2.- Primer día.
Dio una pequeña exclamación y soltó el bordado. Una fina y delgada línea carmín brotó desde la punta de su dedo, y ella siguió su recorrido con mirada inexpresiva hasta que se perdió por las manga de su vestido.
Se levantó vencida, sabiendo que no podía intentar seguir con eso; estaba demasiado nerviosa, no podía concentrarse.
Era normal sentirse sola en esa enorme mansión, de aspecto fúnebre. Las pinturas y objetos costosos, (incluyendo los antiguos jarrones chinos, las gárgolas y la enorme pileta del jardín) no lograban disimular la sensación fría que producía al penetrar en ella.
Y eso que había pasado gran parte de su vida en la casa de Clow; vida que le parecía tan... ¿infeliz? Sí, podría decirse que sí. Se sentía tan pequeña ante las enormes paredes de concreto; bajo esas lejanas lámparas que se alzaban sobre su cabeza.
Se paseó unos instantes en la sala. Repasó las tantas fotografías que lucían colgadas en la pared cercana a la ventana. En ellas habían tantos rostros desconocidos; hombres de gesto frío y serio, casi como su tío, acompañados de hermosas damas, pero que también lucían tan artificiales en su sonreír.
—¿En qué pierdes tu tiempo ahora?
Era su madre, con sus acostumbradas maneras de saludar. Entró cargando unos cuantos paquetes, que supuso eran hilos para los bordados. Tenían que tener alguna forma de matar el tiempo, y qué mejor con labores típicas de señorita de la "alta sociedad"; obras de beneficencias, trabajos manuales, paseos con otras damas.... Ser señorita no era nada fácil.
—¿Y mi hermano?– preguntó la mujer, sentándose en una delicada silla color grana, siempre usada por Clow.
La jovencita no pudo evitar fruncir un poco el entrecejo.
—Lo vi salir– después agregó con un tono algo pícaro— Una de esas salidas que acostumbra.
—¡Tomoyo! No insinúes...– le recriminó su madre.
—Pero mamá, el tío ya es adulto, si tiene un romance no debería incomod...
—¡Basta! ¡Ten un poco de respeto! – interrumpió Sonomi, quien odiaba las libertades que solía adquirir su única hija. En ese aspecto, Tomoyo no parecía una señorita.
Se sentó en otra de las sillas, con la mirada baja. Tuvo que comenzar a pensar en otras cosas para evitar volver a reírse. La idea de que su tío tuviera un romance no le parecía "monstruosa" como a su madre. El tío no podía estar toda su vida solo, ¿porqué no compartirla con alguna buena mujer?. Pero claro, en la "alta sociedad" era muy mal visto que un romance se llevara a cabo a escondidas, sin previo aviso a los demás.
—Buenas tardes– Clow apareció por la puerta principal, con una de esas expresiones que lo hacían parecer contento; los labios ligeramente torcidos, y la manera tranquila que lograba otorgarle sus reuniones con Nadeshiko.
Sonomi miraba de reojo a Yue, quien se había retirado con el abrigo de su señor. Debió levantarse de la silla donde cómodamente estaba ubicada, y comenzó a avanzar a los ventanales con paso marcado.
—¿Dónde estabas, hermano?– quiso saber, aparentando despreocupación.
Tomoyo contuvo una carcajada, difícil misión al ver la expresión misteriosa y burlona en su tío.
—¿Desde cuándo te interesa saber dónde estoy? Soy un adulto que sale cuando quiere– respondió, apoyando los codos en los lados de la silla.
—Tus salidas no me preocupan... Pero sí quiero saber con quién estás.
—Yue siempre me sigue los pasos...
—Aparte de Yue, hermano– le interrumpió la mujer, con brusquedad.— No me gusta que me ocultes cosas.
Clow comenzó a reír silenciosamente, meneando la cabeza como queriendo decir: no esperaba otra cosa de ti.
—Muy bien, si quieres saberlo tengo un "amorío" que visito a menudo. Esto desde hace tiempo. Es una mujer muy hermosa, demasiado.... Creo que me estoy enamorando de ella y me casaré pronto– habló con total desplante.
Tanto su sobrina como su tía tenían la boca entreabierta.
—¿Y cuándo nos la presentarás?
Clow miró a Tomoyo, sonriendo levemente.
—Muy pronto– se levantó y caminó hacia su habitación. Pero se detuvo a mitad del camino volteando a mirar a su hermana— No intentes averiguar entre tus amigas, Sonomi... No es nadie que conozcas.
La mujer masculló un par de cosas sobre la sociedad, y se cruzó de brazos con una mueca de desagrado. Quizás con qué extraña se estaba metiendo su hermano. Si sus amigas no la conocían, podía ser una cualquiera que quería valerse del dinero. No iba a permitir que alguien le quitara su parte de las ganancias; por algo vivía en tan vulgar pueblo: para poder disfrutar de ésas riquezas.
En ese momento, entró el sigiloso Yue, desplazando su alta figura por un rincón. Tomoyo le miró con disimulo, mientras volvía a sentir ese temor que le provocaban ambos.
—"¿A qué estorbo se referiría?"–pensó. Clow tenía la mala manera de considerar a medio mundo un "estorbo". —"Era una mujer... La envenenaron"
—Tomoyo– la llamó su madre con severidad. La mirada distraída de la muchacha pareció molestar aún más a Sonomi— Espero que no sigas el ejemplo de mi hermano. Es una vergüenza... Un maleducado.
La chica asintió, intentando darle la razón. Vivía oyendo los reclamos de mamá contra el tío, muchas veces discusiones en las que se enfrascaban, pero no había caso; su madre no saldría tan fácilmente de ése palacio donde vivían. Los bienes de Clow superaban con creces los suyos, y después de una fuerte discusión volvía con fingido arrepentimiento, dispuesta a olvidar y a seguir conviviendo en paz. Si es que podía haber paz en esa casa...
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Nueve kilómetros separaban Gakuin, de Tomoeda. Las diferencias entre ambas eran notorias; Gakuin era gobernado por una familia de clase alta, que generación a generación daban una buena administración a la ciudad. Ésta surgía cada año. Los pobladores no podían estar más contentos teniendo como guía a una de las hijas de Kinobo, el viejo gobernador de dicho lugar.
El tren se detuvo en la estación, donde descendió una gran cantidad de pasajeros. Era algo molesto intentar avanzar entre todo ese tumulto, pero pudo sobrepasarlo y llegar a la salida para respirar un poco de aire puro.
Le tomó casi una hora llegar hasta Tomoeda. Fue deteniéndose varias veces en el camino, no por cansancio, sino porque se preguntaba adónde iba a llegar con esto; ¿y si no podía demostrar que Clow era culpable? ¿y si en el peor de los casos Clow no tenía nada que ver? Pero entonces, ¿por qué sentía que sí? ¿Por qué era el único de quien sospechaba?
Siguió caminando por el sendero, donde el viento de vez en cuando levantaba una suave cortina de tierra. Alrededor todo era valles verdes repletos de árboles. Cuando al fin llegó al final, pudo ver bajo sus pies un pequeño conjunto de casas; Tomoeda no superaría las mil o dos mil personas.
Ya no podía retroceder. Shaoran siguió avanzando hasta llegar a las primeras calles, contemplar las primeras casas, y las primeras personas. Todo el mundo vestía con tanta sencillez, que ya no le preocupó cargar una maleta estropeada y no vestir de traje, como sucedía en el centro de Shakkei, o en Gakuin.
Iba distraído, contemplando cada lugar, cuando algo, como una varilla de madera le interrumpió el paso, dándole de lleno en las costillas.
—¿Uh?– Li pestañó un par de veces. Se trataba de un simple anciano que quizás, por evitar un choque, interpuso su bastón. —Lo siento, señor– se excusó el chico, tocándose al costado. Se dispuso a cruzar la calle, donde había alcanzado a divisar una panadería, pero el viejo había cazado su mano con el mango del bastón y lo jaló con bastante fuerza.
¿Tenía que defenderse de un ancianito? Él pobre lucía bastante delgado y viejo, aunque le entraron dudas cuando llegó arrastrado hasta la habitación de una casa que estaba en penumbras. El viejo lo soltó.
—Bienvenido a Tomoeda, hijo– le saludó, como si se conocieran de hace mucho. Apretó su mano cordialmente, y acto seguido encendió unas velas... Todo tan rápido que pareció magia.— Siéntate, debes estar cansado.
El chico obedeció, no perdiendo detalle a su alrededor. La habitación era sumamente extraña; diversos objetos colgaban de cada lugar, puestos sin orden y muchos de ellos repletos de polvo. Una manta, numerosos colgantes, y cosas que no pudo encontrarles forma, estaban por doquier. El viejo, igual de extraño, sonreía con descuido y encendía algo parecido a una pipa.
—Me alegra que ya estés aquí– dijo el anciano, aspirando un poco de tabaco. El humo espeso inundó el ambiente. Shaoran comenzó a sentir náuseas.
—Ehm... Cof, cof, ¿quién es usted?– su voz sonó extraña, conteniendo la respiración. Ya ni distinguía al viejo entre toda esa neblina, además que sus ojos se cerraban involuntariamente ante el ardor.
—¿Importa eso? Yo tampoco sé quién eres.
—Entonces, ¿por qué me hace pasar a su casa?
—Oh, vamos, ¿hay algo que pienses robar? – el viejo rió un poco— Soy un pobre viejo, no tengo dinero, apenas y tengo que comer.
El chico no pudo evitar sonreír.
—¿Cómo estuvo tu viaje?– preguntó, levantándose del lugar con ayuda de su bastón.
—Bien– respondió Li, alegrándose que el anciano dejara la pipa. Ahora sí pudo examinar bien al hombrecito que se paseaba ante sus ojos: mirada despierta, rostro curtido y arrugado. Vestía una vieja y raída túnica oscura. La verdad su aspecto parecía deplorable, pero por alguna inexplicaba razón imponía respeto.
El hombre se dirigió hacia una puerta cerrada, la cual se abrió repentinamente permitiéndole entrar.
Shaoran se incorporó asustado, mientras balbuceaba incrédulo: ¿Có-Cómo lo hizo?
Luego regresó donde el joven, estirándole una taza de té y una bandeja de pequeños bollos de arroz.
Si bien esto era extraño, no pudo negar la comida, que no consumía desde ayer. Cuando se acabó tres bocadillos contempló al viejo, quien todo ese rato le miraba atentamente.
—Mmh... ¿Usted...?
—No, no quiero hijo, cómelo todo. Debes reponer energías– siguió observándole, como dudando en preguntar. Finalmente, su rostro se volvió extremadamente serio—¿A qué vienes a Tomoeda?
No estaba claro, ni siquiera para él. Nuevamente le invadió la nostalgia al recordar a mamá, y a toda una vida que dejaba atrás. Venía a hacer lo que pensaba justo, y que no sabía la manera de cobrarlo.
—A buscar trabajo– se le ocurrió decir, ocultando su mirada mientras bebía el té.
A él no se le podía mentir, cualquiera en Tomoeda lo sabía. Pero aceptó la respuesta del joven con una sonrisa. Ya habría tiempo de explicar ciertos detalles...
—¡Señor Kyoshi!
Shaoran prestó atención a esa voz. Llamaron una segunda vez, e inconscientemente se levantó de su lugar.
¿Por qué?, no supo muy bien la razón, pero esa voz... ¿Por qué conocía esa voz?
—"¿Será mi imaginación?"
—Regreso enseguida– el viejo caminó hasta otra puerta que estaba a su izquierda, por donde habían entrado. Desde ahí no volvió aparecer en unos cuantos minutos.
—Es usted muy amable señorita Sakura– sonreía Kyoshi, sosteniendo un pequeño plato en la entrada de la puerta— Siempre recuerda a este pobre anciano.
—No diga eso, señor Kyoshi. Usted es muy bueno conmigo, también con mamá. Y ella me ha contado que con mi padre también eran buenos amigos.
El viejo asintió, simulando una sonrisa. Fujitaka, el pobre Fujitaka... tanto que había aconsejado a ese hombre, y terminó de manera lamentable. Fueron tantas visitas en que el maestro le confiaba sus inquietudes, sus sospechas. Guardaba tantos secretos de Kinomoto... Y el de su única hija era el más importante de todos.
—¿Señor Kyoshi?– le llamó la jovencita, al verlo tan distraído.
—Lo siento... Ya sabes, es mi vejez– el ancianito río. Luego se excusó diciendo que estaba ocupado, y volvió a agradecer su gesto diciendo:— Es usted un verdadero ángel...
Sakura se encogió de hombros, algo apenada, y desapareció calle abajo cargando una bolsa de encargos.
—Es un ángel– volvió a repetir, meneando la cabeza de un lado a otro.
—¿Abuelo, se encuentra bien?– Li estaba a su lado, mirándole con el ceño fruncido.
Kyoshi siguió contemplando a la pequeña Sakura, hasta que su delgada silueta desapareció en la lejanía. Miró al extraño, sonrió y depositó una mano en su hombro.—¿Está bien? –volvió a cuestionar él.
—Escucha, hijo... Confiaré en ti; no sólo yo... todo el pueblo, y mi buen amigo Fujitaka confía en ti– le dio un par de palmadas, y sonrió. —Ahora ve a buscar algún lugar donde pasar la noche. Mi casa es pequeña. No te agradaría saber que me vienen a visitar almas en pena— dijo algo burlón.
El anciano volvía a entrar, hasta que Li lo detuvo preguntando:
—¿A qué se refiere con "confiar en mí"?
Pero Kyoshi no dio respuesta, cerrando la puerta en un ruido sordo.
Shaoran sacudió la cabeza, como si lo que hubiera pasado y oído fuera parte de algún sueño extraño. Tomó su maleta y se dispuso a recorrer las calles hasta dar con un lugar para dormir; ya estaba atardeciendo en el pequeño pueblo.
—"Al menos es más tranquilo que Shakkei" –pensó, cuando oyó el repicar de una campana. Hubo un leve temblor en el suelo. Alzó la cabeza a su izquierda, donde una estampida de niños corría hacia él. —¡Aaah! –se hizo a un lado justo en el momento en que los diablillos se acercaron. Todos provenían de la primaria, desde donde una muchachita de cabello negro los despedía con una seña.
Cruzaron la calle todos en manada y luego se dispersaron.
Li sonrió, mientras daba un breve suspiro. Aunque había olvidado que estaba en medio de la calle...
—¡Apártese del camino!– vociferó un hombre, quien tocó insistentemente la bocina de su flamante automóvil negro.
Otra cabeza se asomó por uno de los vidrios de atrás.
—¿Qué no oye a mi asistente? ¡Apártese, tengo prisa!– el hombre no quitó su rostro frío, y aunque su voz no fue tan golpeada como la del de cabello plateado, sí fue más peligrosa.
Se apartó, y el hombre de anteojos subió su vidrio, sin quitarle los ojos de encima.
Ése tipo debía ser muy poderoso, porque hasta ahora era el único vehículo que veía en todo el pueblo. Como fuera no tenía el derecho de tratarlo así; de mirarle con tanto desprecio, y ordenarle a gritos que se corriera como si fuera un verdadero estorbo.
—¿Quién se cree que es?– murmuró entre dientes.
—El señor Clow. El dueño de todo esto– contestó una voz a sus espaldas.
¿Ése era Clow? ¿Había tenido al asesino de su madre tan cerca...? Shaoran sintió la sangre arder en todo el cuerpo. Cómo no reconocer la misma actitud altiva en el abogado que fue a visitarlos hacía años.
—Será mejor que le guardes respeto, si no quieres meterte en problemas– la muchacha que le había hablado se calzó un sombrero que combinaba con el violeta de su vestido, y de sus ojos. —Se nota que eres forastero... Pero aquí todos son iguales ante él.
La chica se alejó por el camino que habían tomado los niños. Algunos que continuaban en la esquina la despidieron gritando: ¡Adiós, maestra Tomoyo!
—"Sé que él lo hizo... Él la mat miró hacia el automóvil, pero ya había desaparecido hace mucho. Siguió caminando, con la misma sensación amarga que le provocaba pensar en esa situación: su madre, y el culpable de su muerte.
Ya había llegado hasta aquí, no era tiempo para retractarse. No importaba que tanto poder tuviera ese hombre, ni lo poco y nada que tenía él; sólo quería justicia y la haría como fuera.
¿Imaginarían sus hermanas que había llegado a salvo? Porque no estaban muy confiadas cuando hubo abandonado la casa rumbo a la estación de trenes. Quizás querrían creer que estaba bien, aunque dudaban de él. No era agradable ser el menor, mucho menos de cuatro hermanas que quieren manejar tu existencia. Desde pequeño recordaba a Shiefa prohibiéndole subir a los árboles porque era peligroso, a Feimei regañándole cuando jugaba con bichitos de jardín, a Fuutie cuando intentaba cocinar algo, y a Fanren las veces en que se ensuciaba la ropa por jugar en la tierra. De su madre nunca recibió regaños, pero sí miradas feas que lo hacían ponerse a temblar de susto. Ésa técnica sí que funcionaba mejor que la peor sarta de palabrotas.
El que nunca le regañó fue su padre. De él sólo recibía gratas enseñanzas; su padre solía ser muy callado, y algo solitario, pero siempre conseguía poder pasar algunos ratos en su compañía, prometiéndole guardar silencio y no molestarlo. Adoraba verlo dibujar. Esos momentos en lo más alto de un monte, o en el techo de casa, eran los recuerdos más nítidos de su niñez. Su padre fue un gran pintor, el mejor de todos.
—"Una pensión..."–se detuvo ante una bonita casa, leyendo el cartel. Buscó en sus bolsillos sacando un poco de dinero. Aún no sabía cuanto tiempo estaría. ¿Alcanzarían sus ahorros como para quedarse hasta terminar con el asunto?
No pudo pensar más. La puerta se abrió, y una hermosa mujer de largos cabellos cenizas se presentó ante sus ojos.
—Buenas tardes– ella sonrió e hizo una pequeña reverencia. Li hizo lo mismo, algo turbado. —Pase, por favor.
La mujer se apartó, dejándole el camino libre para entrar a la estancia.
—¿Busca una habitación? –el chico asintió— Bien, lo guiaré arriba. ¿Es usted de afuera? Disculpe, pero esas cosas se notan. Tomoeda es tan pequeño que todos nos conocemos– la mujer rió un poco. Shaoran iba observándole, mientras subían las escaleras. —No estamos acostumbrados a recibir muchos extranjeros... ¿de dónde es usted?
—De... Shakkei– los ojos de la mujer le miraron para luego volver a sonreír. No supo porqué, pero esos ojos verdes le producían una sensación extraña... ¿Los había visto antes?
No.. otra vez con lo mismo. Seguramente el humo de la pipa del abuelo le había afectado la cabeza.
—Oh, Shakkei, viene de muy lejos.–llegaron hasta una habitación, donde la mujer se detuvo— Este será su cuarto. La cena estará pronto. Le mandaré a buscar.
Shaoran entró a su nueva habitación, un lugar igual de acogedor y cómodo, con una cama y una mesita de noche. Desde la ventana se veía el sol ocultarse entre los lejanos cerros. Se sentó en una silla en la esquina, dejando su maleta a un lado.
Se había quedado con el dinero en mano. ¿Por qué la dueña no le había cobrado? Lo había hecho pasar con toda confianza; la verdad, comenzaba a creer que todos en Tomoeda eran así de confiados.
"Escucha, hijo... Confiaré en ti; no sólo yo... todo el pueblo, y mi buen amigo Fujitaka confía en ti"
—"¿Todo el pueblo? ¿Fujitaka? ¿A qué se refería el abuelo?"– Shaoran rascó su cabeza, perdiéndose entre sus pensamientos. ¿Por qué tenían que ser todos tan extraños?
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Sakura regresó a casa con algunas cosas para la cena. Su madre, que venía bajando las escaleras, apenas las recibió y fue a la cocina. El viejo maestro Fujisawa había comenzado con sus continuos regaños: ¿es que nunca son puntuales? ...¡Van a matarme de hambre! ...Es lo que consigo siendo un maestro en un pueblucho perdido...
La doctora Okazaki continuaba en el Hospital. La señora Uchida y su hijo habían salido a un pequeño paseo. Ken... bueno, él siempre vagaba y no aparecía hasta que le daba hambre.
—Yo pondré la mesa– la jovencita cargó los platos y los repartió en la mesa del comedor, donde el viejo maestro de Historia mascullaba sobre su malograda vida.—Listo.
Nadhesiko apareció cargando una olla con sopa, la que dejó cuidadosamente en la mesa y dio a Fujisawa.
—Sakura, falta un plato más– dijo, mientras volvía a la cocina.
—Pero si somos siete– se extrañó ella. Fujisawa comenzaba a regañar nuevamente, diciendo que a quién se le ocurriría llegar a Tomoeda— ¿Es que llegó alguien más?
—Sí, es un joven que está arriba– respondió su madre. De pronto recordó que debía avisarle sobre la cena y subió las escaleras.
En ese momento llegaba la doctora Okazaki.
—Buenas tardes–saludó, quitándose su abrigo y colgándolo en la percha. Al recibir sólo una respuesta de parte de Sakura, miró de reojo al maestro— ¿No me saludará, señor Fujisawa?
—Nah, deje comer en paz– gruñó él, zambulléndose una cucharada a la boca.
Mina y Sakura rieron por lo bajo; Fujisawa nunca podía andar de buen humor.
—¿Cómo te has sentido, Sakura?– preguntó la doctora, sentándose a la mesa, inspeccionando el rostro de la muchacha— Te ves bien.
—Sí, estoy muy bien– contestó Sakura, para luego suspirar.—Espero que dure– luego rió un poco, pero no logró sacar lo mismo a Okazaki, quien le miraba preocupada.—De verdad, doctora, estoy bien.
Si el estar bien era llevar un pequeño cansancio, y malestar físico, sí lo estaba. No era nada en comparación a los dolores que sentía antes de un desmayo; las fuertes punzadas al pecho, la fiebre, el mareo... Aunque no presentaba hacía algunos meses esos síntomas, todos los días tenía que sentirse mal por algo. Estaba creyendo que era un asunto sin remedio, puesto que ni las mejores hierbas medicinales del señor Kyoshi, ni los más efectivos medicamentos de la doctora Mina lograban curarla. Tendría que saber llevar eso por el resto de su vida....
—Voy a buscarle jugo.
—¿Qué voy a hacer con ella?– murmuró Mina, tocándose un costado de la cabeza, donde un leve dolor se hacía presente. Tantas preocupaciones, en los casos del Hospital y ahora en Sakura.
—No puede hacer nada.
Okazaki volvió a mirar a Fujisawa, quien comía su sopa con toda calma, pero con su clásico gesto de ogro.
—Soy una doctora, señor. Mi trabajo es curar enfermos, y de qué me sirve si no puedo hacerle la vida feliz a una pobre chica– declaró la mujer, conteniendo un sollozo. Era frustrante y angustiante saber que de ella dependía la estabilidad de su salud; controlaba sus decaídas, intentaba hacerle una dieta saludable. Sin embargo, ya estaba creyendo que el tema superaba la medicina... y por supuesto, a ella.
—La vida es así, doctora. Es la vida quien lo ordenó de alguna manera, sólo debemos acatar órdenes– Fujisawa se levantó de la mesa, con uno de sus gruesos libros bajo el brazo.
Se topó con Nadeshiko y un joven extraño, a quien observó con el entrecejo fruncido.
—¿Nuevo?– cuestionó, a lo que Li asintió despacio— Pobre chico, no sabes a lo que te expones en este infierno– masculló, siguiendo su camino.
La dueña le sonrió diciendo que él era el señor Fujisawa, un maestro de Historia que venía desde Tokio, y que estaba aquí de hacía muchos años.
Ya en el comedor, la buena mujer le dejó solo, invitándole a sentarse. Fue cuando se encontró con otra persona en la mesa, una mujer que tampoco pudo evitar mirarle con extrañeza.
—Buenas tardes, soy Mina Okazaki– ella le extendió su mano, con toda cordialidad. Luego se sentó en su lugar nuevamente— ¿De dónde eres? Pareces muy joven.
Y volvió a mencionar que era de Shakkei, y venía por asuntos de trabajo.
—No creo que estés en el lugar más indicado; Tomoeda no es un pueblo como para ganar demasiado dinero.
—"Así veo..."– pensó Shaoran, quien volvió sentirse incómodo ante ese nuevo ambiente. No podía quejarse de que lo recibían con amabilidad, pero no se creía muy bueno para devolver de la misma forma; no era muy expresivo, o no lograba seguir temas de conversación con extraños. Era difícil confiar en ellos, primeramente.
Golpes a la puerta. La doctora Mina fue quien abrió, dejando pasar a un chico. Él entró como si nada, deteniendo a saludarla con un breve hola. Después se dirigió de inmediato a la mesa.
—¿Y tú quién eres?– paseó sus ojos en Li, con los labios curvados en una sonrisa maliciosa.
—Es nuevo, Ken. Viene a trabajar.–explicó Okazaki.
— Vaya, vaya... Me pregunto qué vienes a hacer en un lugar como este. De seguro eres algún monje o un brujo...
Shaoran, quien se había mantenido serio, incluso algo molesto, arqueó una ceja.
—....Si es así, regresa por donde viniste; en Tomoeda no está el ángel. Es una leyenda absurda.
—Ken– le regañó Nadeshiko, mientras tiraba de una de sus orejas. —Te he dicho que no pongas los pies sobre la mesa.
El chico quitó los pies levantándose del asiento con arrepentimiento.
—Disculpe, señora Nadeshiko... ¿Ya le dije que luce muy linda este día? ¡Si usted y Sakura parecen hermanas! –con tanto palabrerío logró sacar una sonrisa a la dueña y a Okazaki.
—Nunca cambiarás, Ken. Ahora siéntate para poder servirte– Nadeshiko volteó a la cocina— ¡Hija, apresúrate con los vasos, por favor!
Ken se levantó de su puesto, haciendo una exagerada reverencia.
—¡Sakura, al verte soy el hombre más feliz del mundo!– exclamó con énfasis, logrando que la chica ganara un fuerte sonrojo. No esperaba otra reacción en alguien tan tímida y sumisa como ella.
—¡Ken, ya deja de decir esas cosas!– chilló, cuando su madre hubo tomado la bandeja de vasos que llevaba. Estaba por continuar espetándole regaños, pero sintió que alguien que no era la doctora Mina, ni su madre, los miraba.
Y ese dolor punzante, como si algo se quemara en su interior, le nubló la vista, le secó la garganta, le inundó de un murmullo extraño los oídos. Antes de caer, vio perfectamente a esa persona...
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"Es él... "
Se sobresaltó ante esa voz. ¿Por qué sonaba tan cercana a sus oídos? ¿Quién le hablaba, si estaba sola?
"Ya llegó; vino hasta aquí a buscarme"
Se llevó las manos al pecho, donde seguía concentrándose un calor sofocante, que lograba paralizar su cuerpo completo. Una serie de escalofríos le recorrían en el momento justo que esa voz volvía a hablar.
"Déjame ir a su encuentro...."
Todo estaba oscuro, estaba perdida en un lugar extraño, pero que se sentía familiar... Era como un espacio conocido.
" ¡Déjame liberarme; no soy tú! ¡Tú no eres nadie! ¿Entiendes, Sakura? Tú no existes Deja de soñar, que esta vida no te pertenece. Estás destinada a desaparecer... A morir..."
—¿Mamá?... ¡Mamá! ¿Dónde están todos?– comenzó a dar vueltas, sin saber adónde iba. Pero no parecía moverse de su lugar. Y la voz continuaba, se hacía más persistente en su cabeza.
"Estás destinada a desaparecer..."
Esto ya había ocurrido antes... Sí, antes. No era la primera vez que esa voz hablaba en su cabeza. No era la primera vez que se sentía perdida en medio de un espacio oscuro. ¿Pero qué podía ser? ¿Qué significaba?
—¿Dónde están...?– la chica comenzó a llorar.
Mina tomó su pañuelo, pasándolo por las mejillas afiebradas de la muchacha, retirando las lagrimas y el sudor frío que comenzaba a llenarla. Sintió la presión de la pequeña mano, y cerró los ojos, intentó trasmitirle ánimos y energías; Sakura tenía que salir de esta también.
Los ojos esmeraldas estaban entrecerrados y perdidos en algún punto del techo de su cuarto. Leves gemidos escapaban de los labios partidos, al igual que balbuceos como el de ahora.
Nadeshiko no creía posible mirar el cuerpo delgado perdido entre las sábanas. Intentó controlar los impulsos de gritar desesperada, juntó ambas manos e invocó a su esposo, para que cuidara de ella.
Ésa crisis parecía más fuerte que las demás. Nunca había visto a su hija moverse tan inquieta y llorar, todo acompañado de la intensa fiebre.
—Está mal, ¿verdad?– preguntó con la voz angustiada, acercándose a la doctora.
—Cálmese, Nadeshiko– la señora Uchida había llegado un poco después del desmayo. Ahora acompañaba a la madre en uno más de sus eternos calvarios.
Incapaz de responderle, la doctora se levantó a buscar otro recipiente de agua fría.
Se topó con Ken, que esperaba preocupado afuera, sin atreverse a entrar a mirar. Por una parte agradeció que su rostro demostrara la situación, porque el chico no hizo preguntas; pareció comprenderlo todo.
No así alguien que había pasado totalmente desapercibido, y confundido, miraba desde abajo todo el alboroto.
Por una fracción de segundos vio esos ojos mirarle, y luego el cuerpo caer desfallecido al suelo. Seguía perdido, contemplando a la doctora subir y bajar por agua, llantos de la madre en el cuarto, y hasta el viejo maestro que iba hacia el cuarto, intercambiaba breves palabras con el chico de la puerta y se devolvía.
Bonito primer día en Tomoeda… Primero: el abuelo con su palabrerío extraño; Segundo: encontrarse con el maldito de Clow; y Tercero: un lugar donde no sabía qué pasaba. ¿Era para preocuparse? ¿Tenía que ir a ver a la chica? Shaoran se paseaba indeciso, con la misma pregunta desde que Ken había tomado a Sakura en brazos, y la había subido a su habitación.
Su presencia podía importunar, así que mejor se quedaba ahí.
—Y me digno a llamar doctora– mascullaba Mina, quien abría a toda prisa la llave del agua. Tomó el recipiente con ambas manos y subió igual de rápido a como había bajado.
Escondió las manos en sus bolsillos, sentándose a la mesa. Ya no tenía hambre… ¿Cómo podía comer sabiendo que arriba una chica estaba muy enferma?
—¡Sakura!– exclamó la señora Uchida con gozo.—¡Estás bien!
Shaoran miró hacia las escaleras, donde Ken se levantaba de un salto y entraba al cuarto. Él también se incorporó y subió los escalones. Seguían escuchándose voces alegres, sobretodo la de su madre, quien agradecía con devota emoción a su marido.
—Gracias... Gracias, Fujitaka....–susurraba, inclinándose a acariciar la cabeza de su hija.
—¿Fujitaka? –la dueña había mencionado el mismo hombre que el abuelo extraño de la tarde.
—Estoy bien, mamá– dijo una delicada voz entre todo el murmullo de los presentes.
La doctora seguía secando rastros de lagrimas que seguían en el rostro pálido y cansado.
—¿Qué haces aquí?
Shaoran fue sorprendido en el intento de observar a la enferma. No se había dado cuenta que ya estaba en el umbral de la puerta, y a su lado Ken le observaba con molestia.
—Te pregunté qué hacías aquí–repitió, con tono más elevado que hizo voltear a las mujeres.
—¿Se le ofrece algo, joven?– preguntó Nadeshiko, dándole un breve vistazo, para luego seguir acariciando a Sakura.
—Eh...... Yo...– el chico sintió que un leve sonrojo se apoderaba de su rostro. Cómo explicar que no sabía qué hacía ahí. Bajó la cabeza, murmurando unas disculpas.
No tenía derecho a permanecer en esa habitación... Allí sólo estaban sus seres queridos, la gente que de verdad se preocupaba por ella.... ¿Él no era uno de ellos? Bueno, sólo venía a curiosear.
Entró a su habitación, donde se encerró silenciosamente, sintiéndose más solo que nunca.
—Qué niño más tímido– comentó la señora Uchida cuando Li se retiró. Luego volteó hacia Oakzaki, quien examinaba el pulso de la enferma— ¿Y cómo está?
—Bien– sonrió Mina, sin dejar atrás su gesto preocupado. Había sido el mayor susto que esta chica le había dado. Era increíble pensar que de un momento a otro recuperó la conciencia, y su fiebre desapareció. Los ojos verdes miraron con curiosidad a todos, para luego preguntar con inocencia: ¿Qué ocurrió?
Ahora sus párpados se cerraban por sí mismos, ante el cansancio; estar luchando por horas contra esa voz era mucho esfuerzo... Pero no recordaba, como tantas veces su mente había quedado en blanco.
Volvió a repetir qué había ocurrido, ¿por qué estaba en su cama? ¿Por qué la doctora Mina parecía estar examinándola? ¿y ésos rostros tan preocupados?
—Descansa, mi pequeña.. Mañana hablaremos– su madre le dio un beso en la frente, y la arropó con cuidado, sin dejar su sonrisa adorable.
A pesar de que Nadeshiko parecía tranquila, Sakura no se quitaba de la cabeza que algo malo había ocurrido, y ella tenía mucho que ver. Si era a causa de sus malestares, estaba por decirle que no le dolía nada, pero ya se sentía sin energías para nada más que dormir.
La señora Uchida, sus hijos y la doctora salieron, dejando solas a ambas.
—Qué desgracia...– murmuraba la mujer regordeta, abrazando a su hijo pequeño— Debo agradecer infinitamente que ustedes dos nacieran sanos.
Miró a Okazaki, quien no se preocupó en apoyarla. Estaba bastante ocupada en sus reflexiones; ya no sabía ni qué pensar...
Conocía a Sakura desde hace tres años, cuando había llegado al solitario pueblo. A simple vista ella era algo especial; su apariencia disminuida, frágil, tímida; un rostro pálido que contrastaba feamente con unas marcadas sombras bajo sus ojos verdes. Solía capturar fuertes gripes, y dolores físicos.
Nadeshiko aseguraba no saber el porqué de su estado. Desde pequeña a la chica se le habían hecho algunos exámenes en Gakuin, pero no encontraban nada malo.
—...Mi esposo me dijo que era mejor dejar todo así. Que cuidaríamos de ella aún más, no importara lo difícil, o lo mucho que costara– había dicho la madre aquella vez.
" Cuando él murió... debí pedir ayuda al señor Clow, para que me solicitara un poco de dinero para sus medicinas. Él me entendió, y con lo que amablemente me prestó, pude costear los gastos de su gripe ese año.
Sakura y su madre eran tan inocentes; era muy obvio que ése hombre la había ayudado por algo más que "amabilidad". ¡Bastaba ver que ahora se la pasaba en la pensión haciendo visitas! Qué descarado, no se podía confiar en un ser tan frívolo que manejaba el pueblo a su conveniencia, así como manejaba ahora la vida de Nadeshiko y su hija.
—¿Por qué se puso así? ¿Acaso hizo algún esfuerzo muy grande? ¿O es que pescó un resfriado?– preguntó Ken, separándose de un abrazo que su madre le proporcionaba.—Mamá, yo no estoy enfermo.
—Mis hijitos– la señora Uchida no dejaba atrás sus mimos, y tomó a su pequeño de la mano, invitándolo a tomarse una leche caliente para dormir.
La mujer se quitó los anteojos, dejando apreciar mejor sus profundos ojos dorados.
—Ya no lo sé.
—¿Cómo que no lo sabe?
—Esta situación es más grave de lo que pensé... Y no puedo hacer nada– Okazaki se retiró a su cuarto.
No, no, Sakura no podía morir. ¡Con ella se casaría! ¡Ella era su futura esposa! Ken presionó con fuerza sus puños, deseando poder él mismo acabar con toda esa maldita suerte.
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—¿Está totalmente segura de lo que dice?
El tono burlón les hizo ver que no había bastado toda la explicación que tanto tiempo les había tomado relatar.
—Estamos seguras– respondió la de cabello corto, quien parecía haber perdido la paciencia.
Su hermana le miró de reojo, temiendo alguna de esas comunes explosiones de ira.
—¿Pruebas?– exigió el oficial, alzando las cejas despectivo, cuando ellas negaron con la cabeza— No se pueden hacer acusaciones sin pruebas, señoritas.
—Señoras, y no estamos acusándolo– Shiefa comenzaba a colorearse de tanto enojo— lo que queremos es que lo vigilen.
Una sonrisa apareció bajo los bigotes negros del hombre. Sonrisa igual de burlona y altiva que sus palabras.
—Lo siento, señoras, no podemos hacerlo– dicho esto se volteó a un chico que aparecía por la puerta de entrada— ¿Puedes acompañar a las señoritas?
—¡¡¡Es el colmo!!! ¡No se puede confiar en los policías!
Lo que Fuutie tanto había temido se cumplió: su hermana Shiefa vociferó a todo pulmón ante el rostro duro del oficial, saliendo hecha una furia a la calle.
La alcanzó en algunas cuadras más abajo, sorprendiéndose al examinar su rostro... no sólo enfadado, sino bañado en lagrimas.
—Shiefa...
—¡No tenemos pruebas, pero nuestro hermano se está arriesgando! –exclamó ella, sin detener sus pasos que resonaban en la acera—¡Clow es poderoso! ¡Puede hacerle daño si no sabe cuidarse!
Fuutie le tomó del brazo, deteniéndola. Hizo que llorara en su hombro, y la tranquilizó murmurando que debían tener fe; su hermano ya estaba grande, sólo que ellas habían estado ausentes los últimos años y continuaban tratándole como un pequeñito de diez.
—Disculpen– Fuutie contempló frente a ella al mismo joven de la Tenencia. Él les sonrió un poco, haciendo una inclinación de cabeza— Soy Eriol Hiraguizawa, un... detective– agregó luego, soltando una ligera y agradable risa.
—¿Trabaja para la policía?– cuestionó Shiefa , despegándose del cuerpo de su hermana, y quitando las lagrimas de sus ojos miel que miraban recelosos al extraño.
—Mmmh, algo así, la verdad es que aún no puedo cumplir con casos, pero sí acompaño a los oficiales en ello– explicó. Luego se encogió de hombros, mirando a su alrededor— No pude evitar escuchar, acerca de Clow... ¿Es el gobernador del pueblo vecino?
Un gesto sombrío se apoderó en el semblante de las Li. Eriol comprendió, y guardó un pequeño silencio.
—Me ofrezco a ayudarles.
Eriol Hiraguizawa resultó ser un frustrado detective, perteneciente a Tokio. Fue trasladado a Gakuin porque simplemente allá no lo necesitaban; fueron tan cobardes que no se atrevieron a decírselo a la cara, y pidieron un traslado secretamente.
—Estas descripciones estarán bien– Eriol guardó la libreta donde había apuntado los detalles del joven Li. No le sería muy difícil encontrarlo al ser extranjero en un pueblo tan reducido—Partiré mañana– informó a las mujeres, quienes le sonrieron.
—Se lo agradecemos mucho. Shaoran es nuestro hermano menor, y luego de que mamá muriera decidió irse… –Fuutie ahogó un suspiro—está convencido que Clow mató a nuestra madre.
—Haré todo lo que esté a mi alcance.
Las dos hermanas tenían que regresar a China, pero acordaron que en un plazo de un mes regresarían a ver lo que ocurría.
—Hiraguizawa, ¡te advertí que no salgas sin autorización!–exclamó el oficial, al verlo entrar con indiferencia a la oficina. El chico hizo una reverencia sin muchas ganas.—¡Maldita la hora en que nos trajeron a este holgazán!
El joven se quitó los anteojos, mientras entraba a la pequeña oficina que compartía con el que sí consideraban detective. Habían algunos papeles por ordenar; su jefe se las arreglaba para faltar casi a diario, inventando que había que buscar algunos datos en otra provincia, o hasta otro país, dependía que tantos días quería alejarse.
Pretendió dejar lo otro para más tarde. Ahora le importaba averiguar más sobre Read Clow. Los rumores decían que era un tirano, que no perdonaba cuando la gente se veía en dificultad de pagar impuestos, que no tendía su mano para ayudar. Habían llegado también un par de denuncias por malos tratos; como la policía de Tomoeda estaba tan influenciada por Clow, los habitantes llegaban hasta esta comandancia, para ver si podían ayudarles, por lo menos garantizar que no se volverían a repetir los castigos. Recordó que hace unos meses atrás una mujer con sus dos hijos pequeños aseguraba que un tal Yue,- asistente de Clow- los había encerrado en una celda, manteniéndolos tres días sin comida ni agua, todo porque se habían retrasado unas semanas en pagar lo que el gobernador exigía.
—Lo sentimos, señora, la culpa fue suya por no cumplir– había respondido de manera cortante el oficial.
Ya bastaba de injusticias, y ya no iba a seguir siendo parte de una policía controlada por el poder de un hombre malvado e injusto…
—¿Adónde vas, Hiraguizawa?– inquirió el oficial con una sonrisa torcida. Estaba listo para hacerle pagar a ese jovencito su desobediencia, mandándolo a hacer algún trabajo duro en las reparaciones de su casa.
—El detective Hiraoka me pidió que viajara a Tomoeda– dijo el joven, acomodando en su hombro un pequeño morral.
El ceño del oficial no tardó en fruncirse.
—A mí no me dijo nada acerca de eso.
—Son unos problemas con unos comerciantes– Hiraguizawa se encogió de hombros— no es nada grave, quizás por eso no se lo comunicó.
Tras unos segundos de divagación, el oficial terminó por mover la mano con impaciencia.
—¡Pues márchate! ¿qué quieres que te lleven en carro, o algo? ¡Camina, a ver si con eso te vuelves más hombre!
El problema estaría cuando el detective Hiraoka se apareciera en la comandancia, y negara haberle confiado esa labor. Por esa razón, tendría que comenzar de una manera rápida, que le garantizara seguir de cerca los pasos de Read.
—"Extrañaba esto de ser detective"– pensó, mientras se encaminaba al pueblo vecino.
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Shaoran no podía dormir. Tampoco quedarse quieto en la cama, esperando que el sueño llegase… Estaba nervioso, y necesitó abrir la ventana para poder refrescar un poco la cabeza.
—Mañana buscaré a Clow– se dijo, afirmándose sus brazos en el marco, y mirando hacia el cielo. Su mirada se fijó en una estrella en especial, que brillaba con intensidad.—"es mi madre"– pensó, sonriendo con tristeza. Aunque el viaje y otra hora le había servido para aceptar que ella ya no estaba, le sería difícil sacarse la idea de que era su culpa, por haber dejado que comiera ese pastel de dudosa procedencia. ¡Y fue algo estúpido! Siempre fue precavido en esas cosas; vigilaba la seguridad de su madre como un maniático, después de que sus hermanas se fueron de casa.
Y cayó en un truco tan simple…
Volvió su cabeza hacia el lado. La ventana también se abrió, dejando ver el perfil de una jovencita, la que estaba enferma…
Vaya, y él que creía que estaba grave, ahora la podía contemplar asomada en la ventana, arropada con un mullido chaleco rosado. Ella también miraba la estrella…
—Papá…-murmuró Sakura, escondiendo más su rostro en el chaleco.—Mamá y yo te extrañamos mucho.
No se sentía bien espiándola de esa forma, menos cuando divisó lagrimas en su mejilla. Ya era hora de cerrar su ventana, dejar que la chica se desahogara sola. Bien lo sabría él, que había necesitado llorar para alivianar un poco el peso de la culpa y la angustia.
—¿Eh? ¿Eres el chico nuevo?
Antes de que pudiese moverse, ella se había percatado de su presencia. Shaoran asintió.
Sakura sonrió. Los ojos esmeralda que había visto por una fracción de segundos en la tarde, antes de que ella cayese desmayada, lucían más hermosos bajo la luna. Aunque estaban separados por al menos dos metros de distancia, era suficiente para apreciar la manera cálida en que ella sonreía, igual a las sonrisas que vio en la señora Nadeshiko.
—Debe parecerte raro que haya estado hablando sola– Sakura rió apenada, bajando la cabeza— es que… me gusta mirar por las noches el cielo; es como si me sintiera más cerca de mi papá.–dijo después, como hablando para sí.
Shaoran olvidó sus intenciones de cerrar la ventana e ir a dormir; se recargó nuevamente sobre el marco.
El viento soplaba agradable, junto con el cielo despejado hacían una noche tranquila.
Había un silencio incómodo entre ambos, o eso notó Sakura. Pretendía preguntarle acerca de su origen, pero lo vio demasiado concentrado en mirar las estrellas.
Jugó un poco con sus manos, intentando pensar en alguna otra cosa. Pero era imposible, su atención se deviaba hacia el chico.
—¿Qué vienes a hacer aquí?-no pudo contener la pregunta.
Él no contestó.
Sakura seguía observándolo con curiosidad. Hacía tantos años que no veía llegar alguien nuevo a la pensión, que quizás había olvidado que los afuerinos no eran tan abiertos para hablar.
—Debes tener mi edad…-calculaba, frunciendo un poco el ceño mientras lo examinaba.
Le miró de reojo por un lapso breve; el rostro de ella no aparentaba tener más de quince años, al igual que su porte pequeño y figura delgada. ¿Entonces porqué decía ella que tenían la misma edad? Una mal suposición, de seguro.
Nadeshiko golpeó a la puerta de su habitación, por lo que Sakura dio un salto de sorpresa.
—Es mamá-se apresuró a decir en voz baja, despidiéndose de él con una seña apresurada—Nos vemos mañana.
Li no alcanzó a responder. Rascó su cabeza confundido, estirando los brazos sobre su cabeza para ir a descansar de una buena vez.
Entró a su habitación corriendo, justo al momento que su madre abría, para saber cómo estaba.
—Sakura…-dijo mirando hacia la ventana. Se acercó a cerrarla, mientras la chica se metía a la cama con una sonrisa juguetona—estuviste afuera, ¿verdad? –no esperó a que ella lo aceptara, y se acercó hasta sentarse al borde de la cama blanda—Debes cuidarte, o puede tener una recaída grave. Sería horrible que atraparas algún resfriado y tengamos que darte esas medicinas que tanto odias.
El rostro infantil de la muchachita asintió algo triste. Avanzó gateando hasta su madre, refugiándose en sus cálidos brazos.
—Mamá, si algún día me muero, no quiero que llores-dijo a su oído, sintiendo que con esto la mujer la estrechaba con más fuerza, intentando traspasar todo el amor de madre para curarla y suprimirla de tanto agobio.
—Tú no morirás, mi pequeña- le aseguró, tomando su rostro para depositar un tierno beso en su frente. —No morirás.
Las lágrimas no tardaron en acudir a los ojos verdes de ambas.
Sakura intentaba por todos lo medios calmar sus sollozos, pero a pesar de tener asumido que algún día esos dolores terminarían por vencerla, no quería abandonar a su mamá. ¿Qué sería de ella entonces? ¿Quién la cuidaría?
—Te quiero, mamá-cerró los ojos lentamente, dando un último suspiro. Las largas pestañas terminaron por chocar contra la tez pálida, y una sonrisa hizo saber que las últimas caricias en su mejilla la habían dejado en paz. Sakura logró dormir, sintiendo de cerca la mano amorosa que estrechaba la suya, apoyándola como siempre.
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Notas: Hooola! Lamento haber tardado… tanto XD Tenía avanzado harto de este fic, pero me faltaban unas cuantas hojas para publicarlo, y lo había tenido bastante abandonadito u.u
Y hace tiempo k no hacía esto jeje: contestaré sus revieews!! :D
Celina: gracias por comentar siempre :P Espero que eso de la imaginación no se agote XD
Lady Silver-Moon: miguiss! aish, aissh ·3· la verdad sí demoré muchoo XD pero ya está, y espero k tú tampoco te tardes en actualizar tus fics, y en que publiquemos lo que tú sabes! :)
Akina-No-Toru: Gracias, por tu review y por la postal XD jajaja. Estuvo muy wena. Nos vemos! :D
Tsuki Lunita: yo gual he probado ravioles, pero nunca he probado la salsa XD neh? :P jajaa, y fue simplemente porque no me la aconsejaron. Ahora sé que hice biem.. X3 Muchas gracias por tu review :P
Kaoru Takeda: holaa!! :D Muchias acias!, la verdad debo decir k me dio gusto cuando leí tu review (jue hace bastante XD). Ya ves k actualicé (tarde, pero actualicé XD), y k lo mío es un ejemplo a seguir ¬¬ ejem ejem… ñaaa! Directamente: espero que actualices tú también! :P
Kaoru Kinomoto: holiss! :D Me había olvidado que estaba publicado en Asuka´s Heaven XD jejee, así que también tendré k actualizar ahí. Sobre Sólo un sueño… ya van aumentando las peticiones XP , parece que sí tendré que publicarlo aquí en porque además la web de Asuka tiene algunas fallas. Pero wenu, muchísimas gracias y espero verte tonces algún día en el Msn :P
