pd.- y sho sé, sé que pude haber usado *cualquier* anime/libro/manga para hacer esto uwú... pero Amidamaru era uno de mis objetivos reales y well ~*-*~ pido disculpas por saludes mentales dañadas >DUu... TT~~
~UA~
Shaman King+Yaoi+TodosXYoh
(quien haya leído NUESTRO
(nota de una Myrtle que no participa en este fic ¬-¬)
fanfic de Crime of Innocence -Harry
Potter- se dará una idea >DU)
Producto de muchas latas de jugo
Lala a la 1:30 am *-*Uu...
Para Flare o.o... (a.k.a Kororo
x) que admitió que Horo Horo estaba violable :)
/i love u coxa x.xU/
Wo qui non coin>
La era medieval
Capítulo 1.- Yoh Asakura y los baños termales.
-¡¡YOH!!
El muchacho detuvo sus pasos y volvió el rostro.
Llevaba una cesta con víveres entre las manos, vestía un grueso kimono de tela roja oscura y llevaba el ligeramente largo cabello castaño atado en una cinta negra que colgaba por abajo de sus hombros.
El zumbido de un tomate podrido atravesando el aire le hizo dar un respingo, y sin embargo no logró moverse antes de que el vegetal se estrellase de lleno contra su rostro.
Escuchó unas risas propagarse por la calle, mientras que se limpiaba la cara y sacudía la cabeza.
Encontró el rostro sonriente de un par de muchachos sentados sobre el techo de una casa cercana, secándose las lágrimas y sosteniéndose el estómago por tanto reír.
-¡Lo siento!- exclamó uno de ellos, que todavía tenía un tomate entre las manos. -¡¡Es que no me pude resistir!! ¡Pensé que te iría bien con la ropa!- aseguró, para inmediatamente después arrojarle uno más en pleno rostro.
Yoh se limitó a inclinar el rostro, limpiarse las mejillas, y dedicar una sonrisa débil al chico frente a él.
-Está bien, joven Hao. No se preocupe.- dijo, sin dejar de sonreír.
Hao (Yoh no tenía idea de cuál fuese su apellido) frunció el seño. A su lado, Ren Tao giró una naranja pasada sobre uno de sus dedos. Ambos le observaron cuidadosamente por un momento.
-¿No te molesta?- inquirió Hao, echando hacia atrás una hebra de su largo cabello castaño.
Yoh negó con la cabeza.
-Al contrario, es un honor para mí el formar parte fundamental de su diversión.- aseguró, inclinando todavía más el rostro.
No quería que aquel chico le viese aguantar las lágrimas dentro de sus ojos oscuros.
-¡Ah, bueno! ¡En ese caso, Ren, démosle el honor!
Y con una carcajada, ambos se pusieron de pie y comenzaron a vaciar el contenido del saco que llevaban con ellos.
Las lágrimas de Yoh Asakura, de pie en el centro de una calle solitaria, hubiesen rodado inevitablemente, de no ser porque de repente ya no sintió nada.
Levantó la cabeza.
La figura firme y cubierta por un par de brazos cruzados de alguien a quien él conocía muy bien detenía la lluvia de vegetales.
Ren Tao y Hao se detuvieron también, enfadados.
-¡USUI!- exclamó una voz de acento extraño a la que Yoh identificó como la de Ren Tao, un joven de origen chino que había estado al servicio de la familia de Hao desde que podía recordar. -¡¿Qué rayos haces?!
Los ojos oscuros del muchacho frente a Yoh se levantaron en un gesto lleno de rabia.
-¡¡Otra vez ustedes!! ¡¿Se puede saber por qué demonios no dejan a Yoh en paz?! ¡¡Él no les ha hecho nada!!
Ren frunció el ceño y comenzó a responder, mientras que Hao arqueaba una ceja suspicazmente.
-¡Ese no es tu problema, Usui!- gritó Tao, arrojando algo más contra él.
Pero Horokeu Usui, de pie frente a Yoh, apenas si movió el rostro al sentir la verdura golpeando su piel.
Hao sonrió ampliamente.
-Mejor vámonos, Ren. El novio de Yoh ya se enojó y no quiero tener problema con su tribu.- murmuró, sin dejar de sonreír, y arrastrando a un colérico chino detrás de sí.
-¡¡¡QUE NO SOY SU NOVIO!!!- se escuchó gritar al joven Usui, con el rostro enrojecido y agitando brazos y piernas fuertemente mientras les veía alejar. Pero nadie le hizo caso.
Todavía de pie en medio del camino, Yoh se encogió de hombros y levantó la mirada hasta el muchacho frente a él.
Sinceramente no sabía qué podía decirle... cómo agradecerle....
-J..joven Usui...
Una mirada oscura se clavó en él de reojo, mientras que de su rostro escurría un líquido rojizo y apestoso.
-Horo Horo.- dijo el susodicho, con voz amable pero firme a la vez. -Te he dicho mil veces que quiero que me llames solamente Horo Horo.
El chico en kimono inclinó la cabeza.
-Pero...
-¡Pero, pero!- exclamó Horokeu, acomodándose la cinta blanca que circulaba su frente y levantaba varios mechones de su cabello azul por encima de sus ojos. -Nada de peros.- dijo, tomando firmemente a Yoh por el mentón. -Somos amigos, Yoh. Es lo menos que puedes hacer por mí.
Observando fijamente los ojos azul marino de su interlocutor, cabeceó lentamente.
-Cómo usted diga, jo...- carraspeó. -Horo Horo...
El muchacho Usui sonrió, soltando el rostro de su amigo suavemente.
-Entonces, ¿A dónde ibas cuando esos idiotas te encontraron?
Yoh extendió la cesta sana y salva pese a todo.
-Mi señor Amidamaru (N/z: ¡¡KUERO!! TOT) me envió a comprar algunas cosas.- sonrió, señalando el contenido. -Iba a casa.
Horo Horo asintió.
Frotándose la nariz distraídamente y desviando la mirada, dejó escapar un hilillo de voz:
-¿Te molestaría que te acompañase?
Yoh Asakura solamente sonrió.
-Me daría mucho gusto.
!--Kupparikuppa ^^!-->
La mansión en la que vivía Yoh Asakura al servicio de un prestigiado samurai llamado Amidamaru era con mucho una de las más grandes que nadie en la villa hubiese visto antes.
Los amplios jardines se extendían más allá de la vista y al frente, ricamente adornada de muros y tallados elegantes, había un tablero de madera que llevaba grabado en letras negras el nombre de Funbari Oka.
La más grande y elegante, tal vez. Aunque la casa de la familia de Hao también era bastante imponente.
De cualquier forma, Yoh había nacido y vivido en Funbari Oka desde entonces, y a sus 16 años, no tenía intenciones ni posibilidades de marcharse jamás.
Había sido entregado al nacer a su señor Amidamaru y había sido educado para servirle y hacerle compañía.
Siempre.
Y era precisamente éste su mayor orgullo.
Su señor estaba contento con sus servicios y él era feliz.
Caminando a pasos cortos y en silencio, Yoh y Horokeu Usui atravesaron el ancho patio, con la mirada y sus pensamientos perdidos en su propio mundo, y entraron a la cocina por la puerta trasera.
Horo Horo giró el rostro, observando con curiosidad la casa mientras que levantaba por encima de su cabeza, con ambas manos, las pequeñas cortinas rojas que adornaban la puerta.
Sonrió al ver a Yoh inclinándose para guardar la comida.
-¿Qué vas a hacer?
-La cena.- respondió Asakura, simplemente dedicándole una sonrisa a su amigo. -El señor Amidamaru no tardará en regresar y le gusta encontrar la comida caliente.
El muchacho de cabello azul y vestido con una extraña ropa de piel marrón arqueó una ceja.
-Oh.- cabeceó. -No sabía que tú te encargabas también de cocinar.
Yoh soltó una risita despreocupada, mientras se incorporaba y caminaba hacia él.
-No lo hago.- declaró, sin dejar de sonreír. -A mi señor Amidamaru le gusta mi comida y por eso trato de preparar su cena yo mismo todo el tiempo.
El joven frente a él inclinó la mirada hasta encontrar el rostro risueño de su amigo.
-Ah.
Y nada más.
Ambos se sentaron a la mesa, con las rodillas dobladas y las cabezas inclinadas.
Yoh tomó un recipiente entre sus manos mientras desmenuzaba las verduras.
Podía sentir la mirada azul de su compañía justo sobre su cabeza. Sobre sus hombros. Sobre todo él.
Se ponía nervioso.
Nunca le había gustado mucho que la gente le observase. Cualquiera que no fuese su señor.
Levantó la mirada y se encontró con la de Horo Horo, quien desvió el rostro de golpe.
-¡He sido muy descortés!- exclamó, incorporándose. -No te he preguntado si deseas algo.
Horo Horo le miró de reojo.
-No, yo... así está bien.
-Pero...
-En serio.
Silencio.
Yoh regresó lentamente a su posición.
Permanecieron algunos minutos más en silencio, con el sonido del agua en el estanque y de las libélulas revoloteando alrededor de los juncos como único fondo.
Y de pronto Horo Horo se puso de pie.
Yoh levantó su cabeza.
El muchacho Usui se encontraba de pie frente a él, mirándolo fijamente.
-Yoh..- comenzó, tragando saliva. -Yo quería decirte...
Pero el sonido de pasos en un corredor adyacente le hizo olvidar cualquier cosa que pensara decirle y, con un movimiento rápido, Yoh pudo ver cómo Horokeu desaparecía detrás de una de las despensas.
Cuando regresó su mirada a la puerta, encontró la figura alta e imponente de un hombre joven y atlético que se había detenido en la entrada, con una mano sobre la funda de una espada y la otra sobre el marco.
Tendría 24 años y su largo cabello violáceo colgaba por sus hombros y espalda en una áspera coleta que salpicaba mechones sobre su frente.
La sonrisa del chico se iluminó de golpe.
-M..mi señor Amidamaru...- balbuceó, retrocediendo de la mesa e inclinándose frente a él, hasta que su rostro estuvo a punto de tocar las palmas de sus manos apoyadas sobre el frío piso de madera.
El samurai en la puerta sonrió también y caminó hasta él.
Se agachó frente al niño y, acariciándole suavemente la cabeza, le indicó que se incorporase.
-N..no pensé que fuese a regresar tan temprano..- dijo Yoh, recordando que apenas si se proponía a comenzar a preparar la cena. -Su comida todavía no...
Pero Amidamaru no prestaba atención a sus palabras.
Su brillante mirada fijamente puesta en el rostro y el cabello del muchacho a su servicio.
Estirando una mano hacia él, limpió suavemente su mejilla de algunos restos de tomate maduro, olfateando sus dedos con atención.
-¿Qué fue lo que..?
Yoh no respondió.
-¿Yoh?
-Tuve un accidente.- aseguró, sonriendo de la forma en la que solamente él sabía sonreír y evitando la mirada furiosa que Horokeu Usui le dedicaba desde un rincón escondido de la cocina. -Me he ensuciado todo, pero le prometo que apenas termine de preparar su cena, me...
-Fue ese muchacho Hao, ¿No es cierto?- interrumpió el samurai, limpiando delicadamente con los dedos de su mano derecha el rostro del chico.
Éste volvió a quedarse callado.
Sacudiendo la cabeza, Amidamaru suspiró profundamente.
-Ese niño me va a escuchar.- aseguró, frunciendo una expresión de furia que asustó a Yoh. -No te preocupes, Yoh. No volverá a suceder. Tenlo por seguro. Yo mismo me voy a encargar de que...
Pero la mano del hombre sobre la empuñadura de su espada solamente logró asustar más al chico.
El samurai se detuvo.
-Será mejor que te des un baño.- murmuró, en voz baja, escurriendo su mano por el cabello del chico, quien apenas si logró contener un gemido de felicidad.
Cabeceó ligeramente.
-Como usted diga...
Amidamaru sonrió. Se inclinó hacia el frente, besó suavemente la frente del muchacho y se incorporó sobre sus piernas.
-Ve ahora mismo a bañarte. La cena puede esperar.- aseguró, sonriendo a su lacayo, mientras caminaba hacia la puerta. Yoh asintió un par de veces.
Pero justo antes de salir por completo, el hombre se detuvo y volvió el rostro ligeramente hacia atrás.
-Lo mismo para ti, Horokeu.
Silencio.
-No creo que te atraiga la idea de cenar apestando a tomate podrido y estoy seguro de que a Yoh no le molestará acompañarte.
Más silencio.
El cuerpo delgado de un chico de cabello azul y puntiagudo cayó pesadamente sobre una esquina. Había agotado su habilidad para esconderse y, dedicando al samurai una sonrisa nerviosa con su rostro lleno de polvo y telarañas, se ruborizó levemente.
-¿Cuántas veces te he dicho que no tienes por qué esconderte de mí? Eres amigo de Yoh y todos los amigos de mi Yoh son bienvenidos en esta casa.- afirmó, sacudiendo la cabeza.
Horo Horo se arrodilló en actitud sumisa e inclinó la cabeza.
-L...lo siento mucho, señor Amidamaru. Le prometo que no volverá a...
-Mejor cállate y ve a darte un baño. Realmente apestas.- interrumpió el samurai, entornando los ojos, y tras dedicar una última sonrisa a su subordinado, terminó de salir de la cocina.
Yoh sonrió también, sintiendo cómo su pulso se aceleraba y agachando el rostro.
Podía sentir la mirada fija de Horo Horo sobre sí, pero eso ya no le importó.
Amidamaru había vuelto y se había preocupado por él. Y la sensación de felicidad dentro de su pecho jamás pudo ser más fuerte que el día en que le dijeron que pasaría el resto de sus días junto al joven samurai.
Con las mejillas ruborizadas, rió vagamente, y torpemente se puso de pie.
No sabía lo que hacía, solamente que estaba feliz.
Que su simple presencia le hacía sentirse explotar de alegría.
Que estarían juntos para siempre.
Que se preocupaba por él...
Sonrió. Yoh Asakura realmente amaba a su señor.
!--Kukuruku o.o!-->
Conocía a Horo Horo desde hacía aproximadamente tres años, cuando un grupo de ainus provenientes de la isla de Hokkaidô se había instalado en la parte norte de la ciudad (N/z: No sé si esto tenga sentido xDD en la era Meiji/Edo/cualquier-que-sea ya existía Hokkaidô ¬¬U?)
Se vieron por primera vez en el festival de la primavera, cuando Horo Horo le derrotó en el juego de atrapar peces dorados, y desde entonces habían sido amigos; pero aun así, Yoh Asakura no pudo evitar el ponerse nervioso cuando abrió la puerta del baño.
El vapor del agua caliente se levantó por encima de sus cabezas y escuchó a Horokeu respirar.
Carraspeó.
Jamás había estado en aquel lugar con alguien que no fuese su señor (N/z: Sí, pervertidas, sí! OwO), y el hecho de estar ahora camino a darse un baño en compañía de uno de los pocos amigos que tenía le hacía temblar ligeramente.
Se detuvo y el otro chico se detuvo con él.
(N/z: Ésta no es la Funbari Oka que todos conocen; toda la casa me lo estoy inventado yo, así que no pregunten ¬w¬)
El basto seto de carrizo que rodeaba el amplio baño termal frente a ellos se levantaba contra el cielo y se mezclaba con las ramas de los bambúes.
Apenas estaba oscureciendo, pero varias esquinas se ocultaban ya a sus ojos bajo la penetrante sombra de la noche.
Horo Horo se llevó las manos a la nuca y, doblando una de sus rodillas, apoyó todo su peso sobre una de sus piernas.
-Vaya, éste sí que es un baño.- exclamó, soltando un silbidito de excitación mientras observaba todo con ojos ansiosos.
Yoh soltó una risita despreocupada.
-El señor Amidamaru es una persona muy rica.- murmuró el ainu, cabeceando.
Pero Yoh sacudió su cabeza.
-En realidad ha sido la casa de su familia desde hace muchas generaciones. Así aunque nos estemos muriendo de hambre, la casa siempre será una de las más bonitas.
Usui le miró de reojo.
Yoh había llegado a la orilla del baño y, arrodillándose, introducía una de sus manos dentro del agua.
-Ahora está bien.- lo miró y una sonrisa se dibujó en su rostro. -Iré a buscar las cosas. Tú puedes meterte ya.
Pero Horo Horo no entró.
Observó a Yoh alejarse hacia una esquina, en busca de ropa limpia y jabón, y se inclinó hacia el agua caliente dentro del estanque.
-Tal vez...- murmuró, viendo su reflejo distorsionado por el vapor. -..debería volver a casa...
-Mi señor Amidamaru te ha invitado a cenar.
Los ojos azules de Horokeu se volvieron hacia el niño a su lado. Había vuelto y traía un recipiente de madera con jabones adentro.
-No te puedes marchar ahora.
Silencio.
Horo Horo suspiró.
-Pero...
-Vamos. Todavía tengo que preparar la cena.- apresuró, dejando el recipiente sobre el piso, junto al agua; e inclinando la cabeza, la cinta negra que sostenía su cabello se escurrió hasta sus pies con un jalón de sus dedos.
Horokeu le observó quitarse la ropa embarrada de salsas.
Las cintas de su kimono deshacían sus nudos una a una y, cuando colgaron a sus costados, pudo ver los hombros desnudos del joven Asakura aparecer entre la tela roja y blanca.
Su mirada negra lo atrapó un momento.
-¿No vas a..?
-¡Ah!- el rostro entero del anui enrojeció de golpe, mientras se daba la media vuelta y tragaba fuertemente. -¡Sí, en seguida!
Y en seguida comenzó.
No pudo sentir la mirada de Yoh clavada en él mientras desataba las cintas de su camisa de suave piel marrón y la sacaba de su cuerpo por brazos y cabeza. Tal vez estaba demasiado nervioso. Tal vez Yoh no lo miraba. Pero cuando se quitó los zapatos y empezó a sacarse las bermudas de tosca tela gruesa y oscura, escuchó un fuerte chapoteo detrás de él.
Yoh se había tropezado con el recipiente de jabones, volcándolo sobre el piso, y había caído pesadamente dentro del agua.
Cuando Asakura sacó su cabeza, Horo Horo lo miraba con curiosidad, arqueando una ceja y con una clara expresión burlona en sus labios.
Yoh sonrió también, ruborizándose levemente, y echando atrás los mechones flácidos de su empapado cabello castaño.
Lo siguiente que pudo ver fue a Horokeu saltando al agua, con una sonrisa emocionada en su rostro.
Habían olvidado la timidez al menos por un momento.
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-Hoke...
Horokeu abrió uno de sus ojos, ligeramente, y vio la figura difuminada de su amigo sentado junto a él.
-¿Si?
Yoh guardó silencio un momento, mientras pensaba en lo que le diría.
Había estado pensándolo mucho y le daba vergüenza preguntarlo, pero no pudo resistirlo más. Mirando de reojo a Horo Horo, se encogió de hombros y procedió:
-¿Te agrado?
Silencio.
El sonido del agua goteando desde las hojas del bambú hasta el estanque eran lo único que quebraban la monotonía del momento.
El cielo había terminado de oscurecer. Los minutos pasaron. Y ellos seguían ahí.
-Sí, bueno.- interrumpió Yoh, antes de ver a Horo Horo abrir la boca para responder. -Debí suponerlo. Es decir, solamente soy un empleado en este lugar y tú eres... ¿Cómo se dice?- sonrió ligeramente, con los ojos entrecerrados. -...el lider...
Horo Horo aguantó la respiración.
-¿De qué estás hablando?
Parpadeó.
-¡Por supuesto que me agradas, Yoh! ¡¡Eres uno de mis mejores amigos!!
El muchacho castaño siguió sonriendo, despreocupadamente.
-Sólo uno más..- murmuró, con una voz que Horo Horo apenas alcanzó a escuchar.
-¿Qué?
El más pequeño no respondió. Levantó su mirada hasta la de Horo Horo y, aun sonriéndole, se incorporó.
El vapor que lo cubría todo cubrió también su cuerpo a los ojos de su compañero.
-Será mejor que me retire. Tú puedes quedarte un rato más. Vendré a buscarte cuando la cena esté lista.- y con esto avanzó hacia la orilla, a pasos cortos y torpes, y estiró una mano para tomar la toalla.
Lo hubiera logrado si unos dedos firmes no se hubiesen cerrado alrededor de su brazo y le hubiesen obligado a girarse, tropezando y cayendo bruscamente al agua.
Otra vez se callaron.
Sin embargo, ahora el sonido de sus corazones quebraba también el silencio que prosiguió al alboroto:
Yoh Asakura había caído al agua, sobre Horokeu Usui, y ahora se encontraban ahí, uno sobre el otro en medio de la tenue oscuridad de la noche, viéndose fijamente a los ojos.
Con su húmedo cabello azul cayendo sobre sus ojos oscuros, Horo Horo inclinó el rostro hacia Yoh.
-No podrías ser solamente uno más, Yoh...
La respiración tibia golpeó el rostro todavía más caliente de Yoh e, instintivamente, cerró sus ojos.
Podía recordar una escena así hace aproximadamente 3 años...
~Continue...
Más notas: 8>*-*8 ¿Se nota ke me gusta (ADORO, AMO, IDOLATRO!) esa pareja? Bwahajaja!! Sep, entre más raras / enfermas mejor ^_^ y como buen ejemplo un Horo/Yoh y un Yoh/Amidamaru para pervertir sus inocentes mentecitas *-*... Como dije antes: Dedico este fanfic a mi lindo y adorado Kororito ^-^ (muchas gracias por todos los cg's de Horo Horo ~TwT~), que está obsesionado con este anime ¬w¬ pero también a mi comadre Myrtle, que es la única que apoya mis orgías XD y le gustan! T0T.. bueno, es todo... dejen reviews! T0T~~
~shiniramen@hotmail.com
