Capítulo 4: Peligros en la Oscuridad
La mañana era soleada y el despertar trajo consigo alegría y entusiasmo. Los ánimos mejoraron tras la lucha del día anterior, y la esperanza por llegar a Rivendel con vida era mayor que nunca. El paso era rápido y ligero, no se podía perder mas tiempo y llevaban un día de retraso. La hierba estaba seca debido a la escasez de lluvia y las temperatura tan altas registradas en los últimos días. Tras pasar el bosque negro quedaba muy poco para la llegada a Rivendel y pronto comenzaron los comentarios y conjeturas.
- ¿Como recibirán a un malhumorado enano como yo en Rivendel? pregunto Ben a Faramir. Desde la batalla con los Trasgos, Ben había empezado una gran amistad con Faramir y prácticamente eran inseparables el uno del otro.
- No te preocupes, los Elfos son personas maravillosas y te recibirán como te mereces, un gran héroe y luchador. ¿ o es que no me has salvado la vida una vez?
Ben sonrió y continuo haciendo preguntas de como eran los Elfos. El había conocido a muchos Elfos pero no sus costumbres y su forma de vida. Tampoco había pisado sus pies en Rivendel aunque Saly Deimon estaba muy cerca del Reino Elfico.
La mañana transcurrió entre risas y canciones y algunos cuantos chistes y acertijos de Ben. Pasada la tarde pararon para merendar en medio de cuatro arboles altos y robustos. Era un buen lugar para no llamar la atención y echarse una siesta, antes de volver a partir hasta que llegase la noche. Las frutas de los arboles caían al suelo y rodaban por la tierra. Pequeñas ardillas revoloteaban por la hierba y mordisqueaban los alimentos para poder sobrevivir. Aliaron preparó unas tortas de pan con manteca y sal, poco sabrosas pero muy nutritivas. Marach las untaba con manteca y compota de frambuesas para poder comerlas, ya que no le gustaban mucho. Eomer recogió varias bellotas del suelo para dorarlas en el fuego y comerlas entre todos. Eran muy energéticas y daban fuerzas para los brazos y piernas.
Después de esta pequeña merienda durmieron un par de horas mientras Aliaron se quedaba despierto haciendo guardia.
Faramir despertó y decidió partir cuanto antes para llegar a Rivendel por la noche. Solo les quedaba llegar al Vado de Bruinen, cruzarlo y llegar a Imladris, mas conocido como Rivendel. Ben seguía roncando y las mantas le cubrían hasta la cabeza. Aliaron le despertó y cuando prepararon el equipaje partieron hacia el Vado de Bruinen.
Al llegar la noche el cansancio se apoderaba de ellos. Miles de millas habían recorrido y muchas mas que les quedaban. Los peligros eran muchos en la noche y muchas aventurar les esperan a la Compañía. El Vado se aproximaba hasta que el agua tocaba los talones de Marach.
Las estrellas se reflejaban en el río y su sonido era maravilloso. El agua corría con fuerza y el frescor se agradecía en aquella noche calurosa. De pronto, una sombra amenazaba en el aire. Pequeñas manchas negras volaban en el firmamento y su rapidez impedía verlos con facilidad. Faramir levanto el arco de los Elfos apuntando hacia el cielo y Ben preparó su hacha para atacar. El viento movían sus cabellos y la oscuridad los envolvió en un temor por esas sombras sospechosas y desconocidas. Marach lanzó un grito en el vacío y su eco retumbó entre las montañas cercanas a Rivendel.
- Como se te ocurre hacer eso. Que quieres, que vengan todos los Orcos de la Tierra Media a matarnos - masculló Alarion sobresaltado y nervioso –
- Ni se te ocurra volver a levantarme la voz o te cortaré el cuello, le dijo Marach mientras le ponía la espada en su cabeza.
Eomer los separó y de repente una ola de cuervos se lanzaron hacia ellos. Todos cayeron al suelo y Faramir se golpeó con una piedra grande y puntiaguda que se encontraba en el camino. La sangre se derramó por el suelo y Faramir no reaccionaba.
- ¡Son cuervos, Si, son amigos de los enanos! - gritó Ben –
- Pues vaya con tus amigos - contestó Eomer –
Ben corrió hacia Faramir pero ya era demasiado tarde. Había perdido mucha sangre y estaba a punto de morir si no llegaban a Rivendel.
Los Cuervos eran pájaros de la Tierra Media. Los Cuervos de Erebor eran amigos de los enanos y hablaban oestron. Eran muy grandes y alcanzaban una edad muy avanzada.
Ben se levantó y con lagrimas en los ojos llamó a los cuervos. De pronto unas alas gigantescas se posaron en el suelo y un cuervo negro comenzó a hablar con Ben. Lo que decían no se entendía pero pronto comprendieron a que se referían. El cuervo agarró a Faramir con su largo pico y lo posó en su cuerpo para llevárselo volando hasta Rivendel para que allí le curasen y poder sobrevivir.
- Morirá - dijo Marach –
- No os preocupéis, los cuervos son veloces y llegaran rápidamente a Rivendel para entregárselo a Elrond.
- ¿Y por que nos atacaron?, no pudieron comprobar quienes éramos.
- Son vigilantes de la noche y me han dicho que pensaban que éramos Orcos, que intentábamos cruzar el vado.
- Gracias por todo Ben, sino hubiese sido por ti, Faramir hubiera muerto.
- Y esta ya es la segunda vez
- ¿como?
- El sabe a que me refiero. Cualquiera diría que un Enano ha salvado dos veces la vida a un Hombre de Gondor.
Eomer interrumpió la conversación de Ben y Marach y propuso partir cuanto antes para llegar a Rivendel.
El sol estaba a punto de iluminar un nuevo día y la Compañía logró cruzar el Vado. Unas cuantas millas los separaba de Rivendel, hasta que los ojos de Ben vieron un gran valle en las profundidades del paraíso. Por fin, lograron llegar y todos cayeron rendidos al suelo por el cansancio.
