Parte 7

No lo entiendo.- Dijo Miguel, corriendo detrás de Raphael, quien corría detrás de Donatello- ¿Porqué estamos yendo por todas partes en vez de ir directo hacía él?.

Pasaron frente a un callejón y se detuvieron en la entrada, buscando humanos antes de cruzar la calle y correr hacía otro callejón, chapoteando en las frías pozas de agua.

Porque van a enloquecer en cuanto nos vean.- Dijo Raphael.- Quiero saber si han hecho algo más en las ultimas horas además de dar un paseo.

Yo creo que no vale la pena especular si podemos preguntarle a él.

Miguel, a estas alturas, no confiaría en él ni siquiera para preguntarle cuál es la izquierda o la derecha.- Raphael notó un muro agujereado junto un poster todo roto, que le resultaba muy familiar y llamó adelante.

Oye Don, ¿estamos yendo en círculos?

Sólo estoy siguiendo el movimiento que registra el rastreador. Dijo éste.- Puede decirme en qué dirección ir, pero no cuantas veces pasaron por aquí. Si dieron vueltas por aquí cinco veces, iremos por aquí cinco veces.

¿Para que irán en círculos?- Preguntó Miguel. Raphael sacudió la cabeza.

No lo sé. Tal vez no se den cuenta de lo que están haciendo. Si Leo puede quedarse de pie soñando despierto por horas, no me sorprende que los dos puedan ir caminado en círculos.

Uy, viejo.- Al detenerse nuevamente en la entrada del mismo callejón. Miguel se apoyó contra la pared y respiró con dificultad.- Ya sé, ¿por qué no los espero aquí y ustedes hacen todos los círculos?, No tiene sentido que todos nos quedemos sin aliento... ¡ay!- Miguel se tambaleó cuando Raphael lo agarró por el caparazón y lo arrojó hacía atrás un par de metros.

No estoy de humor.- Dijo Raphael.

Viejo, no eres divertido. Leo no habría hecho eso.- Don miró sobre su hombro por un momento.

No creo que podamos volver a saber que es lo que haría Leo... ¡Whooa!- Se resbaló y golpeó el pavimento con el hombro, girando sobre su caparazón por un par de metros. Logró detenerse al chocar contra un muro, se sentó y frotó la parte trasera de su cabeza mientras revisaba el aparato rastreador.- No se rompió nada.- Dijo.- ¿Con qué me tropecé?.

Con dificultad para ver en la oscuridad, Raphael se arrodilló y miró más de cerca un bulto en el suelo. Hundió la punta de su sai bajo éste y lo levantó con energía un par de centímetros. Escarabajos y cucarachas corrían sobre él, pero el olor y la forma le dijeron suficiente.

No con qué, Don. Con quién.

Oh... Dios... – Don gateó hasta sus pies y luego se volvió, pero entonces vio un segundo cuerpo frente de él.- Aquí hay otro.

Tengo como tres más por acá,- Dijo Miguel, acercándose a Raphael.- creo... Están hechos un desastre. Leo fue...?

Revisa el corte.- Dijo Raphael inclinando el cuerpo hasta que la cabeza cayó hacía atrás, su cuello estaba cortado casi a la mitad. Un largo cuchillo cayó de sus dedos azules.- Deben haber tratado de sorprenderlos y nunca supieron qué los golpeó.- Se volvió a ver a Donatello, quien ahora estaba apoyado contra la pared opuesta, con la cabeza vuelta hacía otra parte.- Raphael suspiró y se puso de pie.- Vamos, sigamos. No puede haber ido en círculos toda la noche.

No hubo chistes por parte de Miguel, ni comentarios por parte de Donatello. En vez de eso, corrieron en silencio junto a él, incapaces de correr al frente o detrás.

El bar era una larga habitación con una barra que abarcaba la mitad de ella y un puñado de mesas en la parte de atrás, viejo, con cuadros de Manhattan desprendidos de las paredes y, sobre el bar, extendida, una enorme bandera americana. En la esquina trasera del bar, donde la luz se rehusaba a llegar y junto a la salida de emergencia, Félix y Leonardo se sentaron con las espaldas contra la pared. Aunque el lugar estaba concurrido, nadie les prestaba la menor atención, demasiado concentrados en el partido de basketball que transmitían por televisión. Un salud se escuchó cuando Nueva York anotó un tiro de tres puntos y otra ronda fue servida. Félix se echó para atrás y puso una pierna sobre la silla restante mientras su mano sostenía su vaso.

Leonardo observaba a los humanos interactuar, encontrando a algunos como Casey, a algunos como April. Unos cuantos actuaban como Raph, un poco demasiado dispuestos a discutir y armar jaleo, y unos pocos como él mismo, discutiendo con los Raphaeles. Si alguno entraba por la puerta del frente, era bienvenido al circulo y, de alguna forma, una cerveza lograba encontrar rápidamente su camino hasta las manos de él o ella. Si era ella, más rápidamente aún.

La mayoría son soldados.- dijo Félix, apuntando hacía la multitud.- Puedes saberlo por los cortes de cabello.

¿Cortos?

Sip. Tu cabello sólo crece si estas en terreno por un tiempo. Incluso las chicas lo llevan corto.

El bar era cálido, mientras que la noche era fría. Leonardo cerró los ojos y se echó hacía atrás en su silla. Su propio vaso estaba vacío sobre la mesa y el alcohol lentamente hacía su trabajo, dejándolo relajarse y escuchar el murmullo de la multitud y los autos que ocasionalmente pasaban por la calle. Nueva York anotaba otra vez. Brindis. La puerta se abría, alguien entraba, alguien tenía que salir.

Ya veo por qué te gusta aquí.- dijo Leo.- Félix asintió una vez.

Está vivo. Al menos por un rato, puedes olvidarte de todo.

Habían demasiadas cosas de las que no podía olvidarse, las responsabilidades se amontonaban sobre él. Raphael. Miguelangel. Donatello. Splinter. April. Casey.

Raphael podía salir con Casey y vivir. Miguelangel había descubierto las historias y la poesía y pasaba el tiempo con la hermana mayor de April. Donatello tenía su laboratorio y sus inventos. Splinter se dedicaba a la meditación y a la filosofía. Todo lo que tenía para sí mismo eran unos cuantos bocetos, historia militar y defender a su familia. ¿Era tan difícil ver que su habitación estaba casi vacía? ¿Qué sus katas se habían debilitado?.

¿Alguna vez piensas en ella?- Preguntó Félix.

Todo el tiempo.- Leo sacudió la cabeza y recordó su cara destajada mientras se desmayaba. – No merecía irse de esa forma.

No puedo soportar pensar que él sigue con vida. Sin castigo.- Leonardo abrió los ojos y se volvió a verlo, dándose cuenta de lo que quería decir.

Recuerdo que dijiste que debíamos dejárselo a Dios.

Eso dije. Pero nunca dije cómo Dios iba a hacerse cargo.- Una risa amarga, sin nada de humor.

Ok.- Dijo Leo, considerándolo.- ¿Crees que siga ahí?.

Probablemente. ¿Crees que sepa que salimos?.

Estoy seguro de que lo sabe.- Leo respiró profundo y se sentó derecho.- Somos más rápidos de lo que éramos tres meses atrás. Probablemente podamos hacerlo.

Los dos permanecieron en silencio por varios minutos, mirando tanto a los vasos vacíos como a la nada. El juego estaba llegando a su ultimo minuto, alargado por el tiempo extra y varios tiros penales más. El bar estaba silencioso mientras todos aguardaban.

Vamos a hacerlo ahora.- Dijo Félix.- Antes que se me pase la cerveza y lo piense mejor.

Bien.- Murmuró Leo para sí mismo.- Bien. Pero primero necesito recoger un par de cosas de casa.- Félix terminó su bebida y asintió una vez.

Lo mismo por acá. Quiero tener algo más que un cuchillo cuando lo enfrente, poner un par de asuntos en orden, por si acaso. ¿La bodega, en una hora a partir de ahora?.

Está bien para mi.

Nueva York anotaba y ganaba. Mientras la concurrencia brindaba y compraba otra ronda, ellos se iban por la puerta de atrás, hacía la noche, caminando en distintas direcciones.

Quince minutos después, tres tortugas se detenían en el techo. Miguel miró por sobre la cornisa mientras los soldados dejaban el lugar.

Yo no creo que esté aquí, chicos.

No más.- Dijo Don, presionando un par de botones en su aparato.- Pero lo estuvo por una buena media hora, al menos. La señal todavía es fuerte.

Oh, diablos.- Dijo Miguel.- ¿Creen que haya sido visto?- Raphael sacudió la cabeza y registró la calle en todas direcciones.

No lo creo. No hay gritos ni nada.- Se tomó un momento para recuperar el aliento. Habían estado corriendo por casi una hora. Por más que quería mirar dentro y ver que había interesado a Leo, no había tiempo.- Ok, por dónde ahora.

Al Este.- Dijo Don, los otros lo siguieron fuera del edificio, de vuelta a la calle. Corrieron por unos cuantos segundos hasta que chocaron con Donatello al detenerse éste abruptamente. Todos cayeron en desorden.

¡Au!- se quejó Miguel.- ¿Por qué te detienes así?.

Esperen... – Donatello luchó por liberar sus manos y recoger el aparato de donde había caído.- Sigue yendo derecho, pero la señal es más débil ahora. Como si hubiera una interferencia.

¿Esta muy lejos?- preguntó Raphael quitándose a Miguel de encima.

No, la señal debiera ser fácil de recoger en éste radio. Algo debe estarla bloqueando.- Mientras trataba de ponerse de pie, notó una tapa de alcantarilla cerrada, justo en el interior de un callejón.- Creo que está bajo tierra. Eso es lo que hace que la señal se debilite.

¿Bajo tierra?- Miguel siguió su mirada hasta la cubierta de la alcantarilla.- Pero eso significa que va a casa, eso es bueno, ¿no?.

Tal vez.- Dijo Raphael.- Bien, vamos a seguirlo, pero recuerden; no hay forma de saber de lo que es capaz. Especialmente con April y Casey yendo en la misma dirección.

Esperen un minuto.- Dijo Don, cambiando el aspecto de su rastreador. Escucharon un agudo beep y luego la cara de Splinter apareció en la pantalla.- Maestro Splinter, ¿Todavía está donde April?.

Si. Ella todavía está empacando... – La voz de Casey vino desde alguna parte detrás de él.

¿Una caja de herramientas? ¿Para qué vamos a llevarnos una caja de herramientas?

¡Mira,- Gritó April de vuelta.- no voy a regresar por unos cuantos días y no quiero olvidar nada!

Pero puedes tomar prestadas las de Donny...

¡Me llevo mi caja de herramientas y se acabó!- Splinter suspiró y miró sobre su hombro, justo a tiempo para esquivar una almohada voladora.

Están discutiendo otra vez, pero es preferible a verla llorando.

En la calle, Raphael miró por sobre el hombro de Donatello.

Maestro, creemos que Leo se dirige a casa. Podría ser buena idea que mantuviera a April y Casey en la tienda por un rato más. No quiero que corran peligro estando allí, con Leo actuando así.

De acuerdo. Raphael, luces alterado, ¿ha ocurrido algo?.- Raphael asintió una vez, aún pensando que con eso sentía que delataba a su hermano.

Si, maestro. Encontramos unos cuantos cuerpos más. Creo que atacaron a Leo y a Félix y luego... fue igual que como ocurrió en frente de la tienda.

Entiendo. Tengan cuidado cuando lo vean. Aunque él sea su hermano, estoy comenzando a temer por su seguridad.

Si maestro.- Raphael retrocedió mientras Donatello volvía a cambiar el aparato a su modalidad de rastreador. Mientras caminaban hasta el acceso del drenaje, Raph río una vez, con la cabeza baja.

¿Qué pasa?.- preguntó Miguel.

Sólo pensaba. Solía odiar cuando Leo me delataba y ahora, aquí estoy yo delatándolo a él.

Un continuo gotear de agua en alguna parte de la guarida era el único ruido cuando entró. Leonardo dejó las luces apagadas al dirigirse a su habitación, hacía la mesa en la parte de atrás. Se arrodilló frente a ella, levantando la parte de arriba, revelando un largo compartimiento lleno de sus pocas cosas personales. Todo lo demás en la habitación provenía de Splinter, sus estantes para libros y las mesas pequeñas, unas cuantas lámparas de papel, y armas con las que ocasionalmente practicaba en su gran y vacía habitación.

Pero ahí guardaba sus varios libros de arte que habían logrado llegar hasta sus manos y la colección de cómics, incluyendo la saga de Dark Phoenix; Sandman: The Wake y Watchmen.

Y bocetos, docenas de bocetos, sus hermanos, April, Casey, Splinter, el puente sobre el arroyo. El arco de una espada cruzando el aire. Varios mostraban el horizonte de Manhattan bañado por la luz de la luna, algunos antes, otros después. Y la dama de la libertad en la bahía. Ella era uno de sus temas favoritos, juzgando por el gran numero de dibujos, algunas veces en rígidas líneas negras, otras en rayos de luz impresionistas. Algunas veces, nada más que una silueta sosteniendo una luz en la oscuridad.

Apartó los dibujos. Esa mesa también contenía docenas de granadas de humo y bombas de luz que Donatello había hecho para él, y pequeñas botellas de veneno. Se guardó varias granadas y bombas, luego se quitó las fundas y sacó las espadas de ellas. Abrió una botella de cianuro y vertió en el interior lo suficiente para cubrir el interior. Luego volvió a envainar las espadas.

Tarea hecha. Dio media vuelta y se fue, olvidando la mesa mientras se concentraba en su cita con Félix y en preparar su venganza. Caminó fuera de la habitación y dio un salto hasta el piso de abajo, aterrizando en cuatro e irguiéndose lentamente. Antes de estar de pie por completo, se dio cuenta de que no estaba solo.

Raphael.- dijo, volteándose. Las luces se encendieron, cegándolo momentáneamente. Volvió la cabeza hacía otro lado hasta que pudo soportarlas y encontró a Miguelangel y a Donatello flanqueando a Raphael, de pie entre él y la puerta.

Leonardo.- Dijo Raphael, asintiendo una vez.- ¿Vas a alguna parte?.

Fuera de mi camino.

No puedo hacer eso.- Dijo Raphael.

Seguro que puedes. Sólo hazte a un lado.

Haz matado gente. Gente que no necesitaba morir.- Una corta risa divertida provino de él.

Si no los hubiera matado esta noche, habrían regresado otra vez. Liquidé el problema. Además, no los maté a todos.

¿Viste lo que dejaste?- Gruñó Raphael.- Había sangre por todos lados, cuerpos cortados...

Dejé un desastre, ¿es eso lo que te molesta?- Leo comenzó a reír, sin prestar atención a como Miguel y Don se encogían al escucharlo.- Lo siento, la próxima vez limpiaré.

Leo...

No. Las espadas no fueron hechas para sentimentales. Si no puedes aguantar un campo de batalla real, entonces manda tus sais a paseo y corre a esconderte con April. Ahora, fuera de mi camino.

No puedo dejarte ir. Splinter quiere que permanezcas aquí.

Al diablo con él. Ha sobrevivido todo este tiempo sin mi, puede hacerlo malditamente bien sin mi de nuevo.

La mano de Raphael fue hasta su sai. Detrás de él, Miguel y Don hicieron lo mismo. Leonardo los vio y comenzó a sonreír.

Ustedes vieron lo que les hice a las Garras Blancas ¿y aún así quieren pelear conmigo?.- Raphael no mostraba emoción alguna.

Si eres capaz de hacernos eso a nosotros, entonces definitivamente no puedo dejarte ir.

Por un momento, Leo estuvo casi orgulloso de él. Claro que Raph tenía a sus hermanos para apoyarlo, pero Leo estuvo seguro de que, incluso sin ellos, igual pelearía. Y no había saltado directamente hacía él, permanecía calmado, calculando su próximo movimiento. Había avanzado mucho en tres meses. Todos lo habían hecho.

Cometieron un solo error.- Dijo.

¿A si?- dijo Miguel, mordiendo el anzuelo donde Raphael no lo haría.

Si.- Leo adoptó una posición de defensa, respirando suavemente.- Debieron golpearme cuando las luces se encendieron.