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Wo qui non coin
La era medieval
Capítulo 3.- Detrás de una puerta.
...todavía muchos meses antes O0o...
Cuando abrió sus ojos se encontró de frente con el rostro frívolo de Anna Kyouyama, sentada cerca de él y bebiéndose el té que supuestamente debió entregarle a Yoh. En todo caso eso era lo de menos, pero el hecho de encontrársela justamente a ella después de haber sido apaleado por Ren Tao en una calle cualquiera hubiese asustado incluso al más valiente. Y Yoh era valiente, pero siempre existen esas contadas ocasiones en las que...
"¿Anna?" susurró, tratando de incorporarse, pero la mirada fría que la mujer le envío le hizo volver a caer pesadamente sobre el futón y mover la mirada hacia un costado. Ahí también estaba su ropa sucia y los restos de la comida que alguien había llevado para él pero que seguramente Anna se había terminado en su lugar.
"Me dijeron que alguien te había vapuleado en la calle y que estabas herido." la voz ausente de la joven le hizo encogerse de hombros. "Vine porque tu abuela creyó conveniente que me encargase de ti para que no le ocasionaras más problemas a Amidamaru-dono."
Un nudo se enroscó en la garganta del muchacho y, suspirando, giró el rostro. Se preguntaba si su señor se habría dado cuenta ya de lo que...
"Él estuvo aquí hace un rato." murmuró Anna, casi cansada de hablar, y depositó el pequeño vaso para el té sobre el piso. "Estaba muy preocupado por ti."
Era curiosa la sensación que producía el rubor subiendo por sus mejillas. Yoh la hubiese descrito como los pasos de cientos de hormigas marchando rápidamente sobre su piel, mordiendo y acariciando cada tramo de su rostro hasta conseguir que éste enrojeciera visiblemente. Y Anna también lo vio. Así que se limitó a encogerse de hombros, suspirar de forma irritada y acariciar uno de sus propios brazos con la mano libre.
"No es correcto, Yoh..." su voz sonó repentinamente preocupada, y los ojos del joven se volvieron hacia ella, sorprendidos. "Estás aquí para hacer feliz a tu señor. Ese fue el único motivo por el cual fuiste permitido para permanecer aquí, pero..."
"�¡No fue mi culpa!" se defendió él, a su vez, levantando la voz más de lo que hubiese deseado pero encontrando en la repentina explosión de emociones un placer pocas veces saboreado. "N-no... no fue..." sacudiendo su cabeza, evitó la mirada de la muchacha a su lado. "Es.. es sólo que ese chico... Hao..."
"�¿Hao?" ensanchando sus ojos, Anna se incorporó un poco más. "¿Ese muchacho ha estado molestándote de nuevo?"
"...tú sabes que no puedo hacer nada para..."
"Yoh.."
Los puños del joven sirviente se apretaron alrededor de la tela áspera de sus mantas. Su espalda se arqueó hasta que su frente tocó sus rodillas y su nariz golpeó suavemente su regazo. Estaba molesto. Anna lo conocía lo suficiente como para asegurarlo. Le había visto berrear e irritarse tantas veces antes...
"No entiendo por qué.. es decir, no soy el único en este pueblo que se dedica a servir a un samurai; incluso ese sujeto, Tao, es el juguete de Hao, pero es sólo a mí a quien todos ellos molestan." frunció el cejo en un gesto de dolor al sentir cómo sus propios colmillos se enterraban en la piel de su labio inferior. "Y Amidamaru-dono.. él es quien tiene que dar siempre la cara por mí... siempre es él defendiéndome, apartándolos de mi lado, diciéndome que no pasa nada, pero..."
Anna jadeó suavemente al encontrar la mirada oscura del muchacho subir hasta topar la suya. Hubiese jurado que se le habían humedecido los ojos.
"...no me gusta preocuparlo... no soy nadie para causarle problemas, pero él..."
"Yoh..."
"Tal vez lo mejor que pudiera hacer sería dimitir y permitir que alguien más capacitado que yo venga.. alguien que no le ocasione aflicciones y que sepa hacerle feliz..." una sonrisa amarga cruzó sus labios. "...pero si lo consideramos... debo admitir que me he vuelto tan egoísta..." golpeando sus rodillas con los puños, se encogió todavía más sobre sí mismo. "...porque lo amo tanto que no deseo apartarme de su lado aunque sé que no me merezco su compañía..."
La joven no respondió. Echó una mirada despreocupada a la ventana por la cual las últimas gotas de lluvia escurrían perezosamente, y suspiró. Era cierto que las palabras de Yoh le habían dolido, pero...
"No te preocupes por eso, Yoh..." dijo, en voz baja, y el chico levantó la cabeza para verla. "Nosotros hemos sido entrenados por tu familia para cumplir diferentes obligaciones... por ejemplo Tamao, que debía ser la sucesora de tu padre, pese a que murió, y yo, que deberé suceder a tu abuela. Tú debiste haber terminado tu entrenamiento como mensajero espiritual, pero..."
"Lo sé." interrumpió él, girando el rostro. "Pero ahora estoy feliz así... sin tener que preocuparme por nada que no sea complacer a mi señor..."
"Entonces no sufras por eso." sonriendo ligeramente, Anna se puso de pie. "Solamente encárgate de que Amidamaru-dono esté contento a tu lado, con tus servicios.. y respecto a ese chico..." girándose, las cuentas del rosario azul que Anna llevaba enredado en una de sus manos crujieron entre un apretón de sus dedos. "...simplemente ignórale..."
"P-Pero..."
"…escúchame, Yoh... ese muchacho.. Hao As-..."
La puerta se abrió en ese momento, con un sonido seco, y Tamamura Tamao, una joven de pelo rosado y que vestía un complicado kimono de tela negra entró, depositando una nueva bandeja con alimentos en el piso, cerca de la entrada.
"B-buenos días, Yoh-kun..."
"¡Tamao!" sonriendo, Yoh se incorporó. "¿Tú has estado cocinando para mí?"
Sonriendo débilmente, la joven se ruborizó mientras asentía un par de veces. Trató de ignorar la mirada enfurruñada que Anna le dedicó en ese momento, y moviéndose un poco, se puso de pie.
"Amidamaru-sama quiere verlo, Yoh-kun... por favor, apresúrese a tomar sus alimentos. Yo estaré afuera para recoger los trastos cuando usted haya terminado." y diciendo esto salió de la habitación y cerró la puerta tan suavemente que el golpecito de la madera golpeando la madera apenas fue audible.
Anna miró a Yoh de reojo. El muchacho se había vuelto a arquear, mirando fijamente sus tobillos como si fuesen la cosa más interesante en el mundo.
"Has de ir." dijo entonces, acercándole la bandeja. "Recuerda no presionarlo... pídele disculpas, y si puedes..." sus ojos se giraron bruscamente.
Yoh se limitó a tomar un plato y a romper los palillos con una de sus manos. Realmente le asustaba lo que su señor pudiese decirle...
El aroma a incienso encerrado le llenó cuando cruzó el pasillo para entrar en la siguiente habitación. Entre las ventanas de papel de la puerta había podido ver dos siluetas sentadas una frente a la otra. Las dos voces se levantaron, con una carcajada, y él se detuvo, sin saber si entrar o esperar a que su señor estuviese desocupado...
"Es verdad..." una de las voces reanudó la conversación tras varios segundos que ambos se tomaron para respirar. "Harusame se encuentra reluciente. Realmente pensé que tras todos estos años le estaría haciendo falta que al menos la limpiase, pero veo que la cuidas muy bien."
"¡Mosuke-sama!" cubriéndose la boca, Yoh retrocedió hasta que su cuerpo golpeó la pared.
Y aparentemente nadie le escuchó, puesto que Amidamaru, sin mover más que su cabeza hacia atrás, suspiró profundamente.
"Yoh es quien se encarga de lustrarla para mí todas las noches..."
"Oh, Yoh." repuso Mosuke, con un tono jovial en su voz. "Ese jovencito... no le conozco mucho, pero por lo que me platicas puedo ver que te complace bastante su presencia."
Amidamaru rió, entre dientes, y Yoh vio, con las mejillas ruborizadas, como se cruzaba de brazos y cabeceaba perezosamente. "Es un buen chico."
"El hijo de Mikihisya y Keiko Asakura, me parece. ¿No eran ellos los encargados del templo que está sobre la colina Funbari?"
"Así es." moviendo su cabeza hacia un costado, el samurai profirió un gruñido apenas audible. "Y realmente no puedo entender mucho yo tampoco, puesto que cuando ellos murieron Yoh aún era un niño pequeño y yo decidí tomarlo bajo mi protección... sin embargo Yohmei y Kino jamás me dijeron nada al respecto..."
"¿Piensas que no deseaban hacerse cargo de su nieto?"
El corazón de Yoh batió fuertemente dentro de su pecho en aquél momento, cuando Amidamaru guardó silencio y Mosuke se llevó una mano a la nuca y levantó la cabeza despreocupadamente. Era verdad que nunca nadie se había molestado en ir a reclamarle o algo por el estilo, pero él sabía bien que sus abuelos estaban enterados de sus deseos, de los deseos de sus padres y el deseo del propio samurai de mantenerle a su lado. Solamente por esto era que permanecía aún en aquél lugar, en compañía de su señor, para hacerle feliz y conseguir su propia felicidad con base a esto.
Aunque aún así le asustaba lo que Amidamaru pudiese pensar al respecto... todo respecto a él. Las molestias que podía haber representado para su vida desde que llegó a su casa.
"No." interrumpió la voz del guerrero, alejando cualquier pensamiento extraño de la cabeza del joven. "Sus abuelos, pese a lo que pueda parecer, se preocupan mucho por él..."
"¿En serio?"
"Anna Kyouyama..." el nombre de la médium sonó frío en los labios de Amidamaru, pero Yoh no tuvo tiempo para percatarse de esto, más asustado por la opinión que su amo pudiese tener sobre la joven. "La viste cuando llegaste aquí¿No es cierto?"
"Si te refieres a la jovencita de los ojos fríos..."
"Así es... llegó aquí desde esta mañana, enviada por los abuelos de Yoh pero más bien por pie propio." su rostro se giró hacia un costado y el joven sirviente jadeó, asustado, cuando se dio cuenta de que su señor miraba hacia el sitio tras el cual él se había ocultado. "Estaba muy preocupada por él, pude verlo... Dijo que deseaba estar a su lado, que sus maestros así se lo habían ordenado."
"¿Y qué piensas tú?"
"Seguramente fue así... y eso significa que en realidad sus abuelos se preocupan por él. Toda su familia..."
Mosuke se encogió de hombros en ese momento, confundido.
"Pero esa chica no es de su familia..."
La risa insípida de Amidamaru asustó a Yoh. Había asentido repetidas veces, sin dejar de reír e ignorando las quejas indignadas de su mejor amigo.
"Anna Kyouyama... su prometida..."
Fue en ese momento cuando Yoh sintió como si mil toneladas de agua helada cayeran sobre su cuerpo, cortándole como agujas. Tan sorprendido, tan fuera de sí que cayó pesadamente hacia atrás, cubriéndose la boca fuertemente para apagar cualquier sonido involuntario que osase escapar por sus labios y viendo con los ojos bien abiertos la silueta oscura de su señor a través de las puertas de papel.
"Cuando ella llegó..." prosiguió Amidamaru, en voz baja y con la cabeza inclinada. "... creí que todo había terminado... cuando la vi atravesar las puertas, con su mirada fría fijamente puesta en mí... acusadora..." suspirando, dejó que Mosuke se reacomodase. "No sé qué pensé en ese momento... Que tal vez Yohmei y Kino se habían cansado, que se habían dado cuenta de lo poco capacitado que estoy para cuidar de su nieto y que habían decidido llevárselo finalmente... apartarle de mi lado, hacerle cumplir con su verdadero objetivo y... no sé... obligarle a casarse con ella..." rió, levemente, pero su risa vacía no consiguió más que asustar más a su joven subordinado. "... debo decírtelo, Mosuke... tuve mucho miedo de perderle..."
El herrero guardó silencio un momento, mientras una mano sostenía el vaso para el té cerca de sus labios y la otra se apoyaba sobre el piso, seguramente donde su inseparable mazo le hacía compañía.
Y afuera Yoh jadeaba también, entrecortadamente, completamente anonadado. Casi tan estupefacto que consideró seriamente ponerse de pie y huir en aquél momento. Pero era su poca fuerza de voluntad lo que le había impedido siquiera seguir escuchando con claridad, sin dejar que los millares de ideas se agolparan en tropel dentro de su cabecita afligida.
Se había enterado de tantas cosas aquél día, todavía doliente de las múltiples heridas en su pequeño cuerpo y aún asustado tras el enfrentamiento con aquellos dos chicos. No hubiese podido soportar escuchar algo más sin comenzar a gritar... o lo que sucediese primero.
La mano de Mosuke se reclinó sobre el piso, junto con el recipiente, y suspiró profundamente antes de dejar escapar una nube de vapor tras un vaso de té caliente.
"Te preocupas demasiado." declaró, en voz fastidiada. "Esa chica no se atrevería a hacer algo que te enfadase... o los Asakura.. o cualquiera de ellos... Todos saben bien que tratas muy bien a Yoh, aunque se trate de tu sirviente, y que no dejarías que nada malo le sucediese sin que tomases represalias."
"Pero no deseo que nada suceda a Yoh." replicó Amidamaru, indignado. "Esos muchachos... todos los del pueblo, en realidad... molestan a Yoh y no sé qué hacer al respecto. Le he puesto alto a muchos atentados en su contra, a muchas peleas poco ventajosas para él... pero aún así, todos ellos... sobre todo Hao."
"¡Ah! Hao, Hao... he escuchado ese nombre." cabeceando, Mosuke frunció el cejo. "Vino con la colonia americana¿No? Es ese chico que usa pendientes."
"Hai, hai." sacudiendo una mano despreocupadamente, Amidamaru giró el rostro. "Vive en el convento junto con el sacerdote aunque poseen una de las casas más grandes de la región..."
"¿Y qué hay con él?"
"Que no deja en paz a mi Yoh. Eso hay."
"¿Tu Yoh?" inquirió el herrero, en un tono que desagradó ligeramente al chico tras las puertas. "Lo dices como si te perteneciera."
"Él me pertenece." la voz de Amidamaru se levantó bruscamente, amenazadora. "Yoh está aquí conmigo porque me pertenece¿Sabes? Tampoco estoy obligándole. Él lo desea así."
"¿Me dices que el día en que no te quiera más será libre de marcharse?"
Amidamaru calló. No deseaba soltar así como así lo que pensaba al respecto, pero la mirada en los ojos de Mosuke estaba comenzando a irritarle.
"Mosuke..."
"Pienso..." sonriendo, el otro hombre giró su rostro. "...que te estás encariñando demasiado con ese chiquillo..."
"¿Q-qué?"
"Es muy joven, Amidamaru... incluso más de lo que eras tú cuando..."
"�¿Qué tiene eso que ver?" fue una interrupción brusca, pero tal vez había valido la pena. El samurai se había incorporado ligeramente.
"Sólo digo que deberías pensarlo... porque el día que tú te vuelvas viejo y él se fastidie de ti, sólo conseguirás sentirte mal contigo mismo."
Las palabras de Mosuke se desvanecieron en el viento. Amidamaru no respondió, y el herrero tampoco hizo esfuerzos por obtener alguna palabra de él. Yoh se había arrodillado sobre el piso, sin saber si odiar a Mosuke o sentirse asustado por lo que había dicho. Su respiración golpeaba pesadamente sus manos y aún temblaba por la impresión, pero todavía no conseguía ponerse de pie y marcharse.
Realmente no deseaba seguir escuchando más. No por el momento. Nada que tuviese que ver con él y sobre las cosas de su vida que ignoraba. Nada que pusiese en duda el amor que sentía por su señor y el que, él suponía, éste sentía por él.
Entonces Amidamaru carraspeó, fuertemente, y se puso de pie con un movimiento brusco. Seguía mirando a Mosuke de forma ausente, aunque el muchacho fuera de la habitación no pudo verlo.
"Mosuke..." comenzó, quedamente, y el herrero le miró con una ceja arqueada y una sonrisa indiferente en sus labios. "...tú eres mi mejor amigo, así que me conoces mejor que nadie..."
"Vaya, que honor." rió el otro, divertido.
"...así que lo sabes bien y sin necesidad de que te lo diga..." girándose, los pasos de Amidamaru le llevaron a la puerta, desde donde Yoh jadeó y se apretujó contra la pared, asustado. "Yo amo a Yoh."
En ese momento la puerta se abrió. Amidamaru estaba disponiéndose a salir, cuando descubrió la figura delgada y encogida de Yoh Asakura en una esquina del pasillo que le miraba, con los ojos engrandecidos y las mejillas fuertemente ruborizadas.
Se sonrojó entonces él también, preguntándose qué hacía el chico ahí o cuánto había escuchado de la conversación. Mosuke salió detrás de él, poniendo una mano sobre su hombro y sonriendo.
"No es para que te enfades, Amidamaru." rió, al parecer sin haberse percatado del muchacho arrodillado en el piso. "Todos sabemos lo mucho que tú quieres a..."
Un codazo de parte del samurai consiguió que el herrero guardara silencio, con un quejido, y bajara la mirada hacia el punto en donde Yoh seguía arrodillado.
"¡Oh!"
Aprestándose, Yoh puso ambas manos en el piso e hizo una pronunciada reverencia. El rostro entero le ardía. Más de lo que se había imaginado. Y Amidamaru seguía viéndole con los ojos ensanchados, sorprendido.
"¡D-Discúlpeme, Amidamaru-dono!" jadeó el chiquillo, apretujándose contra el suelo. "¡Tamao me dijo que deseaba verme y yo... no quería molestar, de verdad!"
Amidamaru no dijo nada. Se limitó a mirar el semblante lastimado y pequeño del jovencito, y sintiendo un nudo en su garganta se inclinó hasta que una de sus rodillas estuvo apoyada en el piso, justo frente al muchacho. Su mano derecha subió suavemente hasta tocar la cabeza castaña y con cariño acarició el pelo despeinado de su sirviente, quien jadeó pesadamente al contacto.
"Yoh..."
Los ojos oscuros se levantaron, temerosos y titubeantes, pero el guerrero sonrió, débilmente, antes de arquearse un poco más hacia él y cortar la distancia entre ambos con un ligero movimiento.
El roce de sus labios fue momentáneo, pero suficiente para que Mosuke comprendiera que estaba de más y en voz alta anunciara que iría a dar un paseo por los jardines antes de marcharse andando a pasos largos y entonando una canción escandalosa.
Y los otros dos se quedaron en el pasillo, viéndose sin saber qué decir o cómo reaccionar. Al menos hasta que Yoh, completamente azorado y ruborizado, se echara dentro de los brazos de su amo y enterrara el rostro dentro del pecho del samurai, quien no demoró mucho en abrazarle también.
"Yoh..."
"¡Perdóneme, señor¡De.. de verdad, le juro que yo no quería...!"
Los labios de Amidamaru volvieron a interponerse entre las palabras atropelladas de Yoh y su destinatario. Esta vez con más fuerza y convicción, que Yoh no pudo más que gemir, profundamente, antes de entregarse por completo al beso.
Amaba, sinceramente, cada segundo al lado de su señor. Sin importar lo que los demás pudiesen pensar o decir al respecto, puesto que eso no le importaba. Después de todo, incluso tras escuchar a Mosuke, él se había convencido de que más tarde, cuando las guerras terminaran, podría vivir tranquilamente en compañía de su amo sin preocuparse más que por amarse el uno al otro.
Más porque ahora finalmente sabía lo que éste sentía por él, o que su amor era correspondido. Así que no pudo sentirse menos que feliz. No por ahora...
"Amidamaru-dono..." jadeó, pesadamente, y los brazos del samurai apretaron el abrazo alrededor de su torso. El cuerpo del chico se desprendió del piso cuando el hombre se puso de pie, arrastrándole con él, y comenzaron a avanzar, aún dentro del beso, hacia ninguna parte en particular incluso aunque Yoh sabía adónde.
La puerta de la habitación de Amidamaru se abrió con un crujido, y sonriendo, Yoh se aferró con más fuerza a él.
Amidamaru le amaba. Realmente le amaba.
No eran más las simples suposiciones de un chiquillo enamorado de su señor. No sólo las fantasías de un muchachito de su edad... no, no era así. Y él estaba dispuesto a mantener las cosas como estaban hasta el momento.
O tal vez mejor.
Y fue por esto que, quizás, nunca debió haber aceptado la propuesta vespertina del samurai. Si tan sólo él lo hubiese sabido...
Notas: Ok o.o debo decir que en algún momento, mientras escribía este capítulo, decidí cerrar el documento y no continuar ni dar nada por terminado… Más sin embargo hoy, cuando revisaba mis archivos, me topé con este documento, y tuve que leerlo ya que no recordaba nada de lo que había escrito, hasta que llegué al final y waaaah… no me acordaba de nada! Ni siquiera sé por qué escribí la última frase, o si pretendía escribir más… lo único que sé es que yo lo escribí, porque me acuerdo de algunas cosas, pero no más que eso… así que pido una disculpa si el chap no se entiende, o algo por el estilo. Tampoco voy a modificar nada, porque si lo escribí supongo que por algo fue, y tal vez, ojalá, en el futuro las ideas regresen a mí y pueda dar una explicación del por qué de todo.
Por el momento es suficiente. Espero yo que hayan disfrutado del capítulo. También se aceptan reviews de todo tipo n-n. Byeee.
