DESPUÉS DE LA BATALLA.

Capítulo VII


Se encontraba muy oscuro y las estrellas aún brillaban en lo alto del cielo cuando partieron al día siguiente. Caminaban con paso seguro, pero a la vez sigiloso, llenos de expectativas acerca de lo que encontrarían al llegar a su destino.

Saito iba delante, guiando a los demás; Cho iba muy cerca de él, mientras que Misao y Aoshi iban un poco apartados de aquellos dos, y bastante cerca el uno del otro. Tenían puesto un ojo en el camino y otro en los alrededores, para asegurarse de que no había ningún movimiento o sonido sospechoso que delatara alguna presencia enemiga.
- ¿Por qué? -pensaba la joven Okashira. Su corazón palpitaba más a prisa de sólo recordar que la noche anterior había dormido recostada en su pecho... Aún podía sentir el calor y la delicada música de los latidos de su corazón...- Justo en el momento en el que me había resignado, en el que había perdido casi toda esperanza... - ¿Qué piensas?
- ¡Ah! Aoshi-sama... Me asustó. -dijo, saliendo de sus pensamientos.
- No me has contestado la pregunta.
- No... no pensaba en nada en especial.
- ¿Segura?
- Si.
- ¿Por qué la pregunta?
- Porque últimamente has estado muy reservada... -dijo un tanto fríamente, aunque agregando casi en un susurro, como para sí mismo:- Y en realidad me preocupa verte así...

Misao lo miró a los ojos. ¿Era acaso su imaginación o el había admitido que ella le preocupaba? Mejor aún: ¿En verdad sus ojos tenían... un leve destello? Pero no era tiempo de pensar en esas cosas: Se encontraba en medio de una misión y debía concentrarse en ello. Ya luego podría volver a sus ilusos pensamientos acerca de si Aoshi sentía o no sentía algo por ella.

Habrían caminado ya durante unas cuatro horas cuando finalmente vieron que Saito les hacía una señal: habían llegado al lugar. Se asomaron por entre unos arbustos y lograron divisar que, colina abajo, se encontraba una gran mansión. Quizás en sus tiempos de esplendor había sido un lugar muy bonito y bastante lujoso, pero ahora lucía muy abandonado y medio derrumbado, como si nadie habitase en ese lugar desde hacía mucho tiempo. No obstante, lograba observarse que en el suelo habían señales de que un carruaje había entrado al lugar recientemente.
- Este es justamente el lugar que mis informantes me dijeron. -dijo en un murmullo.- El cargamento saldrá de aquí cerca de las 9:00 a.m. rumbo al puerto. Debemos esperar a que llegue la hora.

Cho decidió sentarse bajo un árbol a descansar un momento. Entonces su burlona mirada se posó primero sobre Misao y luego sobre Aoshi, mientras recordaba la interesante conversación de la noche anterior. Realmente era divertido ver al Cubo de Hielo en esa situación tan... anti-Aoshi, por así decirlo. Él sencillamente no parecía del tipo de hombres que se enfrascaban en problemas amorosos: esas cosas eran más para tipos como Himura o el Cara de Gallo... Y sin embargo ahí estaba, observando de soslayo a la enana. ¿Era posible que no supiera que la chica alucinaba por él?

Unos minutos después, Saito le hizo una señal para que fuera a llamar a esos dos, que se encontraban ya conversando de quién sabe que cosas, ambos con la vista fija en la mirada del otro. Entonces se acercó a ellos:
- Siento interrumpir su momento romántico -les dijo, haciendo que Misao se sonrojara y Aoshi le dedicara la más gélida de las miradas.- Pero ha llegado la hora...

Todos se acercaron a un lugar desde donde podían tener una panorámica mejor de lo que estaba sucediendo abajo, en la mansión. Vieron un carruaje aparecer a lo lejos y estacionarse frente al lugar. De él bajaron dos tipos vestidos normalmente y tocaron a la puerta de la mansión. Alguien desde adentro entreabrió la puerta, cruzó un par de palabras con los tipos y los hizo entrar.

Luego de un momento, los dos individuos que habían entrado un momento antes salieron de nuevo, desataron a los caballos del carruaje original y se dirigieron con ellos a un cobertizo. Al momento, salieron con los caballos atados a otro carruaje, más grande que el anterior y con unas cajas grandes atadas en el techo. Lo dejaron estacionado en medio del jardín y volvieron a entrar a la casona. En ese momento, Saito dio la señal para que la pequeña comitiva se acercase más al lugar.
- Debemos tomarlos por sorpresa... -susurró.
- Pues los sorprendidos serán ustedes... -escuchó una grave voz tras de sí. Se volvieron y observaron a un individuo que mínimo medía dos metros de alto y que portaba una espada muy larga a la cintura. Observo a los cuatro con desprecio y soltó una carcajada.- ¿Es que acaso esto es lo mejor que tiene la policía de Kyoto? ¡Una niña, un anciano y dos jóvenes tan quebradizos!
- ¿¿NIÑA?? -dijo Misao echa una furia.
- ¿Anciano? -pensó Saito levantando una ceja.
- ¿Quebradizo? -murmuró Cho, observando sus bíceps. Aoshi se limitó a congelarlo con la mirada.
- Se nota que no sabes con quién estás tratando. -dijo Saito, mirando al tipo con desdén.
- ¡Claro que lo sé! -dijo, con una sonrisa de satisfacción.- Tú eres Hajime Saito, jefe de la policía. El tipo de los pelos parados es un ex miembro del Juppongatana llamado Cho. El otro tipo debe ser el ex Okashira de los Onniwabanshu, Shinomori Aoshi, mientras que esa niña... -la miró como si de un insecto se tratase.- En realidad no sé quién es, ni me importa. Lo que interesa aquí es que fui contratado para eliminarlos.
- ¿Y qué te hace pensar que lo lograrás? -dijo Cho burlonamente.
- No es precisamente por mi gran autoestima -respondió el individuo muy sarcásticamente.

Los inspeccionó como si se tratase de un mercader que estudiaba la mercancía en venta, observándolos de los pies a la cabeza sin borrar la gran sonrisa de su rostro.
- ¿Quién demonios eres? -preguntó finalmente Aoshi.
- No gastaré mi nombre al decírselo a unos pobres diablos como ustedes. Nada más quiero advertirles que nosotros sabíamos de antemano que ustedes vendrían... Y es más: La información que llegó hasta sus oídos acerca de ésta operación fue difundida por nosotros mismos, para asegurarnos que vinieran a éste lugar.
- Una trampa... -murmuró Cho.
- Algo así... -sonrió el tipo.- Y otra cosa... Yo ya tengo una ventaja sobre ustedes... He averiguado todo lo que he podido sobre todas las batallas que han tenido y su desempeño en ellas... y en verdad los aventajo al conocer y estudiar las técnicas y armas que utilizan.
- ¡Bah! -dijo Saito.- Esas son tonterías.

Sin pensarlo ni un momento más, desenvainó su espada mientras les decía a los otros:
- Encárguense del cargamento. Yo me desharé de éste idiota.

Pero de la nada salieron un grupo de shinobis y los rodearon. Tanto Aoshi como Misao no se sintieron intimidados por su presencia: al fin y al cabo las técnicas de los shinobis tenían cierta semejanza con las de los Onni. En cambio Cho, los observaba detenidamente, mientras pensaba cual de todas sus espadas podría utilizar para combatir. Optó por usar su espada flexible y se lanzó al ataque.

Misao se lanzó contra los utilizando sus kunais, mientras que Aoshi, quizás de una manera inconsciente, la cubría. De la nada salieron otros más, por lo que tuvo que desenvainar sus kodachis y defenderse de los ataques.

Saito se lanzó contra como-se-llamase en una especie de ataque de "prueba": quería ver que tan fuerte, rápido y ágil era este individuo. Pero antes de que pudiese siquiera pensarlo, sintió un golpe seco en su espalda.
- ¿Cómo...? -pensaba, sintiendo un dolor agudo. Se volvió hacia el individuo y vio que no sólo tenía su espada, sino que había tomado la funda.
- Como notarás, uso la técnica conjunta de espada y funda. -dijo, mientras Saito comprendía que el golpe había sido dado con ésta última.- Así que prepárate para morir, viejo.
- Hierba mala nunca muere. -replicó el lobo con una sonrisa irónica, mientras se ponía en posición. Lo había pescado desprevenido, pero esto no volvería a suceder... No iba a darle más vueltas al asunto. Usaría de una buena vez el Gatotsu...

Se lanzó rápidamente contra el individuo, quien respondió con otro ataque. Todo el bosque se vio inundado entonces con el sonido de las espadas de ambos individuos chocando una y otra vez. Era una lucha demasiado pareja: Aunque ese tipo no había conseguido herirlo, él tampoco había logrado hacerle ni un rasguño.

Los demás se estaban desenvolviendo bastante bien contra los shinobis (a excepción de Cho, que se le dificultaba un poco más), y no tenían más que unos cuantos rasguños. Lograron abrirse paso y avanzar un poco más hacia la mansión, pero continuaban saliendo más enemigos ocultos entre los matorrales. Esto parecía algo interminable...

Finalmente Saito había conseguido herir al individuo en el costado. Este jadeaba un poco mientras unas gotas de sangre teñían el pasto de rojo.
- ¡Vaya, anciano! Parece que te subestimé. -dijo a Saito.- Pero éste rasguño no significa que tienes ganada la batalla...

Entonces se lanzó con más rapidez y fuerza hacia donde su enemigo.
- No... no puedo moverme... -pensaba angustiada.- ¿Qué me está pasando?

Misao sentía que sus movimientos se hacían más lentos y torpes mientras combatía con los shinobis... comenzaba a ver un tanto borroso y a sentir que de un momento a otro se desvanecería... Y no era la única que se estaba sintiendo extraña: Tanto Aoshi como Cho comenzaban a tener los mismos síntomas.
- Paralizador... -murmuró Aoshi. Al parecer, las armas con las que habían sido atacados estaban impregnadas de polvo paralizador, que comenzaba a surtir ya su efecto... Sus rivales se detuvieron de pronto y se alinearon formando un círculo, con ellos tres al centro.
- ¡Ya está surtiendo efecto, jefe! -dijo uno de ellos. El rival de Saito había conseguido derribarlo, por lo que el Lobo yacía inconsciente en el suelo, y se volvió de repente, con la vista fija en los tres paralizados.
- ¿Qué hacemos con ellos? -dijo otro de los shinobis.
- Esa decisión la tomaré yo... -dijo una dulce voz, proveniente de entre los matorrales. Entonces apareció ante ellos una visión angelical: Era una de las mujeres más hermosas que habían tenido oportunidad de ver todos los ahí presentes. Vestía un delicado kimono entretejido con hilos de plata y el cabello con un recogido tradicional. Al verla, el ejército de shinobis junto con el otro individuo hicieron una profunda reverencia.
- Princesa Tsuki... -no era necesario que viniese usted hasta aquí... -murmuró ese último.
- Debía comprobar que todo estuviese bien, joven Hideki. -respondió ella. Al oír su nombre en la voz de esa hermosa doncella, el tipo se sonrojó levemente.
- Entonces... ¿Qué debemos hacer con ellos? -preguntó uno de los shinobis.

La Princesa Tsuki examinó con la vista a los capturados y no pudo evitar sonrojarse al observar a Aoshi. Sin embargo, sus ojos se tornaron duros y fríos al decir.
- Mátenlos. Excepto al guapo de los ojos azules.

CONTINUARÁ...

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¿Saben algo? No me gustó cómo me salió este capítulo. Pero así lo dejaré por el momento... Soy muy mala para describir batallas... Gomen --U

Agradecimientos a: Alma, giuliana, chi2 chan, gaby (¿Que si todo el tiempo dormía Misao? La verdad no lo sé... Lita pone cara de angelito), Misao ShinomoriAoshi (Pues a ver si Aoshi consigue declararsele antes de que el matón lo asesine :P ¡Es broma!), justary-san (¡Un gusto chatear contigo!), aska ishida (Yo por eso ni me acuerdo de mis tortugas, jejeje... Por ahí encuentran ellas qué comer :P), Dark Tomoe y mikomi shinomori (¿Sueño pesado? Quien sabe...)

¡Hasta la próxima!

Lita Kino.