Digamos que tuve un pequeño problema con el mismo programa de asi que si no pueden leer bien las conversaciones debido a que no hay guiones, lo siento mucho. Inténtenlo como puedan.

11. Un adiós... por ahora.

Sobre sus ojos azules se reflejaba la luz que entraba por la ventana, del recién salido sol de invierno. Se entrecerraban y abrían constantemente, con nerviosismo, con intranquilidad. Su cabeza descansaba en la puerta, terriblemente nublada por las preocupaciones. Su corazón iba acorde con la sensación que la invadía en ese momento: puro pánico. No había podido descansar en toda la noche debido a eso, y también a la incansable cafetera mediante la cual se llevaba tomando tantos cafés.

Su mano en la barbilla, su vista perdida, sus labios abiertos... y de pronto, su otra mano se dirigió a su estómago, no pudo evitarlo, sentía una extraña pero agradable sensación. Sentía como si algo, aún tan pequeño como era, estuviese habitando en ella, y lo pudiera cuidar. Se levantó pensativa.

Su magnífico plan: iba a contarle al novio antes de la boda que esperaba de él algo más que una sincera reprimenda por no querer estar en el compromiso, porque estaba segura que a la boda no iba a aparecer... Pero de una cosa si estaba segura, no la anularía si no le decía al rubio que estaba embarazada.

Siguió andando alrededor de la cocina y miró la hora, eran las nueve y media, y la boda para las doce. Primero hablaría con su madre, por mucho que sus hermanos se interpusieran. Salió de la pequeña cocina de puntillas evitando despertar a la morena con la que vivía. Se fue al final del pasillo pasando por el salón, hasta llegar a la habitación, coger la ropa y empezar a vestirse. Se miró la tripa, la cual todavía no había empezado a agrandar, y una pequeña sonrisa se le escapó cuando se imaginó lo grande que llegaría a estar.

Suele pasar que empieces a tener ilusiones con la tripa, y lo que será... eres igual que yo- la miraba tranquilamente mientras se pasaba la mano por su tripa- Te vistes, pero no para tu boda... dime algo¿te vas a marchar como pensabas hacer la última vez? No creo que sea de valientes huir cada vez que la ocasión se tuerce complicada... – ahora la estaba mirando duramente desde la puerta, pero la pelirroja ni siquiera la miró, sólo siguió metiéndose un pantalón.

No, ahora no estoy como para ser cobarde... no me voy a casar, pero lo que si voy a hacer es decirle al padre de mi hijo que tenemos algo más en común que el color de los ojos... – la miró de reojo seriamente.

Ni siquiera tenéis los ojos del mismo color... – la morena cerraba los ojos pensativa mientras la pelirroja se cruzaba de brazos mirándola disgustada-... el los tiene más claros que tú- abrió los ojos justo cuando la chica pasó por su lado.

Bueno, al menos una sola cosa tenemos...

¿No que no pensabas decírselo?

Cambié de opinión... – la morena la siguió rápidamente hasta la puerta de entrada donde la chica de ojos azules cogía el bolso y el abrigo.

Bueno, entonces espero que tengas suerte... porque no pienso preguntarte como diablos cambiaste de opinión en un día.

No lo preguntes, no te pensaba responder de todas formas... – la chica le sonrió mientras la pelirroja le respondía-... primero iré a hablar con mi madre, quedé con ella en Hogsmeade.

Adiós Ginny, si te fugas me lo dices¿de acuerdo? Así no pensaré que huyes por haber matado al insensato de tu marido... – la chica torció una ceja con una sonrisa ladeada.

Ok, Hermione, pero es mi prometido... aún no llegó a ser mi marido– salió de la casa, despidiéndose con la mano, de la morena.

El día era brillante, muy ameno para poder decir que estábamos en los días más fríos de Diciembre. El tejado de cada una de las casitas de Hogsmeade se dibujaba de color perla brillante, resplandeciendo como por arte de magia, contrastando con el cielo de azul vertiginoso. Las calles del pueblo estaban llenas de gente para tan tempranas horas de la mañana en un fin de semana, niños y mayores recorrían de un lugar a otro todos los rincones de las tiendas, saliendo con deliciosos dulces, preciosos animales, fantásticas escobas, joyas espectaculares... Y no a menos de unos metros de allí, quizá a doscientos metros y un poco apartado del susodicho pueblo, se erigía una gran puerta, la cual parecía que no daba a ningún lugar... pero atravesando sus puertas de roble y sus columnas de mármol, pasando un laberinto de pasillos, lograbas llegar a una gran estancia, llena de gentes de todos los lugares. Centro de Translaciones Internacionales, su nombre indicaba.

Cerca de allí había una pareja, que parecía despedirse. Un chico rubio posaba unas maletas en el suelo mientras abrazaba a una rubia.

Draco, eres un inepto, cuando lo sepa esa tonta pelirroja te va a asesinar. Te buscará por todos los rincones del planeta sólo para ahogarte con sus propias manos... – en su cara se denotaba tristeza mientras lo miraba melancólicamente.

Ya, bueno, intentaré esconderme bien... – la rubia dejó escapar una lágrima que rápidamente ocultó-... Pansy, lo tuyo no son los sentimentalismos, será mejor que no llores... - aunque suene estricto y duro lo dijo muy suavemente viéndola tristemente.

Eres un tonto. No entiendo aún, como yo pasando siete años contigo, no te cambié y ella te ha podido cambiar tanto... nunca le has dirigido a nadie una mirada tan dulce, siempre escondías a todos tus sentimientos... – miró hacía otro lado recelosa.

Vamos... eran cosas mías, no quería involucrar a nadie en los problemas de mi familia por aquél tiempo, las cosas han cambiado demasiado- le puso una mano en la cara.

Tanto que ahora te vas con chicas totalmente distintas a lo que quieres... - lo miró fijamente-... bueno, querías, aunque nunca llegué a saber realmente lo que querías.

Sabes perfectamente como soy... siempre lo has sabido. Bueno, nos vamos despidiendo¿de acuerdo?- la rubia lo abrazó de repente fuertemente.

Justo cuando estabas siendo tan dulce, lo fastidiaste... como siempre, Draco- se apartó y asintió contenta- Yo me voy ya, se me hace tarde, tengo que resolver una cosa con tu empresa que tu mismo me dejaste a hacer... – le guiñó un ojo y se despidió con la mano- Buen viaje... – la rubia se dio la vuelta dispuesta a irse, mientras el chico se quedó allí traspuesto.

Justo cuando estaba apunto de salir por la puerta, volvió la vista para ver al que pronto dejaría de ser un Malfoy, para darle al apellido un nuevo sentido... Estaba mirando algo, estaba mirando un anillo en su mano. Recordó que el rubio, cuando volvió de la fiesta lo traía. No le había preguntado de donde lo había sacado, pero seguramente sabía quien se lo había dado... Atravesó la puerta pensativa, y justo cuando la pasaba y se cerraba, se le vino a la cabeza que seguramente lo que haría le costaría la amistad del rubio, pero claro...

... es por su bien- una sonrisa surcó su cara. Mientras saltaba el escalón de la puerta tras salir de los interminables pasillos, corrió directa hasta la taberna más próxima de Hogsmeade.

No muy lejos del lugar estaba una pelirroja mirando sus manos alrededor de un vaso de cerveza de mantequilla. No dejaba de ver los grumos y las burbujas que se formaban en la superficie mientras una mujer de su mismo cabello estaba delante de ella, impasible, y mirándola fijamente. Hacía un agradable calor allí dentro, estaba todo adornado para tan entrañable época del año, y duendecillos iban de mesa en mesa colgando acebo entre las parejas.

Ginny... sé perfectamente lo que quieres decirme, y creo que debes saber que te quiero y te apoyaré hagas lo que hagas pero... –a la mujer se le arrugó el ceño acentuadamente.

Mamá... sé lo que vas a decir. Que soy muy joven para tener hijos y que además me he quedado embarazada por un dichoso error... – la pelirroja evitaba mirarla a los ojos mientras también fruncía el ceño seria y un poco cabreada.

Exacto... ¡todo por un determinante error! No te he educado para que te pasara eso... – la miró duramente, para pasar a un suspiro cansado-... Gin, querida... sé que tú eres incapaz de tener equivocaciones tan graves, ni de liarte tanto con un hombre así como para casarte dentro de dos horas... – la miró tristemente.

Mamá...

Sólo dime una cosa, y después te diré si tus hermanos tenían razón o no... – era la primera vez que la pelirroja levantaba la vista. Sus ojos azules se dirigieron a los marrones avellana de su madre, le dolió, le dolió ver a su madre tan triste y demacrada-... sólo dime si lo quieres.

A la pelirroja se le abrió la boca, intentando dar una explicación convincente, para dejar a su madre tranquila y decirle que ya volvería a su casa, que le diría al rubio todo, claro, pero que dejaría que se fuera y por una vez la dejara en paz.

Abrió la boca seguidas veces, pero su garganta se ató en un fuerte nudo y las palabras no le salían. Se llevó la mano a la frente furiosa consigo misma... no se podía mentir así misma, y lo necesitaba de verdad, porque sin fuerza con que seguir adelante, sin él, no sabría como iba a sobrevivir.

Demonios, como he podido a llegar a amarle tanto... – fue lo único que salió de su garganta, un gruñido quebradizo, casi audible, que a su madre ni siquiera le hizo falta escuchar para darse cuenta de los sentimientos de su hija.

Le cogió la mano acariciándola, mientras Ginny abría los ojos sorprendida de que su madre no se hubiese molestado de tal afirmación.

Sabía que era imposible, que si tienes esa pequeña criatura es porque es fruto de su amor... – la miró dulcemente sonriéndole-... que no digo que esté bien¿eh? Por favor, Gin, ése es un fallo que no debiste cometer... – la pelirroja se sonrojó avergonzada.

Mamá... – la recriminó suavemente, y sonrió contenta mientras le apretaba la mano. En la pequeña taberna, se escuchó un ligero ruido mientras la pelirroja abrazaba a su madre por encima de la mesa.

Un hombre moreno, con ojos cansados y negros se acercó, su voz era pausada y empalagosa. Era ya mayor, con unas cuantas canas que le aparecían en la cabeza. Seguramente sería el camarero, o el dueño de la taberna.

Srta. Weasley, preguntan por usted en la chimenea... – la pelirroja lo miró con una ceja en pose interrogativa, viendo alternativamente a su madre.

¿Quién es?

Una señorita rubia... se identificó con el nombre de Pansy Parkinson- la miró serio, esperando que se levantara para que lo acompañara hasta el lugar donde se encontraba la chimenea.

Dígale que...

Dijo que era muy importante, llegó por la red flu y está en aquella habitación... le señaló a lo lejos una puerta al lado de la barra.

¿Por qué diablos no viene hasta aquí?- el hombre se encogió de hombros. Ginny buscó en su bolso una pequeña libreta y un bolígrafo. Lo puso encima de la mesa y garabateó unas cuantas palabras, mientras fruncía el ceño.

¿Qué haces, pequeña?- su madre la miraba extrañamente.

Le dejaré una nota de que no puedo hablar con ella, no tengo tiempo de rivalidades... – se la dio al hombre mientras miraba a su madre tranquilamente, el hombre desapareció camino de la pequeña sala-... mam�¿nos podemos desaparecer a otro sitio?

De acuerdo, querida... ¿qué tal al apartamento de tu hermano?

¿De Ron?- la miró recelosa-... mam�, por favor, no me hagas tener que verlo...

¿A cuál de los dos? – la madre la miró bondadosamente.

Lo de Harry ya pasó... – apoyó su cabeza en la mano mientras cogía a su madre de la mano-... vamos al Londres muggle¿bien?

Bueno, vamos... – desaparecieron justo cuando una puerta de roble roja al fondo se abría fuertemente dejando ver a una rubia que vio a las dos mujeres irse.

Demonios... – se mordió el labio contrariada-... ahora si que es verdad que no sabré donde se metió, porque supongo que Granger no será adivina... – se puso a pensar preguntándose si enviarle una lechuza o algo por el estilo-... de acuerdo, llamaré de nuevo a Granger y ella me dirá algo.

Mientras la rubia se daba media vuelta rápidamente, para no perder ni un solo segundo, las dos mujeres pelirrojas aparecieron en un pequeño parque donde solían aparecer los magos para llegar al centro del Londres muggle.

Bueno¿nos sentamos un rato en un banco y hablamos?- la joven le asintió sin decir palabra. Se dirigieron ambas hasta un banco pequeño que había cerca y se sentaron.

Esto... mamá – miraba hacia el suelo nerviosa-... antes de nada, quería preguntarte si pensabas venir a mi boda.

Claro hija, tu padre y yo siempre te apoyamos hagas lo que hagas...

¿Y como que no estás histérica como en las bodas del resto de mis hermanos?

¿Y por qué estás tú aquí? La novia... ¿a tan sólo poco menos de dos horas aquí?

Bueno... es que yo...

Hija¿piensas casarte hoy?- la miró a los ojos profundamente mientras la pelirroja movía las manos frenética.

No... eso pensaba decirte- se echó hacia atrás cerrando fuertemente los ojos y suspirando-... el caso es ése, no me voy a casar con él.

Me lo imaginé cuando estábamos en la taberna, eso o que no estabas muy nerviosa en casarte, pensando que no lo querías- la pelirroja negó suavemente a lo último.

Hubo un silencio entre las dos durante unos momentos, un silencio que llegó a ser inquietante.

Mamá... ¿me ayudarás a cuidar del pequeño?- la chica se echó la mano a la barriga mientras miraba a su madre melancólicamente, su madre se sobresaltó mientras se le saltaban las lágrimas, y le puso contenta la mano en la barriga, justo cuando a la pelirroja le dio una carcajada de alegría.

El cielo brillaba azul intenso, mientras el sol se ocultaba entre algunas nubes que rondaban sin descanso por la eterna bóveda celeste. Los ojos azules de la pelirroja pasaron por aquella luz brillante que se entreveía por las nubes, pensando porque la vida a veces podría aportar cosas tan malas, y otras veces, momentos tan dulces como aquél.

Dos ojos grises también se reflejaron en el cielo, aburrido de tanto esperar a que llegara la hora de partida. Las idas y venidas internacionales estaban reguladas y controladas. Cada persona tenía que salir a una determinada hora, y su viaje se realizaría a las once y media de esa misma mañana, justo media hora antes de casarse.

Creo que es lo mejor para los dos... – su cara se apoyaba en unas cristaleras simuladas que daban a la parte de fuera, por donde se veía el pueblo de Hogsmeade brillante. De repente, algo empezó a vibrarle en el bolsillo, y sacó inmediatamente el móvil asustado. ¿Sería quien creía que era?-... ¿Sí?... Mam�, que te pasa, parece como si estuvieses llorando- se preocupó de sobremanera-... mam�, tranquila, voy para allá... – se miró el reloj preocupado, si su madre necesitaba ayuda no pensaba dejarla tirada, se fuera o no a Estados Unidos.

Desapareció mientras guardaba el móvil en el bolsillo del abrigo. Pronto llegó al lugar desde donde lo había llamado su madre. Corrió desde su cuarto, tirando el abrigo a la cama, y corriendo hasta el salón. Su madre estaba al lado del fuego mientras su mano tapaba su cara.

Mamá...

Hijo... – la mujer se levantó y algo asustada fue a abrazarle-... Draco, cariño¿dejaste la empresa de tu padre? Tu padre se ha enterado y se supuso que fue porque te ibas a casar con ella- lloraba en su cuello-... pensaba que iba a hacerte algo, se fue muy furioso, no sé lo que puede hacer cuando se enfada.

Mam�, no pasa nada, no me va a hacer nada, tranquilízate... – un portazo se escuchó de pronto y tanto la madre como el hijo, asustados por tremendo ruido, se quedaron mirando la puerta del salón.

Fueron unos momentos eternos y cruciales, mientras unos pasos huecos se escuchaban. Ambos sabían a ciencia cierta quien era la persona que estaba allí... y sabían perfectamente la reacción que podría tomar si veía al rubio allí. Y ocurrió. Sus cabellos platinos y su capa oscura aparecieron por la puerta, como haciéndose de rogar para dejarse ver en tan infinitos momentos desde la puerta hasta el salón.

La vista del hombre recorrió la estancia hasta el lugar donde estaban los dos, haciendo especial detenimiento en su hijo. Su ceño se curvó de cruel manera. Dio dos pasos definitivos, sacando la varita en mano, dispuesto a pelearse con su propio hijo. El rubio contestó de igual manera, pero fue entonces cuando la rubia se interpuso en medio.

¡Lucius! Déjale en paz... – la mujer con mirada superior miró fijamente sus ojos también grises, poniéndose delante de su hijo-... ya es hora de que admitas que no puedes controlar su vida.

¡Cállate Narcissa! Expelliarmus- la mujer salió despedida hacia el lado mientras el hombre sonreía maliciosamente.

Accio sofá – el rubio estuvo a tiempo de que cayera en el sofá la mujer. Se levantó tocándose la cabeza... - Mamá... ¿estás bien?

Sí...

Lo siento... Desmaius – la mujer cayó inmediatamente desmayada en el sofá. El rubio ladeó una sonrisa cruel, dirigida a su padre, mientras cerraba los puños con fuerza-... nunca la has querido.

Te equivocas, creo que hasta que tu naciste éramos muy felices... – lo miró con desprecio.

Ya no me afecta tu palabrería sin sentido... la única que me interesa ya de esta familia es mamá. Dejaste de ser mi padre desde que supe que sólo me utilizabas... Expelliarmus – el hechizo pasó por su lado sin tocarle.

Con tan simple hechizo dudo que llegues a hacerme nada... Diffindo – el hechizo le dio de lleno cortándole la ropa que llevaba y haciéndole varias heridas. Se encogió un poco, adolorido, pero levantó de nuevo y le lanzo nuevamente un hechizo.

Al cabo de una media hora, los dos estaban muy cansados, y Draco estaba quitándose sangre de la boca, su padre estaba muy magullado, incluso más que él ya que era mucho mayor y aguantaba menos. A su padre le estaba fallando la vista, no sabía exactamente porque, pero seguramente sería por el cansancio. Ése sería el momento indicado para poder arrebatarle la varita o desmayarlo.

¡Desmaius! – como él temía, le dio de lleno al no esperárselo, estando más ocupado en intentar enfocar bien a su hijo. Cayó al suelo como el plomo, haciendo que el rubio cayera también de rodillas en el suelo cansado. Vio a su madre en el sofá aún desmayada y decidió que lo mejor sería llevársela de allí-... pero no puedo dejarla más tiempo con mi padre, nunca más la dejaré sola, lo ha estado demasiado tiempo estos años... –llegó hasta ella acariciándole la cara-... la llevaré conmigo, y empezaremos de nuevo otra vida, nos merecemos una oportunidad fuera de esta casa y este apellido... Finite incantatem- la mujer empezó a abrir los ojos lentamente mientras intentaba levantarse, el rubio la cogió de los hombros y la elevó poco a poco.

Draco... ¿qué ha pasado?

Nada, nada... que nos vamos de aquí- la cogió de la mano y tiró de ella.

Pero...

Mamá... – la miró a la cara-... verás, no pensaba casarme hoy... - bajó la vista al suelo seriamente-... y me pensaba ir a Nueva York...

Pero si eso está...

... en Estados Unidos, sí. Quiero que te vengas conmigo, por favor, no voy a permitir ni un solo momento más que te quedes con él... – miró hacia el suelo viendo al hombre tirado y malherido.

Draco, estás herido... – la mujer lo miró sorprendida

No importa¿te vendrás conmigo?- la rubia lo miró nerviosa, aún sin saber que decidir. Miró a su marido en el suelo, mientras una lágrima corría por su cara-... mam�, por favor, vente conmigo...

Sabes... en Estados Unidos vive mi prima Alice Black... – le sonrió dulcemente-... pero antes te curo esas heridas.

Caminaron fuera del salón hacia la cocina lentamente mientras, el rubio al pasar, transportó a su padre al sof�, mirándolo duramente, siguiendo después a su madre. Justamente también una muchacha estaba poco antes hablando con su madre. Sus cabellos pelirrojos se entremezclaban con los mismos de la madre en un abrazo.

De repente la chica se separó sorprendida, el móvil le estaba sonando. Se buscó en el bolsillo y disculpándose con su madre lo descolgó. La voz que encontró del otro lado le hizo elevar una ceja.

¿Hermione?... que vaya a casa... ¿qué ha ido hasta ahí?... vale, sí, sí... ya voy, hasta luego... - colgó el teléfono mientras murmuraba algo sin sentido cabreada. Volvió la vista hasta su madre- Mam�, tengo que dejarte, lo siento... eh, mejor¿qué tal si me acompañas al apartamento de Hermione?- la madre la miró largamente con una ceja alzada.

Pero hija, ya me voy yo a casa, no hace falta que...

Nada que hablar, te vienes conmigo... es que me llamó Hermione, hay alguien esperándome- se levantó mientras la seguía su madre de cerca- no te preocupes, está cerca de aquí.

Lejos del lugar, un chico con una venda en la mano, que estaba conduciendo, miraba entretenido el semáforo que estaba esperando. Estaba en las afueras de la ciudad, apunto de entrar al centro de Londres. Su madre miraba por la ventanilla absuelta en sus pensamientos. A pesar de su edad, aún era una mujer hermosa, y para nada se le notaba la vejez. Volvió a mirar al frente sonriendo, sabiendo que todo le estaba pasando como él quería. Todo... excepto algo que claramente no tenía solución.

¿Y quién es esa prima tuya¿Nos podemos fiar de ella? – su madre no lo miró pero sonrió, encogiéndose suavemente en el asiento.

¿Qué tal si te dijera que es una de las renegadas de la familia Black? Al igual que Sirius Black, claro... – sus ojos se cerraron mientras su cabeza se apoyaba ahora en la ventanilla. El rubio asintió convencido sin pronunciar palabra.

Creo que poco a poco, las tendencias que se han inculcado en estas dos familias van desapareciendo... ojalá algún día ya no existan- su madre lo miró fijamente.

Me alegro mucho por ti Draco...

¿Por mí?- la miró de reojo unos instantes sin comprender.

Sí... has cambiado mucho. Antes eras como Lucius... que pena que ya no te vayas a casar con ésa muchacha. Veía en ella lo que nunca me atreví a ser, lo que nunca me atreví a decir... –su vista dio con el suelo, y los remordimientos le azotaron en su cabeza-... Draco... – su voz sonó a reprimenda mientras lo miraba.

Mam�, por favor... no me hagas pensar en eso, no me hagas decirte porque no me voy a casar... – su voz sonaba a arrepentimiento, por tener que haber que preguntado.

Draco...

Cuanto tarda este semáforo... – se echó encima del volante intentando evadir a su madre.

Vamos a ver... – se puso la mano en la barbilla pensativa.

Mamá... no empieces a hacerte suposiciones, para eso te respondo antes yo... – la madre le hizo caso omiso.

Veamos... – cruzó los brazos y lo miró a los ojos intensamente-... algo me dice que te avergüenza hablar de ello, con lo cual fue la muchacha quien te dejó... – el rubio ocultó su cara entre sus brazos, encima del volante, mientras producía un gruñido lastimero-... me lo imaginaba, aunque no entiendo porque huyes...

No huyo... – se levantó mirándola-... llevaba tiempo queriendo irme a Estados Unidos y estudiar derecho... – la madre lo miró sorprendida.

¿Qué hizo ella como para que te fueras ahora? Creo tener entendido que aún está en pie la boda, es más, todo el mundo estará preparándose ya.

Nunca me ha dicho que... – miró por su ventanilla acongojado, se pasó la mano por los ojos y suspiró-... nunca me dijo que me quería.

Después de eso, la madre se calló terriblemente, entendiendo los sentimientos del muchacho. Sus ojos recorrieron sus manos, las manos que recorrieron la cara de su marido, de su único amor. Sólo Lucius le había dicho una vez te quiero, y lo dijo tan fríamente, que toda esperanza que tenía quedó helada y su corazón quebrado en miles de pedazos. Esa vez creía que caía, y cayó. Nunca más salió del atormento que sus ojos arrastraron durante años, y temía ver la cobardía en el espejo cada mañana. Cobarde a no poder separarse de él, aunque él no la amaba.

Y un día tal como hoy, por fin su sufrimiento se había quedado enterrado en aquella casa. Miró por la ventanilla, empezaba a llover, y sentía el coche arrancar de nuevo. Sus pensamientos quedaron opacados con los acontecimientos en la vida del menor de los Malfoy, pensó que si la historia se volvía a repetir, lo mejor sería que su hijo no se quedara con una persona así...

Hijo... no cometas el mismo error que yo. No creas que hay amor donde no lo hay... – el chico fijó su vista en la carretera mientras sus manos se aferraban al volante fuertemente-... y gracias por todo- una sonrisa ladeada surgió en su cara.

De nada... creo que tienes razón, no hay que hacerse ilusiones una tras otra sabiendo que nunca podrán hacerse realidad... - metió la marcha y aceleró, intentando llegar lo antes posible al lugar.

Mientras tanto, una joven pelirroja llegaba, junto a una mujer mayor de su mismo color de pelo, a una casita con un gracioso jardín. Sacó rápidamente las llaves de su bolso, para abrir cuanto antes la puerta, pero justo cuando fue a meterlas en la cerradura se abrió. La chica miró a la propietaria de la casa muy furiosa.

Hola, Gin... ¿qué demonios te pasa para mirarme con esa cara? – ella rodó los ojos resoplando y mirando hacia abajo.

No es contigo Hermione, es con esa idiota rubia que-

Vaya, conque insultando a la gente a sus espaldas... – una chica rubia asomó la cabeza detrás de Hermione, muy tranquilamente.

¡Molly¿Qué tal? – Hermione prefirió dejar que las dos chicas resolvieran sus problemas solas, y tiró de la madre de Ron hacia adentro sonriendo. Ginny pasó también cerrando la puerta tras de sí sin mirar a la rubia.

Y bien... ¿qué tienes que decirme?- la rubia vio a la chica mientras ésta se dirigía a la cocina con paso firme, mientras apretaba los puños.

Bueno, mejor siéntate, es algo que quizás te de mucha impresión... – la pelirroja tomó asiento refunfuñando-... tu sabes que nunca hemos sido amigas... – la chica rodó los ojos apuntó de estallar de rabia, apenas la rubia se sentaba-... pero voy a decirte algo por tu bien, y sobretodo por el bien de Draco.

Que me vas a decir... ¿qué no me case con él¿Qué estoy... equivocada? – la rubia la miró con una ceja alzada en forma interrogante.

Bueno, mas bien creo que nunca llegarán al altar... – apoyó su mano mientras sus cabellos rubios caían tranquilamente por un lado.

¿Cómo sabes que no me iba a casar con él?- la pelirroja la miró sorprendida, mientras la rubia le devolvía la misma mirada.

Eh... me refería por él... – la pelirroja asustadiza abrió los ojos tremendamente.

No puede ser... ¡tenía que decirle algo importante!- se levantó rápidamente mientras buscaba sus llaves y salía corriendo. La rubia se quedó sentada esperando que volviese. Justo en ese momento volvió a entrar por la puerta, agitadamente-... ¿dónde est�?

Ya se ha ido... – la pelirroja abrió la boca mientras los ojos se le aguaban y se echaba la mano a la tripa. No podría decirle que era el padre de aquello que cuidaba dulcemente en su vientre, y correría con la culpa toda su vida.

¿Cómo que ya se ha ido?- se sujetó a la mesa torpemente mientras se pasaba la mano por la cara.

Sí, su viaje era a las y media, y ya pasan diez minutos... – la cabeza de la chica pelirroja empezó a darle vueltas, mientras la rubia la veía con lástima-... lo siento mucho, sólo te lo quería decir para que no fueras al altar, si él no estaba...

La rubia desapareció, mientras la pelirroja evitaba soltar una sola lágrima en aquellos instantes, no se la merecía, no merecía que la dejase tirada sin decirle nada... apretó los puños y dio un fuerte golpe en la mesa de la cocina, soltando un gemido, haciendo que las dos mujeres que estaban en el salón, su cuñada y su madre, fuesen inmediatamente a ver lo que pasaba allí, temiendo que la pelirroja le hiciese algo a la rubia...

Pansy Parkinson volvió a aparecerse en el pequeño parque, donde minutos antes habían estado las dos mujeres pelirrojas. Ocultó su cara en el abrigo y sus manos rebuscaron en sus bolsillos intentando encontrar su varita. Sus cabellos se mecían con el viento, y sus manos temblorosas se alegraron cuando la encontró. Conjuró un pequeño espejuelo, el cual le había regalado a la madre de Draco para que pudiese contactar con ella. Era como su madre, y la quería demasiado, por lo que se preocupaba por lo que pudiera pasarle... Lo cogió con ambas manos y susurró suavemente su nombre, Narcissa Malfoy. Esperó largo rato, pero su rostro bello no aparecía, por lo que se preocupó.

Pensó que lo más lógico sería ir hasta allí o llamar a Draco, pero tampoco quería asustarlo y hacer que volviese por uno de sus estúpidos instintos. Prefirió aparecerse en su casa, iría con cuidado, porque no era del todo muy bien recibida por Lucius.

En cuestión de segundos, volvió a la casa Malfoy, concretamente en el cuarto de Draco, decorado entero de verde y con estilo colonial. Bajó rápidamente por los pasillos y las escaleras. Cuando pisó el último escalón de la gran escalera de entrada, fue muy despacio para el salón. Dio breves pasos, intentando que el tacón de sus botas no se escuchara demasiado. Se pegó el chaquetón al cuerpo para que no rozara con nada, sus ojos muy abiertos, y asomó la cabeza...

Cual sería su sorpresa al ver a Lucius Malfoy en el sofá malherido, y echó la mano a la boca temerosa. Sin saber siquiera lo que había pasado, fue corriendo hasta las cocinas

y buscó a la elfina de los Malfoy.

Sandy... pequeña¿dónde estás? – un pequeño bulto salió de debajo de la mesa en la cual se estaba preparando el almuerzo. Estaba temblorosa y sus grandes ojos azules derramaban lágrimas. Se acercó tímidamente.

Señorita... había mucho ruido, Sandy no podía continuar preparando el almuerzo, tenía miedo... – soltó un quejido chillando haciendo que la rubia diese un paso atrás tapándose los oídos.

Sandy, tranquila, no te pasará nada... puedes retirarte todo el día de tus quehaceres, pero tienes que decirme adónde fue la señora¿lo sabes?- se arrodillo para escucharla intentando que no volviese a ponerse triste y chillar.

Es que Sandy no debió... – sus ojos se volvieres a aguar-... Sandy no debió espiar a los señores... – estaba apunto de chillar pero la rubia lo hizo antes chillando de alegría. La elfina se calló asustadiza.

Bien hecho Sandy, bueno, bien hecho en este caso... dime que pasó.

Bueno, escuché mucho ruido y el señorito estaba luchando con el señor...

¿Draco? – la elfina asintió-... pero si lo dejé en Hogsmeade apunto de marcharse... – levantó una ceja interrogantemente. Le señaló a la elfina poco después que continuase.

Por lo visto el señor no acabó bien, y el señorito le dijo algo a la señora de marcharse a Estados... Estados... – la elfina intentaba decirlo, aunque no le salía.

...Unidos.

Sí, señorita... ¡eso! – la rubia se dejó caer en el suelo negando suavemente con la cabeza, intentando hacer un croquis de lo ocurrido mentalmente.

Gracias Sandy, muchas gracias, me fuiste de gran ayuda... - la elfina la abrazó afectuosamente, la conocía de hacía tiempo. Salió de la cocina y volvió al cuarto de Draco rápidamente, pues era el único sitio de la casa donde uno podía aparecerse, bueno, ése y las mazmorras, pero odiaba ir hasta allí.

Cuando llegó intentó reconstruir todo lo que había pasado.

Veamos... Draco volvió, sabe Dios porqué, se peleó con Lucius y se llevó a su madre para irse con ella hasta Estados Unidos... y ahora habrán tomado un avión, porque es imposible que haya hora para aparecerse, hay que pedirla por lo menos una semana antes. Llamaré al tonto ése, quizás no se haya ido aún... – cogió el teléfono de su bolso y marcó rápidamente. Justo en esos instantes al otro lado de la ciudad estaban llegando en coche hijo y madre.

Mam�¿puedes coger el móvil por mí y decir que no puedo ponerme?- el chico intentaba buscar aparcamiento, estaban en un aeropuerto al otro lado de la ciudad, y para ello habían tenido que cruzarla entera.

Claro hijo... – vio el teléfono al lado suya, en la guantera derecha pegando a la puerta. Lo cogió y lo vio indecisa-... ¿cómo va esto?

Dale al botón grande de en medio y te pones el aparato en la oreja y hablas... – la madre lo hizo mientras el rubio daba vueltas al volante buscando un sitio.

¿Sí¡Hola cariño! Sí, claro que estoy con Draco, en su coche... bueno, es una larga historia. ¿Qué donde estamos? – la madre miró por la ventanilla mientras el rubio la miraba pensativo-... estamos camino del aeropuerto Luton...- miró al rubio con una pequeña sonrisa- Vale, hasta luego, adiós querida.

¿Qué dice Pansy?- el rubio metió el freno de mano y miró a su madre.

Que viene hacia aquí... – el rubio la miró seriamente.

Supongo que querrá despedirse de ti, o averiguar porque quieres irte... – abrió la puerta y despreocupado salió del coche. Su madre salió también elegantemente. Al cerrar la puerta y situarse a su lado volvió a mirar sus ojos grises.

Draco¿te ocurre algo?- el chico negó y colocó en su rostro una sonrisa verdaderamente falsa. Cogió dos maletas que había apeado del maletero y cerró el coche con la llave, a distancia. Había mucha gente en el lugar, entrando y saliendo continuamente, uno de los aeropuertos que no están demasiado lejos de Londres, a tan solo 20 minutos, y fácil de llegar desde el centro de la ciudad.

Una rubia preocupada se revolvió el pelo, indecisa, tenía que avisar a la pelirroja, sólo había una oportunidad de que la chica no se quedara sin el rubio, y era ahora. Pero justo en esos momentos la parte desequilibrada y dañina de su mente había vuelto, es decir, esa parte de tu cabeza que se presenta cuando la conciencia a veces parece estar de vacaciones. Y esa parte le reclamaba el porqué iba a dejar que la pelirroja pudiera marcharse con Draco, cuando era ella la que todavía lo amaba. Terminó por sentarse en la cama de la habitación del rubio, en la cual todavía estaba.

Maldita sea... – agachó la cabeza enfurecida consigo misma-... piensa en los sentimientos de Draco, da igual lo que pienses tú... – miró el reloj y volvió a exasperarse, desapareció sin más motivos, apareciendo de nuevo en un callejón solitario. Eran las doce menos diez minutos. Seguramente el avión partiría a las doce, por aquello de que el rubio aún iba en el coche hacía pocos minutos. Salió del callejón y andó unos pocos metros hasta ver un taxi- ¡Taxi! – abrió la puerta y se sentó.

¿Adónde, señorita?

Al aeropuerto de Luton, y espero que sea rápido, está a algunos kilómetros- el taxi arrancó rápidamente, estaba a tan solo cinco minutos del aeropuerto, ya que se había aparecido en un pequeño barrio de alrededores de la ciudad de Londres, era imposible aparecerse en un lugar enteramente muggle sin ser visto. El taxi tomó rápidamente rumbo hasta allí, mientras en la cabeza de la chica empezaban a formarse ideas, sin saber exactamente que iba a hacer.

Miró entonces hacia la ventanilla, y el cielo gris jaspeado de nubes, que empezaron a aparecer, se reflejó en sus ojos azules. Le pareció ver reflejados los ojos grises del muchacho, y eso conllevó a pensar en los ojos de la madre de Draco. Se pasó la mano por el pelo, mientras una frase se repetía en su cabeza, se la había formulado la madre de Draco millones de veces cuando salían juntos... Sólo quiero que mi hijo sea feliz, sea como sea... La chica gruñó, incapaz de disipar esa idea de su mente, se revolvió en el asiento, y una curva muy cerrada hizo que volcara casi al suelo. Su móvil justo al lado suya, y lo cogió rápidamente, mientras sus manos marcaban, inconscientemente, un número... el número de la pelirroja que había apuntado anteriormente cuando Hermione la había llamado. Le mandó un mensaje, sin siquiera especificar nada.

Vuelva al lugar de donde me recogió... – el taxista dio rápidamente la vuelta.

Bastantes kilómetros lejos del lugar, una pelirroja estaba sola en la cocina, cosa que había pedido expresamente a Hermione y su madre, no quería que nadie se compadeciese de ella, parecía una pequeña niña herida, a la cual todos querían proteger, y ella sólo quería sentirse... ella misma, sin ayuda de nadie ni de nada... Estaba sumamente destrozada por dentro.

Sin confiar del todo en la rubia había llamado a la oficina de la empresa del rubio, ya que si se iba al extranjero lo habría dicho allí. Le habían contestado que el presidente de la empresa, el Sr. Malfoy, pasaría un tiempo de negocios en Estados Unidos... Cosa que verificaba que no había salido en el periódico nada referente a su marcha, lo habían intentado tapar para evitar la caída en bolsa.

Algo empezó a sonar delante de ella, su móvil en la mesa estaba sonando, una canción navideña y alegre, totalmente en contra de los sentimientos del momento. Con la manga del abrigo que aún llevaba puesto se secó las lágrimas y leyó el mensaje

Necesito que vengas inmediatamente hasta el aeropuerto de Luton, aparécete en el barrio por el cual pasa la M11. Confía en mí por una sola vez y volverás a verle. Pansy.

Sus ojos se abrieron perplejamente y pensó que nada más tenía que perder si comprobaba lo que la chica decía, ya lo había perdido a él, casi toda su familia no la creía ahora, excepto su madre y los gemelos. Sólo tenía como amiga a Hermione, no tenía casa, esperaba que el trabajo la ayudara a comprarse una... verdaderamente no estaba luchando por nada en esta vida, y pensaba que él era un buen motivo por el cual esforzarse. Cerró los ojos y se transportó hasta la carretera M11, a pocos minutos de Luton. Apareció en un callejón, cerca de la carretera.

Aquí no hay nadie... – la chica empezó a mirar a uno y otro lado, las calles estaban desiertas y no pasaba casi ningún coche por el lugar. Se sujetó bien el bolso y frunció el entrecejo-... para que demonios me habrá traído hasta aquí.

De pronto una rubia apareció bajándose de un taxi, alzando la mano saludándola y dándole la señal de que se acercara. La pelirroja andó lentamente sin fiarse del todo. La rubia irritada y harta de esperarla, fue en su busca corriendo.

Vamos tozuda¿no quieres ver a Draco? – la chica pelirroja estaba siendo arrastrada por la otra. La primera se soltó enfurecida.

Te lo voy a decir muy claro... no me fío de ti. Si tan seguro tienes que me vas a llevar hasta él, dime dónde está.

Va a coger un avión...

¿Un avión¿No que se había ido ya?

Sí, ya te contaré la historia por el camino... – la cogió de la mano pero Ginny volvió a soltarse.

No me moveré hasta que no me lo cuentes- la rubia dio un chillido ahogado, siendo vista tranquilamente por la otra.

¡Tonta! Si me creyeras no estarías tan tranquila... ¡Si de verdad no quieres perderlo para siempre, apresúrate, porque va con su madre a Estados Unidos y quizá no vuelvas a saber de él! Quizá yo tampoco, y quiero mucho a su madre... – la rubia enfurecida y triste se dio media vuelta y se dirigió derecha hacia el taxi. Cuando estaba a punto de llegar, a menos de dos pasos, una ráfaga de viento le dio por la izquierda. Vio a la pelirroja correr hasta el taxi y meterse.

¡Vamos! – La pelirroja apresuró a Pansy, y ésta rodó los ojos cansada. Una vez dentro del coche, la pelirroja la vio ansiosa, aunque intentó contenerse. La rubia sólo miraba el reloj, preocupada- Bien¿me cuentas la historia? – la rubia se sobresaltó cuando la chica la sacó de sus pensamientos.

Sí, claro...

El aeropuerto estaba atestado de gente, y era imposible ver la puerta de embarque, ya hasta el rubio dudaba de poder llegar a coger su vuelo. Podría haber cogido el vuelo de hacía cinco minutos, pero la partida a las doce de esa mañana le traía un recuerdo en su mente, su boda. Y todo aquello le recordaría también el comienzo de una nueva etapa...

Draco¿vamos?- tan sumergido había estado en sus pensamientos que no había notado que su madre lo llamaba ni que mucha de la gente se había ido ya. Le sonrió, esperando unos instantes para dirigir su vista a su alrededor, grabando la imagen, viendo en imágenes toda su vida pasada, recordando a alguien muy importante... Su madre se quedó mirándolo pensativa, también parada, dejándose llevar los dos por sus sentimientos a flor de piel.

En esos instantes, dos chicas entraban corriendo hacia el aeropuerto, desbocadas, la primera la pelirroja. A su cabeza se le vino la imagen de cuando ella intentaba huir una vez cogiendo también un avión en el aeropuerto de Stansted. Corrió sabiendo lo que tenía que hacer primeramente, llegar hasta un mostrador y preguntar por el embarque hacía el avión. Los segundos pasaban, la chica corría hasta el primer mostrador que vio, cercano a las puertas de embarque y la enorme cristalera que daba al exterior. La rubia intentaba seguirla, pero mucha de la gente se le ponía delante y terminó por perderla.

Durante la carrera, el chico rubio se dirigió con su madre por la puerta de embarque enseñando el billete de avión, la única mirada que echó hacia atrás no pudo divisar a la pelirroja que venía en camino. Bajaron por la larga caminata mecánica para llegar al avión.

Señorita... ¿el avión para Estados Unidos? – una chica morena de ojos verdes la miró con el entrecejo fruncido. La rubia estaba a algunos metros respirando agitadamente mientras intentaba pasar, retenida por una señora que la estaba retando por ir tan rápido.

Puerta de embarque número 46, pero va a partir ya, dudo que llegue... – antes de terminar la oración la pelirroja echó a correr hacia la puerta que estaba al lado del mostrador-... a tiempo.

No, no te me pierdas otra vez... – la rubia la vio irse, aún parada por la señora pequeñina y de gafas redondas, bastante mayor cabe decir.

La pelirroja fue directa hacia la puerta pasando por un túnel viendo sorprendida que no había ningún guardia cerca de allí. Echó mano de la puerta que daba a una escalera mecánica en el exterior, pero estaba cerrada.

Con razón no hay nadie por aquí vigilando... – sacó la varita de su bolsillo y miró hacia atrás. Cuando vio que no hubo nadie pronunció el hechizo-... Alohomora... – abrió la puerta y salió hacia la escalera, recibiendo de pleno un golpe de aire en la cara, que le hizo apartarse el pelo mientras terminaba de bajar las escaleras. Vio justo enfrente como apartaban unas escaleras que subían a un avión, el cual tenía pintado en el lateral U.S.A LINES. El avión empezó a moverse mientras la pelirroja fue detrás de él. Se paró justo cuando lo vio alzar el vuelo al final de la pista, el avión estaba despegando y no lo volvería a ver... Se echó una mano a la boca y corrió hacia las escaleras.

Cuando las estaba subiendo se derrumbo, se vino abajo moralmente, apoyándose en la baranda impotente, sentándose en las escaleras. Ya las lágrimas no se dejaban ver por sus azules luceros lastimados... Tan sólo temblaba como un animal asustado, pidiendo protección por los cuatro costados. El aire le mecía sus cabellos rojizos, ya nada sería igual, ya ningún día volvería a ser el mismo...

Señora, por favor, tengo prisa, mucha... – miró su reloj y esquivando a la mujer se mordió el labio preocupada, faltaban cuatro minutos para que saliera el avión... Fue hasta el mostrador donde había visto a la pelirroja, intentando recordar por cual de las siete puertas se había ido la chica corriendo, se volvió frustrada hacia la muchacha encargada-... perdone¿el avión hacia Estados Unidos que parte a las doce?

Sí, claro, la puerta de embarque 50... – la chica rubia dio las gracias y se volvió hacia la puerta quinta-... debe de estar hablando con él, supongo, si ha pasado por la barrera de guardias, quizá hasta les estorbe... – se quedó pensativa y negó suavemente decidida-... ¡me tengo que despedir de la madre de Draco!- andó hasta allí pensando como pasaría.

Había una familia de seis esperando que comprobaran los pasajes, por lo que sería su momento. Se agachó y pasó entre los niños, sin que los dos guardias que estaban revisando cada uno tres billetes, se dieran cuenta. Los dos niños pequeños que se dieron cuenta se despidieron de la chica sonriéndole. La rubia pasó y llegó rápidamente hasta la puerta andando de puntillas.

Niños... ¿a quién saludan? – la madre se agachó a verlos sonriendo, sus rizos le cubrían la cara sin verse apenas los ojos.

A la nena rubia... – la mujer miró donde ambos niños señalaban, mientras la pequeña de apenas tres años sonreía graciosamente. La chica había pasado ya la puerta y no estaba.

Querido, los niños empiezan a tener amigos imaginarios... ¿no es adorable? – La madre veía a sus niños dulcemente mientras el padre asentía despreocupado.

La rubia recibió también un golpe brusco de aire, bajando rápidamente por las escaleras, divisando el avión de la línea americana. La pasarela estaba aún puesta, y la chica miró hacia allí intentando divisar a la pelirroja. Subió de nuevo las escaleras dispuesta a encontrar a alguien, a uno de los tres interesados. A la misma vez que ésta subía las escaleras, la pelirroja se abrazaba a sí misma de camino por el pasillo después de haber subido las escaleras mecánicas y camino a pasar hacia el interior del aeropuerto. Iba un tanto aturdida, apoyándose finalmente en la mitad del pasillo, sobre la pared. Intentando respirar, faltándole el aire en los pulmones... un nudo en la garganta hacía que se estremeciera, sus ojos no veían, estaban bañados en lágrimas, aunque veía imposible que fueran a llorar más...

Dentro del avión, una mujer rubia estaba sentada en su asiento, apoyando su brazo sobre la ventanilla, mientras una sonrisa se apoderaba de su rostro. Sus ojos vieron reflejada la cara del rubio que estaba de pie, junto a los dos asientos, con los puños cerrados y casi entregándole el billete de avión, su propio billete, en señal de despedida. Veía a su madre melancólicamente.

No me preguntes como, pero sabía que no lo podrías hacer... – el chico iba a abrir la boca para hablar-... no quiero que digas nada, y tampoco quiero que te lamentes por tu decisión, el que verdaderamente necesitaba quedarse eras tú, yo sí necesito irme y empezar una nueva vida, tú conllevas algo que te arrastra a quedarte aquí... y si sientes algo tan fuerte dentro de ti, no te arrepientas de ello, y persíguelo, asta el mismo infierno... – el muchacho besó la cabeza de su madre inclinándose dulcemente, mientras ésta le acariciaba la cara. Salió corriendo y apenas se encontró con la rubia en la puerta misma.

¿Qué haces aquí? Llegas un poquito tarde... – el rubio la miró sorprendido, mientras la rubia lo miraba preocupada.

Demonios... ¿no has visto a la pelirroja? – el rubio abrió la boca y seguidamente la cogió de los hombros decidido.

¿Dónde está ella?

No sé... – se rascó la cabeza indecisa-... debió de coger otra puerta de embarque, seguramente esté dentro del aeropuerto o se haya ido... – el chico abrió sus delicadas manos y colocó en ellas el billete, volviendo a mirarla a los ojos.

Haz con él lo que quieras, pero por favor, no dejes a mi madre sola... – la miró queriendo transmitirle mucho más que palabras. Ella asintió sonriendo mientras lo abrazaba. El chico corrió escaleras abajo mientras la rubia se quedó hablándole al viento.

Quizá ya no te vuelva a ver... sólo una cosa... adiós por ahora- dio media vuelta quedando desvanecida una media sonrisa en la brisa húmeda.

El rubio corría rápidamente escaleras abajo del avión, cruzando después la extensa explanada para llegar a las escaleras mecánicas que llevaban de vuelta al aeropuerto. Algo que vio mientras corría le cortó el aire, haciendo que parara abruptamente. Su vista recorrió la cristalera del aeropuerto que dejaba ver lo de dentro o lo de fuera en caso contrario. Desde allí se veía una melena rojiza apoyada en ella, estaba seguro de que era su cabello rojo fuego el que rozaba el cristal.

Corrió lo que le quedaba de escalera saltando los escalones de dos en dos e incluso de tres en tres. Atravesó la puerta casi sin tocarla nada más que con la mano, su velocidad sin embargo fue parada por dos guardias, los cuales había entregado los billetes para que los revisaran, en la misma puerta en la que estaba, en la puerta de embarque.

Lo sentimos señor, pero no puede pasar, no nos lo está permitido...

Pero yo ya no voy a viajar en ese avión.

Ese es problema suyo, si es verdad lo que dice deberían comunicárnoslo antes alguna azafata del mismo avión, que también revisan allí dentro el billete, o sino enséñenoslo de nuevo y podrá pasar para dejarlo... – el rubio empezó a exasperarse, ya no lo tenía, se lo había dejado a la rubia. Intentó pasar por la fuerza pero ambos hombres lo detuvieron cogiéndolo de los brazos, por encima de sus hombros pudo ver a la pelirroja apoyada en la cristalera.

Ginny...

La pelirroja tenía la cabeza apoyada en la cristalera, las lágrimas se escurrían por el frío cristal, mas era imposible que se volvieran de hielo, pues congeladas ya estaban, provenían de lo más profundo de su corazón, que profanado por el sufrimiento estaba. Sus ojos estaban cerrados, mientras en sus pensamientos intentaba creer que todo lo que le estaba pasando no era cierto, que todo era una pesadilla, de la cual despertaría por la mañana cuando su madre pronunciara su nombre. Su mano se dirigió hacia su tripa, y una lágrima cayó sobre ella cuando despegó la frente de la cristalera...

Creo que ya no le podremos decir a tu padre la verdad, ya no hay más oportunidades, y mira que las hemos tenido... – se recogió un mechón de cabello detrás de la oreja. A decir verdad ya no llevaba puesto el dije de plata con la foto de Harry, prefería dejarlo tan sólo como recuerdo. Recordaba el tintineo que hacía cuando chocaba con el anillo que le dio al rubio, era un ruido familiar, evocador de sueños, esperanzas y recuerdos... añoraba ese pequeño pero dulce ruidito.

Y cuando creía que nada le quedaba, tan sólo los recuerdos, un suave tintineo, distinto pero agradable, se dejó escuchar, y nada más lejos de la realidad, apareció un colgante con un dije de plata haciendo un especial tintineo con el anillo que le regaló a Draco, y otro más, con una espléndida esmeralda tallada también en plata y pequeños diamantes que terminaban en dos rubíes a su alrededor. La chica evitaba darse la vuelta mientras el colgante se ajustaba a su cuello, y unas tersas manos recorrieron sus hombros y sus delicados brazos para acabar enlazándose en las suyas propias. La pelirroja miró hacia el suelo donde descansaba el bolso y el abrigo. Un fuerte sentimiento la recorrió entera.

Esas manos las conocía, esa piel la había palpado mucho antes, ese embriagador olor lo había disfrutado desde el primer momento que pudo olerlo, y tan solo su presencia, su misteriosa presencia, la había hecho estremecer desde el momento en que un abrazo los envolvió por igual.

¿No te vuelves para mirarme?

No, si lo hago... creo que me desmayaré- una suave voz pudo salir de su garganta, apenas una delicada sonrisa apareció, sabiendo que quizás ahora ya no fuese una pesadilla, sino más bien un glorioso sueño.

Pues entonces seré yo... – sus labios acariciaron su cara suavemente-... el que te obligaré a hacerlo.

Agarrando sus manos entrelazadas, hizo que la chica se diese la vuelta obligadamente, aunque sus ojos azules intensos se mantenían cerrados, bajo algunos mechones rojos. Conforme se daba la vuelta, el chico empezó a sonreír, disfrutando de sus esplendorosas facciones. Abrió los ojos lentamente, hasta por fin abrirlos completamente. Se volcó en su pecho, mientras el muchacho pasaba las manos entrelazadas por la espalda de ella.

Creí ver un sueño... y eras tú

Se me ofrecieron distintas verdades... pero sólo creí la que yo había creado referente a ti, mi verdad.

Draco...

¿Dime?

Te amo...

Con eso... me vasta.

Un retrato para la eternidad, unos sentimientos que ni el tiempo podrá borrar, unas sonrisas que con los años irán envejeciendo, pero que seguirán dedicándose mutuamente el tiempo que les quede.

Porque hay que perseguir lo que realmente vale, y sólo importa tu verdad...

Y no pienso decir que es el fin de esta historia, porque seguramente en sus mentes se formaran ideas sobre lo que pasará después, y muchas de las incógnitas que quedaron.

Digamos que es un adiós por ahora...


Bueno, como habrán comprobado es el último capítulo, aunque quedaron muchas cosas sin resolver. No quiero decir demasiadas cosas, no me gusta despedirme de las historias ni de los fics... ¡Ni de ustedes tampoco! Sólo quiero que sepan algo importante, llegué a conocer a todos ustedes, maravillosas personas todas, y me alegro. Creo que me acordare de este fic siempre, y espero que ustedes también lo hagan. No quiero continuar la historia, no quiero que se haga repetida, pero si alguien me pide que haga un solo capítulo para resolver algunas cosas que deje en el aire lo haré gustosamente.

Bueno, pese a ser el último capítulo, tampoco contestaré reviews, lo siento mucho... sólo me queda decir que me sigan leyendo, espero que esta no sea la última historia que encuentren buena, pienso superarla cueste lo que me cueste, es una pequeña meta. Creo que ya me volví loca... jejejej. Ah! Y una última cosa: mis meras disculpas, las más profundas, porque tarde así como tres meses en actualizar..v.v.. Fue culpa mía, lo siento mucho, y espero vuestros reviews! Claro est�, para que evaluéis como quedo este chap, del cual tenía otra versión, pero me llevó mi vena romanticona (demasiado romanticón quedo ‚) y al final puse éste.

Después de tanta palabrería, solo me queda decir... Hasta pronto! Y como bien recuerdo por tercera vez, tan sólo es un Adiós por ahora.

Muchos besos, mis fieles seguidores y seguidoras sobretodo!

Cleo-lil