Capítulo 3: El ataque de los Trasgos
El sol fue desapareciendo y la noche caía sobre Rohan. Eowyn acompañó a Ben hasta su dormitorio donde pasaría la noche. La cena no estaría lista hasta mas tarde y decidió que se la llevaran hasta su cuarto. Aquella habitación era tan grande como la casa de Ben. La cama era alta y necesitaba un escalón para subir a ella. El encaje de las sabanas se enredaba en su barba y la almohada le impediría apoyar su gran cabeza con comodidad. Encima de la mesilla de noche estaba preparada una vasija de porcelana para lavarse la cara y las manos. Los asientos eran confortables y estaban tapizados con piel de oso. Los estampados de las sabanas recreaban flores silvestres de los bosques de Lorien y contemplando esas maravillas se quedó dormido.
La caballería comenzó a prepararse para dar la despedida a sus hombres y Ben seguía durmiendo soñando con Lorien. Eowyn llamó a su puerta para que despertara y se fuese preparando para la partida. Además Theoden le tenía que dar su vestuario y armas que necesitaría en esta peligrosa aventura. Ben bostezó un par de veces y con muy mal humor se levantó de la cama para dar los buenos días a Eowyn. La vasija seguía con agua y se refrescó un poco las manos y la cara. Después de poco tiempo salió de su habitación y se dirigió al salón de armas donde estaba Theoden para prepararse. Eowyn los dejó solos, pero antes se despidió de Ben dándole un beso en la frente como era costumbre hacer a las personas queridas. Ben se avergonzó un poco y la cara se le puso roja. Eowyn se río y cerró la puerta del salón.
- Estas preparado, - le dijo Theoden.
- Claro que si, he descansado muy bien esta noche y vengo con fuerzas renovadas.
- Sabes que no es fácil a lo que te vas a enfrentar. Hay muchos peligros, razas que no conoces, territorios que desconoces y la muerte os seguirá a donde vayáis. Muchas tierras están vigiladas por Sauron, ya se que no has oído hablar mucho de esta persona, pero pronto iras descubriendo cosas no muy agradables que a todos nos afectan. Ahora partiréis hacia Rivendel y allí se incorporara un Elfo amigo mío que será el ultimo de la Compañía. Después deberéis cruzar el Bosque Negro y los peores peligros se esconden allí. Pocas personas han salido con vida. Mas sitios conocerás que ahora no te voy a desvelar. Te voy a conceder esta espada forjada por los Elfos, precisas para seres pequeños y un hacha que utilizáis muchos los enanos y te hará mucha ayuda.
- Gracias por todo. Confiaremos que todo salga bien y regresemos con el anillo,- le contesto Ben.
Las puertas de Rohan se abrieron y cuatro caballos cabalgaban con fuerza y rapidez. Theoden y Eowyn estaban a lo lejos saludando con la mano. Aliaron montaba un caballo negro de raza pura y morro blanco, Marach cabalgaba sobre un caballo de color blanco completamente, Eomer montaba a Rairos su mejor caballo y Faramir cabalgaba junto a Ben, que por cierto no se encontraba muy cómodo. El miedo bombeaba sus corazones y la aventura corría por su sangre. Rivendel los esperaba y seria un viaje largo, las provisiones eran muchas y la tranquilidad era patente hasta que ocurriese lo contrario. La mañana fue pasando lentamente y el día refrescaba cada vez mas. La luna hizo acto de presencia mediante se acercaba la noche. Desde la partida de Edoras no habían parado ni un momento y necesitaban un lugar para acampar y pasar la noche. La oscuridad no era buena para viajar y muchos son los peligros que acechan en la tierra. Un campo de hierba que encontraron cerca de un arroyo fue el elegido. Los caballos fueron amarrados a un árbol con una cuerda lo suficientemente larga para que alcanzaran a beber en el arroyo. Los paquetes se dejaron cerca de un arbusto grande y sombrío que los ocultaba en la noche. Marach se dirigió a buscar un poco de leña para hacer la hoguera para la comida y también para ahuyentar a criaturas no deseables, aunque les iba a ocurrir lo contrario. Marach tomó prestada el hacha de Ben y comenzó a talar un pequeño árbol que se encontraba un poco alejado del sitio donde estaban. Aliaron avisó de que tuviera cuidado pero la prepotencia de Marach no dejaba ver mas de su valentía. Faramir sazonó unos conejos que iba a preparar Eomer con unas patatas, mientras Ben buscaba unas hierbas aromáticas que le había encargado buscar Faramir para que tuviese un sabor mas jugoso y sabroso. Los golpes del hacha se escuchaban de lejos y Marach no tardó mucho en llegar con varios trozos de leña recién talada.
- Aquí tenéis, esta noche cenareis gracias a mi- dijo Marach.
- Maldito humano de Rohan,- murmuró Ben mientras seguía buscando las hierbas aromáticas. Los demás prefirieron callarse y hacer lo correcto en esa situación. El fuego comenzó a arder y el calor palpitaba en el ambiente. El humo negro ascendía hacia arriba formando formas en el aire. El olor del conejo despertó el apetito de los Trasgos y pronto tendrían visita.
- Que rica es esta carne, Faramir tenia razón, las hierbas dan un sabor excelente, - decía Marach mientras se chupaba los dedos-
Un aire sopló desde el Sur y apago la lumbre de la hoguera. Eomer se levantó del suelo y agarró su espada con el pulso tembloroso.
- Todos al suelo, - grito Eomer-
Ben se fue junto a Faramir y agarró su hacha con fuerza. Aliaron se acercó a Eomer:
- ¿Son Orcos verdad?
- Me temo que algo peor. Son Trasgos. Habitan en las montañas nubladas y no son amigos precisamente de los hombres-
- Los conozco, mas de una vez me he topado con ellos y muchas de sus cabezas he tenido que cortar - Le contestó Aliaron-
- Ben lanzó un chillido estridente, tanto como puede llegar a serlo un chillido de un enano, bastante insólito si tenemos en cuenta el tamaño de estas criaturas.
Afuera saltaron los Trasgos, grandes, enormes, de caras feas, montones de Trasgos. Había por lo menos cuatro para cada uno, y dos mas para Ben. De pronto apareció ante ellos el resplandor de una luz amarilla. Los Trasgos empezaron a cantar, a croar, golpeando los pies sobre la piedra y sacudiendo sus espadas. El canto era terrorífico, el suelo resonaba y Faramir gritó en voz alta; ¡Embestir y golpear, adelante! Las chispas ardían y pronto comenzaron a caer unos sobre otros y a rodar en montones por el suelo, como si todos se hubieran vuelto locos.
De pronto una espada destelló con luz propia. Ben vio que atravesaba de lado a lado al Gran Trasgo, mudo de asombro y furioso a la vez. Cayo muerto, y los soldados Trasgos, huyendo y gritando delante de la espalda, desaparecieron en la oscuridad.
- ¡ Seguidme a prisa! - Dijo la voz de Faramir, fiera y rotunda –
- ¡Maldito seas! Ese Trasgo era mío. Por que lo mataste tu, yo solo llevaba tres - dijo Ben cruzado de brazos y muy desanimado –
- Pues yo con este seis - le contestó Faramir riendo y sacudiéndole el pelo –
Los caballos habían sido robados y muchas de las provisiones también. Todavía les quedaba comida suficiente, pero el viaje seria mucho mas largo y duro sin los caballos. Marach cayó al suelo de rodillas y arrancó de cuajo la hierba del suelo. – malditos sean. Ahora estamos perdidos, como llegaremos hasta Rivendel.
- No te preocupes tanto por eso y piensa en como estamos los demás y en partír hacia el valle de los Elfos para llegar en cuanto podamos, le replicó Aliaron.
Había que partir cuanto antes , por que los Trasgos avisarían a los demás de la muerte de su líder y reclamarían venganza. Los estómagos rugían y todos se pusieron en marcha con la luna iluminado su camino. Mientras marchaban Ben buscaba por todos lados algo para comer; pero las moras estaban todavía en flor, y por supuesto no había cerezas , ni tan siquiera nueces. Mordisqueó un poco de pan, bebió de un pequeño arroyo de la montaña que cruzaba el sendero, y comió tres ciruelas maduras.
Caminaron y caminaron. Los arboles y los altos arbustos empeoraban el paso. El orégano era abundante y su aroma palpitaba en el ambiente. Ahora subían una cuesta alta y pedregosa, las piernas se debilitaban y la luz del sol dio los buenos días a un nuevo amanecer. Un bosque de pinos estaba situado a su derecha y decidieron traspasarle para acortar el camino e ir mas ocultos entre la maleza. De súbito oyeron un aullido , lejos,. Montaña arriba, un aullido corto pero estremecedor. Le contesto otro, lejos, mas hacia el sur, y mucho mas, mas cerca de ellos contexto otro. Eran lobos que aullaban por las rutas de los muertos, cercanas de donde se encontraban.
No había lobos que vivieran por Saly Deimon y Ben estaba un poco asustado. Se lo habían descrito en cuentos y relatos e incluso el había escrito sobre ellos en algunas de sus aventuras irreales. Oírlos ahora en el bosque era diferente y estremecedor. ¡ Los lobos de esta raza tienen un olfato muy fino e incluso mejor que el de los Trasgos! Y no necesitan verte para matarte y degollarte.
- Que haremos ahora - dijo Ben, temblándole la barbilla –
- Salir de Trasgos para meternos en Lobos, que buena suerte tenemos - le contestó Eomer –
- Gracias por tu apoyo.
A lo lejos se podía apreciar un oscuro agujero rodeado por piedras que al parecer era una cueva abandonada y en buen estado.
- ¡A la cueva, rápido!, grito Faramir; y corriendo hacia la cueva, lograron meterse en ella y refugiarse del peligro. En ese mismo momento los lobos irrumpieron aullando en el bosque. De pronto hubo cientos de ojos observándolos desde fuera de la cueva.
- ¡Oh, no!, son Wargos, dijo Marach. Pues así se llamaban los lobos malvados de mas allá del Yermo.
Mas y más iban llegando y aquello parecía una convención de lobos. Los Trasgos y los Wargos solían participar en sus luchas contra el enemigo, y al parecer habían sido avisados por ellos, para matarlos. La lengua de los Wargos era espantosa y mejor seria no escucharla.
Eomer encendió una antorcha para revisar la cueva, y así poder encontrar algún pasadizo secreto y salir con vida de los Wargos. Aliaron le ayudó y entre los dos se alejaron bastante. Faramir no entendía por que los lobos no se atrevían a entrar, pero pronto encontraría la solución.
Eomer encontró un arco elfico en perfecto estado y cuanto mas avanzaba encontraba mas armas elficas. Miles de arcos y flechas estaban sepultados en un gran agujero cubierto por arena y piedras pesadas. Algunas de las flechas estaban rotas aunque son muy resistentes, pero el paso del tiempo las hizo desgastarse y romperse con facilidad. Otros arcos estaban impecables y con flechas firmes y fuertes. Un collar dorado brillaba en el suelo, dos perlas rojas decoraban los laterales y cuando Eomer lo cogió, levanto consigo el cadáver de un Elfo muerto. Marach miró a los ojos y cogiendo un arco para cada uno salieron corriendo.
- ¡Correr, a prisa. Es un cementerio de Elfos, coger cada uno un arco con las flechas y vamos a cargarnos esos malditos lobos!
- Todos se dispusieron a luchar y preparando las flechas para ser lanzadas salieron a la superficie enfrentándose a docenas de lobos.
La luz del sol impedía ver con claridad, y los Wargos se lanzaron como Orcos hambrientos a su presa. Ben lanzó su primera flecha y la clavó en el ojo de uno gordo y feo, con pelo corto y marrón. Sus colmillos eran como cuclillos, y Ben prefirió sacar su hacha y decapitar a todos lo que pudiese.
Las flechas se deslizaban por los dedos de Aliaron y su velocidad impedía verlas a larga distancia. Uno por uno iban cayendo y sus aullidos aterrorizaban a los pájaros. Faramir cayó a suelo y de pronto un lobo le arrinconó y le impidió moverse con sus fuertes patas sobre su cuerpo. Faramir buscaba con sus manos una piedra, las yemas de los dedos le sangraban al arrastrarlas por la arena hasta que encontró un pedrusco y se lo estampo en la cabeza. El Wargo, cayó al suelo agonizando y sin que a Faramir le diera tiempo a matarle, Ben le asesto un hachazo en el cuello.
- Te lo debía, tu me mataste a mi Trasgo, yo te mato a tu Wargo.
- Serás...!, ven aquí amigo. Y date prisa que los demás están en apuros.
Los Wargos fueron desapareciendo hasta que murieron todos. La sangre quedó desparramada por el suelo y se convertiría en la marca de la tierra maldita, donde lucharon, hombres y enanos contra Wargos. El día iba menguando y la compañía se dispuso para retomar el viaje hasta Rivendel, donde les esperaba una gran llegada en compañía de Elrond y el sexto compañero.
