Parte 14
A lo largo del pozo habían cuatro escaleras. Antes de tomar la más cercana, Chanta se quitó su maltratada camisa y envolvió con ella sus manos, protegiéndolas del calor. Félix no se molestó. El metal no estaba tan caliente como para no soportarlo. Puso la hoja de su cuchillo entre sus dientes y comenzó a escalar tan rápido como pudo. Raphael hizo lo mismo con uno de sus sais y comenzó a subir, seguido por Miguel mientras que Leo tomó la ultima escalera.
Unos cuantos cuerpos chamuscados colgaban de los escalones por encima de ellos, y si no eran capaces de pasar por sobre ellos, debían perder tiempo arrojándolos o haciéndolos a un lado. Mientras Raphael tiraba con fuerza a un enorme aullador fuera del camino, Miguel hizo una pausa y miró hacia abajo. El cuerpo desapareció en la oscuridad y unos cuantos segundos después lo escuchó chapotear. Miró hacia Leo, quien advirtió su mirada a su lado.
'Sangre.- respondió a su mirada.- El primer y segundo piso deben estar hechos un pequeño lago.- Miguel hizo una mueca de asco y decidió no volver a mirar hacia abajo.
Pasaron el séptimo piso justo cuando el demonio en el sexto empujaba su cuerpo a través de la puerta hecha pedazos y salía hacia el pozo. Apartó el cuerpo de un aullador arrojado desde arriba y luego continuó su camino por las paredes, hundiendo sus garras en el metal, un pie a la vez. A pesar de ser demasiado pesado para moverse rápidamente, aún así subía rápido simplemente por lo grande que eran sus patas. Rugió, pero ninguno de ellos miró hacia abajo.
Las manos de Leonardo comenzaron a temblar, por alguna razón de la cual no estaba seguro, la conmoción, cansancio, dolor, miedo. No creía estar asustado, pero de todas formas sentía la adrenalina recorriendo su cuerpo. No le temía a la muerte, lejos de eso, pero era mejor morir en manos de un enemigo en una pelea real que en las fauces de un monstruo.
Unos cuantos metros sobre él, Miguel y Raphael escalaban rápido, y el cuerpo de otro aullador fue arrojado, siendo atrapado por el hocico del demonio antes de haber caído demasiado.
Otro más cayó, lanzado desde el lado de Félix y el demonio atrapó ese también. Leo continuó moviéndose. Si la criatura era distraída por la comida que caía cada tanto, lo lograría.
Más abajo, algo se estremeció. Leonardo casi perdió el siguiente escalón cuando lo escuchó. Después de vivir en ese lugar por meses, podía reconocer las cosas basado solamente en su sonido y aunque nunca había escuchado ese murmullo anteriormente, debía ser algo más grande que el demonio que los seguía. Mucho más grande. ¿Qué clase de monstruo había mutado haya abajo, en los niveles inferiores, que ya no le temía a los aulladores que habitaban ese lugar?.
Lo que fuera, había obligado al demonio a moverse de prisa para escapar, acercándolo a él. Leo se forzó a sí mismo a ir más rápido, tratando de ignorar la fatiga que agotaba lo ultimo de su fuerza.
Él era el más cercano al demonio y sus dientes ya se estaban acercando. Unos segundos más y lo tendría.
Algo estalló bajo ellos, sacudiendo las paredes tan fuerte que las escaleras se estremecieron y amenazaron con desprenderse de sus tornillos. Leo miró hacia abajo y lo vio venir, parecido a una anguila pero más dientes que músculos, completamente blanco y cubierto de sangre. Reptó por las paredes tan rápido como la luz y mordió uno de los costados del demonio. Éste gritó de dolor y trató de hundir sus garras en la pared, pero el demonio más grande se apartó de ésta y dejó que su peso arrastrase al primer demonio hacia el espacio vacío.
Ambos se sumergieron en la oscuridad, y desde las profundidades provino el sonido de algo desmembrándose y aullidos, hasta que lo único que pudo oírse fue el ruido de huesos quebrándose.
Leo miró hacia arriba, a sus hermanos, ahora en el octavo piso. No había forma de que pudieran alcanzar la cima antes de que la cosa regresara. No había forma de que ninguno de ellos lo lograse.
Sin embargo, él no tenía un mundo al que regresar de todas formas.
Extrajo una espada, escuchando el sonido de la hoja deslizándose por la funda. Las paredes se sacudieron a lo que el demonio dejó de matar y retomó su camino por éstas. Viéndolo por segunda vez, notó los enormes brazos que se agitaban con cada movimiento, vio su cola como la de una anguila que golpeaba alrededor de las escaleras en busca de apoyo. Vio sus ojos, era la única criatura que había visto en ese lugar con ojos. A lo que se aproximaba, los volteó en blanco y abrió la boca.
Ignorando los gritos de sus hermanos, saltó desde la escalera, sacando su segunda espada en medio del aire. Ciego como estaba, la criatura no se percató de que esquivaba sus fauces y hundía sus espadas profundamente en su espalda. La cosa se echó para atrás, chillando, y juntos cayeron en la oscuridad.
Miguel miraba con horror, viendo cómo su hermano se desvanecía. Raphael se inclinó sobre él y tiró de su muñeca.
'¡Vamos¡Haz que valga la pena!.
Las lagrimas brotaban de sus ojos mientras escalaba, una mano, luego la otra, una y otra vez. No podía permitirse pensar en nada más o caería en la oscuridad junto con él.
Leo golpeó el agua y se hundió en ella, cada vez más profundo por la fuerza de la caída. El demonio se retorcía por encima de él. Los cadáveres chocaban contra él. Un momento después se dio cuenta de que no era agua en realidad sino sangre, y hundió sus espadas aún más profundamente.
El demonio tiró de él y se debatió, capaz de nadar en medio de ese espeso liquido. Una vez que se hubo acercado a la pared, retiró sus espadas de su cuerpo.
Leo dio tumbos dentro de esa piscina, empujando los cuerpos de aulladores fuera de su camino, esperando a que afilados dientes lo agarrasen desde abajo en cualquier segundo. Finalmente, se aferró a la escalera más cercana, sosteniendo torpemente una espada en cada mano a lo que se impulsaba hacia arriba.
Boqueó una vez que alcanzó la superficie, pero la fatiga se había ido. Toda su fuerza había regresado, al menos toda la fuerza de que era capaz ahora, y escaló fuera de la piscina tan rápido como pudo.
La enorme cabeza de la criatura rompió la superficie, aullando de dolor, y sus garras se clavaron en la pared. Antes de darse cuenta de lo que hacía, Leo se volvió y nuevamente enterró una espada en su espalda. Esta vez la cosa ni siquiera se agitó, sino que continuó avanzando, arrastrándolo a Leo con él. Envainó su otra espada de nuevo, y se mantuvo con el monstruo, mientras éste lo llevaba hacia arriba.
Cuando estuvo cerca de sus hermanos, torció la espada incrustada en la espalda de la criatura, tirando de ella hacia los lados.
La cosa se inclinó verticalmente, hacia una escalera, y Leo saltó, confiando sólo en la fe de que lograría alcanzarla.
Falló.
Sin embargo, antes de que pudiera caer, la mano de Miguel agarró su muñeca y lo atrajo hacia arriba.
Esperando que su hermano pudiese aguantar su peso sólo unos cuantos segundos más, Leo lanzó una estocada tan fuerte como pudo hacia el cuello de la criatura, pero en vez de arrancarle la cabeza, la hoja se alojó en su columna y ya no pudo sostenerla cuando el monstruo comenzó a caer. Su espada fue arrancada de su mano y desapareció.
La perdida le dolió tanto, que hubiese ido tras ella si Miguel no lo hubiese mantenido prisionero, negándose a dejarlo ir hasta que no viniese con él. Con una muda maldición, asió la escalera y lo siguió.
Al minuto siguiente, alcanzaron la trampilla sobre ellos y se arrastraron por ella fuera del pozo, dejándose caer al suelo para recobrar el aliento. El cielo ardía rojo sobre ellos, arremolinado intermitentemente con inestables rayos de luz reluciendo desde los limites mismos de esa dimensión de bolsillo.
'Maldita sea...- dijo Félix, mirándolos. Leonardo todavía goteaba sangre, dejando charcos en el suelo.- Realmente pensé que estabas muerto.
'Yo también...- Leo se incorporó, percatándose de la puerta matriz a unos cuantos metros de distancia.
Chanta ya estaba junto a ella, empujando la palanca que activaba los electrodos. Con un familiar murmullo electrónico, una luz azul corrió sobre ellos y se disparó en un solo punto, abriendo un agujero en el espacio.
Ella caminó hasta él y desapareció. Félix la siguió.
Miguel dio una mirada a sus hermanos y luego atravesó el agujero. Raphael dio un paso al frente, luego se detuvo y se volvió hacia su hermano.
'Tu primero.- dijo, sus ojos no admitían discusión alguna. Leo alzó su cabeza levemente.
'Eso crees tu.
'Bastante obvio después de esa gracia.- Raphael fue hasta su cinturón y extrajo algo pequeño y plano. Cuando Leo lo vio, sus ojos se abrieron de par en par y puso una de sus manos en su cinturón. La foto ya no estaba.
Raphael se quedó observando, mirando la fotografía que Leo había tomado en la guarida.
'Es una buena foto. Nunca lo noté antes realmente, pero ninguno de nosotros podría haberla tomado. Nos tomaste a todos y ni siquiera nos vemos apiñados.- Se volvió a mirar a Leo con curiosidad.¿Cómo ibas a ver esto en la oscuridad?.
'¿Cómo pudiste...?
'Te la saqué cuando estabas dormido.- Raphael puso la foto de vuelta en su cinturón.- No estabas planeando regresar¿verdad?.
'No puedo regresar.- dijo Leo.- Encajo aquí mejor de lo que encajo allá afuera. Ustedes no pueden soportar tener a un asesino como hermano.
'Yo...- Raphael se había atrapado a sí mismo. Leo tenía razón en cierta forma. Él los protegía lo mejor que podía y ellos lo condenaban por ello. ¿De que forma podía terminar una pelea callejera sino con sangre y muerte¿Qué esperaban que hiciera¿qué no usara sus espadas y que sólo los golpeara hasta dejarlos inconscientes y ¡ey! Ya que estas, podrías dejarlos en una filita ordenada?.
Había una razón por la cual Splinter había enviado a Leonardo en vez de a él o a Miguelangel o a Donatello. Se suponía que el mayor debía soportar más daño y seguir peleando, proteger a su familia y amigos, y si eso significaba matar...
Raphael lo consideró. ¿Splinter realmente pretendía que Leonardo pelease honorablemente todo el tiempo, incluso si ello significaba su muerte¿o la muerte de sus hermanos?. No había duda de porqué su hermano se sentía partido a la mitad.
'Tienes razón.-Dijo Raphael suavemente.- Te hemos hecho vivir una paradoja.- Leo no respondió. Raphael respiró profundo y se volvió a mirarlo.- Pero le prometí a Splinter que te traería de vuelta a casa.
El único sonido era el de los débiles gritos de las cosas que lentamente se arrastraban en el pozo. Leo sacudió su cabeza.
'Los traje hasta aquí a salvo. Ahora tengo que ir a buscar mi espada.
Sin desperdiciar más palabras, Raphael atacó. Si podía calzarle un golpe, uno sólo, pero Leo era demasiado rápido. Nada lo tocaba. Raphael se sintió algo aliviado de que su hermano no sacara la espada, incluso cuando todo el veneno tenía que haberse ido para entonces.
En respuesta, el no sacó sus sais.
Sólo tenía que seguir presionando a su hermano, hasta que Leo vacilara, tropezara o cayera rendido. Cada patada que esquivaba, cada puño que era evitado, lo acercaba más a la victoria, porque por la forma en que Leo estaba respirando, no podía durar mucho tiempo.
Al agacharse para esquivar una patada, inclinándose hasta el suelo, Leo se dio cuenta que no tenía la fuerza para levantarse nuevamente. Puso sus manos en el suelo para impulsarse hacia arriba, pero la patada de Raphael golpeó su costado antes de que pudiera moverse. Arrojado al suelo, hizo una mueca cuando su hermano agarró su muñeca y lo levantó. Por mucho que luchó, no pudo deshacerse de la garra de Raphael mientras era arrastrado hacia la puerta.
Juntos la atravesaron.
Para los que ya estaban en el interior de la bodega, parecía como si Raphael estuviese ayudando a su hermano a cruzar la puerta y cuando Leo colapsó en el piso, sólo se confirmó esa apariencia.
Leo no entendía. En la dimensión de bolsillo había encontrado la fuerza para continuar, en tanto hubiese una pelea que librar. Ahora, la luz hacía mella en él, dejándolo casi ciego. Dejó que Raphael lo ayudase a caminar fuera de la puerta y encontrar una pequeña caja en la cual sentarse.
A su lado, sus amigos humanos estaban sentados en sus propias cajas, Félix recuperando el aliento a lo que se echaba para atrás, con los ojos cerrados, y Chanta mirando a las cuatro tortugas, especialmente a la que estaba frente al computador. April trataba de no mirarla muy fijamente. El pelo de Chanta, ahora obviamente rubio, estaba pesadamente aplastado contra su cabeza por la sangre reseca y su rostro...
... repentinamente April fue consiente del perfecto estado en que se encontraba su propia piel.
Donatello descubrió su mirada y sonrió nerviosamente.
'¿Prometes no decirle a nadie acerca de nosotros?.- ella sonrió y su piel se enroscó horriblemente alrededor de su sonrisa.- Lo siento, pero todo debe ir en mi reporte, pero creo que puedo omitir la parte de las tortugas mutantes.
'¿Reporte?.- preguntó April.¿Qué quieres decir?
'Ella quiere decir- respondió Félix sin moverse.- que trabaja para el Tío Sam. Y que todavía no se disculpa por arrastrarme hasta acá.
'Tu querías venir.- le discutió ella.
A lo que Leo lentamente recobraba el aliento y se sentía un poco más normal, se dio cuenta que la puerta aún estaba abierta. Raphael estaba de pie entre ésta y él, con una mano en su hombro por si acaso le daba por correr hacia ella. Sin embargo, una fría sensación de advertencia se asentó en su estomago. Algo no estaba bien. A pesar de lo mucho que deseaba saber sobre las personas que le habían salvado la vida y cuyas vidas él había salvado a su vez, reprimió su curiosidad y los interrumpió.
'¿Por qué no está cerrada?.- preguntó.
'Debe ser manual- dijo Don mirando a la computadora.- Tiene un comando que la detiene en vez de uno que la cierra automáticamente.
'Bueno, ciérrala.- dijo Raphael. Le hubiera gustado ir junto a él y ayudarle, pero no podía confiar en que su hermano se quedaría quieto. Se inclinó levemente sobre él y le preguntó en un murmullo.¿Puedes prometer que no intentarás nada si te doy la espalda?.
Leo alzó la mirada hasta él con los ojos muy abiertos, luego volvió a mirar hacia la puerta, una brizna de rojo oscuro contra la luz. El infierno jamás se vio tan atractivo. Se quedó mirando el piso y sacudió la cabeza una vez.
'Al menos todavía eres honesto.- Dijo Raphael.
Un segundo después, Raphael volaba a través de la habitación, estrellándose contra la pared, el crujir de un hueso fue audible incluso por encima del sonido que hacían las escamas del demonio al deslizarse por el piso.
Ninguno de ellos lo había visto venir atravesando la puerta, pero escucharon su aullido y vieron su cola arremeter por segunda vez, estrellándose contra la computadora. Las luces se apagaron antes de que una luz roja de emergencia se encendiera.
Donatello se agachó justo a tiempo, tropezando y retrocediendo, llevándose a April con él, ambos demasiado consternados como para hacer nada más. Se veía bastante diferente en la vida real de cómo se veía en la pequeña pantalla del computador. Cuando la cosa se alzó en toda su estatura, su tamaño se elevó unos tres metros más. Estaba cubierto en sangre, con la espada de Leonardo todavía incrustada en su garganta, demasiado pegada a ella como para sacarla.
Chanta disparó unos cuantos cartuchos, pero su arma pronto se quedó sin municiones y ya no le quedaban más. Félix ni siquiera consideró usar su cuchillo, no en un espacio tan abierto y sin dos espadas para ayudarlo. En vez de eso, se dio vuelta y comenzó a revolver en las cajas en busca de algo útil.
Miguel se arrodilló junto a Raphael y lo ayudó a sentarse. Su brazo derecho colgaba a su lado, roto, por decir lo menos, probablemente astillada.
Leonardo hizo una mueca. La puerta se había cerrado, pero peor aún, Raphael no podía hacerse cargo. Con un suspiro cansado, desenvainó su espada una ultima vez, mirando por sobre su hombro a Donatello.
'Encuentra algo con que matarlo.- Ordenó, luego desvió la mirada sin preguntarle a Donatello si podía hacerlo.
El demonio se concentró en su voz. Sostuvo su espada en un ángulo bajo, obviamente cansado, de pie entre sus hermanos y la muerte. En la luz roja, todo parecía hecho de sangre, las paredes, el techo, su familia.
Todo se precipitó al mismo tiempo, hasta el punto en que ya no hubo más moral, no más reglas, no más honor. Sólo su enemigo.
No pudo evitar reír.
'Parece que sí recuperaré mi espada, después de todo.
