Parte 3

Solo tres tortugas se reunieron con Splinter al desayuno. La decepción era evidente. Sin palabras, Miguel sacó las sobras, calentó el arroz de Splinter y lo sirvió todo en la mesa, dirigiéndoles una mirada a cada uno al sentarse. Todos comieron en silencio, algunas veces mirando hacia la silla vacía o hacia la puerta de la habitación de Leo. el dolor de los últimos tres meses se había ido, pero ese nuevo sentimiento los afligía. Ese no era el encuentro que habían imaginado.

- ¿Ya está despierto?- preguntó Donatello en voz baja.

- Oh, si.- contestó Raphael, frotando de nuevo su adolorida y todavía amoratada mandíbula- No creo que se vuelva a dormir después de lo de anoche.

- ¿Lo viste?- preguntó Miguel.- ¿dijo algo?

- Si. – murmuró Raph, bajando la mirada. Leo no le había hecho prometer no contarles, pero de todas formas sentía que traicionaba su confianza.- Me contó algo. Algo acerca de un mal lugar.

Splinter puso su bowl sobre la mesa y lo miró.

- ¿Qué fue lo que te dijo?

- Que había un montón de pasillos llenos de criaturas que él y dos personas más mataban y que trataban de encontrar una salida.- miró a su maestro.- Debió haberlo visto. Su expresión, mientras me lo contaba, nunca antes la había visto.

- ¿Acaso los escuché pelear anoche?.- preguntó Splinter, pero el tono de su voz indicaba que ya lo sabía.

- Él empezó. – Raph hizo una mueca al notar cómo había sonado eso.- Quiero decir, él me preguntó si quería ver si se había ablandado.- Miguel se inclinó hacia delante antes de que Splinter pudiera replicar.

- ¿Lo hizo?

- No es tan fuerte, pero es más rápido.- Raphael sacudió la cabeza.- Me tiró al piso en un par de minutos.- Un pensamiento cruzó por su mente y se volvió a mirarlos.- Hey, ¿ha comido algo desde que llegó?.

Miguel se encogió de hombros.

- No vi que faltara nada la primera noche.

- Le preguntaré.- Dijo Don, haciendo a un lado su plato vacío.- También quiero asegurarme de que esté bien.

Splinter asintió y se puso de pie, sacudiendo la punta de su cola en el aire.

- Muy bien. Cuando hayas terminado, dile que vaya a mi habitación. Deseo hablar con él.

Donatello asintió y dejó la mesa en dirección a las escaleras.

Se asomó a la habitación de Leonardo y la encontró demasiado oscura.

- Leo, ¿estas despierto?.- susurró. No hubo ninguna respuesta por un minuto.

- Si... puedes encender la luz si quieres.

Después de recorrer la pared en busca del interruptor, Don por fin lo encontró y lo accionó.

Su hermano estaba sentado en el rincón más alejado de la habitación, junto a su mesita, protegiendo sus ojos hasta que se acostumbraran a la luz. Todo en la habitación estaba cubierto por una capa de polvo y deseó haber limpiado el lugar de vez en cuando. Ni siquiera habían pensado en ese pequeño detalle en los últimos meses. Atravesó la habitación, dolorosamente conciente del sonido de sus propios pasos, y se sentó al borde de la mesa.

- ¿Estas bien?, tus ojos...

- Estoy bien. Sólo que aún no se acostumbran a la luz.- Leo se sentó con una pierna estirada, la otra flectada con su brazo descansando sobre la rodilla, la cabeza baja. Había encontrado otra bandana para reemplazar la que habían tirado.- ¿Ellos te enviaron a echarme un vistazo?.

- No es eso. – Don le dio una rápida mirada a su hermano, en busca de algo que hubiera pasado por alto antes.

- No tienes que examinarme... – dijo Leo sin levantar la vista.- No estoy herido.

- Mmm. Ok. ¿Comiste algo ya?.

"... dieron vuelta a una esquina y cinco de ellos, cosas en dos piernas con una piel blanca sin pelos, enterraban sus garras en una cosa gris de cuatro patas hasta hacerlo caer, desgarrándolo con sus afilados dientes. La sangre salpicó las paredes y la cosa, sin cabeza, gritaba mientras sus piernas traseras eran desolladas hasta los huesos..."

- No tengo hambre.

- Pero tu...

- No todavía.

Auch. Parecía haber una pared entre ellos. Don se preguntó qué podía haber de interesante en el maldito suelo. Tres meses ¿y ni siquiera podía dirigirle la mirada?, ¿ni siquiera podía actuar como si estuviera aliviado de estar en casa?. Se quedó mirando a aquella cosa sin emociones a la que deseaba llamar hermano. Ira, lagrimas, depresión, cualquier cosa por el amor de Dios, pero no ese autómata con la cara de Leonardo.

- ¿Qué es?- preguntó Don, no muy seguro de qué estaba preguntando realmente. Creyó que le estaba preguntando a su hermano que andaba mal, pero éste pareció tomarlo de forma diferente.

- Recuperando la carga.

La respuesta era sólo un susurro, pero en el silencio de la habitación fue perfectamente audible. Donatello frunció el ceño.

- ¿Qué carga?

Leo no respondió por un momento. Luego sonrió y río una vez, divertido.

- Nada.- cerró los ojos.- ¿Raph les contó.?

- ¿Sobre donde estuviste?.- Donatello asintió y desvió la mirada, nervioso a pesar de que se imaginaba que su hermano ni siquiera estaba mirando.- Si. Algo sobre pasillos llenos de monstruos y otras dos personas.

- ¿Eso es todo?.- Leo lo miró con los ojos bien abiertos.- ¿Nada más?.

Donatello, ofendido de que su hermano sólo se dignara a mirarlo ahora que estaba sorprendido y no porque lo había perdido por tres meses, frunció el ceño.

- ¿Quieres contarme lo que olvidó Raphael?

- No realmente. – Leo sacudió la cabeza y suspiró, volviendo a mirar al piso. "Maldita sea, ¿Acaso escuchó algo de lo que dije?, O tal vez...".

Era sólo una suposición, pero tal vez Raphael no quería traicionar lo que creía era una conversación confidencial. Imagínate. La única que vez que quería que su hermano explicara algo a los demás en su lugar, y Raph adquiría algo de ética y se lo guardaba para sí.

- Bien, si no vas a hablarme, Splinter quiere verte en su habitación. – Don no trató de ocultar la frustración en su voz al ponerse de pie y disponerse a partir.- Probablemente ya esté ahí esperando.

Con una mueca, Leo llamó a su hermano. Cuando Donatello se detuvo y se volvió a mirarlo, Leo no alzó la vista pero le habló de todas formas.

- Don, yo... – Tomó aire y lo dejó ir.- No puedo. No todavía. Necesito más tiempo...

- ... se lo diré a Splinter...

- No, no es eso.- Leo empuñó las manos, concentrándose, como si debiera luchar para formar cada palabra.- No puedo ser como... como era antes. No todavía.

En su mente, Donatello se golpeó a sí mismo. Su hermano mayor acababa de pasar por algo traumático y ahí estaba él, esperando que volviera a la normalidad, sin problemas, feliz de estar de vuelta

¿Qué tan insensible podía ser?.

- Esta bien. Lo siento. – Don se encogió de hombros.- Supongo que estábamos tan emocionados de tenerte de vuelta que no lo pensamos.

- Esta bien. Será mejor que lo vea ahora de todas formas.- Leo se incorporó y pasó junto a él, la mirada baja y los brazos cruzados.

Donatello pensó que lucía como si fueran a regañarlo, pero pensó que era sólo producto de su imaginación y la depresión de su hermano. Salió tras él, saltando al piso inferior, uniéndose a Raph y Miguel en la mesa, mientras Leo desaparecía dentro de la habitación de Splinter.

- ¿Esta bien?,- preguntó Miguel.- Se ve exhausto.

- No estaba así anoche.- dijo Raph

- Es bueno saber eso.- dijo Donatello.- Creo que sólo está cansado. Estoy seguro de que Splinter será capaz de ayudarlo. Necesita tiempo.

- Si – Dijo Raph- Era estúpido pensar que regresaría y todo estaría bien, ¿eh?

Donatello agitó su café antes de bebérselo. Estaba frío.

- Si. Estúpido.

Al menos, la habitación de Splinter estaba a oscuras. Leonardo cerró la puerta suavemente y tomó asiento en frente de su maestro. Una vela encendida ardía entre muchas otras apagadas. Uno de sus ejercicios de entrenamiento había sido arrancar la vela de manos de Splinter. Ahora sentía que era capaz de arrancar la llama de la vela misma. Se quedó observando como ardía erguida hasta que Splinter alzó la cabeza, el delicado movimiento hizo que la llama se retorciera asustada.

- Leonardo... - Con los hombros tensos, aguardó por las preguntas.

- ¿No estás herido?

- No, maestro.

- Bien. – Splinter sacó un largo cerillo de una caja junto a él y acercó su extremo a la flama. Se encendió en medio de un furioso siseo de humo. Fue encendiendo las velas a su alrededor, una a una, alejando la oscuridad. – Te fuiste por mucho tiempo.

- Lo sé, maestro. Lo siento.

- Tus hermanos te buscaron por toda la ciudad. Se expusieron a grandes peligros en su intento por encontrarte.- el fósforo ardió débil, acercándose a sus dedos.- Y protegiendo la tienda de la señorita O'neil de los delincuentes locales.

Leonardo alzó la vista, preguntando sin palabras. El haberse sorprendido así podía evitarle la molestia de hablar.

- Si. Ha sido reconstruida. Tuvo que explicar cómo funcionan los seguros contra incendios.- la mayoría de las velas estaban ahora encendidas. Agitó el cerillo apagando su flama y arrojando los restos quemados- Por tres meses tus hermanos se abandonaron a sí mismos, ¿es así como debería ser?

- ... no maestro.

- Le contaste a Raphael que buscabas la forma de escapar.

- Si, maestro.

- Y que te revelaste a dos humanos en el proceso.

- No maestro. Estaba constantemente oscuro. La luz era algo raro y siempre que la había la usábamos para localizar a nuestros enemigos.- Leonardo hizo una mueca, como si todos los recuerdos regresaran en un instante. Pero era bastante cierto.- Ellos nunca supieron lo que soy.

- Eso es algo, al menos.- Splinter exhaló y una pesada carga pareció dejar sus hombros.- Estoy sinceramente aliviado de que estés bien, Leonardo, pero el saber tan poco sobre tu ausencia y el tener a tus hermanos solos por tanto tiempo... fue agotador.- Su cola se agitó una vez a sus espaldas y puso una mano en el hombro de Leonardo.- Eres su hermano mayor. Debes estar aquí para protegerlos. Dejarlos por tanto tiempo... en semejantes peligros...

- Lo siento, maestro.- Poco a poco, la carga volvía a posarse sobre su espalda, tan aplastante como lo recordaba. Pero había tenido todo un día libre. No podía quejarse. Las velas ardían brillantes a su alrededor. El fuego llenaba el aire, volviendo la habitación tan roja como la sangre, salpicando las paredes y el rostro de Splinter al oscilar las llamas.

- No te culpo.- Dijo Splinter.- Estoy seguro de que regresaste tan pronto como pudiste. Estoy contento de ver que estas bien y de que puedas asumir nuevamente tus responsabilidades. Debería informarte de la situación de la señorita O'neil, ese es el problema más urgente que enfrentamos. Creo que Miguelangel se dejó ver en una de sus salidas, pero como nada ha ocurrido aún como consecuencia de ello, podemos ignorarlo por ahora.

Negocios, como siempre. Había algo de alivio en ello, el haberse librado de la discusión tan fácilmente. La silenciosa reprimenda aun flotaba en el aire, pero no tenía porqué prestarle atención. Escuchó a su maestro explicar sus recientes peleas con un grupo separado de los Dragones Púrpuras, Las Cinco Garras, y de cómo sólo habían conseguido alejarlos por un tiempo.

- ¿Cuántos son?- Preguntó.

- Al menos veinte.- Dijo Splinter.- Y bien armados. Ahora ves porqué tus hermanos requieren tu presencia. El de April es el único negocio en la calle que aun no ha sido tocado, y ellos seguramente regresaran. Ha pasado una semana ya. Deben haber recobrado su audacia, olvidado el dolor que les infringimos.

Asintió.

- Entonces debería quedarme en la tienda. Si esas actividades aumentan, podré llamarlos sin dejar de proteger a April.- Splinter dudó un segundo.

- Estoy de acuerdo, pero creo deberías permanecer aquí por unos días, recobrándote. Hay tiempo aún y debes descansar.

Dándose cuenta de que la conversación había terminado, Leonardo asintió una vez y se puso de pie para retirarse. El aroma del humo lo acompañó. Ni siquiera consideró el ir a reunirse con sus hermanos (quienes se volvieron a observarlo, más rápido que antes, pero aún su reacción era demasiado lenta, deberían entrenar más) en la mesa o siquiera agarrar algo del refrigerador...

"... Félix disparaba incluso antes de que la puerta estuviera abierta del todo..."

... pero regresó a su habitación, apagando las luces al entrar. Tenía la orden de descansar y sacaría ventaja de ella. El dormir sólo lo llevaría de vuelta a ese laberinto sin fin desde el momento en que cerrara los ojos hasta el momento en que los abriera de nuevo, pero al menos podría recostarse en la cama, viendo cómo la luz proveniente del piso de abajo formaba sombras danzarinas a través del techo.