Muchísimas gracias por sus reviews, disculpen el retraso para este capítulo, que por cierto es muy largo, pero primero los reviews:

Natty: Gracias por tus constantes reviews, en efecto, a todos nos ha tocado pasar por esas situaciones, justo cuando quieres quedar bien, sale otro y toma el crédito. Aparte, esta Sid queriendo llamar la atención. Querer llamar la atención es uno de los temas centrales de este fic. El asunto del beisbol es un poquito complicado, pero espero que quede un poco más claro con una explicación de Phoebe.

Sarahi: En efecto, ya empezó el deseado romance H&A, solo que ahora quiero aclarar algunos puntos sobre que pasaría si el cabeza de balón supiera que Helga lo ama, entonces creo que trataría de arreglar las cosas con Lila, pero como Helga no se deja conocer, no se que más podría hacer, pero siendo Arnold, pues encontraría una forma de solucionar las cosas. Tienes razón, Bob no sabe el nombre de nadie y hace lo que cualquiera en su situación: hablar con los que si se sabe el nombre. Aunque es raro que olvide el nombre de Arnold, es más raro que olvide el nombre de su propia hija ¿no?

Ipdar: Muchas gracias por tu review. Es muy bonito cuando alguien da exactamente en el clavo de la historia que uno quiere contar. El tema del descuido de los padres creo que es universal. La escena del sueño me gusto mucho escribirla, y el Karaoke de Miriam, Wartz y Simmons fue algo que se me ocurrió que podrían compartir esas tres figuras de autoridad que encuentran muy difícil que alguien las respete. En cuanto a ese personajito que no te gusta que te nombren… la verdad yo creo que ella esta haciendo lo posible para ser una buena persona, no creo que haga nada para hacerle daño a alguien. Además Helga siempre llega cuando no debe.La frase que mencionas de "la inmensidad del espacio" fue mi frase favorita del capitulo III. Y por último, creo que si le decimos a Helga que tenga una conversación con su papa, nos miraría y diría¿Qué están locos?

Bueno, ahora si comienza este capítulo.

CAPÍTULO IV: DIMENSIÓN DESCONOCIDA.

- Es tan injusto Phoebe. YO gané. YO anoté el home run. YO fui quien dio la victoria al equipo. ¿Y quien recibe el crédito? El zopenco de Sid. Yo ya había ganado el partido antes de que ese bobo llegara a la base. Pero no, el obtuvo toda la gloria y yo…

- Helga¿no me puedes ayudar con el trabajo? Yo he hecho casi todo… - preguntó Phoebe tímidamente.

¿Y que es lo bueno de Sid? Un maldito paranoico que se asusta de su propia sombra. No puedo creer que exista gente como ese payaso…

- Eh, Helga, ya llevas hablando de todo esto más de dos horas, pero aún no tengo idea de que es lo que te molesta del resultado del partido, es decir, ustedes ganaron…

- Ay Phoebe, te lo voy a explicar de nuevo, pero primero dime¿Qué es lo que sabes de béisbol?

- Bueno Helga, sé que el béisbol es un deporte que se practica con una bola dura y un bate entre dos equipos de nueve jugadores cada uno. Un partido de béisbol se divide en nueve periodos de juego, cada uno de los cuales se llama entrada. El equipo que anote más carreras a lo largo de las nueve entradas gana el partido. El juego comienza cuando un jugador, denominado pitcher (lanzador), lanza la bola hacia el bateador del equipo contrario, quien intenta batear (golpear con el bate) la bola hacia el interior del terreno de juego. Los jugadores anotan carreras bateando la bola y corriendo alrededor de una serie de bases, antes de que les elimine algún jugador de campo del equipo contrario.

Helga se queda completamente perpleja después de este minicurso de béisbol, ambas cejas forman semicírculos sobre sus ojos.

- Eh… si, bueno… Lo verdaderamente importante Phoebe, es que cuando el bateador saca la pelota del campo del juego, el bateador gana el juego, porque todos los corredores en las bases van a anotar. El corredor que se roba la última base también anota una carrera, pero yo saqué la pelota del campo (o sea de la calle) antes de que el tarugo de Sid se robara la base. Yo gané antes. Solo que nadie se dio cuenta por estarle prestando atención a ese zopenco. No ganan los corredores, sino el bateador. No gana un estúpido corredor de bases que llega a la base cuando el bateador ya ganó el juego. Y lo que yo digo es que…

Phoebe reflexionó unos momentos. Aún cuando Helga no era lo que se dice una alumna sobresaliente, era inteligente y lo suficientemente acomedida para no dejarle a Phoebe toda la tarea. Así que algo debería estar pasando para tener tan molesta a Helga, algo verdaderamente importante… Phoebe se armó de paciencia para que Helga le relatara, una vez más, todo lo que había sucedido desde el fatídico juego:

- Gracias señor Pataki, su consejo funcionó. Robarme la base ganó el partido

¿De que hablas Sydney, tu hiciste todo el trabajo¿verdad Olga?

Helga pensó:

"YO gané Bob, YO, no este ridículo paranoico, y lo hubieras podido notar de haberme visto jugar a MI en vez de apoyar a este estúpido, pero claro, tu no me prestas atención. Nunca lo hiciste. Jamás podrás hacerlo."

Pero solo dijo:

- Soy Helga, Bob.

- Si Helga, perdón¡me confundí por la emoción de la victoria!

- Estoy tan segura de que jugaste muy bien Sid, merecías ganar.– dijo una voz campirana que no hizo nada por mejorar el humor de Helga.

- Si, te felicito Sid – dijo Arnold.

- Gracias muchachos – respondió Sid, con una gran sonrisa.

Los chicos comenzaron a separarse. Helga hubiera querido decirles a todos que ella fue la que ganó el partido, pero comprendió que no tenía caso. Su equipo había ganado de todas formas, el equipo perdedor lo tomaría como una burla, y Bob… tal vez ni le interesara…

Todos los niños se dirigieron a sus casas. Era más de mediodía y todo el ejercicio les había abierto el apetito. Esto era particularmente cierto en el mayor de todos.

- Voy a comer¡tengo hambre!

- Recuerda Harold, Nadine y yo te esperaremos en mi casa en dos horas para empezar con el proyecto. Procura llegar puntual.

- Ya te había dicho que si Rhonda- dijo Harold enojado - no es necesario que me molestes todo el día con eso.

- Y recuerda Harold, esta vez no quiero que pase lo mismo que con Shirley… - terminó Rhonda con voz dura, recordando el proyecto del huevo que hizo con Harold.

- Si, si, lo siento, lo siento – lloriqueó Harold.

Sid siguió platicando con el gran Bob, mirando significativamente el gran bote con la etiqueta del restaurante del Señor Pollo, por el que Sid sentía una singular atracción. Esto no escapó a la atención del gran Bob.

- Sydney¿no gustas comer con nosotros? – propuso Bob.

Sid iba a decir algo, pero cambió de opinión justo al ver el horrible gesto amenazador de Helga: ceño fruncido, dientes entrecerrados, mirada asesina. Recordó la noche pasada, en el parque, la advertencia de Helga justo antes de ser atacado por el monstruo.

"No quiero verte de nuevo cerca de mi casa"

- Muchas gracias señor Pataki, pero me esperan en casa.

- Será otra vez Sydney. Bueno Helga, vamos a casa¡tu mamá nos esta esperando!

Helga siguió al gran Bob en silencio y abordó el aparatoso auto con las placas "Big Bob", dirigiendo otra estremecedora mirada asesina a Sid como despedida. Pero como este se encaminaba a su casa, no se dio cuenta.

Sin embargo, ojos vigilantes de los movimientos de Helga lo notaron. Y esta vez, fueron más de un par de ojos.

La comida en la casa Pataki fue rápida, como la mayoría de las comidas lo eran. Bob y Helga devoraron el pollo, ante los tímidos intentos de comunicación de Miriam. De pronto, un mensaje en su localizador hizo que Bob partiera como una tromba hacia su emporio.

Helga se quedó sola con Miriam, quien trataba de mantener los ojos abiertos en la mesa. Helga consideró un momento platicarle lo de los bateadores y los corredores, pero lo desechó por completo. En la mesa del comedor de su casa, después de comer con Miriam y Bob, Helga se sintió como si estuviera en medio de un desierto desolado.

"Me preguntó si alguien alguna vez se interesará en mí. Oh¡Arnold¡Cuanto te necesito¿Porqué tienes que estar tan obsesionado con Lilaaaaa?"

Justo en el momento en el que Helga pensaba esto, el par de ojos que la habían espiado en la mañana vieron salir a Bob dando un portazo y metiéndose a su auto. Pareció dudar unos segundos, pero luego enfilo hacia la calle y dio vuelta a la izquierda. Los ojos voltearon a observar de nuevo la casa Pataki, intentando penetrar todos los secretos de la niña que pensaba que nadie se interesaba en ella.

Como Helga no podía hablar del béisbol, decidió preguntarle a Miriam sobre la extraña actitud de su padre.

- En serio Miriam¿no has notado algo raro en Bob?

¿Cómo que cariño?

- No lo sé, se esta comportando muy cariñoso últimamente con… mis compañeros… de la escuela.

- Oh cariño, el hacía esas cosas todo el tiempo cuando Olga tenía tu edad, conocía a todos los amigos de Olga y los llevaba a todos a los eventos deportivos...

¿Y porque el súbito interés ahora en mis amigos, eh?

- Oh bueno, supongo que quiere participar más de tu mundo Helga.

"Mi mundo" – pensó Helga amargamente – "Mi mundo esta siendo invadido".

- Recuerdo muy bien cuando Olga tenía tu edad. Tu papá era conocido por ser muy amable con los amigos de Olga.

¡Ay no inventes¿En serio? – dijo una incrédula Helga.

- Si, en serio. Tu padre puede ser muy amigable con las personas cuando se lo propone.

¡Ajàal fin te atrapé amigo! – Gritó el gran Bob enojado a la persona frente a su casa – ¿creíste que ya me había ido al trabajo, verdad? Pero yo fui más listo y di la vuelta a la manzana. Ahora mismo me vas a explicar que es lo que has estado haciendo. ¿Qué estas espiando¿Porqué estas aquí siempre¿Qué te propones?

- Algo – jadeo.

Bob levantó su uniceja. El chico con el hablaba parecía asustado, pero su respuesta era insolente. A lo mejor no podía hablar bien. Decidió dejar las cosas en claro.

- Ahora escucha jovencito, soy el dueño de esta casa y como tal, exijo saber que demonios haces aquí día tras día. Cada vez que salgo o llego a mi casa, puedo observarte escondido en algún lugar, así que más vale que me expliques que es lo que quieres en este momento.

Aún cuando el chico no respondió nada, solo respiró ruidosamente. Bob vio aparecer el sonrojo en su pálida cara. De pronto lo comprendió todo.

- A ti te gusta la niña¿no?

El chico estaba anonadado, jamás se hubiera esperado esa pregunta.

¿Qué? – jadeo.

- Que a ti te gusta mi hija Olga.

- Helga. - jadeo

- Ah si, Helga. ¿Es cierto no?

- Si – jadeo.

Solo fue una palabra, y de una sola sílaba, pero a Bob no le pasó desapercibida la total convicción con la que respondió el chico.

- Dime¿tú no eres el chico que ella siempre golpea?

¿Qué? – jadeo.

- El chico que ella golpea. – Respondió Bob con un deje de fastidio - Hace unos meses me llamaron del psicólogo diciéndome que Helga había golpeado muy duro a un chico. Luego dijeron que era una conducta recurrente. Así que¿eres tú?

- Si – jadeo.

- Bien amigo, siento ser yo quien te diga esto, pero a Helga le gusta otro chico. – dijo Bob intempestivamente, aunque con un tono un poco menos duro de lo que era habitual en él – lo supe porque se enojó mucho cuando se cayó en el lodo enfrente de él. Creo que es por eso que te golpea, para no tener que desengañarte.

- Lo sé – jadeo.

¿Ah, si- Bob sonó un poco sorprendido, pero se repuso enseguida y siguió con su tono molesto - Bien, entonces no se que diablos estas haciendo aquí, día tras día, si ya sabes que la chica no te quiere y también sabes porque. – Bob vio el rostro del chico, pálido, con lentes que cubrían unos ojos muy pequeños, cabello que terminaba en puntas, tan pálido como su piel, y sus dientes amarillos. En todas las demás veces que había visto a ese chico, tenía una sonrisa en la cara, pero ahora su rostro reflejaba tristeza – ¿No crees que seguir amando a alguien a quien ni le interesas es algo vergonzoso?

El chico tenía una expresión dolida en el rostro, pero de pronto pasó del azoro a la decisión. Se irguió derecho, apretó los puños, miró a Bob directamente a los ojos y le dijo:

- Amar no – jadeo - me avergüenza. – jadeo.

Bob frunció el ceño ante tamaña osadía, se inclinó hacia el chico pálido de respiración ruidosa y le puso una de sus enormes manos sobre su hombro. El chico no se acobardó.

- Eres insolente muchacho – dijo Bob con su voz gruñona de siempre. – Pero eres valiente – prosiguió suavizando su voz - Los Pataki apreciamos eso. Bueno, me voy. Solo piensa que no puedes espiar a las chicas para siempre. Se ve muy raro.

Bob se fue, dejando al chico muy sorprendido. Bob caminó unos pasos, saco las llaves y abrió la puerta de su auto, pero pareció detenerse unos segundos para pensar algo, después volteó la cabeza y preguntó:

- Oye¿Cuál es tu nom…?

Pero solamente vio la calle desierta.

"Que chico tan extraño" pensó Bob, al tiempo que encendía el auto y se enfilaba hacia su emporio de localizadores, "espero que la niña no atraiga muchos chicos de estos. Sin embargo, parecía estar enamorado de verdad. Pero¿Qué puede saber un niño de su edad del amor?".

Justo en la esquina contraria, Brainy respiraba aún más ruidosamente que de costumbre. Él se reponía de haber corrido tanto en tan poco tiempo. Tenía mucho en que pensar. Como cualquiera que hubiera observado a Helga obsesivamente durante seis años sabría, Helga no tenía una muy buena opinión de sus padres.

La forma en la que Helga se expresó de su madre el fin de semana antes del día de las madres conmovió de verdad a Brainy, quien había reconocido el dolor detrás de las palabras irónicas de Helga. No digamos la forma como Bob había tratado a Helga en la carrera del día de los padres. Y ahora resultaba que Bob se había portado casi amigable. Sobre todo, le había dado mucho en que pensar la parte de que a los Pataki les gustaba la valentía. Sin embargo, Brainy había decidido que lo mejor era una retirada estratégica. Además, el también comenzaba a sentir hambre. Tomó el camino a su casa para ir a comer, todavía tenía que ir al apartamento de Iggy para hacer el trabajo de geografía.

De todos los niños de su escuela, Brainy era el de mente más abierta, resultado de haber visto el tren fantasma a los 9 años y de haber descubierto el milagro que era Helga Pataki a los 3 años. Reflexionó que Helga no se parecía mucho a su madre, con su aire ausente. Helga se parecía mucho más a su padre, fanfarrón y agresivo.

- Igual que Helga. – jadeo.

Brainy considero si en verdad el padre y la hija serían iguales, si bajo la superficie de un fanfarrón agresivo se escondía algo verdaderamente hermoso en Bob.

¿Qué estas demente¡Criminal! Eso no puede ser posible

- Te lo juro Helga, tu padre se portaba así, invitábamos a mucha gente y el sabía el nombre de todos los amigos de Olga. – dijo Miriam mientras se preparaba un licuado energético. Helga le había hablado groseramente, pero Miriam ya estaba acostumbrada.

- Bueno, si tú lo dices – A Helga le hubiera gustado preguntar "¿Y que demonios le pasó?" pero ella creía saber la respuesta: "Naciste tu Helga".

- Voy a hacer el trabajo de geografía con Phoebe mamá.

- Muy bien hija.

Helga tomó el libro que Phoebe le había prestado la noche anterior (al cual le había dedicado unos minutos de estudio) y se dirigió a la casa de Phoebe a hacer la tarea de Geografía, o al menos esa fue su intención. Lo único que había hecho era hablar de béisbol y dejar que Phoebe hiciera todo el trabajo.

Phoebe escuchó toda la narración de Helga y obtuvo dos cosas en claro: Sid había hecho algo más que ganar el partido, y Arnold y Lila habían hecho enojar a Helga.

- Bueno Helga, nadie notó que tu participación en el partido fue decisiva para ganar, pero no creo que eso solo sea el motivo para tu malhumor¿existe algo más?

"No casi nada Phoebe. Mi papá le hace más caso a un hijo de vecino que a mí, mi amor verdadero se la pasa con una maldita mosca muerta presumida y ambos se burlan de mí a mis espaldas, tal vez pase sola el resto de mi vida, como hasta ahora. ¿Pero aparte de eso?"

- Nada Phoebe – dijo Helga con mucha amargura. El tema de Arnold y Lila era muy doloroso de enfrentar ahora. Helga prefirió enfocarse en la extraña conducta del Gran Bob.

- Phoebe¿Tú crees en los extraterrestres¿Qué existan otros mundos?

- Eh, bueno no sé Helga, las evidencias de que disponemos ahora no soportan un análisis científico – dijo Phoebe nerviosamente – ¿Por qué la pregunta?

- Por nada- Helga pensó en Bob, quien se las arreglaba siempre en cualquier ocasión para echar a perder su relación con ella, pero parecía ser muy amable con Sid ¿Crees que existan facetas desconocidas en las personas?

¿A que refieres Helga? – Phoebe pensó que la pregunta se podría aplicar a cualquiera. Incluso a ella misma.

¿Puede una persona que hayas conocido durante años ocultarte un lado de su personalidad solo a ti? – dijo Helga continuó pensando en el gran Bob y en su felicitación a Sid. Lo que realmente dolía, era que Bob se hubiera aprendido el nombre de ese renacuajo, mientras que el de su propia hija se le olvidaba una y otra vez.

- Todos los rasgos de una persona no pueden conocerse sino hasta después de varios años, y las personas siempre ofrecen sorpresas. No es que te las quieran ocultar, sino que simplemente todos tenemos diferentes dimensiones, las cuales no siempre mostramos – Phobe insistió – ¿es eso lo que te esta molestando?

¿Qué es esto, la Inquisición Española¿Qué deseas que te diga¡Solo estoy molesta con el tarugo de Sid por tomar el crédito! – explotó Helga mirando ferozmente a Phoebe.

Phoebe solo puso un gesto de tristeza, que de inmediato hizo sentir mal a Helga.

- Helga, voy por un libro abajo, permíteme – dijo Phoebe tristemente.

- De acuerdo Phoebe, mientras reviso el trabajo en tu computadora – dijo Helga.

Mientras Phoebe salía, Helga revisó lo que llevaban apuntado en la computadora portátil de Phoebe. Una vez que revisó el documento, notó que Phoebe tenía abiertos varios archivos bajo el directorio proyectos: ProyPavlovStinky, ProyGeraldHelga, ProyDioramasGAH y ProyMinderiano. Debían ser los proyectos que Phoebe había hecho a lo largo de su vida académica. Helga había estado con Phoebe en la mayoría de los proyectos (solamente Arnold tenía preferencia sobre Phoebe). Y ahora la había tratado mal.

De pronto, un recuerdo surgió en su alma, semejante a la luz de una linterna en la oscuridad, y volvió a escuchar claramente una parte de su sueño de la noche anterior, algo que le había dicho cierto ángel guardián con cabeza de balón:

¿Por qué alejas a las personas que te quieren ayudar, como Phoebe?

Mientras tanto, en el jardín de la residencia Lloyd, Harold se esforzaba en crear una plataforma para un desfile de modas de diferentes países.

¡Esto esta muy pesado Rhonda!

- No te quejes tanto Harold – dijo Rhonda – agradece que te tocó con nosotras y que seguro vas a aprobar el año.

- Pero el próximo proyecto es de insectos¿Eh Rhonda? – dijo Nadine, bastante molesta.

- Por supuesto, pero ahora que Harold prepare la tarima para nuestro desfile de trajes típicos – respondió Rhonda.

Harold sudaba cargando los palos que armarían la tarima, mientras Rhonda disfrutaba viendo marcarse sus músculos. Harold tenía trece años y aunque para la religión judía, era oficialmente un hombre, Rhonda sabía que era un bravucón cobarde, pero aparte de ello, tenía algo que grandulones musculosos como Wolfgang, Ludwig y Torvald habían perdido hace tiempo: inocencia e integridad. Rhonda se preguntaba como se vería Harold sin tanta grasa, pero con los mismos músculos, cuando de pronto, al quitar una tabla, Harold vio a…

¡Sid¡me asustaste¿Qué haces aquí? – gritó Harold.

- Vine a mostrarte el monstruo que probablemente me atacó, es algo así como un Wendigo, mira este libro: "Guia oficial de los misteriosos misterios de lo misterioso", aquí tengo una descripción.

- Sid, deja de decir tonterías y permite que Harold continué con su trabajo – dijo una Rhonda exasperada.

- Pero esto es importante, puede ser el principio de una invasión de monstruos en el parque, o mínimo una epidemia de rabia. – Sid trató de darle un toque atractivo a los ojos de Rhonda, porque Nadine se mantenía al margen de todo el asunto, evidentemente fastidiada porque el proyecto no era de insectos, y Harold se encontraba muy ocupado armando la tarima. – A lo mejor salimos en la tele, en el programa "Cuando los animales muerden".

Rhonda levantó los ojos al cielo. Convencido de la inutilidad de apelar al deseo de atención de Rhonda, Sid volvió a la carga con Harold, quien estaba sosteniendo la viga de madera más grande, y se encontraba en lo más difícil del proceso.

- Harold, mira esto, estoy seguro de que este podría ser el animal que me atacó…

- Sid, no me molestes ahora…

- Pero Harold, solo míralo…

- Sid, no me estorbes – dijo Harold, haciendo un esfuerzo para controlar la viga, demasiado pesada para el.

¡MÍRALO, MÍRALO! – repetía Sid hecho un energúmeno, con el libro abierto en la foto del Wendigo.

- Ay¡ayúdenme! – gritó Harold perdiendo el control. Pero Sid sostenía su libro con las dos manos, asi que no podía sostener la viga, y Rhonda y Nadine se hallaban muy lejos de ellos para ser de ayuda.

Harold soltó la viga, y esta cayó sobre toda la tarima armada, rompiendo varias de las otras vigas, con un estruendo poderoso que incluso levantó algo de polvo. Ante la incredulidad de las cuatro personas, la tarima (que le había costado mucho trabajo a Harold armar) se hallaba destruida).

Harold tomo un segundo para considerar la situación, después, la decisión se asomó en sus ojos. Volteó y dijo con energía.

- Sid¡TE VOY A MATAR!

Sid, quien había sido testigo de este tipo de decisiones por parte de Harold antes, decidió que lo mejor era poner una prudente distancia de esta situación y partió tan rápido como se lo permitieron sus piernas, seguido de cerca por Harold, quien estaba ansioso de reunirse con él.

- Harold, espera¿Quién va a arreglar esto? – gritó Rhonda, pero no obtuvo respuesta. Las figuras de Sid y Harold se hicieron cada vez más pequeñas hasta que doblaron una esquina.

Rhonda consideró su situación. Hasta antes de la llegada de Sid, estaba disfrutando ver los músculos de Harold marcarse haciendo una tarima para su propio proyecto de modas en el mundo. Ahora, se encontraba ante la desolación y la ruina. La tarima estaba arruinada, y Harold no estaba ahora para tratar de repararla. Rhonda necesitaba ayuda.

- Te dije que debimos hacer este proyecto relacionado con insectos – dijo Nadine, casi en un tono de triunfo, para luego revisar que podían hacer con lo que quedaba de la tarima.

Abandonada por sus amigos, con poco tiempo para realizar su proyecto, Rhonda se encontraba en una situación muy lamentable para su sensible temperamento, y no pudo menos de reconocer que todo era culpa de Sid.

¿Qué podría ser peor que esto? – musitó tristemente. Su respuesta no tardó en llegar.

- Vaya¿existe algo en lo que pueda ayudarte, bomboncito? – dijo una voz que le dio escalofríos a Rhonda.

- Curly… - Dijo con un estremecimiento.

En la habitación de la primogénita de los Heyerdal, Helga había terminado de revisar el proyecto, cuando Phoebe volvió a entrar. En su rostro no había rastro de lágrimas.

- Phoebe- Helga se levantó y miró de un lado a otro, hasta que por fin se decidió y miró a Phoebe. – lo siento, yo no quería hablarte así, no debí hacerlo.

- No importa Helga- respondió Phoebe ¿te encuentras bien?

Helga no respondió nada, pero por su expresión, Phoebe supo que Helga no estaba bien.

Phoebe se había sentido atraída a la personalidad de Helga desde el jardín de niños. No le gustaba su actitud agresiva y grosera- la verdad es que a nadie - pero Phoebe sabía que Helga no cambiaría de personalidad solo por satisfacer a los demás. Sin embargo, Phoebe había visto, a lo largo de los años, señales, destellos, de una enorme sensibilidad, de un alma amorosa y gentil. No habían sido muchos, pero estaban ahí.

Phoebe era una de las chicas más inteligentes de su escuela. Pero su inteligencia no venía solo de la memorización de conceptos o de la realización de deberes escolares. Sus capacidades intuitivas, su capacidad para reconocer relaciones humanas, eran puestas a prueba día a día debido a su amistad con Helga. Phoebe no lo sabía entonces, pero ser amiga de Helga le había proporcionado retos que habían hecho que ella creciera mucho más como persona que todos los premios académicos que se esforzaba en ganar.

- Helga – dijo Phoebe, tomándola de la mano – Tú sabes que eres mi mejor amiga. Yo realmente te aprecio. Sé que mucha gente no lo hace, que no todos pueden reconocerlo, pero yo que tú eres una gran persona. Estoy segura que algún día, quienes tú esperas también podrán reconocerlo.

Phoebe se arrojó en los brazos de Helga, quien puso su familiar gesto de sorpresa. Pero luego, lentamente, también abrazó a Phoebe, permitiéndose sentir el amor de su mejor – y única - amiga.

- Phoebe, quiero que sepas dos cosas – dijo Helga – la primera es que tu eres, has sido y serás siempre mi mejor amiga – dijo Helga conmovida.

¿Y la segunda- preguntó Phoebe al separarse del abrazo de Helga.

- Esta escena jamás sucedió. – dijo Helga con su tono de voz habitual en esos casos.

- Olvidando – dijo Phoebe sonriendo.

Sid había perdido la cuenta de las cuadras que llevaba corriendo. Harold, a pesar de no contar con mucha condición física, no cejaba en su empeño de reunirse con su amigo y exponer, en argumentos contundentes, su punto de vista con respecto al desastre en casa de Rhonda. Sid le llevaba mucha ventaja, pero no lograría perderlo, pues estaba muy lejos de su casa, y realmente, no habría lugar donde el pudiera esconderse de Harold. En su loca carrera sin rumbo, Sid llegó a la manzana que ocupaba entera el edificio que albergaba al emporio de localizadores del Gran Bob, con un conspicuo retrato del Gran Bob luciendo una corona en el frente.

Bob estaba guardando algunos volantes en su auto. Todos sus empleados ya se habían ido, y el estaba cerrando el local, y vio a Sydney correr desesperado huyendo de un niño gordo y obviamente mucho más grande que el. Aún cuando Bob no era lo que se dice un alma caritativa, tampoco le gustaban las peleas ventajosas, y enarcó su uniceja. Levantó una mano para saludar a Sydney, y le señaló las puertas de su local. Sid entró como un rayo. Perseguido de cerca por Harold.

Antes de que Harold pudiera entrar, Bob le salió al paso.

- Buenas tardes¿te interesas en un localizador?

¿Qué? Yo… no… - dijo Harold dudando.

¿Entonces un teléfono celular?

- Esas cosas me confunden – dijo Harold.

- Bueno amigo, si no vas a comprar¿para qué quieres entrar? – dijo Bob, frunciendo el ceño. Era increíble como ese gesto le recordó a Harold de quien era padre Bob. Era el gesto de "no te metas conmigo" clásico de los Pataki.

- No, yo… nada… disculpe…- respondió Harold, dando la media vuelta, luego huyendo como un perro con la cola entre las patas.

Sid salió al estacionamiento, realmente agradecido de que lo hubieran salvado de una tal vez merecida paliza.

- Gracias señor Pataki.

- No lo menciones Sid, ese tipo es más grande que tú. ¿Qué llevas ahí?

- Ah, es un libro que habla de los encuentros – dijo Sid – ¿recuerda que le había dicho que tuvo un encuentro del segundo tipo? Bueno, pues uno de mis contactos me dijo que tal vez no había sido un encuentro del segundo tipo, pero podría ser del tercero o incluso del cuarto…

¿El chico que insiste que su compañero de escuela es extraterrestre?

- No.

¿Te refieres al maestro de primaria que esta convencido de que existen las hadas?

- No, tampoco…

¿El chico que dice que su mejor amigo es un fantasma?

- No…

¿El chico que golpearon en la cabeza cuando era bebe y ahora se comunica con los delfines?

- No… es el chico cuyo nick es una fruta.

- Ah- dijo Bob – ¿y porqué lo dice? – dijo mientras entraba con Sid a la oficina.

Después de la charla con Phoebe, Helga dedicó las siguientes horas en aplicarse con ahínco a terminar el trabajo y todo salió muy bien. Se despidió de los papas de Phoebe y se dirigió a su casa. Se sentía muy bien, esperanzada. Un sentimiento que solo Arnold tenía la capacidad de hacerla experimentar.

"No voy a quejarme, tengo a Arnold, tengo a Phoebe, lo lograré. Es más¡qué demonios, le voy a dar otra oportunidad a papa. Iré a ver si Bob esta todavía en su oficina y lo dejaré que me lleve a casa. Tal vez pueda mostrarme a mi algo de esa otra 'dimensión'".

Helga caminó animadamente hacia el Emporio de Localizadores del Gran Bob, seguida de cerca por el espía de siempre, quien se encontraba gratamente sorprendido de que Helga estuviera de tan buen humor.

A solo unas cuadras de ahí, Bob platicaba con Sid. Sid estaba gratamente sorprendido de que ALGUIEN, AL FIN, le hiciera caso. Su familia se había rendido hace mucho tiempo. Desde el incidente de la bolsa del dinero y el poste del castigo, sus compañeros de escuela no querían tomarlo en serio. Y ahora, a pesar de contar con un testigo material, Helga, no podía convencer a nadie. Pero el señor Pataki lo escuchaba sin dar muestras de incredulidad o de fastidio. Helga debía tener mucha suerte de tener un padre como él.

Bob también se sentía a gusto de encontrar a alguien que si escuchara su historia del encuentro extraterrestre. Alguien que no pensara que se emborrachó y se imaginó todo. Pero la verdad Sid tenía una inagotable imaginación.

Sid, en un arranque de generosidad, motivada porque Bob le había ayudado en su mortal trance con Harold, dijo:

- Señor Pataki, permítame regalarle el libro. – dijo Sid, con el tono de voz de un hombre que le hace el mayor regalo a otro.

- Oh, muchas gracias Sid – dijo Bob poniendo la sonrisa congelada que tenia reservada para estas ocasiones, como cuando le anunció a Helga que pasarían las siguientes tres horas viendo el musical de las ratas que cantan. La verdad, fuera de los encuentros extraterrestres, consideraba a los monstruos y fantasmas como un montón de patrañas.

Pero ese no era el punto, razonó Bob, el punto era que ahora el tenía que encontrar algo para regalarle a Sydney. Era amigo de su hija. Tenía que darle algo. Y algo BARATO.

Con la mentalidad emprendedora con la que formó su negocio de la nada, el gran Bob dio con la solución: Se encaminó a una de las cajas que tenía en su oficina y saco una camiseta blanca, talla chica, de las que habían salido más barata por millar.

- Bien Sid, deseo darte esto – dijo Bob, con la misma actitud de Sid unos momentos antes. Pero además, pensó "Así mato dos pájaros de un tiro, quedo bien con los amigos de la niña, y tengo publicidad gratis"

- Gracias señor Pataki – dijo Sid, con la misma sonrisa congelada que el gran Bob había mostrado unos segundos antes. Pero bueno, había que ponerse la camiseta, no lo iba a desairar.

- Bien, es hora de irme¿deseas que te lleve a tu casa?

Afuera, en la calle, en la hora que antecede al crepúsculo, la última descendiente de la dinastía Pataki caminaba hacia el negocio de su padre, con esperanza en su corazón y ligereza en sus pies. Llegó hasta la esquina del negocio, y pudo ver emerger de él a Bob y a Sid, riendo – algo forzados, pero riendo – y luego vio el lema de la camiseta de Sid.

El logotipo "Big Bob Beepers".

Y Helga sintió que todo su mundo se derrumbaba.

Próximo capitulo: Viaje a las estrellas II: La ira de Helga.