Harry Potter no es obra mía, ninguno de estos personajes me pertenece, y las líneas argumentales están basadas en la obra de Rowling, pero aviso, esta historia tiene en cuenta lo que sucede en el quinto libro, así que no voy a estar cuidando si hay spoilers o no.
2. LA SERPIENTE TRAS EL RASTRO.
El hombre llegó en otra tarde lluviosa de las que ya empezaban a abundar en el pequeño pueblo que quedaba en los alrededores de Dundee, la costa de Escocia.
El tabernero se sonaba la nariz con un pañuelo que ya estaba mojado, y limpiaba la barra con otro trapo también mojado, el resto de los ocupantes del bar no tenían mejor suerte, porque era invierno en el norte de una tierra demasiado acostumbrada al mal tiempo.
Pero aquel hombre, en cambio, estaba impecablemente seco. Ni siquiera las típicas motitas de lluvia que quedan en los impermeables resbalaban por el enorme gabán de tela oscura e indudablemente cara que cubría la mayor parte de su cuerpo y rostro. Unos guantes negros de cuero se ajustaban a sus manos como una segunda piel y unas resistentes y excesivamente brillantes botas protegían sus pies del frío y la humedad, por supuesto, sin apenas una mota de barro, a pesar de que la lluvia convertía la calle principal del pueblo, que aún era de arena, en un peligroso y extremadamente desagradable lodazal.
El hombre cerró la puerta trás de sí, y el tabernero se extrañó de que ninguno de los que estaban con él en la habitación girase la cabeza para examinar al recién llegado. Después se acercó a la barra con movimientos sinuosos, cuidados y sin apenas ruido, excepto un curioso susurro, como de túnica de seda, ahogado por la gruesa tela del gabán negro.
-Un vaso de whisky – soltó una voz fría y cuidada, con un acento extraño y un deje de desdén en la última sílaba.
El tabernero dejó de limpiar la barra con el ceño fruncido, y sacando un vaso limpio del fregadero, se dispuso a llenarlo de su mejor Cardhu, obviamente todo en el aspecto del hombre le indicaba que podía permitirse eso y mucho más. De hecho eso era lo extraño, si podía estar en el mejor hotel de Escocia, ¿qué demonios hacía en el maldito culo del mundo?
Ajeno a las inquisitivas miradas del tabernero, el extraño se tomó su tiempo para saborear el Cardhu, apreciándolo como si estuviera pesando una pepita de oro. Después, la mitad de su cara visible por debajo de la capucha del gabán esbozó una mueca despreciativa que expresaba que aquello no era lo que estaba acostumbrado a tomar, pero que sobreviviría.
Con un elegante giro del brazo depositó el vaso de whisky suavemente sobre la barra. Entonces su cabeza se movió unos centímetros hacia el tabernero para que sus ojos de un azul frío y acerado entraran en contacto con los del hombre que tenía enfrente. El tabernero tragó saliva, era como si alguien te hubiera derramado un vaso de agua fría encima de la cabeza. Apenas se atrevía a parpadear. Luego el extraño habló con una voz ligeramente distinta a la que había empleado para pedirle la bebida, como si se estuviera esforzando en parecer cordial o más bien humano.
-Estoy buscando a un hombre. Se escapó hace unos días de un manicomio de Dundee. Es bajito, gordo y calvo. Va vestido con unos andrajos y puede llegar a ser extremadamente peligroso.
Las últimas palabras las dijo con una media sonrisa. Como si la idea de que el loco le pudiera a hacer daño a alguien no fuera escandalosamente horrible, sino ligeramente divertida. Pero no fue ese hecho, sino más bien la semejanza que guardaba esa historia con la que había oído de otro extraño tres días antes lo que encendió la luz de alarma en el cerebro del tabernero.
-¿Un hombre bajito, gordo y calvo? – apenas pudo pronunciar a causa del miedo; había visto a su interlocutor mover discretamente la mano derecha hacia la cadera izquierda. A pesar de que no había visto el brillo del metal, apretó el botón de aviso a la policía situado debajo de la mesa para cuando los partidos de fútbol se desmadraban.
Pero no bien hubo hecho esto, una expresión relajada y estúpida se instaló en su cara. Después de eso respondió a todas las preguntas del extraño: desde lo ocurrido con Pettigrew, hasta el paso por el pueblo de los otros dos desconocidos pelirrojos. Al oír esto los ojos del mortífago brillaron. "Así que estaban cerca". Pensó en la posibilidad de traerle a su Señor dos de los componentes más importantes de la Orden del Fénix e impaciente se deshizo del tabernero con un desmemorizador.
Ya en la puerta se giró para comprobar que nadie había notado nada, y entonces, como recordando algo, una sonrisa cruel torció su boca. Volvió sobre sus pasos a la desgastada barra y tiró con desprecio un par de monedas muggles.
"Que no se diga – pensó con sorna – que Blaise Zabini es un vulgar ladrón". Tras esto se arrebujó en el gabán y salió a la tempestad que daba sus últimos coletazos sobre el pequeño pueblo.
__________________________________________________________
Habrían transcurrido unas dos horas desde que Bill mandara el mensaje cuando algo apareció en el horizonte. El hombre que se había acurrucado junto al gimiente Ron y había echado su largo abrigo para proteger a ambos de la humedad y el viento pareció tensarse cuando tres puntitos de luz surgieron por la ladera que daba al norte de las ruinas de piedra.
Conteniendo el aliento, Bill se deslizó fuera del calor del abrigo y, sacando la varita, reptó pegado a la pared hasta una esquina desde donde tenía mejor ángulo de visión. Lo que vio hizo que soltara el aire que llevaba contenido desde que habían atacado a Ron.
George, Fred y Hermione corrían hacia las ruinas mirando a ambos lados por si los veían a ellos o les atacaban por sorpresa.
Bill también miró hacia todos los sitios posibles donde se pudiera esconder un mortífago antes de susurrar "lumos" y agitar la pequeña luz de su varita en el aire para indicar a los otros su paradero.
Hermione contuvo un grito de impaciencia cuando vio a Bill. En unos segundos estaba examinando a Ron, que había dejado de gemir pero seguía de un pálido verdoso nada alentador.
-¿Qué es lo que le ha hecho exactamente? – preguntó Hermione con un hilo de voz.
-Creo que ha intentado matarle. – Ante el gesto alarmado de la chica, Bill se apresuró a añadir – pero estaba demasiado débil para hacerlo, creo que eso es lo que lo ha salvado.
-Pero ¿cómo se pudo dejar Ron? – preguntó George confuso, pero ante la mirada de reproche de Hermione, cerró la boca y se limitó a mirar a Bill.
-Yo le vi primero cuando llegamos aquí. Nos habíamos separado para buscarle entre las ruinas, le intenté derribar pero fallé y se escapó. Pilló desprevenido a Ron cuando intentaba venir en mi ayuda. Debió de atacarle por la espalda o algo así.
-¡Cabrón cobarde! Te juró que no vamos a tener ni una pizca de piedad con él después de encontrarle – le aseguró Fred a Hermione, a quien le resbalaban unas lágrimas silenciosas por la cara llena de preocupación.
-Eso si sobrevive a la captura – murmuró George más para sí que para los demás. Bill torció el gesto sabiendo que las travesuras de sus hermanos bien podían convertirse en las peores pesadillas de los mortífagos si les presionaban demasiado.
-Harry le quiere vivo, no lo olvidéis – les dijo con voz fría mientras les echaba sendas miradas de advertencia.
-De acuerdo, de acuerdo, Bill, pero recuerda que a veces ocurren accidentes – respondió Fred.
-Cierto, y la prioridad es capturarlo, ¿no?, vivo o muerto, ¿no? Para obtener información ya tenemos a . . .
-¡Cállate! – Bill puso una mano encima de la boca de George. Todos se habían quedado en silencio de repente. Un suave murmullo se oía a unos metros de allí. Como si alguien estuviera andando entre la hierba alta que llegaba a las rodillas.
-¡Bill! – llamó Hermione en un susurro - ¡Tenemos que irnos ya! Ron no podrá aguantar mucho tiempo más sin la medicación necesaria.
Bill asintió en silencio, todavía con la vista clavada en las grietas de la piedra por donde había oído el ruido. Lentamente se giró a los gemelos y les entregó la brújula, indicando por silenciosas señas la dirección por donde había visto partir a Pettigrew.
La boca de Fred se abrió con sorpresa y la de George exclamó sin voz el nombre de un país. Cuando tuvieron la confirmación de su hermano y sin perder más tiempo del que necesitaban para echar una mirada de esperanza tanto a Hermione como a Ron, se montaron en sus escobas y despegaron al aire frío de la noche.
Bill y Hermione se habían quedado solos. Con gestos rápidos y certeros armaron el artefacto en el que iban a transportar a Ron. Una especie de camilla que se suspendía en el aire sujeta entre sus dos escobas. No es que la idea de tener suspendido a Ron a kilómetros del suelo fuera alentadora, pero no tenían más remedio. La guerra estaba demasiado peligrosa como para conjurar un traslador o utilizar la red flu, y Ron no estaba en condiciones de desaparecerse.
Cuando hubieron terminado de asegurar a Ron en la camilla ambos se detuvieron apenas unos segundos para mirar a su alrededor. Bill comprobó que no había nadie mirándoles. Y Hermione se dedicó a examinar el cielo oscuro cubierto de nubes. No estaba muy segura de que las nubes les vinieran del todo bien; aunque les ocultarían, el frío podía acabar con la poca energía que aún le quedaba a Ron. Con el pánico oprimiéndole el corazón, Hermione siguió las silenciosas indicaciones de Bill y con mucho cuidado ambos emprendieron el vuelo en dirección contraria a la que habían tomado los gemelos. Luego girarían hacia el sur, pero de momento debían despistar a cualquiera que pudiera estarles siguiendo la pista.
________________________________________________________
La luz estaba empezando a inundar el cielo gris, desplazando suavemente a una noche tempestuosa por un día nublado y con promesa de lluvia.
Las ruinas comenzaban a abandonar su aspecto típico de historia de miedo por el de hermoso rastro de una cultura lejana.
Entonces un elemento oscuro volvió a romper la armonía del ambiente, aterrizando con brusquedad pero en silencio entre la hierba alta que se agitaba incontrolablemente a causa del viento.
Mascullando en un tono no mayor que el siseo de una serpiente por culpa del mal tiempo, Zabini bajó de la escoba. Tenía todo el cuerpo entumecido. La tormenta le había desviado de su rumbo y le había costado toda la noche encontrar las malditas ruinas.
Moviéndose sigilosamente hacia ellas aguzó el oído lo más que pudo. No sabía cuánta ventaja le llevaban los otros, y por lo tanto no sabía lo que se podía encontrar entre ese montón de piedras carcomidas por el tiempo.
Pero no oyó nada. Sólo el silbido continuo del viento entre la hierba de la colina. Al girar el primer recoveco de las ruinas se quedó inmóvil unos instantes reconociendo el terreno. Nada, allí no había nadie. Se irguió con frustración. De no haber sido por la maldita tormenta, habría llegado a tiempo.
Ahora no tenía sentido lamentarse. Tendría que inspeccionar con mayor atención los alrededores. Puede que hubieran dejado alguna pista para seguir la búsqueda.
Y no se equivocaba. Al llegar adonde Bill se había resguardado con Ron la otra noche, el mortífago se detuvo. La hierba se aplastaba de una forma muy poco corriente, formando una especie de cama a un lado de la piedra, resguardada del viento. Luego había huellas. Dos pares de ellas y un rastro como si se hubiera cargado con un bulto pesado por el suelo se perdían en dirección al interior de Escocia.
Otras dos huellas, más débilmente marcadas, como si sus causantes fueran más ligeros que los del otro rastro, salían en dirección contraria. Los aurores habían partido hacia Francia, mientras otros se habían ocupado de llevar a un herido o mejor, a un muerto.
Podría continuar su caza. Zabini sonrió, a pesar de todo, con la misma sonrisa cruel que había torcido su rostro la noche anterior en la taberna.
-Ha ido hacia el continente - y aquel suave murmullo se perdió entre la marea de viento incontrolable, mientras el mortífago dejaba sus propias huellas al saltar sobre su escoba y despegar con un elegante revoloteo de su gabán negro tras de sí.
______________________________________________________________
La noche había sido horrible. No cabía otra palabra para describirla. Sobrevolar un mar tormentoso sin apenas visibilidad y en sus condiciones físicas no es lo que cualquiera desearía para un viaje.
El hecho estaba en que la otra opción era disponer de su propia vida. Al menos el mar le ofrecía alguna que otra esperanza.
A pesar de que le parecía imposible había llegado a ver la luz de un nuevo día. Una mañana gris se empezaba a abrir paso entre las nubes frías y por las olas. Se sentía desfallecer. Tenía casi todos sus miembros en el límite de la congelación y su estómago rugía de hambre. Estaba demasiado débil.
Aún era libre, había escapado, pero la idea de dejarse capturar y aportar toda la información que pudiera al auror y sus compañeros a cambio de un poco de comida caliente y un lugar limpio y seco donde dormir empezaba a parecerle de un atractivo irresistible.
Aunque bien sabía que después de eso su vida no valdría nada. Y ese miedo incontrolable a morir, ese pánico que le había llevado a cometer tantos errores en su vida, era lo que aún le daba fuerzas para seguir adelante.
No tenía la escoba en muy buenas condiciones. Había que reconocer que el cacharro aquel era bueno. Había soportado una tormenta a las que sólo la mejor calidad en escobas de vuelo podría haber sobrevivido. Y ésta lo había hecho. Más o menos.
No acababa de pensar esto cuando un horroroso y extremadamente desagradable crac sonó debajo suyo. ¡La escoba se acababa de partir! Entonces todos los acontecimientos se precipitaron en cuestión de segundos.
El palo endiablado se volvió incontrolable. Como si la hubieran hechizado la escoba brincaba cada pocos metros subiendo bruscamente y bajando en picado, intentando derribar a su ocupante que se agarraba con fuerza e intentaba tomar el control sin mucho éxito y con mucho pánico.
Poco más duró la escoba. Un tramo más allá dejó de brincar hacia arriba y el picado se inició salvaje y veloz, sin tener en cuenta el vértigo aterrado que se había apoderado de Pettigrew y le había hecho vomitar sin dejar de aferrarse con todas sus fuerzas a la desgajada escoba.
Después del vomito Pettigrew sólo pudo gritar sin control y con las pocas fuerzas que le quedaban, luego un remolino de colores atravesó sus ojos: azul, gris, azul, gris.
La fría superficie del agua irrumpiendo en su carne como si mil agujas intentaran atravesarle. La presión de las olas ahogándolo, llevándolo hacia el fondo. Y entonces la madera de la escoba flotando, una fuerza que le pareció casi milagrosa llevándolo a la superficie.
Más azul, más gris, pero también una mancha amarilla unos metros más allá. ¡La playa! Cómo no se había podido dar cuenta, la playa estaba a poca distancia. Sólo tenía que nadar un poco.
Empezó a intentar moverse entre las heladas aguas, ignorando los calambres, pero las fuerzas le fallaron, el agua venció y de repente dejó de ver los colores de la mañana para darse cuenta con un último sentimiento de pánico de que todo se llenaba de oscuridad.
________________________________________________________
La mañana había sorprendido a Harry totalmente despierto en el Cuartel General de la Orden del Fénix. Aunque eso no era nada nuevo. Últimamente no dormía mucho, había mucho en juego y no quería que Voldemort adivinase a su manera tan especial lo que Harry le tenía preparado.
En lugar de eso se había quedado repasando febrilmente cada detalle del plan y cada punto que se había tratado en la última reunión de la Orden. Era una manera desesperada de distraer la mente del pánico que le provocaba la idea de que su mejor amigo pudiera llegar al Cuartel ya muerto.
Si eso acababa pasando no se lo perdonaría. Pettigrew moriría sin remedio. Él no era un asesino. Pero había cosas por las que no pasaba. La muerte de alguien a quien consideraba su familia desde hacía mucho tiempo era una de ellas. Ya había sufrido demasiado por culpa de esa "rata".
El ruido de la puerta que se abría y los consabidos chillidos de la matriarca Black en el vestíbulo le despertaron de su ensueño. Como una centella subió las escaleras desde la cocina hasta la entrada para ver como Hermione y Bill con la ayuda de Snape entraban la camilla donde descansaba un Ron pálido, pero aún con vida.
Reprimiendo un grito de alegría, Harry se dispuso a desplazar suavemente a Hermione que tenía un aspecto horrible debido al agotamiento y a la preocupación para sostener la camilla, y con la ayuda de Snape que también había sustituido a Bill subirla hacia el dormitorio que habían ocupado tantas veces en sus años de Hogwarts ambos amigos.
La presencia de Snape no le sorprendió. Era el maestro de pociones y un experto en artes oscuras. Había curado las heridas más graves de la Orden desde que se había iniciado la guerra. Sin pasión y sin prejuicios. Por mucho que le odiaran tanto Harry como Ron habían aprendido a respetar a su maestro más detestado después de los momentos difíciles por los que todos habían tenido que pasar.
Lo más seguro es que Lupin le hubiera avisado después de que recibieran el mensaje de Bill la noche anterior.
Al llegar a la habitación Snape y Harry trasladaron a Ron con cuidado de la camilla al lecho. Acto seguido Snape murmuró unas rápidas y precisas instrucciones a Hermione que se apresuró a cumplirlas.
Girándose para salir de la habitación con Bill, más aliviado por ver que Ron estaba vivo y en buenas manos, Harry se centró en la caza de Pettigrew, quería saber qué era lo que había sucedido. Ron era mucho mejor que "la rata" en lo que a duelos se trataba, no podía creer que hubiera sido vencido. Mucho menos en las condiciones en las que todos sabían que se encontraba Pettigrew.
-¿Qué pasó Bill? ¿Cómo ha podido suceder? – le preguntó en voz suave y sin reproches al hombre cansado cuando hubieron llegado a la cocina.
-Harry, fue culpa mía – acertó a decir Bill, la voz casi quebrada por la preocupación y el agotamiento – fue todo culpa mía – y sin decir nada más se tapó la cara con las manos mientras unos bruscos sollozos sacudían su cuerpo.
Compadecido de él, Harry sólo acertó a posarle una mano en el hombro. No sabía qué decir, aún necesitaba saber lo ocurrido pero entendía que Bill no estaba en condiciones de contárselo con detalle a nadie.
Abrió la boca cuando tuvo bien pensado lo que tenía que hacer, pero entonces una extraña llama azul se encendió al otro lado de la habitación.
Era un mensaje del contacto entre el otro bando. Los gemelos habían descubierto en África un modo de comunicarse que ni siquiera el mismísimo Voldemort conocía. Era un extraño objeto de madera, que parecía un tótem horrible, tallado con gestos bruscos y una expresión terrorífica en la cara. Había dos figuras gemelas, si quemabas un mensaje en papel en uno de los tótems el fuego lo transmitía sano y salvo en el otro.
Harry abrió el pergamino con suavidad y lo leyó con rapidez. Torció el gesto. Eso no es lo que necesitaba saber en este momento.
Ahora mismo saber lo que le había ocurrido a Ron y si se salvaría le parecía mucho más importante, pero no podía dejar de lado sus obligaciones y responsabilidades. Mucho menos cuando la persona que le había mandado el mensaje se estaba jugando la vida a un nivel mucho más alto que ninguno de los demás componentes de la Orden.
Se frotó los ojos con cansancio, mientras se giraba hacia Bill. El hombre había dejado de sollozar y miraba con atención a su líder.
-Tengo que irme a Knocturn. Es urgente. Ha ocurrido un imprevisto.
Bill pareció no asimilar la información en un primer instante. Luego parpadeó para apartar las lágrimas y se sonó la nariz con fuerza mientras se incorporaba.
-Te acompaño.
-No, será mejor que te quedes aquí. Yo estaré de regreso en una hora. No te preocupes. Sube arriba y descansa un poco y luego releva a Hermione en el cuidado de Ron. Te digan lo que te digan Snape o ella. Diles que son ordenes mías, ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
Harry asintió y con un golpe en el hombro como única despedida salió de la cocina y se dirigió a la puerta. No pensaba tardar más de una hora. Por mucha información que pudiera tener Malfoy en estos momentos no podía dejar de pensar en Ron.
________________________________________________________
N.de A: bueno, espero que os haya gustado, ya sé que he tardado mucho, pero es que se me estropeó el ordenador y he tenido que reconstruir este capítulo desde el principio. Eso sumado a los exámenes, os podéis imaginar. Además estoy preparando otra historia.
Melody: ¡Hola! Gracias, muchísimas gracias por ponerme un review. A ver. Harry y los demás tienen 23 o 25 años en este fic. Ya son adultos hechos y derechos y me baso en el supuesto de que las han pasado canutas en la guerra. Ten en cuenta que está a punto de acabar.
Siento en el alma que te haya decepcionado que Bill fume, pero en realidad ninguno de ellos puede aguantar mucho la tensión y me pareció bastante lógico que fumaran, pero no te preocupes, cuando se acabe la guerra seguro que lo dejan, je je je.
Este fic va de la caza de Pettigrew, pero este hecho es muy importante para la guerra en sí, aunque no me voy a centrar en ella. Hay muchos personajes implicados en la huida de la rata y más que se van a implicar según avance la historia, aunque no te puedo contar nada más porque ni yo misma lo sé. Esto va saliendo según se me ocurre.
Bueno, espero que te haya gustado el capítulo, muchísimas gracias por esperar y a ver si me mandas otro review y me cuentas qué te ha parecido, ¿de acuerdo? Hasta pronto.
