EL AMOR TIENE FORMAS EXTRAÑAS
SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO 11: EL PLAN
Los personajes utilizados son propiedad de J.K.Rowling exceptuando a Aly, Annalisse y Shane...
Este capítulo va dedicado a toda la gente linda que me venía preguntando por el fic cada vez que me conectaba al msn. Gracias por su paciencia y su constancia al no olvidarse de este fic cuando ya tiene casi un año sin ser actualizado!
Ah! me acuerdo de una chica que me había pedido como regalo de cumpleaños que actualizara ese día (creo que el 23/1 ¿puede ser?), en todo caso, acá está, dos meses más tarde, pero seguro... ¡feliz cumple!
Blaise Zabini ya llevaba rato durmiendo cuando comenzaron los ruidos y las maldiciones. Masculló entre dientes, insultando a quien fuera que fuese el autor de los mismos. Pero los ruidos no cesaron, sino que se hicieron más continuos y, muy a su pesar, el apuesto moreno se vio obligado a abrir los ojos. Le sorprendió darse cuenta que era la hora del alba y el cielo se mostraba de un furioso anaranjado. Abandonó la calidez del lecho y recorrió con sus ojos de color zafiro la habitación de los chicos de sexto año. Crabbe, Goyle y Nott estaban profundamente dormidos, ajenos a el ruido que inundaba la habitación. Se percató de que la cama de Draco tenía las cortinas descorridas y estaba intacta. Y Blaise ya sabía de antemano que Draco Malfoy jamás había tendido su cama.
Se encaminó hacia la puerta del baño, que estaba cerrada, y pudo oír con claridad el correr del agua y las maldiciones que, sin margen alguno de duda, tenían el inconfundible tono de voz de su rubio compañero: esa voz ronca y acariciante, semejante al murmullo de un río que se pierde en la inmensidad de un bosque, y que volvía loco al sexo opuesto.
¿Estás bien, Draco?- preguntó Blaise, cruzándose de brazos y recostando la espalda sobre la puerta del baño, aún somnoliento. Se frotó los ojos vigorosamente, intentando que el sueño lo abandonara.
Lárgate, Zabini.
¿Tienes resaca? Pansy preparó una poción para contrarrestarla. ¿Quieres que te traiga un poco?
No estoy borracho- respondió Draco tajantemente.
¿Y entonces que es?- preguntó con tacto, a sabiendas de que allí había gato encerrado.- ¿Puedo pasar?
Draco no respondió. Desde el otro lado de la puerta, Blaise oyó como cesaba el ruido del agua en la pileta el lavamanos y antes de que pudiera reaccionar la puerta se abrió bruscamente, dejando ver la esbelta silueta del joven Malfoy. Blaise silbó, sorprendido.
Mierda, Draco. Llevaba tiempo sin verte tan mal...
En efecto, el rubio lucía el rostro desencajado. El pelo
platino estaba húmedo y los mechones se le adherían al anguloso
rostro, pero no parecía importarle demasiado. Traía puesto
únicamente los pantalones de seda negra de su pijama, del cual nunca
se había molestado en usar la parte superior. Le incomodaba dormir
con ropa, solía decir a menudo. Y si no fuera porque debía
compartir cuarto, descansaría entre las sábanas tal y como
su madre lo había traído al mundo. Su torso de blancura inmaculada,
que contrastaba con la intensa negrura del pantalón, lucía
pequeñas y diminutas gotitas de agua deslizándose perezosamente
por el, lamiéndolo centímetro a centímetro. Blaise
sólo había visto a Draco en tal estado de desaliño
sólo en contadas ocasiones.
-Ya se me pasará- dijo con acritud, pasando junto a su amigo
y encaminándose en dirección a su cama.- Sólo necesito
unas horas de sueño.
¿Y que fue lo que hiciste en toda la noche que no has dormido, Draco Malfoy?- preguntó Blaise con picardía, preguntándose quien habría sido la nueva víctima del rubio.
¡No es de tu maldita incumbencia!- estalló Draco, enfurruñado, descorriendo las mantas y dejando al descubierto las sábanas verde oscuro. Ya completamente inmune a las amenazas de Draco, el moreno se llevó las manos a los bolsillos del pantalón de su pijama azul y desandó el camino hacia el lecho de Draco, con lentitud y una sonrisa bailoteando en sus labios.
¡Ah!- Blaise ensanchó su sonrisa.- ¿Qué te ha hecho la pelirroja ahora?
¿Qué pelirroja?- Intentó sonar casual, indiferente, pero había rabia en su voz. Sin dejar que sus ojos grises hicieran contacto con los de su amigo, se deslizó entre las sábanas y se volteó hacia un lado. Claro que Blaise ya lo conocía demasiado como para saber, o al menos intuir, cuando fingía.
¿No te ha funcionado la mentirita esa del acoso sexual?- preguntó, recordando vagamente las intenciones de Draco la pasada noche.
¿¿Es que tú no entiendes inglés, Zabini?- exclamó Draco, volteándose de repente y dejando ver un peligroso destello de ira en sus ojos nublados. Blaise enarcó una ceja sorprendido al sentir la punta de la varita de su amigo presionada contra su pecho. Bien. Ése era el límite por ahora. No es nada prudente provocar a una persona que sabe un millar de maldiciones más que uno. Draco empuñó un poco más la varita, sin variar la expresión irritada de su semblante.- QUE- TE - LARGUES. QUIERO ESTAR SOLO.
Blaise se encogió de hombros con indiferencia y se puso de pie, sin borrar la ligera sonrisa que curvaba sus labios. Draco pareció relajarse y su brazo fue bajando lentamente, sin desviar sus ojos de Blaise, hasta quedar inmóvil sobre las sábanas.
Hablamos luego. Que duermas bien...- hizo un rápido gesto de despedida con la mano y regresó a su cama. Todavía era temprano para andar despierto... Draco no dijo nada y vio en silencio como Blaise se acurrucaba entre las mantas. El rubio suspiró, desganado, y moviendo la varita y murmurando unas palabras ininteligibles, las cortinas que rodeaban su cama se cerraron, sumiéndolo en una vertiginosa oscuridad. Y otra vez, quedó a merced de sus pensamientos.
¡Qué carajo le importaba todo a Zabini! El muy estúpido no había hecho nada para evitar su relación, si es que se podía llamar así, con la comadrejita en el período de la amnesia... No, Blaise no sabía nada, y se creía gracioso preguntando sobre la pelirroja como si fuera otra más de sus conquistas... ¡¡No lo era, ni iba a serlo! La pelirroja se había convertido en una manchita molesta en su vida, era el símbolo viviente de su reputación arruinada, y para colmo de males, se había vuelto tan descarada...
Porque Blaise no estuvo allí, en el lavabo, mientras se había restregado con toda la fuerza que era posible los labios, hasta que el dolor se había tornado insoportable, para quitarse el sabor de ese beso. Para olvidar su aliento a menta. Y empaparse el cuerpo, rogando por que el agua fuera suficiente para limpiar todos esos pensamientos extraños que vagaban por su alma.
El despertar de Ron Weasley fue algo más alborotado de lo que él hubiera esperado. Al dar las once de la mañana de aquel sábado brillante y resplandeciente, la luz del sol entraba a su anchas por el ventanal y acariciaba el rostro pecoso de Ron con insistencia. Picaba. Antes siquiera de abrir los ojos, fue consciente de que parecía tener a Hagrid sentado a sus anchas sobre su cabeza y estaba seguro de que en cualquier momento su cráneo cedería y su cabeza se partiría en dos.
Aaagghhh- masculló, quejumbroso. Abrió los ojos uno a uno, y maldijo a quien fuera que fuese que hubiera tenido la grandiosa idea de construir tantas ventanas en las habitaciones del colegio. La luminosidad no lo ayudaba para nada. Se incorporó a medias, apoyando todo el peso de su largo cuerpo sobre los codos y miró hacia un lado. Una figura se movía enérgicamente de un lado a otro de la habitación, pero no pudo distinguir de quién se trataba porque tenía toda la claridad matutina estallando sobre su cara somnolienta. Ron parpadeó, intentando que sus ojos castaños se adaptaran a la luz del día. Entrecerró los ojos.
¿Harry?- sondeó, y su voz salió ronca y débil. Entonces, se dio cuenta de que la figura se había detenido y parecía estar mirándolo, pero... ¿desde cuándo Harry era tan curvilíneo?. Tenía una cinturita que... Sacudió la cabeza y se frotó los ojos.- Vaya, Harry... los ejercicios que has estado haciendo en la semana han dado resultado... te ves... distinto... - comentó, y volvió a mirar a la figura, con una ligera sonrisa. ¡un momento! Las piernas de Harry se le antojaron, de repente, bastante delgadas y torneadas. Y atisbando un poco más por allí, notó que su amigo traía puestos unos calzoncillos rojos con florecitas amarillas. ¿Florecitas amarillas?¿Qué demonios...? Aguzó la vista, intrigado, y esta vez se sorprendió aún más. ¡¡¡Lo que llevaba Harry no eran calzoncillos, sino unas delicadas bragas de mujer! ¡Carajo! ¿Harry se había vuelto travestí y nadie lo había notado? ¿Y ahora él, su supuesto mejor amigo, lo pescaba in fraganti en pleno despliegue de sus inclinaciones hasta ahora ocultas? No pudo seguir con sus indagaciones mentales acerca de Harry porque sintió estrellarse una suave y mullida almohada sobre su cara con bastante fuerza.
¡Deja de mirarme como un estúpido, Ron! ¡Me da vergüenza!
¿Y eso? ¿Harry ahora había cambiado la voz? ¡vaya, que bien le salía!
No pensé que te despertarías justo ahora, me tomaste desprevenida...
¡Y hasta se refería a sí mismo en femenino! ¡Debía estar bastante avanzado en su conversión al travestismo! ¡Qué bien se lo había guardado para que nadie sospechara! Eso confirmaba sus más oscuras y sórdidas sospechas: el cerebro del niño- que- vivió no había sobrevivido tan bien al ataque de Voldemort, no señor, aparentemente, aquel "avada kedavra" había hecho que Harry se sintiera incómodo con su sexo.
¿Me estás escuchando, Ron?
¡Un momento! Esa voz la conocía... de algún lugar. El pelirrojo apartó la almohada de su cara y se incorporó hasta quedar prácticamente sentado sobre la cama. Tenía la camisa blanca casi desabrochada totalmente y su pecho pálido y surcado de diminutas pecas quedaba a la vista.
¡¡¡PRYOR!- exclamó Ron, sorprendido, y en cierto modo, aliviado al ver que su teoría de Harry y su conversión al travestismo no eran más que tonterías. La rubia permanecía inmóvil, totalmente sonrojada de pies a cabeza y no era para menos: el hermano de su mejor amiga la había sorprendido a medio vestir. ¿es que no podía haber dormitado unos cinco minutos más? Ron sonrió.- Ehh... bonitas bragas...
¡¡¡NO SEAS TARADO!- gimió ella, corriendo a ocultarse detrás de una cortina y volviendo a asomar su cara detrás de la misma.-¿¡¡Deja de mirarme, quieres?
¡Si ya te cubriste!- le señaló él.- Sólo puedo ver tu cara... y estás como un tomate.- ella lo miró como si quisiera extrangularlo. Ron continuó:- No te preocupes, nadie sabrá sobre el estampado de tus braguitas...
¿Que tienen de malo las florecitas, eh?- protestó ella, haciendo pucheros.- Son monas.
Si tu lo dices...- Ron se encogió de hombros y se pasó la mano por el cabello. Al diablo con los estúpidos estampados que las mujeres elegían para sus prendas interiores.- ¿Qué estabas haciendo... eh... semidesnuda... cuando me desperté?
Buscaba el cepillo de pelo.- confesó Aly, algo turbada. Ron enarcó una ceja.
¿El cepillo de pelo?- repitió, sin entender. Desde el otro lado de la habitación y desde detrás de la cortina, Aly asintió.- Creo que tengo un peine por allí, ¿es lo mismo?
¿Qué?
¿Cruzaste el pasillo en bragas para venir aquí, Aly?- preguntó Ron, sonriendo al imaginarse a su amiga caminando en puntillas de pie por el pasillo y colándose en la habitación.
¿Para venir adonde?-
Aquí.- respondió Ron, abotonándose la camisa, aunque aún no lograba recordar cuando se la había desabrochado.- Admitamos que no todos los días una chica en bragas se mete en nuestra habitación...
¿Perdón?
Sabes que conmigo no hay problema- continuó Ron, mirándola fijamente.- Pero si te hubieras encontrado con Dean o Seamus, por ejemplo, no hubieras pasado desapercibida. Ellos son... bueno, les gustan mucho las mujeres, ¿entiendes? Y si te hubieran visto no se hubieran tapado los ojos por respeto a ti, ¿comprendes?
Me parece, Ronnie...- lo interrumpió ella, comprendiendo a lo que se refería Ron.- Que estás algo desorientado...
Y fue entonces que Ron desvió por un momento la vista de su amiga y la paseó por la habitación. Y aquello no era una habitación típicamente masculina, claro que no. Una habitación que albergaba a cuatro muchachos adolescentes gran parte del año no tendría esos cuadros con tipos musculosos y carilindos que lucían a diestra y siniestra sus sonrisas. Ni tampoco tendría almohadones en forma de corazones desparramados por allí. Ni ositos de felpa asquerosamente abrazables. Ni las últimas ediciones de "Corazón de bruja" y "Sentimientos mágicos" apiladas prolijamente sobre el alféizar de la ventana. Miró la mesita de noche que estaba junto a la cama. Aly, Aly, Aly. Fotos de Aly con sus padres, Aly con Ginny, Aly en lo que parecía ser un inmenso parque, y un grueso libro titulado "Los recónditos pasajes de la mente humana".
Pasó saliva y se atrevió a mirar detrás suyo, justo en la cabecera de la cama, rogando no ver lo que estaba temiendo. Ay, carajo. Tres estrellas plateadas, aparentemente de madera, colgaban una junto a la otra, portando cada una una letra. En conjunto, se leía A-L-Y, escrito con góticas letras negras bien trabajadas. Oh, oh... ¿qué demonios hacía en la cama de Pryor? Ron inhaló profundamente, desconcertado. No se atrevió a darse vuelta y encontrarse con la mirada de la chica. Continuó mirando con estupor la cabecera de la cama, maldiciéndose por no recordar absolutamente nada de la noche anterior. Y los detalles que acababa de descubrir no eran lo que se dice alentadores, no.
En primer lugar, él jamás había amanecido fuera
de su cuarto (sí, sí, no necesitaba recordar lo nula que
era su vida sexual en estos momentos...) y ahora se percataba de que
se encontraba nada más ni nada menos que en una habitación
de mujeres (y ya que estamos, menores que él), en segundo
lugar, no era sólo despertar en una habitación de mujeres,
no. Porque el hecho de que justamente se encontrara en la cama de su amiga
Pryor no era irrelevante. Así como tampoco lo era el encontrar su
camisa prácticamente abierta y a la dueña de la cama semi-desnuda.
¡Y él no podía recordar nada!
Y Ron también tenía una imaginación desbordante, claro está. Porque tomando todos y cada uno de los datos que había descubierto, la faceta morbosa de su mente se las ingenió para revelarle un negro panorama. Y la metida de pata más grande de su vida, y eso que ya de por sí él odiaba sus pies de gigante. Las manos comenzaron a sudarle sin piedad y cuando intentó pasar saliva cayó en la cuenta de que tenía la boca seca por el horror. Y que le costaba respirar. Y también estaba seguro de que iba a morirse de la vergüenza en cuanto se volteara y viera otra vez el rostro de Aly.
Carajo, Ron, carajo... ¡Qué estupidez has hecho! En fin... ahora es el momento de ser valiente y, por una vez en tu vida, actuar como un hombre hecho y derecho.
Inhaló profundamente, rebuscando el coraje hasta por debajo de las piedras y se volteó. Aly enarcó una ceja confundida al ver la expresión descompuesta de Ron, que se debatía entre la seriedad y el desconsuelo. Muy, muy lentamente, el alto pelirrojo se puso de pie y se acercó a Aly con cierto nerviosismo. Se detuvo a unos dos metros de ella y carraspeó.
Bien... Aly... estemm... yo... tu...
Maldición. Nunca conseguía hilvanar las palabras exactas cuando los nervios se apoderaban de él.
¿Estás bien?- preguntó Aly suavemente, creyendo que todo se debía a los efectos del alcohol bebido la noche anterior. Ron asintió con pesadumbre, aunque en realidad no lograba aclarar la interminable maraña en que se habían convertido sus sentimientos: Hermione, Aly, el alcohol, y la cabeza que se le partía en diez pedazos. El vacío de su estómago, la sensación permanente de mareo, la angustia que le azotaba el alma, los gritos de terror que morían en su garganta, sin ser liberados. Pero ya era tarde y lo hecho, hecho estaba. No había vuelta atrás, sólo le quedaba salir lo más dignamente posible del embrollo en el que se había involucrado.
Aly, quiero que sepas que...- clavó firmemente su mirada contra la de la chica, por más que ese gesto le costara un fuerte coloreo en sus mejillas pecosas.- Quiero que sepas que... yo me haré cargo de las consecuencias, sean cuales sean, ¿sabes?- sonrió apenas. Hubiera sido más duro para ella si él le confesaba que no recordaba prácticamente nada. Pero la expresión de Aly fue de sorpresa al principio, para luego ir transmutando a una expresión más relajada y amistosa.
Si tú quieres...- se encogió de hombros con soltura, manteniendo aún firmemente presionada contra su pecho la cortina de terciopelo rojo que usaba para ocultar su cuerpo desnudo de los ojos del muchacho.
Es lo menos que puedo hacer, ¿no?- respondió Ron, pasándose la mano por el cabello.- Después de todo lo que ha sucedido...
Eso queda en tí, Ron...- dijo ella. Y era verdad, era tarea de él decidir cómo iba a resolver sus asuntos con Hermione.
No, no. No digas eso. Yo también fuí... parte de... lo que pasó.- reconoció Ron, sintiéndose algo cohibido por el tema tratado.
Ok- Aly ladeó la cabeza y sonrió.- Ahora te vas para que me pueda terminar de cambiar, ¿eh?
En un momento- respondió Ron.- Pero... ¿Cómo va a seguir todo esto, Aly? Es decir... después de lo que sucedido anoche...- desvió la vista al costado, rogandole a Merlín por no haber dicho demasiadas tonterías la pasada noche. Cosas como "te amo", o "eres el amor de mi vida". O quizá Aly tenía intenciones de formalizar las cosas con él y... bueno, tendría que soñar en secreto con el aroma a rosas de Hermione o con sus ojos de color chocolate...
¿Cómo sigue esto? Mmm- Aly puso expresión pensativa.- Creo que tendrás que ir de a poco, Ron. Ya estropeaste las cosas y ahora... si, la cautela va a ser lo mejor.
¿Estropeé las cosas? ¿Tan mal estuve?- Ron la miró horrorizado. Esta bien que él reconocía que era un completo desastre en los asuntos del corazón, pero que Aly declarara sin inmutarse que en su "debut" él había sido un desastre no era precisamente un mimo a su ya de por sí pobre autoestima.
Bueno, no fuiste lo más delicado del mundo, Ron... - admitió ella, apesadumbrada. La expresión de Ron se ensombreció aún más y unas repentinas ojeras violáceas hicieron acto de aparición bajo sus ojos. ¿Así que se había comportado como un bruto? ¡qué inútil era!
Lo siento mucho, Al...- murmuró, bajando la vista.- Yo... bueno, tu sabes que estaba algo bebido y que no era muy... consciente de lo que estaba haciendo y... tu sabes que yo nunca querría...
¿Ron? ¿Puedo hacerte una preguntita?- lo interrumpió ella, mirándolo con una mezcla de interés y desconcierto. Él asintió.- ¿Dé que demonios estás hablando?
¿Eh?- Ron parpadeó sorprendido.- Es obvio, estoy hablando de anoche... de tú y yo... y lo que "hicimos"...
¿Lo que "hicimos"?
Sí, ya sabes, "eso"...
¿El beso?- sugirió ella, frunciendo el ceño, extrañada por que él lo recordara ya que la noche anterior estaba como una cuba.
Entre otras cosas...- completó Ron, visiblemente sonrojado.
¿Qué otras cosas, Ron?
¡Mierda, Aly! ¡Si ya lo sabes!- exclamó él, molesto ante la actitud de niña inocente que había tomado la chica. Gracias a él, ya no debía quedarle nada de inocente. Le dio un puntapié a la cama más cercana.- ¡¿Acaso soy tan mediocre que hasta finges que no ha sucedido!
Ella lo miró con escepticismo durante unos instantes, sin apenas parpadear. Ron gruñó por lo bajo, irritado y se cruzó de brazos, deseoso por marcharse ya mismo de aquella habitación de mujeres cuya atmósfera se le antojaba opresora.
Un momento, Ron, un momento...- en la cara de la rubia apareció una sonrisa incrédula y abrió exageradamente sus ojos color miel.- ¿Estás sugiriendo que tu y yo... tuvimos relaciones... anoche...?
El pelirrojo volvió a sonrojarse una vez más, al tiempo que asentía quedamente con la cabeza. Aly soltó un chillido que al segundo derivó en una risita histérica. Sacudía la cabeza con incredulidad y unas lágrimas provocadas por la risa comenzaron a deslizarse sin piedad por sus mejillas.
Si, sí, soy pésimo. Pero tampoco necesito que te rías de mí de esa manera, Pryor..
Sinceramente, Ron- Aly hizo una pausa, intentando controlar la risa. Aspiró profundamente y agregó:- No tengo la más remota idea acerca de tu desempeño en la cama...
¿¡Tu también estabas borracha?- se alarmó Ron, abriendo mucho sus ojos castaños y mirando fijamente a su amiga, quien volvió a soltar sonoras carcajadas.
¡¡¡Por dios, estás lento!- chilló ella, secándose las lágrimas con el reverso de la mano.- No hemos hecho absolutamente nada, Weasley. Nada.
Ginny se encaminó con desgano a la biblioteca, decidida a hacer el esfuerzo de terminar el trabajo de investigación que le había encargado la profesora Sprout y que debía presentar el siguiente lunes. No era una perspectiva interesante ni atrayente en lo absoluto (y mucho menos aún tratándose de un sábado), pero al menos podría dirigir sus pensamientos a otro lugar que no fuera una persona cuyo nombre no quería ni siquiera recordar.
Y esto no era una tarea sencilla, no. Porque prácticamente no había sido capaz de pegar un sólo ojo la noche anterior porque todo estaba demasiado vívido en su mente y pasaba ante sus ojos como una película una y otra vez... y otra... y otra... Y entonces, había renunciado a unas horas de sueño (aunque aún no sabía porque Aly Pryor estaba durmiendo en SU cama... ya la interpelaría cuando la viera...).
Pero como si el ver al rubito una y otra vez en sus sueños no hubiera sido suficiente para su pobre corazón, luego le había tocado cumplir su correspondiente castigo en las cocinas.Y eso había resultado ser diez veces peor: echó terriblemente en falta la ausencia de un Draco alto y delicioso que había sido capaz de transformar las horas de un simple castigo en experiencias inolvidables (ni quería recordar las verduras, el caramelo...).
Y después se había saltado el almuerzo. Se había excusado a si misma diciéndose una y otra vez que no tenía ni una pizca de hambre, aunque los gruñidos que salían de su estómago distaban mucho de corroborar la afirmación. Muy, muy en su interior, sabía que si asistía al almuerzo no iba a poder despegar los ojos de la mesa Slytherin y su dignidad y su orgullo se iban a ir al traste.
Y en resumen, así fue como resultó ser que se encontrara en la biblioteca. Suspiró y volvió a bajar la mirada al libro, obligándose a centrar toda su mente en el despliegue de letras que debía leer. Durante los primeros veinte minutos todo fue bien. O casi, porque la pelirroja de veras lo estaba intentando con toda el alma. Pero el pus que uno podía extraer del tallo de una planta carnívora rosácea no se podía comparar con Draco Malfoy. Ni mucho menos las diversas propiedades que dicho pus aseguraba tener, porque Ginny estaba segura de que el maldito y asqueroso pus no podría volver a provocarle las sensaciones que los labios de Malfoy sobre los suyos habían despertado. Y tampoco dicho pus podría regresarle el tiempo perdido.
La pelirroja cerró el libro con frustración, lamentándose de ser tan idiota e incapaz de concentrarse en sus tareas. Cerró los ojos con desgano y enterró la cabeza entre sus brazos. Otra vez tendría que pedirle el trabajo a Aly. Se reprochó esta actitud, no debería acostumbrarse demasiado a esta comodidad o acabaría como Harry y Ron, que le rogaban a Hermione dejarles copiar la tarea.
Estaba recordando casi con desinterés un pequeño detalle sobre Ron, cuando la idea se instaló en su cabeza. Chiquitita y casi invisible, pero una idea que, al fin y al cabo, era una posibilidad abierta. Levantó la cabeza de la comodidad de sus brazos ocultos por el jersey azul marino (se lo había regalado Percy para su último cumpleaños) y se encaminó hacia los interminables estantes que se erigían en el costado derecho de la habitación. ¿Dónde empezar?
Avanzó hasta llegar a la zona de "Enfermedades y dolencias". No era muy alta, por lo que tuvo que ponerse en puntillas de pie para alcanzar a leer los títulos de los estantes superiores, en los que parecían estar los libros más interesantes. Después de pasarse un cuarto de hora buscando y, de vez en cuando, tosiendo ante el polvo que levantaba al extraer los viejos volúmenes, una sonriente pelirroja volvió a la mesa en la que había quedado abandonado el aburridísimo libro de Herborología cargando dos libros especialmente gruesos.
Con renovado interés, hojeó uno de los libros pasando las páginas al azar, poniéndose al conocimiento de curiosas enfermedades que no sabía que existían; hasta que, llegando a la mitad del libro, unas gruesas y góticas letras negras que delineaban "Amnesia y sus variantes" captaron instantáneamente su atención.
Sonrió y comenzó a leer con avidez, buscando saciar esa curiosidad que se agitaba dentro suyo desde hacía unos momentos antes. Si esa "idea" que se le había ocurrido era verdad, entonces, no todo estaba perdido...
"Si bien la tendencia popular tiende a dar por sentado que la amnesia consiste simplemente en una pérdida momentánea o duradera de la memoria de un ser humano, la realidad ha demostrado que esta dolencia no es tan sencilla como suele creerse."- rezaba el libro.- "A lo largo de la historia han podido comprobarse muchos casos diferentes y extraños. De más está decir que muchos factores juegan a favor o en contra en lo relativo a la duración de la dolencia y al grado de "olvido" que puede sufrir la víctima. Casi siempre la amnesia suele producirse por golpes especialmente fuertes, pero hubo un caso en las afueras de Glasgow en donde un mago quedó amnésico por el simple golpe de una varita..."
Ginny se salteó unos párrafos, algo decepcionada. No, aquello definitivamente no le servía en lo absoluto.
"Cuando una persona está amnésica, suele quedar, en cierta manera, indefensa. Su personalidad, su modo de actuar, sus pensamientos habituales desaparecen (o se atenúan considerablemente), para dejar a la persona interior visible..."
¡Oh, sí! ¡¡Aquí estaba! "La persona interior visible..." Ginny pasó la yema del dedo por la superficie del libro, releyendo esos renglones una y otra vez, como si fueran su tesoro encontrado.
Según el libro, el Draco que la había acompañado durante la idílica semana no había sido más que la "persona interior" de Malfoy al descubierto. ¡¡Resultaba ser que el muy cabrón no era tan cabrón después de todo!
Y significaba también que "ese" Draco no se había desvanecido para siempre, sino que estaba encerrado dentro de ese Malfoy témpano de hielo, resguardado y oculto del mundo exterior...
Fue en ese momento en el que Ginny Weasley cerró el libro con una férrea determinación instalándose en su loca cabecita.
Ya que no podía sacarse al rubito Slytherin de la cabeza, quería tenerlo de nuevo. Y si ese libro no se equivocaba, podría volver a ver al Draco que le había dicho "Te quiero" al igual que aquel que casi había logrado que se deshiciera en un sinfín de emociones en el momento en que sus labios se habían rozado.
Claro que no iba a ser nada fácil, tomando en cuenta la simpática actitud actual de Malfoy hacia ella.
Para lograrlo, había que trazar un plan.
Y había una persona que sabría perfectamente como hacerlo.
A Luna Lovegood le gustaban los días soleados. La energía que desprendía el astro de fuego era muy propicia para realizar investigaciones de esas que tanto le gustaban en los terrenos de Hogwarts. Además, la energía también conspiraba para que aquella persona que quisiera realizar una lectura de runas obtuviera mayor veracidad en las predicciones. Por lo tanto, habría que aprovechar esta oportunidad que el universo le estaba dando. Luna sonrió complacida y continuó trotando por los corredores en zig- zag, vistiendo un largo y holgado camisón blanco, cantando a toda voz su canción de cuna preferida ( "Babosas color de rosa") e ignorando soberbiamente a aquellos estudiantes que la miraban como si estuviera algún daño cerebral incomparablemente severo.
Subió de dos en dos los escalones que conducían a la pajarera de las lechuzas y en cuanto alcanzó lo alto de la torre, una ráfaga de aire ligeramente fresca le onduló el largo camisón. Aferrando un gigantesco sobre marrón cubierto de pétalos de flores (que ella misma se había tomado el trabajo de pegar), elevó la mirada en busca de alguna lechuza para enviar la carta.
Comenzó a caminar lentamente (había una lechuza negra al final de la fila dos que parecía bastante simpática), intentando aproximarse al ave cuando un generoso bulto en el suelo captó la atención de sus protuberantes ojos celestes. Ladeó apenas la cabeza, confundida.
Oh, vaya...- musitó, en una risita baja.- Parece que ustedes han tenido muchas necesidades anoche...
En efecto, la montañita que había atraído la atención de la joven era ciertamente rara: parecía una extraña combinación de plumas de diversos colores, tierra, y una generosa cantidad de excrementos de las aves que habitaban el lugar.
Pobre Sr. Filch... debe haberse quedado dormido - supuso, dado que nunca había visto algo parecido en la pajarera.- Espero que los estudiantes no presenten quejas sobre su desempeño en el cargo... ¡un momento!- los ojos de Luna habían recaído en un pequeño cobertizo destartalado que se alzaba en un lado. La muchacha se dirigió a el y abrió suavemente la puerta. -¡¡Oooh! ¡Ésta será mi buena acción del día de hoy!- decidió, tomando del cobertizo una gran pala de metal que -supuestamente- se usaba para limpiar el suelo de la pajarera.- Sí, sí, los hilos del destino me han traído aquí esta mañana para remediar el error del Sr. Filch... entonces, como claramente se sabe que esto no es una fortuita casualidad... debo aceptar mi destino... y limpiar este desastre...
Feliz de que el destino hubiera tenido en cuenta su existencia, se arremangó con expectación las mangas del camisón, sujetó con fuerza la pala e intentó recordar lo que sabía acerca de limpieza. Una vez que hubo repasado todo, llegó a la conclusión de que lo mejor era minimizar todo lo posible la suciedad y luego volcarla en una especie de basurero que se encontraba en el cobertizo. Como la pala era bastante pesada, se vio obligada a sujetarla con las dos manos, la alzó en aire y descargó un golpe sobre la extraña montaña. Para disgusto de Luna, permaneció igual. Repitió la operación del golpe, esta vez con más intensidad. Y nada. El bulto de suciedad permaneció casi intacto, a excepción de un par de plumas que volaron un poco más allá.
Ya un poco cabreada, Luna probó golpeando una y otra vez, sin parar. Estaba muy abocada en su tarea ( ¡no quería fallar en su destino! ), hasta que escuchó un extraño sonido que se oyó algo así como "e..eh..eh..", aunque en un tono ronco casi ininteligible. La rubia parpadeó sorprendida y se volteó a mirar detrás suyo, pero no había ningún estudiante recién llegado por allí. Alzó su vista a las lechuzas, preguntándose si alguna tendría genes cruzados con algún loro y por eso había hablado, formuló la pregunta en voz alta, pero ninguna lechuza o búho se dignó a contestarle.
¿Y esto qué es? - se interesó. Iba a volver a los golpes cuando reparó en una extraña mata de pelo negro y revuelto que aparecía en una porción donde la mugre se había caído. Las lechuzas no tenían pelo. Con la pala, dio una serie de golpecitos en el revoltijo de pelo y se oyeron unos balbuceos ininteligibles.- ¡Oh! - exclamó visiblemente sorprendida, llevándose las manos a la boca y dejando caer, accidentalmente, la pala.
¡¡Eeehh, que... me duele...! -dijo la voz, fastidiada.Y la montañita de suciedad comenzó a moverse. ¡Había alguien allí abajo! ¡¿Pero quien podía ser tan estúpido de quedarse dormido mientras las lechuzas hacían sus necesidades sobre uno! Luna entornó los ojos y se puso en cuclillas, mirando con atención.
¡¡Eres Harry! -chilló la chica, reconociendo al ser que apareció debajo de la suciedad.
¿De verdad? ¡No me digas!- respondió el aludido, sarcástico. Le estaba costando mucho moverse y sentía como si un interminable tren hubiera utilizado su cuerpo a modo de riel.
¿Es que no eres Harry y te has disfrazado de él? ¡Te ha quedado igual! -contestó Luna, quien tenía pocas luces en lo referente a los sarcasmos y dobles sentidos.-¿Y entonces quién eres, eh?
Soy Harry- contestó el chico de muy mal humor.
¿De verdad? ¿Puedes jurármelo? ¿Tienes pruebas que lo demuestren?
Te digo que soy Harry, Lovegood -dijo él, secamente, intentando (y sin lograrlo) ponerse de pie.
¡Mentira! ¡Harry siempre me llama «Luna», así que tú no eres Harry! ¿Quién eres?
¡¡Carajo, te estoy diciendo que soy Harry!
Sigo sin creerte.
¿¿Estás loca o qué?- se desesperó él, elevando los ojos al cielo.- Soy Harry James Potter. El niño que vivió. El que derrotó a Voldemort, el mago oscuro más poderoso de todos los tiempos (modestia aparte...). El niño preferido de Dumbledore... El más odiado por Snape... El que ha tenido el ¿honor? de probar los labios de Cho Chang... Soy Harry Potter... ¿Ves? Mira aquí, en mi frente, aquí tienes la prueba contundente de que soy yo.
Luna permaneció en silencio, procesando la información que el chico le había dado, hasta que finalmente dijo:
Tienes dos cicatrices, quién sea que seas...
¡¡Que soy Harry, maldición!- insistió él, molesto. -¿Y cómo es eso que tengo dos cicatrices?
Que tienes la cabeza cortada en dos lugares... Y tienes salsa de tomate en el cabello. ¡Hey! ¡No sabía que se había puesto de moda entre hombres maquillarse los ojos! Aunque debo admitir que ese tono oscuro resalta el verde de tus irises...
¡No soy afeminado!-protestó Harry.
Tienes los ojos pintados- le aseguró Luna, muy seria, abriendo demasiado sus ojos redondos.- Creo que es la última moda en Slytherin...
¡Yo no...- comenzó a decir el muchacho, pero se detuvo abruptamente. Una gota de lo que Luna había calificado como «salsa de tomate» cayó en el piso y Harry comprendió que provenía de su cabeza. Se llevó la mano a la frente y el contacto con las yemas de sus dedos le provocó dolor. Miró a Luna a través de sus anteojos cuyos vidrios estaban rajados en muchos lugares y anunció:- ¡Esto no es salsa de tomate! ¡Es sangre!
¡¡Ohhh! ¡¡Te han dado tremenda paliza! - se horrorizó Luna, llevándose las manos a la boca.
¿Quién pudo haber hecho esto?- musitó Harry, desorientado.
¡No lo sé!- exclamó.- ¡Pero seguro que debía tenerte mucho odio!
Yo sólo recuerdo haber venido aquí en busca de aire fresco anoche... estaba muy borracho...
¡Seguramente te atacaron cuando estabas desprevenido y te dejaron tirado aquí, inconsciente, y luego te cubrieron con la mugre de las lechuzas! ¡Sí, eso debió suceder! ¡Y fue una suerte que yo quisiera limpiar y te encontrara! ¡Fue el destino! -supuso Luna, asustada de que sucedieran esas cosas en el colegio.
Quiero encontrar al que hizo esto y...
Bueno, bueno, pero primero vayamos a la enfermería para que te sanen, Harry- propuso la chica, incorporándose con energía y sonriendo levemente.- Estooo... ¿puedes ponerte en pie?
Eso intento...- masculló el chico.- Aunque no me vendría mal una ayudita, creo que me han partido la pierna...-miró significativamente a Luna, pero ella dio un paso para atrás.
¿Quieres que vaya a buscar a alguien? ¿A Ronald? ¿A Hermione?
Puedes ayudarme tú, ya que te encuentras aquí- repuso él, exasperado ante la poca capacidad deductiva de Luna.
Es... es...
¿¿¡Qué?
¡Que tienes «pupú» de lechuza, Harry! ¡Por todo el cuerpo! ¡Y huele feo! -explicó atropelladamente.- Y mi camisón está bien limpito, ¿no sería una pena que lo ensuciara ahora?
Oooh, seguro, Luna, no te molestes... -gruñó Harry, usando altas dosis de ironía y haciendo un esfuerzo sobrenatural para ponerse en pie.- Tengo una pierna rota (cosa que no duele casi nada!), ¡pero cómo podemos pensar siquiera en ensuciar tu camisón! ¡Qué estúpido soy, qué estúpido!
¡Qué bien que me comprendas! -sonrió ella inocentemente.- Bueno, ya te has puesto de pie... ¿podemos irnos, entonces? Para que el trayecto sea más llevadero, voy a cantarte una canción. Es mi canción preferida, ¿sabes? ¿Quieres adivinar cuál es?- Harry la fulminó con la mirada, pero Luna lo ignoró.- ¡¡Es "Babosas color de rosas"! ¿La has oído, Harry? En todo caso, comienza así...
La predicción de este mes era algo más complicada de lo acostumbrado, pero Aly no estaba decidida a darse por vencida tan fácilmente. Volvió a repasar con la mirada todos los mapas lunares, planetarios, y las cartas astrales que había extendido sobre su cama, intentando encontrarle sentido a lo que "le deparaban las estrellas": Saturno se cruzaba con Marte en la primera semana de noviembre, y la extraña e inusual alineación de sus lunas, sumado a la fecha de nacimiento de Aly, dejaba como resultado un extraño mejunje incomprensible. En primer lugar, Fobos y Deimos le vaticinaban vaivenes amorosos colmados de indecisiones. ¿Vaivenes amorosos? ¡Si ella no estaba enamorada de nadie! Júpiter auguraba problemas, una especie de propuesta prohibida, de la cual dependería una parte de su futuro... Vaya. Qué perspectivas más negativas para comenzar el nuevo mes...
No había hecho más que inclinarse nuevamente sobre los mapas astrológicos para volver a analizarlos, cuando alguien entró al cuarto entonando a toda voz el último éxito del grupo"Varitas Rebeldes", llamado "Ahogamos nuestro amor en el fondo de un caldero".
¡Correción! Aly frunció el ceño. Entonando era una palabra que habitualmente se usaba para hacer referencia a una persona que hacía gala de una voz melodiosa, capaz de transformar las simples palabras en sonidos celestiales. Pero no, Ginny Weasley definitivamente no transformaba los versos de la canción en algo digno de ser considerado música. Muy por el contrario, la voz salía demasiado aguda, demasiado alta, demasiado desafinada... en definitiva: un castigo para el oído ajeno.
La pelirroja cruzó la habitación con una inmensa sonrisa, y, en cuanto llegó a la cama su amiga, se sentó con naturalidad, ignorando la mezcla de horror y asombro que lucía la cara de la rubia. Continuó sumamente concentrada en representar la canción y al llegar al final ejecutó un horroroso solo, elevando tanto la voz que Aly casi juró que los cristales de las ventanas habían temblado y habían estado a menos de una milésima de segundo a hacerse añicos.
¿Qué tal, Al?- preguntó una vez que hubo acabado, echándose el pelo hacia atrás.
El canto no es lo tuyo- sentenció Aly con los ojos muy abiertos, al tiempo que se masajeaba las orejas con insistencia para alejar el persistente eco de los alaridos de Ginny que todavía resonaba en su cabeza.
Mi tío Bilius decía que tengo una bonita entonación- repuso Ginny, a la defensiva.- y siempre me decía que cuánto más elevara la voz, mejor aún...
Bueno, tu tío Bilius no era capaz de escuchar nada que sonara más bajo que una explosión de cincuenta cajones de magifuegos Weasley...-replicó Aly, irónica.
Es que hay pocas personas que pueden apreciar mi talento natural...- repuso en broma, llevándose una mano al pecho en falsa modestia.- Y definitivamente tú no eres una de ellas... -Ginny suspiró y volvió a sonreír con todo el ancho que le permitía su boca.- ¿No es un día precioso el que ha salido hoy?
Aly miró a Ginny como quien mira a un loco. ¿Qué bicho le había picado a su amiga? ¿Desde cuando Ginny estaba tan sonriente y se dedicaba a comentar el estado del tiempo?
¿Qué te pasó?- preguntó casi al instante, apartando a un lado todo el papelerío referente a Adivinación.- Presiento vibraciones raras en torno a tu persona...-agregó, imitando a Trelawney.- Tu no vas cantando por ahí o sonriendo como si acabaran de despedir a Snape...Ni que fueras a contarme que Malfoy te ha besado...
Ginny soltó un suspiro exageradamente teatral, ensanchó aún más la sonrisa y sus ojos celestes brillaron con picardía. La mandíbula de Aly quedó colgando por unos instantes, y por una vez se quedó sin palabras.
¿Lo... lo ha hecho? ¿DE VERDAD? ¿te ha besado?- preguntó con incredulidad. Bueno, en realidad no era tanto incredulidad, porque cualquiera se daba cuenta de que el Draco amnésico estaba loco por Ginny, pero una cosa era fantasear como serían los besos del Sly y otra era tener información de primera mano.
Ajá.- Ginny asintió con vigorosidad y un cosquilleo le recorrió el cuerpo, como si una hilera de hormigas hubiera decidido desfilar por su espalda.
¿TE BESÓ?- insistió Aly, palpando los bolsillos de su túnica con determinación, hasta que encontró sus diminutos anteojos. Se los colocó con rapidez. Esto no era algo que sucedía todos los días... ¡Ginny había besado al más codiciado de Hogwarts! Obviamente, el hecho merecía un interrogatorio a fondo... exprimir todos y cada uno de los más míseros detalles... Aly batió palmas con entusiasmo.- ¡¡¡¡OH, DIOS MÍO! ¡Has besado a Draco Malfoy! -la sonrisa de Aly se tornó maliciosa y clavó fijamente sus ojos en Ginny.- ¿Y?
¿Y qué?-
¡¿Cómo besa el "casanova" de Slytherin! -exclamó Aly con impaciencia, formulando la pregunta que miles de féminas debían de hacerse cada día..
Puess... -Ginny se cruzó de brazos con expresión pensativa.- Es Malfoy. Todo lo que hace, lo hace condenadamente bien...- concluyó, encogiéndose levemente de hombros.
Lo que significa que no hay ninguna queja de tu parte- se rió la rubia, al tiempo que Ginny se ruborizaba apenas y desviaba la vista hacia el ventanal que dejaba ver un bonito atardecer.
En lo absoluto- respondió Ginny, divertida.NdA: ¡vamos, ¿quién tendría quejas ante un beso de Draco? . Aly ya había abierto la boca para formular una nueva pregunta, pero Ginny volvió a hablar, interrumpiéndola.- Ahora bien, Al...- se retorció las manos con expectación.- Voy a necesitar tu ayuda...
¿Mi ayuda? ¿Y se puede saber para qué? ¿Acaso quieres que te ayude a organizar un encuentro furtivo con tu "nuevo noviecito"? ¿Quizás en un aula oscura y...
¡Oye, estás devariando! -la cortó Ginny, frunciendo el ceño. Claro que no era nada despreciable eso de organizar un encuentro furtivo con el rubito, pero en las condiciones actuales, lo único que haría sería facilitarle al chico un lugar donde podría ahorcarla sin evidencia. Volvió a concentrarse en lo que iba a decir. -En primer lugar, Malfoy no es mi "nuevo noviecito", ¿de acuerdo?. Y en segundo lugar, todavía te falta saber el resto de los acontecimientos...
¿¿TODAVÍA HAY MÁS?
Ginny asintió en silencio y se puso a juguetear con uno de los cordeles que sostenían las cortinas de terciopelo rojo que rodeaban la cama. Y, ante la mirada atenta de Aly, volvió a relatar todo lo que había sucedido la noche del dichoso baile de Halloween: el beso de Draco, la desaparición de la amnesia, la acusación, el como Dumbledore los había encerrado en aquel cuarto y todo lo que había pasado allí dentro, incluyendo, por supuesto, áquel último beso robado. Finalmente, cuando llegó al punto que ella consideraba relevante, habló pausado y claro: recitó las palabras de Dumbledore, lo que había descubierto en la biblioteca hacía un par de horas atrás y expuso su bendita idea.
Aly silbó en cuanto Ginny dió por terminado su monólogo.
¡Menuda nochecita has tenido! -sentenció, digiriendo toda información que acababan de revelarle. Entrelazó los dedos y miró a Ginny con atención.- Ahora bien, Gin, tu teoría es algo... arriesgada. ¿Dices que Draco en realidad no te odia?
¡Exacto!- exclamó Ginny.- Dumbledore dijo que ese cuarto raro no había percibido odio, lo que, según mis deducciones, se debió al momento del beso... y el libro de la biblioteca decía que cuando alguien está amnésico, su persona interior sale a relucir... y el Draco amnésico me ha dicho sin rodeos que me quería... Y juntando todo eso, la lógica conclusión es que Malfoy no me odia...
Imagino que tampoco estará muy alegre al enterarse todo lo que ha pasado...
¡Oh, no! ¡Está hecho una fiera!- admitió Ginny, encogiéndose de hombros con naturalidad.- Pero tiene los sentimientos confundidos ¿entiendes? Y yo quiero aclarárselos...
¿Aclarárselos?-inquirió Aly, confundida.
Ajá. Quiero que reconozca que en el fondo no me detesta- dijo tan tranquilamente como si acabara de decir que quería que Harry reconociera que le encantaba el Quidditch.
¿¿¿Estás bromeando? -preguntó Aly con una media sonrisa incrédula asomando de sus labios. Pero Ginny movió la cabeza de izquierda a derecha con toda la serenidad del mundo. -¡¡Es Draco Malfoy, Gin! -estalló, deseosa de hacer entrar en razones a su amiga.- Para él está primero su reputación antes que sus sentimientos. No va a reconocerlo ni aunque le demos un litro de Veritaserum...
Por eso quiero ayudarlo a que exteriorice sus sentimientos... -acotó Ginny, quien aún seguía dispuesta a no dar el brazo a torcer por nada del mundo.
¡Un momento, un momento! - Aly entornó sus ojos color miel.- Se supone que ya lo has humillado. El juego termina aquí, Ginny. Lograste tu cometido (y hasta un beso que, supuestamente, no venía incluído!), ¿no es así? Pasaste su reputación por el barro y deben de estar retorciéndosele las tripas de rabia... Punto final. - En realidad, Aly ya presentía lo que iba a venir. Sabía de antemano que la situación de "punto final" no tenía una sola pizca, pero decidió arriesgarse.
¿Sabes lo que sucede, Aly? - se sinceró la pelirroja.-El muy maldito me ha perseguido toda la semana, he tenido que soportarlo mañana, tarde y noche, y para colmo de males, comportándose condenadamente bien. Es decir, no era tan brusco como el Malfoy habitual, pero aún tenía cierto aire de picardía presente... era... -sacudió la cabeza.-Y yo no quería, pero era tonto seguir negando que había empezado a disfrutar los momentos compartidos...
¡¡¡Yo te ...
¡No me digas "te lo advertí", porque ya sé que lo hiciste! -protestó Ginny, airada.-Ya bastante me alcanza con la estupidez de haber cedido al los encantos del muy cabrón... Pero como él se empecinó en provocarme, seducirme y, además, decirme "te quiero", ahora no se va a librar de mí tan fácilmente...
¡Ése era el Draco con amnesia!
Ginny soltó un suspiro de resignación y molestia.
Es que son la misma persona, según el libro...-dijo con determinación, dejando a Aly con sus opiniones negativas a medio camino.
¿Estás consciente de que puedes darte un duro golpe, verdad, Gin?
Sí. Pero con intentar no se pierde nada, ¿verdad? - estiró su brazo y tomó un trozo de pergamino en blanco y una pluma. Mojó la pluma en el frasquito de tinta roja que Aly estaba utilizando para hacer los deberes y garabateó unas palabras en el margen superior. Levantó el pergamino, enseñándoselo a su amiga, que pudo leer con toda claridad "El plan".- Vamos a idear un plan -decidió Ginny.- Y si una vez que lo terminemos, no ha dado resultado, te prometo que olvidaré toda esta tontería e intentaré prestarle más atención a ese simpático Hufflepuff de séptimo que me presentaste la última vez... -puso su sonrisa más adorable e, incluso antes de que Aly diera su respuesta, Ginny Weasley ya sabía que había ganado la batalla.
El antiquísimo reloj de pie que se erigía en un rincón de la Sala Común de Slytherin sonó al dar las seis de la tarde. Pansy Parkinson dirigió sus ojos hacia el reloj justo a tiempo para ver como la larga aguja dorada se posicionaba soberbiamente. Qué aburrimiento. Volvió a tomar la botellita de esmalte negro y continuó pintándose las cuidadas uñas con desgano.
¿No puedes dejar ese bendito libro, Blaisie cariñito mío? -protestó, haciendo pucheros, al tiempo que daba calculadas pinceladas a una de sus largas uñas. - Ya me duele la cabeza del aburrimiento...
Blaise la miró por encima del grueso volúmen en el que estaba enfrascado.
¡Deja de leer, Zabini! -chilló Pansy con exasperación. Una de sus pinceladas se le salió de control y se pintó gran parte del dedo índice. Soltó una maldición.- ¡Ya llevas tres horas sin soltar una palabra! ¡TRES HORAS LEYENDO! ¡Te volviendo un nerd! En vez de perder el tiempo en ese rejunte inservible de letras, podríamos estar hablando de lo gorda que se veía Millicent en su vestido de gala -añadió con malicia.- O de los horribles granos que le han salido a la Hufflepuff esa que te ha enviado una carta de amor una vez... ¡¡una estúpida Hufflepuff considerándose capaz de estar contigo! ¿Dónde has oído locura semejante? ¡¡DEJA EL LIBRO DE UNA JODIDA VEZ, QUIERES!
Blaise suspiró con resignación, marcó la hoja que estaba leyendo y dejó el libro en la mesa que tenía justo al lado del sofá verdoso en el que estaba recostado.
Se estaba poniendo interesante.
Nada con tantas hojas puede ser interesante -sentenció Pansy poniendo cara de asco.
Oh, ¿sabes, Pansy corazón? -Blaise ladeó la cabeza y unos mechones castaños le cayeron sobre el rostro, dándole pinta de chiquillo travieso.- No te matará el que alguna vez hagas trabajar a la única neurona solitaria que tienes en la cabeza. Hay vida más allá del hecho de que se le hayan florecido las puntas del pelo a Bulstrode, por si no te has enterado...
Mi neurona está bien tal como está, pero agradezco tu preocupación, Blaisie -respondió la chica sarcásticamente. Sacudió la cabeza y bajó la voz.- Pero, ¿sabes qué? Es verdad que Bulstrode tiene las puntas del pelo florecidas... el otro día la observaba mientras estábamos en Pociones y...
¡¡ERA UNA METÁFORA, PARKINSON! -la interrumpió Blaise, poniendo los ojos en blanco.
¡Ya lo sé, que no soy estúpida, tonto!
Blaise abrió mucho los ojos y se llevó la mano a la boca en fingida sorpresa.
¡No me digas! -soltó. Un instante después, el libro que había estado leyendo se estrelló contra su cabeza. - ¡¡Mierda, Pansy! ¡Qué susceptible! -recogió el libro y alisó algunas hojas que se habían arrugado.- No deberías haberlo arrojado. Es un regalo de Draco, muy costoso, por cierto, ya que se trata de una edición original del siglo dieci...
¿Y a mí que demonios me importa? -siseó ella, encogiéndose de hombros con desinterés. -Es un estúpido libro.
Hey, ¿Dónde está Draco?
Pansy y Blaise giraron sus cabezas al unísono. En torno a una mesilla baja y de madera oscura, se agrupaban tres butacones forrados de fino terciopelo verde. Dos de ellos estaban ocupados por Pansy y Blaise, pero en el tercero se encontraba una muchacha alta y delgada, de cortos cabellos negros y cara de chiquilla que los miraba con diversión.
Qué raro que justamente tú estés preguntando por Draco...-repuso Pansy, mirándola fugazmente y regresando toda su atención a sus manos.
La muchacha se encogió de hombros con desinterés.
No me importa en lo más mínimo. Sólo que acabo de caer en la cuenta de que falta la interminable cháchara egocéntrica y chismosa que Draco suele dar cada domingo por la tarde...-se cruzó de piernas lentamente y la faldita del uniforme quedó varios centímetros más arriba. Los ojos azules de Blaise recayeron como dos imanes en las largas piernas lechosas, cosa que no pudo apreciar por mucho tiempo porque Pansy le arrojó el frasquito de esmalte contra la nuca. El chico ahogó un quejido. Maldita gata celosa.
Pansy le echó a la chica una mirada gélida, tan fría que Blaise hubiera jurado que de haber estado en los jardines, el lago se hubiera cubierto de escarcha. Era verdad que se extrañaba el discurso de Draco. Él siempre tenía algo para decir, algo que contar, alguna idea original... También se extrañaba el licor de contrabando que, con una sonrisa maliciosa, sacaba del bolsillo de la túnica para que disfrutaran en sus sillones habituales, mientras hablaban de lo que les viniera a la cabeza. Sí, sí, claro que se extrañaba, pero tampoco era cosa de que la pendeja ésa viniera a meterse en donde nadie la llamaba.
No es de tu incumbencia, Hint.-sonrió Pansy, exageradamente falsa.
¿Acaso al gran Draco se le ha mandado a mudar su impecable autoestima? -la jovencita ladeó la cabeza y puso una expresión de falsa inocencia. Continuó hablando con voz cantarina:- ¿Acaso está tirado en su cama, llorando por su reputación hecha añicos? ¿O quizá está soñando en secreto con los besos de Weasley?
Draco no-sueña-con-los-besos-de-la-comadreja -gruñó Pansy entre dientes, poniéndose lívida de rabia.
¿Cómo jode, eh, Parkinson? Eso de saber que alguien a quien consideras inferior pudo lograr todo lo que tu vienes intentando desde tu tierna infancia... No todo el mundo es capaz de envolver a Draco alrededor de su dedo meñique ¿verdad, Pansy?
Blaise, que había estado escuchando toda la conversación en silencio, ya había visto venir la tormenta. Por eso, en cuanto la última palabra de la jovencita morena quedó flotando en el aire, Blaise ya se encontraba de pie, esperando el estallido de su amiga. Y era muy seguro que habría uno, nadie le cantaba todas las verdades a Pansy sin ligarse una buena paliza luego. Pero Pansy no se puso de pie en ningún momento. Y fue entonces cuando Blaise lo vio.
Sólo para que lo sepas, Hint, nadie envuelve a Draco Malfoy alrededor de su dedo meñique. NADIE.
La chica volteó ligeramente la cabeza y se encontró con el mismísimo Draco Malfoy parado detrás de su sofá, mirándola con expresión calculadora. No parecía en lo absoluto deprimido y lloroso, sino todo lo contrario. Vestía rícamente de negro (quizá demasiado elegante tratándose de un domingo por la tarde) y cada hebra de su pelo platino estaba rigurosamente peinada hacia atrás, aplastada contra su cráneo.
Hola, Draco-saludó la aludida, sonriéndole.- Gracias por molestarte en venir a refutar mis opiniones.
Siempre es un placer -respondió el rubio con sarcasmo. Inclinó su cuerpo ligeramente hacia adelante y sus dedos finos se cerraron sobre el cuello de la chica ejerciendo cierta presión. Los ojos de Draco se habían convertido en dos pedacitos de hielo, pero la muchacha seguía sonriéndole y manteniéndole la mirada con serenidad.- Y hablando de refutar opiniones, mocosa del demonio, como verás, mi estado anímico se encuentra perfecto... no ando llorando por los rincones ni soñando con estúpidas comadrejas... -aflojó un poco la tensión de los dedos.- Ahora lárgate, que estás ocupando mi sofá.-ordenó, irguiéndose y cruzándose de brazos con majestuosidad.
Me alegra mucho verte bien, Draco -asintió la chica.- Pero me temo que yo he llegado primero, así que búscate otro lugar.
La boca del rubio se convirtió en una dura línea recta.
Me importa un bledo. Dije que te vayas, Hint. Es MI sofá.
¿De verdad? A ver... ¿dónde dice "propiedad exclusiva de Draco Malfoy, eh? -preguntó en tono inocente, al tiempo que Draco comenzaba a echar humo. La chica se puso de pie de improviso y se alisó la falda.- Bien, tengo un asuntito que atender. Nos vemos, Draco. -se alejó rápidamente en dirección a la salida y se perdió de vista.
Malfoy se quedó de pie unos cuantos segundos, intentando serenarse. ¡Esa descarada de Hint! ¡Algún día tendría su merecido! Una vez que comprobó que sus instintos asesinos se hubieran relajado un poco, se dejó caer en el sofá. Pansy corrió a sentarse en su regazo y le pasó los brazos al cuello. Extrañamente, Draco no protestó siquiera.
¿Cómo estás, Drakito ojitos de cielo? -se interesó Pansy, parpadeando estúpidamente de una manera que ella consideraba provocativa.
Excelente -contestó Draco, sacando del bolsillo una cigarrera de plata. Tomó un cigarrillo y lo encendió con la varita.
¿Eso quiere decir que ya sabes como vas a castigar a la Weasley? -dedujo Blaise, quien había vuelto a recostarse en el sofá y miraba con atención a su amigo recién llegado. Realmente envidiaba la compostura de Draco en las situaciones más adversas. Si él hubiera hecho un estriptís delante de medio Hogwarts, no podría actuar con tanta parsimonia... Pero Draco estaba ahí, tan sereno y altanero, que era evidente que la chispa de la maldad había encendido una pequeña hoguera en su mente. Y Blaise lo sabía. El joven rubio se tomó su tiempo antes de responder. Aún así, una media sonrisa torcida asomó de sus labios ligeramente llenos.
Eso mismo. ¡Oh, Blaise! ¡Cómo va a sufrir! -se regocijó, soltando una risa cruel. Se llevó el cigarro a los labios y le dio una larga pitada.
¿Qué vas a hacer? ¿Golpearla? -quiso saber Pansy, sonriendo. Draco negó.
¿Vas a hacerle un maleficio?-sugirió Blaise. Nueva negativa de parte de Malfoy. -¿Y entonces?
Es aún mejor -reveló al fin Draco, enronqueciendo la voz al punto que se tornó fría y amenazadora.- Si la golpeo, se recuperará (además de que soy suficientemente importante como para rebajarme a golpear a esa pobretona...). Si le hago un maleficio, con la ayuda de Potty y la sangre sucia encontrará la forma de deshacerlo... pero... si hay algo en este mundo que realmente duele y decepciona, es la traición. - Draco hizo una pausa en la que soltó volutas de humo blanquecino.- Es un dolor hondo y amargo que hace mellas en el alma. Y no se olvida. Y que las personas por quienes sientes un relativo nivel de afecto obren contra tí tiene efectos ciertamente devastadores.
¡No entiendo! -protestó Pansy con vehemencia. Draco y su maldita manía de hablar ceremoniosa y rebuscadamente. - ¿Quién va a traicionar a la pelirroja? Ninguno de sus amiguitos lo hará sólo porque Draco Malfoy está cabreado y quiere verla sufrir...
A veces me decepcionas, Pansy.- suspiró Draco, dándole unas palmaditas en la cabeza, con actitud sobrada.- Por supuesto que el cabeza rajada ni ningún otro Gryffindor va a ayudarme de buena gana... son tan estúpidamente leales... -ladeó la cabeza y entrecerró los ojos, hablando más para sí que para Pansy o Blaise.- La gracia está en tus habilidades. Lo divertido está en tejer cuidadosamente tu tela de araña y atrapar a tu presa...
Sigo sin entender- murmuró Pansy, elevando los ojos al cielo, como si esperara que alguna gracia divina iluminara su cabecita falta de neuronas.
Ya lo verán, ya lo verán...-concluyó el rubio,
girando el cigarro entre sus dedos y regocijándose en silencio ante
su próxima y sórdida venganza.
En la sabia opinión de la aspirante a psicóloga Alyssa Pryor, había que comenzar por lo más simple. Y en caso de que la simpleza no lograra cumplir su cometido, entonces se recurría a medidas más rebuscadas. Para el final del día domingo, quedó asentado en un reluciente pergamino amarillento un plan que, por el momento, se regía de tres pasos. Los dos primeros estaban claros y detallados, el tercero, por el contrario, se catalogaba como "medida drástica" de la cual Aly se había negado a decir palabra alguna justificando que ya se ocuparían de ella si los dos primeros no surtían efecto.(aunque Ginny pensaba que en realidad no tenía la más remota idea y sólo había dicho eso para salir del paso...)
Al mediodía del brillante día lunes, Ginny Weasley abrió con ansiedad un paquete de babosas de gelatina. No era que estuviese particularmente interesada en comérselas, pero al menos lograría distraer a su famélico estómago de los deliciosos aromas que se escapaban del Gran Salón y la ponían al tanto del rico manjar que se estaba perdiendo. Pero no. No podía entrar. Tenía que llevar a cabo el primer intento del mencionado plan y un estúpido almuerzo no iba a ser más importante que cierto rubio Slytherin.
Sólo quedaban tres babosas al fondo de la bolsa, cuando lo vio salir. Imposible no reparar en esa cabellera platina y ese andar soberbio y majestuoso. Hubo una fracción de segundo en la que se sintió estúpida por lo que estaba a punto de hacer (sobretodo porque él estaba acompañado por Pansy Parkinson y Zabini), pero el valor volvió a correr por sus venas nuevamente y se forzó a mantenerse en su actitud despreocupada y sarcástica. (porque por mucho que le gustara Malfoy, tampoco le iba a lamer las suelas de los zapatos así como así...)
¡¡¡ Malfoy!- lo llamó, adelantándose hacia él. El rubio no se inmutó: continuó su andar despreocupado simulando que la voz de Ginny no había resonado en su cabeza. A su lado, Pansy Parkinson lo miró, inquisitiva. La pelirroja volvió a la carga y se plantó justo delante de él, cruzada de brazos y mirándolo con desafío.- Tenemos que hablar - ordenó, clavando su mirada sobre la del chico.
¡Caramba, Blaise! - Draco rió con desdén y Ginny pudo percibir como deslizaba su brazo alrededor de la estrecha cintura de Pansy y la atraía hacia su cuerpo. Maldito, maldito, maldito ¡no iba a ponerla celosa! Pansy sonrió con malicia mal disimulada (bueno, en realidad dudaba de que Pansy quisiera disimular, desde el vamos...) y a Ginny le costó horrores contener los celos que trepaban descaradamente por su alma. Draco volvió a hablar, ignorando en todo momento a la muchachita menuda y furiosa que estaba delante de él: - ¿Oyes algo? - frunció el ceño.- ¡Debió ser el zumbido de una mosca! Creo que los insectos están muy ruidosos hoy...
Y sin decir más, dio media vuelta (aún sujetando a una orgullosa Pansy con firmeza) y se marchó. Ginny contempló a Draco alejarse, tan lejano y altanero, y sonrió. Draco Malfoy sería una tarea difícil, pero ella no se daría por vencida. No.
Es hora de pasar al plan B -anunció pomposamente al tiempo que entraba a su dormitorio como un torbellino. Aly Pryor dejó su último ejemplar de "Corazón de bruja" a medio leer y se volvió a mirar a su amiga.
¿Y qué hay del primero...?
¡Tonterías! Hubiera sido demasiado fácil. No funcionó.- sacudió la mano con desinterés y se sentó en una butaca frente al ovalado espejo.
¿Estás segura acerca del plan B?- titubeó Aly- Es un poco... radical...
¡Estoy segurísima!- exclamó Ginny con exagerada emoción.- Me mirará esta vez. Lo sé.
Tener "a punto" la segunda parte del hasta ahora fallido plan les llevó aproximadamente dos horas y unos minutos. Pero una vez transcurrido ese tiempo, y cuando Virginia Weasley descendió por las escaleras hacia la sala común, fue conciente de cómo todas las miradas masculinas se clavaban en su cuerpo como numerosas dagas. Sonrió orgullosa: al menos sabía que tanto arreglo sí captaba la atención del sexo opuesto. Lo único que realmente temía era andar por los pasillos con esas pintas y cruzarse con algún profesor. Y no era para menos: la remera sin mangas negra e increíblemente ajustada que Aly había conseguido prestada exhibía una generosa porción del busto, mucho más de lo que Ginny se hubiera animado a mostrar alguna vez.
Una preciosa faldita escocesa de color azul y negro había sufrido los efectos del encantamiento "Diffindo", habiendo quedado varios centímetros más corta de su estado original y en los pies, unas relucientes sandalias negras le agregaban unos ansiados centímetros de estatura. La cabellera de fuego había abandonado su aspecto liso para convertirse en una maraña de sensuales rizos que bailoteaban por su espalda al compás de sus rápidos pasos. Se había convertido justamente en el prototipo de chicas con las que solía andar Draco (y no es que ella quisiera convertirse en una, sólo necesitaba atraer su atención).
Abandonó la Sala Común haciendo esfuerzos para no ponerse roja de la verguenza (aunque dudaba mucho que se notara su sonrojo debajo de todo el maquillaje que llevaba en la cara...) y comenzó a desandar el camino hacia el aula de Historia de la Magia que estaba en el segundo piso. Según Aly y sus "fuentes anónimas", los Slytherin de sexto debían estar en esa clase, lo que le daba la oportunidad para cruzarse "en todo su esplendor" con Draco Malfoy.
Una vez que llegó al correspondiente corredor del segundo piso, se quedó semi- oculta en una esquina vigilando atentamente, a la espera de que la clase concluyera. A Ginny ya comenzaban a dolerle los pies cuando el sonido de risas y conversaciones revolucionó el aire, los Slys comenzaban a desparramarse por el corredor en distintas direcciones y la chica esperó a distinguir una cabeza marfileña antes de poner en marcha su segundo ataque.
Draco fue uno de los últimos en salir, acompañado por Blaise Zabini. Venían conversando muy animadamente (vaya uno a saber de qué...) y Ginny agradeció a Merlín que Pansy Parkinson no se encontrara con ellos. Ya casi no quedaba nadie en el corredor y comprendió que ése era el momento perfecto para atacar. Inhaló profundamente, se paró bien derecha, se alborotó un poco más la cabellera rojiza e irguió la cabeza con soberbia y desinterés. En cuanto ella saliera al corredor, era inevitable que se cruzaría con los chicos, que venían en dirección contraria y comprobaría el éxito del plan.
Y, sin detenerse a pensarlo y repensarlo un instante más, dobló por la esquina con majestuosa naturalidad y comenzó a caminar por el corredor como si simplemente estuviera tomando un "nada sospechoso" paseo por el colegio. Se movía con gracia, haciendo uso de todos y cada uno de sus encantos, sabiendo de antemano que Draco Malfoy no podría evitar verla, aunque proclamara odio.
El segundo exacto en que pasaron el uno al lado del otro fue un estallido. No fue mucho más largo que un flash que deslumbra y se desvanece, y sin embargo, ese nanosegundo bastó para establecer una rara conexión. El tiempo pareció esfumarse NdA: para recrear este momento en sus mentes, mis lectoras, gusten de imaginárselo como algún efecto de tiempo retardado al más puro estilo "Matrix"! Y ahora sí, prosigan con la lectura.., y sólo quedaron ellos dos suspendidos en una especie de limbo. Los ojos de Draco brillaron con malicia y escudriñaron los azules de la provocativa pelirroja, que se dignó a lanzarle una mirada de lado bastante sobrada, al más puro estilo Malfoy. Y luego, tal como Ginny había supuesto, las irises grises rompieron el contacto visual y fueron recorriendo terrenos más peligrosos: bajaron sin escrúpulos por el redondeado escote y continuaron cayendo vertiginosamente por las piernas delgadas y esbeltas (efecto óptico gracias a los tacones!).
Y un segundo dio paso al otro, la burbuja de irrealidad explotó y los pasos de ambos siguieron su camino, extendiendo una inevitable y dolorosa brecha entre ellos. El corazón de Ginny latía con furia, casi desesperado en ganas locas de darse vuelta, correr hacia el chico y zarandearlo una y otra vez hasta hacerlo caer en la cuenta de que eran el uno para el otro, pero logró continuar, solemne, como si nada hubiera sucedido allí. Los pasos de Draco se detuvieron de pronto y Ginny contuvo el aliento antes de cantar victoria. Lo que sucedería a continuación iba a ser decisivo.
¡¡EH, WEASLEY! - la voz de Draco hizo ecos a lo largo del corredor vacío y se convirtió en música celestial al entrar en los oídos de Ginny. Una sonrisa de felicidad no pudo evitar brotar de los labios de ella, aunque recompuso su cara "desinteresada" al darse media vuelta y enarcar una ceja de "fingida sorpresa" ante el llamado del rubio Sly. Esta vez lo había logrado... Draco no había podido resistirse y seguramente le pediría salir. Entonces, el rubio esbozó una sonrisa torcida, al tiempo que se cruzaba de brazos parsimoniosamente y soltó, con evidente placer, mirándola de arriba a abajo:- ¡¡¡¡PANSY PARKINSON PIDE QUE LE DEVUELVAS SU ESTILO...!
Ginny se quedó en shock, al mismo tiempo que la risa cruel y burlona del chico que le había robado el corazón se alejaba cada vez más, como si se perdiera en el fondo de un pozo, hasta que dejó de oirse definitivamente, dando paso a un abrumador silencio. Parpadeó repetidamente, sintiéndose increíblemente estúpida y de pronto la faldita se le antojó asquerosamente corta, la remera sin mangas no era más que un pañuelito cubriendo apenas su torso y su cara apestaba de maquillaje exagerado. Y Draco Malfoy la había llamado "ramera". No así lisa y llanamente, pero todos en Hogwarts sabían que Pansy Parkinson nunca cubría su cuerpo con algo que tuviera más de veinte centímetros. Además de su escandalosa fama con los muchachos. ¡¡¡Por dios, Draco la había comparado con Pansy!
La invadió una oleada de asco hacia sí misma: ¿Cómo había caído tan bajo?. Completamente enfurruñada y despotricando contra Draco, cayó en la cuenta de que iba algo atrasada a su última clase. Echó a correr por los corredores, tarea bastante difícil al tener los pies aprisionados en sandalias de tacón y por el hecho de que la dichosa faldita bailoteaba ante el movimiento y amenazaba con exhibir las partes íntimas de la pelirroja. Unos diez minutos después, tiritó ante las bajas temperaturas que reinaban en las mazmorras y se apresuró a entrar al aula de Pociones. Y esa fue, definitivamente, una mala elección, como pudo comprobar al momento siguiente.
Una salva de aplausos y silbidos le dio la bienvenida no bien puso un pie en el aula. Ginny pasó saliva, al tiempo que una intensa vergüenza le subía por la garganta: se suponía que debería haberse cambiado antes de asistir. Desde uno de los asientos delanteros, Aly la miraba con incredulidad y diversión, pero justo delante de ella, la cara de Severus Snape era indescriptible. Pero al fin, (para disgusto de Ginny) reaccionó.
Bien, bien, bien, bien...- suspiró, llevándose las manos a la espalda y dando vueltas alrededor de una temerosa Ginny como un buitre que describe círculos alrededor de su presa.- Miren esto, que interesante -hizo una pausa en la que los odiosos silbidos del público masculino volvieron a repetirse y Ginny fue consciente de que estaba más roja que su propio cabello.- La joven Srita. Weasley, aquí presente, ha decidido ventilar sus... atributos. Pero me temo, sin embargo, que el verano ya ha quedado atrás y Hogwarts dista mucho de ser un centro nocturno... por lo que considero a su conducta... inadecuada. Y, lamentablemente, me veré obligado a emprender ciertas medidas -sonrió con malicia, llevándose una mano al pecho en fingido dolor.- Por lo tanto, Srita. Weasley, descontaré a Gryffindor 100 puntos y tendrá tarea extra por no usar el correspondiente uniforme y por llevar a cabo este ardid con el cual esperaba lograr que sus pobres compañeros no pudieran concentrarse como es debido en la materia. Y ahora, si no es mucho pedirle, siéntese para que no sigamos perdiendo más tiempo valioso con su persona...
Rumiando su bronca (¡A las chicas de Slytherin sí les permitía vestirse a su antojo, y eran diez veces más descaradas que ella!), se dejó caer junto a Aly, quien le cedió su túnica para que cubriera su reveladora vestimenta a los ojos de sus compañeros cargados de hormonas revolucionadas.
Casi me da un infarto al verte entrar aquí con esas pintas- confesó Aly en voz baja, mientras Snape estaba abocado a dar instrucciones de una nueva y peligrosa poción.- Por un momento creí que Snape iba a sacarte los ojos.
Maldito viejo mugroso- masculló Ginny, fulminándolo con la mirada.
¿Y? ¿Cómo te ha ido con... ya sabes quién?-
Olvídalo- respondió Ginny, cortante.- Tú tenías razón. Lo que quiero hacer es absurdo. Todo era una ilusión estúpida.
Pero...
Basta, Aly- insistió la pelirroja, con un suspiro resignado.- Voy a olvidarme de todo...
Aly frunció el ceño, confundida. Ginny lucía enfadada, pero era evidente que los dos intentos fallidos habían aplacado su entusiasmo y convicciones del comienzo . La contempló en silencio un largo rato, intentando deducir cómo debía sentirse su amiga en aquellos momentos, cuándo había decidido tomar cartas en un asunto tan delicado y controversial como era el intentar obtener un poco de atención del rubio heredero de la fortuna Malfoy, y todo empezaba torcido.
Oye, Gin...- titubeó, en un hilo de voz apenas audible. La aludida se volteó con suavidad.- ¿Lo quieres de verdad? ¿A Malfoy?
¡Te dije que lo olvidaras!- protestó Ginny, sintiendo una punzada de rabia en el pecho al oír el nombre de Malfoy.
Contesta- pidió la rubia.- ¿Lo quieres de verdad?
Sí- respondió Ginny, con voz apagada.
¿No es un capricho pasajero, cierto?
No- dijo con convicción. Por más que sólo hubiera sido una mísera y rápida semana, nunca iba a poder olvidarse del torrente de emociones por el cual Draco la había hecho transitar.
Bueno- Aly carraspeó.- Presta atención: nos veremos en la cena, no tomes asiento en nuestro lugar habitual, toma dos puestos en el extremo, que casi siempre está vacío. Te diré cuál es la tercera parte del plan.
Ya te dije que no quiero continuar con el estúpido plan. No hago más que humillarme.
¡Sht! Escucha: la tercera es la vencida- le recordó Aly con una sonrisa.- Y esta vez no fallará.
¿Qué es lo que tienes en mente?
Ahora no es el momento para hablar- la interrumpió Aly, justo cuando Snape terminaba de apuntar los ingredientes en la pizarra y se volteaba hacia la clase:- Lo sabrás esta noche.
¡¡HOLA A TODAS! ¡SORPRESA!
Sí, sí, ya sé que llevo siglos desaparecida, sin subir nada de nada, pero hoy se me dio por sacudirle el polvo a esta historia, terminar de pulir este cap y subirlo (sí, lo admito, lo tenía escrito de hace rato... ¡no me peguen! ¡al menos lo subí!). Espero que al menos les guste, y que la pasen bien leyéndolo. Con eso soy feliz...
Yo sé lo que me van a preguntar en algún que otro review, así que les gano de mano y lo respondo ahora (y de paso les ahorro tipear la pregunta... ¿vieron que buena que soy? ): ¿Qué porqué me desaparecí? ¿Qué porqué esa crueldad de dejarlas en ascuas y no continuar el fic? La respuesta es simple: echénle la culpa a la Sra. Vida, que se me vino de golpe encima y no de la manera más gentil posible. Traduciendo mis devaríos a un lenguaje más comprensible para todos, pasó que tuve que hacer frente a problemas familiares, personales y otros yuyos varios, como el trabajo y el decidirme que demonios iba a hacer con mi futuro (escribir fic no es una opción muy rentable, como verán...). Y bueno, en medio de todo ese embrollo la Srita. Inspiración voló lejos, muy lejos y pasé el año sin escribir una sola palabra. Hay un refrán que dice "yerba mala nunca muere" (era así? creo que sí... ), y como ven, acá estoy otra vez, aportando un poco de mi demencia al mundo de los fanfictions.
Otra cosa más antes de empezar mi pedido poco disimulado de reviews... UU No garantizo una continuidad regular en esta historia, así que les ahorro sus pedidos de pronta actualización. Acabo de empezar la universidad y eso demanda mucho tiempo, así que cuando tenga algún huequito libre veré si escribo algo...
Y ahora sí, mis adoradas lectoras (si es que no se olvidaron de este fic...), saben que pueden hacerme muy feliz y mimar a mi adorada Srita. Inspiración tan sólo dedicando unos escasos segundos de su tiempo a clickar ahí abajo en el botoncito de los reviews y escribirme unas palabras a su elección! (soy de mente abierta: acepto elegios, críticas, pedidos de desaparecerme nuevamente, tomatazos, y demás ocurrencias...)
Bueno, eso es todo por ahora, hasta el cap 12 (jua jua jua! no saben lo que se viene! una rara vuelta a esta historia...)
Nos leemos!
BeSiToS MuChoS!
AiRiLeE!
Pd: ante alguna incoherencia en el relato... nada, que soy humana, a cualquiera le puede pasar!
