había pasado, ni de si estaba despierta o dormida, porque todo se veía igual de negro. Esperaba que fuera lo ultimo, que todo no fuera más que una pesadilla...

No podía moverse... un brazo la asía fuertemente por la cintura y una mano sujetaba su nuca, impidiéndole mirar en ninguna otra dirección que no fuera la puerta principal de la tienda.

Tras el mostrador, ambos esperaban en la más absoluta oscuridad.

April intentó hablar con él, hacerlo razonar.

Es decir, ir por ahí peleando con medio mundo, ser lanzado al otro lado de la galaxia... vivir en el drenaje... no es la existencia más cuerda para nadie, era normal que después de un tiempo terminara enloqueciendo...

Pero no podía mover los labios. Todo lo que sentía era un suave hormigueo que recorría su rostro. Lo único que podía mover eran sus ojos: por el rabillo del ojo podía ver la silueta de Leo.

¿Por qué hacía todo esto?. La había obligado a entregarle ese estúpido cubo con el que sujetaba las cuentas y la correspondencia en el mostrador. ¿para qué diablos podría querer una cosa así?, si la quería, sólo tenía que pedirla...

La casa estaba en silencio ahora, el horrible ruido de hacía rato se había detenido y había sido sustituido por ese silencio sepulcral. Un silencio insoportable, como si todo el lugar estuviera expectante, reteniendo el aliento, a la espera de algo que se acercaba, pero que no terminaba nunca de llegar...

¿Qué quería Leo?... ¿sería capaz de hacerle daño? ¿a qué esperaba con la vista fija en la puerta? ¿por qué diablos no podía oír su respiración o el latido de su corazón? De no haber sido por las garras que la sujetaban, habría pensado que no estaba realmente ahí...

De pronto, sus ojos se quedaron fijos al frente.

Su cuerpo se puso frío y tenso.

Porque la puerta de la entrada había comenzado a abrirse...

Pudo sentir claramente como Leo también se tensaba, ansioso, de hecho, casi eufórico: desde dónde estaba pudo ver una sonrisa desquiciada en su rostro.

Fue eso lo que verdaderamente la asustó.

Jamás había visto esa expresión en Leo, pero uno nunca se imagina a un amigo teniendo un colapso nervioso...

Tras largos segundos, la puerta se abrió completamente, revelando un trozo de la calle frente a la tienda.

Pero no había nadie del otro lado.

Una suave brisa llegó hasta April, pero nada más.

Leo se tensó aún más, emitiendo algo parecido a un gruñido.

- Cobardes. – Murmuró al fin y el sonido de su voz hizo que a April se le pusiera la carne de gallina: era una voz baja, profunda, gutural. No era la voz de Leo. En absoluto.

"¿Qué le pasó a tu voz? Y ya que estamos ¿qué le pasó a tu cabeza?", le preguntó mentalmente. Él no respondió.

Pensaba en eso cuando descubrió que la miraba fijamente, sonriendo. Sintió que uno de sus dedos se deslizaba por su nuca.

- Es una lástima, mujer. Creía que les importabas más... – su voz se había vuelto más suave y de alguna forma, más amenazante. Leo acercó su rostro aún más al de ella. April intentó mirar en otra dirección, pero no lo consiguió: la garra en su nuca la obligó a girar su cabeza de modo que no pudiera ver nada más que a él. Sonreía. – No estás tan mal, humana... voy a considerarte al final...

"No es Leo", gritó una voz en su cabeza: ese sujeto no era Leo, podía verse como él, pero no lo era... no podía serlo.

- Déjala ir. – Una voz, en alguna parte de la habitación, en medio de la oscuridad, hizo que ambos prestaran atención.

Era una voz también grave, pero muy familiar. Leo alzó la cabeza de inmediato, husmeando alrededor, buscando frenéticamente el origen de esa voz. De pronto, dejó de moverse y volvió a estar quieto como antes.

- Dije que la dejes ir.- repitió la voz, sin alterarse.

April pudo sentir una leve brisa, un leve murmullo, una diminuta y casi imperceptible alteración en el ambiente: Raphael se estaba moviendo por la habitación.

Leo cerró los ojos, sonriendo.

- Eso habría servido... si no te hubiera visto primero.

Con un solo movimiento, y sin aflojar ni por un segundo la fuerza con la que retenía a April, Leo se inclinó hacía abajo, apoyando todo su peso en las piernas. Luego saltó, despegando del piso varios metros, llevándose a Abril con él.

April sintió como giraban en el aire, la pierna de Leo golpeando algo en la oscuridad y un débil quejido en alguna parte de la habitación seguido por un golpe seco.

Aterrizaron sobre el mostrador, sólo por unos momentos, lo suficiente cómo para que Leo tomara impulso y volviera a saltar hacia delante, siempre sosteniéndola con fuerza.

La oscuridad era absoluta, sólo podía percibir movimientos y golpes, pero no podía ver nada.

Golpearon algo en medio del aire, lo que los impulsó hacia el otro extremo de la habitación. Giraron verticalmente en el aire y volvieron a golpear con fuerza otro objeto misterioso.

Ambos objetos cayeron al suelo.

Leo aterrizó en el piso sólo para volver a saltar y girar hacia atrás en medio del aire, poniendo a April de cabeza. Cuando se dio cuenta, estaban de nuevo tras el mostrador.

La luz se encendió.

April vio a Miguel y a Raphael levantándose del piso, del otro lado Don hacía lo mismo, con expresión de dolor.

No muy lejos de él, una jovencita rubia con una enorme mochila a sus espaldas miraba asustada a las tortugas caídas, antes de volverse a mirar hacía donde estaban ella y Leo. Su expresión se volvió seria, temerosa, pero decidida, ¿quién podría ser?.

Una vez que todos se hubieron incorporado, se volvieron hacia el mostrador.

Sus rostros cambiaron gradualmente del dolor al enojo y de ahí a la sorpresa y el estupor.

- ¿L-Leo...?- La voz de Miguel temblaba, sin dar crédito a lo que veía. Leo emitió una risita, pero no dijo nada.

- ¿Tu?, pero ¿qué estas haciendo aquí? ¿qué...? no estarás... No. No puede ser.

Raphael dio un paso al frente, hacia Leo. No podía ser, ¿o si?.

- Entonces tu... esa gente en el museo... en el edificio, ¿tu lo hiciste?... ¡¡¿tu lo hiciste?!!... – su rostro era una mezcla de asombro, rabia e incredulidad.- ¿Eres tu el que está tras esos objetos?¿tu tomaste el libro de Splinter?...

Leo sólo se limitó a observarlo con una sonrisa.

- ¡¡Contesta las preguntas, maldita sea!!!...

No podía ser.

De todos los que en el mundo podían enloquecer, no él.

Él ciertamente podía enloquecer, hasta Don podía enloquecer, pero no él. Si él enloquecía, no podía esperar que nada más se mantuviera cuerdo...

Don dio un paso al frente. A pesar de que estaba tan sorprendido como los otros, no quería perder la perspectiva... fuera lo que fuera que pasara en la cabeza de Leo, lo cierto era que había que pararlo, sacar a April de ahí y... ¿tendría Leo los otros objetos? ¿sería él el loco desquiciado que quería abrir la puerta al infierno?, ¿era posible eso?.... ¿se había vuelto loco por fin?.

Don pensó en los espectros, en las criaturas que los atacaron, en los fantasmas en el drenaje. Por muy loco que estuviera Leo, él no era capaz de cosas así... ¿o si?...

Ok. Aún si él fuera el responsable... ¿para qué lo haría? ¿no tenían ya suficientes problemas en casa sin necesidad de llenarla de demonios?. Don sacudió la cabeza, estaba perdiendo la perspectiva...

Raphael se acercaba demasiado y Leo no parecía dispuesto a conversar... parecía más dispuesto a saltar sobre él y romperle el cuello...

Pensaba en eso cuando una mano se posó en su hombro y casi gritó.

- ¡ay!, ¡no hagas eso!... – Muffy estaba junto a él, sin prestarle atención realmente y sin dejar de mirar tras el mostrador. Su rostro era serio.

- No es él.

- ¿qué?

- No es él.- repitió.

- ¿Qué se supone que significa eso?, ¿no es él qué? ¿es él el responsable o no?.- Muffy agitó la cabeza.

- No lo había pensado antes, pero ahora todo tiene sentido. Puedo sentir... una esencia... – la chica arrugó la frente, como si tratara de aguzar la vista.

- ¡¿qué?! Oye, no entiendo una palabra...

- Yo tampoco lo entiendo muy bien pero...

La chica se separó un poco de él, sin dejar de observar a Leo. Puso sus manos frente a su rostro. Con los dedos pulgar e índice de cada mano formó una especie de diamante, enmarcando dentro de él a la figura de Leo.

Don la miraba por el rabillo del ojo, sin entender lo que hacía, pero sin perder de vista lo que ocurría a su alrededor.

"No es él", pensaba. "¿qué diablos se supone que quiere decir eso?, por supuesto que no es él, ¿qué es lo que he tratado de explicarle a esta niña?, Leo no a actuado normal desde hace días... y esto lo comprueba totalmente".

- ¡¡¿ Es que no vas a responderme?!!.- gritó Raphael. Leo dejó de sonreír.

- Si. Yo fui. Necesitaba los objetos, ellos se interponían... tú saca las cuentas.

- ¡¡¿Qué estas diciendo?!! ¿p-porque? ¡¡¿¿por qué lo hiciste??!! ¡¡¡¿¿¿qué diablos está pasando??!!!

- ¿No era eso lo que querías que dijera?... deberías estar feliz. No soy tan perfecto después de todo, ¿verdad?. Acabo de volverme loco, perdí la cabeza... asesiné a gente que no necesitaba morir. Y me gustó.

Antes de que Raphael pudiera replicar, Miguel interrumpió.

- ¿Por qué estas haciendo esto?.- Miguel avanzó también, casi interponiéndose entre ambos, con expresión de preocupación. Leo volvió a sonreír, agitando la cabeza.

- Realmente siento compasión por ustedes, ¿es que todavía no lo comprenden?... sin embargo, debo reconocer que ésta siempre es mi parte favorita...

Raphael lo interrumpió con un gruñido.

- ¡Ya basta!, obviamente se te zafó un tornillo... lo siento, pero es hora de ponerte una camisa de fuerza y llevarte a una linda habitación acolchada... estas estupideces se acaban aquí... ¡April!... – April dio un brinco al escuchar su nombre.- ¿estas bien?.- April agitó la cabeza afirmativamente, al menos creía que estaba bien.- Suéltala ahora, ¡¿qué demonios pretendes hacerle?!.- Leo sonrió.

- Si supieras lo que tenía pensado...

Sus manos temblaban. Muy a pesar suyo, no podía evitarlo. Casi no había necesidad de confirmarlo, pero igual quería estar segura... el temblor de sus manos hacía difícil mantener la figura de Leo dentro la forma que había creado con sus dedos. Su voz apenas era un susurró.

- Por favor, Dios, muéstrame su rostro... muéstrame su rostro... Dios, escúchame, haz que su disfraz desaparezca...

Una sombra informe comenzó a materializarse sobre la figura de Leo... no era visible para los otros, ni siquiera era visible para ella más allá del diamante que formaban sus dedos... una sombra luminosa e informe... como un cuerpo superpuesto al de Leo, como dos personas ocupando el mismo espacio.

Raphael hizo girar sus sais. Se llevaría a Leo a casa aunque fuera a golpes. No tenía la menor idea de que es lo que iba a hacer con un hermano psicópata en casa, pero después resolvería ese detalle...

Lo primero era alejar a April de ahí, en ese momento no podía garantizar su seguridad, como estaban las cosas...

Retrocedió un poco, sólo para tomar impulso y saltar hacia adelante.

Sus manos seguían temblando, pero no apartaba la mirada, sus ojos estaban fijos en lo que veía: cada vez más nítida, la sombra dorada tomaba forma, enmarcada en la silueta de Leo.

- Así que así es cómo te vez... Dios mío...

April abrió los ojos de par en par. Raphael caería sobre ellos, con todo su peso, en cualquier momento. Sus ojos estaban furiosos, conocía esa mirada: Raphael no estaba pensando...

Leo tensó los músculos, preparándose para el impacto. Raphael, con los sais en alto caía a toda velocidad...

Ahora, la sombra era completamente visible para ella: tal como en las ilustraciones medievales, una criatura con cuernos en la cabeza, enormes cuernos, brazos y piernas alargados terminados en gruesas garras...

La sombra permanecía dentro del cuerpo de Leo, el cual repetía exactamente sus movimientos; la sombra sonreía, Leo sonreía, la sombra se disponía a atacar, Leo atacaba...

Pero, de pronto...

Leo se quedó inmóvil. April pudo sentir como se relajaba su cuerpo, como caían sus hombros, cómo aflojaba la fuerza con que la retenía. Lo miró de reojo... parecía estar despertando de una larga siesta...

Raphael no notó el cambio en su rostro. No se dio cuenta de cómo sus facciones se relajaban, cómo dejaba de sonreír, cómo comenzaba a parecer confuso y aturdido.

... de pronto, la sombra se quedó completamente inmóvil, completamente quieta, completamente erguida.

Su cabeza giró gradualmente. Antes de darse cuenta, Muffy estaba mirando directo a sus ojos.

"Tu"... – Muffy se estremeció, retrocediendo. La sombra no movió los labios, no emitió ningún sonido... pero su voz retumbó en su cabeza hasta hacerla gritar... Pero nadie a su alrededor la escuchó.

Muffy retrocedió. Algo frío le atenazó el estomago, un escalofrío recorrió su cuerpo... pero aún así, no podía separar los dedos, no podía apartar las manos, no podía dejar de verlo.

Lentamente, el frío fue transformándose en nausea, la cabeza le daba vueltas... quería escapar, pero no podía moverse.

- No... – apenas si podía oír su propia voz. Sentía que caía... las sombras se cerraban sobre ella y todo se volvía negro... el piso se abría bajo sus pies, dejándola caer al vacío.

Pero nadie la veía caer, nadie la oía gritar, porque simplemente estaba de pie en la habitación, con los brazos caídos y la mirada fija en la nada.

Leo vio una habitación ante sí. Le parecía familiar pero no sabía de dónde. No atinaba a descubrir dónde estaba, era un lugar distinto a los anteriores.

También sintió algo entre sus brazos, algo cálido. Se volteó levemente.

- ¿A-April?- su voz sonaba soñolienta... April lo miró. Su expresión había cambiado, sus ojos parecían nublados, aturdidos...

- ¿Leo...? – descubrió que podía hablar de nuevo.- eres.... ¿tu?, es decir, ¿realmente tu?.

Leo no alcanzó a responder esa pregunta. En un segundo desapareció de la vista de April, borrado de su lado por una mancha verde que cruzó el aire a toda velocidad.

Leo cayó tras el mostrador al piso, con Raphael sobre su pecho.

- Raph?, ¿qué...?- Raphael no se detuvo a escucharlo, descargó un brutal golpe sobre su rostro, y luego otro. La cabeza de Leo cayó hacia atrás, golpeando el piso, sus brazos se deslizaron a ambos lados de su cuerpo, sin resistencia.

Raphael quedó inmóvil, con el puño aún en alto. Apenas si había logrado contenerse cuando estaba a punto de lanzar un tercer golpe. Apenas. Aún sobre el pecho de Leo, respiraba con dificultad, tratando de calmarse y bajar el brazo. Era obvio que su hermano ya no se levantaría.

Muffy cayó al suelo, cómo si alguien le hubiese dado un empujón. Cuando su cabeza tocó el piso, se quedó ahí, inmóvil, con los ojos abiertos de par en par. Un sudor frío empapaba su frente y era difícil respirar. Pero ya estaba bien...

De espalda en el piso, oía el retumbar de las pisadas y el eco de las voces. Se había ido, pero sabía que volvería, tenía que ponerse de pie...

- ¡¡Raph, detente!!!.- el grito de April era tan inútil como tardío. Raphael ya había golpeado a Leo y había logrado contenerse antes de desfigurarle el rostro, sin ayuda de nadie...

Aún respirando entrecortadamente, se puso de pie, dejando a Leo inconsciente en el piso. Miguel se acercó temeroso, luego miró a Raphael con algo de reproche.

- ¿Qué?... tenía que hacerlo, el tipo no está en sus cabales, había que pararlo.

"Si, pero eso no significa que no lo hayas disfrutado", pensó Miguel, pero no dijo nada.

Raphael se volvió hacia April, quien observaba a todos un tanto confundida.

- ¿Estas bien?- preguntó éste, en su habitual tono rudo. April asintió.

- Chicos, ¿qué...

- Qué, cuando, cómo, dónde y porqué... me temo que no puedo responderte ninguna de esas...- Raphael miró pensativo el cuerpo de Leo en el piso.- Esto es tan extraño para ti como lo es para nosotros.

- ¿Qué haremos con él?.- preguntó Miguel.

- No tengo ni la más remota idea...

- Antes de que lo golpearas, pareció que... – comenzó April, pero se detuvo. Todos lo hicieron.

Don ayudó a Muffy a incorporarse. De no ser porque casi tropezó con ella, no habría notado que estaba ahí: en un momento estaba ahí de pie y al otro estaba tirada en el suelo en estado catatónico.

- Don... – comenzó ella, aún antes de recuperar el aliento.- diles que se alejen de Leo. Diles que se alejen de él, ahora... es peligroso... – Don alzó una ceja y la miró sin comprender...

- Pero... – iba a replicar algo, pero se quedó quieto, al igual que los otros, con los ojos muy abiertos.

Todos en la habitación permanecieron perfectamente inmóviles, en completo silencio.

Nadie cruzó palabra alguna por varios minutos, cada uno de ellos daba miradas temerosas a su alrededor.

- ¿Qué... – April intentó preguntar qué diablos ocurría, pero la voz se ahogó en su garganta.

Ella, menos que nadie, tenía idea de lo que ocurría, sin embargo no necesitaba que nadie le explicara su situación, la tensión era evidente. Todos lo supieron sin siquiera decirlo.

Estaban en peligro.

- Algo viene...– Murmuró Muffy, moviéndose hasta el centro de la habitación. Los demás la siguieron con la mirada.- En cualquier momento...

La esencia, esa extraña energía, volvía a crecer. Se expandía por la habitación, latía cómo un corazón, cómo algo vivo... incluso los demás podían sentirlo aunque no supieran qué era...

Nadie hizo el menor comentario. Raphael y Miguel estaban muy cerca, justo junto a Leo, a la espera de que algo pasara, en cualquier momento.

De pronto se miraron el uno al otro: un rumor comenzaba a crecer bajo sus pies, una vibración profunda que se acercaba...

El aire se hacía cada vez más frío.

Los ojos de la chica miraron desconcertados en todas direcciones, desorientados y asustados, cómo si tratara de encontrar algo.

De pronto se detuvieron en Raphael.

Muffy abrió la boca, pero difícilmente pudo hablar.

La atmósfera era tan abrumadora...

Estelas de luz fría y nauseabunda volaban frente a sus ojos... en todas partes, susurros en sus oídos, voces... gritos. ¿Qué decían...?.

Tomó su cabeza con las manos.

Era imposible concentrarse en nada, sus pensamientos eran confusos y estaba asustada. Comenzó a sentirse enferma otra vez...

Los miró a todos, uno en uno... Miguel estaba junto a Raphael y cerca de ellos estaba esa mujer... cerca de ella estaba Don.

Raphael tenía que salir de ahí... ¿es que no veía lo que había bajo sus pies?.

"No, claro que no", pensó.

Él no podía ver lo que ella veía. Ninguno de ellos podía. Debía advertirle...

Pero sólo podía mirarlo, no atinaba a decirle nada, no podía encontrar su voz, estaba demasiado asustada...

Raphael sabía que algo pasaba, podía sentirlo... pero esa niñita estúpida sólo lo miraba con ojos de cachorro asustado y no le decía nada. Le devolvió la mirada inquieto, demandando una explicación. Miguel los miraba a ambos alternativamente. Lo que fuera a hacer Raphael, él lo haría también.

Muffy sacudió la cabeza, se quitó el sudor de la frente...

"Reacciona", se gritó a sí misma, "Reacciona, tonta, ¡despierta de una vez!" "¡ahí viene...!"

La enorme fuerza que había sentido nada más llegar a la tienda, la energía que luchaba por liberarse pero aún permanecía contenida... se había hecho tan intensa que inundaba la habitación, quemaba su piel, revolvía su cabeza... Raphael estaba parado justo a su lado...

- Sal de ahí... – dijo por fin, en una voz que apenas era audible para sí misma. Raphael se quedó mirándola, sin moverse. Muffy se obligó a alzar la voz y gritar.- Sal de ahí... ¡ahora!.

Raphael la miró unos segundos sin comprender. Luego abrió los ojos de par en par sin dejar de mirar a Muffy, asintiendo. Se volteó levemente, por el rabillo del ojo podía ver a Miguel.

Ambos debían moverse de ahí. Ya.

Porque el suelo bajo sus pies retumbaba cada vez más fuerte.

- Miguelangel...

Ese latido bajo tierra...

- ¿Qué...?

Todo vibraba, más violentamente cada vez...

- ¡¡Salta!!

Entonces el piso estalló.

Miguel ni siquiera lo pensó dos veces. Ni siquiera se detuvo a preguntar: mecánicamente, su cuerpo ejecutó la orden de Raphael, mientras éste volaba en dirección a April, tomándola por la cintura y arrojándose ambos al piso, varios metros más allá.

Mientras, a sus espaldas, las tablas del piso de madera salían despedidas por los aires, una a una, en medio de una explosión y un ruido ensordecedor; el polvo y los fragmentos eran como pequeños proyectiles.

En cuanto Miguel tocó tierra, se cubrió la cabeza con las manos, haciéndose un ovillo en un rincón, mientras las tablas del piso a su alrededor se desprendían y caían sobre él.

Raphael cubrió la cabeza de April con su brazo y la obligó a permanecer en el piso mientras el mostrador pasaba volando sobre sus cabezas e iba a estrellarse contra un estante, al otro lado de la habitación, haciéndose añicos.

Muffy no hizo ningún intento por cubrirse, los pedazos de madera y astillas pasaban volando junto a ella y el piso explotaba a sus pies.

Estaba paralizada, con la vista en blanco.

Debieron haber salido de ahí cuando tuvieron la oportunidad. Ahora no lo lograrían, era imposible que pudieran escapar a una fuerza como esa, imposible...

Cuando Don creyó seguro levantar la cabeza, miró en dirección al lugar donde había estado el mostrador. Ahora sólo había un gran agujero.

- ¡Leo!... – No lo veía, no estaba con los otros. Todo era confusión, con cosas que surcaban el aire a toda velocidad, el polvo, y el temblor que remecía el lugar.

De pronto, algo cubrió su vista. Inclinó la cabeza hacia atrás.

Alcanzó a ver la cara de Leo, sonriendo, antes de que este lo alzara en el aire y lo arrojara contra la otra esquina de la habitación.

Su cuerpo dio vueltas en el aire y fue a estrellarse contra una pared, rebotando contra ésta y cayendo finalmente al suelo.

Miguel lo vio pasar volando a toda velocidad y corrió hasta él, tratando de protegerse la cabeza al mismo tiempo.

Don no se movía, con la cara contra el suelo, escuchaba el rugir de la habitación haciéndose pedazos.

- Hermano... – una mano remeció su hombro. No contestó.- Hermano... tienes que moverte.

- N-no, no puedo... – consiguió responder. Estaba casi seguro de que se había roto algo.

- Donatello, tienes que moverte... – insistió la voz, sacudiéndolo con más fuerza.

- ¿Porqué?- preguntó con fastidio.

- Porque no estamos solos...

Con un gran esfuerzo, Don consiguió levantar la cabeza.

De entre las paredes y el polvo emergían las mismas figuras que vieran en el edificio del mafioso, grandes, armados y fantasmales.

Don hizo un gesto de hastío.

- Ah. Era eso... Maldición.

- Eso es una obviedad.- Miguel agarró a Don por el brazo y de un tirón lo puso de pie, sin preocuparle demasiado sus quejidos. Pasó el brazo de éste alrededor de su cuello y saltó con él hacía atrás, al tiempo que la hoja de una descomunal hacha caía en el mismo lugar en el que segundos antes habían estado de pie.

April abrió los ojos. Todavía estaban en el piso, el brazo de Raphael cubría su cabeza, mientras los escombros y el polvo caían.

- Si... – suspiró.- ... parece que, una vez más, mi tienda ha sido destruida. De todos los lugares en la ciudad, ¿por qué aquí?, ¿por qué siempre aquí?, ¡¡¿por qué...?!!

- ¡¡Cuidado!!.- Raph giró sobre sí mismo, quedando de espaldas en el piso, tomó a April por los hombros y la alzó frente a sí, justo en el momento en que un objeto contundente y pesado se estrellaba junto a él, en el espacio dejado por April. Las tablas del piso saltaron con el impacto.

April miró alternativamente a Raphael, sorprendida, luego el agujero en el piso y luego a la criatura vestida con una armadura roja que blandía una enorme bola de hierro sobre su cabeza. April tomó aire.

- ¿Sabes lo que me costará reparar eso? ¡¿ah?!.- preguntó a la criatura. Raphael entornó los ojos y la sacudió por los hombros.

- ¿Te parece que éste el momento para discutir eso?

La criatura los observó un segundo, ladeando la cabeza. Luego emitió un profundo gruñido y volvió a levantar el mazo.

April gritó.

- ¡Aaahhh! Muévete, muévete!...

Raphael la levantó aún más alto y la arrojó hacia arriba, al mismo tiempo en que se ponía de pie de un salto. Una vez de pie, la atrapó antes de que cayera y se la colgó al hombro como si fuera un saco, volviendo a saltar, apenas a tiempo para esquivar el golpe de la pesada arma de la criatura.

- ¿No crees que éste sería un buen momento para buscarle un lugar seguro a la chica en peligro?- Raphael lo consideró un segundo, mientras giraba en el aire y volvía a caer a tierra.

- Mmm tal vez, así no puedo pelear bien... ¡Miguel!

Miguel tenía sus propios problemas en esos momentos. Vagamente, por sobre el estruendo de la lucha y la destrucción, oyó una voz que lo llamaba. Se volteó y vio a Raphael cargando a April, escapando de una gigantesca bola negra, con una horrible y furiosa criatura en el otro extremo.

- ¡Miguel!, ¡¡sostenme esto!!.

- ¿¿qué??, no, ¡no te atrevas a hacerlo! ¡¡Raphael!!

Sin prestar la menor atención a los gritos de April, Raph volvió a cogerla por la cintura y a lanzarla por los aires.

- Y es un pase largo para Miguelangel, ¿podrá atraparlo? ¿o dejará caer a la chica? Ay, espero que no......

Miguel dio un salto hacia April y la atrapó en mitad del aire. Cuando sus pies tocaron tierra, corrió en dirección a Don.

Cuando April estuvo por fin en el piso, tenía los ojos desenfocados y respiraba aceleradamente.

- ¿Quién diablos creen que soy? ¡¿un muñeco de trapo?!.- Miguel sólo sonrió nerviosamente y se encogió de hombros.

- Es el otro lado de ser la damisela en peligro, creo.- April comenzó a gruñir, cuando el sonido de un golpe, a centímetros de su rostro, la hizo voltearse: Don acababa de frenar el golpe de una espada con su bo, utilizando sólo una mano.

- Si ya terminaron de conversar tal vez podríamos discutir alguna forma de salir con vida de esta situación.... los cuerpos de las criaturas son incorpóreos, pero sus armas no, Miguel.

Miguel lo miró sin comprender, mientras el único brazo de Don temblaba violentamente bajo la fuerza de la espada.

- ¡Que golpees la espada, tonto!

- Eh?, oh, si.

Con un golpe de sus chakos arrancó la espada de las manos espectrales de la criatura.

- ¿Qué son e-esas criaturas...?

- Ay April, ¿no es obvio?, son espectros ninjas asesinos...

- Oh. Claro. Obvio...

- April, Miguel... ¡ahí viene otro!

Miguel saltó frente a Don y se puso en posición de defensa. Podía ver la forma en que caía el brazo de Don, probablemente roto. Así no estaba en condiciones de pelear.

El espectro enfrentó a Miguel con una especie de lanza larga con una afilada hoja en el extremo. Miguel odiaba las armas de largo alcance.

Don y April se parapetaron contra la pared, Don se dejó caer junto a April en el suelo.

- ¿Estas bien?.- preguntó ésta al ver su expresión de dolor.

- Es este brazo...

- ¿Esas criaturas te hicieron esto?

- No... – balbuceó Don.- ... Leo.

April abrió la boca para decir algo cuando Miguel aterrizó sobre ellos.

- ¿Cómo fue que los vencimos la ultima vez?- preguntó éste cuando pudo incorporarse un poco.

- La ultima vez salí volando por una ventana ¿lo recuerdas?.

- Oh, si. No te ha ido muy bien en esta historia, ¿verdad?- Don lo agarró con el brazo bueno y lo obligó a ponerse de pie por completo.

- ¡ve y lucha!

Miguel dio un salto y volvió a enfrentar a la criatura, solo que ahora ya no estaba sola: había otro más junto a ella.

- ¿Ya los habían enfrentado antes?, ¿cómo los vencieron?

- No lo hicimos. Ellos simplemente... desaparecieron. A propósito, ¿dónde esta Muffy?

- ¿quién?...

Muffy continuaba de pie, exactamente en el mismo lugar, rodeada por esas extrañas criaturas, dispuestas a atacar en cualquier momento. Sin embargo, su rostro permanecía inalterable. Sus ojos estaban fijos en algo más allá de las criaturas...

Exactamente en línea recta en dirección a la muchacha, Leo la observaba entre el polvo y los escombros y restos...

La observaba y sonreía.

Las criaturas alzaron sus armas: mazos, espadas, lanzas... todas en dirección a la chica, cerrando el circulo que formaban a su alrededor.

Muffy no se movió.

Raphael trataba de escapar de un par de espectros. Eran fuertes y hábiles. Y rápidos. Mucho más fuertes de lo que eran los ninjas del pie y eso ya era bastante decir. ¿cuánto podría durar con un enemigo al cual no se le podía pegar de vuelta?.

Sin embargo, mientras más luchaba con ellos, más le parecía estar viviendo una especie de deja vu. No se refería a la vez que pelearon con ellos en el edificio... entonces no se había dado cuenta de lo familiares que le resultaban esas criaturas, no podía evitar pensar en que ya los había visto antes, en algún lugar y que había algo que debía recordar.... ¿había algo que debía que recordar?.

¡Leo!.

Una vez que comenzaba a luchar, todo alrededor dejaba de existir, sólo eran él y su oponente, no había espacio para pensar en nada más, cuando todos se dispersaron, no había pensado un segundo en él ¿porqué? ¿cómo era posible que lo hubiese olvidado? ¿dónde estaba ahora?.

A medida que evadía los golpes de las criaturas, miraba sobre su hombro. No, no lo veía.

Pero sí vio a Muffy.

"¿Que pretende?", pensó. Estaba rodeada por un grupo de esas criaturas, a punto de descargar sus armas en ella, pero ésta no hacía el menor movimiento.

Corrió hacia ella, saltó entre las criaturas, la tomó y la cargó sobre sus hombros y volvió a saltar alejándose de las criaturas. Éstas no alcanzaron a reaccionar, descargando sus armas en la nada.

- ¡¡¡¿¿qué demonios te pasa?!!! ¡¡¿¿quieres que te maten??!!.

- Las criaturas... – murmuró ésta, no mirándolo exactamente a él.- ¿No las recuerdas?... ¿no las has visto antes... en tu propia casa?

- ¿Qué?

- El tapiz... – diciendo esto, la chica se desembarazó de Raphael y se volvió a mirarlo. Esta vez había mucha más lucidez en su rostro.- Esas criaturas están en el tapiz de la sala de la guarida, ¿es que no las reconocen?, las criaturas que pelean con ese gran dragón en el cielo...

Era verdad. Ahí era donde las había visto antes.

- Pero... ¿qué... que significa...?- la muchacha iba a contestar pero algo la interrumpió, una voz profunda y gutural, más un gruñido que nada... ambos se volvieron en su dirección. Leo estaba a pocos metros de ellos.

- ¡Leo!.- Raphael avanzó hasta él pero de inmediato se detuvo.

Leo se veía muy diferente. Era mucho más alto, su rostro estaba ensombrecido, con una expresión que jamás había visto antes en su rostro...

Muffy lanzó una exclamación de sorpresa.

- Ahora entiendo... – susurró.

Se apegó a Raphael y sujetó su brazo con fuerza.

- ¡¡Ahora lo sé, ahora sé lo que está pasando...!! sé porque desaparecieron las criaturas la primea vez. Ese de ahí...- Muffy señaló a Leo, pero entonces dudó.

- ¿Qué, qué es lo que sabes?- Muffy hizo un gesto de impaciencia.

- No puedo explicártelo ahora, no hay tiempo, tenemos que...

La voz de Leo la interrumpió.

"Vagaba sólo por la oscuridad y el frió en el que me encerraron, flotaba en la nada por eternidades...

Hasta que vi al mortal".

La voz resonó en la habitación, por sobre el estruendo, por sobre la batalla.

"Su alma... era perfecta... No pude resistirme, lo obligué a decir las palabras para liberarme, torturé su mente para que fuera débil y dócil y leyera las palabras para mí, y usarlo cómo se me antoje".

Leo avanzó hacia ellos. Raphael no se movió.

- Tenemos que irnos, ¡¡Raphael!!.- Raphael no contestó. No se iría, ni siquiera la miraba, toda su atención estaba en Leo.

- ¡¡¿De qué estas hablando?!!- Le gritó, pero éste sólo se limitó a sonreír.

Don, Miguel y April fueron junto a ellos, apenas evadiendo los golpes.

- Rapha, tenemos que salir, aquí no hay lugar para pelear... ¿Rapha?, ...- Raphael no se volvió a mirarlos, tenía la vista fija al frente.

- ¿Rapha?, ¿qué...?

Fue entonces cuándo los demás vieron a Leo. Se paralizaron sin decir palabra.

- Váyanse. – dijo Raphael a los otros.- Yo me quedaré con él. Intentaré hacerlo razonar... a golpes.

Muffy sacudió la cabeza. Fue hasta Don y lo obligó a acercar su rostro al de ella.

- Tenemos que irnos de aquí. No es necesario pelear con estas criaturas, debemos huir... eso es todo lo que debemos hacer... – susurró rápidamente en su oído.- No es necesario combatirlas... ¡vamos!.

- Pero...

- Si, lo sé. Tu hermano. Confía en mí, ésta es la solución.

Sin esperar respuesta, fue hasta dónde estaba Raphael.

- Déjalo.- dijo imperativamente, tomando su brazo y tratando inútilmente de moverlo.- Tu no entiendes, él no quiere discutir contigo... ¡él quiere matarte!,

- Cállate.

- Cabeza dura, no puedes pelear ahora. La única forma es salir de aquí...

- Vete, no me molestes...

- ¡¡No es tu hermano!!

- ¡¡Cállate!!... ¿eh?... ¿qué... dijiste?

La muchacha pegó un salto y se subió a la espalda de Raphael tomándolo completamente por sorpresa.

- Por una vez en tu vida hazle caso a alguien. Si te quedas, todos moriremos y yo te haré personalmente responsable de mi muerte y vendré a asustarte todas las noches... – Raphael gruñó. La voz de la muchacha se suavizó. – Por favor, confía en mi. Sé lo que está pasando. Solo tenemos que correr...

- Y que pasará después, ¿las criaturas desaparecerán?¿Leo volverá a la normalidad?. Me temo que las cosas nunca han funcionado así.

- Confía en mi... por favor.- Raphael cerró los ojos, frunciendo el ceño.

- No puedo dejar a mi hermano. Es mi ultima palabra.

- ¡No es tu hermano!... mira, tienes que creerme, su única oportunidad es que huyamos y nos salvemos... si morimos aquí, nadie podrá ayudarlo y si nos quedamos, moriremos. Eso te lo garantizo.

Las criaturas habían comenzado a formar circulo a su alrededor, pronto sería tan estrecho que no podría salir de él.

Raphael dio una ultima mirada a Leo y dio media vuelta en dirección a la puerta.

Cerró los ojos con fuerza, tratando de pensar.

Él no era Leo ni nunca lo sería. Ni pretendía serlo. Pero esa situación requería de alguien que pensara como él.

Y él confiaría en la estúpida muchacha y haría lo que ella propusiese...

Suspiró.

Se volvió hacia los otros. Aun así ¿podrían salir?, estaban rodeados...

- Miguel, agarra a April, Don... – se aproximó a ellos y les habló en voz baja. – Nuestra única opción es salir rápido, antes de que cierren el circulo... -todos asintieron. Raphael evadió a todos los que pudo y logró salir, con la muchacha en su espalda.

- Creo que aquí vamos otra vez, nena.- Sin esperar respuesta de April, Miguel simplemente la tomó en brazos y la puso en su espalda. Despejó el camino para Don y una vez fuera, se dispersaron.

Las criaturas estiraban sus brazos y blandían sus armas, pero no eran lo suficientemente rápidos...

Por un momento Raphael pensó que no los seguirían, se habían quedado ahí sólo observándolos, moviéndose lentamente...

Pero finalmente, se dividieron en grupos y fueron tras ellos.

Arriba, en el cielo, las luces de la mañana comenzaban a iluminar las calles.

Don corría con todas sus fuerzas, pero a cada movimiento su brazo protestaba con fuerza.

En alguna parte dio un giro equivocado y se encontró en un callejón sin salida.

- ¡Diablos!- susurró. La idea de escapar era precisamente evitar el enfrentamiento. Ahora no tendría más remedio que pelear.

Al llegar al final de la calle se volteó a enfrentar a sus enemigos. Eran tres de ellos.

Lentamente la luz iluminaba el callejón, haciendo más nítidas las figuras de las criaturas. Don tenía la vaga esperanza de que algo pasaría con ellas al entrar en contacto con la luz, que se disolverían o desaparecerían. Pero nada pasó.

- Supongo que eso sólo pasa en las películas...- no tenia idea de cual sería el fantástico plan de Muffy, pero si era ese, realmente apestaba. No estaba mejor que antes excepto porque ahora estaba solo y no se sentía capaz de vérselas con esas tres cosas.

A medida que el sol comenzaba a elevarse en el cielo, se dio cuenta de otro pequeño problemita... Lentamente, los rayos del sol comenzaban a reflejarse en los cristales de las ventanas cercanas, dándole de lleno en la cara, cegándolo.

- ¡Maldita sea!, la luz, siempre olvido la luz.- Se dijo a sí mismo. Ya tendría que saberlo, pero siempre lo olvidaba: "el ninja se mueve en las sombras, la luz revela su presencia". Si, si, si. siempre que se encontrara al descubierto, debía vigilar la luz, averiguar de dónde provenía, a fin de permanecer siempre en las sombras.

Básico, pero lo pasó por alto.

Usó su brazo bueno para cubrirse el rostro. Sabía lo que se vendría. Es lo que él haría: sus enemigos simplemente esperarían a que la luz del sol lo encandilara lo suficiente para atacarlo cuando su visión estuviese disminuida.

Don entrecerró los ojos, tratando de filtrar la mayor cantidad de luz y se preparó. Esperó.

Y esperó.

Conforme el sol seguía su trayectoria hacía el cielo, la luz cambiaba de lugar. Pronto dejó de dar en su rostro.

Por unos segundos, Don sólo vio manchas de colores frente a sí. Cuando su visión se restableció, descubrió que ya no había nada más frente a él. Se habían ido. Estaba solo.

Dio un suspiró de alivio. Le importaba muy poco lo que había pasado y estaba lo suficientemente cansado y adolorido para que le importara un soberano pepino averiguarlo.

- Por suerte no habían ventanas cerca esta vez, ser arrojado al vacío no es mi estilo... – se dijo en voz alta, buscando con la vista alguna tapa de alcantarilla por la cual desaparecer.

"Sobre los techos de los edificios, moviéndose ágilmente en dónde otros no se atreverían, un valiente héroe escapa de la adversidad, con un sólo pensamiento ardiendo en su mente..."

- Tengo hambre.

- ¡¡Ahí vienen, ahí vienen, ahí vienen!!...

- Si, lo entendí la primera vez. Tranquila nena, estas escapando con Miguelangel, el mejor servicio de rescate para damiselas en peligro. Además, deberías quedarte quieta o te caerás...

No hacía falta que se lo dijera: ya tenía dificultades cuando estaban en tierra, casi se cayó cuando subían las escaleras de incendio hasta la cima, pero correr de edificio en edificio... cerró los ojos con fuerza, tratando de ignorar el vértigo.

- Definitivamente, esta es la ultima vez que viajo en la espalda de una tortuga... – murmuró para sí.

- ¡Mira!, aquí es donde los perderemos... – April miró hacía adelante. Se acercaban al borde del rascacielos, frente a ellos tenían el techo del siguiente edificio, ambos separados por varios metros.

- Olvídalo Miguel. Es imposible, es un salto imposible...

- Por eso es que ellos no nos seguirán.

- No, cuando digo que es un salto imposible quiero decir ¡que tu tampoco puedes hacerlo!.

- Descuida, yo hago esto todo el tiempo.... aunque no me había dado cuenta de lo grande que es la distancia en verdad.- dijo dubitativamente.

- ¿Qué?

- Relájate corazón. ¿No viste Matrix?...- April cerró los ojos con fuerza, Miguel ya tenía un pie en la cornisa y se daba impulso para saltar.- No se trata de creer... ¡sino de saber que puedes!.

April sintió un ligero vacío en su estómago y una leve falta de gravedad: estaban sobrevolando el espacio entre ambos edificios.

Miguel aterrizó en tierra firme, pero no pudo evitar perder el equilibrio, caer y rodar por el piso, perdiendo a April en el proceso. Se puso de pie lo más rápidamente que pudo.

- ¡¿Estas bien?!- gritó, sin volverse a mirar, tratando de encontrar a las criaturas que los seguían con la vista. Un quejido de April le indicó que estaba bien, probablemente no muy feliz, pero bien.

Miguel escudriño los alrededores, inmóvil. Nada. No sólo no los habían seguido hasta ese edificio, habían desaparecido por completo.

Cuando estuvo seguro de que estaban solos, volteó hacia April.

- Ok, nena, sé que te mueres por darme las gracias por haberte salvado la vida, pero, dejémoslo para más tarde... por ahora volvamos a casa ¿si?.

Miguel se acercó a ella y le ofreció su espalda.

- Olvídalo. Prefiero caminar de aquí a la China, pero no volveré a viajar en una tortuga mientras pueda evitarlo.- Miguel sonrió y se encogió de hombros.

- Tu te lo pierdes cariño. Pudiste tener todo este encanto verde para ti sola.- April sonrió y lo agarró por la bandana.

- Ya vámonos de acá, payaso.

Raphael tenía dos ideas. Podía seguir corriendo hasta que se le acabaran los techos de los edificios, o podía arrojar a un lado a la molesta niñita que llevaba en la espalda y hacerle frente a las cosas que los seguían.

Realmente lo pensó. Sin embargo, por mucho que le gustara la alternativa dos, realmente no podía hacerlo ¿o si?.

- ¿Y bien?, ¿cuándo comenzará a operar tu maravilloso plan?.

- Sólo ten un poco de paciencia.

- No soy famoso por mi paciencia.

- Lo sé. Eso me han contado.

- ¿Qué?, ¿qué te han contado?¿quién?- la chica entornó los ojos.

- ¿Quieres concentrarte en escapar?.

- ¿por qué crees que justo ahora haría dos cosas que nunca suelo hacer?

- ¿quieres decir tener paciencia y escapar? ¿o detenerte a pensar y evitarse unos cuantos golpes innecesarios?.

- Si hay algo que puedo decir a tu favor, es que eres valiente. Sigue probando mi paciencia y terminaras dándole sermones a esas cosas.

La chica sonrió burlona.

- No eres más que un adolescente hormonal y cabeza hueca...- Raphael se detuvo en seco, tomó uno de los brazos de la chica y tiró de él hasta que la tuvo frente a sí. No soltó su brazo.

- Veamos si puedes repetir eso colgando de cabeza a varios metros de altura.- Muffy hizo un gesto de dolor pero no se amedrentó.

- Veamos si puedes solucionar éste problema sin mi ayuda...

- ¡Fuiste tu quien nos metió en estos problemas en primer lugar!...

- ¿A si?, ¡no es mi hermano el que esta poseído por un demonio!... – Raphael se paralizó.

- ¿Qué?.- Muffy trató de calmarse. Aprovechó la reacción de Raphael para liberarse de su garra.

- Mira... – le dijo, frotándose el brazo. Raphael la miró confundido, luego se dio cuenta de que señalaba a una dirección tras ellos.

- Ya no nos siguen.

- No. volvamos a casa y ahí te lo explicaré todo, eso si estas de acuerdo.- Raphael asintió, todavía aturdido. La mirada de la chica le indicaba que estaba hablando en serio, ya no tenía esa mirada de atolondrada de antes.