Si, lo sé, la historia se ha puesto un poco rara... pero sigan conmigo, todo tiene una razón de ser y la conclusión ya está muy proxima...

XII- El altar.

La luz parecía ahora más brillante, como si de pronto hubiese cobrado vida, abrazándola, envolviéndola, como si fuera algo vivo, enroscándose a su alrededor...

Se puso de pie... por alguna razón, ya no sentía miedo...

.- No puedes pelear conmigo... lo sabes.- Escuchó la voz del demonio.

.- Ya no estoy tan segura... – La luz era algo sólido, algo cálido que respiraba y se movía al compás de su respiración, extendiéndose a su alrededor cómo si fuera una extensión de su propio cuerpo... – tú sabes porqué nunca pudiste traspasar esta luz... tu sabes porque no puedes traspasarla ahora... tan poderoso que te crees, pero ni siquiera sabes lo que es¿no lo sabes, verdad, no entiendes porqué sigue aquí aunque él ya no esté...– Muffy comenzó a caminar, saliendo del circulo de luz... – Creíste que sería fácil de dominar... te equivocaste. No pensaste que estuviera tan lleno de bondad, de amor, no pensaste que despreciara tanto su vida por los demás a quienes ama... no creíste que pudiera sacar tanta fuerza de eso y sobrevivir a pesar tuyo...

.- ¿De qué estás hablando?...- El hombre retrocedió unos cuantos pasos, sonriendo nerviosamente, tratando de mantener su expresión de confianza, incluso al ver cómo Muffy salía de la luz y que ésta la seguía, haciéndose más brillante, extendiéndose conforme ella avanzaba, envolviéndola, respirando a su mismo ritmo, una respiración cálida...

.-Y sigue aquí, conmigo... esto es lo que hay en su interior... y sigue aquí y seguirá por siempre, porque al igual que él, nunca dejará de proteger... eso es lo que él hace, eso es lo que hace ésta luz... – Muffy dejó que la luz la invadiera, parecía entrar por su cuerpo y salir, su cara y sus manos brillaban. Cerró los ojos... la luz era parte de sí misma, podía hacerla crecer aún más...

El hombre retrocedió y cayó al suelo, con la boca abierta ante lo que veía...

"Debes venir aquí... debemos hacerlo juntos. Podemos hacerlo si estamos juntos"...

.- ¿Dónde estas?.- preguntó Leo en voz alta, podía sentir la voz de la chica en su cabeza, podía sentir su presencia, pero no sabía de donde provenía...

"ambos podemos expulsarlo... pero necesitamos estar juntos"... continuaba la voz, luego una luz brillante le cegó bajo los párpados y abrió los ojos de golpe, respirando agitadamente.

Todo lo que vio fue la luz del cuarto de baño filtrada por la tela azul de la bandana que le cubría los ojos.

"Pero ten cuidado."

Escuchó. La voz seguía ahí. Instintivamente movió su cabeza en busca de su procedencia, pero pronto comprendió que no venía de la habitación misma, sino de otro lugar, un lugar lejano...

Respiró profundo, cortando el agua de la ducha.

"Te está esperando"

Sin quitarse la venda, se secó y vistió...

"Te quiere ahí tanto como yo"

Esperó unos cuantos minutos más, de pie, inmóvil, pero la voz no volvió a hablar y la presencia se desvaneció poco a poco.

. -Así que aún estás bien... – susurró finalmente, respirando aliviado.

Y ahora sabía dónde encontrarla... vio el altar en su cabeza, en un edificio alto, en un salón de mármol... no podía estar en ninguna otra parte...

"Todas las cosas se deshacen de la misma forma en que se hacen"... en esas palabras estaba la clave para que todo volviese a la normalidad, para reparar el error que había cometido.

Tomó la espada y se dirigió sigilosamente hacía la salida de la guarida, solo.

Así era como debía ser. De nada servirían los demás, debía hacerse cargo sólo.

Afuera estaba oscuro y corría un aire frío...

Por unos instantes, sólo permaneció de pie en la calle. Era la primera vez que podía salir al exterior sin tener que correr de sombra en sombra para ocultarse. Deseó tener más tiempo para disfrutar de la sensación, pero había algo que debía atender primero...

Alguien a quien debía ver, alguien que le estaba esperando, que podía verlo, que podría encontrarlo aunque intentara ocultarse. Alguien con quien debía ajustar cuentas.

Reflexionó un instante. No sentía miedo. Por primera vez en lo que le parecía una eternidad, se sentía realmente despierto. Las cosas parecían reales, con sustancia, no borrosas e inconsistentes, no partes de un sueño...

Ya no estaba atrapado en la ilusión del demonio, ahora era real, estaba de vuelta en la realidad.

Sintió frío.

Había tenido la vana esperanza de que todo cuanto había ocurrido en su cabeza, las horribles visiones, las pesadillas, todo aquello, no hubiere sido más que una ilusión... pero no era así, había una parte real, una parte muy real.

El demonio había utilizado su cuerpo para hacer daño, para matar, para hacerle daño a los que amaba... cerró los ojos con fuerza.

Sabía que los demás no lo culpaban por ello, y tal vez él mismo no debía culparse: se había enfrentado a una fuerza superior, un oponente al que nunca vio con claridad, uno que lo había engañado y confundido... simplemente había sido superior a sus fuerzas... había perdido. Había sido débil.

Respiró profundo y su mirada se perdió en la inmensidad del cielo azul marino, enmarcado por as cimas de los edificios.

"La responsabilidad por los hechos que nos afectan sólo la podemos encontrar en nosotros mismos", se dijo.

Podía racionalizar todo el día, convenciéndose de que no había tenido nada que ver, pero sabía que eso no era cierto. Sabía que él tenía la culpa, sabía que era él el responsable. No había nadie más a quien culpar, sólo a él.

Y tenía las imágenes de toda esa gente muriendo por sus espadas en su cabeza para recordarlo.

Un pequeño presente del demonio, pensó.

La realidad tenía su lado malo, después de todo. En la realidad no podía engañarse a sí mismo, no servía ser autoindulgente. En la realidad la verdad era contundente y aplastante. La verdad venía sin anestesia.

A su alrededor, la ciudad estaba sumida en las sombras, no en una oscuridad intensa, sino levemente iluminada: la hora en que día y noche se unían, luchaban entre sí y finalmente el azul oscuro de la noche era desplazado por una blanca luminosidad... sólo que esta vez, el tiempo parecía haberse detenido... ya debía haber amanecido, pero el cielo continuaba a oscuras, profundo, como si quisiese tragarse a toda la ciudad...

No le costó trabajo encontrar el edificio, a pesar de que jamás había estado ahí... al menos no que lo recordase...

Lanzó gruñido de frustración.

No era cierto, sí había estado ahí antes... recordaba haber entrado, por la puerta principal... la gente se había vuelto a verlo, alarmada... recordaba haberlos cortado y destajado...

Por un segundo se sintió débil, incapaz de caminar... sí, habían sido sus propias manos y ahora cada recuerdo estaba vividamente fijado en su cerebro...

Con un enorme esfuerzo de voluntad, obligó a sus piernas a caminar y avanzar hacia la puerta. Se detuvo frente a ésta e inclinó la cabeza hacía atrás, observando el edificio hasta la cima del mismo.

Allá estaba, podía sentirlo... casi podía verlo.

Muffy estaba ahí también. La sintió en su interior, junto con la repentina la urgencia de llegar hasta allá arriba.

Se abalanzó hacía la puerta, pero no alcanzó a dar más que un par de pasos cuando un tirón en su hombro lo jaló hacía atrás.

.- ¿Se puede saber que demonios estás haciendo?- dijo una voz grave en su oído.

.- Si, hablando de demonios¿por qué no nos esperaste? Es decir, no es que me muriese de ganas por venir, pero... – la voz de Miguel le siguió.

Leo se volvió a enfrentarlos, con el ceño fruncido y se encontró con la cara sonriente de Don.

.- Ay, por favor¿que esperabas que hiciéramos¿que nos sentáramos a esperarte...?- Los ojos de Leo fueron desde su cara hasta su brazo en el cabestrillo. Don se dio cuenta e instintivamente intentó apartarlo de su vista. Leo dio un resoplido de impaciencia.

.- Ustedes no deberían estar aquí...

.- ¡Ah, ahórrate las tonterías ¿quieres?.

.- Estoy hablando en serio Raphael...

.- ¿Y yo estoy comiendo papas fritas?...

.- Yo puedo hacer esto sólo... – Los tres se miraron entre sí y luego se volvieron a mirarlo a él. Leo volteó los ojos al cielo. – OK, si.. sé que es difícil de creer... pero, hay mucho aquí que ustedes no entienden, hay otras cosas en juego, fuerzas desconocidas, cosas que...

.- Si, si, si... ¿cuántas veces no hemos escuchado lo mismo?- Diciendo esto, Raphael pasó junto a él camino a la puerta del edificio.- Siempre es un peligro mortal tras otro...

.- Si, además mira el lado positivo... – Agregó Miguel, siguiendo a Rapha, seguido de cerca por Don, todos pasaron junto a Leo sin siquiera prestarle atención.

.- ¿Lado positivo¿cuál lado positivo?

.- Siempre había querido luchar contra un demonio malévolo que quiere apoderarse del mundo...

.- ¿De verdad¿tan aburrida está la TV.?

Pronto, los cuatro estuvieron frente a la puerta del edificio.

.- ¿Es idea mía o éste lugar está ligeramente más espeluznante que la ultima vez que estuvimos aquí?

.- Es idea tuya, Miguel...- contestó Don, pasando junto a él.

.- Oh.

.- No está "ligeramente", está "enteramente" más espeluznante...

.- Genial.

Leo les hizo una seña para que guardaran silencio. A la puertas del edificio, incluso para Miguel y los demás, era posible sentir esa extraña atmósfera... al atravesar el hall de entrada, una densa bruma los envolvió.

Leo sintió frío. Miró a su alrededor y vio sombras paseándose entre la niebla, flotando en ella. Cuando intentó acercarse, desaparecieron, sólo para reaparecer en otro sitio.

Las sombras comenzaron a rodearlos, podía distinguir sus ojos apagados entre la bruma que inundaba el hall.

Se volvió a ver a los demás. También ellos las habían visto, miraban a su alrededor con temor, sosteniendo con más fuerzas sus armas.

.- ¿Qué son...?- Preguntó Don en un susurro, pero nadie le ofreció una respuesta.

Incluso Rafael parecía nervioso, hurgando en la oscuridad inquieto... detestaba no ver a los ojos a su enemigo y todo esa atmósfera de tensión solo lo ponía más ansioso.

Continuaron adentrándose en el edificio sin que nadie intentara detenerlos, aunque cientos de ojos brumosos los seguían con atención. Casi involuntariamente, los cuatro avanzaron en un estrecho grupo, espalda con espalda.

.- Alguien aquí no sabe usar el aire acondicionado... – murmuró Miguel.

.- Tenemos que llegar al altar.- dijo Leo, en voz baja, sin emoción. Incluso hablando con la voz de Muffy, todos podían reconocer ese tono de voz, el tono que empleaba cuando en su mente sólo había un objetivo, sin dejar espacio para las dudas o las vacilaciones. El tono de voz que le indicaba a Miguel que era mejor que se guardase sus chistes para otra ocasión y se concentrara en lo que debían hacer.

El altar. Ese era el nombre que le había dado la misma Muffy, la primera vez que descubrieron los objetos. Había dicho que ese era el lugar que el demonio había elegido para abrir su puerta al infierno. Ese era el lugar preciso en el cual la llave debía accionarse, en el ultimo piso de ese edificio.

La ultima vez que estuvimos aquí,- comenzó Don.- la única forma de subir era por las escaleras y... – antes de que Don pudiera terminar la frase, un rayo de luz los iluminó: la puerta del ascensor acababa de abrirse y en medio de la oscuridad del hall, era la única luz visible. Todos permanecieron en silencio por varios segundos observando la puerta que se ofrecía antes ellos.

.- Una puerta abierta es una invitación...- sentenció Miguel encogiéndose de hombros y encaminándose resueltamente hacía el ascensor. Don puso una mano en su hombro.

.- Ey, zombies, muertos que caminan, y todo lo demás... ¿no te dice nada, esto es obviamente un caza bobos y tu vas a ser el primero ...

.- No lo creo. – dijo Leo, pasando junto a los demás y encaminándose hacía el ascensor y deteniéndose en el umbral.- Nos está esperando. Su vanidad le impide matarnos aún... quiere vernos, pero por sobre todo, quiere que nosotros le veamos a él, que veamos su triunfo... – diciendo esto se metió en el ascensor, dando media vuelta y encarando a los otros, esperando que le siguieran.- Es por esa razón, que nos espera allá arriba.- Los demás aguardaron un segundo y luego lo siguieron. – Ahora estén listos.- les dijo una vez que todos estuvieron dentro del ascensor, en el mismo tono sin emociones.

Antes de que se cerrara la puerta, Leo alcanzó a ver como todas las sombras del corredor se reunían a escasos metros del ascensor, observando atentos cómo se cerraban sus puertas y enviaba a sus ocupantes hasta el ultimo piso del edificio.

"Te está esperando...", dijo la voz de Muffy en su cabeza.

"Lo sé", respondió sin palabras.

Su presencia era tan fuerte ahora que casi podía sentirla parada junto a él... Se estaban acercando, con cada piso su corazón se aceleraba.

"El altar debe ser destruido... debemos enviarlo de vuelta... "

"Lo sé".

En las palabras estaba la clave, en esas palabras que había leído de ese libro que Splinter guardaba en la ultima repisa del librero, semioculto entre dos gruesos volúmenes, esas palabras que había dicho una vez y que habían desatado todo ese caos...

No podía recordar que impulso o necesidad lo había llevado a decirlas la primera vez, apenas si lo recordaba, pero ahora debía decirlas de nuevo... las mismas palabras que lo habían liberado ahora debía usarlas para detenerlo.

Lo esperaba... él también lo hacía, se esperaban el uno al otro, desde hacía tiempo... incluso cuando salió del cuerpo que compartía con él, incluso así, nunca había dejado de sentirlo, esa horrible presencia aún la llevaba consigo, cómo si aún lo llevara dentro... como si siempre fuera a llevarlo dentro.

Cerró los ojos. Aún ocupaba su cuerpo, aún tenía su apariencia... y a Muffy atrapada dentro...

Ella creía que juntos podrían expulsarlo, mandarlo de vuelta... podía sentirla, incluso a través de ese deformado cuerpo que solía ser suyo... casi podía verla...

De pronto, un estremecimiento les anunció que el ascensor se había detenido. Las puertas se abrieron de inmediato a la oscuridad de un pasillo abandonado.

Nadie les impidió el paso... ni sombras, ni nada. El camino estaba libre hasta la habitación dónde se encontraba el altar.

Ni siquiera tuvieron que abrir la puerta, estas estaban abiertas de par en par.

Los otros se asomaron con cautela, Leo, en cambio, avanzó resueltamente. No era una actitud imprudente, sólo era que ambos sabían que estaban ahí y a lo que habían venido, él y el demonio... inútil seguir intentando protegerse.

Aunque saber eso no le hizo más fácil soportar lo que vio.

No había otra luz en el gran salón más que una luminosidad azul que provenía del lado opuesto, casi en el otro extremo de la habitación, una luz que provenía de una larga mesa.

Tras ella había una enorme silla, hecha con los pilares de mármol destrozados que antes adornaban el salón. Parecían las ruinas de algún templo griego destruido...

Sentado en él estaba el demonio, observándolos desde su improvisado trono...

Los cuatro ahogaron un grito, permaneciendo inmóviles en el lugar.

Leo retrocedió involuntariamente, con los dientes apretados.

El demonio tenía su cara, tenía su apariencia... pero a la vez no era él. Medía casi dos metros y su rostro estaba deformado en una mueca burlona. Sus ojos sin pupilas estaban abiertos en un tamaño poco natural... los miraba fijamente, sonriendo con una boca llena de dientes, y un par de colmillos que ya rozaban el labio inferior.

Era él, era su cuerpo... convertido en un monstruo.

Sacó la espada de la funda sujeta a su cintura. El demonio pareció divertirse al verlo... sus ojos brillaron con expectación, relajó su postura, recostado en su especie de trono, cruzó los brazos y observó curioso como Leo se aproximaba. Los que venían tras él hicieron los mismo, sacando sus armas.

Los otros tres no pudieron evitar un escalofrío al ver la deformada versión de su hermano. Avanzaron, aún sin saber que debían hacer, mirando alternativamente al ser monstruoso frente a ellos y después a Leo, quien permanecía inmóvil. los demás esperaban por él.

Leo comenzó a caminar, lentamente, directo hacia el altar, sin dejar de mirar al demonio, la espada apuntaba hacia el piso, firme en su mano. Los demás lo siguieron.

Avanzó sin dudar hasta quedar a sólo un par de metros de su enemigo, que observaba burlonamente desde su lugar. Entonces se detuvo.

"Si debilitas su cuerpo, yo debilitaré su espíritu y cuando esté vulnerable... dirás las palabras y lo mandarás de vuelta al infierno", dijo la voz en su cabeza.

Leo respiró profundo, reacomodando la espada, sujetando su empuñadura con ambas manos, oponiendo la hoja frente a su rostro. Su cuerpo estaba listo para saltar en dirección a su oponente.

Tras él sintió a sus hermanos adoptando posiciones defensivas, avanzando hasta cubrir todos los flancos.

.- Váyanse. – les susurró sin dejar de mirar al demonio.

.- Creí que ya habíamos discutido eso... – Dijo Rafael blandiendo sus armas.

.- Si... estamos juntos¿recuerdas, todos tenemos cuentas pendientes con esta cosa... – dijo Don, sosteniendo el bo con su mano útil.

.- Yo no sé que decir, pero como no me puedo ir sólo...

Leo emitió un gruñido de exasperación al ver que no lograba convencerlos. Todo sería más fácil si ellos no estuvieran ahí.

Cada minuto que estaban ahí corrían el riesgo de ser atacados, destruidos, cada minuto que pasaban ahí, más responsable se sentía... no soportaba la idea de exponerlos de esa forma... esa pelea era suya, no de ellos, ellos no tenían la culpa, él sí.

Discutiendo, ninguno de ellos advirtió el brillo en los ojos del demonio, como su sonrisa se ampliaba, mordiéndose el labio inferior y haciendo brotar un hilillo de sangre que corrió hasta su cuello.

.- Vaya, vaya, vaya... si que nos vamos a divertir hoy... – dijo en un siseo profundo y gutural.

Se puso de pie tan rápido que ninguno de ellos fue capaz de advertirlo. Sencillamente, era difícil creer que alguien tan grande pudiera moverse tan rápido.

Saltó sobre sus cabezas, quedando prácticamente suspendido en el aire por varios segundos, luego volvió a caer.

Acababa de elegir a su presa.

Toda la habitación pareció retumbar al caer su cuerpo al suelo. Antes de que Miguel pudiera pestañear, lo tenía frente a sí, sus ojos quedaron mirando el pecho de la criatura. Apenas alcanzó a hacer girar un par de veces los chacos, demasiado lento para adoptar una postura de bloqueo o para intentar esquivar el golpe, cuando el demonio alzó el puño para descargarlo sobre él, lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos e interponer su brazo ante su cara, instintivamente, en espera del golpe.

Pero éste nunca llegó.

Cuando abrió los ojos vio a Leo, sosteniendo el enorme puño de la criatura, a la altura de su estomago, con las piernas flectadas para intentar frenar la fuerza del golpe. Aún así, el demonio no aflojaba la presión, Leo retrocedía lentamente, se notaba en su cara el esfuerzo...

.- Sal de ahí Miguel...- dijo con los dientes apretados. De pronto saltó, soltando el puño, dejando que continuara su trayectoria.

Con toda la fuerza contenida, el puño del monstruo fue a estrellarse directo contra el piso, destrozándolo. Leo usó el mismo brazo de la criatura como trampolín, dándose impulso hacía su rostro, mientras el demonio aún no lograba retirar su puño del agujero que había abierto en el piso.

El pie de Leo lo golpeó justo en medio de la frente, haciéndolo retroceder. Raphael aprovechó que sus ojos estaban cerrados y que estaba fuera de balance. Se lanzó contra él esperando asestarle una patada en el cuello. Sin embargo, aún sin abrir los ojos, el demonio estiró su brazo hacia él.

Rafael lo vio, pero ya iba tan rápido que no podría detenerse: su tobillo quedó apresado en su garra y con un movimiento de su brazo, lo envió con una fuerza descomunal, directo hacía uno de los muros.

Rafael cerró los ojos a la espera de estrellarse contra la superficie sólida.

Pero el impacto nunca se produjo.

.- ¿Qué...?- exclamó confundido, justo después de que su cuerpo chocara, pero contra un objeto mucho más suave que la pared. Luego su cuerpo fue a dar a tierra. Cuando abrió los ojos vio a Leo tras él: había saltado, entre él y la pared, permitiéndole estrellarse contra su cuerpo, cayendo ambos al piso, deslizándose varios metros por el suelo producto de la fuerza del impacto.

Raphael intentó ponerse de pie con un gruñido.

.- Detesto que me salves... ¿por qué lo hiciste, ya tenía todo bajo control...

.- Si, claro. – murmuró éste. Rafael se volteó hacía Leo, pero éste ya se estaba poniendo de pie y corría de vuelta hacia el demonio.

Don era lo suficientemente hábil para manejar el bo con una sola mano... pero cada movimiento le producía dolor. Comenzaba a considerar si había sido buena idea el haber ido.

Pero él mismo había insistido.

.- Yo y mi bocota... – pensó. El demonio era increíblemente veloz, lanzaba golpe tras golpe, impidiéndole tomar la ofensiva... antes de que hubiera terminado de esquivar un golpe, debía saltar para evitar una patada. Aún atacando juntos, él y Miguel, el monstruo les sacaba mucha ventaja, parecía adivinar sus movimientos, mientras reía a carcajadas, como si todo fuera un juego para él...

Leo saltó entre ellos, uniéndoseles en su intento por golpearlo, moviéndose casi tan rápido como el monstruo, seguía cada uno de sus movimientos, evitando que los golpes destinados a sus hermanos llegaran hasta ellos.

En uno de sus ataques, no pudo evitar se golpeado en el rostro por la mano abierta del demonio. Salió disparado hacia atrás varios metros.

Leo cayó al suelo de pie, sacudiendo la cabeza para librarse del aturdimiento que le produjo el golpe, resbalando un poco al comenzar a correr nuevamente hacía el demonio, con la espada en mano. La criatura se volvió completamente hacía él, sonriente y desprotegido. Cómo si esperase el golpe.

Raphael y Miguel creyeron que podían aprovechar la oportunidad, ahora que estaba distraído; cada uno corrió hacia ambos flancos del demonio, esperando atacarlo al mismo tiempo desde distintas direcciones.

Sólo estaban a milímetros de él, cuando el demonio estiró los brazos y saltó, girando sobre sí mismo, convirtiendo su cuerpo en una especie de hélice gigante, que los barrió a ambos lejos, volviendo a caer, casi encima de Leo, sin dejar de sonreír.

Leo frunció el ceño y apretó los dientes... Corrió, saltó y descargó la espada contra el rostro de la criatura, pero nunca llegó a tocarlo. En vez de eso, su espada hizo contacto con otro metal, emitiendo una nota alta y penetrante.

El golpe de su espada había sido bloqueada por otra hoja de acero.

Mientras aún estaba en el aire, blandiendo la espada frente a él, el demonio había estirado su brazo y hasta él había volado una de las espadas que adornaban las paredes... una espada enorme que parecía imposible que ningún humano haya podido utilizarla alguna vez.

Leo usó la misma fuerza del impacto para impulsarse hacia atrás, alejándose del filo de la espada. El demonio lo observó por algunos instantes y luego, en vez de atacarlo a él, volteó en 180 grados, despegando del piso, directamente hacía Donatello.

Éste lo observó venir hacía él con la boca abierta... ni siquiera alcanzaría a moverse.

Apenas si había puesto los pies en el suelo, cuando Leo volvió a despegar, más deslizándose que corriendo, logró llegar hasta Don, deteniendo la espada del monstruo con la suya, a escasos centímetros de su cabeza...

No habría podido contener la fuerza que el demonio imprimía a la espada de haber llegado Rafael a ayudarle conteniéndolo, dándole tiempo Donatello para salir de ahí.

Por fin Donatello logró reaccionar y pateó al demonio en el pecho con toda la fuerza de que era capaz, mientras éste estaba ocupado tratando de ganarles en fuerza a sus hermanos.

El monstruo retrocedió, con una mano en el lugar en el que lo había golpeado Don. Casi al instante, Miguel saltó de la nada y logró asestarle otra patada, justo en el cuello, aterrizando después junto a sus hermanos.

La criatura se tambaleó por unos segundos.

.- Ahora...- les susurró Leo- ... no lo dejen recuperarse.

Al mismo tiempo, los cuatro saltaron sobre el monstruo, golpeándolo desde cada flanco, no dejándolo recuperar el balance... apenas si eran sombras borrosas ante sus ojos.

El demonio blandía la enorme espada a su alrededor, lo suficientemente rápido y fuerte para girar en 360 grados sin detenerse, pero sin dirección tampoco. No sabía a lo que estaba dando, golpeaba a ciegas porque los golpes que les propinaban todos no le permitían tomar control de su espacio... sin embargo, la espada era una distracción, tenían que deshacerse de ella.

Leo sintió un vacío en el estomago ante lo que estaba a punto de hacer. Flectó sus piernas hasta su limite y se impulsó hacía arriba y hacia delante, por sobre la cabeza del monstruo. Los demás adivinaron su estrategia y lo mantuvieron ocupado, para dejar vulnerable su parte de arriba.

Con la espada antes sí, Leo la descargó sobre la muñeca del demonio, separando ésta del resto del cuerpo.

Una mano verde de tres dedos cayó inerte al piso, aún sosteniendo la espada.

Cuando Leo puso los pies en la tierra, los ojos de los demás lo observaban atónitos.

.- ¡No se detengan, maldita sea!... – les gritó.- los otros tragaron saliva y continuaron descargando golpes en la criatura, tratando de no pensar que al cortar la mano del monstruo era su propia mano la que había cortado Leo.

La sonrisa se borró de la cara del demonio.

.- No es como te lo imaginaste¿verdad?.- Muffy se movía libremente entre la oscuridad, la luz la rodeaba, su propio cuerpo parecía hecho de ella.

.- No es un problema... – Dijo una voz. El extraño hombre del traje había desaparecido en cuanto la luz inundó el lugar, sin embargo, seguía ahí, aunque sólo pudiese escuchar su voz.

.- ¿no?... ¿porque no simplemente lo matas entonces?...

.- no... es ... un... problema... – repitió, forzando las palabras, como si hablase con los dientes apretados.

.- No eres tan poderoso como creíste¿verdad?... no puedes controlar su interior... nunca tendrás toda su fuerza... nunca...

.- Dije que no es un problema!- La chica sonrió.

.- No, no alces la voz... ya nos subestimaste una vez... pero parece que no aprenderás de tus errores.- Muffy extendió sus brazos a los lados, cerrando los ojos, permitiendo que la luz la traspasara... sorprendiéndose a sí misma por lo que sentía, por lo que era capaz de hacer... la luz obedecía sus mandatos... se movía con ella, respiraba con ella... podía hacerla crecer y arrasar el lugar con ella... podía hacerla tan destructiva, tan poderosa como quisiese... liberarla y dejarla actuar a su voluntad... Si. Eso quería ella, ser libre y llenarlo todo. El demonio había retrocedido, lo había acorralado en el rincón más apartado, lo obligaba a aferrarse a ese cuerpo con las uñas... si Leo decía las palabras, sería su fin...

El monstruo cayó de rodillas al suelo, respirando dificultosamente. Los cuatro lo rodearon, listos para saltar en cualquier momento, también respirando agitadamente. Tras una hora de combate, por fin habían podido hacerlo caer.

Leo avanzó hasta él, con la espada casi pegada a su costado, casi oculta tras de sí...

"¿Acaso sabes de donde viene esa espada?", preguntó una voz en su cabeza. "no", respondió. "La hoja negra, las inscripciones doradas brillando...". "¿brillando?". Era verdad, las inscripciones estaban brillando, un tenue fulgor dorado. "Es porque está feliz. Para esto fue creada... Para matar monstruos, para cortar demonios... No puedo creer que esté en nuestras manos ahora después de estar tantos años perdida. No puede ser sólo una coincidencia."

.- No. no lo es. – Leo continuó avanzando, lentamente. Mientras caminaba hacía él, sostuvo la espada sobre su cabeza, apuntando al cielo. Los demás lo miraron sin comprender. Cuando estuvo sólo a unos metros del demonio caído, blandió la espada a un lado y la sostuvo con ambas manos. Con un grito la descargó sobre el cuello de éste, mientras el demonio no dejaba de sonreír ...

Sin embargo, la espada nunca llegó a cortar su cuello.

.- �¿Qué mierda estas haciendo!... – Sólo después de un instante, Leo pudo darse cuenta de que Raphael estaba frente a sí y que había frenado el golpe de la espada con ambos sais... ni aún así Leo dejó de ejercer presión, cómo si intentase pasar por sobre Raphael a toda costa.

.- Déjame...- murmuró con los dientes apretados.- Raphael aprovechó su explosión de rabia para desviar la espada y golpearlo en el estomago con el pie, haciéndolo retroceder.

Leo se tambaleó un instante, casi sin aire. Había olvidado lo frágil que era su cuerpo ahora y lo fuerte que era Raphael.

.- ¡Hazte a un lado!...- le gritó, pero éste no se movió. Iba a gritar nuevamente, pero la risa estridente del demonio se lo impidió. Los cuatro se voltearon a verlo.

.- Gracias, hermano. Sabía que me protegerías... – Dijo éste.- Sabes lo que pasará si me matas ¿verdad?.- preguntó a Leo. Éste no contestó.

Raphael gruñó.

.- Maldita sea, debiste dejarme terminar... – susurró Leo.

.- Ese no era el plan¿recuerdas?...- Contestó Raphael.

.- ¿Y si no funciona?...

.- ¿qué?

.- Tal vez no tengamos otra oportunidad.- Raphael abrió los ojos de par en par, pero al volverse hacía Leo éste ya no estaba ahí.

"Hazlo ahora"... "di las palabras... lo he acorralado, su puerta jamás se abrirá... sólo di las palabras, yo haré el resto". Gritó la voz de Muffy.

Leo miró hacia el altar. Ahí estaban los objetos y el libro. Los recordaba bien, a ellos y a lo que había tenido que hacer para conseguirlos...

Cerró los ojos.

Una vez que dijera las palabras, la boca se abriría, pero en vez de dejar salir a las criaturas, las absorbería. Esa era la forma de deshacer lo que había hecho.

El demonio aún estaba en el suelo, riendo.

"Haralius yeseraije cadas zebaoth amara adonaij himel aila"- Dijo. Las mismas palabras que dijera una vez, pero invertidas...

Todos quedaron en silencio, a la espera de que algo pasara...

Pero nada pasó.

Leo aguardaba, con el rostro congelado en una mueca de ansiedad, los otros tres esperaban tras él, mirándose unos a otros.

Después de un momento de silencio, el demonio comenzó a reír aún más fuerte, poniéndose de pie. Se encogió de hombros y dio un giro sobre sí mismo.

.- No parece que esté pasando nada...

Leo retrocedió, con los ojos desmesuradamente abiertos. "No funcionó", pensó, "¡No funcionó!". Tras el altar, un remolino de luz comenzaba a formarse, pequeño al principio, pero cada vez más grande después, parecía provenir una brisa de él... como si estuviera respirando. El demonio no dejaba de reír.

.- ¿Sabes?... este momento no habría sido el mismo si no hubiera visto la expresión de tu cara ¡que decepción¿verdad!.- El demonio se puso de pie y suspiró.- Ay¿por quien me tomas, he vivido siglos y siglos¿crees que no sé todo lo que se puede saber de hechizos y bocas y todo lo demás?... por supuesto que sabía que intentarías eso, pudiste haberlo logrado, si tan sólo no te hubiera detenido éste...- dijo señalando a Raphael.- Eres astuto, creo que intuiste que esa era la única forma... lastima que hayas perdido la oportunidad.

.- P-pero...pero ¿por qué¿por qué no funcionó!.- El demonio sólo lanzó una carcajada.

Muffy había caído de rodillas.

.- Te dije que no era un problema. No quisiste creerme. Sólo estaba esperando el momento oportuno para abrir la puerta. Es un momento importante, no quería hacerlo así como así, hay que darle emoción¿no crees?.- Muffy no respondió, sus ojos parecían vacíos, la mirada perdida.

.- C-como... como pudo fallar...

.- Así es la vida... o así es la muerte. Cómo quieras verlo querida. En este momento mi cuerpo se alimenta con la esencia de miles de fantasmas, espíritus y otros demonios y entidades menores. Me temo que pronto todas las puertas van a abrirse de golpe, cariño... – Muffy miró a su alrededor. Era verdad, ahí estaban las puertas aún... no habían desaparecido, sólo las había ocultado. El maldito sólo había estado fingiendo estar débil, sólo para hacerles pensar que podían ganarle.

.- Kekkai...- murmuró ésta, alzando la vista hacia el hombre que había vuelto a aparecer frente a ella.- Eso es ¿verdad, es la Kekkai.- La risa del extraño hombre en traje en el interior, hizo eco con la risa de una monstruosa criatura en el exterior.

.- ¿Por qué¿por qué!- continuaba gritando Leo en su mente.

"Puso una barrera alrededor de la boca... el maldito ya la ha abierto, sólo estaba esperándonos... estaba abierta desde el principio... la barrera la protege del hechizo... la protege de cualquier cosa. Mientras siga ahí no podemos enviarlo de vuelta.. mientras sigua ahí no podemos hacer nada".

.- ¿Cómo la destruyo?.- preguntó Leo, tratando de eliminar la expresión de estupor de su rostro.

"No puedes. Las Kekkai sólo desaparecen con..." La voz de Muffy vaciló.

.- ¿Con qué¿Con qué desaparecen...!

"Con la muerte del que las creo."

Leo guardó silencio.

.- Así que siempre si fue el único camino...- dijo lentamente.

Muffy bajó la cabeza, apretando los puños sobre las faldas. De rodillas frente al hombre del traje, no podía decir nada más.

El demonio se puso de pie. Todos retrocedieron...

Se veía aún más alto. Su rostro estaba aún más deformado... ya no quedaba prácticamente nada de Leo en él, era sólo un monstruo... con un rugido, tensó todos los músculos de su cuerpo.

.- Me quitaste una mano... pero no hay problema, tengo de sobra... – el tamaño de su cuerpo pareció aumentar aún más... de sus costados comenzaron a surgir unas protuberancias.

Los cuatro miraron atónitos cómo cada nuevo bulto de su cuerpo se convertía en un brazo... como una estatua de Khali viva... tres brazos de cada lado.

.- Tenemos algo en común, después de todo...- dijo el monstruo, dejando ver los dientes afilados que llenaban su boca, mientras las masas de carne en sus costados terminaban de tomar forma.- A mi también me gustan las espadas.

Leo lo miró unos instantes antes de comprender. De inmediato se volvió hacía los otros.

.- ¡Cúbranse!.

El sólo tono de su voz los hizo actuar maquinalmente; Raphael se arrojó de bruces en el instante en que un objeto pasaba silbando por sobre su cabeza, logrando esquivarlo por apenas unos milímetros; Miguel vio claramente como una cosa plateada y reluciente volaba directo hacía su cara, flectando sus piernas, se sobre extendió sobre su espalda de modo que el objeto pasó rozando su cuerpo... de haber tenido nariz, la habría perdido...

Con un medio giro Don esquivó otro objeto volador proveniente de quien sabe dónde. Instintivamente, se agarró el brazo envuelto en el cabestrillo, apenas si había fijado la vista cuando otro objeto volaba hacía él, sin preparación alguna dio un salto sobre la cosa, la cual pasó justo bajo sus pies, luego dio una vuelta hacia adelante, pero sin control por lo que cayó desparramado por el piso, exactamente sobre el brazo inútil.

Abrió la boca en una mueca de dolor, pero el sonido quedó atrapado en su garganta. Volteándose, quedó de espaldas en el suelo, viendo puntitos de colores y sintiendo que todo daba vueltas... a lo lejos sentía un grito, pero sus oídos estaban tapados de forma que no pudo entender lo que decía.

De pronto sintió que era levantado del suelo y empujado hacía adelante con violencia.

.- Maldita sea, Donatello... – Siseó la voz de Raphael, con los dientes apretados., segundos después escuchó un estrépito acompañado de un retumbar del suelo. Por sobre el hombro de Raphael pudo ver una masa verde gigante con unos troncos a los lados, como un gran árbol, sosteniendo unos destellos plateados, descargando un golpe justo en el lugar en el que segundos había estado tirado. Recién entonces su cabeza comenzaba a despejarse.

.- ¿Qué...?- Comenzó Don.

.- No debiste haber venido...- Le respondió Raphael antes de que pudiese continuar. Llegaron hasta una de las gruesas columnas de mármol y se parapetaron detrás de ella. Raph puso a Don el suelo, éste cayó con un quejido.- Quédate aquí...

.- ¿Pero que es eso... que está pasando?

.- Se hizo más grande, más feo, y más malvado¡ah! y ahora tiene seis brazos... y seguro que este desgraciado no se va a morir tan fácilmente...

.- Quiero ir, yo...- Don hizo el amago de ponerse de pie, pero Raph volvió a empujarlo hacía atrás.

.- ¿Tu qué?... haznos un favor y quédate aquí, más ayuda el que no estorba... mientras trata de encontrar una forma de huir por si todo sale mal... bueno, aún peor, y tenemos que retirarnos estratégicamente...- sin esperar una respuesta, Raph se puso de pie y salió de detrás de la columna. Don intentó incorporarse nuevamente, pero volvió a caer, tratando de recobrar el aliento. Se arrastró hacia un extremo de la columna que le permitía ver que estaba pasando del otro lado.

.- ¿huir¿estratégicamente?.- dijo repentinamente.- Si el mismo Raphael considera la posibilidad de huir, entonces...

El demonio sostenía ahora las espadas en cuatro de sus nuevas manos, dejando libre sólo el par superior de brazos, dónde faltaba la mano que Leo le había arrancado, se echó una mirada a sí mismo, sonriendo, para luego estallar en una carcajada...

.- Bueno...- Dijo Miguel reuniéndose con Leo.- Al menos tiene sentido del humor.

.- Si, nos va a ser confeti por pura diversión... – Respondió Raph uniéndose a ellos.

.- Pensé que te gustaba enfrentarte a tipos más grandes que tu, Raphael, tu sabes, probar que eres el más fuerte y todo eso... – Dijo Leo con una media sonrisa. Raph se volvió a verlo.

.- Si tener que pelear con el remedo de Hulk de seis brazos no te parece suficientemente malo...

.- Ok, ok... sólo trataba de darte ánimos... – Raph le respondió con un gruñido.

De pronto todos volvieron sus ojos al frente. El monstruo se estaba moviendo.

.- Sorprendente¿verdad?- Les dijo con una voz que resonó en todo el lugar, haciendo vibrar las paredes.

.- Mmm, no sé... los monstruos que se hacen gigantes ya están pasados de moda... – respondió Miguel. El demonio volvió sus ojos relucientes a él.- ¡Oh, pero tu estás estupendo, lo de los brazos es muy original... je... – Leo se volvió a verlo, ordenándole con la mirada que se quedara callado, Miguel se encogió de hombros.- Él preguntó.

.- Te daré la oportunidad de elegir...- Rugió el monstruo, mirando fijamente a Leo.- Los mato a ellos primero y alargo un poco más tu vida... que no será mucho más... o te ahorro el sufrimiento de verlos morir y te mato a ti primero... ¿qué dices?.

.- Ninguna de esas me complace.- respondió, examinado con furia al ser que tenía frente a sí, reajustando su espada en la mano. El monstruo había adoptado ya una posición de defensa y era perfecta, no había un punto débil en ella. Maldijo para sus adentros y dio un paso más hacía adelante. Matarlo parecía mucho más fácil hacía un rato.

.- Entonces tendré que decidir yo. Los mataré a todos juntos, lenta y dolorosamente... – No había terminado de hablar cuando se lanzó hacía adelante, con las cuatro espadas extendidas como si fueran garras.