Capítulo XI
He aquí una frase que creí que nunca escribiría, pero aquí va: EL SIGUIENTE CAPÍTULO CONTIENE LEMON. Eso sí que es más romántico que cachondo, pero igual, es mejor advertir.
Quien dijo que los sueños nunca se cumplían, no pudo estar más equivocado. (N.A: Sólo tiene razón cuando se refiere a Lita U) Porque el sueño de siempre de la pequeña Comadreja era ahora la más feliz de las realidades.
Los días siguientes que transcurrieron luego de que los sentimientos de ambos salieran a la luz, fueron los días más felices de su vida. Luego de recuperarse completamente, Misao se había reincorporado a sus actividades en el Aoiya.
- Nunca Misao había trabajado tan eficientemente como ahora... -dijo Okon a Okina mientras conversaban a media tarde.
- Claro. Entre más feliz se es, se trabaja mejor. -meditó el anciano.
- Y aunque ahora tengamos más clientes que nunca, siempre le sobran un par de horas para estar con Aoshi...
Eso se había vuelto ya una costumbre. La hora del té de Aoshi ahora eran "las horas del té", puesto que Misao pasaba con él todo el tiempo que le fuera posible.
- ¿Estará bien que pasen tanto tiempo juntos... y solos? -preguntó Okon, casi como para sí.
- No veo nada malo en ello. -dijo Okina.- Seguro que Misao se pasa el tiempo hablándole a Aoshi de cualquier cosa...
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Los labios de Aoshi viajaban sobre el rostro y el cuello de Misao, reconociendo cada milímetro de su piel, sintiendo la suavidad, la tersura, el calor que emanaba. El dulce y embriagante aroma de la joven invadía sus sentidos, mientras sentía las suaves manos que tanto amaba formar ardientes surcos en su espalda.
- Aoshi-sama... -susurró ella; su suave voz rompiendo el perfecto silencio antes de que los labios de ambos volvieran a fundirse en un apasionado beso.
- No... me llames... -sama... -dijo él, con su respiración entrecortada, besándola más profundamente aún y con sus grandes manos acariciando el plano vientre de Misao mientras ésta revolvía sus negro y lacio cabello, enredándolo entre sus menudos dedos.
De pronto él se detuvo. Sus ojos de frío azul observaron el dulce rostro de Misao, su negro cabello cayendo como una cascada, la leve transpiración en su piel, su menuda figura... Pero sobre todo sus grandes ojos, tan puros y vivaces al mismo tiempo, que a su vez lo observaban con un especial brillo... Con el especial brillo del amor.
- ¿En qué piensa? -preguntó ella con una dulce sonrisa.
- En cuánto te amo... -respondió él sinceramente.- Y que entre más te observo, más amor siento por ti y más afortunado me siento...
Misao acarició dulcemente el rostro de Aoshi, mientras él cerraba sus ojos y disfrutaba del suave contacto de las tibias manos en él. Ver esa pacífica expresión en el rostro de su Aoshi-sama era sin lugar a dudas una de las cosas que más amaba... Y más aún ver cómo sus finos labios se curvaban en la más pura de las sonrisas.
- Estoy recordando algo... -dijo Misao de pronto, haciendo que Aoshi abriera sus ojos de nuevo.
- ¿Qué cosa es? -preguntó él con curiosidad.
- Aquella vez que volvió muy malherido al Aoiya después de una misión y pasó dos días completos con gran fiebre.
- Y que al despertar vi a un ángel durmiendo a mi lado... -interrumpió él, ante la sorpresa y sonrojo de la joven.
- Esa noche... Yo no pude resistir la tentación de acariciar su rostro... -confesó.- Y entonces... usted sonrió.
- Entonces en verdad no fue un sueño... -dijo él casi como para sí mismo. Misao lo observó sin comprender.- Esa noche soñaba contigo... O más bien creí soñar.
- Entonces... -sonrió Misao.- ...esa sonrisa sí era para mí.
Sus labios volvieron a unirse en el más dulce de los besos, mientras las manos de Aoshi viajaban por la espalda de Misao y ella rodeaba el cuello de su amado con los brazos. Y la dulzura se fue transformando pasión pura, en un afán desenfrenado por sentir que eran uno; que se pertenecían mutuamente y para siempre.
- Creo que... -dijo él, cortando el apasionado beso.- ...deberíamos salir de aquí antes de que otra cosa suceda.
- ¿Tan malo sería que sucediera? -preguntó ella poniendo una inocente mirada que hizo sonreír a Aoshi.
- Malo no. Pero para el honor de una Okashira, sí sería algo incorrecto.
Era la primera vez que Aoshi la llamaba Okashira y eso la hizo sentir enormemente feliz. - Entonces vamos con los demás, Aoshi-sama.
- ¿De nuevo -sama? -preguntó él.
- Creo que me gusta mucho como suena. -sonrió Misao.- Pero dejaré de tratarlo así cuando llegue el día en el que usted se convierta en mi esposo.
Su esposo... No sonaba mal ante los oídos de Aoshi. Nada mal. Además que sabía que de seguir así, llegaría el momento en el que no podría controlarse y dejando de lado incluso el honor, tomaría a la mujer que amaba como suya. No deseaba esperar mucho tiempo más...
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En todo Kyoto, no se hablaba de otra cosa más que del futuro matrimonio de la Okashira de los Onniwabanshuu, a la cual el apuesto ex Okashira, para sorpresa de todos, le había pedido matrimonio hacía unos días, en la fiesta del Tanabata (1), a tan sólo unas semanas de haber comenzado su relación. Y si en Kyoto, ese era el tema de moda, sobra decir la locura que se vivía en el mismísimo Aoiya con respecto a eso.
- Kyaaaaaaaaaaaaaaaa¿Qué es esto? -dijo Misao, viéndose en el espejo.
- Calma, Misao... Solamente es una yukata de verano...
Okon y Omasu habían llegado muy temprano esa mañana a despertar a Misao. Llevaban una enorme pila de kimonos y yukatas, de todos los tipos, colores y estampados para probarle a la joven.
- ¿Y por qué tengo que ponerme ESTO? -dijo, viendo las finas mangas celestes con ramilletes de lirios dibujados.
- Porque si te vas a convertir en una esposa -dijo Okon, a quien aún le sonaba extraño decir la palabra "esposa" relacionada a Misao.-, tienes que vestirte como tal.
Eso definitivamente no le agradaba. Misao sencillamente no podía comprender por qué las mujeres debían de llevar una ropa tan incómoda... Y eso que se trataba solamente de una yukata de verano... No quería ni imaginarse lo que sería con un pesado kimono...
Se dedicaron toda la mañana a probar, una tras otra, todas las prendas que habían llevado a la joven. Y no sólo eso: También le decomisaron la ropa con la que solía andar en Kyoto, sus trajes de ninja... ¡Todo! Y colocaron la ropa nueva en su lugar.
- Para que te acostumbres a usarlos. -concluyó Omasu antes de cerrar la puerta corrediza tras de sí, dejando a una Misao SD, con ríos de lágrimas en sus ojos.
- Bueno... -dijo para sí misma, suspirando y viéndose en un espejo. No tenía más opción que quedarse con esas fachas en lo que encontraba su verdadera ropa de donde fuera que la hubiesen ocultado Okon y Omasu. Aún no había trenzado su cabello y, como era un día caluroso, decidió variar un poco y recogérselo un poco con unos ganchillos.
Salió de su habitación rumbo a la cocina, a ver si estaba listo el desayuno. Necesitaba comer y salir lo más pronto posible a seguir arreglando asuntos de la boda... para la cual sólo quedaban dos semanas... Aún quedaban muchas cosas pendientes por hacer
Todos estaban ya sentados a la mesa. Incluso Aoshi, que aún ahora en calidad de su prometido, raras veces comía con el resto de ellos. Le dedicó una de esas miradas que sólo ella comprendía, mientras Okina exclamaba:
- ¡Mi ángel Misao! En verdad te ves preciosa.
- ¿Verdad? -sonrieron Okon y Omasu, orgullosas de su iniciativa y dándoles un codazo a Shiro y Kuro.
- Ouch! Sí.
- Tienen, ouch, razón.
- Bueno... Si ustedes lo dicen... -suspiró Misao.
- ¿Saldrás esta mañana? -preguntó Okina.
- Pues sí... Debo ir a comprar unas cuantas cosas y además Sae quiere que vaya al Shirobeko para ver los menús disponibles.
- Muy amable de parte de Sae el ofrecerse para preparar la comida de la boda. -dijo Omasu, en parte molesta porque Misao hubiese aceptado el ofrecimiento de Sae en lugar de la propia comida del Aoiya y en parte aliviada porque así podría disfrutar mejor de la fiesta.
Transcurrió el desayuno sin complicaciones y tanto Misao como Aoshi se levantaron al mismo tiempo de la mesa; ella agradeciendo por la comida y él con una leve inclinación. Salieron al mismo tiempo del Aoiya.
- Mmm... ¿de verdad crees que él sea todo lo lindo que dice ella que es? -preguntó Okon.
- A veces lo dudo... -respondió Omasu.- Sigue siendo de lo más frío y distante.
- Denle tiempo a Aoshi. -dijo Okina, sin quitar la vista de su plato.- Él nunca llegará a ser tan abierto como Himura, por ejemplo. Pero lo que de verdad importa es que ama a mi pequeña Misao, la única capaz de tornar en calidez su frialdad...
Tanto Aoshi como Misao coincidían en una parte del trayecto, pues él iba al templo Zen y ella al Shirobeko, por lo que se fueron juntos por el camino. Conversaban sobre algún tema cualquiera, cuando Misao se interrumpió al ver que Aoshi la observaba detenidamente.
- ¿Sucede algo? -preguntó ella curiosa.
- No creí que fuera posible verte más bella de lo que eres. Pero veo que me equivoqué.
- ¿Lo dice en serio? -dijo ella, sonrojándose intensamente.
- Nunca he dicho nada más en serio. -respondió él, con profunda voz.
- Siendo así... creo que puedo acostumbrarme a esta ropa. -sonrió Misao. En eso llegaron al Shirobeko.
- Servida, señorita. -dijo Aoshi, haciendo una leve inclinación, cosa que hizo gracia a Misao.
- Hasta luego... amor... -respondió ella, sus mejillas cubiertas de grana y sus ojos fijos en los de él. Pero entonces se volvió a ver hacia ambos lados de la calle y, luego de asegurarse de que no venía nadie, dio un rápido beso en los labios a Aoshi y entró al Shirobeko.
Y los días pasaban, mientras que en el Aoiya el movimiento aumentaba a medida que el día de la boda estaba más cerca. Y uno de esos días, hizo su aparición el ahora reducido Kenshin-gumi.
- ¡Himura¡Kaoru! Pero... ¡Pero que cosita tan mona! -exclamó Misao al verlos llegar y más aún al ver al pequeño Kenji, el mismo reflejo de su padre, en los brazos de Kaoru.- ¿Y Yahiko?
- ¡Aquí estoy! -escuchó una ahogada voz tras una pila de maletas y cajas. Sin ningún cuidado las dejó caer al suelo.- ¡Uf¡Nunca creí que una busu necesitara llevar tantas cosas para su mocoso!
- ¿A quién llamas mocoso? -exclamó Kaoru, a quien no le importaba que la llamara "busu" con tal de que no dijera nada de su hijo, con una vena saltando de su sien y pegándole a Yahiko con un mazo sacado de quién sabe dónde.
- Megumi no podrá venir. -dijo Misao a Kenshin, mientras Yahiko y Kaoru continuaban peleando.- Tiene muchos pacientes por atender, así que no puede cerrar su consultorio en Aizu. - Es una lástima. -dijo el ex Rurouni.- Tae y Tsubame vendrán mañana.
- Y como el Cabeza de Gallo anda quién sabe en qué parte del mundo, se perderá de un gran banquete... Aunque quizás es mejor que no venga...
Misao imagina a Sanosuke señalándola mientras grita: "¡Una comadreja con kimono nupcial!" (N.A: Bueno... Saito seguro imaginaría una comadreja congelada en un gran cubo de hielo U)
Y el día en el que la Comadreja en verdad portaría un kimono nupcial, llegó. Okon, Omasu y Kaoru se encargaron de vestirla y peinarla y mientras una acomodaba las almohadillas para que el kimono no se arrugara, la otra peinaba su cabello y acomodaba el tocado, que llevaba muchos ornamentos para atraer la buena suerte en su nueva vida y la otra se dedicaba a dar pequeñísimos toques de maquillaje a su rostro.
- ¡Qué envidia! -dijo Omasu con lágrimas en los ojos al ver a Misao ya arreglada.
- ¡Si tan sólo yo me hubiera visto igual de bonita en mi boda! -suspiró Kaoru.
- Si tan sólo YO tuviera una boda... -se lamentó Okon mientras pensaba en cierto maestro llamado Hiko Seijuro.
- ¡Ya es hora! -se asomó Yahiko a la habitación.
Misao sintió un gran vacío en su estómago. Por fin, años de espera llegaban a su feliz término. Por fin ella sería Shinomori Misao, la esposa del hombre que amaba desde que era una niña. Por fin comenzaba la vida que siempre había soñado, al lado de su amado Aoshi. Sabía que problemas irían y vendrían, como a todos en esta vida, pero ahora más que nunca sabía que sería capaz de enfrentar cuantas dificultades de presentasen mientras fuera de la mano del único hombre al que había amado...
¿Nervioso? -preguntó Kenshin.
- No. -fue la simple respuesta de Aoshi. Lucía sumamente guapo (más de lo que ya es normalmente) con ese traje ceremonial negro. Agregó:- El nerviosismo es sinónimo de duda y no tengo ninguna.
Nunca en su vida había estado tan seguro de algo. Amaba a Misao y solamente deseaba pasar el resto de su vida viviendo en paz y tranquilidad con ella a su lado y ahora sería el comienzo de esa vida. Sin embargo, no pudo evitar sentir un intenso escalofrío recorrer su cuerpo al verla entrar en la estancia con su fino kimono blanco y su ramo de azucenas en las manos.
Kenshin, Kaoru, el pequeño Kenji, Yahiko, Okon, Omasu, Okina, Shiro, Kuro, Sae, Tae, Tsubame, Hiko (a quien cierto par de ninjas invitaron diciéndole que habría mucho sake) e incluso Tokyo y Eiji estaban presentes. Eran pocas personas y una ceremonia muy sencilla; sin embargo ninguno había estado nunca en una boda tan hermosa.
- Y así como ellos hacen sus votos ahora -murmuró Kaoru al oído de Kenshin.- Yo quiero renovar mis votos contigo, anata.
- Te amo, Kaoru... -respondió también en murmullos Kenshin, mientras tomaba la mano de su esposa y su hijo lo miraba con sus ojitos violetas.
- ¡Mi pequeña Misao! -lloraba Okina.
- Misao se está casando... -sollozó Okon.
- Si... snif... Es tan triste... -gimoteó Omasu. Aunque no se sabía su las jóvenes ninjas lloraban por lo conmovedor de la boda o por su calidad de solteronas. Mientras tanto Shiro y Kuro pensaban en el delicioso banquete que se avecinaba.
Tsubame lanzó una fugaz mirada hacia el sitio donde Yahiko estaba sentado, mientras se sonrojaba intensamente. No se dio cuenta que él la miraba rápidamente de la misma manera.
- Incluso Shinomori ha sentado cabeza ya... -Hiko.- ¿No sería tiempo de que el gran Seijuro Hiko Treceavo buscase una esposa también¡Bah! No lo creo. Soy demasiado para cualquier mujer.
- ¿Y tú no lloras? -pregunto Eiji a Tokyo.
- No, no lloro. -contestó ella.- Solamente recuerdo mi propia boda -esbozó una dulce sonrisa- y pido a Kami-sama que cuide a Hajime, donde sea que se encuentre de misión ahora y que me permita volverlo a ver.
Y como la autora no tiene ni la más mínima idea de la forma en la que se celebraba el ritual de matrimonio en el Japón de la Era Meiji, se limitó a decir que la boda concluyó y todos los invitados se dirigieron a felicitar al ahora matrimonio. Sobra decir que Misao no cabía en sí de la felicidad que sentía, mientras que Aoshi... Bueno, seguía viéndose tan frío como siempre, pero sólo él sabía lo realizado que se sentía ahora. Llegó la fiesta, donde comieron hasta casi reventar la deliciosa comida de Sae (ayudada por su hermana Tae) y Okina bebió hasta caer dormido en medio del salón mientras murmuraba cosas ininteligibles sobre el pequeño ángel que ahora se iba de su lado.
- El carruaje está ya afuera. -dijo Kuro, unas horas después, entrando en la estancia.
- Bien. Es hora de irnos. -dijo Aoshi a Misao. Harían un pequeño viaje de bodas hasta Hokkaido y debían ir a tomar el tren a la estación. Se limitó a hacer una leve inclinación a modo de despedida y agradeció a los invitados por asistir a la boda antes de tomar la mano de Misao y conducirla hasta el carruaje.
- ¡Mi bebé! -lloraba Okina en su borrachera, mientras se abrazaba a Misao. Okon y Omasu lo apartaron de un golpe para que Misao pudiera irse.
- Hasta luego... -sollozó Omasu.
- Cuídate mucho... -Okon se despidió de ella.
- ¡Misao! -Le gritó Kaoru.- ¡Recuerda los consejos que te di!
- Ehh... Misao enrojeció completamente. El carruaje partió y sólo alcanzó a articular- Si.
- ¿Consejos? -preguntaron las jóvenes onmitzu.
- Cosas de mujeres... -sonrió Kaoru.- De mujeres casadas, jeje.
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Aoshi dio la propina al mozo que había traído sus maletas y cerró la puerta. Misao quitó el tocado que llevaba en su cabeza y sus lacios cabellos cayeron sobre sus hombros, mientras observaba curiosa el vagón en el que se encontraban: Era prácticamente una habitación amueblada al estilo occidental, con un par de sillas, una mesita, un ropero y una gran cama. Además, era el último vagón de todo el tren y solamente estaban ellos dos. El sólo pensar en ello hizo que por su espalda subiera un escalofrío... que le supo extrañamente delicioso.
Al parecer, Aoshi no tenía ni la más mínima intención de desperdiciar ese largo trayecto a Hokkaido. Sin mediar palabra alguna, fue hacia cada una de las ventanas, cerrando las persianas y cortinas para evitar el paso de la luz, hasta que la estancia quedó en penumbras. Cada uno podía distinguir la silueta del otro entre las sombras, hasta que sus ojos se fueron acostumbrando al nuevo ambiente. Fue entonces que Misao vio los profundos ojos azules de Aoshi, ahora fijos en ella. Y sin más, él se acercó y la besó. Era un beso suave, dulce... que poco a poco se fue transformando en un beso apasionado, en un combate entre los labios de ambos. Era como si cada uno tuviese una insaciable sed del otro, como si no existiese nada más que ese beso eterno que llenaba de calor sus cuerpos, que hacía experimentar en Misao sensaciones que nunca antes había tenido.
Él la tomó en sus fuertes brazos y la acostó en la gran cama, colocándose a su lado. Entonces volvieron a besarse con más ardor que antes, mientras que los brazos de Misao rodeaban el cuello de Aoshi y las manos de éste acariciaban el cuerpo de su ahora esposa por encima del kimono nupcial. Comenzó a desatar el obi con delicadeza, mientras Misao aflojaba el gi de Aoshi. Cuando las delicadas manos de la joven entraron en contacto con la piel del ninja, éste notó que estaban frías.
- ¿Nerviosa? -preguntó él, su mirada fija en los ojos de Misao y sus manos acariciándola suavemente.
- Un poco... -sonrió tímidamente. Pero muy a pesar de su leve nerviosismo, lo deseaba... Y mucho. A pesar de nunca haber hecho el amor con nadie, sentía un intenso fuego en su interior que la consumía y sus instintos le dictaban lo que debía hacer para apagarlo...
Tomó a Aoshi del cuello y lo acercó para besarlo de nuevo. Sentir los labios del hombre que amaba al compás de los suyos era algo que nunca quería dejar de sentir. Él consiguió hábilmente retirar el kimono nupcial y comenzó a explorar con sus labios el perfecto cuerpo de Misao. Inició besando suavemente su cuello a la vez que con sus manos bajaba hasta los delicados senos de la joven y los acariciaba con delicadeza.
Misao soltó un leve suspiro. Se sentían tan bien las manos de Aoshi acariciándola, produciéndole esa deliciosa sensación de leve cosquilleo que recorría su cuerpo... Sabía que su cuerpo era muy delgado, que sus senos eran muy pequeños y sus caderas muy estrechas... Mucho tiempo le había preocupado no gustarle a Aoshi en ese aspecto, pero el rostro de fascinación que tenía él ahora, mientras la contemplaba, hacía que sus temores desaparecieran... Y como si él supiera lo que ella estaba pensando, susurró a su oído:
- Eres perfecta... -su voz tenía un aire sumamente sensual, mientras que el suave roce de sus manos demostraba que sus palabras eran ciertas. Y sus labios tomaron el lugar de sus manos en los perfectos senos, a la vez que Misao suspiraba cada vez más intensamente al sentirlo.
Estaba en la gloria. Nunca antes había tenido una sensación tan placentera. Sentía cómo su corazón bombeaba fuertemente, mientras que los escalofríos de placer en su espalda se habían hecho permanentes. Una de sus pequeñas manos comenzó a acariciar el negro cabello de Aoshi, mientras de manera instintiva lo oprimía más contra su pecho y entre tanto, él se deleitaba no sólo al sentir la tersa piel y el delicado aroma de la mujer que amaba, sino también al escuchar los gemidos de placer salir de sus labios.
Sin darse cuenta en qué momento, con un rápido movimiento, Misao lo hizo recostarse. Acarició su rostro, mientras miraba por unos segundos esos profundos ojos azules que la llevaban a la locura y besó sus labios como nunca antes lo había hecho, mientras comenzaba a reconocer con su tacto las amadas facciones del ninja. Sus besos pasaron de los labios a las mejillas y luego al cuello, mientras sus manos se posaban en sus perfectos pectorales y acariciaban los surcos de sus cicatrices, esas cicatrices que contaban la historia de aquel hombre que había amado desde siempre. Luego de dibujarlas con sus manos, las recorrió con sus labios mientras acariciaba los costados del cuerpo de Aoshi, su bien formado estómago, mientras él suspiraba levemente.
- ¡Dios! -exclamó Misao.- Te amo tanto...
Sus labios volvieron a unirse, mientras que sus instintos le dijeron que debía deshacerse de todo aquello que impidiera el pleno contacto de las pieles de ambos y así lo hizo: Las últimas prendas de ropa terminaron en el piso y volvieron a besarse lenta, pero sensualmente, mientras Aoshi se posicionaba sobre ella, sintiendo esta vez por completo el calor de su cuerpo, el roce de sus caderas... Había llegado el momento en el que dejarían de ser dos personas para convertirse en una, uniéndose en esta lenta danza amorosa...
Misao sintió una leve punzada de dolor, soltando un leve quejido que se perdió en el profundo beso que Aoshi le dio en ese momento, esperando que su cuerpo se acoplara a él. Acarició su rostro para relajarla, mientras la miraba profundamente. Luego de un momento comenzó a moverse, mientras que el leve dolor de antes se transformaba en el más dulce de los placeres, que se iba volviendo cada vez más intenso a medida que el clímax se iba acercando... Ambos podían sentirlo... Misao pronunciaba el nombre de Aoshi entre suspiros entrecortados por su agitada respiración, mientras que él arremetía cada vez más fuerte. Y el clímax llegó. El cuerpo de Misao se estremeció como nunca antes lo había hecho, mientras una nueva sensación recorría su cuerpo de pies a cabeza. Los músculos de Aoshi se tensaron, llevándolo al culmen del placer.
Cayó exhausto al lado de Misao, mientras ésta se recuperaba de toda la gama de nuevas sensaciones que había experimentado esa noche. Cuando sus respiraciones se normalizaron un poco, la joven se volvió hacia él y extendió su mano, acariciando los cabellos de ébano del hombre que ahora era suyo, así como ella era de él... Suyo... Ambos se pertenecían ahora mutuamente y para siempre Aoshi se volvió hacia ella y tomándola de la cintura, la abrazó contra sí. Ella se acomodó en el perfecto pecho del ninja, cerrando sus ojos y disfrutando de la nueva felicidad que embargaba su corazón.
- Te amo... -susurró él en su oído.
- Y yo a ti. -sonrió ella, dándole luego un pequeño beso en los labios.
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Ésa era sin duda la más hermosa de todas las noches. La luna y las estrellas brillaban en lo alto del cielo, no había ni una tan sola nube y la brisa soplaba lentamente, haciendo una delicada música al pasar entre las ramas de los árboles. Pero para la joven Okashira de los Onniwabanshuu, esas eran nimiedades comparadas con la gran luz de felicidad que emanaba de su corazón.
Su Aoshi-sama estaba acostado a su lado y dormía pacíficamente. Pero no era más su "Aoshi-sama", sino su esposo. Su rostro estaba sereno y ella podría pasarse en resto de su vida tan sólo contemplándolo... Atrás habían quedado los problemas. Atrás habían quedado las interminables batallas de su mente contra su corazón. Éste último había ganado totalmente, para suerte de ella. Atrás habían quedado también las batallas sangrientas. Lo único que vislumbraba ahora su vida serían años felices. Quizás vendrían otras batallas muy distintas a las enfrentadas hasta el momento, eso sólo Kami-sama lo sabía; pero sabiendo que Aoshi la amaba, sería capaz de enfrentar todo lo que se presentase.
Por lo menos ahora sabía que para conseguir la felicidad siempre hay que librar una dura batalla.
"La felicidad siempre se encuentra... después de la batalla..."
OOOOO EL FIN OOOOO
(1) Si recuerdan la fiesta del Tanabata, que se celebra el 7 de julio, se basa en una leyenda de dos enamorados que se convirtieron en estrellas y estas estrellas (Altair y Vega) se juntan en el cielo sólo una vez al año. Se dice que si una pareja se compromete en este día, su unión será bendecida para siempre por estos estelares amantes. (Y como extra: ese capítulo de Rurouni donde sale el lío del anillo en la fiesta del Tanabata es, a mi parecer, el más gracioso de todos, jajaja!)
Lita solloza releyendo lo escrito pero no llora por lo cursi... llora por el lemon
¡Es que no saben lo que me ha costado escribir eso! TT He pasado NOCHES escribiendo de pedacito en pedacito¡porque es la primera vez que escribo uno! Y quería algo que fuera romántico, no pornográfico (que es lo más fácil), pero bueno, ustedes dirán qué tal. Y no me gusta la idea de Misao "Temerosa como una novia en su noche de bodas" porque... ¿Quién le tendría miedo a semejante pedazo de hombre?
Se preguntarán qué demonios hacían Saito Tokyo y Eiji en la boda. Pues esperen algún día la Extra Story donde cuento cómo fue que la conocieron.
Agradecimientos a:
sakuyastar (AMIGA MIAAAA! Ese lemon va dedicado a vos XD Que vos me lo pediste!), Ceci-Shinomori (Gracias por las flores!) Alcione Yil de Cfiro (Pues sí. Un final feliz para compensar lo triste. Aunque te digo que "De Amor y Dolor" será el único fic triste que escribiré. No me gustan ese tipo de historias. ¡Suerte con tus cosas!), Angel Nemesis (Oh, sí. Esta historia acaba más que bien, jeje. Y es que se lo merecen.), gabyhyatt (Que a ver si te gusta este capítulo ), Mikomi (Tú no querías que acabe... ¡Pero yo ta tenía prisa! Tengo cinco ideas más de fics AM que quiero llegar a escribir antes de morir, jejeje... Es que esta pareja es mi obsesión!)
Si alguien tiene la misma extraña costumbre que yo de coleccionar fics ajenos y desea que se lo mande, mándenme un e-mail y con gusto lo haré. (Sólo díganme si lo quieren en word o un zip (o rara) con los capítulos separados en notepad.)
Y creo que eso es todo. ¡Este fic se terminó! Y ahora, a lo que sigue.
Lita Kino.
