El autor de esta historia no posee los derechos de Hey Arnold!, esta historia no persigue fines de lucro.

Deseo pedir disculpas por tardar tanto en subir la segunda parte, espero la disfruten, pero antes, permítanme agradecer sus comentarios:

Megawacky Max: ¡Muchas gracias por dejar tu opinión!, tienes razón, voy a revisar las muletillas que uso con más cuidado. En el capítulo II mencioné que Zim no haría apariciones en el capítulo, pero el y otros personajes de Nickelodeon serán mencionados aquí.

Sarahi: Tu review es el más original de cuantos he leído  Tienes toda la razón al decir que Helga no respeta a nadie y por tanto, nadie puede ayudarla. Helga no confía en nadie, de hecho, creo que la mayoría de sus problemas tienen su origen en su falta de confianza hacia los que ama. No confiaba en la doctora Bliss hasta que le habló del secreto profesional. No confiaba en Lila y la obligó a guardar el secreto so pena de muerte dolorosa. No confía en su hermana, ni en sus padres, ni siquiera a Phoebe, su mejor amiga, le ha confesado que ama a Arnold (Phoebe lo dedujo sola). Y es obvio que, a pesar de amarlo con todas sus fuerzas, ella tampoco confía en Arnold. De hecho, solo hay una persona en la que confía, cierto acosador de respiración ruidosa a quien jamás le ha hecho jurar guardar el secreto. Pero jamás lo reconocerá. ¿o si?

Sucky EOY.- ¡Cambiaste tu nick! Bueno, te agradezco mucho que notes que trato de incluir a cuanto personaje de la serie me es posible. Trate de incluir a todas las personas que de uno o de otro modo ayudaron a Helga en algo. También incluí a Rex III porque es el único personaje de quien sabemos que tiene un perro. Inga y Trish son dos de mis personajes favoritos, que trataron de ayudar a Helga en lo que pudieron (pero Helga no se dejó), el Hombre Mono es genial por si mismoo, e incluí a Bridget porque me encantan las agentes secretas con guaridas secretas. Los vaqueros del bar eran los vaqueros que Helga conoció cuando viajó con Miriam a ver a su abuela a Dakota del Sur.

Por otra parte, espero que se vea la diferencia entre Arnold y Helga, como los abuelos de Arnold tampoco son perfectos y la verdad, hacen pasar más vergüenzas a Arnold que Bob y Miriam juntos a Helga, pero aún así, Arnold confía en todo el mundo y Helga no. Después de todo, si a Miriam le gusta el karaoke, hay gente que también tiene gustos extraños (como leer ficción de caricaturas, ¿no? )

Y tienes razón, Bob ni secuestrado por extraterrestres recuerda el nombre de su "otra" hija.

Hookuy.- Hola FEDE y Nico, les agradezco mucho que revisen mi fic, después de leer el de Max, estarán de acuerdo que se pueden hacer cosas muy interesantes con Arnold y su gran catálogo de personajes, aunque este fic no trata tanto de ciencia ficción como de paranoia, por eso solo hago una mención a Dib y su organización.

Has tocado el punto principal de mi fic: la relación de Helga con su familia como fuente principal de sus traumas y su agresividad. Al final, lo único que desea Helga es sentirse amada por su familia, pero tal vez ha renunciado a ello y por lo mismo ama a Arnold con tanta pasión.

Tienes razón en cuanto a Phoebe y Sid. Ambos son personajes desaprovechados. Es curioso, pero después de 100 capitulos, todavía faltaban muchos personajes por aprovechar. Deberían hacer una serie de mínimo 200 o 300 para aprovecharlos bien, ¿no?

Natty.- ¡Gracias por tu opinión! La pesadilla de Helga me gustó escribirla, sobre todo porque Helga tiene las pesadillas más extrañas de todos los dibujos animados. La escena del trio de Karaoke se me hizo muy chistosa.

Lo más escalofriante de la familia de Helga es que es una familia de tantas. Realmente Bob no es malo, solo es un idiota obsesionado con la riqueza. Realmente Miriam no es mala, solo desea tener otra vida más interesante, y realmente Olga… eh, bueno, la verdad la única que tiene algo por que vivir en la familia Pataki es Helga.

Mr. Orange.- ¡Gracias por tu apoyo!, me encanta que alguien haya reparado en el detalle del relleno, pensé que no podía faltar algo así en un sueño relacionado con extraterrestres. Me esforcé para incluir a muchos personajes de la serie (tiene muchísimos) y aunque no habrá Agente Scully, si habrá la participación de cierto personaje que tiene una enorme cantidad de detractores y un reducido número de leales fanáticos, a partir precisamente de este capítulo.

CAPÍTULO III: Historias Asombrosas

Cuando Helga despertó, la tristeza aún estaba ahí.

Claro que ella no dejo que eso la intimidara, ni que interrumpiera sus actividades cotidianas. La tristeza seguiría ahí ya fuera que se levantara o que siguiera acostada. Helga se levanto y se baño antes de bajar a desayunar.

Cuando estuvo vestida, volvió al closet para despedirse, no de alguien, sino de algo:

Oh Arnold – dijo Helga enfrente de su altar – mi pequeño Virgilio, tratando de guiarme entre los nueve círculos infernales de mi alma, ¿Cuándo te darás cuenta de que toda esta agresividad que te muestro es un grito desesperado de una alma dolorida y perdida que clama por tu atención, que yo te necesito de verdad, porque todos los demás me han fallado?

Helga recordó que en este sueño Arnold ni siquiera apareció vestido de ángel, como cuando falsificó las calificaciones de Olga. Vencida por la desesperación, agachó la cabeza.

- Oh Arnold, es inútil, desespero en mi soledad, porque si tú no sabes quien soy yo en realidad, nadie más podría saber que es lo que pasa conmigo.

Mientras Helga bajaba a desayunar, no sospechaba que unos ojos vigilaban su casa, intentando penetrar todos sus secretos.

Era sábado y el Gran Bob debía llegar temprano a la tienda de localizadores, así que Helga no se sorprendió cuando escuchó la puerta al cerrarse sin ninguna despedida.

Bob salió por la puerta y desapareció al doblar una esquina, mientras un par de ojos lo observaban. Después, la atención de esos ojos volvió a la casa de los Pataki, dentro de la cual, en esos momentos, se desarrollaba una escena casi cotidiana.

- Miriam – dijo Helga - ¿dónde está la leche y el cereal?

- Ay Helga, - respondió Miriam – No lo vas a creer, es una historia muy graciosa, sucede que ayer debí dejar las bolsas arriba del auto…

- No puedo creerlo… - murmuró Helga - no otra vez.

Helga escuchó la típica historia de cómo Miriam había perdido las bolsas de comestibles por enésima vez en su joven vida.

- ¿Entonces que vamos a desayunar? – pregunto agresivamente.

- ¿Qué tal si te preparo unos huevos?

- Esta bien. – respondió Helga de mala gana, entrando con Miriam en la cocina. Con otro tono continuó - Oye mamá, ¿no notaste a mi papa algo extraño ayer?

- ¿A que te refieres cariño? – respondió Miriam con aire ausente.

- A la forma en que estuvo tan amable con Sid.

- ¿Con quien?

- Mi amigo de la escuela mamá – respondió Helga cansadamente.

- Oh si, bueno Helga, eso no me extraño mucho, me recordó a tu padre hace unos años.

- ¿En serio?

- Si Helga, el invitaba antes a mucha gente a la casa, teníamos grandes fiestas…

- ¡Ay no es cierto! ¿Hablamos del mismo Bob?

- Bueno Helga, antes de que tu papa tuviera su propio negocio, tenía mucho tiempo libre, después de cargar las cajas de localizadores, llegaba a la casa y tenía muchas ganas de divertirse, y entonces…

El desayuno transcurrió rápidamente, mientras Helga escuchaba la extraña historia de Miriam, sobre un Bob que no era tacaño ni tonto, sino simpático y divertido.

Helga terminó y apiló su plato junto a los demás en el fregadero.

- Y es por eso Helga, que no me sorprendió ver que tu papá tratara tan bien a tu amiguito, ayer platicaron mucho.

- Si Miriam, de extraterrestres y todas esas cosas, ¿pusiste atención a algo?

- ¿De que querida?

- ¿Quiénes?

- Eh, no importa Miriam, voy a salir – dijo Helga, quien no estaba de humor en ese momento.

Helga tomó su manopla de béisbol y su máscara de catcher y se dirigió hacia la puerta. Pero justo antes de abrir pensó que no era correcto ser tan grosera con su mamá. La verdad era que Helga se sentía enojada por mucho más que un desayuno arruinado. – Jugaré un rato y después iré con Phoebe a terminar un proyecto de la escuela – dijo con una voz un poco más dulce.

- Esta bien Helga – dijo Miriam frente al televisor.

- Oye mamá, ¿Tú crees que sea verdad?

- No cariño, tu padre ya te explico que todos son actores.

- No mamá, - dijo Helga fastidiada - me refería a lo que le pasó a Bob en Dakota del Sur.

- Oh, eso, ¿que hay con eso?

- ¿Tú crees que sea verdad?

Hubo un silencio tan largo, que Helga creyó que Miriam se había dormido.

- Bueno Helga, es una historia muy asombrosa, ¿no lo crees?

- Si – dijo Helga, para luego agregar – Me voy a jugar.

- Bien cariño – dijo Miriam en forma indiferente. Helga cerró la puerta ruidosamente tras ella. Caminó hacia el campo Gerald, sin estar consciente de que un par de ojos secretamente la observaban. El espía la siguió a una corta distancia.

Mientras tanto, en la calle frente al campo Gerald, se hallaba reunida la mayoría del cuarto grado… para observar impotentes como los chicos de quinto jugaban un partido de fútbol americano contra la pandilla de Ludwig.

- ¡Caracoles! – dijo Stinky – no podemos hacer nada, otra vez nos ganaron.

- Podemos tratar de razonar con ellos – sugirió Arnold.

Se hizo un silencio BASTANTE incómodo, todos recordaron lo que paso la última vez que intentaron eso. Arnold se encogió de hombros.

- Creo que vamos a tener que jugar en la calle de nuevo – dijo Harold.

- Bien, pero que sea rápido Harold – dijo Rhonda mientras se cepillaba el cabello – recuerda que tienes que ayudarnos a Nadine y a mí a hacer el proyecto esta tarde.

- Ya te dije que lo haría Rhonda, además, no me gusta como lo dices, como si yo no quisiera hacerlo – dijo Harold, receloso de lo que podría pensar cierta otra persona de que el hiciera equipo con Rhonda…

- No te preocupes Harold, ya lo tenemos todo pensado, solo tienes que poner los músculos – dijo Rhonda, con una sonrisa de superioridad.

A decir verdad, Rhonda pensaba en esos momentos que los músculos del pobre Harold Bergman no tenían ninguna oportunidad contra el cerebro de Rhonda Wellington Lloyd. Ella podía apostar que Harold aun creía que el equipo de Geografía de Nadine, Rhonda y Harold había sido formado por pura casualidad.

- No puedo creer que ustedes hablen como si nada de juegos y de trabajos, mientras yo casi pierdo la vida ayer – dijo Sid enjugándose las lágrimas. Sid tenía un vendaje discreto en la pierna, pero se había esforzado en hacerlo notar a todos.

- Oh si Sid, cuéntanos otra vez de cuantos metros medía el animal que te mordió – dijo Stinky sin poder ocultar su escepticismo… al igual que todos los demás niños.

- Era enorme, una gran bola de pelos, negro como la misma noche, excepto por los dientes, tan grandes y blancos como teclas de piano, y por lo ojos, ojos rojos que se destacaban en las sombras como las llamas del mismo infierno…

Mientras Sid continuaba con su conmovedora descripción de cómo un animal desconocido casi le había arrancado la pierna, Arnold llamó aparte a Lila. La pelirroja y el rubio hablaban en voz baja.

- Lila, quiero disculparme por todos estos meses en los que te he presionado para que volviéramos a ser novios. – dijo Arnold sinceramente.

- Oh Arnold, no tienes de que disculparte, es solamente que tú me gustas, pero no me gustas me gustas…

- Lo sé – respondió Arnold con una sonrisa generosa

- Arnold, tengo… tengo algo que confesarte – dijo Lila bajando la vista.

- ¿Si Lila? – preguntó Arnold con interés.

- Me siento mal por salir contigo y dejarte que abrigaras esperanzas, pero de verdad tu amistad es un gran tesoro para mí y no quería perderte como amigo… - Lila seguía mirando con mucho interés el pavimento.

- Lila, no tienes porque disculparte, yo fui quien tercamente se puso en un plan muy feo, queriendo seguir con nuestra relación solo porque yo me sentía muy bien contigo, sin importarme realmente tus sentimientos… por favor perdóname el querer obligarte…

- ¿En serio Arnold? – Preguntó la pelirroja, con un deje de sospecha en su voz - ¿podría preguntarte porqué te encuentras tan pero tan seguro?

- Eh… bueno Lila, yo mismo no lo sé – dijo Arnold recordando su entrevista en la azotea de FTI y sonrojándose ligeramente – solo que me he dado cuenta que el amor, el verdadero amor, es… complicado – dijo sonriendo – a veces no tiene sentido, pero cuando alguien te ama de verdad, tú lo sabes, y entonces… bueno, - dudo Arnold – no se si esto tiene sentido, pero lo que si sé es que te puse en una muy mala posición. Es decir, no puedo exigirte que me ames solo porque yo creía amarte.

La última parte la dijo Arnold con total convicción.

- ¿Entonces, crees que has encontrado el verdadero amor? - la voz de Lila se oía extraña, como si la pelirroja ocultara algún sentimiento.

- Bueno, si, creo que sí. Aunque no estoy muy seguro de que debería hacer, se que hay alguien, por fin, que me ama de verdad.

- ¡Estoy muy contenta por ti Arnold! – dijo Lila, aunque la alegría no se oía en su voz.

Cualquier otro niño hubiera pensado que Lila ocultaba decepción y rencor ante alguien que se la había pasado rogando por su atención y ahora le decía que había superado esa etapa, y se habría sentido superior a Lila. Pero Arnold no era como cualquier otro niño. Era alguien que siempre estaba listo a ver lo mejor en todas las personas.

- ¿Sucede algo Lila? – preguntó Arnold con verdadero interés.

- No Arnold. Solo pensaba en lo difícil que es saber que eres amado. Yo… yo no he tenido esa suerte…

Arnold recordó cómo se vio obligado a terminar con Lila, para descubrir después que si la quería. También recordó a su primo Arnie, quien estuvo con Lila un tiempo y luego la abandonó. Para ser una chica popular, Lila tenía mala suerte en sus relaciones.

- Lo siento Lila, yo jamás quise lastimarte…

- ¡Oh, estoy tan segura de que jamás quisiste hacerlo! – dijo Lila con su dulce entonación campirana, y ahora el tono de su voz si denotaba seguridad y alegría. – ¿y puedo saber quien es la persona afortunada que se fijo en ti?

En ese momento, Arnold se dio cuenta de que no podía revelar el nombre de Helga. Estaba seguro de que ella lo negaría si alguien se enteraba. Tuvo un momento de turbación.

- Bueno, mira no es que no te tenga confianza, pero es…

- ¿Un secreto? – Interrumpió Lila – comprendo.

Lila comprendía perfectamente. Porque la persona de quien sospechaba también la obligó a guardar el secreto.

Fue algo extraño, pero en ese momento, tanto Arnold como Lila tenían historias muy extrañas para contar, pero ninguno de ellos dijo nada. Una historia sucedió en la azotea del edificio FTI, tratando de salvar el vecindario, la otra sucedió en la habitación de Lila, discutiendo sobre el papel de Julieta en una obra escolar. Ambas historias eran muy extrañas y terminaron en un secreto, porque ambas involucraban a cierta rubia enfundada en un vestido rosa, cuya conducta era casi siempre extraña y secreta. Sin embargo, la niña pelirroja comprendió más que el niño rubio.

Tal vez lo mas extraño de esta situación fue que Helga no tenía que preocuparse de que Lila y Arnold guardaran el secreto. De todos modos, si cualquiera de ellos contara su increíble historia, no habría nadie que les creyera.

- ¿Seguiremos siendo amigos, verdad Arnold? – preguntó Lila tímidamente.

- Claro que si. Y gracias por comprenderme Lila – respondió Arnold de todo corazón.

- Oh Arnold, estoy tan contenta por ti – dijo Lila dulcemente, y se arrojó a los brazos de Arnold.

Arnold y Lila se abrazaron apretadamente, pero era el abrazo de dos amigos que se perdonan cualquier malentendido que haya pasado entre ellos, de dos personas que quieren seguir manteniendo su amistad no importa los obstáculos, uno de esos abrazos inocentes que solo puedes dar antes de cumplir 13 años. Pero justo en ese momento, (no cinco segundos antes ni cinco segundos después), en una de esas coincidencias que solo suceden en la aburrida realidad y en la mala ficción, Helga dobló la esquina y los vio.

"Pero ¿como se atreve esa mosca muerta a meterse en mi territorio?, y, ¿cómo me hace esto el cabeza de balón?" - pensó, sintiéndose realmente lastimada – "¿ambos saben de mis sentimientos, y aún así me hacen esto? Lo pagarán caro"

- Bueno, bola de fracasados – gritó hacia todos los niños - ¿vamos a jugar o no?

- Helga, ¿Qué no ves que están ocupando el campo Gerald? – dijo Gerald con amargura.

- No sean bobos, iremos a jugar a calle de Arnold, todavía no recogen todo el cascajo que quedó del cuartel general de ese perdedor de Scheck, así que no los autos prefieren evitar esa calle– dijo Helga fastidiada.

- ¡Qué buena idea Helga! – dijo Arnold

- ¡Por supuesto que es buena camarón con pelos! Es mi idea. Iremos allá.

En el camino, Sid prosiguió con su historia, ante los cansados oídos de todos.

- Entonces luche contra el monstruo, le di una serie de golpes llevado por la desesperación, hasta que se soltó y huyo corriendo asustado – dijo Sid, ejemplificando con golpes en el aire.

Asustado por tu grito, gallina llorona – pensó Helga.

- No digas que fue un monstruo Sid, tú eres un cobarde y de seguro exageras, acuérdate de que nada más porque viste una película ya creías que yo era un vampiro… - dijo Stinky.

- Si Sid, estoy seguro que todo es una exageración – dijo Harold.

- Un momento… - dijo Sid con una entonación que llamó la atención de todos.

- Ustedes me creen, ¿no es así? – dijo con un tono elevado.

Todos los niños lo miraron un segundo y después bajaron la mirada, excepto Helga.

- ¿No me creen? ¿VERDAD? ¿Creen que es la última historia de un loco paranoico? ¿VERDAD?

Solo Arnold se adelanto a decir algo:

- Bueno Sid, debes aceptar que tu historia es algo… increíble… y que no te arrancó la pierna, solo te mordió un animal, no es para tanto…

- ¡NO ME CREEN!. Ah, Pero ahora es diferente Arnold – dijo Sid ofendido – Helga también lo vio ¿verdad Helga?

- Si si, lo que digas. Bien – dijo Helga en cuanto llegaron, sin veraderas ganas de discutir con Sid – Serán el cabeza de balón, el cabello de borrego, Iggy, Brainy, Joey, Peapod, Curly y Lila contra Harold, Stinky, Sid, Rhonda, Nadine, Sheena, Eugene y yo. Robert será el umpire.

- Oye Helga, ¿por qué siempre decides tú? – comenzó a decir Iggy.

- Cualquier reclamación, con la vieja Betsy, ¡a jugar!

El juego transcurrió normalmente, con la salvedad de que Arnold y Lila tuvieron que batear bolas rápidas, porque como Helga era catcher, eran las únicas que pedía para ellos. También Arnold y Lila tuvieron que cuidarse de los batazos de Helga, que mandaba bolas que casi les arrancaron la cabeza. Cuando Helga conectaba un hit, se aseguraba de barrerse en las bases de Lila y Arnold de tal manera que les pegara con los pies. Pero Lila era muy fuerte a pesar de su apariencia frágil, como demostró cuando domó al caballo Buttercup, y Arnold tenía mucha práctica en librarse de la agresividad de Helga. Así que a ninguno de los dos les pasó nada.

En la última entrada, Sid estaba en tercera y le tocaba el turno a Helga. Si ellos anotaban esta carrera, su equipo ganaría.

Del otro lado de la calle, el Gran Bob pasaba con su auto, evitando la gran pila de cascajo que bloqueaba un carril. Cuando vio a su hija jugando, bajo del auto con una gran caja del restaurante del Señor Pollo. Obviamente ya casi era la hora de la comida y por lo visto, Miriam tampoco había preparado nada para el. Bob se quedó un momento a ver a su hija jugar. Al ver a todos los niños, se dio cuenta que no conocía el nombre de ninguno, solo el de Alfred. Luego vio a Sidney y se dedicó a animarlo, ya que era el único de cuyo nombre estaba seguro.

Joey, que era el catcher del otro equipo, pidió a Peapod una bola rápida, mientras este vigilaba que Sid no se escapara a Home. Helga vio a su padre con el rabillo del ojo. Ahora si estaba segura de que Bob la notaría: iba a vencer a estos perdedores sin ningún problema.

Peapod vio a Sid correr y detenerse, dudó y luego lanzó la pelota hacia Helga. Joey vió que la bola rápida no era suficientemente rápida. Helga le dio un gran golpe y la lanzó hacia el otro lado de la calle, tan emocionada estaba, que no escucho al Gran Bob gritar: ¡Robátela!

Helga se adelanto a las bases para hacer un recorrido triunfal cuando escuchó a Robert decir:

- ¡Carrera!

De pronto se volteó a mirar a todos, todos estaban junto a Sid, quien había llegado antes a home, recibiendo felicitaciones de todo su equipo. Incluso del Gran Bob, quien estaba contento de que hubiera ganado el partido el único niño cuyo nombre conocía.

- ¡Felicidades Sidney! Muy bien hecho.

- Gracias señor Pataki, su consejo funcionó.

Helga se quedó sin habla. Pero no duraría mucho.