XI- La espada.
- Alguien debería sugerirle que tomara un descanso ¿no creen, lleva casi seis horas seguidas en eso...
- Bien, tu serás el primero en intentarlo...
- Es inútil, jamás logrará poner ese cuerpo en forma en un día...
- Lo hace mejor que al principio...
- Apenas.
- Creo recordar que pudo tirarte... – Raphael lo miró de reojo.
- Eso fue suerte, y ni siquiera tenía intenciones de lastimarlo. Esos truquitos baratos no le servirán de nada en un combate real...
- Para eso estamos nosotros.
- Ni siquiera debería estar ahí...
- Bien, tu serás el primero en intentar impedírselo...
Cada músculo de su cuerpo se resistía ante los movimientos, movimientos que, de seguro, no había realizado jamás.
Con cada movimiento los forzaba a niveles totalmente desconocidos para ellos.
Era doloroso.
Podía no ser su cuerpo, pero el dolor era todo suyo.
De todas formas, había avanzado mucho.
En unas cuantas horas, había ganado mucho en flexibilidad y agilidad.
Por un momento pensó que en realidad no le estaba enseñando nada nuevo a ese cuerpo, que sólo lo estaba despertando... si tuviera un par de años para trabajar con él, podría ponerlo a su nivel o incluso más allá.
Pero sólo tenía un día y todavía estaba lejos de recuperar su máximo potencial.
Mejor se hacía la idea de que no lo lograría.
Las Katanas, en un rincón, se burlaban de él. Apenas si podía sostenerlas.
Demasiado pesadas las dos, apenas si lo lograba con una. En un pelea real, serían más un estorbo que otra cosa.
"Maldición".
En ese instante, April hizo su entrada en la guarida. Venía cargada de bolsas y paquetes.
- April, déjame ayudarte con eso... –April casi dejó caer los paquetes, hacía sólo unos segundos atrás, había visto a Miguel frente a ella, ahora estaba de pie a su lado. Siempre hacía lo mismo.- permíteme, estas bolsas de provisiones son tan pesadas para ti...
Sin esperar su respuesta, Miguel tomó las bolsas del súper y huyó con ellas a la cocina.
¡Las papas fritas son mías! – Gritó Don saltando sobre el sofá y siguiendo a Miguel hasta la cocina. Tras él venía Raph.
¿Algo de comer- Preguntó a April. Ésta lo miró extrañada pero asintió. Raphael dio media vuelta y se metió en la cocina. April miró a Leo pero éste se encogió de hombros.
- Da miedo ¿no, de todas formas, no cocina mal... – April se acercó a él y se sentó en el piso, dejando sus paquetes a un lado. Sonrió.
- Y¿qué hay de ti, te ves preocupado... – Leo suspiró y sonrió a su vez.
- Lo estoy.
¿y cuando...?
Mañana. Mañana es el día.
¿dónde...?
Sólo hay un lugar en el que puede estar...- le interrumpió Leo antes de que pudiera completar la pregunta.- Y créeme, nos está esperando... me está esperando...- agregó en voz baja.
April lo miró un segundo, con preocupación. Leo fingió no notarlo y miró hacía otro lado, nuevamente tratando de apartar su cabello del rostro.
- Ten, toma esto... – April le acercó una banda elástica de colores, Leo la miró con curiosidad por unos segundos hasta que comprendió su utilidad.
- Gracias. He estado a punto de arrancármelo a tirones. – diciendo esto, se tomó todo el pelo y se lo ató en una cola de caballo.
- Eso no le gustaría mucho a Muffy... – El rostro de Leo se ensombreció.
- Tu la...
- No, no. apenas si tuve tiempo de hablar con ella... – April bajó la voz.- espero que esté bien. – Leo no respondió por algunos segundos.
- Yo también lo espero.
Por un rato, ninguno de los dos dijo nada. De pronto April se dio cuenta de que sólo lo estaba preocupando de más. Trató de sonreír.
- Mira...- dijo alcanzándole una bolsa de plástico.- te traje lo que me pediste.
¿si?
- Si, el que creyó que los jeans eran la tela más cómoda no conocía esto... te será más fácil moverte con esta ropa.
Leo recibió un bulto negro que estiró frente a sí.
- Genial... ya que los otros están por allá... – rápidamente, con los ojos cerrados, se quitó los jeans y el sweater mientras April lo observaba con curiosidad, en su lugar se puso el traje de April.
¿Tu usabas esto?
- En la escuela, para clase de gimnasia... – era un traje negro, de cuerpo entero de una tela muy flexible. Leo ensayó un par de movimientos.
- Es mucho más cómodo, es como si no llevara nada... – April sonrió satisfecha. Accidentalmente sus ojos se posaron en las Katanas abandonadas en un rincón. Automáticamente fue hasta ellas.
¿Y que tal te va con el "re-entrenamiento"- diciendo esto, las levantó, blandiéndolas a los lados. Leo suspiró.- ... Comprendo. Las dos son muy pesadas para una chica... pero hasta yo puedo manejar una de ellas. – dejando una espada en el piso, April se concentró en la otra, sujetándola con ambas manos. Leo la miró con curiosidad, luego se hizo a un lado, dejándole espacio, sin dejar de observarla.
April avanzó un poco, un pie delante del otro. Tomó aire. Alzando la espada, la hizo girar sobre su cabeza, sujetándola con ambas manos y descargando un golpe hacia delante con un grito. Leo alzó una ceja.
En un rápido movimiento, dio un medio giro, cortando el aire a su alrededor, para terminar en una elegante inclinación hacia delante, con una pierna completamente estirada y la otra flectada.
April se incorporó con una sonrisa.
- Nada mal¿eh, creo que he mejorado bastante... - Leo la miró inexpresivamente.
- Muy bonito, si. Pero muy lento. Desbalanceado. No estas siguiendo el ritmo de tu respiración... – a medida que hablaba, levantaba la otra espada del piso.- pero... si. Has mejorado. – April lo miró un segundo con los ojos entrecerrados.
¿Sabes, Donatello tenía razón acerca de ti... – Leo sonrió.
- Me imagino por qué. Él tampoco lo hace bien y eso que te lleva años de ventaja... sigue practicando, lo dominarás...- April sonrió.-... en unos cuantos años.- la sonrisa de April desapareció.
Leo blandió la katana y repitió el mismo movimiento de April. Al terminar la arrojó lejos con un bufido de frustración.
April lo miró sin comprender. Para ella, cada movimiento había sido perfecto.
- Las muñecas se doblan por el peso, el movimiento no fluye naturalmente, desperdicio mucha energía... no se siente bien. Tal vez si tuviera más tiempo... pero no es así...
- Tal vez lo que necesitas es un arma más liviana...
- Si... supongo que podría usar un bo... pero... – No tenía tiempo para quejarse, lo sabía. Pero sólo había un arma con la que se sentía cómodo.
¿Y que tal esta?.- April revolvió entre las cosas que traía y sacó algo alargado envuelto en un trozo de terciopelo rojo. Leo la miró extrañado, pero recibió el objeto y quitó la tela que lo envolvía. Sus ojos brillaron.
¿De dónde sacaste esto?. – April sonrió.
¿te gusta?
- Es... perfecta. – la tela cubría una hermosa espada, más pequeña y mucho más liviana que una katana. La hoja era de un metal casi negro y a la luz reflejaba unas extrañas inscripciones en anagramas. Al final de la empuñadura traía atada un trozo de tela roja.- ... debe ser antiquísima, el metal ha sido forjado y reforjado varias veces, eso es seguro... pero el filo... está intacto... ¿tu le das mantenimiento, esta como nueva... ¿cuántos años tiene? – April negó con la cabeza.
- Era de mi padre. Era un objeto muy preciado para él por eso nunca la puso a la venta. De hecho, había estado perdida durante un montón de años, hace poco la encontré entre unos cachivaches, por pura casualidad...A veces la uso para practicar, pretendía conservarla, pero las cuentas, tu sabes... estaba pensando llevarla donde un curador, para que determinara su edad y la valuara... todo lo que sé es que es...
- China. ¿no es así?... esta escritura es china... – April asintió.
¿sabes lo que dice- Leo acercó la espada a sus ojos y la miró con detención, frunciendo el ceño, April aguardaba expectante...
- Ni idea... – Leo sonrió encogiéndose de hombros.- Quizás el maestro pueda leer estas inscripciones.
- Según mi padre, esta espada perteneció a una guerrera china, hace miles de años... decían que tenía ciertos poderes... pero todas las leyendas de espadas dicen lo mismo...
¿Has notado como brilla? – April alzó una ceja y se aproximó a la espada.
- Tienes razón. ¿porqué no me había dado cuenta antes?.
- Es casi imperceptible, pero es como si el brillo viniese de adentro... cómo si fuera radioactiva... ¿me la puedo quedar?
- Te la presto.- Leo no le prestó atención y comenzó a blandirla, pasándola de una mano a otra.
- Es realmente liviana... - Leo lanzó una estocada hacia delante.- ... pero fuerte.
- Tienes claro que sólo es un préstamo¿verdad?
- Gracias April, en serio, esto será de gran ayuda, nunca lo olvidaré...- A medida que hablaba, Leo se alejaba de April, en dirección a la escalera que daba al segundo piso.
- Tienes que devol...
- Me será de mucha ayuda... jamás olvidaré tu desinteresado gesto...
¡Leo! – pero cuando se dio cuenta, ya no estaba ahí.
- Detesto cuando hacen eso...
- Te diré una cosa, será un trato, sólo entre tu y yo...
- Basta...
- Oh, por favor, yo no hago esto todo el tiempo, deberías escucharme al menos...
- No me interesa...
- Si, sí te interesa. Ese es el problema, temes que si sigues escuchando, te interese aún más... – la chica no respondió, el extraño sonrió.
Lentamente caminó hasta el circulo de luz, sentándose justo en el borde, frente a la chica.
Muffy permanecía en el interior, con las piernas cruzadas y la frente apoyada en las palmas de las manos, su cara se ocultaba tras mechones de pelo.
El extraño acercó su rostro todo lo que le era posible, evitando la luz. Habló lentamente.
- Sé que eres especial... puedo reconocerlo. Lo supe desde la primera vez que nos vimos, allá en el altar. Creo que hasta tenemos un par de cosas en común... No te gusta esto¿verdad?. A ninguno de los dos nos gusta. Eso también lo sé. Pero tu al menos tienes la oportunidad de elegir... – la chica levantó la vista.
¿qué quieres decir?
- Que te voy a dar la oportunidad que a mi nunca me dieron... tu, al igual que yo, estás condenada a un destino que no elegiste. Nadie te dijo el porqué, nadie te dio alternativas. Pero eso no tiene que ser así. Yo voy a darte alternativas. Escucha niña, escucha con atención, los humanos están demasiados acostumbrados a obedecer, sin siquiera pestañear, a ser instrumentos, a entregarse tan graciosamente a su destino... pues yo no lo acepto y sé que tu tampoco lo aceptas, por eso debes resistirte y tomar el control¡ deja este cuerpo ahora, y cuando despiertes por la mañana todo no será más que un sueño, no recordarás nada y nadie te recordará a ti... así, amiga, serás libre...
¿No recordaré nada?
- Te lo prometo. Sin culpas, sin remordimientos, seguirás con tu vida exactamente donde la dejaste... podrías seguir viviendo con papá...
¿pap�?
- Considéralo como un bonus...
- Eso sería increíble...
- Si...
- El problema es que... no sería real. Tienes razón, odio todo esto... pero si hay algo que odio más, es a los llorones¿no pretenderás que me esté quejando toda la vida¿verdad?. Ahora, si me lo permites, tengo un trabajo que hacer...
La espada era realmente grandiosa. Parecía haberle devuelto la energía...
Hora tras hora, pasó de las katas más simples a los movimientos más complejos, tratando de repasar en una tarde años de entrenamiento.
Cuando se detuvo, sus músculos estaban hinchados: demasiados ejercicios por más tiempo del recomendable... se sobre exigió antes, pero ahora estaba claro que no podría continuar sin lesionarse.
Ahora necesitaba una ducha caliente.
Junto con este pensamiento, llegaron hasta él voces y gritos desde la planta baja.
¡Eh¡chicos¿dónde están todos¿qué pasa aquí, me voy por unos días y esta ciudad está más muerta que una bota...
Oh no.
April, Raphael, Don y Miguel se voltearon a saludar al visitante. Leo trató de escabullirse silenciosamente por la escalera, lo que menos quería en ese preciso instante era encontrarse con...
¡Hey¿pero que tenemos aquí?...
Casey.
Antes de que nadie pudiera impedírselo, Casey ya estaba junto a Leo. Éste lo miró con fastidio, luego miró a April. Ésta se encogió de hombros.
- Lo siento, no tuve tiempo de explicarle nada... – susurró.
¡Hola lindura¿qué hace una chica como tu en una alcantarilla como esta?... Leo lo miró con cansancio.
- Casey...
¡Me conoces, seguro habrás oído de mi... ¡y tienes los ojos azules¡me encantan los ojos azules!...
- Casey...
- ... Aunque te ves un poco joven... bueno, pero quien soy yo para ponerle edad al amor... – diciendo esto pasó un brazo alrededor de Leo.¿qué dices si tu y yo nena salimos a dar una vuelta por ahí y nos conocemos mejor, este lugar es muy deprimente... – Leo miró a los demás, buscando ayuda: todos a excepción de April apenas si aguantaban la risa. April, por su parte, se cruzó de brazos y miró hacía otra parte.
- Déjalo, se lo tiene merecido... – murmuró. Leo suspiró.
- Qué montón de... escucha Casey, detente ahora antes de que te arrepientas de todo lo que vas a decir...
- Ooohhh, una nena dura ¿eh, me encanta cuando juegan a hacerse las difíciles... – Leo dejó caer los hombros, entornando los ojos.
¿Cómo es posible que seas tan...- Casey atrajo a Leo hacía sí y prácticamente lo arrastró en dirección a los otros.
¿Dónde la tenían escondida chicos- Miguel no aguantó más y estalló en carcajadas. Raphael gruñó. Don comenzó a reír también y la cara de Leo se fue poniendo cada vez más roja...
- ya suéltame... ¡tarado!. – Leo tomó el brazo de Casey y se impulsó hacia delante. Segundos después, Casey volaba sobre su cabeza en dirección al piso... ahí permaneció por algunos segundos.
- Una dama simplemente habría dicho "no gracias"...
- No soy la típica dama...
Raphael se inclinó sobre él, con una sonrisa malévola.
- Veo que tienes el encanto de un cactus... eres todo un Don Juan¿eh?...
- Cállate fenómeno...
- Pero no es toda tu culpa...
¿ah no?
- No... pero es una larga, larga historia...
Una larga, larga historia después.
¿QUÉ!
- Eso fue lo mismo que pensé yo... – Casey pasó por encima de Raphael y miró a Leo con los ojos a punto de salirse de sus orbitas. Lo tomó por los hombros y lo atrajo hacía sí.
¿De verdad hay una tortuga ahí dentro- Como pudo, Leo logró zafarse de él.- debo decir que... ¡ me gustas más así!...
- Tal vez te guste más volver al piso... – Por la expresión de Leo, Casey no se atrevió a decir nada más.
- Pero en algo tiene razón Casey... la única vez en que Muffy se ve bien... ¡y ni siquiera es ella!
- Quieren dejar esto de una vez... – Leo se puso de pie, antes que nadie pudiera decir nada y dejó la habitación dejándolos en silencio. Ya era bastante malo así como estaba como para que los demás hicieren un chiste de todo... bueno, en realidad, de cierta forma... todo eso no era más que un gran y elaborado chiste. El problema es que no le causaba la menor gracia.
Fue hasta el cuarto de baño, encendió el agua caliente de la ducha, con su misma bandana se vendó los ojos, se quitó la ropa y se paró bajo el agua.
Por unos segundos, no hizo el menor movimiento, dejando que el agua caliente se llevara todo el dolor de su cuerpo...
"Leo"
Irguió la cabeza, con la clara impresión de que alguien decía su nombre, pero sólo podía oír el ruido del agua cayendo. Además, nadie más estaba ahí, podía sentirlo.
"Leo"... ahora si no había ninguna duda...
Podía oír claramente su voz.
¿Muffy?... – murmuró.¿eres tu?... – pero sólo el agua que caía le respondió.
