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**RUMBO A RIVENDEL**
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Arien bajó corriendo las escaleras: entre una cosa y otra, ya habían pasado más de 10 minutos, y dentro de la casa se comenzaban a oír las voces de los dos sirvientes, rezongando. Tenía Aragorn ya preparados y ensillados dos magníficos caballos, así que la chica se disculpó por su tardanza, y, sin más palabras, iniciaron la marcha.
Cruzaron todo el pueblo en silencio, el hombre en cabeza. Los campesinos más madrugadores los siguieron con la vista, algunos de reojo, otros sin ningún disimulo, interrumpiendo sus tareas para mirar sorprendidos a la chica, pués por más que ahora a su tierra comenzasen a llegar algunos sureños, nunca habían visto una mujer venida de tan lejos.
La chica no tenía el aspecto con el que solían imaginar a los sureños, con la piel cetrina y la mirada torva, sí pero tenía algunos rasgos exóticos, cómo los ojos oscuros y almendrados, y la tez muy fina, como la de una noble, pero de un tono ligeramente dorado, y una actitud orgullosa. Arien iba erguida sobre su caballo, vestida a la usanza de Harad, con un lujoso abrigo ajustado de brillante piel negra, y las vestiduras se adivinaban costosas, de fina seda y con bordados de oro, y el pelo lo llevaba recogido en dos largas trenzas. Parecía en verdad una princesa venida de tierras lejanas, y la gente la miró con fascinación, bastante recelosos de la compañía de Aragorn. Él, indiferente a las miradas torvas de la gente, llevaba el atuendo típico de los montaraces, de colores pardos, para pasar desapercibido, y cabalgaba envuelto en una vieja capa, y aunque toda su ropa era de buena factura, estaba muy gastada. Los dos tenían la misma mirada altiva, fija en el camino, intentando ignorar a los mirones. Uno de los hombres del pueblo, el más descarado, escupió al suelo y lo miró despreciativamente:
- ¿Que, Trancos, ya conseguiste a una muchacha bonita? Ves con cuidado, señorita, ¡que esos montaraces no son buenas compañías!
El grupo de hombres que lo rodeaba soltó una estrepitosa carcajada, y ella tuvo la desagradable sensación de que sus miradas le resbalaban por la espalda, aunque su rostro siguió inmutable. Se preguntó si aquellos hombres no tendrían razón.
Al final del pueblo, Cuando por fin dejaron las últimas casas atrás, Aragorn se aventuró a torcer el gesto en una sonrisa:
-Creo que ya les habéis dado tema de conversa para varios meses, mi.
- Arien, solo Arien, por favor.
- Como gustéis, Arien
Se hizo un incómodo silencio. Aragorn, por lo que la joven veía, estaba acostumbrado a viajar en silencio, atento a cualquier señal, pero de la chica no se podría decir otro tanto: estaba desesperada por encontrar un tema de conversa que pudiera romper el hielo. Al final, optó por lo más fácil:
- Oye, Aragorn, y .. ¿tu vas mucho por aquí? Quiero decir, te veo habituado con estos caminos, ¿Vienes mucho a Bree?
- Si, suelo pasar. Siempre he dicho que en el Poney pisador es donde se sirve la mejor cerveza
- Ah.- Ella no encontró esto muy tranquilizador, pero de todas maneras continuó- Oh, bueno, yo es que por la taberna, lo que es la taberna, no estuve mucho. bajé una tarde, pero se me, pasaron las ganas de volver.- Una sonrisa irónica se dibujó en su cara- ¿No es un ambiente adecuado para las jovencitas no?
Aragorn rió abiertamente.
- No, no lo es.
-Por eso desconfié de tí en un principio, pensaba que no serias mas que un lugareño que había bebido más de la cuenta, y - su mirada se oscureció y continuó con una sonrisa- que quería subir a divertirse un rato.
-Me alegro de que hayas cambiado de opinión, Arien.
- Oye, Aragorn. Ahora recuerdo que Gandalf me habló de ti. Dijo que te criaste en Rivendel, ¿Es cierto?
- Sí.
- ¿Y cómo es ese lugar?
El rostro del montaraz se iluminó de repente, mientras le describía a la joven las maravillas de la casa de Elrond. De repente, cortó su narración. La joven le escuchaba con la mirada brillante y fija en él, y no supo distinguir lo que se reflejaba en sus ojos oscuros.
-De todos modos, en menos de una semana lo podrás contemplar con tus propios ojos.
- Ya.
Aragorn vio una sombra de tristeza en sus ojos, y le preguntó si acaso no tenia deseos de llegar allí. Arien se lo pensó antes de responder:
- No es eso, pero. no sé.
El montaraz frenó el ritmo del caballo para situarse a su altura y, creyendo adivinar el motivo de su duda, le dijo dulcemente:
- En Rivendel, Arien, te esperan todos con impaciencia y alegría. Desde que Gandalf dijo que te traería de vuelta, todo el mundo tiene ganas de conocerte- miró a la joven de reojo, y como fuera que ella seguía con la vista fija en el caminó, decidió animarla un poco.
- ¿Sabes? Yo aún recuerdo cuando tu madre vino a Rivendel. Debía ser tan solo un par de años mayor que tú, y tenia la misma mirada. Y era igual que tú, con los mismos ojos y la misma cara. Una bellísima mujer de Harad.
- Gracias- Eso era un cumplido, y lo agradeció educadamente, pero sin muchas ganas. "Vaya, así que el montaraz también sabe ser cortés...". Aragorn le dedicó una sonrisa.
-Y Elrond estará muy feliz. Te esperaba desde hace mucho tiempo y.
-¡Basta! Aragorn, de ese tema no hablaremos.
La voz de la joven se había vuelto dura y perentoria, y su mirada glacial y orgullosa. Aragorn, impresionado, murmuró una disculpa, y no volvió a tocar ese tema.
Encontraron, en cambio, un tema de conversa que les duró para llenar el resto del día: tanto Arien como Aragón eran grandes amantes de los viajes y de las aventuras, y las joven no se cansaba de oír las narraciones que le hacia el hombre de sus viajes: El frío Norte, con sus caminos desiertos y nevados y las montañas infestadas de orcos, donde nevaba todo el año, los grandes desiertos del este, el frondoso Bosque Negro y la magnífica Lothlorien, hogar de las últimas comunidades élficas. Habó también de Minas Tirith, de la ciudad blanca fundada por los hombres del Oeste. Arien lo miraba arrobada: ¡Aquel hombre había viajado por toda la Tierra Media!
También conocía las regiones septentrionales de Harad, y pasaron largo rato hablando de los países del Sur, aunque Arien evitó tratar todo tema referente a la política. En esos precisos momentos, el aliado más poderoso del señor Oscuro era su propio reino. Ella había vivido todo el proceso desde dentro, y sin duda alguna estaba al corriente de la inminente guerra. Como futura reina, estaba al tanto de la política de su país, y había visto con sus propios ojos la grandeza de su ejército, y lo había visto en acción cuando tomaron algunos de los puestos del sur de Gondor, ayudados por los corsarios de Umbar. Ella era, con todas las de la ley, una enemiga de los pueblos libre de la tierra, como se denominaban ellos a si mismos. "Y sí ellos supieran hasta que punto he participado yo en todo esto..." .Ese pensamiento le causó una profunda inquietud, pués, a pesar de lo que había dicho el montaraz, no estaba segura de que la recibieran con alegría, y menos aún cuando les contase lo que les venia a contar sobre el anillo. Aragorn, por consideración, evitó cualquier tipo de preguntas, y pasaron la tarde sin más problemas.
Bien entrada la noche, pararon para descansar un rato. Arien, aunque no profirió una sola queja, estaba bastante cansada y adolorida de estar todo el día a caballo, y tan pronto como puso el pié en el suelo, se estiró sobre una manta en el suelo, demasiado perezosa como para moverse siquiera para cenar. Aragorn le alcanzó un poco de comida y no tardó en quedarse dormida bajo un manto de estrellas. El montaraz, acostumbrado a los viajes y sin pizca de cansancio, hizo guardia toda la noche, sentado a su lado.
En un determinado momento, la chica, sintiendo una ráfaga fría, se removió y murmuró algunas palabras en su lengua natal. Viendo que estaba temblando, aragorn la cubrió con su propia manta, pues él estaba acostumbrado al frío. Los ojos grises se posaron sobre ella, y se sorprendió de lo joven e inocente que parecía, así dormida, con sus dos trenzas. "Diríase que no es más que una niña. Sin embargo se nota que se ha criado en Harad: sus ojos tienen un brillo especial, y sin duda tiene un carácter muy temperamental. Pero estoy seguro de que, llegado el momento, dará muestras de una voluntad indomable y un gran corazón. No en vano es hija de la casa de Elrond, y corre por sus venas sangre élfica." Se estremeció con el simple pensamiento: "Una muchacha de una de las casas élficas más poderosas, y educada por el pueblo Haradrim. Eso es una combinación muy peligrosa."...
Nadie mejor que él, un rey en el exilo, sabia el peso que Arien cargaba a sus espaldas, y todas las responsabilidades que la ataban. Se preguntó cual seria el destino de la joven, que camino elegiría, y sus pensamientos volaron rápidamente hacia la dama de Rivendel. su dama, que, escogiese el destino que escogiese, dejaría detrás de ella un dolor incurable. Una lágrima resbalo por su mejilla, y el recuerdo de la Estrella de la Tarde le acompaño toda la noche.
*****
Por la mañana siguiente, Aragorn la despertó temprano, y, tras un frugal desayuno, volvieron a montar.
Así pasaron los días. Arien aprovechó para aprender los conocimientos que el montaraz tenía sobre las plantas, la caza, la vida salvaje. allí en Harad, por ejemplo, ella nunca se habría imaginado que una noche acabaría histérica por conseguir encender un fuego, o que se tendría que comer lo que unos minutos antes acababa de cazar, pero como no era en modo alguno una chica tonta, pronto pudo superar las dificultades y acostumbrarse a la dinámica del viaje. Bueno, exeptuando la materia culinaria, donde desde el primer día se declaró incapaz de despellejar un mísero conejo, dejando que Aragorn se ocupase de todo lo referente a las comidas.
Pasaron así tres días, que aprovecharon para conocerse mejor y hablar de todo tipo de cosas, pero a medida que iban avanzando hacia los bosques del Norte, Arien se volvió más silenciosa, y su mirada más dubitativa y preocupada. Pararon a media mañana para poder comer algo y enseguida volvieron a montar. El montaraz parecía verdaderamente ansioso por llegar, pero ella ya no mostraba la misma ilusión que antes. Por la noche, pararon para comer algo. Aragorn señaló un punto en la distancia:
- ¡Mira! Detrás de esas colinas esta el valle de Rivendel, a menos de dos horas de camino.
- Ah.
Aragorn miró preocupado el rostro de la chica y se sentó a su lado.
-Arien, estas preocupada ¿no es cierto?
- Bueno, estoy un poco.. Nerviosa.
- Ya te he dicho que no deberías estarlo. Allí todos te quieren.
- Ya. - entre sus labios se escapó un suspiro, y contestó lentamente, mirando las estrellas lejanas.- toda mi vida he estado imaginándome como seria esto.. Cómo seria este día. Pero ahora, es que. es como si ya no tuviera fuerzas para enfrentarme con ello.
- Arien. estoy seguro de que allí serás feliz.
-Ya.
- Vamos, ya veras como sí. Te presentaré a Arwen, ella tenía muchas ganas de conocerte.
-¿En serio?- Una sonrisa le iluminó el rostro, pero acto seguido la preocupación se volvió a reflejar en su rostro.
- Aragorn, el problema es que.... que, yo ya tengo una familia. Yo ya tengo un reino. Y soy la hija del rey, Aragorn, yo soy Arien Shezard. - dudó unos momentos antes de continuar-Y, aparte de esto..
- ¿Sí?
- Para ellos yo soy la hija del rey. Cualquier duda acerca de... de quien fue mi padre.. ¿Sabes? a nadie le gusta saber que su padre no es su verdadero padre.. ¿Me entiendes?
El montaraz no supo que contestar a ello, pero le sonrió.
- En Rivendel serás feliz. A los elfos no les importan cosas como estas. ¡Vamos, anímate! ¡En marcha, muchacha!
Arien le devolvió la sonrisa y, de un salto, montó a caballo.
Adentrándose en los bosques, sintiendo como la embargaba una sensación de paz y armonía que nunca antes había experimentado. La noche era clara, con multitud de estrellas, y la fragancia de los bosques era fresca e intensa. No habrían cabalgado más de media hora cuando Aragorn paró su caballo y saltó a tierra. Habían llegado a un puente, que cruzaba un rio pequeño y rápido, y una figura resplandeciente les esperaba a la otra banda. El montaraz corrió a su encuentro, hablando en élfico:
- Glorfindel! Cuanto tiempo sin vernos! Me alegro de que estés bien
- ¡Aragorn, viejo amigo!. Bienvenido a casa.
El elfo miró a la muchacha: -Es esa la dama?. Aragorn asintió con la cabeza. El elfo se dirigió hacia ella, ligero, y, inclinando la cabeza dorada gracilmente, le dirigió palabras de bienvenida:
- Bienvenida a Rivendel, mi dama. Os hemos esperado con impaciencia.
Y le dedicó una gran sonrisa.
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Comentario de la autora:
Ups, este capitulo ha quedado un poco Mary Sue-ista al final. Pero era necesario explicar el origen de Arien, porque ya se verá que es una chica con bastante poder. Bueno, ¡prometo esforzarme más en los próximos capítulos!, ya van a entrar en acción todos los chicos, y voy a dejar un poco esta linea, (¡que parece una telenovela!) A ver que os parecerá el próximo capi. Muchos besos, dejad Reviews para contarme que os a parecido, no os cortéis
**RUMBO A RIVENDEL**
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Arien bajó corriendo las escaleras: entre una cosa y otra, ya habían pasado más de 10 minutos, y dentro de la casa se comenzaban a oír las voces de los dos sirvientes, rezongando. Tenía Aragorn ya preparados y ensillados dos magníficos caballos, así que la chica se disculpó por su tardanza, y, sin más palabras, iniciaron la marcha.
Cruzaron todo el pueblo en silencio, el hombre en cabeza. Los campesinos más madrugadores los siguieron con la vista, algunos de reojo, otros sin ningún disimulo, interrumpiendo sus tareas para mirar sorprendidos a la chica, pués por más que ahora a su tierra comenzasen a llegar algunos sureños, nunca habían visto una mujer venida de tan lejos.
La chica no tenía el aspecto con el que solían imaginar a los sureños, con la piel cetrina y la mirada torva, sí pero tenía algunos rasgos exóticos, cómo los ojos oscuros y almendrados, y la tez muy fina, como la de una noble, pero de un tono ligeramente dorado, y una actitud orgullosa. Arien iba erguida sobre su caballo, vestida a la usanza de Harad, con un lujoso abrigo ajustado de brillante piel negra, y las vestiduras se adivinaban costosas, de fina seda y con bordados de oro, y el pelo lo llevaba recogido en dos largas trenzas. Parecía en verdad una princesa venida de tierras lejanas, y la gente la miró con fascinación, bastante recelosos de la compañía de Aragorn. Él, indiferente a las miradas torvas de la gente, llevaba el atuendo típico de los montaraces, de colores pardos, para pasar desapercibido, y cabalgaba envuelto en una vieja capa, y aunque toda su ropa era de buena factura, estaba muy gastada. Los dos tenían la misma mirada altiva, fija en el camino, intentando ignorar a los mirones. Uno de los hombres del pueblo, el más descarado, escupió al suelo y lo miró despreciativamente:
- ¿Que, Trancos, ya conseguiste a una muchacha bonita? Ves con cuidado, señorita, ¡que esos montaraces no son buenas compañías!
El grupo de hombres que lo rodeaba soltó una estrepitosa carcajada, y ella tuvo la desagradable sensación de que sus miradas le resbalaban por la espalda, aunque su rostro siguió inmutable. Se preguntó si aquellos hombres no tendrían razón.
Al final del pueblo, Cuando por fin dejaron las últimas casas atrás, Aragorn se aventuró a torcer el gesto en una sonrisa:
-Creo que ya les habéis dado tema de conversa para varios meses, mi.
- Arien, solo Arien, por favor.
- Como gustéis, Arien
Se hizo un incómodo silencio. Aragorn, por lo que la joven veía, estaba acostumbrado a viajar en silencio, atento a cualquier señal, pero de la chica no se podría decir otro tanto: estaba desesperada por encontrar un tema de conversa que pudiera romper el hielo. Al final, optó por lo más fácil:
- Oye, Aragorn, y .. ¿tu vas mucho por aquí? Quiero decir, te veo habituado con estos caminos, ¿Vienes mucho a Bree?
- Si, suelo pasar. Siempre he dicho que en el Poney pisador es donde se sirve la mejor cerveza
- Ah.- Ella no encontró esto muy tranquilizador, pero de todas maneras continuó- Oh, bueno, yo es que por la taberna, lo que es la taberna, no estuve mucho. bajé una tarde, pero se me, pasaron las ganas de volver.- Una sonrisa irónica se dibujó en su cara- ¿No es un ambiente adecuado para las jovencitas no?
Aragorn rió abiertamente.
- No, no lo es.
-Por eso desconfié de tí en un principio, pensaba que no serias mas que un lugareño que había bebido más de la cuenta, y - su mirada se oscureció y continuó con una sonrisa- que quería subir a divertirse un rato.
-Me alegro de que hayas cambiado de opinión, Arien.
- Oye, Aragorn. Ahora recuerdo que Gandalf me habló de ti. Dijo que te criaste en Rivendel, ¿Es cierto?
- Sí.
- ¿Y cómo es ese lugar?
El rostro del montaraz se iluminó de repente, mientras le describía a la joven las maravillas de la casa de Elrond. De repente, cortó su narración. La joven le escuchaba con la mirada brillante y fija en él, y no supo distinguir lo que se reflejaba en sus ojos oscuros.
-De todos modos, en menos de una semana lo podrás contemplar con tus propios ojos.
- Ya.
Aragorn vio una sombra de tristeza en sus ojos, y le preguntó si acaso no tenia deseos de llegar allí. Arien se lo pensó antes de responder:
- No es eso, pero. no sé.
El montaraz frenó el ritmo del caballo para situarse a su altura y, creyendo adivinar el motivo de su duda, le dijo dulcemente:
- En Rivendel, Arien, te esperan todos con impaciencia y alegría. Desde que Gandalf dijo que te traería de vuelta, todo el mundo tiene ganas de conocerte- miró a la joven de reojo, y como fuera que ella seguía con la vista fija en el caminó, decidió animarla un poco.
- ¿Sabes? Yo aún recuerdo cuando tu madre vino a Rivendel. Debía ser tan solo un par de años mayor que tú, y tenia la misma mirada. Y era igual que tú, con los mismos ojos y la misma cara. Una bellísima mujer de Harad.
- Gracias- Eso era un cumplido, y lo agradeció educadamente, pero sin muchas ganas. "Vaya, así que el montaraz también sabe ser cortés...". Aragorn le dedicó una sonrisa.
-Y Elrond estará muy feliz. Te esperaba desde hace mucho tiempo y.
-¡Basta! Aragorn, de ese tema no hablaremos.
La voz de la joven se había vuelto dura y perentoria, y su mirada glacial y orgullosa. Aragorn, impresionado, murmuró una disculpa, y no volvió a tocar ese tema.
Encontraron, en cambio, un tema de conversa que les duró para llenar el resto del día: tanto Arien como Aragón eran grandes amantes de los viajes y de las aventuras, y las joven no se cansaba de oír las narraciones que le hacia el hombre de sus viajes: El frío Norte, con sus caminos desiertos y nevados y las montañas infestadas de orcos, donde nevaba todo el año, los grandes desiertos del este, el frondoso Bosque Negro y la magnífica Lothlorien, hogar de las últimas comunidades élficas. Habó también de Minas Tirith, de la ciudad blanca fundada por los hombres del Oeste. Arien lo miraba arrobada: ¡Aquel hombre había viajado por toda la Tierra Media!
También conocía las regiones septentrionales de Harad, y pasaron largo rato hablando de los países del Sur, aunque Arien evitó tratar todo tema referente a la política. En esos precisos momentos, el aliado más poderoso del señor Oscuro era su propio reino. Ella había vivido todo el proceso desde dentro, y sin duda alguna estaba al corriente de la inminente guerra. Como futura reina, estaba al tanto de la política de su país, y había visto con sus propios ojos la grandeza de su ejército, y lo había visto en acción cuando tomaron algunos de los puestos del sur de Gondor, ayudados por los corsarios de Umbar. Ella era, con todas las de la ley, una enemiga de los pueblos libre de la tierra, como se denominaban ellos a si mismos. "Y sí ellos supieran hasta que punto he participado yo en todo esto..." .Ese pensamiento le causó una profunda inquietud, pués, a pesar de lo que había dicho el montaraz, no estaba segura de que la recibieran con alegría, y menos aún cuando les contase lo que les venia a contar sobre el anillo. Aragorn, por consideración, evitó cualquier tipo de preguntas, y pasaron la tarde sin más problemas.
Bien entrada la noche, pararon para descansar un rato. Arien, aunque no profirió una sola queja, estaba bastante cansada y adolorida de estar todo el día a caballo, y tan pronto como puso el pié en el suelo, se estiró sobre una manta en el suelo, demasiado perezosa como para moverse siquiera para cenar. Aragorn le alcanzó un poco de comida y no tardó en quedarse dormida bajo un manto de estrellas. El montaraz, acostumbrado a los viajes y sin pizca de cansancio, hizo guardia toda la noche, sentado a su lado.
En un determinado momento, la chica, sintiendo una ráfaga fría, se removió y murmuró algunas palabras en su lengua natal. Viendo que estaba temblando, aragorn la cubrió con su propia manta, pues él estaba acostumbrado al frío. Los ojos grises se posaron sobre ella, y se sorprendió de lo joven e inocente que parecía, así dormida, con sus dos trenzas. "Diríase que no es más que una niña. Sin embargo se nota que se ha criado en Harad: sus ojos tienen un brillo especial, y sin duda tiene un carácter muy temperamental. Pero estoy seguro de que, llegado el momento, dará muestras de una voluntad indomable y un gran corazón. No en vano es hija de la casa de Elrond, y corre por sus venas sangre élfica." Se estremeció con el simple pensamiento: "Una muchacha de una de las casas élficas más poderosas, y educada por el pueblo Haradrim. Eso es una combinación muy peligrosa."...
Nadie mejor que él, un rey en el exilo, sabia el peso que Arien cargaba a sus espaldas, y todas las responsabilidades que la ataban. Se preguntó cual seria el destino de la joven, que camino elegiría, y sus pensamientos volaron rápidamente hacia la dama de Rivendel. su dama, que, escogiese el destino que escogiese, dejaría detrás de ella un dolor incurable. Una lágrima resbalo por su mejilla, y el recuerdo de la Estrella de la Tarde le acompaño toda la noche.
*****
Por la mañana siguiente, Aragorn la despertó temprano, y, tras un frugal desayuno, volvieron a montar.
Así pasaron los días. Arien aprovechó para aprender los conocimientos que el montaraz tenía sobre las plantas, la caza, la vida salvaje. allí en Harad, por ejemplo, ella nunca se habría imaginado que una noche acabaría histérica por conseguir encender un fuego, o que se tendría que comer lo que unos minutos antes acababa de cazar, pero como no era en modo alguno una chica tonta, pronto pudo superar las dificultades y acostumbrarse a la dinámica del viaje. Bueno, exeptuando la materia culinaria, donde desde el primer día se declaró incapaz de despellejar un mísero conejo, dejando que Aragorn se ocupase de todo lo referente a las comidas.
Pasaron así tres días, que aprovecharon para conocerse mejor y hablar de todo tipo de cosas, pero a medida que iban avanzando hacia los bosques del Norte, Arien se volvió más silenciosa, y su mirada más dubitativa y preocupada. Pararon a media mañana para poder comer algo y enseguida volvieron a montar. El montaraz parecía verdaderamente ansioso por llegar, pero ella ya no mostraba la misma ilusión que antes. Por la noche, pararon para comer algo. Aragorn señaló un punto en la distancia:
- ¡Mira! Detrás de esas colinas esta el valle de Rivendel, a menos de dos horas de camino.
- Ah.
Aragorn miró preocupado el rostro de la chica y se sentó a su lado.
-Arien, estas preocupada ¿no es cierto?
- Bueno, estoy un poco.. Nerviosa.
- Ya te he dicho que no deberías estarlo. Allí todos te quieren.
- Ya. - entre sus labios se escapó un suspiro, y contestó lentamente, mirando las estrellas lejanas.- toda mi vida he estado imaginándome como seria esto.. Cómo seria este día. Pero ahora, es que. es como si ya no tuviera fuerzas para enfrentarme con ello.
- Arien. estoy seguro de que allí serás feliz.
-Ya.
- Vamos, ya veras como sí. Te presentaré a Arwen, ella tenía muchas ganas de conocerte.
-¿En serio?- Una sonrisa le iluminó el rostro, pero acto seguido la preocupación se volvió a reflejar en su rostro.
- Aragorn, el problema es que.... que, yo ya tengo una familia. Yo ya tengo un reino. Y soy la hija del rey, Aragorn, yo soy Arien Shezard. - dudó unos momentos antes de continuar-Y, aparte de esto..
- ¿Sí?
- Para ellos yo soy la hija del rey. Cualquier duda acerca de... de quien fue mi padre.. ¿Sabes? a nadie le gusta saber que su padre no es su verdadero padre.. ¿Me entiendes?
El montaraz no supo que contestar a ello, pero le sonrió.
- En Rivendel serás feliz. A los elfos no les importan cosas como estas. ¡Vamos, anímate! ¡En marcha, muchacha!
Arien le devolvió la sonrisa y, de un salto, montó a caballo.
Adentrándose en los bosques, sintiendo como la embargaba una sensación de paz y armonía que nunca antes había experimentado. La noche era clara, con multitud de estrellas, y la fragancia de los bosques era fresca e intensa. No habrían cabalgado más de media hora cuando Aragorn paró su caballo y saltó a tierra. Habían llegado a un puente, que cruzaba un rio pequeño y rápido, y una figura resplandeciente les esperaba a la otra banda. El montaraz corrió a su encuentro, hablando en élfico:
- Glorfindel! Cuanto tiempo sin vernos! Me alegro de que estés bien
- ¡Aragorn, viejo amigo!. Bienvenido a casa.
El elfo miró a la muchacha: -Es esa la dama?. Aragorn asintió con la cabeza. El elfo se dirigió hacia ella, ligero, y, inclinando la cabeza dorada gracilmente, le dirigió palabras de bienvenida:
- Bienvenida a Rivendel, mi dama. Os hemos esperado con impaciencia.
Y le dedicó una gran sonrisa.
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Comentario de la autora:
Ups, este capitulo ha quedado un poco Mary Sue-ista al final. Pero era necesario explicar el origen de Arien, porque ya se verá que es una chica con bastante poder. Bueno, ¡prometo esforzarme más en los próximos capítulos!, ya van a entrar en acción todos los chicos, y voy a dejar un poco esta linea, (¡que parece una telenovela!) A ver que os parecerá el próximo capi. Muchos besos, dejad Reviews para contarme que os a parecido, no os cortéis
