Parte 18

Una semana después de haber sido traído a casa, Leonardo yacía en su propia cama, escuchando el agua correr por las tuberías a su alrededor. Miguel se quejaba de que ellas le hacían levantarse para ir al baño en medio de la noche, pero él las encontraba reconfortantes. Sonaban un poco como los demonios cuando merodeaban por los distantes corredores, pero no había ninguna amenaza más allá de esas ocasionales goteras, así que él podía sentarse y escuchar por horas sin preocuparse por doblar esquinas o esconderse en pequeños cuartos de provisiones.

No había dejado la guarida desde que había vuelto a casa, no sólo porque aún no se sentía enteramente bien para hacerlo. Su cuerpo todavía se sentía adolorido y el aún estaba adormilado la mayor parte del tiempo, pero podría haberse unido a Donatello, si hubiera querido, acarreando nuevo equipo desde la bodega hasta la guarida.

No fue, principalmente porque no quería dejar la guarida y decidir en la superficie que no quería volver.

La urgencia de huir aún era fuerte, pero no podía irse ahora, no cuando había sido liberado de todo el peso y todo su dolor comenzaba a aliviarse.

Había caído en el habito de desear escapar. Ahora, que ya no lo necesitaba, había descubierto que el habito había regresado de todas formas. En el medio de un juego con Miguel o en una conversación con Donatello, se había descubierto a sí mismo deseando arrojar todo el peso lejos, sólo para recordar repentinamente que el peso ya no estaba.

Una pequeña radio de bolsillo sonaba junto a su cama, a bajo volumen cosa que nadie más pudiera oírla. Donatello había encontrado varias de ellas rotas en una de las cajas y las había reparado, dándole una a cada uno de sus hermanos. De alguna forma, tenía recepción ahí abajo, probablemente por la variedad de antenas de recepción que Donatello tenía y que ocupaban toda una esquina de su laboratorio, el único de sus experimentos que había explotado.

Viejas canciones murmuraban suavemente a través de la oscuridad. No pudo evitar reír cuando Ozzy comenzó a cantar "I'm coming home" (Estoy regresando a casa).

¿Pero qué era su casa, sin la carga¿qué era él para su familia, Ya tenían a un genio, a un niño... se preguntó si podría ser el hermano con problemas mentales, pero creía que no importaba cuanto hubiese madurado su hermano, Raphael siempre iba a tener esa categoría tomada. ¿El artístico¿O al que le gustaba matar?.

Apagó la radio y se sentó. Había estado durmiendo un horario normal, pero todavía se sentía cansado todo el tiempo. La guarida estaba a oscuras y todos estaban ya dormidos, incluso April y Casey, juntos en el sofá escaleras abajo. La guarida estaba en silencio. Todos estaban sanos y salvos, más o menos. Suspiró y cerró sus ojos.

Aún así, no haría daño asegurarse.

Comenzó sus rondas, inspeccionando primero en la habitación de Miguel. No necesitaba la luz, así que podía entrar sin preocuparse por despertarlo. Su hermano menor dormía profundamente en su litera con una mano colgando fuera de ella. Su habitación estaba tan desordenada como siempre, pero con el correr de los años, Leo había descubierto que Miguel la mantenía de esa forma para atrapar a los intrusos que penetraban en su santuario privado. Si no eras capaz de ver en la oscuridad, entonces tendrías que encender las luces o arriesgarte a tropezar y golpearte contra una muralla.

Era verdad, había comenzado a hacerlo desde los seis años y jamás se había detenido, ahora era capaz de tenderles las mejores trampas a cada uno de ellos, mucho más efectivas que las suyas, carentes de esa simpleza.

El cuarto de Donatello fue el siguiente. También estaba durmiendo en su litera, Donatello yacía con una pierna colgándole a un lado. El acuario brillaba en la parte de atrás y la gran computadora zumbaba incluso apagada, recordándole la computadora de Stockman. Vagamente se preguntó si habrían encontrado el cadáver de su enemigo, pero después se encogió de hombros. Donatello sabía la diferencia entre alguien vivo y alguien muerto. Si no lo habían encontrado probablemente sería porque estaba sepultado bajo toneladas de escombros y restos de demonios y él no tenía ninguna urgencia por bailar sobre su cadáver.

Raphael no estaba en su habitación. Gran sorpresa.

Bajó las escaleras y miró hacía la puerta de la habitación de Splinter. Aún no se habían dirigido la palabra y no se sentía como para alertar a su maestro que estaba despierto. Pasó de largo por su puerta y miró a Casey y April, profundamente dormidos en el sillón, viéndose exactamente como el dibujo que había hecho de ellos.

Debido a todos sus reproches sobre las maneras y modales de Casey, ella nunca podría acercarse demasiado cuando dormían.

Demasiado cansado para dormir y demasiado inquieto como para permanecer recostado, caminó sobre el pequeño puente y se reclinó sobre la barandilla, observando el agua fluir. Se preguntó si alguien había hecho alguna vez un gravado sobre madera de un puente en la noche y un río con reflejos como hojas de cuchillos bajo él.

Probablemente no.

Inclinó su cabeza y lo consideró. Probablemente haría un bonito cuadro.

Tendría que recordarlo.

.- No puedes dejarlo¿verdad?.- preguntó Raphael en voz baja, saliendo de la sala de prácticas, con un brazo inmovilizado por un cabestrillo.- ¿Tienes que asegurarte que todos estén bien?

Leo sonrió y no se volvió a verlo al acercarse, reclinándose en la barandilla junto a él.

.- Es un habito difícil de dejar.

.- No lo dejes.- Dijo Raphael suavemente. Bajó la cabeza y dejó ir el aire, dejando caer sus hombros.- Tu sabes más de cuidar de ellos que yo.

.- ¿Comienzas a sentir el peso?.- preguntó Leo.

.- Es más pesado de lo que esperaba.- Dijo Raphael.- Quiero decir, soporté algo de él mientras no estabas, pero en parte esperaba que tu regresaras y te hicieras cargo de nuevo y así yo podría volver a protestar contra ti.- Se volvió a mirar a su hermano.- Vi los dibujos. Fuimos bastante absorbentes¿verdad?.

.- Un poco.

.- ¿Y ahora?

.- Igual.- Leo le sonrió a la alicaída mirada de Raphael.- Quince años, Raph, nada que ha durado tanto puede cambiar tan rápido... no importa cuánto tiempo me mantengan en la misma habitación con Miguel.

Raphael tuvo la decencia de parecer avergonzado.

.- Lo adivinaste.

.- Por supuesto que lo adiviné. Miguel lo adivinó.- Dijo Leo.- Después del sexto día, se dio cuenta de porqué continuaba ahí y dejó de quejarse. Incluso si no lo hubiera notado antes, esa sola circunstancia me habría hecho sospechar.

Pero no demasiado avergonzado.

.- ¿Funcionó?

.- Un poco.- Leo volvió a clavar la mirada en el agua.- Nunca me dejará. No completamente. Probablemente siempre tendré un poco de deseos de huir. Pero... ambos deseos están ahora algo así como balanceados.

.- ¿Es por eso que no has tratado de salir?.- Leo asintió.

.- No estoy seguro de si regresaría. En unos cuantos días más, quizás en unas cuantas semanas. Me aventuraré a salir cuando sepa que regresaré a casa.

Raphael sonrió y puso una mano sobre el hombro de su hermano.

.- Al menos sigues siendo honesto.

Ambos se quedaron mirando el agua en tranquila camaradería y luego Leo puso su mano en la espalda de Raphael y lo empujó por sobre la barandilla y de cabeza dentro del arroyo.

El grito de asombro de Raphael despareció al golpear el agua y, por unos momentos, Leonardo saboreó el silencio.

Entonces Raphael emergió en la superficie, agitando los brazos en el frío arroyo y maldiciendo profusamente.

Leo sonrió y se cruzó de brazos, apoyándose en la barandilla y mirando a su hermano.

.- ¿Tienes alguna idea de por cuanto tiempo he deseado hacer eso?

Raphael trató de salpicarle agua, pero sólo se salpicó a sí mismo.

Leonardo no pudo reprimirse. Comenzó a reír, pero esta vez no había histeria, no había esa risa desesperada.

Incluso cuando Raphael consiguió subir nuevamente y se volvió a mirarlo, caminando hacia el puente, dejando pequeñas posas tras de él, siguió riendo y fácilmente esquivó los manotazos que en broma le lanzaba su hermano.

Se pasó el resto de la noche provocando a su hermano y si Raphael se percató de que aquel era una especie de ejercicio ligero para su brazo ya curado, no lo mencionó.

Las primeras horas de la mañana lo encontraron en su habitación, acurrucado a un lado de su mesa. Todos sus dibujos yacían en un montón encima, y tras una minuciosa inspección, descubrió que nada había sido alterado.

Incluso sus venenos estaban en su lugar.¿Una prueba de confianza¿de respeto¿o era que ellos creían tanto en él que nunca consideraron la posibilidad de que pudiera lastimarlos? No sabría decirlo, así que en vez de eso, se concentró en un nuevo dibujo, Raphael luchando por mantenerse a flote en el agua como un alma condenada y Leonardo sobre él como uno de los querubines de Raphael°. Se preguntó si su hermano captaría la ironía.

El sonido de un bastón fuera de su habitación le hizo levantar la mirada. Se paralizó. Splinter estaba ahí, de pie, apoyado en su bastón, la punta de su cola agitándose nerviosamente.

Miró hacia su hijo casi tímidamente.

.- ¿Puedo entrar?.

Por un momento, Leo no pudo encontrar su voz. Casi una revelación. Splinter pidiendo permiso.

Antes, hubiera simplemente entrado, que era por lo cual Leo había desarrollado el habito de dibujar mirando hacia la puerta, para poder escuchar mejor los pasos de su maestro, verlo entrar y esconder sus dibujos antes de que se acercase, pretendiendo leer un manual de tácticas.

.- Por supuesto, maestro.

Se movió para ponerse de pie, pero Splinter le hizo una seña para que se quedara donde estaba, acercándose y arrodillándose frente a él. No pudo evitar igualar su postura.

Era como una segunda naturaleza y al menos en eso, Splinter no había tratado de detenerlo.

Algunas cosas nunca cambiarían después de todo.

.- ¿Puedes ver claramente?.- preguntó Splinter, mirando hacia la máscara que ahora cubría los ojos de su hijo, y que siempre los cubrirían.

.- Si, maestro. Como si las luces estuviesen apagadas.

Splinter asintió y bajo la mirada al más nuevo de los dibujos, pero no lo miró en realidad.

.- Donatello me ha dicho que te ha explicado lo que les dije a tus hermanos.

.- Si, maestro. Estoy... agradecido.

.- Agradecido.- Splinter sacudió su cabeza.- Tu no deberías estar agradecido. Deberías estar furioso, indignado. Soportaste mucho con muy pocas quejas y aún así, cuando pediste algo de alivio, te hice a un lado como si fueras un niño egoísta.

.- Usted no sabía...

.- Exactamente,.- dijo Splinter y en su propia voz había ira.- Soy tu maestro, si, pero más importante, soy tu padre. Debí haber sabido.

.- Usted no pudo haberlo sabido.- insistió Leo, reprimiendo su rabia contra ellos, pero ahora descubriendo que la rabia se volvía contra él.- Lo escondí de todos ustedes. Tengo quince años practicando cómo esconderme de ustedes. Era imposible para ustedes saber. Nunca dije nada antes de entonces.

Hizo una pausa, repitiendo lo que acababa de decir en su mente.

Nunca dije nada.

Lo escondí muy bien.

Por un momento, ninguno de los dos habló. Entonces Splinter respiró profundo y volvió a alzar la mirada.

.- Donatello también dijo que habías preguntado si te odiábamos, si yo estaba decepcionado.- Leo sonrió a medias.

.- Él me lo aclaró todo rápidamente.

.- A pesar de ello, deberías escucharlo de mi.- Splinter tomó su mano y le miró a los ojos, al menos lo hizo lo mejor que pudo, antes de continuar.- No te odio. Nunca podría odiarte. Analizando todo esto, nunca tuve miedo de ti, solo temía por ti. Y por todo lo que has tenido que sobrellevar, por proteger a tus hermanos a pesar del dolor, y por ser capaz de dejarlos comenzar a protegerse ellos mismos, Leonardo, no siento nada más que orgullo de ti.

Ahora Leo estaba agradecido de que la máscara cubriera sus ojos. Nunca habría llorado enfrente de su maestro. No podría soportar comenzar ahora. Después de un momento, se las arregló para susurrar,

.- Gracias.

Unos cuantos minutos después, Splinter dejó su habitación, dejándolo sentado en la misma posición en la semi oscuridad.

Todo el peso se había ido, incluso la culpa ahora.

Era difícil de creer, pero ya no lo sentía más en su espalda y la falta de él, a la vez le perturbaba y aliviaba.

Muy similar a como era en sus peleas, no había gravedad en la habitación. El aire había perdido su volumen y su cabeza se sentía muy liviana.

Nunca les había contado. Nunca había dicho nada. Si ellos tenían algo de culpa por malinterpretarlo, él la tenía también por dejarlos hacerlo.

A una espada no le importa a quien corta.

A una espada no le importa quien la esgrime.

Pero él no era una espada, a él le importaba.

Siguiendo un impulso, agarró todo el montón de dibujos y comenzó a hojearlos; la estatua de la libertad, Donatello, Miguelangel, Raphael, más Raphael, Splinter, sus espadas en la repisa.

Tomó su auto retrato pensando en romperlo por la mitad, pero al sostenerlo frente a sí, estudiar los limpios trazos y la reverencial presentación, lo sostuvo con cariño.

Amaba a su familia y se sentía orgulloso de protegerla. No había nada de que avergonzarse por ello.

Era sólo culpa suya por no haber sabido como manejarse... a sí mismo.

Dio vuelta el dibujo y escribió #1 después del titulo. El autorretrato #2 sería diferente.

.- ¡Ey, Leo!.- Raphael gritó desde el primer piso.- Baja antes de que Miguel se acabe todas las sobras¡no puedo detenerlo con sólo una mano!.

.- Es tu culpa por no encargar azúcar¿verdad, April? Raph¡suelta el chow mein!.

Leo sonrió y puso el dibujo junto con los otros.

.- Voy para allá.- gritó, poniendo a un lado la croquera.

Tal vez, en un día o dos, visitaría a April Y le preguntaría si le quedaban provisiones. Por ahora, guardó todo en la mesa y se puso de pie, mirando vagamente alrededor de la habitación.

No quería deshacerse de las repisas de armamentos, pero aún quedaba un montón de espacio vacío en las paredes.

Le preguntaría si había confiscado algo de pintura spray de los delincuentes que pudiera prestarle.

.- ¡Ay!.- Gritó Miguel.- ¡Donatello, traidor!

.- ¡Ey, yo también quiero algo de Chow mein.

Miró alrededor de su habitación una vez más, después apagó la luz y fue a unirse a su familia.