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EN CASA DE ELROND

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-Bienvenida a Rivendel, señora.

Glorfindel era el primer elfo que la chica había visto nunca, y lo primero que pensó era que parecía. no sabía describirlo: muy joven y, desde luego muy guapo, pero tenia un aura especial, como una imagen atemporal. Algo parecido al aura que tenía Gandalf. Experiencia. "sí, eso debe ser. ¿Cuantos años debe de tener?" Avergonzada, se dio cuenta de que se había quedado mirando al elfo sin decir nada, rápidamente, inclinó la cabeza en un saludo. El elfo la ayudó a desmontar, e intercambió unas palabras con Aragorn.

Un par de elfos más habían llegado a saludar a los recién llegados. Miraban con curiosidad a Arien, que estaba bastante incomoda. Bueno, incomoda quizás no era la palabra, pero si.. sorprendida. Respondió a los elfos con las típicas palabras corteses y con una sonrisa en la cara, y estos se inclinaron ante ella y se hicieron cargo de los caballos. Entró en Rivendel al lado del montaraz, y a cada paso salían elfos que saludaban al montaraz, se la quedaban mirando y luego le sonreían y la saludaban: "Aiya, Elda". ella simplemente les sonreía, un poco tímida, sin perder de vista a Aragorn, el único conocido entre todo el montón de caras bellas y extrañas.

Era un ambiente surrealista: la arquitectura de las casas se confundía con los árboles, las plazas. No sabias donde acababa el bosque y comenzaba el jardín, y donde acababa el jardín y comenzaba la casa. Estuvieron andando un rato hasta detenerse enfrente de la que parecía la casa más grande y exquisita de todas. La mirada de Arien, que se había perdido entre la belleza incomesurable de aquel lugar, se focalizó en la persona que estaba esperándolos de pie, en la entrada, vestido con una rica túnica azul, el pelo largo y negro, y luz en los ojos. De él emanaba un aura especial. y ella supo quien era. La figura avanzo hacia ellos, y, cuando estuvo delante, alargo una mano, trazando el contorno de la cara de la joven. En los ojos de ella no se mostraba ningún tipo de emoción, se limitaba a mirar a Elrond fijamente. Ninguno de los dos hablaba, los elfos se habían callado todos. era como si el tiempo se hubiera detenido. Cuando por fin Arien pudo arreglárselas para pensar en algo, lo primero que le vino en mente es que ojalá Gandalf estuviera aquí.

- Bienvenida a casa, Arien.

Fue como si se rompieran las cuerdas que la ataban. Inmediatamente, la chica recobro la compostura y la lucidez mental. Se separo de él y se inclinó levemente.

- Es un placer ser recibida en vuestra casa, Elrond.

"Tal vez demasiado formal". Elrond la miró sonriente, pero ella no levantó" los ojos del suelo. No por vergüenza, sino porque esa era la manera educada de saludar a alguien que estaba por encima de tu nivel. La chica de Harad estaba siendo deliberadamente demasiado formal, pero el señor de la casa, lleno de alegría, no reparo en ello. Le besó la frente y la condujo hacia la casa. Arien se dejo hacer, como si fuera una muñeca. Aunque quería negarlo, también ella estaba muy emocionada. Y nerviosa.

- "Hija mía." -Estas palabras la turbaron demasiado. Su padre le estaba abrazando, con mucha delicadeza. La contemplo largamente, con la mirada embelesada. La chica tenia la horrible sensación de que la estaban sometiendo a un examen, hasta que vio las lagrimas en su rostro y comprendió que no era así.

- Te pareces tanto a tu madre..- El Señor sonrió- Eres igual que ella.

Claro. Eso se lo decía todo el mundo. Físicamente, al menos, eran como dos gotas de agua. En cambio, él.Arien habia tratado de imaginarse como sería Elrond muchas veces, pero para ella nunca habia sido más que una fantasia de su madre, un principe elfo bello, etereo.pero irreal. Ahora tenía delante de ella a una persona, de carne y hueso. Acostumbrada a vivir entre reyes y nobles, supo distinguir ante ella a un poderoso Señor. Parecía un hombre en la flor de la vida, un fuerte guerrero a la vez que un sabio governante, y luego estaban sus ojos. grises, llenos de recuerdos, penetrantes y profundos. Empezaba a entender que es lo que vió su madre en aquel elfo.

-Como está Marlene?

La manera en que pronunció el nombre de su madre, con tanto cariño.ella dejó escapar un suspiro:

- Mama murió hace 5 años...

Elrond frunció las cejas un momento, con una expresión de máxima tristeza. Luego la rodeo con los brazos, protectoramente.

- Pero tú ahora estas conmigo..- Elrond le volvió a besar en la frente

Quería decirle que no, que se sentía extraña así, entre sus brazos, tratada como una niña de 5 años. Decirle que solo havia venido aquí por la situación política de su país, que su casa estaba en Harad. pero se vio incapaz. Se vio derrotada porque encontró con algo que no había venido a buscar.

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Cuando paso la emoción inicial, Arien le transmitió el mensaje de Gandalf. Les relató su viaje desde Harad hasta Rivendell, y, sobretodo, lo que Gandalf le había contado sobre el anillo, y estas noticias le oscurecieron el semblante, aunque no dijo nada, se limitó a abrazar a la chica más fuertemente aun.

Una doncella anunció que la habitación de la joven dama ya estaba preparada.

-Disculpame, estoy muy cansada. Buenas noches, Elrond.

Arien se levantó sigilosamente y siguió la elfa por el pasillo.

- Buenas noches, hija.

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Arien se levantó bastante tarde, por lo visto, nadie se había encargado de despertarla. Se desperezó sin ganas, con su mente aun en estado de semi- inconsciencia, procesando los acontecimientos del último día. Al final, se levantó de la cama, para encontrarse con su equipaje y sus bolsas, en un perfecto orden, al pie de la cama. En la habitación continua había lo que parecía ser un cuarto de baño, y, en un vestidor, un precioso vestido elfico de color blanco.

-Anda, esto sí que es tener un buen servicio..- miró el vestido con admiración- Y esto es precioso.

Una hora más tarde, salió de la habitación, recién duchada, con el vestido blanco y el pelo suelto y mojado. Se dirigió hacia la sala donde ayer había hablado con Elrond, y se sorprendió al encontrarse una mesa preparada para una sola persona, con una gran cantidad de bollería. "¿Incluso han pensado en mi desayuno!" Bastante alegre, se sentó en la mesa, y probó un poco de cada cosa, en total poco menos de ocho pasteles diferentes. Estaba con el último cuando entró Aragorn al salón.

- ¡Aragorn! ¿Que tal?

- ¡Buenos días! Veo que ya has despertado.

- Sí, y ¡mira! Hasta me han preparado el desayuno!

Ambos rieron, hasta que la chica se fijó en dos figuras que esperaban en la puerta. Una era su padre, y la otra un dama guapisima muy parecida a este último, y no tuvo que adivinar quien era: ¡Arwen, la Estrella de la tarde!

Ambos entraron en la sala y Elrond las presentó: todo besos y sonrisas, y los dos hombres que se les caia la baba. Arien, con el pelo suelto y el vestido elfico, era muy parecida a la gran dama, y ninguno de los presentes dejó de notarlo. Luego las dos chicas fueron a recorrer la casa, pues Arwen decidió que seria ella quien le enseñaría el lugar a Arien.

En el salón quedaron Aragorn frente a Elrond. El señor de la casa miró largamente al mortal, sin decirle nada. Luego bajó la vista:

- Gracias por traerme a mi hija.

El mortal también bajo la vista. En esta frase se escondían muchas cosas, demasiadas. Ambos sabían la historia, y el peso que los dos llevaban en el corazón.

*****

Era ya casi de noche, y las dos chicas se encontraban en la habitación de Arwen, preparándose para la fiesta que se celebraría esta noche. Las cocinas estaban a pleno rendimiento, y todo el edificio principal era un ir y venir de sirvientes: desde la habitación se podía oír todo el ajetreo.

Arwen enseguida estuvo lista, con un elegante vestido y un sencillo pero lujoso adorno en el pelo. También llevaba un bonito colgante. Pero la chica de Harad era harina de otro costal. después de media hora aún seguía rebuscando en sus bolsas. Traía consigo un pequeño cofre, y, al abrirlo, la mismísima Arwen se quedó impresionada por la cantidad y calidad de las joyas de la chica más joven: perlas brillantes y redondas, diamantes tallados con gran pericia, y piedras preciosas relucientes y enormes, oro, plata, y. mithril. Parte de las joyas de la Reina de Harad, demostrando toda la riqueza de su tierra.

-Mira, me pongo este?- Arien se debatía desde hace rato entre una gargantilla y un collar de perlas- Bueno, no se. quizás este otro queda mejor con este vestido, no? ¡Arwen, ayúdame, anda!

Las dos fueron las ultimas en comparecer en la gran sala donde se celebraba el banquete. Ante ellas, una mesa larguísima, llena de elfos y repleta de comida. Se sentaron cada una a un lado de su padre. Las miradas de los comensales se posaron en la chica de Harad: Al final se había puesto la gargantilla de diamantes y unos pendientes largos de mitril, con diamantes incrustados. El pelo, en un recogido sencillo que solía usar en Harad, y el vestido blanco y vaporoso que le dejaba un escote precioso.

Elrond se levantó para recibirla, y lo mismo hicieron detrás suyo, las casi 30 personas que compartían la larga mesa.

- Arien, hija mía, estas preciosa- Le dijo con una sonrisa. Luego levantó la voz- Nobles señores y damas aquí presentes: aprovecho que estamos todos reunidos para presentar ante todos vosotros, a mi hija menor. Demos gracias de que, en tiempos tan oscuros como estos, aún podamos disfrutar de la luz de nuevas estrellas. ¡Recibámosla con alegría en su verdadero hogar!

Todo el mundo apoyó sus palabras y brindaron a su salud. Entre muchas caras sonrientes, encontró la de Aragorn, que estaba sentado al lado de un grupo de elfos extranjeros. También había, en una esquina, una pareja de enanos, padre e hijo, parecía, que ponían cara de no estar enterándose de qué iba la historia, pero que inclinaron cortésmente la cabeza en honor a la dama. La muchacha de Harad también sonrió, agradeciendo suavemente la demostración de afecto.

Transcurrió la cena con alegría por parte de todos. El tema más comentado fue el viaje de la joven, y, en especial, causó muchas risas el "incidente" de su encuentro con Aragorn. Ella se rió como la que más, e hizo uso de todas sus capacidades diplomáticas para alejar la conversación de todo tema comprometido. El banquete, como toda celebración élfica que se precie, acabó en una fiesta alegre, con mucho vino, música, y elfos recitando poesías, narraciones...

Las primeras horas aún fueron interesantes para la joven: escuchó antiguas leyendas y romances élficos, canciones, chistes. Arwen se quedó con ella, presentándole a algunos elfos, comentándole cosas.también Elrond se quedó a su lado en un principio, o Aragorn. Pero ahora se habían ido todos: Elrond, así como los Señores que, por su rango, se adivinaban como los más viejos, se habían retirado hace tiempo, cuando la fiesta se comenzó a alegrar bastante.

De hecho, la gente comenzaba a estar bastante demasiado "alegre" Los recitales habían dejado paso a una atmósfera mucho mas agitada, con más risas, bailes, e ir y venir de gente. Al lado de Aragorn, Arien se acababa de beber su tercera copa de ..

"¿De que? Jajajaja, Dios mío, ni siquiera se lo que estoy bebiendo. vino no es, tendría que ser rojo, y esto no tiene color. ¡Se ha descolorido! Jajajajajajaja" Por alguna inexplicable razón, encontró este hecho sumamente gracioso, y se puso a reír en voz alta.

- Arien, que es eso tan gracioso?

- Mira- La chica le enseñó su vaso a Aragorn, con los ojos un tanto brillantes- Jajajajajaja, ¡no se lo que es!

- Es Miruvor, un licor de la casa.- el montaraz se empezó a preocupar un poco. de hecho, ella tenía sangre humana, así no soportaría el alcohol con tanta facilidad como los elfos, que en raras ocasiones se emborrachaban- Estooo, Arien..- de hecho, ella no era solo medio mortal, sino que a más era una mujer. Se preocupo aún más.

- ¿Si? - preguntó ella, inocentemente.

"Y, para acabar, no solo es una mujer, sinó que tiene 17 años. ¡Si es solo una niña! Madre mía, así es como muestro mi agradecimiento a Elrond, dejando que su hija." Este último pensamiento acabó de preocupar al montaraz. Pero ahora estaba el siguiente problema, como se le decía a una joven, y no a una joven cualquiera, sino a la hija de su señor, que no bebiese ya más?

- Arien, esto es un poco fuerte, te podria sentar mal.

- ¡Jajajaja, oye, allí en Harad tenemos cosas muy fuertes también! - Dio un pequeño sorbo a su vaso de Miruvor. Aragorn miró a un lado y otro de la sala, buscando una solución. Bueno, almenos, le podía presentar a alguien, así ella se distrería un poco. Él, despues de todo, no era muy amante de las fiestas.

- ¿Te gustaría que te presentase a un principe ?

- ¡Vale! ¿Quién és? ¿Será un elfo? - La joven reina de Harad sonreía: la pregunta había sido un poco estúpida, teniendo en cuenta que todos los allí presentes eran elfos. Cuando ella se dio cuenta de ello, se echó a reír nuevamente, y esta vez incluso Aragorn rió un poco.

- Es un antiguo amigo mío, seguro que te cae bién, ¡Venga, vamos!

Aragorn se fue y en un momento llegó acompañado de uno de los elfos de la cena. Éste era alto y rubio, y, como no pudo dejar de notar la joven, extremadamente guapo y de apariencia noble.

- Arien, te presento a Legolas, un antiguo amigo mío, príncipe de la comunidad élfica del Bosque Oscuro. El también ha viajado mucho por la tierra media.- Aragorn se giró hacia el nombrado- Legolas, te presento a Arien.

- Shezard- apuntó la joven con una sonrisa.

- A Arien Schezard, princesa de Harad e hija del Señor Elrond, que ha tenido la amabilidad de venir a agraciar Rivendel con su presencia.

- Es un placer..

- ¡Encantada!

El nuevo elfo iba a contestar con algún cumplido o cortesía, pero, Arien no se paró a pensar demasiado: se acercó al elfo y le dio dos besos en las mejillas. Sintió su piel rozar la suave mejilla del elfo, levemente.

Legolas se quedó parado. Aragorn se quedó parado Se quedaron los dos mirándola, sorprendidos, y la joven no pudo reprimir una risa al ver sus caras de desconcierto, que no entendía. Hasta que entendió, después de todo, no estaba tan "alegre" como suponía Aragorn. Se volvió toda roja.

-Oh.. lo. lo siento! Perdona, perdona, es que en mi tierra. -Cuando se sosegó un poco, prosiguió con la disculpa - en serio, no me di cuenta, en Harad siempre saludamos así, es la costumbre, no es que yo haya. es que.fue un acto reflejo, no me di cuenta, perdona si te incomodé, yo...¡Oh, Dios mio!- Ocultó la cara entre las manos, riendo aún.

Ahora era el turno de ella de pasar vergüenza, y lo estaba pasando realmente mal. El elfo, comprendiendo que todo había sido una confusión, no podía reprimir un sonrisa, y Aragorn se reía abiertamente, aliviado.

- Está bien, Arien, no te preocupes, no me ha molestado para nada.

-Bueno- dijo Arien, medio en serio medio en broma- ahora sí de verdad:- se puso seria y realizó un leve gesto con la mano.- El saludo élfico mejor, no?

- ¿Bueno, amigo, que dices? Yo creo que preferías el primer saludo, ¿No es así?

-¡¡¡Aragorn!!!

-Está bien, Arien, después de todo tus saludos no son muy usuales. a mi me recibiste con una espada en el cuello.- replicó el montaraz, tratando de relajar le ambiente.

-Es que entró en mi habitación de improviso- se excusó la joven, ante la mirada de incredulidad del elfo- ¡Por la noche!- Añadió, ya puestos a echar leña al fuego, divertida ante la comprometida situación de Aragorn.

- No fue exactamente así.- Intentó defenderse el hombre.

- ¡Sí lo fue!

- Eso parece una historia bastante interesante, Aragorn, - Intervino el elfo, riendo

- Llamé a la puerta antes de entrar- Se intentó explicar Aragorn- ¡No había tiempo que perder, era un misión urgente!

-Yo solo te abrí porque pensaba que eras Gandalf. ¡Y me asustaste mucho!

- Pues no lo demostraste

-Bueno, si puedo intervenir, yo tampoco confiaría en un extraño que irrumpe en mi habitación, y más en un montaraz.- dijo el elfo con malicia.

- ¿Ves como tengo razón?

Arien, interpretando la respuesta del elfo a su manera con total tranquilidad, dio por zanjada la discusión, y Aragorn desistió. Ya había observado en el viaje que la chiquilla poseía una vitalidad inagotable, y discutir con ella no era buena idea. Al cabo de unos minutos, Aragorn y Arwen se fueron, disculpándose, y hubo algunos que no ocultaron sonrisas de complicidad. Arien se quedó con Legolas, quién le presentó a varios compañeros suyos y a elfos del lugar. Todo el mundo ansiaba conocer la misteriosa hija de Elrond, de la que se hablaba mucho y se sabía poco, pero tuvieron la delicadeza de no preguntarle nada. En cambio, le recitaron poemas y le cantaron canciones típicas

La fiesta continuó: los elfos, cada vez más alegres, no parecían cansarse nunca, y ella estaba como nueva. En el centro del salón algunos de los elfos bailaban, pero ella no había visto nunca ese baile. Estaba concentrada mirando los pasos para ver si podía aprender algo, cuando alguien se le acercó por la espalda.

- ¿Te gustaría bailar?- le susrró una voz al oido.

Se giró para encontrarse con los ojos azules de Legolas, que sonreía, y le sonrió a su vez, volviendo su atención a los bailarines.

- Es que no se bailar esto: estaba mirando a ver si consigo adivinar los pasos.

- ¿Quieres que te enseñe?

- ¡Claro!

Se retiraron los dos a un rincón: él le tomó las manos, colocando una sobre su hombro y la tomó de la cintura: "paso, paso, ahora giro, y para el otro lado, adelante, paso". no era muy difícil, y enseguida le cogió el truco. Aumentaron la velocidad: - paso, giro, derecha, delante, giro- realmente, los dos hacían buena pareja- giro, paso, detrás, derecha, detrás, gi..

- Uy!

- Auch!

Ella dio un giro y el un paso adelante, así que los dos chocaron. Se miraron un momento y se echaron a reír, el peso de Arien recargado totalmente en el brazo derecho del elfo.

- ¡Jajaja, ibas demasiado rápido!

- ¡Eres tu culpa, - Replicó ella riendo- que no me sabes guiar!

Cuando recuperaron la compostura, algunos de los elfos de los alrededores ya los miraban con una sonrisa.

- ¡Vamos, Legolas, sácala a bailar!- Le animó un elfo rubio.

-¿Te apetece salir a la pista?

- Mm...bueno, de acuerdo. ¡Vamos allá!

La fiesta se animaba por momentos. Entre baile y baile, solían alternar copa y copa. al igual que le había pasado Aragorn antes, ninguno de los presentes tenia en cuenta el hecho de que los humanos no soportan el alcohol tan bien como los elfos, y que, entre estos, los que peor lo soportan son las jovencitas. Arien procuró no abusar mucho de él, pero al fin y al cabo, era una adolescente. en Harad no tenia la oportunidad de divertirse de este modo: una futura reina nunca se puede permitir este tipo de debilidades. Cada ver era más consciente de la calidez de los brazos de Legolas, de sus movimientos, pero lo era menos de la realidad que la rodeaba. Cuando se sintió un poco mareada, se detuvo y se sentaron ambos en una bancada de piedra.

-Legolas.- dijo con voz lastimosa- creo que ya no reconozco a la gente, estoy un poco mareada..

- ¡No te preocupes, mujer! ¿Quieres ir a dar un paseo? El aire fresco te ayudará a despejar la mente.

- Si, por favor.

Habían salido de la sala y se encontraban en un pequeño jardín auxiliar muy bien cuidado. La chica se recostó sobre una barandilla, totalmente pálida.

- Se me va. se me va la cabeza.

El elfo rubio corrió presto en su ayuda, la cogió en brazos y la volvió a sentar en un banco, apoyándola contra su pecho, pensando que era mejor que dencansase un rato. En el bosque oscuro, su hogar, las fiestas solian ser más desenfrenadas que las de Rivendell, y estaba acostumbrado a tratar con los efectos del alcohol.

Ella no andaba muy lejos de quedarse totalmente dormida. Sus pensamientos flotaban de aquí allá, cada vez más tenues. Cansancio. dormirse placidamente, unos brazos que la rodeaban protectora mente, un elfo maravilloso...calidez..

"¡NO! ¡Esto no!" La consciencia de Arien se sacudió y se despertó de pronto, y ella se llenó de miedo. "No voy a acabar como Madre, y así es como voy a acabar si sigo así, me estoy comportando como una estupida, estos elfos son peligrosos ¡Esto no puede ser!

-¡No!- se apartó rápidamente del elfo y intentó ponerse de pié.

- ¿Arien, que sucede?

- Me voy, quiero irme.- contestó, un poco alterada- Quiero irme a dormir.

En ese instante llegó Aragorn, justamente con la intención de que la joven se retirara ya a dormir, pues suponía que debía estar exhausta.

- Aragorn, quiero irme ya a dormir..

- Eso me parece una sabia decisión.- contstó el montaraz, aliviado.

-¿Donde esté Arwen? Ella sabe donde esta mi habitación, Aragorn, quiero ver a Arwen.

-Ella hace ya tiempo que se ha retirado. ¿Vamos, no recuerdas donde esta tu habitación?

Ella los miró con cara preocupada. ¿Su habitación? Buena pregunta. Los miró de manera inocente. El hombre y el elfo intercambiaron una mirada preocupada, hasta que Aragorn tomó la iniciativa.

- Supongo que te habrán alojado en la habitación nueva del ala oeste, donde antes estuvo tu madre. Venga, vamos, te acompaño.

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Por la mañana siguiente, Arien se encontró vestida en su cama, tapada cuidadosamente con varias mantas. Intentó recordar como había llegado hasta ahí, pero un insistente dolor de cabeza le aconsejó de que dejara lo de pensar para más tarde. Lo único que recordaba era un largo paseo por toda la casa, acompañada de un elfo rubio y de Aragorn, un abrir y cerrar de puertas hasta que encontraron la habitación correcta. Después, una cama comodísima, y alguien que la cubría y abandonaba sigilosamente la habitación.

En los días siguientes no hubo más fiestas: fue cómo si después de un momento de alegría, una sombra de oscuridad lo cubriera todo. Se notaba, sobretodo, en el ambiente que flotaba sobre el valle: una tensión, expectación, creciente, como si se anticipara una desgracia.

Un par de días después de su llegada, Arien había relatado, ante una reunión de los grandes de Rivendel, todo lo que Gandalf le había contado sobre el anillo: aunque no lo dejasen traslucir, el abatimiento y horror de todos los presentes fue muy evidente. Lo que todos temían en secreto se había dicho en voz alta, y ya no habria vuelta atrás.

Aragorn y numerosos caballeros fueron enviados en misiones secretas fuera de Rivendel: entre ellos los hijos de Elrond, con los que Arien apenas pudo intercambiar un par de nerviosas palabras. Había otros que, con una mirada desconsolada, se marchaban para ya no volver más, y cada día la casa se volvía más triste. El último en partir había sido Glorfindel, que se despidió de ella.

Ese mismo atardecer, estando Elrond y Arien paseando por el jardín, la chica le preguntó.

- ¿Elrond, porqué abandonan los elfos el valle?

El Señor lo pensó antes de contestar, la vista perdida más allá de los bosques del valle

- Se marchan de estas tierras: cruzan el mar y abandonan la tierra media, se van a descansar finalmente en la tierra de nuestra raza.

- Pero, ¿Porqué?- replicó ella- algunos de ellos se despiden con un "Hasta pronto".

- El tiempo de nuestra raza ha acabado, y ya no habrá lugar aquí para nosotros... Tanto si triunfamos como si somos derrotados por la sombra de Sauron, hija, nuestro destino está ya fijado.- miró a su hija con una tristeza incommesurable, y un amago de lagrimas asomaba en sus profundos y sorprendentes ojos grises- También nosotros deberemos zarpar algún día.

- Padre..- era casi la primera vez que ella lo llamaba por ese nombre- Yo no abandonaré mi tierra.- Dijo con decisión.

El elfo la miró, como si ya se esperara esta respuesta que, no obstante, no por esperada dejaba de ser dolorosa.

- No digas eso, hija mía.- La abrazó con ternura- Tú te vendrás conmigo.

***

Después de esa conversación, no volvieron a hablar más del tema, pero una inquietud nació dentro del corazón de la chica. No soportaba estarse quieta, pasiva: por las noches, veía en sueños como su padre estrechaba los lazos con el señor oscuro, que ella creía haber deteriorado notablemente con su partida súbdita.

Por las mañanas, la angustia la invadía. todos estaba esperando algo, o alguien, pero. "¿De verdad no se dan cuenta? Todo el este está en movimiento, ¡¡Todo!! Cada hora es un pacto nuevo que aumenta las nutridas huestes de Sauron. Y yo no puedo dejarlo estar todo, no puedo desentenderme y pasar las horas leyendo, paseando".

Pronto ni las historias que Legolas le solía contar por la noches, en la sala del fuego, o los poemas que Bilbo, un extraño hobbit, intentaba componer incansablemente, lograron que ella olvidara sus preocupaciones: peor aún, tenia la sensación de que no aguantaría un día más en la casa. Por más que le doliera, y por más que le doliera a Elrond, Arwen y los otros, ella tenía que partir... "¿Será esta la misma sensación que tubo mamá? ¿Partió por esto mismo.?"

Una cosa si que tenia clara la joven.iba a estallar una guerra, de consecuencias terribles. y los sentimientos no tenían lugar allí. Era más importante la felicidad de su pueblo que no la suya propia, o la de Elrond, o la de cualquier otro. Lo único que estaba esperando para marchar era la llegada de Gandalf. El mago y su retraso preocuparon mucho a los elfos: se rumoreaba que el mago nunca antes se había retrasado, y algunos añadían que habría caído en manos del enemigo.

Arwen y Legolas eran los únicos que intuían que algo le pasaba a la joven: cada día comía menos, daba largos paseos sola y apenas dormía, quedándose largas horas en la biblioteca. Cada uno a su manera, la intentaban ayudar, aunque Legolas tampoco soportaba estar de brazos cruzados. Ya había pasado casi un mes de su llegada a Rivendel, aunque el tiempo allí fluía con un ritmo diferente, pero la joven sentía que, si no hacia algo, iba a tener una crisis nerviosa.

Paseando por el jardín, se encontró con Arwen, que venia vestida con un ligero vestido y un abrigo de viaje. La Dama de la casa se dirigió a ella:

- Arien, me disponia a dar un paseo en caballo, y he pensado que te gustaría venir. ¿No te apetece dar una vuelta?

La chica de Harad la miraba ilusionada: ¡Por fín algo para hacer!

- ¡Si, claro! ¡Ahora mismo me cambio!- salió disparada hacia su habitación, con una gran sonrisa. Al llegar a la esquina del pasillo se giró- ¿A dónde tienes pensado ir?

- Al vado del Bruinen. Hay sombras allí, lo presiento.

- Si, yo también puedo notar un sentimiento oscuro que se extiende.

En diez minutos, ya estaban las dos listas y cruzaban la entrada principal, con la excusa de dar un inocente paseo por los bosques de los alrededores, pero nada más perder de vista la casa, cambiaron de rumbo. Arwen conducía su caballo majestuosamente, con el rostro impasible, y Arien no se perdía detalle de los alrededores: estaban cruzando un magnífico bosque, muy frondoso, pero a medida que se internaban más en él, las ramas se cerraban sobre ellas, el aire se volvía más espeso, el ambiente más lúgubre. Ambas podían sentir una amenaza expectante, un terror a medio desvelar, que les helaba la sangre.

- Arwen.¿Cuanto falta para llegar? Hay una sombra hostil sobre este valle.

-En breve llegaremos. yo también estoy muy preocupada.

De pronto oyeron un grito agudo, penetrante, lleno de crueldad. Fue un grito distante pero alto y claro, que cortó el silencio del valle como un cuchillo afilado. Las dos se quedaron paralizadas durante un segundo, luego intercambiaron una mirada aterrorizada y, como una flecha en una arco tenso, salieron disparadas en dirección al río. La atmósfera del bosque cada vez las oprimía más, hasta que pensaron que ya no podrían aguantar más. El terror cada vez se volvió más espeso. hasta que el bosque se abrió ante ellos. Los caballos se encabritaron al llegar al terreno desnudo: si antes el bosque les parecía malo, ahora sentían estar expuestas, sin ningún tipo de protección ni escondite, al horror más ancestral.

Frente a sus hojos, se desarollaba una extraña escena: nueve jinetes vestidos de negro acorralaban a un último montado en un caballo blanco, que desde lejos, por el tamaño, parecía un niño. Como si de una caceria macabra se tratase, las figuras oscuras se acercaban lentamente al pequeño jinete, y de ellas emanaba esa sensación de frío y de terror. Pudieron ver como el acosado entraba en el rio, la espada en alto, intentando defenderse,

-¡Atrás! - aún desde la distancia se podia oir la voz extremadamente débil- ¡volved a las tierras de Mordor y no me sigáis más!.

Los jinetes oscuros replicaron con voces amenazadoras, y, lentamente, los nueve comenzaron a cruzar el rio.

- ¡No tendreis el anillo ni me tendreis a mi!

Con estas últimas palabras, el pequeño jinete entró dentro de la corriente. La espada se le desprendió de la mano, y el caballó blanco que montaba se encabritó.

En ese instante, pasaron muchas cosas a la vez: Arwen, con los ojos cerrados, comenzó a murmurar en élfico. Al otro lado del rio venian corriendo dos figuras altas, espada en mano, que no pudieron reconocer. Una de ellas resplandecia, terrible en su ira: ¡un señor de los elfos!... Se oyó un rugido lejano, como de agua desbordada, a la vez que una voz joven y femenina gritaba en voz alta palabras incomprensibles para todos.

El caballo blanco habia cruzado el río y se habia detenido en la orilla, era cuestión de segundos que lo alcanzaran.De repente, las aguas del rio se alzaron furiosas, gritando, rugiendo, rompiendo rocas y arboles a su paso y arrastrandolo todo en la poderosa corriente.

Tres de los jinetes oscuros desaparecieron dentro de las aguas espumosas, otros volvieron grupas para escapar, cuando una colummna de fuego apareció enfrente suyo. Los caballos se encabritaron, asustados, tratando de encontrar un lugar donde escapar, pero el fuego se extendia rápidamente, las llamas se alzaban altas y poderosas, y detrás llegaban dos figuras empuñando ramas incendiadas, asustando a los caballos y propagando el incendio, encerrando a los jinetes en un círculo de fuego. Los caballos negros, aterrorizados, se lanzaron al rio con sus jinetes, desapareciendo entre las olas de la corriente turbulenta.

Poco a poco, el nivel del rio fue bajando, sin dejar ningún ratro de los jinetes negros. Todos trataron de recuperar la respiración: no se oía nada excepto el chisporrotear del fuego y el rumor del agua. Arwen cogió a la figura pequeña que antes huía de los jinetes antes de que cayese al suelo: estaba inconsciente y en muy mal estado. Luego levantó la vista: dos hombres se acercaban corriendo por el vado. Glorfindel y Aragorn. Enseguida llegaron y se arrodillaron todos al lado de la pequeña figura. ¡un hobbit!.

Arien era la única que permanecia de pié, erguida, Aragorn levantó la vista hacia ella un instante, y no pudo reprimir un escalofrio al ver los ojos de ella: el rostro inexpresivo, con la mirada clavada en el infinito, en sus ojos se reflejaba el incendio. no, no era un fuego reflejado. En su ojos habia fuego, danzando en las pupilas.

- ¡Arien!

La joven no respondió, ni siquiera pareció que le hubiera oido. Al cabo de unos instantes, cerró los ojos y se dejó caer en el suelo, con un suspiro cansado.

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Continuará muy pronto!!

Hola!! ¡Al habla la autora!

Ya esta aquí el tercer capítulo: es un poco mas largo que los primeros, espero que os guste, porque ya comienzan a aparecer muchos más personajes (En los primeros solo aparecieron Gandalf, Arien, Aragorn y un extra haciendo de "hombre del campo pervertido".). Ahora ya pasaran muchas más cosas: una fiesta en Rivendel, el encuentro con Elrond, la lucha del valle de Bruinen.que os parece el intento de unificación del al peli y el libro? Ya sabeis, la discusión Glorfindel- Arwen

Aps, muchas gracias por los reviews!! (Como alguien dijo, el sueño de toda escritora de FF.net, aunque yo soy nueva aquí..). En el próximo capi ya los contestaré!! Muchos besos, espero que les guste!