Lo que no se vé, no existe.

Por: Kijin Honjo

El niño continuaba mirando por la ventana cuando Gyokutei llegó. En verdad no podía comprender por qué lo hacía. Todos los días, desde que lo había traído a su casa, hacía lo mismo. Le ofreció algo de comer y él lo rechazó así como el vino y el zake. Otras veces se había despegado de la ventana para extender su pequeña mano y tomar un pedazo de pan. En verdad, Gyokutei no sabía qué era lo que buscaba allí afuera, en el bosque. Aquel niño parecía haber comprendido desde el primer día que se encontraban en una casa de monte; él no tenía nada allí, más que a su maestro Gyokutei. Y sin embargo, ahí estaba, inmóvil, mirando por la ventana.
Cuando llegó la hora de entrenamiento, quiso hablar con el niño, pero sólo consiguió que sus ojos se entristecieran. Pensó que quizás, lo que deseaba era un poco de compañía. Se mantuvo a su lado más que antes y sin embargo, su pequeño discípulo continuó enamorado de esa ventana. Día tras día, el niño no sacaba sus ojos de ella y cada vez que intentaba hablar, no hacía más que causarle llanto. Obviamente había algo malo allí, algo que lo molestaba. Solo no se podía sentir porque, a pesar de vivir casi aislado en una extensa montaña, su maestro estaba todo el tiempo que podía a su lado.
Una tarde, Gyokutei llegó y encontró al niño llorando, sentado bajo la ventana. Rápidamente decidió llevarlo monte abajo, con los ningens, quizás así se despejaría. En el camino vieron muchas rarezas y compraron algunas cosas. Entonces pasó a su lado una pareja con un niño de la edad de su alumno. Al ver éso, el niño se aferró a la capa de su maestro y hechó a llorar. Finalmente Gyokutei razonó: "a este niño le falta una madre" ¿Pero dónde podía encontrarla? Perdiendo toda esperanza de encontrar una buena compañera, llegó a su mente Ryukitsu.
Arregló una cita con la bella mujer, para que así su alumno la pudiese conocer; si embargo, él la rehusó todo el tiempo. En verdad, huía de todo contacto que no fuese el de su maestro. Ya del todo desesperanzado decidió que éso sería algo que su discípulo debería olvidar. Pasados los años, llegó el último día en que el niño vió por la ventana:
Gyokutei llegaba, bastante cansado, hubo reunión en la corte y en verdad había sido devastador. Lo primero que vió, fue a su alumno mirando por la ventana; en verdad se sintió frustrado; perteneciendo a la elite Shinjin, considerados los mejores maestros; siendo uno de los que más resaltaban (sobre todo por su seriedad) y jamás haber fallado con uno solo de sus alumnos... jamás pudo saber lo que ese niño miraba por la ventana.
En verdad, el pequeño no miraba "algo", sino a "alguien", una persona que, quizás, algún día llegase. Estaba feliz en ese lugar, su maestro era recto, pero siempre le daba lo que necesitaba. Los días eran buenos... pero faltaba algo. Sabía que no valía la pena esperar, él jamás volvería; pero la esperanza se puede perder, mas no la insistencia o quizás un capricho. Era cierto, él lo había abandonado... pero quizás su padre estaba arrepentido en algún lugar.
Y de hecho, en algún lugar su padre seguía con lo suyo, sin saber el rico futuro que le esperaba a su hijo. No sólo fama como guerrero, también como genio. "Pero lo que no se ve no existe", razonaba él y ese pequeño aún era un niño... Pero ahora el niño razona como hombre... ¿Qué sentido tiene seguir mirando por la ventana? Lo que no se ve, no existe...

FIN