IX- La luz en la oscuridad

Muffy fue hasta la cocina. Afuera, todos corrían afanándose en algo.

Splinter creía que los cirios podían ayudar. Al menos darían el toque dramático.

Pero ella sólo quería una taza de agua caliente.

En medio del patio de entrenamiento, habían estirado una vieja alfombra, sólo para que estuviera más cómoda. Splinter insistía mucho en eso. Bueno, él sabría...

Muffy vertió el agua en una taza. Por un momento, el vapor del agua empañó sus anteojos y no pudo ver si estaba echando el agua dentro o fuera de la taza.

Se quemó la mano.

Rápidamente puso todo sobre la mesada de la cocina, tratando de no tirarlo. Se frotó la mano.

Cada vez estaba más torpe. Cada vez más nerviosa. Mala señal.

Ponía una hojas secas dentro de la taza cuando sintió una presencia tras de sí. No se molestó en voltearse.

- El maestro ya esta listo. – reconoció al instante el tono de voz grave y tosco.

- Bien. – dijo, todavía sin voltearse.- estaré ahí en un momento.

Luego sintió cómo la presencia dejaba la cocina y de nuevo se encontró sola. Desde el incidente pasado, Raphael no le había dirigido la palabra y ni siquiera la miraba. Cuando ella estaba alrededor, se alejaba o se iba. Ella trataba de hacer lo mismo, tampoco le hablaba y evitaba mirarlo a la cara.

"Ya son suficientes problemas", se dijo. Se volvió y se apoyó contra el mesón, bebiendo a sorbitos la infusión que había preparado. Segundos después entró Donatello.

- Ya estamos listos.

- Sólo un momento. – Repitió Muffy mecánicamente, tratando de apurar la taza todavía caliente. Don la miró intrigado.

- ¿qué es eso- Muffy suspiró.

- Esto requiere que me encuentre en un estado mental parecido al de la somnolencia. Pero estoy muy nerviosa para relajarme a ese nivel, sólo son yerbas naturales, para adormecerme... – Muffy levantó la taza y la miró con el ceño fruncido. – Sabe horrible... hubiera sido mejor "otro" tipo de yerbas... ojalá se me hubiera ocurrido antes... seguro que mi secretario me las trae hasta acá... – diciendo esto, terminó de beber el contenido de la taza y la dejó sobre la mesa.- Vamos allá.- exclamó, limpiándose el resto del liquido de la boca con la manga del sweater.

Los restantes miembros del grupo esperaban con rostros de ansiedad en el lugar elegido para el pequeño experimento.

La única luz era la que provenía de los cirios alrededor de la alfombra, en el centro de la habitación. Sobre ella habían puesto un almohadón.

Muffy sintió que la infusión comenzaba a surtir efecto. Sentía una presión en la nuca y un jalón que la arrastraba hacia abajo. Lentamente sentía como la abandonaban las fuerza, se sentía relajada y somnolienta... las caras alrededor comenzaban a verse borrosas...

Les sonrió lánguidamente. Los demás la miraron con extrañeza.

Muffy se sentó en la alfombra y apoyó su cabeza contra la almohada, quitándose los anteojos y entregándoselos a las primeras manos que encontró. Splinter se había arrodillado a su derecha y la miraba con severidad.

- Bien... – le dijo ella con voz pastosa.- cuándo deje mi cuerpo le avisaré, usted sólo tiene que guiarme...

Splinter asintió. Muffy cerró los ojos y se concentró. Vagamente repasó en su mente todos los pasos a seguir. Llevaba en su mano uno de los sellos. Pero este era diferente: le permitía pasar por entre los que había puesto en la guarida sin tener que sacar los otros, lo que significaría llenar el lugar de espíritus... a cualquiera de ellos le encantaría volver a tener cuerpo de nuevo y uno vacío justo en medio de la habitación era demasiado tentador...

Splinter cruzó las piernas en posición de loto, cerrando los ojos y respirando profundamente.

Los demás tomaron asiento a una distancia prudente y guardaron silencio. A simple vista, nada fuera de lo común ocurría...

Primero sintió cómo se volvía más ligera, mucho más liviana. Sintió un cosquilleo en el estómago, una sensación de vacío o de vértigo.

Y luego comenzó a flotar.

Abrió los ojos. Estaba a unos cinco metros del piso. Allá abajo, todos aguardaban rodeando un cuerpo tendido sobre una alfombra en el medio de su habitación.

- Que interesante...

Muffy sintió escalofríos al ver su propio cuerpo tirado, sin vida.

Agitó sus manos frente a sí. Sólo podía ver el contorno de ellas, parecían no tener sustancia, se veían transparentes, podía ver a través de ellas...

- Por aquí señorita...

- Whooa!

Muffy retrocedió espantada.

- ¿Q-quien... quien está ahí?

Dio una vuelta alrededor de sí misma, tratando de encontrar el origen de la voz.

- Por aquí señorita.- volvió a repetir. Entonces sus ojos se posaron en Splinter, varios metros más abajo, parecía sumido en un profundo trance. Entonces comprendió.

- ¡ah!. Es usted...

La voz no venía de ninguna parte sino de la vieja rata.

- ¿Hola, ¿está ahí aún?.

- Siga mi voz señorita...

- Ok.- la chica cerró los ojos y se dejó llevar.

Su cuerpo fue llevado por una fuerza extraña, sin que la chica opusiera ninguna resistencia.

- ¿Ya lo ha encontrado- preguntó.

- Si. – le contestó la misma voz.- Pero... Está muy oscuro aquí... sigua mi voz o se perderá...

Muffy abrió los ojos.

Tardó unos segundos en convencerse de que los tenía abiertos: era tanta la negrura del lugar que no sabía si los tenía abiertos o cerrados...

Esperó escuchar la voz antes de moverse. Esperó varios minutos.

Nada pasó.

Todos observaban detenidamente, ora al maestro, ora a la chica sobre la alfombra. Ninguno de los dos daba señal alguna de vida.

Miguel sentía que sus párpados caían... las velas, la atmósfera, el incienso... lo habían hecho caer en la somnolencia, su cabeza caía sobre sus hombros...

De pronto, Splinter se sobresaltó, despertando abruptamente, casi perdiendo el equilibrio y respirando con dificultad.

Miguel también se sobresaltó y cayó al suelo asustado.

- ¿qué? ¿qué pasó?... – preguntó volviendo a sentarse. Todos miraron a Splinter en espera de una explicación. Éste los miró a su vez con una mezcla de temor y asombro...

- E-era... era tan oscuro... un lugar tan oscuro... y tan frío... Lleno de maldad. Sólo había maldad ahí: Quiere destruir, quiere matar, quiere eliminar todo lo que viva en la tierra. Es sólo eso... sólo odio...

Los demás continuaban mirándolo con extrañeza e inquietud, pero nadie lo interrumpió. Splinter bajó la mirada con tristeza.

- Intenté seguirla... pero fui expulsado. Una fuerza muy superior me impidió seguir. Me temo que de ahora en más, está sola allá adentro...

Muffy avanzó por la oscuridad.

Se miró a sí misma.

Ya no era esa extraña aparición semitransparente de hacía un rato. Ahora lucía exactamente igual que siempre.

Hacia mucho frío y estaba muy oscuro. Rodeó su cuerpo con sus propios brazos y caminó lentamente.

Si hubiera podido elegir, hubiera preferido dar media vuelta y huir.

- Te mataremos...

- Estas muerta...

- Sigue avanzando y te comeremos...

Muffy trató de no prestar atención.

Siempre era lo mismo, ya lo había visto antes.

Las voces asustan, tratan de hacer desistir, tratan de hacer que vuelvas por donde has venido... pero sólo eso.

Y casi siempre, sólo significaba que el camino era el correcto.

Siguió avanzando y tal vez fuera su imaginación, pero comenzaba a ver más claramente, cómo si la oscuridad se disipara un poco.

- No, no es mi imaginación... hay más luz por acá... – se dijo, avanzando con precaución.

Lentamente, el paisaje fue cada vez más claro... comenzaba a ver muros alrededor... muros de piedra, cómo si caminara por un túnel, o por antiguas catacumbas...

De pronto sintió que pisaba algo húmedo, había oído un chapoteo bajo sus pies. Bajo la vista y retrocedió espantada. Sangre.

El suelo estaba bañado en sangre.

Siguió avanzando. Sangre en las paredes, en el piso... trató de ignorarlo.

Frente a sí, ahora veía luz, luz verdadera: de alguna parte del techo de esa cueva en la que estaba, caía un rayo de luz, una luz increíblemente pura y luminosa. Era muy delgada y de apariencia frágil, pero bastaba para iluminar todo el lugar. A su alrededor la sangre lucía más roja y brillante.

Caminó hacía la luz y se puso justo bajo ella. Entonces una voz habló a sus espaldas.

- Si. Hay mucha sangre... pero nunca antes les había molestado...

La chica se paralizó. Sentía la voz muy cerca, junto a su oído. Intentó voltearse, pero junto a su cuello, rozando su piel, la hoja de una espada se lo impedía.

- ¿Leonardo?.- dijo. No podía verlo, pero sintió que se agitaba.- ¿Eres tu?...

- ¿Quien eres?... – preguntó con rudeza.- No te había visto antes... ¿por qué tomas esta forma ahora?.- la chica no contestó, pero alejó el filo de la espada con la mano. No hubo resistencia.

- No soy de acá. Lo sabes. O lo sospechas. Ninguno de ellos puede pararse bajo la luz, ¿verdad?.- a medida que hablaba, se volteaba lentamente.

Frente a sí encontró a otra de esas criaturas tortuga. Igual a aquella que habían encontrado en la tienda de April. Era igual, pero diferente.

Estaba de pie frente a ella, con la cabeza baja, con la mirada fija en el piso, con aspecto cansado y abatido. En una mano sostenía con fuerza una espada.

Avanzó unos cuantos pasos, cómo si ella no existiese y se dejó caer al piso. Allí permaneció sentado, aún sosteniendo la espada.

- Vete. No me engañarás otra vez.- Muffy lo miró unos segundos y luego se dejó caer junto a él.

- No, tu no entiendes. Tus hermanos me enviaron a ayudarte, ellos...

- Mis hermanos...- interrumpió el otro alzando levemente la voz.- mis hermanos están muertos. Los he visto morir... una y otra vez... – Muffy puso una mano en su hombro.

- No... no es así. Ellos están bien. Si me dejaras explicarte...- por toda respuesta, Leo rió irónicamente, sin apartar la vista del piso.

- ¡Te dije que no me engañarías!.

Muffy suspiró.

- Eres duro, ¿verdad, creo que esto nos va a tomar algo de tiempo.- Muffy se acercó aún más a él.- No sé que es lo hayas estado viendo, pero no soy una de ellos... piénsalo, ¿pueden ellos acercarse a ti en la luz?.

Muffy notó que bajo la luz ya no hacia frío y que era cálida y confortable.

- No lo sé... ya antes han tratado de engañarme para que la deje ... – Muffy lo miró extrañada. Leo apuntó con el dedo hacía algo frente a ellos.

- Apenas dejo la luz, él comienza a golpear esa puerta... sólo cuando estoy aquí la deja en paz.- Muffy observó que era lo que indicaba: una puerta negra de madera.

- ¿quién?.- pregunto ella.

- ¡¡¡No lo sé- Leo cerró los ojos con fuerza- ¡No se quien es!.- Muffy guardó silencio por un rato.

- Ah. Ya entiendo. ¿quiere que la abras? ¿verdad?.- Leo asintió en silencio. Muffy lo observó por unos instantes. Se veía triste y cansado. Puso una mano en su hombro, suavemente.

- Si... es por ahí por donde intenta pasar... sólo esa puerta le impide... ¿Hace cuánto que estas aquí?...- Leo enterró la cara en sus manos.

- Lo suficiente... – de pronto se volvió a mirarla, con los ojos desorbitados.- Mis hermanos... dijiste que estaban bien ¿es verdad? ¿no estás mintiendo?.

- Es verdad. Ellos me enviaron a ... – Leo la interrumpió dando un suspiro de alivio.

- Sabía que todo esto no podía ser real, todas esas pesadillas, una tras de otra... una enorme pesadilla de la que todavía no puedo despertar... – Leo se calló abruptamente y se volvió a mirarla nuevamente, con el ceño fruncido.- Escucha- Volvió a hablar.- todavía no sé si eres real o sólo eres producto de mi imaginación... pero espero que sea lo primero y que sea verdad lo que dices. No me importa nada más... sólo he visto cosas horribles desde que estoy aquí... me he visto haciendo cosas horribles... si dices que mis hermanos están bien, significa que nada de eso fue real tampoco ¿verdad?.

Muffy lo miró con tristeza, sin responder. Sabía que no todo de lo que había visto era una ilusión, había una parte real. Una parte muy real.

- Pero... antes, necesito estar seguro...- continuó.- debes decirme ¿eres o no real?...

Leo la miró fijamente, la chica asintió.

- Y mis hermanos te enviaron a buscarme... ¿no es así?. Si . Eso suena como algo que ellos harían. Ok. Te creo.- Muffy sonrió.- Y siendo así- continuó Leo.- ya no me importa nada más...

- ¿Qué quieres decir?.- preguntó Muffy sin comprender.

- Si la única forma de acabar con esto es saliendo de la luz... eso haré.

- ¡¿qué! ¡No! ¡espera- gritó Muffy al ver que Leo se ponía de pie.

- Sólo me quedaba porque creía que mis hermanos estaban en peligro aquí. Si están bien, no hay razón para quedarme. – Leo se volvió a mirarla.- No sé quien eres, pero tienes razón, ninguno de los otros logró pararse bajo la luz...

- Pero si dejas la luz, la puerta se abrirá... ¡morirás!

- No importa... nada de eso me importa ahora... cualquier cosa es mejor que esto...– Muffy se puso de pie y lo obligó a mirarla a los ojos.

- No puedes irte. Si dejas la luz, si te rindes, él abrirá la puerta, tu sacarás boleto de ida a la próxima reencarnación... y lo que está dentro de ti se liberará, se hará poderoso y lo destruirá todo ... entonces nadie podrá asegurar que tus hermanos sigan a salvo... – Leo la miró alzando una ceja, perplejo.

- No sé de que diablos estás hablando... ¿quién está dentro de mi?.- Muffy lo miró con pesar.

- Es verdad. No tienes idea de lo que está pasando. Vuelve a sentarte... por favor... Te lo explicaré todo... – Leo la miró en silencio por algunos momentos. Finalmente volvió a sentarse. Muffy le explicó, hasta donde ella podía suponer, cómo es que dentro de su cuerpo había un demonio tratando de absorber su alma.

Pero no le contó cómo el demonio había estado usando su cuerpo... Era mejor que no lo supiera de momento...

Después de la explicación, Leo parecía aún más confundido que antes.

Suspiró, bajando la mirada.

- Debo quedarme, entonces... Impedir que termine de apoderarse de mi. Eso ayudará de alguna forma ¿no es así? Después de todo, todo esto... todo esto ha sido por mi culpa... debo haberles causado muchos problemas a ustedes...

Por unos instantes, ambos guardaron silencio.

- No puedo vencerlo. He intentado luchar contra esto... esto lo que sea... pero no puedo. Lo siento...- Habló finalmente Leo, con voz cansada.

- Lo sé...

- Dime... – Leo se volteó a mirarla. Muffy sintió como si estuviera examinándola, cómo si pudiera ver a través de ella. Pero después cerró los ojos, con una sonrisa nerviosa.- Dime, ¿puedes expulsar a esta cosa de mi?.

- Bueno, yo...

Leo desvió la mirada, se volteó y le dio la espalda a Muffy, a la espera de una respuesta que ya adivinaba por la expresión de la chica. Ésta guardó silencio por largo rato.

Su mirada estaba clavada en el piso y cuando finalmente habló, lo hizo en una voz muy baja, casi un susurro.

- E-eso creía... al principio, creí que podría hacerlo... pero...- Muffy miró a su alrededor sintiendo un nudo en la garganta. Había tanta oscuridad... sólo esa pequeña mancha de luz impedía que el demonio se apoderara de todo. Era increíble que hubiera podido sobrevivir todo ese tiempo... – La verdad es que no estoy tan segura ahora.- De pronto se sintió increíblemente pequeña, diminuta, como un gusano tratando de comerse el cadáver del universo... eso era. - No puedo...- dijo al fin, más para sí misma que para Leo.- lo siento... yo... no sé que hacer...

De pronto, la realidad de ser sólo una muy débil chica de diecinueve tratando de salvar la vida de alguien más le golpeaba con demasiada fuerza.

Leo cerró los ojos con fuerza, apretando los puños...

Estando de espaldas, Muffy no podía verlo, pero podía imaginar su frustración. Sin embargo, cuando se volteó a verla, su rostro había adquirido una expresión de resignación.

- Esta bien...

- ¿Qué? ¿a que te refieres...? ¡No, ¡no está bien!... yo... – Muffy ahogó un sollozo. Iba a morir, ahora se daba cuenta de que si no podía hacer nada él moriría.- Lo siento... ¡lo siento mucho, yo...! es mi culpa, yo...- Muffy no pudo seguir hablando, escondió su cara entre sus manos, temblando.

De pronto sintió una mano en su hombro.

- No te preocupes... en serio. Te agradezco todo lo que has hecho por mi y por mis hermanos.- Leo la miró sonriente. Parecía sincero.

- No... es que no puede ser, yo... tiene que haber una solución, tal vez...

- Según lo que me contaste- la interrumpió Leo.- sólo queda una solución ¿verdad?.

- Si, pero no puedo permitir que...

- No... te... preocupes... – repitió Leo.- No tengo miedo de morir... – dijo tratando de sonreír ante la cara de angustia de Muffy.

Muffy lo miró consternada. Leo tomó aire.

- Mira, es más fácil de lo que crees: si mis hermanos van a estar bien, si el resto de las personas van a estar bien, no me importa en lo más mínimo... es un precio pequeño a pagar, después de todo, fue mi culpa, aunque en realidad ahora no recuerdo cómo sucedió todo exactamente... Pero es mi responsabilidad resolver esto... – ninguno de los dos dijo nada por algunos segundos.

- ¿Porqué?.- dijo al fin la chica casi con exasperación. Leo la miró extrañado.

- ¿porqué qué?

- ¿Por qué haces esto?.- Leo alzó una ceja.

- ¿qué estoy haciendo exactamente?...

- ¡Esto, ¿Por qué renuncias a tu vida así, tan graciosamente, como si nada ... es decir, nadie quiere morir, no puedes simplemente entregarte de esa forma, sin... sin protestar. ¿Es que quieres ser un héroe? ¿De que valdrá todo si te mueres?...

Leo la miró sin comprender por algunos segundos. Luego desvió la mirada y cerró los ojos, respirando profundo.

- No estoy buscando morir gloriosamente, si eso es lo que quieres decir...

- Escucha. Se que todo esto ha sido difícil para ti...

- ¿Difícil?... – Leo soltó una risita- No tienes idea de cuánto... pero tampoco eso importa ahora. En cuanto a ti... no debes permanecer más tiempo aquí, debes volver y decirles a los otros que si la única forma de acabar con esto es matando mi cuerpo, que lo hagan...- Leo se volvió a mirarla, todavía se veía cansado, pero parecía decidido.

Muffy lo miró sorprendida. Realmente esperaba encontrar a un tipo dispuesto a rogar por su vida. Esto era aún más difícil. La obligaba a buscar una solución, por muy desesperada que fuera...

No podía dejarlo ahí y seguir viviendo con su conciencia...

- Tal vez no haya que ser tan drásticos... – dijo después de unos minutos de silencio. Leo la miró sin comprender. Muffy lo miró a su vez, fijamente.- Mira, seré honesta contigo... no puedo librarte de esto. No sé cómo. Es decir, un par de cruces y unas oraciones no van a sacarnos de esta situación... Pero tampoco quiero perderte, esa es la cuestión: no puedo permitirlo... Tal vez para ti sea fácil jugar al héroe y sacrificarte y todo lo demás... pero para la gente que me envió por ti, no será nada fácil... ellos no soportarán perderte y no quiero ser yo quien les de la noticia... sin embargo, todavía persiste el problema: no sé como expulsar a este demonio de ti... tu no podrás combatirlo: la fuerza que utiliza para atacarte es la misma fuerza que extrae de ti... pero tal vez, aquí dentro, yo tenga más oportunidad que tu...

- N-no entiendo... ¿Que debo hacer, entonces?.- Muffy lo miró sin responder. Se echó hacia atrás, apoyando el peso de su cuerpo en sus codos, estiró las piernas y respiró profundo.

- Ah, si. Qué debemos hacer. Esa es la pregunta del millón de dólares... ¿qué debemos hacer?. Nos pasamos la vida preguntándonos lo mismo ¿para que? Si ya todo está decidido sin que podamos hacer nada al respecto. A ti nadie te preguntó si querías ser lo que eres... a mi nadie me preguntó si quería seguir los pasos de mi madre...por cierto mi respuesta habría sido un rotundo no... pero ¿qué puedo hacer yo? Nada, por supuesto. No sé quien es la mente maestra detrás de todo esto pero tendré unas palabras para él si algún día lo veo.- Muffy hizo una pausa suspirando.- Pero... nada de esto nos sirve para algo... Donatello tenía razón ¿sabes? Recuerda decírselo en mi nombre la próxima vez que lo veas: cuando la vida nos elige a nosotros, no tenemos nada que hacer, sólo cumplir con nuestro destino de la mejor forma posible... mientras antes entendamos esto, mejor. Si. Si hay algo que tengamos en común ustedes y yo, es que ninguno de nosotros tendrá oportunidad de vivir una vida normal. Sin embargo, como lo único que puedo hacer es elegir la mejor forma de llevar a cabo mi destino... eso es lo que haré. – Muffy respiró profundo y sonrió lánguidamente. Leo lo miró con extrañeza.

- No tengo idea de lo que estas hablando. En serio. Ni media palabra.- Muffy rió.

- Tu sólo confía en mi.

- Ni siquiera tengo claro quien eres.

- Sólo cierra los ojos, y... eh ... mándales saludos a todos...

- ¿Qué- Muffy se puso de pie y se inclinó sobre él, poniendo su mano sobre sus ojos, obligándolo a cerrarlos.

- Solo ciérralos, ¿ok, ¡ah! Y recuerda que todo lo que se hace se deshace de la misma forma... ahora ¿quieres cerrar tus ojos de una maldita vez?.- Leo no le quedó más alternativa que hacerlo.

Muffy suspiró aliviada.

- ¡Uf, creí que nunca lo haría. – respiró mucho más aliviada cuando descubrió que la luz no había desaparecido a pesar de que ahora estaba completamente sola. De inmediato, la puerta negra que había ante sí comenzó a saltar sobre sus goznes, como si fuera victima de terribles golpes...

- oh-oh. Supongo que llegó la hora... – Muffy se arrodilló en el centro del haz de luz y junto sus manos como si rezara.

De inmediato, otros cientos de puertas surgieron alrededor... de las paredes, suspendidas en el aire... todas luchando por abrirse.

Los minutos pasaban y la chica no daba ninguna señal. A simple vista, parecía profundamente dormida.

De pronto, registraron un leve movimiento en ella, a lo que se sucedieron pequeños espasmos... todos la observaban con ansiedad.

Repentinamente, abrió los ojos.

Raphael se adelantó, iba a hablar, pero una mano en su hombro le detuvo.

- Espera a que despierte completamente.- señaló el maestro. Raphael volvió a sentarse.

La chica permaneció perfectamente inmóvil, con los ojos abiertos de par en par, con las pupilas contraídas.

Contenía la respiración y su rostro estaba congelado en una expresión de temor y asombro.

April puso una mano en su hombro, delicadamente. De inmediato la chica se volvió hacía ella, con terror. April retiró la mano rápidamente y retrocedió sorprendida.

La muchacha se sentó de sopetón.

Los miró de uno en uno, con la misma expresión aterrorizada.

- Tranquila... – dijo suavemente el maestro.- somos nosotros... ya estas a salvo...

Sin embargo, las palabras del maestro tuvieron el efecto contrario al que él esperaba.

La chica dio un salto, poniéndose de pie y alejándose de los otros.

Éstos, aturdidos, sólo la siguieron con la mirada.

- ¿Qué quieren? ¡¿qué quieren esta vez!.- casi gritó la chica. De inmediato su rostro volvió a cambiar. Ahora parecía sorprendida. Cubrió su boca con su mano. Luego miró su mano, la paseó frente a sus ojos... estos se abrieron aún más antes de dejar escapar un grito y caer al suelo de rodillas.

Los demás se pusieron de pie y comenzaron a acercarse.

- ¡No!... ¡No se me acerquen...- la muchacha volvió a alarmarse, cómo si el escuchar su propia voz la asustase. Luego se volvió a mirarlos a todos.-¡¿qué me hicieron!... ¡¿por qué mi voz...!... ¡¿en qué me han transformado!.

Todos la miraron de hito en hito, sin comprender.

- ¿Transformado?... ¿de que estas hablando? – dijo Miguel cruzando los brazos y encogiéndose de hombros.

El maestro se detuvo junto a Miguel y observó a la muchacha con severidad.

Luego comenzó a acercarse resueltamente.

- ¡Aléjate! Sé que no eres real...- gritó la chica.- Los he visto muchas veces... Me han engañado muchas veces, pero no será así de nuevo...

Ninguna de las palabras de advertencia de la muchacha afectó al maestro. Casi estaba frente a ella.

- No te haremos daño... cálmate. – La muchacha no respondió, trató de ponerse de pie, pero volvió a caer. Una vez en el suelo comenzó a retroceder torpemente.

Sin mucho esfuerzo, el maestro llegó hasta ella. La chica se paralizó.

Splinter estiró una mano, tratando de alcanzarla. La chica la rechazó de un manotazo.

El maestro suspiró y pacientemente volvió a ofrecérsela, mirando fijamente a sus ojos.

La chica lo miró en silencio.

- ¿r-realmente... es usted?... ¿realmente es el maestro...- parecía a punto de ponerse a llorar.

Splinter asintió, acercándose aún más. Parecía afligido...

Esta vez la chica no hizo ningún intento por rechazarlo y permitió que se arrodillara frente a ella.

El maestro tomó su cabeza entre sus manos y la observó detenidamente, con cierta tristeza.

El resto observaba la escena con curiosidad. Entonces el maestro habló.

- Leonardo, ¿eres tu- preguntó.

La chica asintió en silencio.

April, Miguel, Don y Raphael, todos juntos, ahogaron un grito, quedando boquiabiertos y congelados...

Solamente Raphael fue capaz de hablar.

- Ma... Maestro? – dijo señalando a la chica.- ... Cre- creo que hablo por todos cuando digo, y permítanme expresarlo delicadamente, ¡¡¿QUÉ DIABLOS ACABA DE PASAR AQUÍ!.- Miguel se adelantó y se detuvo junto a Raphael.

- Estoy completamente de acuerdo con él... es Muffy, ¡no Leo, pero usted la llamó Leo, entonces ¿es la chica, o tal vez...

El maestro cerró los ojos, liberando un profundo suspiro.

- Creo que esto será algo difícil de explicar... desde que ni yo estoy seguro de entenderlo completamente... – Todos agitaron sus cabezas afirmativamente.

El maestro puso una mano sobre el ahora Leo, quien ocultaba su rostro entre sus manos.

- Creo que lo que ocurrió fue que Leonardo no era capaz de vencer al demonio... la señorita Simmons sí... Así que...

- Así que hizo el cambiazo... – Terminó Miguel con expresión de fascinación sin poder apartar los ojos de la chica.

- Ok... – Raphael trataba de recuperar el aliento a medida que hablaba.- Aquí es donde todo se vuelve raro... o sea que esa de ahí, en realidad es...

Por toda respuesta, el maestro asintió.

Raphael sujetó su cabeza y gruñó, dando media vuelta.

- No puedo creerlo, es que no puedo creerlo... es genial... verdaderamente genial...

- Oh... – gimió Don.- esto es tan malo en tantos niveles...

Todos se paralizaron expectantes al oír una vocecita. Se volvieron a ver a Muffy-ahora-Leo.

- Esa señorita de la que hablan... – La voz de Leo les llegó ahogada, amortiguada por las manos con las que cubría su rostro. Era la misma voz de Muffy, sólo que más profunda, sin ese toque chillón al que ya estaban acostumbrados. - ... ¿es una chica joven, de pelo rubio... con un horrible sweater y gafas?...

- Como la que traes puesta, hermano... – respondió Miguel, recibiendo un golpe justo en el estomago por parte de Donatello.

Leo levantó la mirada. Tenía los ojos desorbitados.

- Entonces... entonces... fue real. Todo eso fue real. Todo lo que me contó... es verdad... esa chica... intercambio cuerpos conmigo... – mientras hablaba, Leo observaba sus manos y el resto de su cuerpo con expresión de asombro y temor.- Entonces... ¿está aún en ese lugar?... ¿se quedó dentro?... ella... – Leo trató de ponerse de pie, pero volvió a caer.

- Cálmate... respira profundo.- escuchó decir al maestro.

- No puedo... ¿cómo podría..., tengo que... tengo que hacer algo... yo...- cerró los ojos con fuerza.

De pronto, entre destellos de luz, trozos de recuerdos se agolparon en su cabeza...

Como partes de una película... se reconocía en ellas, pero no recordaba las escenas... cómo si fueran recuerdos de alguien más...

- Entonces... ¿Todo fue real?... ¿no fue un sueño? ... no. No lo fue. No lo fue, ¿verdad? – se volvió a mirar a los demás con angustia.- ¡¡nada fue un sueño- gritó.- ¡¡fue real!.- de golpe, todo volvía a su cabeza...

Leo se puso de pie y se tambaleó, intentando caminar. Pasó junto al maestro sin que éste intentara detenerlo.

Cada escena, cada situación, se ubicaba en su sitio formando un cuadro completo, despejando su mente, mostrándole toda la verdad.

Unos cuantos metros más allá volvió a caer al piso. Allí se quedó, inmóvil, de rodillas.

Un horrible y prolongado grito escapó de él.

Los demás intentaron acercarse, pero el maestro se los impidió.

- T-toda esa gente... – La voz de Leo era apenas audible, entre sollozos. Se abrazó a sí mismo, ocultando su cara entre las rodillas.

Raphael intentó acercarse una vez más... sabía lo que pasaba, todos lo sabían. Pero el maestro se lo volvió a impedir. Raphael lo miró furioso, pero desistió al ver su expresión.

Splinter bajó la mirada.

- No hay nada que puedas hacer ahora... – Dijo en un hilo de voz.

Raphael iba a responder, pero Leo acababa de colapsar sobre el piso.