Capitulo 33.- Progreso y Retroceso.

Harry caminó a la oficina de Snape, todavía sintiéndose incomodo pero no tanto como las otras veces. El había pensado acerca de la platica que había tenido con Snape una y otra vez desde el día anterior. El también se acordó de lo que había dicho Lupin. El sabía desde hace mucho tiempo que necesitaba aprender oclumencia, pero nunca había pensado que sí no lo hacia Voldemort podía descubrir que Snape era un espía de Dumbledore, eso lo hacía sentir mal. Lo último que necesitaba es que alguien muriera por que cometió un error.

"Potter, ¿Practicaste anoche?" Snape preguntó cortante.

El asintió.

"Legilimens" Snape le lanzó el hechizo tan rápido que no tuvo tiempo de defenderse.

El tío Vernon lo había agarrado bruscamente para después encerrarlo en su cuarto. La siguiente imagen fue la de los barrotes de seguridad en la ventana. Luego Harry acostado en su cama sintiéndose miserable y con un nudo en el estómago.

A pesar de todo el logró quedarse levantado y respirando agitadamente. El parpadeó y trató de tomar aire dándose cuanta de que el hechizo había acabado.

"Mucho mejor, especialmente por que no te di tiempo para prepararte" Snape dijo. "¿Por qué te encerraron en el cuarto?"

Harry temblando se sentó en una de las sillas del escritorio de Snape. "El tío Vernon tenía una fiesta con unas personas importantes, y Dobby el antiguo elfo domestico de los Malfoy estaba intentando alejarme de Hogwarts en el segundo año, y con magia le tiró el postre a uno de los invitados. Y me encerraron en el cuarto donde se suponía debía quedarme para siempre, pero Ron y sus hermanos me sacaron más tarde esa noche."

"Ya veo." Dijo Snape. "Tratemos de nuevo."

"Bueno."

"Legilimens."

La tía Petunia le gritaba. "Vete a tu cuarto, desearía que tus padres no hubieran muerto y no tuviéramos que cargar contigo." La siguiente memoria era de un Harry más joven con sus brazos abrazando sus rodillas en la alacena bajo las escaleras mientras Dudley tenía su fiesta de cumpleaños a la cual no estaba invitado. La tercera memoria era la de su tía Marge insultando a sus fallecidos padre.

Esta vez él calló de rodillas, pero temblorosamente logró levantarse. El había logrado aclarar su mente antes de que Snape terminará el hechizo.

Snape se veía sorprendido. El nunca se había dado cuenta de lo mala que había sido la infancia de Potter.

Harry odiaba que Snape tuviera que ver todas esas memorias ya que el todavía no podía bloquearlas.

"Estas mejorando, pero obviamente todavía no puedes bloquear todas esa memorias ya que estas hacen que sigas reaccionando débilmente. ¿Siempre te trata de esa manera tu tía?"

El asintió.

"¿Alguna vez ella o tu tío te han golpeado?" Snape preguntó.

Harry se puso a pensar. "Siempre me castigaban cuando hacía lago mal, pero nunca me castigaron al grado de golpearme."

Snape suspiró con alivio. "Por lo menos no hicieron eso. Nada puede destruir a un chico a tal grado, que no ser querido y que además se le golpee"

Harry se preguntó sí Snape estaba hablando de sí mismo. Pero no se atrevió a preguntar ya que por fin por lo menos se aguantaba.

Hermione estaba muy concentrada en su libro de Animagia pero inexplicablemente su concentración se rompió y levantó la mirada. Malfoy acababa de entrar en la librería.

El caminaba lento, como sí estuviera cargando con un peso muy grande sobre sus hombros. El tenía la mirada perdida y se le veía cansado, como sí el tuviera mucho en que pensar y poco tiempo para dormir. Él de repente la vio y sus ojos fríos se entrecerraron. Aun a mitad de la sala ella podía ver las ojeras bajo sus ojos.

El con pocas ganas se dejó caer en una silla que estaba a dos mesas de donde se encontraba ella,

Ella no podía describir el sentimiento que la llenaba cada vez que veía a Malfoy. Desde que lo había encontrado en la niebla, algo acerca de él hacia querer acercársele y tratar de ser su amiga. Ella sabía que Ron la juzgaría de loca sí lo hacia. Cada vez que miraba a Malfoy ella sabía que algo lo había cambiado y que ya no era tan malicioso, o por lo menos ya no era el chico malvado que disfrutaba causando dolor y miseria.

¿O era intuición femenina o estaba cometiendo un error de juicio? Es decir, él había aceptado su disculpa acerca del elfo, y en la cabaña cuando ella lo abrazó él dejó descasar su cabeza sobre su hombro, pero eso de seguro era por el dolor que sentía en el tobillo. Luego pensó cuando lo había encontrado llorando en la neblina y las palabras de Harry acerca de cómo lo había encontrado llorando en el hombro del Profesor Snape. Malfoy nunca había llorado incluso cuando se lastimó en la clase de Hagrid, y tampoco cuando Moody lo había castigado severamente hace dos años. Algo lo debió haber hecho sentir realmente mal, y cualquier cosa que esta fuera todavía no había terminado por que él todavía se veía completamente miserable.

Ella dejó su libro a un lado y fue hacia él.

El la miró con resentimiento. "¿Qué quieres?" El dijo calmado pero con un dejo de molestia.

Ella no dijo nada, decepcionada de que otra vez se estaba comportando como un odioso de nuevo. Ella levantó los hombros lo que hizo que el se molestará aun más.

"Ya escúpelo sangre sucia, ¿qué quieres?" El hablo más fuerte y su voz sonaba ronca.

"Sólo quería ver sí estabas bien, por que no te veías muy bien que digamos, pero como sigues siendo el mismo odioso de siempre, olvídalo, no me importa" Los ojos de Hermione se veían llenos de enojo y se regresó por donde había llegado.

El le gritó cuando esta se iba. "Pues a mi tampoco me importa, así que déjame en paz."

Su corazón latía rápidamente y él enojado se puso a leer su libro de pociones de nuevo. El casi deseaba no haberle gritado. Verla a ella le recordaba a Potter y como Snape lo estaba ayudando. Le dolía la cabeza y se tocó la frente. Y a través de los mechones de cabello rubio que le caían en la cara, el miró a Granger de nuevo, pero ella ya estaba concentrada en su libro.

Hermione estaba furiosa consigo misma. ¿Por que se había molestado en tratar de ser su amiga? Él era un boca floja, un miserable, un tipo malvado y ello no gastaría un segundo más en él. Ella levantó la mirada para verlo de nuevo. El estaba encogido en su silla con una mano en la cabeza, su cabello rubio le cubría los ojos. El se veía desolado. Ella resopló, él se lo merecía. Nunca más se permitirías sentirse mal por lo que pasará con él.