Parte 8.

Haciendo una finta a Raphael, Leo, en vez de esquivar el puño de éste y taclear a Miguelangel, los arrojó a ambos al suelo, amortiguando su caída y dejando a Miguel sin aire. Leo bloqueó su derecha, apenas evitando el bo de Donatello, dando volteretas hacía adelante, llegando hasta el salón principal. Raphael lo siguió, sus sais relucían a la luz. Leonardo contrajo el rostro al golpearle el brillo en la cara, retrocediendo nuevamente.

No tiene que ser de esta forma.- Dijo Raph. Sus golpes no estaban dirigidos a tocarlo, sólo a hacerlo retroceder.- ¡No quiero pelear contigo!.

Seguro que no.- retrocedió hasta la pared y sus manos la recorrieron, sin suerte, sólo pudo agarrar sus viejas fundas, vacías pero aún pesadas. Se las arrojó con fuerza a Raphael, lanzándose contra él, hacía sus piernas.

Raphael giró a la izquierda para esquivarlas, pero no pudo reaccionar a tiempo, mientras Leo se abalanzaba hacía adelante. Retrocedió, pensando que su hermano pretendía quebrarle las piernas, pero en vez de eso Leo se detuvo, barriendo sus pies y derribándolo. Mientras aterrizaba sobre su espalda, Leo pasó junto a él, tan rápido como una sombra, atacando a Donatello.

Tenía que mantenerse fuera del alcance de ese bo. De roble sólido, el staff de Donatello era lo suficientemente pesado para destrozar huesos y Don era lo suficientemente rápido para girar 180 grados sin detenerse. Silbó a través del aire al poner su hermano más y más fuerza en sus vueltas, gruñendo frustrado al no poder golpearlo. Cada vez que golpeaba, Leo ya se había movido fuera del camino.

El staff giró en un poderoso arco hacía la cabeza de Leo, tan poderoso que Donatello perdió el control y la fuerza del giro lo sacó de balance, haciéndolo tambalear hacía la derecha. Leonardo golpeó su muñeca, arrojando el staff de sus manos. Antes de que golpeara el suelo, Leo se había inclinado y la había agarrado, enterrándolo en el pecho de Don. Su hermano cayó hacía atrás por lo que Leo no vio el nunchako dirigiéndose hacía él hasta que apenas pudo bloquearlo, atrapando la punta con el bo. El crujido de la madera hizo eco en la guarida y Leo miró a los ojos a Miguel. Todo el humor y la liviandad se habían ido de ellos, dejando sólo el intento de derrotar a su hermano. Que Miguel se hubiera vuelto en su contra no le sorprendía. Le dolía.

Pero Félix estaba esperando.

Leonardo se movió hacía adelante, aguantando un golpe en su antebrazo mientras golpeaba la cabeza de Miguel con el staff, luego su pierna, su rodilla, su brazo, los golpes llovían sobre él tan rápido como era capaz. El staff comenzaba a ser sólo un borrón cuando Miguel gritó, tratando de cubrirse y cayendo de rodillas. Sin una pausa, lanzó el bo hacía atrás, perdiendo a Raphael detrás de él, pero usando su posición para golpearlo en el costado, luego en la muñeca. Con una vuelta de su brazo, hizo girar el staff golpeando la cabeza de Raphael y moviéndolo rápidamente a los lados, golpeó el hombro de Donatello. Mientras se quejaban, volvió a arrodillarse y usó toda su fuerza para arrastrar el bo en un circulo sobre el piso, golpeándolos de nuevo.

Permaneció de pie entre sus hermanos caídos, sin siquiera respirar agitadamente. Suspiró y arrojó el staff al suelo, escuchándolo rodar lejos. La fluidez, el éxtasis, el ritmo de la pelea, no había nada de eso en ello. No sentía alegría en la victoria, ni ese ímpetu embriagador sin la sangre y los gritos. Cerró los ojos e inclinó la cabeza hacía atrás, respirando profundo.

¿Acaso te produjo placer?.- preguntó al aire.- verme derrotándolos.

No.- Leo miró sobre su hombro a la rata en el umbral de la puerta. Con la punta de su cola golpeando el aire, Splinter se apoyó en su bastón y lo observó.

¿Entonces porqué no los ayudaste?.

Tenía la esperanza de que no lo hicieras necesario.- Splinter se paró aún más cerca, deteniéndose a sólo un brazo de distancia de su hijo mayor.- Pensé que podía confiar en ti. ¿De verdad has cambiado tanto?.

No he cambiado nada.- Leo se volvió y miró a su maestro.- Tu me entrenaste para matar. Tu me enseñaste como quitar vidas.

Sólo cuando fuera necesario.- Splinter sacudió la cabeza.- Sólo para defenderte.

¿Acaso las balas se volvieron menos letales mientras estuve fuera?- Las manos de Leo se tensaron, dispuestas a tomar sus espadas.- ¿Acaso los cuchillos perdieron su filo?.

Demasiada sangre has... – Leo soltó una risa amarga al tiempo que lo miraba con asombro.

¿De nuevo con lo de la sangre? ¿Eso es todo lo que les molesta? ¿Te sentirías mejor si hubiera quebrado sus cuellos en vez? Aún así estarían muertos. ¿Por qué me haces pelear pero nunca me dejas matar?. Estudié guerra pero nunca me dejas declararla. ¿Nuestras vidas valen menos que las de ellos acaso?.

Leonardo, no podemos convertirnos en verdugos. Por otra parte, tus estudios son para ayudarte a evitar la muerte.- Leo cerró los ojos, bajando la mirada. El descanso de la luz lo reanimaba.- "Es criminal,- Recitó.- enseñarle a un hombre a no defenderse cuando es victima de constantes ataques." (1) - Se volvió a mirar a su maestro.- He estudiado más que guerra. La historia militar es la totalidad de la historia.

¿Y que te ha enseñado la historia?- preguntó Splinter, aumentando la fuerza con la que apretaba el bastón.

Dos cosas.- Dijo Leo.- Que la muerte es mala dependiendo de quien cuente la historia.

¿Y la segunda?.

Que me estas entreteniendo para que ellos puedan recuperarse y ayudarte a detenerme.- Leo dio un paso adelante, usándolo para saltar mientras Splinter hacía girar su bastón hacía su cara. Apenas evitó la punta de éste, aterrizando tras Splinter, rodando para evitar el próximo golpe que pasó sobre su cabeza e irguiéndose.- Usa a Raphael de ahora en adelante. Ya he tenido suficiente de escucharte.

Leonardo, tres meses de luchas constantes han traumatizado tu mente.- Dijo Splinter apartando su mano.- Déjanos ayudarte.

Leo retrocedió como si fuera una serpiente.

Raphael puede llevar la carga de ahora en adelante. Estoy harto de ella. Estoy harto de soportarlo todo. ¡Estoy harto de ti!.- Su mano fue hasta su espalda y tomó la empuñadura de su espada, desenvainándola. Splinter se paralizó cuando una gota de liquido brilló a la luz y cayó al suelo. No había duda de lo que era. Retrocedió, alzando su bastón en defensa.

La espada de Leo pasó junto a él, cortando el cable expuesto a lo largo de la pared. Hubo un relampagueo y luego la guarida quedó a oscuras.

Al principio, Splinter se preguntó porqué había hecho eso. Todos sabían cómo pelear en la oscuridad, era difícilmente una ventaja para él. Entonces, la pelea comenzó otra vez y tuvo que bloquear un golpe hacía su cara.

Crujido de madera otra vez. Se dio cuenta de que Leonardo debía haber recuperado el staff de Donatello. Bloqueó otro golpe, luego otro y luego se hicieron demasiado rápidos para bloquearlos. El golpe que lo derribó no había sido tan poderoso como podía haber sido, lo suficiente para sacarlo de balance, más que para romperle algún hueso. Escuchó otros golpes en la oscuridad y a Raphael gimiendo de dolor. Debía haber tratado de atacar a su hermano al apagarse las luces.

¡Maldita sea, Leo!, ¡¿qué demonios...?!.- Volvió a gritar Raph.

No lo entiendes, ¿verdad?- Leo hizo girar el Staff con toda su fuerza, arreglándoselas para enviar a Raphael rodando por el piso.- Tu tienes que concentrarte para pelear en la oscuridad. Pero para mi, es como estar en casa.

Splinter frotó la parte de atrás de su cabeza mientras un moretón comenzaba a formarse. Leonardo era demasiado bueno en la oscuridad como para estar usando los métodos que le había enseñado. El tenue resplandor de las pantallas de televisión en standby, la débil luz del acuario de Donatello en el segundo piso ¿Era esa en verdad toda la luz que necesitaba Leonardo, o siquiera la que podía soportar?.

Por varios segundos, la guarida permaneció en silencio. Escuchó los quejidos de Donatello mientras se dirigía a la sala, chapoteando en el arroyó que no pudo ver en al oscuridad. Entonces una lámpara se encendió y otras luces pronto la siguieron, hasta que la guarida estuvo iluminada otra vez.

Uno de ellos, Miguelangel, le ayudó a ponerse de pie. Raphael estaba de pies y manos, impulsándose a sí mismo de pie. Donatello se apoyó contra una de las columnas y se agarró la cabeza con una mueca de dolor. Leonardo se había ido.

¡Maldita sea!.- Siseó Raphael- No puedo creer lo rápido que es.

Ni siquiera pude tocarlo. – Dijo Don, sentándose en la escalera circular.- Y luego, cuando agarró mi staff...

Donnie... – Interrumpió Raph.- ¿Todavía puedes...?

Ya estoy chequeando.- Donatello sacó su aparato rastreador y un puntito verde parpadeó en la pantalla.- Sip, todavía no se da por enterado. La pregunta es, ¿queremos ir tras él?.

¿Y que nos de una paliza otra vez?.- Preguntó Miguel ayudando a Splinter a sentarse.- Olvídalo, viejo. No me gustó la primera lección, no ando buscando una segunda.

Pero, no les dio "una paliza"- Dijo Splinter.- Sólo usó un staff. Se contuvo.

Esperen un segundo.- Dijo Raphael, absorto en sus pensamientos.- La ultima vez que peleé con él, fue lo mismo, realmente rápido, pero también muy suave. Y lo de las Garras Blancas, aquellos fueron puros golpes rápidos.- Miguel hizo un gesto de asco.

¿Te pusiste a mirarlos?, cielos, Raph...

Lo que quiero decir es que sólo usó sus espadas. No usó sus puños, no dio patadas. Y no estaba siquiera magullado. Con todas esas balas volando, debió moverse realmente rápido.

O sea,- Dijo Don.- Es rápido, eso ya lo sabemos.

Creo que entiendo lo que quieres decir.. -Dijo Splinter.- Debe ser rápido porque eso es todo lo que tiene. Tal vez se haya contenido en cuanto a las espadas, pero no tenía opción en cuanto a contener su fuerza. No es tan fuerte como solía ser.

¿De verdad?- Preguntó Miguel.- ¿Cómo es eso?.

No importa ahora. Podemos con él. - Dijo Raphael.- Si tiene que seguir moviéndose, los tres podremos derrotarlo.

Suficiente.- Dijo Splinter.- Él ya les lleva ventaja. Vayan y tráiganlo de vuelta.- Puso su mano en el brazo de Raphael antes de que pudiera seguir a sus hermanos, y le dijo en voz baja, sólo para que él lo escuchase.- Debes estar atento a sus espadas. Creo que están envenenadas.

¿Qué?.- Rapha abrió los ojos de par en par.- Ooooh, viejo....

Mantén a tus hermanos a salvo.- Dijo Splinter.- Sé que es difícil, pero debes hacerlo.

Lo sé, maestro. Lo haré.- asintiendo, Raphael corrió tras sus hermanos, alcanzándolos y desapareciendo con ellos en el drenaje.

Habiéndose quedado para esperar a April y a Casey, Splinter se levantó de su silla y se encaminó hasta sus habitaciones, pasando por la de Donatello, reluciente producto de algún experimento; por la de Raphael, con cosas amontonadas a modo de gimnasio personal; y luego pasó por la de Leonardo, prácticamente vacía a excepción de unas cuantas mesas y estantes. La única decoración eran un estante de armas viejas y posters, unas lámparas de papel y... se percató de la mesa al fondo de la habitación, estaba abierta con unas cuantas paginas desparramadas encima.

Cruzó la habitación y se arrodilló frente a ella, juntando dibujo tras dibujo. Debía de haber una docena de ellos. Se quedó boquiabierto, más por la sorpresa que por la habilidad envuelta en ellos. Leonardo nunca había mostrado ningún interés por el arte, nunca emitió ninguna opinión respecto de las pinturas y esculturas que April vendía. Escondidos entre las cosas raras de la tienda, tenía varios trabajos de artistas locales y reproducciones de maestros de todo el mundo. Si Leonardo alguna vez se detuvo a mirarlos, él nunca lo vio.

Cada dibujo había sido hecho en lápiz negro, pero variaban en contenido. Podía decir cuales eran los primeros, por sus características de aficionado, pero conforme los veía, podía ver que mejoraba, había comenzado con los ejercicios básicos de perspectiva y composición hasta llegar a su familia y sus pocos amigos. Fue examinándolos uno por uno. Por primera vez, veía el mundo de la forma en que Leonardo lo hacía. A mitad de camino, descubrió los libros de arte en la esquina del interior de la mesa y los sacó, abriéndolos y hojeando sus páginas.

Muchas de ellas estaban dobladas en la punta, con notas al margen; las favoritas de Leonardo, pensó, y luego de haber visto los dibujos, podía reconocer alguno de los estilos que había usado. La sangre y la espada destajadora provenían de la Judith de Gentilechi. El dibujo de Donatello, mirando como sobresaltado desde su escritorio era el San Francis de Zuraban; April y Casey, dormidos en una cama, juntos, pero de tal forma que nunca pudieran estar lo suficientemente cerca. El numero de la pagina anotado en el dibujo lo llevó hasta La Novia del Viento de Kokoshka, con toda la inquietud de la pintura al óleo llevada al lápiz. La María Magdalena de Donatello y uno de los dibujos de la Dama de la Libertad mostraban el mismo ángulo.

El Guernica de Picasso, El Infierno del Bosco. Splinter frunció el ceño. El Juicio Final de Miguelangel. No habían obras pacíficas entre las escogidas, no habían paisajes ni mujeres en rococó. No habían retratos sin sombras, no habían sonrisas sin un significado oculto, y los dibujos eran lo mismo. El horizonte de Manhattan estaba herido y sangraba, la dama de la libertad, virtuosa y en llamas. Después de una mirada a esa selección, se preguntaba si Leonardo hubiera pintado la Mona Lisa, la habría hecho con una mirada llena de ira. Ira, estaba en todo eso. Un terrible pensamiento lo atenazó y buscó rápidamente entre los dibujos, entre las oscuras líneas de la familia y, cuando no lo encontró, volvió a mirar dentro de la mesa. Se encontró a sí mismo, enterrado bajo el veneno. Su retrato lo observaba entre sombras difuminadas, con toda la malevolencia del Cronos de Goya, como si estuviera en el proceso de devorar a sus hijos.

Splinter retrocedió y dejó que la hoja de papel resbalara de sus manos. Leonardo había dicho que no había cambiado. Entonces, ¿Qué era ahora?, ¿ira desatada?. No podía ser sólo eso, razonó, no había habido rabia en su voz la primera vez que hablaron, no había crueldad en las conversaciones con sus hermanos. ¿Qué era lo que había cambiado en ese par de días?.

La carga.

Leonardo.- Susurró.- ¿Qué hemos hecho contigo?.

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(1) Cita de Malcom X.