Capítulo 1: Sorpresas en la tranquilidad

La luz temprana iluminaba las casas de Saly Deimon. El rocío de la hierba se calaba entre la tierra y el aroma de las flores daba alegría a la mañana. Ben despertó de un letargo y profundo sueño y entre bostezos y gruñidos comenzó a preparar el desayuno. Era uno de los enanos mas queridos de la aldea y hoy se celebraba el Gran Banquete dedicado en su honor, por ser el principal fundador de todo lo que habían logrado y conseguido hasta el momento, desde que se construyera Saly Deimon. Cuando hablamos de los enanos de Saly Deimon no hablamos de enanos que viven en las cuevas buscando riquezas, estos son diferentes. Cuando el gran aventurero Hobitt, Bilbo Bolsón, enseñó sus costumbres a muchos de ellos, buscaron un campo libre para habitarlo y comenzar una nueva vida lejos de sus congéneres. ¿Os apetece conocer más a nuestros amigos? Comencemos: Los enanos eran bajos (de cuatro pies y medio a cinco pies de altura), corpulentos, fuertes, resistentes al fuego y mas robustos que cualquier otra raza. Constantes y orgullosos, el mal no podía dominarlos y jamas olvidaban una injusticia o una deuda; iban a la guerra con frecuencia y blandían hachas. Eran justos pero no excesivamente generosos, honestos pero reservados. Como hijos de Aulle, los enanos se sentían atraídos por las sustancias, las profundidades de la tierra y las artesanías; eran grandes mineros y artesanos y hacían maravillas con la piedra, el metal y las joyas. Aunque nunca muy amistosos con otras razas, se llevaban bien con los Noldor, con los que compartían el amor por las artesanías y la reverencia por Aulle. Sus mayores defectos eran la tendencia a la ira, el carácter dominante y la codicia del oro.

Los enanos vivían unos 250 años y se casaban aproximadamente a la edad de cien años. Sufrieron muchas bajas en las muchas guerras en que participaron (provocadas a menudo tanto por su orgullo como por la codicia por los tesoros de otros) y fueron el blanco especial de Sauron , que decidió destruirlos cuando averiguo que no podía dominarlos. Los enanos tenían su propia lengua, el Khuzdul, pero era secreta.

Saly Deimon no aparece en el mapa de la Tierra Media y pocos conocen de su existencia, excepto los Elfos, que habitan cerca de ellos. Parece muy extraño, puesto que estas dos razas nunca se han llevado bien. Cuando comience nuestra gran aventura os daréis cuenta de lo importante que es la amistad y por lo que los enanos se hicieron íntimos de los Elfos, eso si, nuestros Enanos de Saly, porque los de las montañas mejor ni hablamos. Grandes arboles cubrían las orillas del río Sonorona y una especie de hierba plantada por los Elfos llamada Flor de plata cubría la orilla. El camino del bosque viejo cruzaba toda la aldea y en tiempos atrás era espantoso e intransitable, el camino había sido abandonado debido al peligro que representaban los Orcos. Para lograr llegar se tiene que cruzar el Puente de madera, mas conocido como el Puente Armil. Fue construido por Lindir un arquitecto que residía en Rivendel y amaba los monumentos. Las casas no eran muy altas y el color rojo y verde predominaba en ellas, sobretodo las puertas. Las chimeneas desprenden un humo negro con olor a cereza, les encantaba hacer compota de las cerezas que recolectaban en sus huertos. La posada del oro perdido era la mas visitada por los habitantes y los sábados se celebraba la fiesta de la cerveza en la que solo podían participar enanos y mujeres enanas mayores de 80 años. Muchas son las costumbres de estos peculiares enanos y poco a poco las iremos conociendo.

Como ya sabéis todavía no se ha dado la Guerra del Anillo, y la libertad era existente, aunque por poco tiempo, ya que Bilbo había encontrado el Anillo y Sauron no tardaría en aparecer, aunque esto es otra historia. ¿Comenzamos con la nuestra?

El gran Banquete de Ben había concluido y el cansancio pudo con el hasta caer redondo al suelo. Su casa no era cualquier escondrijo. Era una gran casa, con grandes mesas de madera de roble y lamparas de oro realizadas a mano. Las ventanas eran grandes y la luz iluminaba todas las partes de la casa, menos su habitación. En ella escribía libros de aventura y necesitaba concentrarse para crear obras magnificas y luego contarlas a lo pequeños de la aldea. Ben era muy conocido por sus grandes libros y aventuras por la Tierra Media, era considerado uno de los mejores escritores y esto dicho por un hombre que conoció en Bree cuando buscaba el terreno para su nuevo pueblo. Hacía mucho tiempo que su pluma no mojaba en tinta para crear nuevos personajes y nuevas odiseas. Desde que su hermano Filim murió en la Guerra de los enanos y los Orcos. Guerra librada de 2793 a 2799 de la Tercera Edad entre los Orcos de las Montañas Nubladas y los enanos, en especial de los pueblos de Durin. El motivo de la guerra fue el asesinato y la mutilación de Thrór en 2790 a manos de los Orcos de Moria. Pues desde ese momento dejó de escribir y este fue otro de los motivos por los que quiso abandonar las costumbres de los enanos y al conocer a Bilbo descubrió el mundo que el siempre había soñado en todas sus historias.

La oscuridad de la noche hizo reflexionar a Ben y con la luz de las estrellas emprendió la búsqueda de un libro con hojas vacías y una pluma bañada en plata. En un recorrido muy rápido encendió todas las luces de la casa y con el reflejo de las joyas iluminaban aun más la oscuridad. Los cajones volaban por el techo y las alfombras tejidas en La Comarca se deslizaban por los pasillos anchos y muy, muy largos. Donde habré metido ese maldito libro que me regalo Bilbo, maldita esta cabeza que tengo, - dijo Ben. Las cazuelas de la cocina andaban sueltas por el suelo y los mapas que estaban guardados en los baúles se encontraban desperdigados por las habitaciones. ¡ Claro!, la habitación de invitados como no lo había pensado antes. Ben subió las escaleras y con la boca abierta y sofocado abrió la puerta de la habitación. Hacia mas de 5 años que no recibía ninguna visita y el frío se notaba en sus carnes gordas y robustas. El polvo no dejaba ver muchos de los muebles que había y más de una vez se dio un golpe en las rodillas. Por fin pudo ver un baúl color miel, con las esquinas bañadas en Lila de pasión, una flor que soltaba un liquido color rosa que se utilizaba como pintura. Con un poco de fuerza lo levantó y cogió la llave que estaba escondida. Las telarañas cubrían el cerrojo y al abrirlo salieron arañas de todos los tamaños. Ben sonrió de oreja a oreja y pasando la mano por el libro, limpió la suciedad que cubrió el paso del tiempo. La pluma de plata se encontraba dentro y cerrando de nuevo el baúl bajó las escaleras hasta llegar a su habitación. Ya era mas de media noche y el sueño pudo con el hasta caer rendido en su cama . Los enanos eran muy robustos y aguantaban mucho trabajo, pero sus horas de sueño eran sagradas.

La puerta sonó y los ronquidos de Ben se oían desde la calle. Los golpes eran cada vez mas fuertes y sus ojos se fueron abriendo hasta ver la luz del día, que le cegó por completo.

- ¡Ya va, que ya vaaaaaaaaaaaa! - Estos carteros no tienen nada de paciencia, malditos enanos repugnantes –

El humor de Ben no era muy bueno por las mañanas. La puerta se abrió y fuera no había nadie, excepto una carta tirada en el suelo y sellada por el reino de Rohan, ¿Qué no sabéis que es Rohan? Es el Reino de los Rohirrim, limitado por las Ered Nimrais, el Isem, las montañas Nubladas, Fangorn, el Limclaro, el Anduim, las Bocas del Entaguas y la Corriente de Mering. Los Rohirrim cultivaron la tierra y criaron caballos en las verdes llanuras de su País y restauraron los antiguos refugios y fortalezas. A lo largo de toda su historia Rohan estuvo estrechamente aliada con Gondor. Los Orcos lo bautizaron País de los Caballos.

Ben cerró la puerta y un hombre con barbas largas y túnica blanca apareció detrás de él. Su oído notó la presencia de alguien y mirando a su alrededor dio media vuelta, pero no encontró nada. Con la carta en la mano se dirigió a la sala de lectura donde guarda su colección de grandes batallas. Sus manos temblaban y la navaja rajó todo el sobre sin dañar el contenido de la carta. Sus barbas se rizaban al ver la letra y sentado en su silla de madera del Bosque Viejo comenzó a leer.

Querido y buen amigo Ben Buldo, hijo de Emer. El motivo por el que le escribo esta carta es para comunicarle que uno de mis hombres encontró algo que a usted y a nosotros nos puede interesar mucho. Cuando su hermano murió en la batalla de los Orcos llevaba consigo un mapa donde muestra el camino a un lugar secreto. Hasta aquí no puedo mencionar mucho mas, necesito ponerme en contacto con usted y hablar sobre el asunto. Mañana a primera hora uno de mis hombres pasará por su casa para recogerle y dirigirse hasta mi reino. Intente llevarlo todo con mucha discreción y no comunicárselo a nadie.

Rey Theodem

Ben se levantó y con mucha rabia dio una patada a la mesa. Que querrán estos cretinos hombres, y ahora que hago yo, en que lío estaría metido este hermano mío. Las ventanas se abrieron de golpe y el aire se llevó la carta que tenia en la mano. Con sus pequeñas piernas dio un salto y corrió detrás de ella, uno de sus pies pisó su larga barba y calló de bruces al suelo. Maldita barba, voy a coger el hacha y me voy a curtir la cabeza. La carta salió volando por la ventana y se cansó de correr a por ella. La habitación de su hermano seguía intacta desde el día que murió y aunque no le gustaba remover las cosas de los muertos entró en ella y comenzó a registrarla. Por más que buscó lo único extraño que encontró fue una llave de zafiros forjada por los Elfos. Ben decidió irse a dormir y olvidarse de todo lo sucedido y esperar a que llegase mañana para aclarar este misterioso asunto.

Las nubes cubrían el cielo y los pájaros se refugiaban en los nidos de los arboles. La luz serpenteaba entre las cortinas y el aroma de la tierra mojada daba los buenos días a Ben. Rápidamente dio un salto y corriendo por toda la casa buscaba su taza de te. Los pantalones se iban cayendo y el culete quedaba al descubierto. Los nervios podían con el y en vez de ponerse los pantalones se puso unas mallas de protección.

Un jinete se aproximaba a las tierras de Saly Deimon y las trompetas de la mansión del alcalde resonaban en toda la aldea. Y eso que me pidieron discreción, dijo Ben entre risas. La belleza del caballo iluminaba la mirada de los enanos y el rostro del jinete encandilaba a las mujeres. Sus cabellos rubios bailaban en el aire y su armadura destronaba fuerza y respeto. Ben abrió la puerta y con la mano en los bolsillo salió a su espera. El caballo se fue acercando hasta posar cerca de Ben. Ten cuidado a ver si me vas a pisar, el jinete rió y se posó en el suelo. Con lentitud se quitó el casco y en voz alta dijo; mi nombre es Eomer, hijo de Theodwyn y Eomund y sobrino del Rey Theoden. El enano agachó la cabeza y la mano de Eomer pasó por su espalda y enganchándole por la barba le subió al caballo y se fueron galopando. Malditos hombres, a donde me llevas. No te preocupes no te vamos hacer daño, dijo Eomer. Saly Deimon quedaba atrás y una gran extensión de terreno se abría en su camino.

- ¿A cuantas millas estamos de Rohan? – preguntó Ben

- A cuatro días con el vuelo de los Nazgul

- ¿Y que narices es eso? –

- Mejor que no lo sepas, pronto conocerás cosas peores –

- Nunca me habéis gustado, sois unas patas largas y ambiciosos –

- Es que acaso vosotros no lo sois, no me hagas reír –

- Yo no soy un enano de las cavernas, soy algo mas que eso –

- Calla la boca y agárrate fuerte. ¡Corre Imperial, correeeeeee! –

Con la velocidad de una águila los dos desaparecieron como un relámpago y la Tierra Media los envolvió en sus maravillosos paisajes.